Thursday, March 21, 2024

El futuro político a escena

Diario de incertidumbres El futuro político a escena Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 21/03/2024) https://suplementocampus.com/el-futuro-politico-a-escena/ En tiempos electorales, el futuro es moneda de uso común. Algunas de esas monedas son falsas, otras auténticas, pero todas fluyen en el gran río revuelto de las campañas. Promesas, compromisos, ilusiones, declaraciones de amor al pueblo, pactos firmados con sangre, forman parte del bochornoso espectáculo de la temporada. Es el momento de vender futuros envueltos en paquetes coloridos, optimistas, y se hace además con el apoyo de la parafernalia de ocasión: jingles, bots, mucha publicidad, imágenes de alegría, de multitudes rodeando candidatas y candidatos prometiendo mejoras, continuidades, cambios, novedades. Giras, mítines, reuniones públicas y privadas (algunas secretas), conferencias de prensa, entrevistas a medios y redes, configuran la actividad febril que las fuerzas partidistas colocan en la agenda diaria, de manera abrumadora, con el propósito de ganar las elecciones de junio. En todos los casos, el futuro es el gran depósito de los problemas no resueltos del presente. El reconocimiento de las insuficiencias, los logros, los pendientes, las incertidumbres, forman parte de las retóricas futurísticas del oficialismo y de sus oposiciones. Un nuevo mundo feliz, o el fin de una pesadilla, son las apuestas debidamente dramatizadas que diferencian a unos de otros, pero en todos los casos la constante de las apuestas en juego es el futuro, que tiene fecha precisa y lugar concreto: México, domingo 2 de junio del 2024. Como se sabe, el futuro político se asemeja a un juego de futbol: se juega siempre para ganar en el corto plazo esperando obtener réditos al final de la temporada. El futuro no es una cosa exclusiva de los políticos profesionales, por supuesto. Es parte de las preocupaciones y temas de conversaciones mundanas de cafés, alcobas o cantinas, la fuente de inspiración de poetas, escritores e intelectuales, la materia prima de la ciencia-ficción y de las ciencias de no-ficción. Jack London escribió una novela breve, en forma de oxímoron: Historia de los siglos futuros. Jaques Attali lo hizo con Breve historia del futuro. En las ciencias sociales, se abre paso una nueva perspectiva: la sociología del futuro. Y una disciplina adquirió desde hace tiempo el reconocimiento de su estatuto científico en el mapa de los campos interdisciplinarios (economía, sociología, psicología social, políticas públicas): la prospectiva. El uso de metáforas y analogías es frecuente en los estudios del futuro. Pero también es objeto recurrente de ironías, chistes y escepticismos de muy diversa índole, que agregan un poco de sal a las pretensiones de influir racionalmente sobre el futuro social. El físico danés Niels Bohr alguna vez afirmó, con ironía, que es difícil predecir, sobre todo el futuro. Woody Allen dijo: “el futuro es un tema que me interesa, porque ahí pienso vivir el resto de mi vida”. Ambrose Bierce, autor de El Diccionario del Diablo, definió al futuro de la siguiente manera: “Período del tiempo en el que nuestros asuntos prosperan, nuestros amigos son sinceros, y nuestra felicidad está asegurada”. Leonard Cohen, el poeta y cantante canadiense, sentenció: “He visto el futuro, hermano; es un asesino”. Y el poeta mexicano José Emilio Pacheco escribió en El futuro pretérito: “Se maquina un futuro/ que no será como imaginamos”. Estas diferentes tonalidades, ironías, arrebatos de buen humor y definiciones arbitrarias están unidas por las diversas representaciones que la idea del futuro inspira en nuestras vidas individuales y colectivas. El problema persistente con el futuro es su carácter incierto, producto del azar y de las influencias reales o imaginarias que ejercen los actores y las fuerzas que intervienen para definirlo desde los episodios marcados por las hechuras de un presente continuo. El futuro como la complicada estructuración de un tiempo que suele fluir entre continuidades y fracturas, entre sincronías y arritmias, entre frustraciones e ilusiones, entre herencias del pasado y la forja de acuerdos y conflictos que habitan el orden social y político de todos los días. Pero el riesgo de comprometerse con determinados tipos de futuros es la posibilidad de producir efectos contrarios a las intenciones originales, efectos no deseados o perversos. Y esto también es un campo sembrado generosamente de aforismos y paradojas. Oscar Wilde escribió: “En este mundo sólo hay dos tragedias. Una es no conseguir lo que se desea, y la otra es conseguirlo. La última es la peor”. Pink Floyd cantó, a ritmo de rock: “Planes que quedan en nada o en media página garabateada…El tiempo ha pasado, la canción se ha acabado, pensaba que diría algo más”. El viejo Schopenhauer prevenía contra los intereses que cobra el tiempo: “Así es la usura del tiempo; sus víctimas son todos los que no pueden esperar. Provocar la aceleración del decurso mesurado del tiempo es…una de las empresas que más caro se pagan. Hay que guardarse muy bien de llegar a deberle intereses”. Tal vez estas preocupaciones pueden ayudar a colocar en perspectiva los frutos de temporada del tiempo político mexicano. Son llamadas de alerta, señales de advertencia, agua helada para épocas de fiestas y festejos. El futuro político es regulado por calendarios y relojes, habitado por recuerdos, ilusiones y proyectos que corresponden a las complejas representaciones sobre el porvenir que marcan a las distintas generaciones. “Cada generación guarda sus recuerdos”, escribió Joseph Conrad. Y quizá se podría agregar: cada generación imagina sus futuros.

