Thursday, September 25, 2025

Dinero y aprendizajes

Diario de incertidumbres Políticas, presupuesto y aprendizajes Adrián Acosta Silva Campus Milenio, 25/09/2025 https://suplementocampus.com/politicas-presupuesto-y-aprendizajes/?awt_a=rhgk&awt_l=CTLQm&awt_m=gasci5wR8Z7utgk La semana pasada se presentaron dos proyectos relevantes para la educación superior. Uno tiene que ver con dinero; el otro, con aprendizajes. El primero confirma que la educación superior no es prioritaria en la agenda del gobierno desde hace por lo menos tres sexenios. El otro significa el reconocimiento de que los aprendizajes acumulados por los estudiantes y egresados de escuelas y universidades son insuficientes para adaptarse a las nuevas circunstancias laborales. El proyecto de presupuesto de egresos de la federación para el año 2026 castiga una vez más a la educación superior pública, que no se compensa con las políticas de “becarización” educativa que se han adueñado de la retórica oficial desde el sexenio pasado. Al colocar en el centro el dinero en el bolsillo de los estudiantes, se omite o minimiza la relación que guarda el apoyo económico con los aprendizajes efectivos, pues el abandono de las prácticas sistemáticas de evaluación de los desempeños escolares a lo largo de los últimos años impide valorar objetivamente la relación entre presupuestos y aprendizajes. La instalación de la “Comisión Nacional de Aprendizaje a lo Largo de la Vida” por parte de las autoridades de la SEP, es una clara señal de reconocimiento del elefante en la habitación. La insuficiencia de la calidad y pertinencia de los procesos educativos de la población mayor a los 15 años que alcanza un promedio de 10 años de escolaridad (es decir, el primer año de bachillerato), se refleja en la búsqueda de los individuos por incrementar sus capacidades y habilidades laborales a través de cursos, talleres, seminarios, diplomados, programas de licenciatura y eventualmente de posgrado, que han crecido vertiginosamente como opciones de consumos privados, que alimentan un gran mercado de formaciones rápidas y de bajo costo en modalidades virtuales, presenciales o mixtas. La paradoja es evidente: mientras se reduce en términos reales el presupuesto público a la educación superior, se incrementan las exigencias y necesidades de cualificación de las formaciones individuales de millones de personas. Esto lleva a cuestionar nuevamente la relación entre dinero y aprendizajes. ¿Más becas significan, automáticamente, mejores aprendizajes? Las políticas nacidas bajo el oficialismo morenista desde el sexenio pasado suponen que sí, y ese es un componente central de la Ley General de Educación Superior aprobada en 2021. Ese supuesto se combina con el hechizo de las retóricas innovadoras que colocan a los medios por delante de los fines, a pesar de las restricciones presupuestales que un año tras otro se reflejan en el deterioro de los contextos, capacidades y climas académicos universitarios. Las políticas presupuestarias y las políticas de los aprendizajes miran en sentidos opuestos. Una supone menos apoyos a las instituciones y más apoyos a los individuos. La otra supone que con micro-credenciales los individuos mejorarán la calidad de sus empleos. El problema central tiene que ver nuevamente con las desigualdades sociales e institucionales que cruzan todo el espectro de las realidades y comportamientos esperados por las políticas. Las pérdidas acumuladas en términos reales de los presupuestos institucionales en educación superior en la última década se reflejan ya en la atención de los asuntos rutinarios de los programas de pregrado y posgrado de las instituciones públicas universitarias y no universitarias: recortes a las nóminas del personal de apoyo, restricciones a la contratación de nuevas generaciones de profesores, condicionamientos crecientes a las becas de posgrado, o a los apoyos a programas universitarios de movilidad estudiantil. Las realidades y potencialidades prácticas de micro credenciales que certifiquen nuevos aprendizajes están sujetas a las posiciones y aspiraciones de los individuos en la distribución de sus capitales escolares. Los sistemas de créditos que se diseñaron para facilitar el tránsito por los programas universitarios de licenciatura son considerados insuficientes o inadecuados para mejorar las oportunidades laborales en los mercados de trabajo. Desde esa perspectiva, el ensanchamiento y alargamiento de sus cualificaciones académicas, técnicas o profesionales a través de nuevas formas de credencialización/acreditación de nuevas habilidades y talentos se propone como la solución a los problemas de empleabilidad de los egresados universitarios. En estas circunstancias, la agenda de la nueva Comisión Nacional está marcada por dilemas y tensiones académicas, técnicas y presupuestales. El viejo lema de hacer más con menos que pusieron de moda los gobiernos neoliberales para emprender la reforma del Estado en los años ochenta se mantiene como el emblema de las políticas presupuestarias y de aprendizajes de los gobiernos antiliberales. La experiencia internacional muestra una relación positiva entre el mejoramiento de los presupuestos públicos y la calidad de los aprendizajes escolares. Y también enseña que entre menores sean los recursos públicos, peores serán los resultados académicos. El caso de México se acerca más a este espectro de resultados de experiencias de políticas fallidas en educación superior, donde la apuesta central se ha concentrado en las becas a los individuos más que en los apoyos a las instituciones. La lección desde hace tiempo es la misma: no basta tener más cobertura o mejor eficiencia terminal. Es necesario mejor la calidad y pertinencia de los aprendizajes. La viabilidad de la nueva Comisión dependerá en buena medida de revisar la política presupuestal hacia la educación superior. La expedición de nuevas credenciales sobre competencias académicas ya circula desde hace tiempo a través de programas virtuales como “Coursera” (fundada en 2012), que se ha consolidado como una empresa que vende cursos cortos de actualización en varias disciplinas, y que incluso ya son válidos como créditos escolares reconocidos en no pocas universidades públicas y privadas mexicanas. La estrategia de acumular aprendizajes a lo largo de la vida se ha convertido en un buen negocio, aunque todavía están por verse sus impactos en la movilidad y mejoramiento laboral de las trayectorias de los egresados.

