Thursday, May 08, 2025

Un siglo de la U de G (5)

Diario de incertidumbres Un siglo de la U de G (5): modernización y reforma Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 08/05/2025) https://suplementocampus.com/un-siglo-de-la-udeg-v-modernizacion-y-reforma/ El 1 de abril de 1989 tomó posesión como rector de la U de G Raúl Padilla López. Formado políticamente en las filas de la FEG (organización estudiantil de la cual fue presidente durante el período 1977-1979), egresado de la licenciatura en historia de la antigua Facultad de Filosofía y Letras, y funcionario universitario durante el sexenio previo (1983-1989), Padilla López llegaba a la rectoría con un sólido respaldo de las principales corrientes políticas universitarias y el apoyo del gobierno de Jalisco. Uno de los factores causales que explican el apoyo al nuevo rector era el proyecto de reformar a la universidad a partir de una idea central: la conformación de la red universitaria en Jalisco de la U de G. Esa idea había surgido del análisis de experiencias internacionales como la red de la Universidades de California o la de Texas, la descentralización de la Universidad de París, el modelo de red de universidades como la de Tres Ríos de Québec, en Canadá, y, para el caso mexicano, la experiencia de la Universidad Autónoma Metropolitana. Para cristalizar el proyecto reformista, Padilla necesitaba dos cosas. Por un lado, garantizar la gobernabilidad institucional. Por el otro, establecer una gobernanza eficaz y eficiente. La primera descansaba en un supuesto político: la formación de una coalición gobernante que permitiera legitimar el apoyo de las organizaciones estudiantiles, administrativas y académicas universitarias, y contar con el respaldo de las autoridades estatales y federales al proyecto reformador. En términos de gobernanza, el supuesto era de naturaleza organizacional: un proyecto que comprometiera la coordinación y cooperación de los esfuerzos directivos unipersonales y colegiados en la construcción de la red universitaria. El contexto de la época era muy complicado. Luego de experimentar los estragos de la “década perdida” de los ochenta, las universidades públicas enfrentaban una frágil situación financiera y una crisis de confianza de las élites gobernantes en esas instituciones. La expansión no planeada, la ausencia de evaluaciones sobre su desempeño, el escepticismo gubernamental sobre la calidad de los programas y proyectos universitarios, fueron algunos de los factores que fundamentaron las políticas de modernización de la educación superior del gobierno federal, que se concentraron en un nuevo rol del estado centrado en la evaluación de la calidad y el financiamiento diferencial, condicionado y competitivo a las universidades públicas autónomas. Por otro lado, había iniciado también un proceso de liberalización y democratización del régimen político mexicano, cuyas principales expresiones fueron la aparición de las alternancias políticas en el poder, que comenzaron en Baja California en 1989 y que llegaron a Jalisco en julio de 1994, cuando el PRI pierde por primera vez las elecciones a gobernador en la entidad. Este componente político favorecería la idea de una reforma institucional de las universidades públicas bajo un nuevo marco de reglas de desempeño asociadas a la multiplicación de agencias gubernamentales, y actores políticos interesados en el rumbo de las universidades en los niveles subnacionales del país. En este contexto, la U de G experimentó una serie de tensiones y conflictos al inicio del rectorado de Padilla López. Reacios al proyecto reformador, algunos de sus antiguos aliados se enfrentaron al rector, lo que llevó a meses de inestabilidad política, parálisis institucional, huelgas y protestas callejeras. La gestión política de la crisis se convirtió en la prioridad fundamental de la rectoría universitaria, y ello se resolvió con el impulso a una nueva organización estudiantil (la Federación de Estudiantes Universitarios, FEU), que sustituyó en 1991 a la antigua FEG; por otro lado, la creación en 1993 del Sindicato de Trabajadores Académicos de la U de G (STAU de G), que sustituyó a la antigua Federación de Profesores Universitarios (FPU), y la firma en 1990 de un nuevo contrato colectivo de trabajo con el Sindicato Único de Trabajadores de la U de G (SUTUdeG), un organismo gremial creado en 1978. La gobernabilidad corporativista se convirtió en el eje político del proyecto reformador, y se mantendría como herencia para los siguientes rectorados universitarios. Pero las políticas de desconcentración y descentralización de las funciones universitarias bajo un modelo de centros universitarios metropolitanos y regionales, organizados en divisiones, departamentos, centros e institutos de investigación, se convertirían en el eje de la gobernanza institucional. Así, luego de un inicio políticamente áspero, para el año de 1993 se elaboró un proyecto de reforma a la ley orgánica de la U de G que sustituyó a la vigente desde 1952, y que fue aprobado por unanimidad por el Congreso de Jalisco la noche del 31 de diciembre de 1993, y publicada en el diario oficial del estado de Jalisco el 1 de enero de 1994. Lo que ocurriría en los años siguientes sería la implementación del proyecto reformador impulsado y sostenido por la coalición padillista. Así, a lo largo de las cinco rectorías siguientes (1995-2024), se consolidaría la red universitaria de Jalisco de la U de G, con episodios de crisis internas en la conducción universitaria (la destitución del rector Carlos Briseño en 2009), y enfrentamientos constantes de la universidad con los gobiernos del PAN (1995-2012), y con el gobierno del partido Movimiento Ciudadano (2018-2024). La centralidad de Raúl Padilla a lo largo de este período fue indiscutible: representaba la personalización del poder institucional. La red universitaria, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el Festival de Cine de Guadalajara, la construcción del Centro Cultural Universitario, la presencia universitaria en todas las regiones de Jalisco a través de preparatorias y centros universitarios, son hechuras de la reforma iniciada en 1989. Con el fallecimiento de Padilla en abril del 2023, un ciclo largo de transformaciones universitarias se cerraría de manera sorpresiva y dramática con el suicido del exrector debido a padecimientos médicos. Hoy, la U de G enfrenta un conjunto de desafíos políticos, organizativos y académicos en un entorno diferente al que dio sentido y pertinencia a la reforma universitaria. La llegada de una mujer a la rectoría universitaria (Karla Planter, 2025-2031), comprometida con las herencias padillistas, puede ser señal de que nuevos tiempos, estilos y creencias pueden cambiar la conducción de la universidad, impulsando una agenda de ajustes y cambios institucionales de cara a una combinación de escenarios de futuros marcados, como siempre, por incertidumbres, riesgos y oportunidades.