Thursday, March 07, 2024

Financiamiento público y autonomía universitaria

Diario de incertidumbres Presupuesto constitucional: financiamiento y autonomía Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 07/03/2024) https://suplementocampus.com/presupuesto-constitucional-financiamiento-y-autonomia/ El pasado 28 de febrero fue aprobado por el pleno del Congreso del estado de Jalisco un decreto que reforma al artículo 15 de la constitución política local mediante el cual se establece la obligatoriedad gubernamental de destinar el 5% del presupuesto anual de egresos del estado a la Universidad de Guadalajara, al igual que un 0.3% de los recursos para destinarlos “exclusivamente” a la infraestructura educativa de la universidad (https://www.congresojal.gob.mx/boletines/diputados-aseguran-cobertura-educativa-para-la-universidad-de-guadalajara). La noticia fue recibida con beneplácito por las autoridades universitarias y celebrada por el gobernador Alfaro y los diputados de todas las fuerzas políticas representadas en el legislativo local. El hecho tiene su historia y contexto. La política del financiamiento a las universidades públicas ha sido complicada, frecuentemente conflictiva y sujeta a múltiples vaivenes políticos. A nivel nacional, el financiamiento universitario es una combinación de presupuesto federal, presupuesto estatal y recursos propios. Las universidades federales como la UNAM, el IPN o la UAM reciben un gran porcentaje de su presupuesto (mayor al 90%) del subsidio federal anual, que complementan con recursos autogenerados. En el caso de las universidades públicas estatales autónomas (UPE´s), el financiamiento es mixto: una parte lo reciben del gobierno federal, otra de los gobiernos estatales y una parte pequeña la generan con recursos propios (cobro de matrículas, venta de servicios, contratos de colaboración con industrias o dependencias públicas estatales o federales). Bajo este esquema, los casos de las UPE´s son muy variados. En promedio, el presupuesto federal a las 35 UPE´s es del 70%. Hay universidades cuyo financiamiento depende fundamentalmente del gobierno federal (igual o mayor al 60%), mientras que en otras existe cierto equilibrio entre las participaciones federales y las estatales. La estructura del financiamiento revela tensiones en los montos y distribución de los dineros públicos, más aún cuando el gasto en nómina de las universidades constituye el rubro de mayor peso en la estructura presupuestal. En esas circunstancias, la política del “irreductible” se convirtió en la regla de oro del juego presupuestal: la decisión de que, en ninguna circunstancia, el presupuesto anual de las universidades sea menor en términos corrientes al presupuesto del año inmediato anterior. El caso de la U de G es similar al que en otros tiempos y contextos ha ocurrido en universidades como las de Sonora o la Veracruzana con el tema del financiamiento estatal. En la fundación de la universidad sonorense en 1942 se estableció que una parte de los ingresos de los impuestos a agricultores y ganaderos del estado se destinaría al sostenimiento de la universidad local, mientras que, en el caso de la Veracruzana, en el complicado sexenio anterior (2010-2016), se discutió un porcentaje de recursos públicos estable del gobierno estatal para el sostenimiento universitario, que se resolvió con la decisión de que el gobierno federal entregara directamente los recursos federales y estatales a la UV. Aunque ambos casos experimentaron cambios a lo largo de los años, el principio de certeza presupuestal fue el motor de los acuerdos políticos entre las universidades y los gobiernos de los estados. En la U de G, los conflictos políticos y financieros experimentados en sexenios pasados (en especial con el gobernador panista Emilio González Márquez, 2007-2013), y con el actual gobernador emecista (Enrique Alfaro) en los años recientes (2021-2023), surgieron por diferencias políticas que se tradujeron en restricciones financieras permanentes. Más específicamente, el enfrentamiento entre el gobernador Alfaro y el exrector Raúl Padilla (fallecido en abril del año pasado), tuvo impacto en los condicionamientos presupuestales estatales, sobre todo a partir de la decisión del gobernador de retirar un apoyo comprometido y aprobado por el pleno del congreso estatal a finales del 2021 a la construcción del Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad, para redirigirlo a la construcción de un hospital público estatal. Esta acción fue reclamada por las autoridades universitarias a través de un largo litigio jurídico, lo que recrudeció el conflicto político-presupuestal universitario, y escaló en las diversas instancias judiciales hasta llegar a finales del año pasado hasta las oficinas de la suprema corte de justicia de la nación. Según algunas fuentes, la resolución de la corte sobre el fondo del asunto favorecía la causa de la U de G y ordenaba al gobierno de Jalisco a restituir el apoyo otorgado en 2021 a la universidad, pues su retiro constituía una violación a la autonomía universitaria. Sin embargo, hace unos días el asunto fue sobreseído por la corte debido a una solicitud expresa de la universidad, lo que facilitó la reforma constitucional que otorga certeza presupuestal a la universidad a partir de 2025 y elimina o reduce, en teoría normativa, la posibilidad de nuevos conflictos presupuestales entre gobierno y universidad en los próximos años. El saldo en el corto plazo es favorable para la universidad, aunque sus implicaciones políticas en un año electoral aún están por definirse. El equilibrio presupuestal federal/estatal observado por lo menos en los últimos 20 años en la U de G (46 y 48%, respectivamente, más un 6% de recursos propios), se mantendrá, y tal vez se incrementará en los próximos años el peso del financiamiento estatal en el subsidio ordinario universitario. Esto fue celebrado por el rector Villanueva y el consejo general universitario como un “hecho histórico”, que refuerza la “autonomía presupuestal” para continuar con la política de expansión de la red universitaria en Jalisco, mientras que para el gobernador Alfaro esto significa romper con un ciclo largo de conflictos presupuestales con la universidad pública estatal. Las expresiones de acuerdo representan cada una a su manera un triunfo político para las partes. No obstante, quedan en el aire algunas cuestiones que oscurecen el futuro luminoso de la reforma presupuestal, y que tiene que ver con el conocido “déficit de implementación” de los acuerdos políticos en el campo de las políticas públicas, en este caso universitarias. Asegurar un 5% anual del presupuesto estatal a la universidad no se aleja mucho de lo que en la práctica ha ocurrido entre 2017 y este 2024, cuando el porcentaje del gasto estatal destinado a la U de G osciló entre el 4.2 y el 5.4%. Pero de los resultados electorales de este año a nivel federal y estatal en Jalisco, dependerá en buena medida la reducción o ampliación de la brecha de implementación de la norma jurídica que resultó de un importante acuerdo político, cocinado a fuego lento entre los conflictos del pasado reciente de las relaciones entre la U de G y el Gobierno de Jalisco.

