Thursday, July 17, 2025

Los límites del individualismo

Diario de incertidumbres ¿El mérito es de quien lo trabaja?: los límites del individualismo Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 17/07/2025) https://suplementocampus.com/el-merito-es-de-quien-lo-trabaja-los-limites-del-individualismo/ Uno de los problemas que ha permanecido latente en el análisis del desempeño de los sistemas de educación superior es el del abandono escolar. Y el indicador más empleado en dicho análisis se relaciona con las tasas de eficiencia terminal de los estudiantes universitarios, es decir, el porcentaje de estudiantes de una generación que culminan sus estudios en el tiempo programado según las carreras que eligen. Bajo ese indicador, se han realizado no pocos esfuerzos para mejorar los índices de eficiencia terminal, intentando evitar o disminuir los abandonos tempranos o tardíos de los estudios, mejorando las condiciones de acceso, tránsito y egreso de los estudiantes de las carreras técnicas o universitarias. Programas masivos de becas, flexibilidad de programas para adaptarlos a las necesidades estudiantiles, tutorías, facilidades para los aprendizajes, estándares de calidad, educación no presencial, forman parte de los catálogos institucionales que se han ensayado para lidiar con el problema. No obstante, la deserción o abandono escolar es un fenómeno que persiste y, en no pocas regiones, instituciones y programas, se agudiza. Según datos de la SEP, en México el abandono escolar en el nivel superior durante el ciclo escolar 2023-2024 fue en promedio nacional del 5.7%, y en el nivel previo (media superior) del 10.8%. Comparado con lo que ocurría a principios del siglo, estos indicadores han bajado de manera discreta. En el ciclo escolar 2001-2002 la tasa de abandono en educación superior era del 8.2% y en media superior del 17.5%. Si se asocian esas tasas con la cobertura bruta de la educación superior mexicana (43% en 2023-2024), las dimensiones del problema se incrementan. No sólo tenemos un problema de insuficiencia en el acceso a la educación universitaria (solo ingresan menos de la mitad de los jóvenes entre 18 y 22 años), sino que, además, de los que llegan, casi 6 de cada 100 no terminan sus estudios. Este problema tiene efectos en diversas dimensiones. Uno de ellos es el rezago escolar de millones de personas que no terminan por diversas razones sus estudios de nivel superior, lo que incluye no solo los abandonos sino también la titulación. El país está lleno de pasantes de licenciatura de diversas carreras (en algunas más que en otras por supuesto), a pesar de la exigencia de la cédula profesional para poder ejercer las profesiones correspondientes. Por otro lado, los estudios interrumpidos o abandonados no permiten a las o los estudiantes obtener algún reconocimiento en los mercados laborales. Más allá y al fondo, hay una sensación de pérdida o fracaso individual, que lastima a quienes por alguna circunstancia decidieron dejar de estudiar sus programas de formación técnica o profesional, o que no han obtenido el título que acredite sus estudios universitarios. La ideología del éxito o el fracaso escolar está ligada al principio meritocrático, de origen liberal, que domina los imaginarios de las trayectorias vitales de los estudiantes, pero también influye como una creencia poderosa en la mentalidad de directivos y profesores universitarios. “El mérito es de quien lo trabaja” parece dominar los códigos interpretativos de las instituciones de educación superior, una creencia que coloca el esfuerzo individual como el componente principal de las trayectorias escolares, más que en los contextos sociales o en los marcos institucionales en los cuales los individuos cursan sus estudios. Desde hace tiempo, el problema se intenta abordar con un enfoque diferente: el de las “micro credenciales”. Este enfoque reconoce el problema del rezago y de los abandonos escolares en educación superior, y la necesidad de la educación a lo largo de la vida. Para ello, propone un esquema de reconocimientos asociados a diplomas y certificaciones que legitiman formalmente las competencias y saberes de los estudiantes que abandonan sus estudios, pero que deciden continuar con procesos de aprendizajes a lo largo y ancho de la vida, aunque no les proporcionen un título universitario. Desde esa perspectiva, el desafío mayor es la construcción de políticas contra el abandono escolar que partan del reconocimiento de la enorme heterogeneidad de los estudiantes de educación superior. Hasta ahora, las políticas de becas parten del supuesto de que la causa de los abandonos y el rezago escolar es la falta de recursos económicos de los estudiantes y de sus familias para sostener sus estudios. Sin embargo, ello puede explicar la situación de una parte de la población estudiantil de las instituciones públicas (particularmente de los deciles de ingreso más bajos de esa población), pero no de todos los más de 5 millones de alumnos de la educación terciaria mexicana. Factores como el origen social, la insatisfacción con los estudios recibidos, la baja calidad de los ambientes institucionales, o la burocratización de la enseñanza, parecen ser también factores causales del abandono, la reprobación y el fracaso escolar. Y todo ello rebasa la teoría meritocrática tradicional, donde basta con “echarle ganas” a los estudios para obtener los beneficios esperados. Aunque nunca es menor el componente de la voluntad de los esfuerzos personales en el campo de la educación superior, es preciso reconocer los límites del individualismo. El ideal meritocrático supone estudiantes ideales. La realidad educativa se expresa en estudiantes reales, no imaginarios, con toda la diversidad y complejidad de los factores individuales, familiares y sociales que influyen en sus trayectorias escolares e itinerarios vitales. El abandono, el rezago, la reprobación, o la no titulación, son problemas públicos que exigen respuestas institucionales más comprensivas, complejas y diversas.