Thursday, April 24, 2025

Un siglo de la U de G (4)

Diario de incertidumbres Un siglo de la U de G (4): refundación, violencia y política Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 24/04/2025) https://suplementocampus.com/un-siglo-de-la-udeg-iv-refundacion-violencia-y-politica/ A comienzos de la tercera década del siglo pasado, la Real Universidad de Guadalajara era sólo el recuerdo de lo que había sido en el turbulento siglo XIX. Luego del período del interregno (el período de la “sociedad sin universidad”, 1860-1924), las escuelas libres, el Liceo de Varones y el Instituto de Ciencias se constituyeron en los espacios educativos del bachillerato y los estudios superiores que se ofrecían en Guadalajara. Los vientos liberales habían clausurado definitivamente a la antigua universidad, pero sus comunidades estudiantiles y docentes permanecían dispersas en diversas sedes institucionales de la localidad. Luego de la dictadura porfirista y con el triunfo del movimiento revolucionario, el contexto jalisciense de la educación superior había cambiado de manera drástica. A comienzos de los años veinte, un pequeño grupo de intelectuales, académicos y políticos jaliscienses vinculados a un espacio artístico y cultural denominado “Centro Bohemio” de Guadalajara, comenzaron a impulsar la idea de la reapertura de la universidad como espacio de formación técnica y popular vinculada con las necesidades de la sociedad jalisciense. Apoyados por el entonces gobernador de la entidad, José Guadalupe Zuno (1923-1926), vinculado a la facción obregonista de la revolución, intelectuales como Aurelio Aceves, Severo Díaz Galindo, Adrián Puga Gómez, Irene Robledo García, Catalina Vizcaíno Reyes, o Enrique Díaz de León, impulsaron la idea de la reapertura de la universidad. Zuno decretó la refundación de la universidad el 24 de septiembre de 1925, y tres semanas después, el 12 de octubre, se realizó la inauguración solemne de la nueva Universidad de Guadalajara, con Enrique Díaz de León como su primer rector. Con un total de 2 764 alumnos (68% hombres y 32% mujeres), la nueva institución reagruparía a las escuelas libres, a la escuela preparatoria de Jalisco, la escuela normal, la biblioteca pública del estado, el observatorio de Astronomía y Meteorología, y al Instituto de Ciencias bajo una nueva estructura universitaria, organizada en escuelas, facultades, bibliotecas e institutos de investigación. El rector gestionó la reapertura universitaria entre conflictos políticos y restricciones presupuestales. En 1933, en el marco del “Primer Congreso de Universitarios”, Díaz de León pronunció el discurso inaugural a favor de la idea de una educación socialista, bajo la influencia del materialismo histórico, opuesta a los argumentos del idealismo liberal. Ello llevó a una fractura en la U de G en 1934, cuando un grupo de estudiantes y profesores abandonaron la universidad para formar una institución privada, la Universidad Autónoma de Occidente, que luego (1935) se convertiría en la actual Universidad Autónoma de Guadalajara. Como secuela de esa fractura, la U de G fue cerrada durante 3 años (1934-1937), al término de los cuales fue reabierta bajo el rectorado de Constancio Hernández Alvirde (1937-1940). Este conflicto marcará una profunda línea ideológica y política en la educación superior en Jalisco que se alargaría por las siguientes seis décadas. Durante ese lapso, la U de G experimentaría un crecimiento modesto de su matrícula, que alcanzaría la cifra de 4,200 estudiantes en 1940. Al mismo tiempo, bajo la influencia de la organización corporativa impulsada por los gobiernos posrevolucionarios, se forma la Federación de Estudiantes Socialistas de Occidente (FESO, 1934-1948) que luego, en 1948, sería reemplazada por la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), una organización que se convertiría en el espacio más importante de formación política e ideológica de los liderazgos estudiantiles desde 1950 hasta 1994. La historia de la FEG es accidentada y, durante ciertos lapsos, conflictiva y violenta. El más célebre (y oscuro) de esos episodios ocurrió a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta, cuando surge una organización rival (la Federación de Estudiantes Revolucionarios, FER), que intenta disputarle la representación estudiantil en la U de G en el contexto de los efectos que el movimiento estudiantil de 1968 tuvo en Guadalajara, donde la FEG respaldó las acciones del gobierno del presidente Díaz Ordaz. El resultado fue un conflicto armado entre los liderazgos de ambas organizaciones, que llevó a asesinatos y balaceras algunos de sus líderes, que se resolvió con el triunfo de la FEG y la desaparición de la FER hacia 1973-1974. Como derivación de esa derrota política, y con la incorporación de una pandilla denominada “Los Vikingos” del barrio de San Andrés (al oriente de Guadalajara), miembros de la organización participaron en la creación de dos organizaciones guerrilleras: la “Liga Comunista 23 de septiembre”, y el “Frente Revolucionario Armado del Pueblo” (FRAP), a mediados de los años setenta. Este período cierra con el asesinato de Carlos Ramírez Ladewig en 1975, uno de los fundadores de la FEG, y el líder universitario más importante de esos años en Guadalajara. Esta historia de violencia y política universitaria se tradujo en importantes apoyos de los gobiernos priistas a la FEG y a la expansión de la U de G. Los liderazgos universitarios establecieron alianzas con el PRI para que muchos de ellos obtuvieran puestos de representación política en el gobierno estatal, los gobiernos municipales, o en el congreso local y federal, pero también se incorporaron como funcionarios universitarios durante el período de la masificación de la universidad (1970-1990). Así, para finales de los años ochenta, la U de G era una institución de más de 215 mil estudiantes y 9,600 profesores, distribuidos en un total de 81 unidades académicas y administrativas (escuelas, facultades, prepas, centros e institutos de investigación, estructuras de administración central). Pero la “década perdida” de los años ochenta traería vientos de reforma política e institucional en la universidad. Por un lado, una crisis de financiamiento público que se encararía con nuevas reglas y políticas federales (las políticas de evaluación y modernización). Por otro, un lento proceso de liberalización y democratización política que llevaría a la alternancia política del poder en el gobierno de Jalisco, y que se expresaría en la derrota electoral del PRI en la gubernatura estatal en 1995, y la llegada el poder del PAN ese mismo año. Los tiempos estaban cambiando.