Tuesday, March 05, 2024

Música de cañerías

Política electoral: música de cañerías Adrián Acosta Silva El proceso electoral mexicano está en plena ebullición. Luego de las precampañas y la selección de candidaturas de las principales agrupaciones políticas, se avecina el turbulento tiempo de las campañas electorales para la renovación de la presidencia, varias gubernaturas, y miles de puestos de representación en el congreso federal, en congresos estatales y ayuntamientos municipales, sin olvidar que detrás de cada puesto político en competencia están también en juego miles de puestos burocráticos que se distribuirán en las distintas oficinas gubernamentales. Las disputas internas, los métodos y rituales de selección de candidatas y candidatos, las reuniones a puertas abiertas y cerradas, los sonoros llamados patrióticos -de la patria grande a las patrias chicas-, los gestos de ocasión, el performance de la toma de protesta de cada candidata o candidato, las giras nacionales o internacionales con las fotos de rigor, inundan redes sociales y portadas de medios de comunicación, alimentan los rumores periodísticos, son el festín de opinadores y analistas políticos profesionales o amateurs. En el espectáculo contrastan las imágenes de conflicto, ambigüedad y disciplina de las partes interesadas. También las de los indiferentes, aquellos que contemplan de lejos y al fondo, entre bostezos y aburrimientos, los movimientos de los actores de la temporada electoral. Las maquinarias partidistas funcionan con el potente combustible de las razones, las pasiones y los intereses involucrados en el proceso. En el contexto, las costuras institucionales del INE crujen para mantener los mínimos legales de reglas y procedimientos, mientras que desde palacio nacional se envían los inefables mensajes mañaneros que atizan la polarización entre “ellos” y “nosotros”, donde el presidente vuelve a la carga todos los días contra jueces y magistrados, contra medios de comunicación, intelectuales y académicos, exhibiendo un amasijo político de rencores y desconfianzas largamente acumuladas que surgen de la inocultable sangre autocrática que recorre las venas presidenciales y del oficialismo político. En el escenario principal transcurre el desfile de imposturas, la multiplicación de frivolidades, el uso de las máscaras de ocasión, las retóricas desbordadas, los sketch voluntarios e involuntarios, los trucos de los viejos y nuevos magos de la política mexicana. Todo configura la moralidad elástica del oportunismo, cultivada pacientemente desde los años de la transición. Tránsfugas, tahúres, saltimbanquis y zombis políticos jóvenes y viejos reaparecen en escena, buscando reflectores, posiciones y puestos en la representación política. Las candidaturas son las recompensas del juego de la temporada, y ni la ética ni la estética pesan mucho en las estrategias para alcanzar premios mayores, de consolación o reintegros, aunque las pérdidas también cuentan. Botargas, muñecos, jingles partidistas, proliferación de encuestas, guerras de bots, marcan los mapas políticos de los territorios reales y virtuales de las contiendas. No obstante, destacan entre el temporal las señales que desde diciembre de 2018 se emiten desde las oficinas presidenciales, que no solo han degradado de manera acelerada el lenguaje del espacio público y la política nacional, sino también erosionado de manera severa las condiciones de equidad electoral que se habían construido lentamente desde la creación del IFE y luego del INE. El presidente y su partido han construido una plataforma de legitimidad que se basa en la descalificación sistemática de sus oposiciones y críticos. La palabra presidencial y los recursos gubernamentales se han utilizado como instrumentos políticos para polarizar las contiendas electorales y desafiar las restricciones legales-constitucionales que delimitan su poder. El más reciente episodio de esa actitud de provocación y desafío presidencial no tiene desperdicio: “Mi autoridad política y moral está por encima de la ley”, afirmó hace unos días cuando le cuestionaron sobre el hecho público de haber exhibido el teléfono privado de una periodista del New York Times que publicó un reportaje sobre las posibles conexiones de dinero ilegal, producto del narcotráfico, a sus campañas electorales. En ese ambiente envenenado, la ingenuidad política, la honestidad intelectual y las convicciones éticas de algunos participantes políticos también aparecen en escena, pero son irremediablemente opacadas por el ruido y la furia de las disputas internas de los partidos, gobernadas por el cálculo, el oportunismo y el pragmatismo. La obra que se despliega ante nosotros ya la hemos visto en 2018 y 2021, pero eso no le quita el encanto, o el morbo. Desde hace tiempo, la vida política mexicana está hecha por un repertorio de actores que desempeñan papeles lamentables, acompañados con música de cañerías que incluye los lúgubres sonidos de la criminalidad que ha penetrado a los partidos y a los políticos en diversas poblaciones y territorios del país. Las tonalidades de esa música sorprenderían, quizá, al mismísimo Bukowski. Las redes políticas están en movimiento, activadas en automático al calor del proceso electoral. Sus formas varían, permanecen o se adaptan de acuerdo con los usos y costumbres político-partidistas. La gestión política mezcla las viejas aguas del corporativismo mexicano con las prácticas clientelares y patrimonialistas que están en la base profunda del autoritarismo posrevolucionario mexicano, donde la figura del líder/caudillo/dirigente se coloca en el centro de la gestión, como símbolo político de la cohesión, la coerción y la unidad de partidos, pandillas, mafias, grupúsculos o movimientos. También incluye la sacralización del célebre principio del liberalismo político de un hombre-un-voto que está en la base del pluralismo democrático. Existen desde luego los híbridos de ocasión, que mezclan individualismo y colectivismo, corporativismo y liberalismo, como formas de gestión de las expectativas y los intereses de ciudadanos y grupos. Pero lo que destaca en el paisaje es el pragmatismo salvaje que ejercen las dirigencias partidistas en la administración de sus organizaciones. Los dirigentes son una mezcla extraña de gerentes y burócratas al servicio de liderazgos permanentes o de ocasión. Sin pudor y sin piedad exhiben los arreglos, la sumisión, el cálculo racional y las ocurrencias del momento. Parafraseando a Keynes, son la encarnación de los “espíritus racionales” de la política mezclados con los “espíritus animales” de las circunstancias. En el paisajismo mexicano, la conjunción de esas prácticas y espíritus configuran el rostro cotidiano del perfil de la desestructuración de un régimen político en el que las líneas de contraste entre el gobierno y sus oposiciones son cada vez más difusas y contradictorias. Las diferencias entre el morenismo, el frente opositor (PAN/PRI/PRD), y el solitario partido MC, se diluyen en el río revuelto de los acontecimientos cotidianos. Mientras eso sucede, quizá lo mejor opción, para algunos, sea ver desde lejos las múltiples representaciones del espectáculo de los próximos meses, que se decide a nivel nacional (vale decir, en la CDMX), pero que se escenifica en las escalas estatales y municipales. En tiempos en que los llamados a la participación activa, comprometida y militante se vuelven imperativos categóricos para favorecer una u otra causa, el “preferiría no hacerlo” de Bartleby, el célebre personaje de la novela de Melville, es una opción para algunos, aunque para otros la indiferencia sea motivo de un odio gramsciano. Es sentarse en un banco de arena a observar con calma el flujo del río de los acontecimientos, como aconseja con sabiduría una vieja canción de blues de Bob Dylan (Watching the River Flow), mientras los actores de la furia partidista de la temporada electoral hacen lo que hacen.