Saturday, July 12, 2025

Insomnio

Tierras raras Insomnio Adrián Acosta Silva (Revista Reverso, 07/07/2025) https://reverso.mx/tierras-raras-insomnio/ La experiencia del insomnio es un tema de interés científico, poético o literario desde hace muchos años. Como padecimiento médico, es objeto de atención para neurólogos, psicólogos y psiquiatras, y ha dado pie a un potente mercado de medicamentos, drogas y charlatanerías dirigidas a apaciguar o contener los demonios de los insomnes. Como tema literario o poético, el insomnio suele ser visto como una experiencia casi religiosa asociada a la soledad, la depresión y la ansiedad, que a veces puede actuar como combustible poderoso para la imaginación, la reflexión o la creatividad. La maldición de los insomnes es no dormir ni soñar de manera regular. Muchos hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas el placer o la tortura de la falta de sueño, de no poder dormir por ansiedad, preocupación, por extraños hábitos de metabolismo intelectual, o por alguna rara combinación de química cerebral. Pensar, reflexionar, miedo, incertidumbre, indecisión, son parte de las causas que suelen acompañar la gestión de nuestras emociones cotidianas, y cuyas raíces parecen hundirse en el suelo profundo de nuestras experiencias vitales. En el otoño de 1964, Vladimir Nabokov (“un insomne crónico”, según sus críticos), experimentó escribir sus sueños justo a la mañana siguiente de ocurridos, con el propósito de probar cierta teoría sobre las relaciones entre el tiempo y la memoria, el futuro y los sueños. El resultado fue el registro de 64 sueños en 118 tarjetas, que se agruparon en algo que bien podría titularse como “diario de un insomne”. Esos registros dieron lugar a un libro póstumo sobre esta experiencia del autor de novelas como Lolita, o Ada o el ardor, titulado Vladimir Nabokov. Sueños de un insomne (WunderKammer, 2019), editado por Gennady Barabtarlo, uno de los expertos mundiales de la obra de Nabokov. Los pasajes oníricos de sueños imposibles son la hechura del experimento nabokoviano. Para un insomne crónico “la noche es siempre un gigante”, escribió Nabokov. ¿Qué son los sueños?: “Murmullos de misterio”, “azarosa sucesión de trivialidades y fantasmas inconexos”, “colección de detalles grotescos”. El antídoto o la respuesta involuntaria a esos efluvios oníricos es el insomnio, la dificultad para descansar, dormir y soñar. Las tierras raras del insomnio están pobladas de contradicciones y misterios, de premoniciones y recuerdos. Angustias existenciales, frustración, incapacidad para comprender, dilemas morales, entusiasmos intelectuales, torturas racionales, mal de amores, música de las emociones, pasiones indomables, acumulación de absurdos, sinsentidos y paradojas kafkianas. Ese es el suelo duro y árido de la república de los insomnes. El único reposo de la experiencia del mal dormir radica en los fugaces momentos de sueños diurnos o nocturnos, gobernados por el cansancio o el hastío, que pueden ser plasmados como abismos líquidos del accidentado territorio de aquellos que por muy diversas causas no pueden conciliar el sueño.