Saturday, April 12, 2025

Rectorías

Tierras raras Rectorías Adrián Acosta Silva La figura de rector (“el que dirige”, “el que ordena”) ha sido una pieza central del poder y la organización de las universidades desde su origen como instituciones eclesiásticas en Bolonia en el año 1088. Aunque la nomenclatura se deriva del papel disciplinario del orden y la autoridad en las catedrales medievales europeas, las rectorías también jugaron un papel estratégico en los seminarios-escuela, colegios y primeras universidades e institutos de formación del funcionariado religioso, docente y civil desde el siglo XII al XVIII. Con la formación de las modernas universidades de investigación y docencia a partir del siglo XIX, la figura del rector como máximo representante de la universidad no desapareció, sino que se consolidó como pieza simbólica y práctica del poder institucional universitario. La colonización española trajo a tierras caribeñas, meso y sudamericanas a las universidades reales y pontificias y, con ellas, a los rectores, una figura masculina consistente con el orden de género que caracteriza las estructuras tradicionales de gobierno de la iglesia católica. Durante la construcción de las repúblicas independientes latinoamericanas en el turbulento siglo XIX, los gobiernos liberales clausuraron estas instituciones por considerarlas “perniciosas”, “inútiles” e “irreformables” pero, tiempo después, a comienzos del siglo XX, fueron reinventadas o refundadas como universidades públicas, laicas y autónomas. A pesar de esos cambios contextuales en la orientación, organización y significados institucionales, la figura medieval del rector se conservó como un espacio de representación política de las comunidades universitarias, y sus acciones, o inacciones, tienen una enorme visibilidad pública. Ello explica que los informes anuales de los rectores hayan pasado de ser un ritual dirigido exclusivamente a los miembros de los consejos universitarios, a un espectáculo dirigido también a las comunidades políticas, sociales y empresariales de sus respectivos entornos locales. Ya no se trata solamente de dar a conocer aburridas estadísticas o emocionantes proyectos institucionales. Se trata de organizar una fiesta, de enviar un mensaje político de cohesión de la comunidad universitaria en torno a sus formas colegiadas de gobierno mostrando la legitimidad de su máximo representante institucional. En las tierras raras de la política universitaria, el lenguaje del poder incluye épicas, gestos y representaciones institucionales, y sus actores protagónicos interpretan los papeles adecuados en los escenarios correctos. En el juego de máscaras y disfraces de ocasión, las rectorías marcan el ritmo del baile, los énfasis a destacar, los mensajes que dirigir. La novedad más importante de lo que ocurre en estas tierras es la irrupción de las mujeres en el más alto puesto directivo universitario, como ocurrió recientemente en la Universidad de Guadalajara. Que una rectora ocupe ahora el centro del escenario puede marcar un cambio importante en las tonalidades discursivas, estilos de liderazgo y coordinación de las redes de poder que coexisten en la institución. En la toma de posesión de la rectora Karla Planter el pasado 1 de abril se pudieron vislumbrar señales de cambio y continuidad en la política universitaria y en la gestión de sus tensiones coyunturales y permanentes. Pueden ser tiempos interesantes.