Friday, September 12, 2025

Paradojas de la desigualdad

Diario de incertidumbres Las paradojas de la desigualdad Adrián Acosta Silva Campus Milenio, 10/09/2025 https://suplementocampus.com/las-paradojas-de-la-desigualdad/ En memoria de Wietse de Vries Una de las bestias negras del capitalismo clásico y contemporáneo es el de la desigualdad social. Esto se expresa de múltiples formas, dimensiones y escalas en los distintos contextos nacionales y subnacionales. La existencia de diferencias tenues o abismales en la distribución del ingreso, las posiciones en los mercados laborales, el acceso a espacios potenciales o reales de movilidad social como la educación superior, las formas de distribución del poder político entre grupos, estratos y clases sociales, configuran parte de las complejidades asociadas a los factores causales de las desigualdades sociales contemporáneas. La desigualdad forma parte de los temas clásicos de las ciencias sociales, desde la economía hasta la sociología, la antropología o la ciencia política, y ha dado lugar a la elaboración de múltiples esfuerzos para enfrentar, mediante el diseño e instrumentación políticas públicas, alternativas factibles para disminuir o eliminar las fracturas y brechas asociadas a las desigualdades sociales. A través del Estado o del mercado, o de sus combinaciones, esos esfuerzos parten de distintas perspectivas y definiciones de la desigualdad para tratar de incidir en la resolución de los niveles de pobreza, elevar la escolaridad, o mejorar los servicios de salud de poblaciones heterogéneas, cuyos individuos y comunidades no tienen las mismas oportunidades vitales de mejoramiento de su bienestar a lo largo del tiempo. Hace unos años (en 2009), un par de investigadores del campo de la salud pública (uno economista, otra antropóloga), publicaron un pequeño libro sobre el tema de la desigualdad que tuvo cierto impacto en las ciencias sociales y entre los políticos profesionales y hacedores de políticas del bienestar. El texto, titulado Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva, de Richard Wilkinson y Kate Pickett, es una exploración sobre los distintos efectos y paradojas de la desigualdad social a comienzos del siglo XXI. El argumento es simple, breve y elegante: la desigualdad produce brechas de insatisfacción, frustración y malestar que tienen efectos en la cohesión social, la prosperidad y el desarrollo económico y político de las sociedades contemporáneas. En México, vivimos desde la época de la independencia una paradoja maestra, herencia del ideario liberal y republicano. La igualdad se convirtió en uno de los valores centrales en un contexto de desigualdades y rezagos estructurales. El igualitarismo constitucional (enmarcado con distintos énfasis en las constituciones de 1824, 1857 y 1917) coexistiendo con una desigualdad práctica, terca y persistente a lo largo de más de dos siglos de consumada la independencia. Aunque las reformas juaristas, los postulados de la revolución mexicana, la política de masas del cardenismo o las políticas del desarrollismo contribuyeron a disminuir las desigualdades sociales, nuevas formas de desigualdad permanecen o se transforman en la sociedad de masas del siglo XXI. ¿Cómo se expresan esas desigualdades en la educación superior? Los indicadores más claros se concentran en los procesos de acceso, tránsito, egreso e inserción laboral de los estudiantes de educación superior. Factores como el ingreso económico, el origen social, los contextos familiares, el sexo, el origen étnico o el territorio, constituyen algunas de las determinaciones que influyen en los niveles de representación de los grupos, estratos y clases sociales en la educación terciaria. Las posibilidades de movilidad social ascendente de los individuos están asociadas en buena medida al empleo y a la educación. No obstante, las oportunidades de encontrar buenos empleos y alcanzar mayores niveles de escolarización no dependen de la voluntad o el esfuerzo personal sino de factores meta-individuales que escapan a los deseos o esperanzas de las personas. Nadie elige nacer como hombre o mujer, ni pertenecer a familias de clases sociales altas, medias o bajas, ni pertenecer a una etnia chiapaneca o tarahumara, o ser parte de comunidades mestizas de los círculos de privilegio de Nuevo León o de la Ciudad de México, ni ser de piel clara o morena. Esos son factores que, sin la intervención del Estado, tienden a reproducir la desigualdad, la discriminación racial y la exclusión social de millones de individuos. La desigualdad social en México se ha endurecido, y tiende a ser en muchos casos una herencia transgeneracional. Frente a la retórica igualitaria persiste una desigualdad empírica, cotidiana y práctica. El clasismo y el racismo son señas de identidad en muchos campos del orden social, y en la educación superior esos rasgos, en ocasiones, se reducen o amplifican, según sean los contextos específicos. Las universidades públicas, los institutos tecnológicos, las escuelas normales, las universidades interculturales son espacios donde las políticas públicas han incidido en la ampliación de las oportunidades educativas para millones de jóvenes, que en no pocos casos experimentan procesos progresivos de movilidad social. No obstante, en las escalas subnacionales y locales de la educación superior existen grandes contrastes en los procesos de acceso, permanencia, egreso e inserción laboral de las y los jóvenes mexicanos del siglo XXI. Enfocar desde una perspectiva procesual el fenómeno de la desigualdad en la educación terciaria es un desafío permanente. Sabemos, por los datos disponibles, que existe una sobre-representación de los estratos altos y medios de la población en la educación superior, y una sub-representación de los estratos bajos en esos espacios. Y también sabemos que las oportunidades de acceso, tránsito y egreso favorecen más a los que más tienen, como dicta el clásico “efecto Mateo”. Aunque hay excepciones notables en todos los territorios y poblaciones, la desigualdad educativa permanece como la sombra que acompaña las buenas intenciones gubernamentales, tan llenas de triunfalismo cortoplacista y tan vacías de reflexiones críticas sobre los límites de sus propias políticas. Doblar de campanas. La semana pasada falleció Wietse de Vries, colega y amigo con el cual muchos compartimos múltiples reflexiones académicas, éticas y estéticas sobre los temas de la educación superior, la política y la música de rock. Holandés de nacimiento y poblano por elección, Wietse nos marcó a muchos con su inteligencia y afilado sentido del humor. Nos hará falta.

