Thursday, September 25, 2025
Dinero y aprendizajes
Diario de incertidumbres
Políticas, presupuesto y aprendizajes
Adrián Acosta Silva
Campus Milenio, 25/09/2025
https://suplementocampus.com/politicas-presupuesto-y-aprendizajes/?awt_a=rhgk&awt_l=CTLQm&awt_m=gasci5wR8Z7utgk
La semana pasada se presentaron dos proyectos relevantes para la educación superior. Uno tiene que ver con dinero; el otro, con aprendizajes. El primero confirma que la educación superior no es prioritaria en la agenda del gobierno desde hace por lo menos tres sexenios. El otro significa el reconocimiento de que los aprendizajes acumulados por los estudiantes y egresados de escuelas y universidades son insuficientes para adaptarse a las nuevas circunstancias laborales.
El proyecto de presupuesto de egresos de la federación para el año 2026 castiga una vez más a la educación superior pública, que no se compensa con las políticas de “becarización” educativa que se han adueñado de la retórica oficial desde el sexenio pasado. Al colocar en el centro el dinero en el bolsillo de los estudiantes, se omite o minimiza la relación que guarda el apoyo económico con los aprendizajes efectivos, pues el abandono de las prácticas sistemáticas de evaluación de los desempeños escolares a lo largo de los últimos años impide valorar objetivamente la relación entre presupuestos y aprendizajes.
La instalación de la “Comisión Nacional de Aprendizaje a lo Largo de la Vida” por parte de las autoridades de la SEP, es una clara señal de reconocimiento del elefante en la habitación. La insuficiencia de la calidad y pertinencia de los procesos educativos de la población mayor a los 15 años que alcanza un promedio de 10 años de escolaridad (es decir, el primer año de bachillerato), se refleja en la búsqueda de los individuos por incrementar sus capacidades y habilidades laborales a través de cursos, talleres, seminarios, diplomados, programas de licenciatura y eventualmente de posgrado, que han crecido vertiginosamente como opciones de consumos privados, que alimentan un gran mercado de formaciones rápidas y de bajo costo en modalidades virtuales, presenciales o mixtas.
La paradoja es evidente: mientras se reduce en términos reales el presupuesto público a la educación superior, se incrementan las exigencias y necesidades de cualificación de las formaciones individuales de millones de personas. Esto lleva a cuestionar nuevamente la relación entre dinero y aprendizajes. ¿Más becas significan, automáticamente, mejores aprendizajes? Las políticas nacidas bajo el oficialismo morenista desde el sexenio pasado suponen que sí, y ese es un componente central de la Ley General de Educación Superior aprobada en 2021. Ese supuesto se combina con el hechizo de las retóricas innovadoras que colocan a los medios por delante de los fines, a pesar de las restricciones presupuestales que un año tras otro se reflejan en el deterioro de los contextos, capacidades y climas académicos universitarios.
Las políticas presupuestarias y las políticas de los aprendizajes miran en sentidos opuestos. Una supone menos apoyos a las instituciones y más apoyos a los individuos. La otra supone que con micro-credenciales los individuos mejorarán la calidad de sus empleos. El problema central tiene que ver nuevamente con las desigualdades sociales e institucionales que cruzan todo el espectro de las realidades y comportamientos esperados por las políticas. Las pérdidas acumuladas en términos reales de los presupuestos institucionales en educación superior en la última década se reflejan ya en la atención de los asuntos rutinarios de los programas de pregrado y posgrado de las instituciones públicas universitarias y no universitarias: recortes a las nóminas del personal de apoyo, restricciones a la contratación de nuevas generaciones de profesores, condicionamientos crecientes a las becas de posgrado, o a los apoyos a programas universitarios de movilidad estudiantil.
Las realidades y potencialidades prácticas de micro credenciales que certifiquen nuevos aprendizajes están sujetas a las posiciones y aspiraciones de los individuos en la distribución de sus capitales escolares. Los sistemas de créditos que se diseñaron para facilitar el tránsito por los programas universitarios de licenciatura son considerados insuficientes o inadecuados para mejorar las oportunidades laborales en los mercados de trabajo. Desde esa perspectiva, el ensanchamiento y alargamiento de sus cualificaciones académicas, técnicas o profesionales a través de nuevas formas de credencialización/acreditación de nuevas habilidades y talentos se propone como la solución a los problemas de empleabilidad de los egresados universitarios.
En estas circunstancias, la agenda de la nueva Comisión Nacional está marcada por dilemas y tensiones académicas, técnicas y presupuestales. El viejo lema de hacer más con menos que pusieron de moda los gobiernos neoliberales para emprender la reforma del Estado en los años ochenta se mantiene como el emblema de las políticas presupuestarias y de aprendizajes de los gobiernos antiliberales. La experiencia internacional muestra una relación positiva entre el mejoramiento de los presupuestos públicos y la calidad de los aprendizajes escolares. Y también enseña que entre menores sean los recursos públicos, peores serán los resultados académicos. El caso de México se acerca más a este espectro de resultados de experiencias de políticas fallidas en educación superior, donde la apuesta central se ha concentrado en las becas a los individuos más que en los apoyos a las instituciones. La lección desde hace tiempo es la misma: no basta tener más cobertura o mejor eficiencia terminal. Es necesario mejor la calidad y pertinencia de los aprendizajes.