Thursday, April 03, 2025

Un siglo de la U de G (3): la disputa republicana

Diario de incertidumbres Un siglo de la U de G (3): la disputa republicana Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 03/04/2025) https://suplementocampus.com/un-siglo-de-la-udeg-iii-la-disputa-republicana/ Cuando estalló la guerra de independencia en 1810, la Real Universidad de Guadalajara era una institución en proceso de consolidación de su legitimidad intelectual, política y social en la capital del todavía reino de la Nueva Galicia. Sólo habían pasado menos dos décadas desde su fundación en 1792. La población de la capital había experimentado un crecimiento poblacional significativo a lo largo del siglo XVIII. Según datos disponibles, la ciudad que en 1713 tenía sólo 7 mil habitantes había alcanzado la cifra de 35 mil en el año de 1800, aunque solo unas decenas de esa población estudiaban el bachillerato o algún tipo de estudios superiores. Pero este incremento demográfico había ocurrido también en un contexto sociopolítico habitado por nuevos actores que demandaban cambios profundos en la Nueva Galicia y la Nueva España. La idea fundacional de la universidad, consistente en la creación de una institución legítimamente constituida para la formación religiosa y civil de la población tapatía, se había agotado a comienzos del siglo XIX. Las élites criollas y mestizas alimentaban un creciente descontento contra el centralismo español y novohispano. La rebeldía contra el requisito de linaje o pureza de sangre como requisito de acceso a la universidad había marcado una distancia política, de clase y étnica a los pobladores de la Nueva Galicia para ingresar a la Real Universidad de Guadalajara. Ese descontento abrevó en la simpatía de muchos pobladores con la idea de la independencia de España y la construcción de una república federalista y democrática, que incluía la necesidad de una educación reformada como la principal base moral, técnica y científica del nuevo orden institucional. Paradójicamente, algunos de los casi mil egresados de la Real U de G entre 1792 y 1821 (880 bachilleres y 119 licenciados y doctores) eran parte de las nuevas élites políticas novogalaicas rebeldes a la dominación española y al centralismo novohispano. Pedro Moreno (militar insurgente), Valentín Gómez Farías (médico, pensador liberal y presidente de México en cinco ocasiones), Anastasio Bustamante (también médico, pensador conservador y presidente y dictador de las causas realistas), el matemático José María Mancilla, los primeros gobernantes del naciente estado de Jalisco (Juan Nepomuceno Cumplido, Pedro Támez), o Francisco Severo Maldonado (filósofo y sacerdote católico, fundador del primer periódico independentista latinoamericano: El despertador americano), fueron algunos de los personajes que hicieron posible la transición de la Nueva Galicia al “estado libre y soberano de Jalisco” en junio de 1823. Jalisco fue la primera entidad en autodenominarse de ese modo, y pionero en el diseño de un futuro liberal y federalista para México. El largo siglo XIX sería el escenario de las luchas entre liberales y conservadores por la conducción del rumbo del nuevo país, y las universidades serían parte de los espacios en disputa, sujetas a los cambios en el poder entre las fuerzas liberales y las conservadoras. Entre 1821 y 1825, la Real U de G mantenía su funcionamiento según ordenanzas reales españolas, conservando