Monday, September 01, 2025

Leer

Tierras raras Leer Adrián Acosta Silva (Revista Reverso, 01/09/2025) https://reverso.mx/tierras-raras-leer/ La práctica de la lectura es un hábito de solitarios. Pero el acto de leer encierra también muchos de los secretos de nuestra vida en sociedad. No me refiero al volumen de lectores o la calidad de las lecturas; eso hay que dejarlo a quienes se dedican a medir estadísticamente el ejercicio lector en poblaciones, territorios y tiempos específicos. Lo importante es el hecho mismo, sus imágenes y representaciones, sus significados y simbolismos. Decía Borges que un lector no busca a sus libros, sino que un libro busca a sus lectores. Esa metáfora representa muy bien los delicados mecanismos que unen a libros y lectores, proporcionando sentido a las prácticas de lectura que ocurren en distintos sitios y contextos. Libros, periódicos, boletines, revistas, y ahora teléfonos inteligentes, tabletas, computadoras, son herramientas de comunicación que se condensan en imágenes, papel, símbolos y significados. El contenido de las lecturas son hechura de quienes las escriben, pero el significado de las palabras son hechuras de la experiencia e imaginación del lector. Algo de eso sabía André Kertész, el gran fotógrafo húngaro del siglo XX (Budapest, 1894-Nueva York, 1985). Sus imágenes capturan los momentos en que la lectura es el centro de la imagen, y revelan los ambientes donde hombres, mujeres y niños, ancianas y ancianos, practican el hábito hipnótico de la lectura, absortos en la magia del mundo escrito, mientras el mundo no escrito los envuelve con sus luces y sombras. Un malabarista de circo en Nueva York, en 1969, y la equilibrista de otro circo en París, en 1926, aparecen absortos leyendo sendos libros en uno de los descansos de la función, ajenos a los ruidos mundanos de la carpa; tres niños pobres sentados en la banqueta hojeando las páginas de un libro, en alguna calle de Esztergom, Hungría, en 1915; un anciano concentrado en la lectura de un texto sentado en los peldaños de una calle solitaria en Venecia, en 1963; una muchacha leyendo algo en la azotea de un departamento en Greenwich Village, Nueva York, en 1962; un joven negro y otro blanco, apoyados en el mismo árbol, en Washington Square, en 1969; un adulto joven hojeando el periódico en los Jardines de Luxemburgo, en París, en 1930; una anciana leyendo en su cama, en el Hospital de Beaune, Francia, en 1929. Son parte de las 75 imágenes seleccionadas en Leer, de Kertész (Periférica & Errata naturae, 2016). El álbum de fotos como memoria visual de prácticas lectoras motivadas por el interés, la curiosidad o el aislamiento. Momentos atrapados por la cámara gobernada por el ojo experto de un fotógrafo-cazador de imágenes insólitas o rutinarias. Instantes de melancolía en blanco y negro, que evocan las tonalidades azules de la música del azar. Leer como un acto de rebeldía contra la tiranía de tiempos marcados por los relojes y calendarios del deber o la obligación. Las palabras como antídotos contra la ansiedad y el sinsentido de la modernidad líquida.

