Thursday, May 22, 2025
Gobernabilidad universitaria. Polvos y lodos
Diario de incertidumbres
Gobernabilidad universitaria: polvos y lodos
Adrián Acosta Silva
(Campus Milenio, 22/05/2025)
https://suplementocampus.com/gobernabilidad-universitaria-polvos-y-lodos/
En las últimas semanas, algunos conflictos en universidades públicas han llamado la atención de medios y observadores. El más reciente ocurrió la semana pasada en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex), donde el rector de esa universidad presentó su renuncia en el penúltimo día de su administración, argumentando que con ello pretendía facilitar la transición del proceso para elegir un nuevo rector o rectora para esa institución, luego de varias manifestaciones de protesta contra las candidaturas y el proceso mismo. En febrero, la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) experimentó una larga huelga por demandas del sindicato de trabajadores titular del contrato colectivo de trabajo, a la que ha seguido en las últimas semanas el proceso de elección de un nuevo rector o rectora de la universidad, que se ha visto afectado por la detención y posterior renuncia del rector por acusaciones extrauniversitarias, y por denuncias de fraude a una de las candidatas a la rectoría.
En ambos casos, la política universitaria se desarrolla de manera confusa, en procesos turbios, donde actores políticos externos a las universidades alientan de manera silenciosa o abierta los conflictos entre las comunidades estudiantiles, académicas y políticas que coexisten en las instituciones. Existen también tensiones internas que tienen que ver con el uso o distribución de los recursos financieros, las formas de gestión institucional, los asuntos laborales y, por supuesto, los procesos electorales y los perfiles de las o los candidatos a las rectorías. En todos los casos, la gobernabilidad de la autonomía universitaria es nuevamente puesta en cuestión.
El núcleo duro de los conflictos recientes en las universidades públicas autónomas tiene que ver con los procesos de participación estudiantil, con las reglas y los métodos de elección de rectorías. Aunque existen diversas fórmulas para elegir rectorías, que implican una mayor o menos participación de sus comunidades, lo que predomina son participaciones ponderadas. Juntas, consejos, comités, comisiones especiales, son los órganos específicos que se encargan de vigilar y supervisar mediante diversos métodos (votaciones, auscultaciones, consultas, entrevistas, presentación de proyectos) las disposiciones normativas contenidas en las leyes orgánicas y estatutos universitarios correspondientes.
No obstante, una y otra vez surgen voces y movimientos que critican esas formas y exigen una participación “abierta y democrática” de todas sus comunidades, mediante votaciones universales directas. Esa ha sido la bandera que esgrimen los críticos de las formas tradicionales del gobierno universitario. Desde los oficialismos políticos de derecha o de izquierda, las críticas a las élites dirigentes y formas de gobierno de las universidades coinciden en que cambiar los métodos de elección y conformación de los gobiernos universitarios es la vía para democratizar “verdaderamente” a las universidades públicas, aunque no se sabe muy bien que significa eso.
Esa exigencia revive de cuando en cuando en los ámbitos estatales, y va asociada a la demanda por un cambio en las leyes orgánicas de las universidades locales como han sido los casos de Sinaloa, Michoacán, Nayarit, Jalisco, incluso las propias universidades federales como la UNAM o la UAM, que han sido objeto en el pasado reciente de la presión de gobiernos locales, partidos políticos, y grupos de presión que promueven la idea de que la democratización es la fórmula mágica para acabar con la burocratización, la corrupción y las injusticias universitarias. No están en el centro cuestiones como la libertad académica, la calidad, la equidad, la pertinencia o la eficiencia de las funciones sustantivas de las universidades. Lo que hay es una idea ingenua (o perversa, según quiera verse), de que la democratización es la base para una verdadera reforma de las universidades, el aceite de serpiente que puede curar todos los males universitarios.