las tradiciones escolásticas del modelo de la Universidad de Salamanca. Pero es en el año de 1825 cuando ocurre su primera interrupción de actividades al ser clausurada por el gobernador Prisciliano Sánchez, y sustituida por un modelo de enseñanza liberal, con la creación del Instituto de Ciencias (I de C) entre 1827 y 1834, que incluía la formación universitaria y normalista. No obstante, con el regreso de los conservadores al poder político regional y nacional, en 1834 el Instituto es clausurado y la Real U de G es reabierta por un período breve (1834-1839) para, posteriormente (entre 1853 y 1860), funcionar como “Universidad Nacional de Guadalajara”, fusionada con el I de C. Fue el único y último momento en que la Universidad existió bajo esa denominación, pues en 1860 ocurre la clausura definitiva de la institución en el contexto de una nueva constitución federal (la de 1857) que confirmaba el triunfo de la razón liberal en el ámbito educativo, que incluía a la enseñanza universitaria. Ese período sin universidad en Jalisco (el interregno), se alargó durante más de seis décadas (1861-1924), en el transcurso de las cuales la reapertura del I de C y el surgimiento de las “Escuelas Libres” fueron los espacios formadores de varias generaciones de médicos, ingenieros, abogados, farmacéuticos, dentistas, y una “Escuela Comercial para Señoritas”. Esta accidentada historia universitaria no era más que el reflejo de los que ocurría en una sociedad que no acababa de consolidar sus arreglos políticos y sociales. Con el inicio del porfiriato, nuevas ideas y corrientes alimentarían la necesidad de repensar la posibilidad de la creación de una nueva universidad para un país en construcción. El pasado clerical y conservador de las instituciones universitarias había sido sellado con la separación entre el Estado y la Iglesia contenido en la constitución del 57, y ello abría la posibilidad de vislumbrar un nuevo tipo de instituciones públicas formadoras de bachilleres, profesionales y científicos para impulsar el desarrollo social, económico, político y cultural del país. Así, mientras en el año de 1910, en el ocaso de su dictadura, el propio presidente Díaz inauguraba la Universidad Nacional de México, en Jalisco, al triunfo de la revolución mexicana, en 1925 y, en el marco de la nueva constitución de 1917, el gobernador José Guadalupe Zuno decretaba la creación (refundación) de la Universidad de Guadalajara, nombrando su primer rector al bachiller, abogado y pensador liberal Enrique Díaz de León. Una nueva idea de universidad abrazaba los proyectos institucionales: la idea de la universidad pública. Era una idea en ciernes, no exenta de polémicas apasionadas e intereses encontrados, alimentada por las tensiones entre el pensamiento liberal y el pensamiento revolucionario. Una era la expresión de las ideas liberales de cátedra y de investigación. La otra, la del compromiso de la universidad con las reformas revolucionarias. En el caso de la U de G, la apuesta era de sumarse a las causas populares y revolucionarias, adhiriéndose a un perfil predominantemente heterónomo y no autónomo de la universidad. El lema “Piensa y Trabaja”, propuesto por el rector Díaz de León, y apoyado por el consejo universitario en su primera sesión solemne, simbolizarla la búsqueda de una identidad institucional durante la turbulenta primera década de existencia (1925-1935) de la moderna U de G.