Thursday, August 28, 2025

Autonomia y gobierno universitario

Diario de incertidumbres Autonomía y gobierno universitario, hoy Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 28/08/2025) https://suplementocampus.com/autonomia-y-gobierno-universitario-hoy/ Texto pronunciado en la “Cátedra Dr. Julián Gascón Mercado”, en la celebración de los 50 años de la autonomía de la Universidad Autónoma de Nayarit. Tepic, Nay., 22 de agosto, 2025. La celebración de los cincuenta años de promulgación de la autonomía de la Universidad Autónoma de Nayarit es una fiesta que hay que celebrar por muchas y muy merecidas razones. Pero también es una valiosa oportunidad para repensar el significado histórico y los alcances de la autonomía universitaria en el México de hoy. Como otras universidades públicas autónomas estatales del país, la UAN atraviesa por un período de adaptación a cambios nacionales e internacionales que afectan de muchas formas el presente y los posibles escenarios futuros de la educación superior. La autonomía universitaria es una categoría instalada en el corazón institucional de las universidades públicas contemporáneas. No obstante, su significado ha cambiado de manera sigilosa en las últimas décadas. Conflictos internos y presiones externas forman parte de la complejidad que implica la gestión autonómica de la universidad, lo que articula las acciones de gobierno, gobernabilidad y gobernanza de los campus universitarios. Gestionar la autonomía significa la búsqueda permanente de equilibrios surgidos de las tensiones que ocurren en distintas escalas y niveles de la universidad, y se constituye como un proceso que involucra la intervención de rectorías, directivos y órganos colegiados, comunidades académicas, organizaciones estudiantiles y sindicales. Cambios contextuales de distinto calibre y profundidad han impactado en la manera en que se gestiona, define y practica la autonomía. Desde la fundación de la primera universidad autónoma del país (la Universidad Michoacana, en 1917) hasta la más reciente (el reconocimiento de autonomía a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, en 2006), diversas causas han modificado los alcances del diseño y las prácticas autonómicas universitarias. La violación a la autonomía derivada del movimiento estudiantil de 1968 en la UNAM, múltiples episodios de enfrentamientos entre universidades locales con gobiernos estatales, conflictos presupuestales, restricciones impuestas por políticas públicas, disputas por la elección de autoridades, o escándalos de corrupción realizados por algunos directivos de las universidades, son acontecimientos que explican que la autonomía haya dejado de ser lo que solía ser en 1917 (la U. Michoacana), en 1929 (la primera autonomía de la UNAM), o en 1980 (la inclusión de la fracción séptima en el tercero constitucional). Estos cambios se explican por la relación que existe entre la idea de la universidad y la autonomía universitaria, es decir, entre la representación del tipo de universidad que se desarrolla en destinos períodos y el tipo de autonomía que se construye alrededor de esa idea. Y podemos identificar varias ideas sobre la universidad: la universidad popular, la universidad profesional, la universidad de investigación, la universidad de clase mundial, la universidad emprendedora, la universidad inteligente, la universidad transformadora, la universidad sostenible. Alrededor de esas representaciones se han construido los diversos tipos de autonomía de las universidades públicas a lo largo de sus historias socio institucionales. Luego