Thursday, February 22, 2024

Relámpagos en el cielo digital

Diario de incertidumbres Relámpagos en el cielo digital: el Manifiesto de Liubliana Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 22/02/2024) https://suplementocampus.com/relampagos-en-el-cielo-digital-el-manifiesto-de-liubliana/ En octubre de 2023, en la Universidad de Ljubljana (Liubliana en español), un grupo diverso de intelectuales, académicos y pensadores europeos se reunieron para analizar el impacto de las redes sociales, la inteligencia artificial y la digitalización en la educación y la cultura occidental. Fundada en 1919, esa institución de educación superior es la universidad más antigua e importante de Eslovenia, heredera de los complejos procesos de unificación y separación del imperio austrohúngaro, luego de Yugoslavia y, finalmente, de su constitución como república independiente a raíz de la desaparición de la URSS y, posteriormente, de la sangrienta guerra de Los Balcanes ocurrida a finales del siglo pasado. Hoy, ese país es miembro de la Unión Europea. Ubicada en la capital de Eslovenia, la Universidad de Liubliana representa el cruce de historias intelectuales y políticas significativas, y tal vez por eso fue seleccionada como el lugar apropiado para una reunión dedicada a tratar de comprender y alertar sobre las oportunidades, incertidumbres y riesgos de la incontenible ola de entusiasmos desbordados que acompaña a las nuevas tecnologías que seducen a funcionarios de gobierno, empresarios, directivos y académicos de campus universitarios y sus alrededores. De esa preocupación se derivó la decisión de promover un pronunciamiento público dirigido a repensar los significados e implicaciones de las innovaciones tecnológicas en los ámbitos de la educación y la cultura. El “Manifiesto de Ljubljana” es el resultado de esa decisión (https://readingmanifesto.org/?lang=ca). Respaldado por las firmas de más de mil académicos, científicos e intelectuales de todo el mundo, el pronunciamiento expresa una crítica a los impactos negativos de las nuevas tecnologías en la formación del pensamiento crítico contemporáneo. Al igual que en el pasado reciente lo habían hecho pensadores como George Steiner, Susan Sontag, Umberto Eco, o Nuccio Ordine, el documento enfatiza la crítica a la banalización y trivialización de las formaciones intelectuales de las nuevas generaciones, y reclama la importancia de la lectura de textos largos y complejos frente a la cultura de la superficialidad y la urgencia que dictan los usos de las nuevas tecnologías. La escritora canadiense Margaret Atwood, el filósofo eslovaco Slavoj Zizek, o el politólogo catalán Joan Subirats (exministro de universidades del gobierno español), aparecen entre los firmantes del Manifiesto. El argumento central del pronunciamiento es rescatar el valor de “la atención, la paciencia intelectual y el pensamiento profundo” que se derivan de la lectura de libros clásicos y contemporáneos relacionados con esos valores. Para los firmantes, la digitalización de la formación intelectual y profesional de las nuevas generaciones tiene o puede tener efectos negativos en el desarrollo del pensamiento crítico, la reflexión cuidadosa, la comprensión de la complejidad del presente y el pasado de las diversas disciplinas y campos del conocimiento. El pronunciamiento en sí mismo es un testimonio de nuestra época, donde la tiranía del pensamiento útil se impone sobre la necesidad del pensamiento profundo. Las prácticas de digitalización de la información y la ciencia de datos oscurecen a menudo la capacidad de cuestionar hechos, acontecimientos y procesos de suyo complejos, y simplifican en ocasiones al absurdo las posibilidades de la curiosidad, la intuición y de la duda metódica que están en la base del pensamiento significativo. Justo por ello, son pertinentes las llamadas de atención contra los efectos perniciosos e inclusive catastróficos de las innovaciones en la educación y en la cultura. El Manifiesto representa no sólo un posicionamiento intelectual frente al predominio de los fuegos artificiales que promocionan las grandes empresas tecnológicas a través de nuevas plataformas, dispositivos y productos de innovaciones incrementales o disruptivas dirigidas al consumo masivo de mercancías digitales. En realidad, es también un reclamo político a gobiernos y universidades por la defensa del poder de la literatura y las artes para entender la complejidad de los cruces de los ríos mansos y salvajes de la experiencia humana, un acto de resistencia contra el poder de la robotización que penetra en muchos ámbitos de la vida pública y privada. No se trata de un nuevo episodio de las luchas entre tradición y cambio, protagonizadas por conservadores y revolucionarios, por activistas de causas rivales. Se trata del reconocimiento del papel que tienen las escuelas y universidades como espacios públicos en la formación del pensamiento crítico, donde las humanidades, la literatura o las artes contribuyen a la ampliación de las capacidades comprensivas de las tensiones y dilemas de la vida en sociedad. Ese es el sentido profundo de la declaración de Liubliana y de otras similares que han surgido en el contexto del espectáculo de la innovación en la educación y la cultura. Son relámpagos que iluminan las zonas oscuras del reino de los cielos de la digitalización en las sociedades contemporáneas. El cielo digital no es un cielo vacío. Está habitado por nubes, algoritmos, plataformas y demás hechuras de inteligencia artificial que han dado paso a un nuevo fetichismo tecnológico. Frente al reduccionismo que impone el neo-utilitarismo en la formación de las nuevas generaciones, se formula con energía la defensa del pensamiento pausado, complejo y profundo que sugiere la práctica lectora en las escuelas primarias y en los campus universitarios. En otras palabras, es una apuesta por conciliar las habilidades digitales del presente y del futuro con el reconocimiento del saber clásico y contemporáneo. Quizá sea una labor imposible, una resistencia simbólica frente al dominio abrumador de las narrativas digitales. En tiempos donde la gestión de la información y el conocimiento se coloca en el centro de la ola digital, en que la velocidad, la eficiencia y la distracción dominan la racionalidad comunicativa, los llamados a reconocer los límites y efectos no deseados del espectáculo de las innovaciones en el vaciamiento cultural de la formación intelectual constituye una preocupación legítima en defensa de las tradiciones lectoras, la reflexión íntima y la conversación pública en el contexto de la cultura digital.