Detrás de esta exigencia hay un ocultamiento o una franca ignorancia de que la estructura de gobierno universitario es, siempre ha sido, una estructura colegiada, donde sus comunidades son representadas de manera proporcional en las universidades públicas. Y los órganos de representación y métodos electorales establecidos no surgieron del vacío histórico o institucional, sino que obedecen justamente a la complejidad de la gestión de la diversidad asociada a la propia naturaleza académica de estas instituciones de transmisión, acumulación y difusión del conocimiento.
La lectura política de la historia del gobierno universitario parte de simplificaciones groseras de movimientos como el de la reforma universitaria de Córdoba de 1918 en Argentina, el de la autonomía de la UNAM de 1929, o el del movimiento estudiantil del `68 en México (donde por cierto el tema del gobierno universitario nunca fue siquiera enunciado). Detrás de la épica democratizadora de la universidad hay mucho ruido, pocas nueces, humo espeso, verborrea ideológica y confusión. Los actores que impulsan el conflicto utilizan el lenguaje de la amenaza y la intimidación, lleno de adjetivos sin sustantivos. Hay un espíritu de reclamación por el hecho de que las universidades no se alineen a un proyecto político, a un esquema ideológico, o a una ocurrencia gubernamental. Son polvos de viejos lodos.
No obstante, la argumentación racional del gobierno colegiado de la autonomía universitaria es la mejor vía para reflexionar y debatir los esquemas de gobernabilidad y gobernanza que están en la base del orden político que descansa en las culturas académicas de las universidades públicas, culturas diversas, heterogéneas, que obedecen a la autonomía de las lógicas disciplinares y no a las órdenes políticas de grupos o movimientos. Sin duda, es necesario revisar y ajustar esquemas, métodos y procedimientos que mejoren la transparencia, legitimidad y eficacia de los gobiernos universitarios, en contextos donde la masificación coexiste inevitablemente con la pluralidad y diversidad de las comunidades universitarias. La “democratización” es el difuso contraargumento que se expande en circunstancias de crisis y desestabilización inducida o provocada por una extraña mezcla de fuerzas internas y externas a las universidades. Bien visto, en las aguas revueltas de la democratización subyace el riesgo de cambiar la autonomía por la heteronomía universitaria.
Tuesday, May 20, 2025
Intérpretes
Tierras raras
Intérpretes
Adrián Acosta Silva
(Revista Reverso, 18/05/2025)
https://reverso.mx/tierras-raras-interpretes/
“El mundo entero es un escenario, y todos los hombres y mujeres son meros actores. Tienen sus y salidas y entradas; y un hombre, en su tiempo, interpreta muchos papeles”, escribió Shakespeare en su obra As You Like It (“Como guste”), hacia 1599. La frase tiene sentido como ironía y descripción, aunque suele utilizarse también para comprender las contradicciones y paradojas de las actuaciones de los individuos en las esferas públicas, privadas o secretas de la vida moderna. Shakespeare, al igual que los antiguos griegos, identificaba con una metáfora teatral las múltiples máscaras y roles que desempeñamos todos, todo el tiempo.
El punto clave del asunto es ubicar el escenario de las mascaradas. Y aquí existen siempre intérpretes destacados, a los que siguen espectadores con algún interés. En los escenarios de la política, los actores suelen ser maestros de las máscaras y ropajes de ocasión. Se mueven siempre entre la comedia y la farsa, entre las cursilerías, los dramas y rituales del momento. El sociólogo británico Richard Sennet ha retomado recientemente el tema de la política como performance en su libro El intérprete. Arte, vida, política (Anagrama, 2024), para explorar las múltiples relaciones entre las representaciones del poder del arte o de la política en la vida social contemporánea.
Estas representaciones encarnan en individuos (las/los) con nombre y apellido, que expresan el peso de las máscaras y disfraces adecuados para la ocasión. Están los cínicos y los hipócritas, los demagogos y los ingenuos, los bienintencionados y los siniestros. Algunos desarrollan sus trayectorias entre rituales de solemnidad y fiestas de celebración, pasando de actores a espectadores, vistiéndose de funcionarios, de ciudadanos responsables o de amorosos padres o madres de familia. La política como arte o profesión exige nadadores de aguas superficiales, no buceadores de aguas profundas.