de los distintos regímenes de políticas públicas estructurados en el último medio siglo, la autonomía experimentó una metamorfosis silenciosa. Del régimen de patrocinio benigno y negligente ocurrido entre los años cuarenta y ochenta de siglo pasado, pasamos a un régimen de evaluación de la calidad y financiamiento público diferencial, condicionado y competitivo basado en incentivos a las universidades públicas desde finales del siglo pasado hasta la segunda década del presente, para llegar al régimen de austeridad y gratuidad que se implementa desde la promulgación de la Ley General de Educación Superior en 2021. El saldo más relevante de estas relaciones entre regímenes de políticas y autonomía universitaria es la modificación de los grados de autonomía de las universidades públicas estatales. No obstante, hay cambios en los entornos políticos de las políticas que también constituyen factores causales de los ajustes en las autonomías universitarias. Las alternancias en el poder en las escalas federal y estatales, han significado la llegada de nuevas elites políticas que suelen desconfiar de la autonomía, y han impulsado, o contemplando, con mayor o menor éxito, cambios en las leyes orgánicas de las universidades estatales y federales. Hoy, la gestión de la autonomía enfrenta cambios de mayor profundidad, complejidad y naturaleza. El desafío de la innovación, las ilusiones, promesas y oportunidades de la inteligencia artificial, el desarrollo de nuevas formas de aprendizajes y docencia, la ciencia abierta, las exigencias de mayores estrategias de vinculación con los entornos sociales, culturales y económicos, y las tradicionales tensiones políticas relacionadas con las restricciones presupuestales o con la elección de autoridades y las prácticas del gobierno colegiado, constituyen algunos de los campos de la acción institucional que involucran el fortalecimiento de las capacidades de gobierno, gobernabilidad y gobernanza de las universidades públicas estatales. Pero quizá el desafío mayor de la gestión de la autonomía es preservar la autonomía intelectual de las comunidades universitarias en sus distintos niveles, áreas y disciplinas del conocimiento científico y humanístico. Ese tipo de autonomía es la que radica en la capacidad de pensar, de reflexionar, de nuestras comunidades, una capacidad que sólo puede habitar en entornos donde las libertades de aprendizaje y de investigación son defendidas y estimuladas. Frente a las realidades e ilusiones de los nuevos fetichismos tecnológicos y digitales, cuyos alcances y efectos aún no advertimos con claridad, el pensamiento crítico es el mejor recurso para identificar los mitos, oportunidades y riesgos de las nuevas narrativas de la innovación, la dictadura de las métricas de evaluación de la calidad, o el alineamiento mecánico a prioridades dictadas por sectores externos a la universidad. Gestionar la autonomía es el desafío sustantivo de los gobiernos institucionales. En medio de presiones presupuestales y políticas, de tensiones cotidianas que surgen entre las prácticas y los dilemas éticos que ocurren en los diversos espacios del campus universitario, y con horizontes de futuros marcados por incertidumbres, amenazas y oportunidades, las universidades públicas configuran reservorios de talento que alimentan las esperanzas de mejores futuros para la sociedad mexicana en sus distintos territorios y poblaciones. Ese reconocimiento y esa responsabilidad es la mejor forma de celebrar hoy la autonomía universitaria.

Thursday, August 14, 2025

¿Universidad es destino?