Thursday, March 20, 2025

Un siglo de la U de G: hechuras coloniales

Diario de incertidumbres Un siglo de la U de G (2): hechuras coloniales Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 20/03/2025) https://suplementocampus.com/un-siglo-de-la-udeg-ii-hechuras-coloniales/ Aunque este año se celebran los primeros cien años de la refundación de la Universidad de Guadalajara (1925-2025), los antecedentes coloniales de la institución son importantes para comprender los orígenes del regionalismo tapatío y sus representaciones políticas y sociales. Estos antecedentes permiten identificar la construcción de la universidad como un largo y accidentado proceso de gestión política de las élites de poder locales para contar con un espacio de formación intelectual, profesional y académica indispensable para la legitimación política de sus propios intereses como sociedad regional. Como es sabido, el reino de la Nueva Galicia se configuró como un territorio autónomo desde 1531 hasta 1786, y su capital, Guadalajara, fue fundada en el año de 1542. La extensión original del reino incluía a los actuales territorios de los estados de Jalisco, Nayarit, Colima, Aguascalientes y Zacatecas. Aunque formaba parte del virreinato de la Nueva España, la población novogalaica reclamó desde un principio el reconocimiento de su autonomía política respecto del centralismo de la ciudad de México, la capital del virreinato. La historia de ese reclamo es una historia política, lo que marcó en buena medida el interés de sus actores protagónicos (gobernadores, obispos, funcionarios del ayuntamiento de Guadalajara), por la creación de instituciones educativas que reforzaran la identidad regional y las fortalezas autonómicas de la región. Como en otras regiones de la Nueva España, los sacerdotes jesuitas fueron los que impulsaron los primeros estudios medios y superiores en la Guadalajara colonial. Los Colegios de Santo Tomás, de San Juan Bautista y, sobre todo, el Seminario Conciliar de San José, fueron hechuras jesuitas creadas entre 1540 y 1650, que permitieron organizar cátedras y escuelas formadoras de clérigos, funcionarios y profesores relacionados con el desarrollo de bibliotecas, programas de estudios superiores y espacios escolares orientados al otorgamiento de grados académicos que fueran reconocidos por los reyes españoles o por la entonces Real y Pontificia Universidad de México, fundada en el año de 1551. La negativa de esta última institución para reconocer grados académicos que no fueron otorgados directamente por ella misma llevó a las primeras gestiones de las autoridades de Guadalajara para establecer su propia universidad. Fue el obispo fray Felipe Galindo y Chávez quien promovió en 1696 la idea de que el seminario conciliar de Guadalajara se transformara en “Real Universidad”, solicitando formalmente la expedición de la cédula real correspondiente al entonces rey de España. Sin embargo, esa petición no prosperó debido, entre otras razones, al desinterés de la corona española por el asunto y por la abierta oposición de la Universidad de México para reconocer a otra universidad en el territorio de la Nueva España. Con la expulsión de los jesuitas en todas las colonias españolas en 1767, el tema de la nueva universidad se diluyó por algunos años. Sin embargo, en 1778, el entonces obispo de Guadalajara, fray Antonio Alcalde y Barriga (conocido como “el Fraile de la Calavera”), retomó el asunto y logró convencer a las autoridades del ayuntamiento tapatío y al entonces gobernador de la Nueva Galicia de promover nuevamente la creación de una Real Universidad para la ciudad. Como apoyo a su propuesta, el obispo realizó una importante donación monetaria (20 mil pesos de la época) y las instalaciones de los colegios religiosos y el seminario conciliar para albergar la sede de la nueva universidad. Además, impulsó, una década después (en 1788), la construcción del Real Hospital de Belén, que fue el antecedente de lo que luego se convertiría, a comienzos del siglo XX, en el hospital-escuela de la U de G. No fue hasta el año de 1791 cuando cristaliza la idea de la nueva universidad. Gracias a los esfuerzos de las autoridades políticas y eclesiásticas de la época, y vencidas las resistencias de las autoridades de la Universidad de México para reconocer los grados académicos otorgados por la naciente universidad tapatía, fue posible que el rey Carlos IV de España expidiera la cédula real de creación de la Real Universidad de Guadalajara el 3 de diciembre de 1791.Las facultades que integraron la nueva institución fueron las de Artes o Filosofía, Teología, Derecho y Medicina, que ofrecían grados académicos “menores” (bachiller, licenciado) o “mayores” (maestro y doctor). Con estas estructuras académicas, se designó a su primer rector y se formó el primer cuerpo colegiado universitario (el “claustro”), que se convertirían en los principales órganos del gobierno institucional. Con las ceremonias y rituales correspondientes, las autoridades eclesiásticas y civiles celebraron la apertura de la nueva universidad, en las instalaciones de un edificio perteneciente al arzobispado de Guadalajara, ubicado en el entonces pequeño centro de la ciudad, y derruido a comienzos del siglo XX por la remodelación y ampliación de los espacios urbanos de la capital jalisciense. No obstante, la nueva universidad enfrentaría un contexto de turbulencias y conflictos a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. Fueron tres décadas críticas (1791-1821) que significaron el fin de la dominación colonial española, el comienzo de la guerra de independencia y el triunfo del independentismo en 1821. Con la constitución del primer “estado libre y soberano de Jalisco” en 1823, como parte del proyecto de una república federalista impulsada por juristas y pensadores liberales jaliscienses como Prisciliano Sánchez (que sería nombrado primer gobernador del estado en 1824), se abría un período de grandes cambios en la naciente república mexicana, y con ellos se arrastraba a la joven universidad a un largo ciclo de clausuras y reaperturas que se extendería durante el largo siglo XIX (1821-1924). Nuevas ideas, intereses y actores poblarían el campo universitario de esos años convulsivos, y un nuevo ciclo de historia política universitaria surgiría entre las ruinas del viejo orden colonial y las luces de un nuevo orden político en Jalisco y en México.