Thursday, February 08, 2024

U de G: Reforma universitaria y fatiga institucional

Diario de incertidumbres U de G: reforma y fatiga institucional Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 08/02/2024) https://suplementocampus.com/udeg-reforma-y-fatiga-institucional/ En la agitada noche del 31 de diciembre de 1993, la aprobación por unanimidad de una nueva ley orgánica para la Universidad de Guadalajara por parte del Congreso de Jalisco garantizaba el rumbo jurídico de una importante reforma académica y organizacional para esa institución. Al día siguiente, el 1 de enero de 1994, la nueva ley se publicaba en el diario oficial del gobierno estatal. Con la sustitución de la ley anterior, que databa del año 1952, la U de G iniciaba una época de cambios que prometía un mejor futuro no sólo para la universidad sino también para la sociedad jalisciense. Era la fiesta de las ilusiones. La aprobación de la ley significaba a la vez la culminación y el inicio de un difícil, conflictivo y áspero proceso de cambios impulsado por la rectoría de Raúl Padilla López en los años previos a la decisión del pleno del congreso. A lo largo de los primeros cuatro años de su rectorado (1989-1995), cabildeos constantes con funcionarios federales de la SEP, de Gobernación y de Hacienda, con diputados locales, con el gobernador electo Guillermo Cosío Vidaurri (1989-1992), y luego con el gobernador sustituto Carlos Rivera Aceves (1993-1995), marcaron la intensa agenda política de Padilla para promover y sumar apoyos al proyecto reformador. En el mapa interno, los cambios en la geografía de las emociones y las razones políticas dominaban el espíritu de la época. Reajustes tribales, cambios en las alianzas tradicionales, sustitución de organismos representativos de los intereses universitarios tanto estudiantiles como sindicales, pleitos públicos y reclamos privados, toma de edificios, marchas, paro de labores, eran expresiones del complicado proceso de reconstrucción política de los liderazgos universitarios. La coalición padillista emergente colocó sus ideas y sus intereses al frente de los cimientos políticos de la reforma universitaria que se implementaría entre 1994 y 1995, y se consolidaría en los años posteriores. Legalidad y legitimidad fortalecieron la coalición. La nueva ley orgánica y la legitimidad política de los liderazgos reformadores marcarían los crujidos, las tensiones y la lógica de los cambios durante las tres décadas siguientes. Este año (2024) la U de G celebra el inicio de aquella reforma. Con los claroscuros de siempre, es posible identificar logros y déficits acumulados y emergentes en el transcurso del proceso reformador. Se pueden enumerar elementos significativos de una reforma que se ha sostenido a través de seis administraciones estatales de diferente origen político (PRI/PAN/MC), y bajo la sombra de distintas políticas federales en el campo de la educación superior. Son logros que, sin embargo, se acompañan de algunas señales de fatiga institucional. 1. Una expansión sostenida. El proyecto de red universitaria que impulsó la reforma se ha mantenido a lo largo de tres décadas. Hoy, existen escuelas preparatorias de la U de G en 110 de los 126 municipios de Jalisco, y funcionan 18 centros universitarios metropolitanos y regionales de educación superior ubicados en prácticamente todas las zonas urbanas del estado. Las implicaciones sociales, económicas y políticas de esta expansión son importantes en las escalas estatal y microregionales. 2. Legitimidad social. La matrícula ha crecido de manera constante en todas las regiones de Jalisco. Hoy, la U de G absorbe una matrícula total de más de 300 mil estudiantes de nivel medio superior, superior y posgrado, cuando en 1994 esa matrícula era de 195 mil. La transición demográfica ha alcanzado a la universidad en estos años, y se ha incrementado la población de entre 15 y 23 años en condiciones de incorporarse a la universidad. Desde hace décadas, la U de G es la institución estatal más demandada en el acceso por miles de estudiantes jaliscienses cada semestre. 3. Consolidación de la profesión académica. La población académica también ha crecido. En 1994 el conjunto del profesorado se componía de menos de 10 mil personas, donde el 90% eran profesores de asignatura y no existía la figura de investigador. Hoy, casi 18 mil profesores e investigadores integran la planta académica de la universidad, de los cuales 5 mil son de tiempo completo (incluyendo a 2,800 investigadores), 11 mil de asignatura y el resto (1,600) son técnicos académicos. El 70% de los investigadores universitarios son miembros del SNII. 4. Autonomía política. La dimensión política de la autonomía de la universidad fue contemplada en la ley del ´94, en la cual, por primera vez, la decisión de nombramiento del rector dependía del consejo general universitaria y no, como en la ley anterior, de la decisión del gobernador en turno. Esto incrementó la cohesión del poder institucional alrededor de la coalición promotora de la reforma, aunque han existido episodios de confrontación interna y múltiples tensiones externas con actores políticos locales y nacionales. La reforma de la U de G coincidió en el tiempo aunque no en las circunstancias con otros procesos reformadores de universidades públicas autónomas estatales como las de Sonora, Puebla o la Veracruzana, e influyó en otras más. No obstante, la peculiaridad de la reforma jalisciense fue la articulación de una lógica política alrededor de un personaje protagónico (Raúl Padilla), quien se erigió no solo como una figura con un poder institucionalizado, sino también como un gestor político de causas intra y extrauniversitarias. Con su inesperado fallecimiento en abril del año pasado, a la edad de 68 años, la reforma culminó un prolongado ciclo de adaptaciones a entornos complejos. Hoy, una nueva etapa de transición marca el presente y el futuro de la red universitaria. Ninguna reforma es para siempre, y desde hace tiempo se notan síntomas de fatiga institucional en la universidad. Temas como las condiciones del personal académico (insuficiencia, envejecimiento, pensiones y jubilaciones, falta de oportunidades a académicos jóvenes), problemas en la enseñanza y la investigación, vinculación con los entornos culturales, sociales y laborales, políticas de innovación educativa, o crónicos problemas de financiamiento, configuran una agenda que apunta hacia la necesidad de cambios institucionales protagonizados por ideas, actores y lenguajes diferentes, en un contexto estatal y nacional dominado desde hace tiempo por los vientos furiosos de la polarización política.