Diario de incertidumbres ¿Universidad es destino? Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 14/08/2025) https://suplementocampus.com/universidad-es-destino/ Varios estudios recientes sobre las relaciones entre la expansión de la educación superior y la desigualdad social en México han mostrado los mitos, las dudas y las verdades de las ventajas de contar con títulos universitarios entre las poblaciones jóvenes y adultas en el siglo XXI. La persistencia de la masificación de las demandas de acceso a las aulas de las universidades públicas federales y estatales durante cada ciclo escolar, se enfrenta al hecho duro de las altas tasas de rechazo (o de “no aceptación”, para decirlo de forma más suave) de miles de jóvenes que aspiran a cursar una carrera universitaria para mejorar sus presentes y futuros individuales. Los filtros sociales e institucionales que determinan en gran medida las posibilidades de acceso, permanencia, egreso e inserción laboral de los jóvenes, tienen que ver con el origen social, los contextos familiares, los territorios de pertenencia, y el tipo de carrera e institución a la que aspiran los estudiantes y sus familias. Estas características constituyen las “marcas de clase” de los estudiantes universitarios. Durante décadas se mantuvo firme la idea de que la universidad incrementa las posibilidades de movilidad social ascendente (intergeneracional e interclasista) de las poblaciones jóvenes, y múltiples evidencias empíricas reforzaron esa idea. No obstante, desde los inicios del siglo XXI se registran fenómenos que matizan la idea de la educación superior como ascensor social. Datos y estudios muestran la aparición de nuevas formas de estratificación social entre los egresados universitarios, que se combinan con el endurecimiento de viejas desigualdades en los procesos de incorporación de los jóvenes a los campus universitarios. Varias de dichas exploraciones muestran que las universidades no contribuyen en sí mismas a funcionar como un “ecualizador” social, es decir como un mecanismo que contribuye a reducir las brechas de desigualdad preexistentes entre los estudiantes y egresados universitarios. No obstante, el tipo de institución de educación superior es un factor que parece influir en la distribución de las oportunidades laborales de los egresados. En México, la SEP identifica 12 tipos de instituciones públicas y un conjunto altamente fragmentado de instituciones y establecimientos privados, que van de las universidades públicas estatales o federales a los establecimientos e instituciones privadas de educación superior. Los institutos públicos que integran el TecNM, las escuelas normales, las instituciones privadas de absorción de la demanda o las privadas de alto costo y selectividad (las de elite), forman parte de los más de 4, 600 establecimientos que ofrecen estudios de educación terciaria en todo el territorio nacional, en los cuales cursan sus estudios poco más de 5.4 millones de jóvenes entre los 19 y los 23 años. La estructuración de esas ofertas públicas y privadas obedece a una significativa diversificación y diferenciación de las ofertas institucionales (una suerte de “estratificación institucional”), que se traduce también en una importante estratificación de las oportunidades de acceso, egreso e inserción laboral de sus egresados. Un interesante estudio recientemente publicado por José Navarro, investigador de la Universidad de Guadalajara, muestra algunos rasgos de esa doble estratificación de la educación superior mexicana, lo que produce un efecto de “estratificación horizontal” entre las poblaciones de la educación terciaria. https://perfileseducativos.unam.mx/iisue_pe/index.php/perfiles/issue/current Un dato relevante consiste en el peso que tienen las universidades públicas en la mejoría de las oportunidades laborales de los jóvenes. Estas instituciones son las que mejores indicadores tienen para analizar su impacto en las posibilidades de inserciones laborales satisfactorias de sus egresados. Eso no quiere decir que el acceso a un programa ofrecido por las universidades públicas garantice el “éxito” laboral de los egresados (como prometen muchas universidades privadas en sus promocionales), sino que, en términos relativos, los estudiantes de las universidades públicas parecen tener mejores posibilidades de movilidad social ascendente (mejores ingresos y oportunidades laborales derivados de una mayor escolaridad relativa) que los estudiantes de otras instituciones de educación terciaria públicas o privadas, a excepción de las instituciones privadas de elite, que por su propia naturaleza representan la minoría de las ofertas y matrículas del sistema nacional. El caso de este tipo de universidades privadas de alto costo tiene otras características. El ingreso y egreso en esas universidades requiere de condiciones difíciles de cumplir para la mayor parte de la población joven. El poder del privilegio en el acceso se traduce en el poder simbólico de los egresados en los mercados laborales de las distintas disciplinas y campos del conocimiento profesional. En el cerrado círculo de los empleadores de ciertas actividades económicas o comerciales de los mercados laborales, se percibe que el egresado o egresada de una institución privada de élite es mejor que un egresado de las instituciones públicas universitarias o no universitarias. Sin embargo, en campos como la medicina, las ingenierías, las humanidades o las actividades científicas, los egresados de las universidades públicas suelen ser bien apreciados por los empleadores. Existen por supuesto otras variables o factores a considerar. El tipo de carrera o el prestigio institucional del programa o de la universidad son factores institucionales, pero factores sociales como la clase de pertenencia, el sexo, el color de piel o los antecedentes familiares son también aspectos importantes en la configuración de las oportunidades laborales de los egresados. En su conjunto, los factores institucionales y sociales son variables que influyen en el “destino de clase” de los egresados universitarios. La influencia de las universidades públicas en el contexto de la estratificación horizontal de la educación superior es altamente significativa en la formulación de las preferencias y estrategias de muchos segmentos de los egresados de las escuelas de nivel medio superior. El indicador más claro es el comportamiento de las solicitudes de acceso, donde cada año las universidades públicas se colocan como las IES más demandadas por los estudiantes, pero también son las que mayor porcentaje de no admitidos registran. Esa atracción institucional de las ofertas universitarias en la escala nacional y subnacionales explica la lógica de las preferencias y expectativas de la masificación de las solicitudes de acceso que se acumulan año tras año a las puertas de los campus universitarios.