Tuesday, March 11, 2025

Machismos de cantina

Tierras raras Machismos de cantina Adrián Acosta Silva (Revista Reverso, 10/03/2025) https://reverso.mx/tierras-raras-machismos-de-cantina/ El origen del término tiene que ver con exploradores, químicos e industriales. Como puede indagarse en cualquier buscador de internet, “tierras raras” son aquellas porciones del planeta (“tierras”) compuestas por 17 elementos químicos, algunos de los cuales es difícil encontrar en forma pura, y cuyos componentes se pueden disolver en ácido, que son una denominación antigua de los óxidos. Esas tierras fueron identificadas por primera vez en Estocolmo, a finales del siglo XVIII, por un pequeño grupo de científicos que caminaban por las 14 islas que configuran la capital sueca. Rare Earth fue también el nombre de un exitoso grupo de comienzos de los años setenta que mezclaba sonidos de rock, funk y soul. Su denominación aludía vagamente al concepto inventado por los químicos europeos. La rareza significa algo inusual, poco común, que no es habitual. Y en términos sociales puede ser utilizado como una metáfora para referirse a lo extraño, paradójico y contradictorio de ciertos comportamientos y expresiones políticas contemporáneas, que pueden ser capaces de disolver en ácido las prácticas de cualquier racionalidad civilizatoria. Las figuras de Donald Trump como representante de la idea del regreso a la nueva “grandeza americana”, o de Javier Milei como el exponente de la idea del “capitalismo libertario”, son parte de las tierras raras en estos tiempos de incendios retóricos y violencias reales. Las negociaciones de paz en Ucrania entre Trump y Putin son una postal mafiosa de los espíritus animales que habitan las tierras raras. Sin importar demasiado las consecuencias, deciden humillar al principal afectado de la guerra (Zelenski) y a sus aliados de la Unión Europea. La guerra de Gaza es otra postal similar. Mientras Trump y Netanyahu brindan sobre la expulsión masiva de palestinos en medio de la guerra devastadora iniciada por Israel, Trump, el presidente-empresario, sueña con la construcción de casinos y hoteles en tierras palestinas, pero sin palestinos. Milei representa en sí mismo otra porción de tierra extraña. El presidente argentino, motosierra en mano y gritando a la menor provocación “¡Viva la libertad carajo!”, representa el machismo de cantina que acompaña a los que se sienten intérpretes autorizados para hablar en nombre de los fantasmas y espíritus de la época, independientemente de cuáles sean sus formas y apariciones. El ingrediente común de estas expresiones es el retorno de brujos oligarcas como Elon Musk y sus saludos neonazis. Sea en la Casa Blanca o en la Casa Rosada, el hombre más rico del mundo aparece sonriendo junto a su pequeño hijo a un lado del escritorio del presidente Trump para dar a conocer planes de recortes brutales a la administración federal, o visita a Milei en Buenos Aires para recibir un efusivo abrazo del presidente argentino junto a una motosierra con baño de oro. Las escenas son de celebración, de alegría y fiesta, de sonrisas, abrazos y elogios mutuos. Brindan por los nuevos tiempos en las tierras raras de la política mundial, llenas de polvo, lodo y óxido.