Se sienten cómodos en cualquier escenario en el que reciban la atención y las luces de los reflectores de medios y redes. Un político es adicto a la fama y al poder, vive de la potente droga que proporcionan el puesto y la influencia. Interpretan papeles que representan con mayor o menor fortuna a lo largo de sus vidas, que alternan con breves o largas temporadas en el infierno de la indiferencia pública. El mismísimo Nicolás Maquiavelo, el autor de El Príncipe, relataba en algunos de sus pasajes la experiencia de pasar de representar a un alto personaje de un funcionario en desgracia, vestido con toga, a un simple súbdito de ropas simples encerrado en su casa conversando con los fantasmas de su propio pasado.
En las tierras raras de la política mexicana abundan ejemplos. Exfutbolistas convertidos en funcionarios polémicos y políticos corruptos; predicadores usando tribunas republicanas; académicos en escenarios de decisiones políticas, manchando con polvos de otros lodos sus reputaciones e intereses; escritores e intelectuales convertidos en apologistas de un régimen político, usando las máscaras viejas o nuevas de la impostura para defender causas impresentables o indefendibles. El mundo es, efectivamente, un escenario.
Thursday, May 08, 2025
Un siglo de la U de G (5)
Diario de incertidumbres
Un siglo de la U de G (5): modernización y reforma
Adrián Acosta Silva
(Campus-Milenio, 08/05/2025)
https://suplementocampus.com/un-siglo-de-la-udeg-v-modernizacion-y-reforma/
El 1 de abril de 1989 tomó posesión como rector de la U de G Raúl Padilla López. Formado políticamente en las filas de la FEG (organización estudiantil de la cual fue presidente durante el período 1977-1979), egresado de la licenciatura en historia de la antigua Facultad de Filosofía y Letras, y funcionario universitario durante el sexenio previo (1983-1989), Padilla López llegaba a la rectoría con un sólido respaldo de las principales corrientes políticas universitarias y el apoyo del gobierno de Jalisco.
Uno de los factores causales que explican el apoyo al nuevo rector era el proyecto de reformar a la universidad a partir de una idea central: la conformación de la red universitaria en Jalisco de la U de G. Esa idea había surgido del análisis de experiencias internacionales como la red de la Universidades de California o la de Texas, la descentralización de la Universidad de París, el modelo de red de universidades como la de Tres Ríos de Québec, en Canadá, y, para el caso mexicano, la experiencia de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Para cristalizar el proyecto reformista, Padilla necesitaba dos cosas. Por un lado, garantizar la gobernabilidad institucional. Por el otro, establecer una gobernanza eficaz y eficiente. La primera descansaba en un supuesto político: la formación de una coalición gobernante que permitiera legitimar el apoyo de las organizaciones estudiantiles, administrativas y académicas universitarias, y contar con el respaldo de las autoridades estatales y federales al proyecto reformador. En términos de gobernanza, el supuesto era de naturaleza organizacional: un proyecto que comprometiera la coordinación y cooperación de los esfuerzos directivos unipersonales y colegiados en la construcción de la red universitaria.
El contexto de la época era muy complicado. Luego de experimentar los estragos de la “década perdida” de los ochenta, las universidades públicas enfrentaban una frágil situación financiera y una crisis de confianza de las élites gobernantes en esas instituciones. La expansión no planeada, la ausencia de evaluaciones sobre su desempeño, el escepticismo gubernamental sobre la calidad de los programas y proyectos universitarios, fueron algunos de los factores que fundamentaron las políticas de modernización de la educación superior del gobierno federal, que se concentraron en un nuevo rol del estado centrado en la evaluación de la calidad y el financiamiento diferencial, condicionado y competitivo a las universidades públicas autónomas.