Thursday, January 25, 2024

El futuro como promesa o basurero

Diario de incertidumbres PRONES: el futuro como promesa o basurero Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 25/01/2024) https://suplementocampus.com/prones-el-futuro-como-promesa-o-basurero/ Convencionalmente, el análisis del campo de las políticas públicas contempla mínimamente tres elementos básicos. Uno es la existencia de un sistema de creencias (ideológicas, políticas, teóricas, hipotéticas, normativas) que fundamenta la hechura de las ideas (claras o difusas) que funcionan como guardagujas de la acción pública. Otro es la relación de esas ideas con los intereses que articulan las relaciones entre los gobiernos y los diversos actores sociales y políticos. La tercera es la arquitectura de los programas e instrumentos de las políticas, su conexión lógica y su factibilidad técnica y política. Estos elementos colocan a las políticas frente a escenarios futuros que se antojan como posibles o deseables si se cumplen los objetivos, metas y alcances de las acciones diseñadas. Esa es la promesa de toda política pública: mejorar el estado de cosas, resolver problemas socialmente significativos, anticipar escenarios favorables, proponer utopías organizadas, invocar ilusiones optimistas. El análisis del Programa Nacional de Educación 2023-2024 (Prones) se inscribe en este contexto de teorías y experiencias de políticas, pero muestra un par de cosas especialmente relevantes. Por un lado, es la síntesis retórica de las creencias, acciones y compromisos formulados por el gobierno obradorista desde 2018. Por otro, es un minucioso prontuario de intencionalidades organizadas en el lenguaje básico de (casi) todas las políticas públicas contemporáneas (objetivos, metas, estrategias, indicadores, resultados esperados). Ambos rasgos apuntan hacia la auto-legitimación de un “nuevo modelo” de políticas de educación superior que, aunque se presenta como transformador, hasta ahora es difuso, contradictorio o insuficiente. El diagnóstico que sustenta el programa reitera mucho de lo que ya se sabe. La educación superior es un campo de desigualdades sociales agudizadas por la pandemia del Covid-19, donde el acceso, la equidad y la inclusión de las “poblaciones vulnerables” son un objetivo siempre aplazado en el contexto de un financiamento público históricamente errático e insuficiente. Pero la causa principal de esos déficits de financiamiento y cobertura se atribuye a la privatización de la educación superior, el predominio del modelo de las universidades de investigación, la internacionalización y la competencia por los mercados educativos. El lenguaje de la teoría del capitalismo académico de Slaughter y Leslie se filtra en la fundamentación retórica del Prones. El programa publicado apenas el 28 de diciembre pasado enuncia 5 objetivos prioritarios, 24 estrategias y 149 “acciones puntuales” que amparan el cumplimiento de 5 “metas para el bienestar” y la formulación de 10 parámetros para el seguimiento y evaluación de resultados esperados del Prones. Se afirma que el proceso de evaluación se realizará en el marco del Conaces, con el apoyo de instrumentos de información (Siies) y de acreditación y evaluación (Seaes). Visto en su conjunto, el programa es un recuento de acciones perfiladas o ya realizadas en los cinco años anteriores (2018-2023), pero colocando en el futuro (muy) próximo (2024-2025) o remoto (2040), muchos de los resultados esperados del Prones. El problema con la publicación tardía del programa es que se trata de una legitimación expost de decisiones y no decisiones de políticas que han marcado el territorio de la educación superior del país. Pandemia, financiamiento, gratuidad, universalización, integración del Conaces y de las instancias de planeación subnacionales, constituyen temas dominantes del pasado reciente. A su vez, el “problema del problema” es que muchas de los objetivos y efectos de las acciones sexenales se proyectan hacia el futuro (2025, 2030, 2040), bajo el supuesto político de que el oficialismo morenista logrará refrendar su predominio en las elecciones de junio de este año, y con ello garantizar la continuidad del programa. Pero el prinicipal desafío de las políticas que perfila el Prones es bifronte. Por un lado coloca al futuro como una promesa de solución para los problemas del presente. Por otro, que no contempla que el déficit de implementación de las políticas es la bestia negra de toda acción pública. El programa refleja ambas dimensiones del desafío. Vislumbrar un futuro optimista parte de un clásico supuesto ceteris paribus, es decir, de que se puede cumplir siempre y cuando las condiciones permanezcan constantes. Ello implica el cálculo de que los asuntos no resueltos o insuficientemente resueltos del presente y el pasado reciente de la educación superior deberán resolverse de alguna manera en el futuro próximo o remoto. La segunda dimensión del problema es el de su implementación. Parafraseando una vieja consigna leninista referida a los soviets, “todo el poder al Conaces” parece ser la máxima política y organizativa del Prones. El Consejo es un órgano de gobernanza, un espacio de negociación y acuerdos potencialmente útil si se le dota de instrumentos claros y recursos suficientes de implementación de sus decisiones. El riesgo es que se convierta en un espacio de deliberación improductiva frente al tamaño y complejidad de las restricciones organizativas, políticas o financieras de sus entornos. El Conaces corre el alto riesgo de convertirse en un elefante burocrático en un escenario inmóvil, degradado o catastrófico, tal como ha ocurrido con experiencias similares en el pasado reciente del país. La “visión hacia el futuro” que dibuja el Prones es el escenario de una fantasía organizada: existe un “espacio común para la educación superior”, la cobertura a la educación es universal y gratuita, el Conaces es un intrumento eficaz en la gobernanza sistémica del sector, existe un financiamiento público creciente, suficiente y estable para las instituciones públicas. Son los rasgos de un futuro que se perfila a partir de este mismo año (2024) y que se proyecta en el porvenir (2040), que no se distrae en los obstáculos sociales e institucionales que se han endurecido en los años recientes; un futuro impermeable a la acumulación de los rezagos e insuficiencias de la acción pública que caracterizan el presente mexicano en la educación superior. En este sentido, el futuro no es solamente un imaginario territorio de cumplimiento de las buenas intenciones gubernamentales. También puede ser visto como un gigantesco basurero donde se pueden depositar, una y otra vez, los problemas del presente.