Wednesday, August 06, 2025

Woodstock

Tierras raras Woodstock Adrián Acosta Silva Entre las tumbas y epitafios que habitan los panteones del rock destaca el concierto de Woodstock. Celebrado del 16 al 18 de agosto de 1969 en una ruinosa granja de la zona rural del estado de Nueva York, bajo una lluvia continua que convirtió el lugar en un lodazal, más de medio millón de asistentes celebraron la paz y el amor con las canciones de Joan Baez, Joe Cocker, Jimi Hendrix, Carlos Santana, Creedence, Crosby, Stills, Nash y Young, Janis Joplin, Jefferson Airplane, The Band, The Who y varios más de los grupos y cantantes que alimentaron el imaginario colectivo de una generación. El festival simbolizaba muchas cosas y nada, al mismo tiempo. Era protesta política contra la guerra de Vietnam y un aullido libertario; la legitimación de las drogas y del ejercicio del sexo libre; un fin de semana de diversión comunal, expresión de identidad y sentido de pertenencia a algo; pero también era un negocio organizado para explotar el interés de una generación por consumir emblemas, símbolos y sonidos que producían ganancias a productores y organizadores de los eventos masivos dirigidos a los nuevos jóvenes de los años sesenta (los baby-boomers). Abundan las crónicas, testimonios, películas, discos e imágenes del evento, que circulan abiertamente por internet en múltiples sitios y plataformas. En los años siguientes, se replicaron eventos conmemorativos sobre aquel concierto, que corrieron con mala fortuna, incluyendo un fiasco total en el último, previsto para el 50 aniversario del festival, en el mismo lugar, en julio del 2019. Problemas de logística y organización, malos cálculos financieros, poca respuesta de los jóvenes de las generaciones X y Z, obligaron a los empresarios a cancelar el concierto. Los tiempos habían cambiado. Ya fallecieron los héroes que alimentaron buena parte de la imaginación sesentera y que participaron en aquel evento de hace 56 años: Joplin, Hendrix, Cocker, Robbie Robertson (de The Band), o Johnny Winter, a los que se sumó recientemente la muerte de Ozzie Osburne, el cantante de Black Sabbath que, aunque no actuó en Woodstock, se convirtió, junto con Deep Purple y Led Zeppelin, en parte de la santísima trinidad del rock más oscuro, ruidoso y potente que surgió después de aquel legendario concierto neoyorquino. A la distancia, las voces y ecos de Woodstock representan las cenizas de los sueños, temores y contradicciones de una generación que, como todas, edificó sus propios mitos y leyendas, endulzando con canciones sus pasiones, fantasías y creencias. De las tierras raras de aquel “verano del amor” surgieron reclamos libertarios y democratizadoras, pero también intolerancias y recriminaciones conservadoras, como las que alimentan la retórica incendiaria del presidente Trump y sus acólitos, que suelen ubicar a Woodstock como el inicio de la degradación del sueño americano, una creencia endurecida en las profundidades de los nuevos oscurantismos americanos. En la era de la inteligencia artificial y de las autocracias populistas, Woodstock es sólo una pieza más del museo de la época de las flores en el pelo.