La viabilidad de la nueva Comisión dependerá en buena medida de revisar la política presupuestal hacia la educación superior. La expedición de nuevas credenciales sobre competencias académicas ya circula desde hace tiempo a través de programas virtuales como “Coursera” (fundada en 2012), que se ha consolidado como una empresa que vende cursos cortos de actualización en varias disciplinas, y que incluso ya son válidos como créditos escolares reconocidos en no pocas universidades públicas y privadas mexicanas. La estrategia de acumular aprendizajes a lo largo de la vida se ha convertido en un buen negocio, aunque todavía están por verse sus impactos en la movilidad y mejoramiento laboral de las trayectorias de los egresados.
Friday, September 12, 2025
Paradojas de la desigualdad
Diario de incertidumbres
Las paradojas de la desigualdad
Adrián Acosta Silva
Campus Milenio, 10/09/2025
https://suplementocampus.com/las-paradojas-de-la-desigualdad/
En memoria de Wietse de Vries
Una de las bestias negras del capitalismo clásico y contemporáneo es el de la desigualdad social. Esto se expresa de múltiples formas, dimensiones y escalas en los distintos contextos nacionales y subnacionales. La existencia de diferencias tenues o abismales en la distribución del ingreso, las posiciones en los mercados laborales, el acceso a espacios potenciales o reales de movilidad social como la educación superior, las formas de distribución del poder político entre grupos, estratos y clases sociales, configuran parte de las complejidades asociadas a los factores causales de las desigualdades sociales contemporáneas.
La desigualdad forma parte de los temas clásicos de las ciencias sociales, desde la economía hasta la sociología, la antropología o la ciencia política, y ha dado lugar a la elaboración de múltiples esfuerzos para enfrentar, mediante el diseño e instrumentación políticas públicas, alternativas factibles para disminuir o eliminar las fracturas y brechas asociadas a las desigualdades sociales. A través del Estado o del mercado, o de sus combinaciones, esos esfuerzos parten de distintas perspectivas y definiciones de la desigualdad para tratar de incidir en la resolución de los niveles de pobreza, elevar la escolaridad, o mejorar los servicios de salud de poblaciones heterogéneas, cuyos individuos y comunidades no tienen las mismas oportunidades vitales de mejoramiento de su bienestar a lo largo del tiempo.
Hace unos años (en 2009), un par de investigadores del campo de la salud pública (uno economista, otra antropóloga), publicaron un pequeño libro sobre el tema de la desigualdad que tuvo cierto impacto en las ciencias sociales y entre los políticos profesionales y hacedores de políticas del bienestar. El texto, titulado Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva, de Richard Wilkinson y Kate Pickett, es una exploración sobre los distintos efectos y paradojas de la desigualdad social a comienzos del siglo XXI. El argumento es simple, breve y elegante: la desigualdad produce brechas de insatisfacción, frustración y malestar que tienen efectos en la cohesión social, la prosperidad y el desarrollo económico y político de las sociedades contemporáneas.
En México, vivimos desde la época de la independencia una paradoja maestra, herencia del ideario liberal y republicano. La igualdad se convirtió en uno de los valores centrales en un contexto de desigualdades y rezagos estructurales. El igualitarismo constitucional (enmarcado con distintos énfasis en las constituciones de 1824, 1857 y 1917) coexistiendo con una desigualdad práctica, terca y persistente a lo largo de más de dos siglos de consumada la independencia. Aunque las reformas juaristas, los postulados de la revolución mexicana, la política de masas del cardenismo o las políticas del desarrollismo contribuyeron a disminuir las desigualdades sociales, nuevas formas de desigualdad permanecen o se transforman en la sociedad de masas del siglo XXI.
¿Cómo se expresan esas desigualdades en la educación superior? Los indicadores más claros se concentran en los procesos de acceso, tránsito, egreso e inserción laboral de los estudiantes de educación superior. Factores como el ingreso económico, el origen social, los contextos familiares, el sexo, el origen étnico o el territorio, constituyen algunas de las determinaciones que influyen en los niveles de representación de los grupos, estratos y clases sociales en la educación terciaria.
Las posibilidades de movilidad social ascendente de los individuos están asociadas en buena medida al empleo y a la educación. No obstante, las oportunidades de encontrar buenos empleos y alcanzar mayores niveles de escolarización no dependen de la voluntad o el esfuerzo personal sino de factores meta-individuales que escapan a los deseos o esperanzas de las personas. Nadie elige nacer como hombre o mujer, ni pertenecer a familias de clases sociales altas, medias o bajas, ni pertenecer a una etnia chiapaneca o tarahumara, o ser parte de comunidades mestizas de los círculos de privilegio de Nuevo León o de la Ciudad de México, ni ser de piel clara o morena. Esos son factores que, sin la intervención del Estado, tienden a reproducir la desigualdad, la discriminación racial y la exclusión social de millones de individuos.