Thursday, July 03, 2025

Futuros como abismos

Diario de incertidumbres Futuros como abismos: elefantes y dragones Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 03/07/2025) https://suplementocampus.com/futuros-como-abismos-elefantes-y-dragones/ Princeton, NJ. Un reciente artículo publicado en The Economist la semana pasada (26/06/2025), ha vuelto a sonar las alarmas del futuro laboral de los egresados universitarios en el mundo occidental. Los jóvenes egresados universitarios entre los 22 y los 27 años con una licenciatura o un título superior en los Estados Unidos y en muchos países de la Unión Europea, Gran Bretaña, Canadá o Japón, experimentan cada vez más dificultades para encontrar un empleo satisfactorio y relativamente bien pagado en relación con los jóvenes de la misma edad que no poseen un título universitario. La brecha salarial entre los jóvenes universitarios y no universitarios ha disminuido de manera veloz en los últimos años. Esto obedece a varias causas. El cambio tecnológico, la expansión de la inteligencia artificial en el mundo del trabajo en profesiones como la contaduría, la administración o el derecho, la ausencia o debilidad de políticas dirigidas hacia escenarios de mayor complejidad de las relaciones entre educación superior y trabajo, conforman parte de los factores causales que parecen explicar el fenómeno del desempleo o subempleo profesional entre los jóvenes egresados tanto de las universidades de élite como de las escuelas universitarias o no universitarias de absorción de la demanda, sean públicas o privadas. “Sobreproducción de élites” es una hipótesis para analizar las causas estructurales del fenómeno. Eso significa que los efectos no deseados de la masificación y universalización de la educación superior en los países desarrollados se expresan en una creciente masa de egresados universitarios que compiten por puestos laborales profesionales, lo que ha rebajado los requisitos de su empleabilidad y permitido a las empresas pagar menos a sus empleados desempeñando labores que no requieren altas cualificaciones académicas o competencias técnicas. Con todo, la diferencia salarial y la satisfacción laboral son fuente de ilusiones poderosas para los millones de jóvenes que cada año aspiran a obtener un título universitario en la mayoría de los países. Los datos indican que la educación universitaria sigue siendo una estrategia importante para ensanchar las brechas de la movilidad social ascendente para los estudiantes y sus familias. Por su parte, las instituciones de educación superior públicas y privadas amplían la oferta y flexibilidad de sus programas, mientras que algunos gobiernos y organizaciones filantrópicas ofrecen becas a estudiantes de bajos recursos o en situación vulnerable. Asimismo, académicos y directivos se esfuerzan por introducir innovaciones prácticas y adaptaciones imaginarias a los desafíos de los entornos laborales de las diversas profesiones, disciplinas y campos del conocimiento. El elefante (o el dragón de Komodo), sentado en el cuarto está ahí: mientras que las políticas centradas en el aseguramiento de la calidad o la innovación de las ofertas de educación profesional se han mantenido en los últimos treinta o cuarenta años, la calidad de los empleos profesionales se ha estancado o disminuido de manera en ocasiones dramática. Los empleos relacionados con las finanzas o las aseguradoras (contadores, abogados, administradores) están bajando los niveles de cualificación de sus ofertas laborales, al encontrar que una o un joven con estudios de secundaria o preparatoria pueden gestionar adecuadamente los procesos del empleo con el dominio de las nuevas tecnologías asociadas a la IA. Ello explica la paradoja de los tiempos modernos de la educación superior: mientras que la demanda por estudios universitarios se mantiene, las oportunidades laborales de los egresados van a la baja o han entrado en un largo período de incertidumbre y confusión. Esta paradoja contiene las semillas amargas del conflicto social. Frustración, desilusión, ausencia de expectativas sobre el futuro social y personal de los egresados universitarios, constituyen factores potenciales que pueden inducir a la violencia o hacia actividades que ofrezcan mejores oportunidades de ingreso, seguridad o prosperidad para los jóvenes. El caso de México puede ser representativo por su dramatismo: jóvenes en busca de un mejor futuro dejan la universidad para dedicarse a tratar de ser influencers (quizá la forma más popular de la retórica del emprendurismo, que promueven con entusiasmo no pocos directivos y académicos universitarios), o para caer en manos de las redes criminales (la tragedia de los secuestrados y los desaparecidos que marca el signo de los tiempos mexicanos en no pocas regiones del país). El tema de los empleos profesionales de los egresados universitarios se agrava cuando los gobiernos nacionales abandonan apoyos financieros, realizan recortes (o amenazan con hacerlo) en programas, procesos e instituciones dedicadas a la investigación. Como me señalan un par de jóvenes colegas de la Universidad de Princeton (una de las más prestigiadas universidades de investigación de los Estados Unidos), el congelamiento de los fondos destinados tradicionalmente a las actividades científicas universitarias, o su condicionamiento al pago de impuestos federales, ha detenido o cancelado programas de incorporación de estudiantes universitarios a proyectos de investigación en diversos campos del conocimiento, colocando en una situación de incertidumbre no solo a ellos sino también a los investigadores, programas e instituciones que configuran la base pesada académica de las relaciones entre la docencia y la investigación en la educación superior norteamericana. Bajo los cielos oscuros de estos “tiempos malditos” -como les denominaba Jack London a situaciones donde se combinan fatalidades políticas, incertidumbres sociales y tragedias personales-, las universidades enfrentan dilemas y desafíos organizacionales y políticos de gran magnitud y profundidad. Está en juego no sólo la definición del futuro de los actuales estudiantes y jóvenes egresados, sino también los posibles futuros de las universidades como instituciones del conocimiento. La legitimidad social y el valor público de estas instituciones cuasi-milenarias están en entredicho entre las nuevas élites políticas del planeta. Lo que hoy se encuentra en el centro es la definición del futuro como horizonte de expectativas racionales o como escenarios de abismos existenciales, donde elefantes y dragones se amontonan en el paisaje esperando quién sabe que cosa.