Wednesday, January 24, 2024

Aguas lodosas

Educación superior y elecciones en 2024: navegar en aguas lodosas Adrián Acosta Silva “Suelo hablarles a los mapas, y a veces hasta me contestan” Abdulrazak Gurnah, A orillas del mar. (Nexos, 24/01/2024) https://educacion.nexos.com.mx/educacion-superior-y-elecciones-en-2024-navegar-en-aguas-lodosas/?_gl=1*1vx06cx*_ga*MzE2NTk4NzAxLjE3MDE3Mzk5MDk.*_ga_M343X0P3QV*MTcwNjExMTU1NS4yOS4xLjE3MDYxMTE4ODUuNDUuMC4w La navegación es un oficio de barcos, tripulaciones y suministros que requiere de tres herramientas básicas: calendarios, mapas y brújulas. Los primeros ayudan a gestionar el tiempo, a calcular movimientos y velocidades con la ayuda de relojes y el conteo de los días y los años. Los mapas son representaciones territoriales. Señalan geografías, orientan búsquedas, proporcionan un sentido del espacio, de las distancias, hasta de las culturas y de sus poblaciones. Las brújulas son artefactos indispensables para la exploración de territorios, de la ubicación de los puntos cardinales territoriales. Antiguamente, los mapas eran hechos a mano por cartógrafos amateurs y expertos, basados en la observación cuidadosa y experiencias de viajeros profesionales y exploradores solitarios. Las brújulas —por su parte— son universos en miniatura de símbolos e imanes, producto de la intuición y la curiosidad científica de astrónomos, matemáticos y físicos. Los mapas nos muestran nuestro lugar en el mundo. Las brújulas, las orientaciones de nuestros recorridos reales o imaginarios. Los calendarios, el sentido del tiempo para desplazarse de un lugar a otro. Los marineros y los conquistadores apreciaban el extraordinario valor de esos instrumentos, del uso de catalejos, mapas marítimos, astrolabios, faros marinos, relojes y calendarios. Los nostromos, o contramaestres, sabían muy bien cómo organizar los viajes con ayuda de esas herramientas. En las escuelas suelen encontrarse con grandes mapas colgados de las aulas, algún globo terráqueo, mapamundis que circulan de mano en mano, mapas impresos en libros de texto para enseñarnos a ubicar nuestra posición en el mundo. Las brújulas suelen ser utilizadas como juguetes, a veces para imaginar rumbos reales o imaginarios. Los relojes son instrumentos de precisión, útiles para la organización de las relaciones comerciales, sociales o políticas. Mapas, brújulas y calendarios son herramientas para los extraviados, para los que buscan algo: caminos, brechas, senderos, comprensión, ubicación, extensión. Simbolizan el sentido de comprensión del espacio y del tiempo. Por ello, escritores como Herman Melville, Joseph Conrad o Álvaro Mutis los refieren de manera casi religiosa en sus obras, armas simbólicas contra la desorientación, antídotos frente a los riesgos e incertidumbres que significa navegar en aguas de profundidades desconocidas y mares calmos o embravecidos. Pero esto se aplica también, metafóricamente, a los territorios de la vida social y política, donde esos dispositivos son indispensables para seguir la pista de los actores, la lógica de sus conflictos y acuerdos, de la presiones del “maldito factor tiempo” (Norbert Lechner dixit) para gestionar las incertudumbres, para tomar decisiones y no-decisiones. Desde esa perspectiva, el 2023 puede ser visto como un año que confirmó pleitos, endureció tendencias y abrió nuevos dilemas que marcan el áspero territorio de la política mexicana en los tiempos del obradorismo. Las señales de una nueva transición desde una democracia frágil hacia un claro autoritarismo político basado en la hegemonía de un partido/movimiento (Morena) —aliado desde hace años con partidos-satélite como el PT y el PVEM— han definido en buena medida el mapa de los juegos políticos nacionales. Los actores principales han mostrado sus cartas. De un