Thursday, March 06, 2025

Un siglo de la U de G

Diario de incertidumbres Un siglo de la U de G Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 06/03/2025) https://suplementocampus.com/un-siglo-de-la-udeg/ Este año se cumplen exactamente 100 años de la refundación de la Universidad de Guadalajara. Se trata de un festejo importante para la educación superior nacional, pues la U de G expresa una trayectoria sociohistórica no sólo similar a la experimentada por otras universidades públicas autónomas estatales en diversos contextos locales y regionales, sino también porque permite examinar las complicadas relaciones entre las ideas, los actores y la política que estructuran la vida institucional -es decir, académica, organizacional y política- de las universidades públicas mexicanas contemporáneas. Como todas las trayectorias institucionales, la de la U de G es accidentada y compleja. No hay nada parecido a una trayectoria lineal, preclara, del desarrollo de las funciones sociales y académicas universitarias. Por el contrario, la historia de la U de G es una historia de conflictos y tensiones que al calor de sus interacciones fueron estructurando acuerdos transitorios, rupturas esporádicas y arreglos estabilizadores de la vida institucional. Justo por ello, la historia de la universidad contiene una historia social, una historia política y una historia académica/disciplinaria. Es posible distinguir cuatro grandes períodos de esa trayectoria. La primera tiene que ver con la fundación de la Real Universidad de Guadalajara en 1791, y se alarga hasta su primer cierre en 1821. La segunda tiene que ver con el largo siglo XIX, que significa para la universidad un ciclo largo de clausuras y reaperturas en el proceso de construcción de una república federada. Este segundo período abarca desde el año 1821 hasta el año de 1925, es decir, casi un siglo de inestabilidad institucional, en el transcurso del cual la universidad es el objeto de disputas entre los grupos conservadores y liberales que se disputaban el poder político en Jalisco. El tercer período arranca justamente con la refundación de la U de G el 12 de octubre de 1925 y se extiende hasta el año de 1994, cuando se impulsa una reforma institucional que dará como resultado la configuración de la actual red universitaria en Jalisco de la U de G. A lo largo de estas (casi) siete décadas, se suceden diversos episodios en la vida universitaria que marcarán varios giros y conflictos institucionales. Uno de ellos fue la lucha por la educación socialista durante el cardenismo, que fracturó a la comunidad universitaria y llevó al cierre de la Universidad durante tres años (1934-1937), y a la creación, en 1935, de la Universidad Autónoma de Occidente, que poco después se convertiría en la actual Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), y que, en su carácter de institución privada, mantendría una relación de tensión ideológica y política constante con la U de G en las décadas siguientes. Otro momento importante de este tercer período tiene que ver con la reforma de la ley orgánica en 1952, misma que sustituía a las anteriores (1925, 1937, 1947 y 1950). Esta reforma reafirmó el carácter público de la U de G y la declaró la única institución legalmente autorizada para impartir estudios superiores en Jalisco, lo que significaba que ninguna otra institución pública o privada podría establecerse en el estado sin la autorización o visto bueno de la U de G. No obstante, en los hechos, a lo largo de los años siguientes nuevas opciones públicas y privadas, federales y estatales, fueron configurando el campo de la educación terciaria jalisciense, a veces con la autorización de la universidad, y en otras por medio de la autorización de registro en instancias federales (SEP) o por el apoyo de instancias como la propia UNAM, que fue quién autorizó el registro de los programas de estudio de universidades privadas como la UAG. Un episodio más de este tercer período tiene que ver con la creación de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) en el año de 1948. Esta organización estudiantil se convertiría en los años siguientes en el centro de la vida política universitaria, y en uno de los afluentes de la dominación corporativa bajo la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Jalisco. Organización heredera del anterior Frente de Estudiantes Socialistas de Occidente (FESO, 1934-1948), identificada claramente con el proyecto socialista del cardenismo, la FEG surgió como una corporación clave en la construcción de la gobernabilidad universitaria, un espacio de socialización política que mezclaba el activismo estudiantil con el uso de la intimidación y la fuerza contra grupos rivales. El violento conflicto con otra organización estudiantil surgida a finales de los años sesenta y hasta comienzos de los setenta-la Federación de Estudiantes Revolucionarios (FER)- constituye un punto crítico en la disputa por el poder institucional en la U de G. Estos episodios fueron acompañados por un crecimiento sostenido de los recursos públicos, la matrícula, el profesorado y los programas de estudio de la U de G durante los años setenta y ochenta del siglo pasado. Asimismo, se crearon institutos y centros de investigación que permitieron desarrollar y diversificar las actividades científicas ligadas al posgrado y a la investigación universitaria, así como desarrollar un fuerte impulso a las actividades de extensión y difusión cultural. En ese contexto, y luego del impacto de la crisis económica y política de la “década perdida” (los años ochenta), se fueron fraguando las condiciones para emprender una gran reforma universitaria entre 1989 y 1993. Ello daría como resultado la promulgación de una nueva ley orgánica en 1994, que dotaría por primera vez a la universidad de autonomía para emprender un nuevo proyecto (la red universitaria en Jalisco), que tendría un impacto profundo en la vida académica, social y política de la propia universidad en sus entornos regionales y locales. Esta etapa constituye el cuarto período histórico de la U de G. Esta trayectoria institucional está poblada de ideas, actores y política que vale la pena identificar para comprender la peculiar complejidad de la universidad jalisciense a lo largo del primer siglo de su refundación. A ello dedicaremos las próximas entregas.