La desigualdad social en México se ha endurecido, y tiende a ser en muchos casos una herencia transgeneracional. Frente a la retórica igualitaria persiste una desigualdad empírica, cotidiana y práctica. El clasismo y el racismo son señas de identidad en muchos campos del orden social, y en la educación superior esos rasgos, en ocasiones, se reducen o amplifican, según sean los contextos específicos. Las universidades públicas, los institutos tecnológicos, las escuelas normales, las universidades interculturales son espacios donde las políticas públicas han incidido en la ampliación de las oportunidades educativas para millones de jóvenes, que en no pocos casos experimentan procesos progresivos de movilidad social. No obstante, en las escalas subnacionales y locales de la educación superior existen grandes contrastes en los procesos de acceso, permanencia, egreso e inserción laboral de las y los jóvenes mexicanos del siglo XXI.
Enfocar desde una perspectiva procesual el fenómeno de la desigualdad en la educación terciaria es un desafío permanente. Sabemos, por los datos disponibles, que existe una sobre-representación de los estratos altos y medios de la población en la educación superior, y una sub-representación de los estratos bajos en esos espacios. Y también sabemos que las oportunidades de acceso, tránsito y egreso favorecen más a los que más tienen, como dicta el clásico “efecto Mateo”. Aunque hay excepciones notables en todos los territorios y poblaciones, la desigualdad educativa permanece como la sombra que acompaña las buenas intenciones gubernamentales, tan llenas de triunfalismo cortoplacista y tan vacías de reflexiones críticas sobre los límites de sus propias políticas.
Doblar de campanas. La semana pasada falleció Wietse de Vries, colega y amigo con el cual muchos compartimos múltiples reflexiones académicas, éticas y estéticas sobre los temas de la educación superior, la política y la música de rock. Holandés de nacimiento y poblano por elección, Wietse nos marcó a muchos con su inteligencia y afilado sentido del humor. Nos hará falta.
Monday, September 01, 2025
Leer
Tierras raras
Leer
Adrián Acosta Silva
(Revista Reverso, 01/09/2025)
https://reverso.mx/tierras-raras-leer/
La práctica de la lectura es un hábito de solitarios. Pero el acto de leer encierra también muchos de los secretos de nuestra vida en sociedad. No me refiero al volumen de lectores o la calidad de las lecturas; eso hay que dejarlo a quienes se dedican a medir estadísticamente el ejercicio lector en poblaciones, territorios y tiempos específicos. Lo importante es el hecho mismo, sus imágenes y representaciones, sus significados y simbolismos.
Decía Borges que un lector no busca a sus libros, sino que un libro busca a sus lectores. Esa metáfora representa muy bien los delicados mecanismos que unen a libros y lectores, proporcionando sentido a las prácticas de lectura que ocurren en distintos sitios y contextos. Libros, periódicos, boletines, revistas, y ahora teléfonos inteligentes, tabletas, computadoras, son herramientas de comunicación que se condensan en imágenes, papel, símbolos y significados. El contenido de las lecturas son hechura de quienes las escriben, pero el significado de las palabras son hechuras de la experiencia e imaginación del lector.
Algo de eso sabía André Kertész, el gran fotógrafo húngaro del siglo XX (Budapest, 1894-Nueva York, 1985). Sus imágenes capturan los momentos en que la lectura es el centro de la imagen, y revelan los ambientes donde hombres, mujeres y niños, ancianas y ancianos, practican el hábito hipnótico de la lectura, absortos en la magia del mundo escrito, mientras el mundo no escrito los envuelve con sus luces y sombras.
Un malabarista de circo en Nueva York, en 1969, y la equilibrista de otro circo en París, en 1926, aparecen absortos leyendo sendos libros en uno de los descansos de la función, ajenos a los ruidos mundanos de la carpa; tres niños pobres sentados en la banqueta hojeando las páginas de un libro, en alguna calle de Esztergom, Hungría, en 1915; un anciano concentrado en la lectura de un texto sentado en los peldaños de una calle solitaria en Venecia, en 1963; una muchacha leyendo algo en la azotea de un departamento en Greenwich Village, Nueva York, en 1962; un joven negro y otro blanco, apoyados en el mismo árbol, en Washington Square, en 1969; un adulto joven hojeando el periódico en los Jardines de Luxemburgo, en París, en 1930; una anciana leyendo en su cama, en el Hospital de Beaune, Francia, en 1929.
Son parte de las 75 imágenes seleccionadas en Leer, de Kertész (Periférica & Errata naturae, 2016). El álbum de fotos como memoria visual de prácticas lectoras motivadas por el interés, la curiosidad o el aislamiento. Momentos atrapados por la cámara gobernada por el ojo experto de un fotógrafo-cazador de imágenes insólitas o rutinarias. Instantes de melancolía en blanco y negro, que evocan las tonalidades azules de la música del azar. Leer como un acto de rebeldía contra la tiranía de tiempos marcados por los relojes y calendarios del deber o la obligación. Las palabras como antídotos contra la ansiedad y el sinsentido de la modernidad líquida.
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