Por otro lado, había iniciado también un proceso de liberalización y democratización del régimen político mexicano, cuyas principales expresiones fueron la aparición de las alternancias políticas en el poder, que comenzaron en Baja California en 1989 y que llegaron a Jalisco en julio de 1994, cuando el PRI pierde por primera vez las elecciones a gobernador en la entidad. Este componente político favorecería la idea de una reforma institucional de las universidades públicas bajo un nuevo marco de reglas de desempeño asociadas a la multiplicación de agencias gubernamentales, y actores políticos interesados en el rumbo de las universidades en los niveles subnacionales del país.
En este contexto, la U de G experimentó una serie de tensiones y conflictos al inicio del rectorado de Padilla López. Reacios al proyecto reformador, algunos de sus antiguos aliados se enfrentaron al rector, lo que llevó a meses de inestabilidad política, parálisis institucional, huelgas y protestas callejeras. La gestión política de la crisis se convirtió en la prioridad fundamental de la rectoría universitaria, y ello se resolvió con el impulso a una nueva organización estudiantil (la Federación de Estudiantes Universitarios, FEU), que sustituyó en 1991 a la antigua FEG; por otro lado, la creación en 1993 del Sindicato de Trabajadores Académicos de la U de G (STAU de G), que sustituyó a la antigua Federación de Profesores Universitarios (FPU), y la firma en 1990 de un nuevo contrato colectivo de trabajo con el Sindicato Único de Trabajadores de la U de G (SUTUdeG), un organismo gremial creado en 1978.
La gobernabilidad corporativista se convirtió en el eje político del proyecto reformador, y se mantendría como herencia para los siguientes rectorados universitarios. Pero las políticas de desconcentración y descentralización de las funciones universitarias bajo un modelo de centros universitarios metropolitanos y regionales, organizados en divisiones, departamentos, centros e institutos de investigación, se convertirían en el eje de la gobernanza institucional. Así, luego de un inicio políticamente áspero, para el año de 1993 se elaboró un proyecto de reforma a la ley orgánica de la U de G que sustituyó a la vigente desde 1952, y que fue aprobado por unanimidad por el Congreso de Jalisco la noche del 31 de diciembre de 1993, y publicada en el diario oficial del estado de Jalisco el 1 de enero de 1994.
Lo que ocurriría en los años siguientes sería la implementación del proyecto reformador impulsado y sostenido por la coalición padillista. Así, a lo largo de las cinco rectorías siguientes (1995-2024), se consolidaría la red universitaria de Jalisco de la U de G, con episodios de crisis internas en la conducción universitaria (la destitución del rector Carlos Briseño en 2009), y enfrentamientos constantes de la universidad con los gobiernos del PAN (1995-2012), y con el gobierno del partido Movimiento Ciudadano (2018-2024). La centralidad de Raúl Padilla a lo largo de este período fue indiscutible: representaba la personalización del poder institucional. La red universitaria, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el Festival de Cine de Guadalajara, la construcción del Centro Cultural Universitario, la presencia universitaria en todas las regiones de Jalisco a través de preparatorias y centros universitarios, son hechuras de la reforma iniciada en 1989. Con el fallecimiento de Padilla en abril del 2023, un ciclo largo de transformaciones universitarias se cerraría de manera sorpresiva y dramática con el suicido del exrector debido a padecimientos médicos.
Hoy, la U de G enfrenta un conjunto de desafíos políticos, organizativos y académicos en un entorno diferente al que dio sentido y pertinencia a la reforma universitaria. La llegada de una mujer a la rectoría universitaria (Karla Planter, 2025-2031), comprometida con las herencias padillistas, puede ser señal de que nuevos tiempos, estilos y creencias pueden cambiar la conducción de la universidad, impulsando una agenda de ajustes y cambios institucionales de cara a una combinación de escenarios de futuros marcados, como siempre, por incertidumbres, riesgos y oportunidades.
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