lado, la coalición gobernante ha postulado a Claudia Sheinbeaum una probada discípula de López Obrador y miembro conspicuo de su inner circle desde que AMLO fue jefe de gobierno de Ciudad de México. Por otro, una coalición opositora (PAN,PRI,PRD) lanzó como candidata a Xóchitl Gálvez, una apuesta hacia la construcción de cierto liderazgo carismático que sea capaz de atraer votos de decepcionados e indecisos con la gestión del oficialismo morenista. Un poco más al fondo, ubicado en un centro difuso, Movimiento Ciudadano (MC) postuló recientemente al todavía diputado Jorge Álvarez Maynez —luego de la comedia de equivocaciones protagonizada por Samuel García en Nuevo León— con el cálculo de que puede funcionar como un partido-bisagra en las próximas elecciones para la composición de las próximas legislaturas federal y estatales, así como en algunos gobiernos municipales. En este contexto, la educación superior espera las señales del futuro. Claramente, la coalición oficialista encabezada por Sheinbaum apuesta a la continuidad de las políticas del obradorismo desprendidas de los nuevos marcos legales impulsados por su administración (la Ley General de Educación Superior y la Ley de Humanidades, Ciencia y Tecnología, las reformas al sistema nacional de investigadores, por citar algunas), que coexisten con los proyectos emblemáticos (y polémicos) del sector (las “Universidades del Bienestar Benito Juárez García”), la creación de nuevas formas de instituciones públicas (universidades tipo “Rosario Castellanos”), o el impulso a la reforma de las escuelas normales y de la Universidad Pedagógica Nacional. Desde esta perspectiva, las universidades públicas federales y estatales no parecen estar en la agenda de prioridades de la coalición Sigamos haciendo historia. Por su parte, la coalición que postula a Gálvez no ha formulado ideas claras respecto de lo que pretende hacer en el campo de la educación terciaria. Hay declaraciones difusas sobre apoyos e innovaciones, algunas intencionalidades de cambios, pero no definiciones, ni acciones contempladas. En la Universidad de Colima, por ejemplo, el pasado 8 de diciembre, la candidata de la alianza Fuerza y corazón por México Va por México, afirmó que desea una educación de “alta calidad para el futuro”, “orientada hacia la ciencia y la tecnología”, ampliar la matrícula y “nuevas oportunidades para el acceso de los jóvenes a las universidades”. Son frases toda-ocasión que en poco ayudan a delinear una idea clara sobre el sector. Mientras las naves político-electorales van, los desafíos del futuro permanecen y los déficits se acumulan en la educación superior. Cobertura y calidad, gobernanza, financiamiento y coordinación, vinculación social y empleablidad de los egresados, forman parte de esos desafíos y déficits institucionales, que son diferentes en complejidad y dimensiones desde una perspectiva sistémica, regional y territorial. La publicación tardía en el Diario Oficial de la Federación del “Programa Nacional de Educación Superior 2023-2024” (bajo el extraño título de Programa especial derivado del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024) apenas el 28 de diciembre pasado, a nueve meses de la terminación de la administración obradorista, introduce un nuevo factor de contexto en la disputa electoral. En estas circunstancias, mapas, brújulas y relojerías de ocasión relojes dominan la observación y las experiencias de la temporada, para tratar de identificar la tonalidad de las urgencias, la comprensión de las pausas, o el cálculo de los riesgos y las oportunidades, pero también ayudan a identificar los perfiles de la polarización y la confusión que dominan el juego de espejos en que suelen convertirse los patios interiores de la política de las políticas en la educación superior mexicana.