Thursday, July 17, 2025

Los límites del individualismo

Diario de incertidumbres ¿El mérito es de quien lo trabaja?: los límites del individualismo Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 17/07/2025) https://suplementocampus.com/el-merito-es-de-quien-lo-trabaja-los-limites-del-individualismo/ Uno de los problemas que ha permanecido latente en el análisis del desempeño de los sistemas de educación superior es el del abandono escolar. Y el indicador más empleado en dicho análisis se relaciona con las tasas de eficiencia terminal de los estudiantes universitarios, es decir, el porcentaje de estudiantes de una generación que culminan sus estudios en el tiempo programado según las carreras que eligen. Bajo ese indicador, se han realizado no pocos esfuerzos para mejorar los índices de eficiencia terminal, intentando evitar o disminuir los abandonos tempranos o tardíos de los estudios, mejorando las condiciones de acceso, tránsito y egreso de los estudiantes de las carreras técnicas o universitarias. Programas masivos de becas, flexibilidad de programas para adaptarlos a las necesidades estudiantiles, tutorías, facilidades para los aprendizajes, estándares de calidad, educación no presencial, forman parte de los catálogos institucionales que se han ensayado para lidiar con el problema. No obstante, la deserción o abandono escolar es un fenómeno que persiste y, en no pocas regiones, instituciones y programas, se agudiza. Según datos de la SEP, en México el abandono escolar en el nivel superior durante el ciclo escolar 2023-2024 fue en promedio nacional del 5.7%, y en el nivel previo (media superior) del 10.8%. Comparado con lo que ocurría a principios del siglo, estos indicadores han bajado de manera discreta. En el ciclo escolar 2001-2002 la tasa de abandono en educación superior era del 8.2% y en media superior del 17.5%. Si se asocian esas tasas con la cobertura bruta de la educación superior mexicana (43% en 2023-2024), las dimensiones del problema se incrementan. No sólo tenemos un problema de insuficiencia en el acceso a la educación universitaria (solo ingresan menos de la mitad de los jóvenes entre 18 y 22 años), sino que, además, de los que llegan, casi 6 de cada 100 no terminan sus estudios. Este problema tiene efectos en diversas dimensiones. Uno de ellos es el rezago escolar de millones de personas que no terminan por diversas razones sus estudios de nivel superior, lo que incluye no solo los abandonos sino también la titulación. El país está lleno de pasantes de licenciatura de diversas carreras (en algunas más que en otras por supuesto), a pesar de la exigencia de la cédula profesional para poder ejercer las profesiones correspondientes. Por otro lado, los estudios interrumpidos o abandonados no permiten a las o los estudiantes obtener algún reconocimiento en los mercados laborales. Más allá y al fondo, hay una sensación de pérdida o fracaso individual, que lastima a quienes por alguna circunstancia decidieron dejar de estudiar sus programas de formación técnica o profesional, o que no han obtenido el título que acredite sus estudios universitarios. La ideología del éxito o el fracaso escolar está ligada al principio meritocrático, de origen liberal, que domina los imaginarios de las trayectorias vitales de los estudiantes, pero también influye como una creencia poderosa en la mentalidad de directivos y profesores universitarios. “El mérito es de quien lo trabaja” parece dominar los códigos interpretativos de las instituciones de educación superior, una creencia que coloca el esfuerzo individual como el componente principal de las trayectorias escolares, más que en los contextos sociales o en los marcos institucionales en los cuales los individuos cursan sus estudios. Desde hace tiempo, el problema se intenta abordar con un enfoque diferente: el de las “micro credenciales”. Este enfoque reconoce el problema del rezago y de los abandonos escolares en educación superior, y la necesidad de la educación a lo largo de la vida. Para ello, propone un esquema de reconocimientos asociados a diplomas y certificaciones que legitiman formalmente las competencias y saberes de los estudiantes que abandonan sus estudios, pero que deciden continuar con procesos de aprendizajes a lo largo y ancho de la vida, aunque no les proporcionen un título universitario. Desde esa perspectiva, el desafío mayor es la construcción de políticas contra el abandono escolar que partan del reconocimiento de la enorme heterogeneidad de los estudiantes de educación superior. Hasta ahora, las políticas de becas parten del supuesto de que la causa de los abandonos y el rezago escolar es la falta de recursos económicos de los estudiantes y de sus familias para sostener sus estudios. Sin embargo, ello puede explicar la situación de una parte de la población estudiantil de las instituciones públicas (particularmente de los deciles de ingreso más bajos de esa población), pero no de todos los más de 5 millones de alumnos de la educación terciaria mexicana. Factores como el origen social, la insatisfacción con los estudios recibidos, la baja calidad de los ambientes institucionales, o la burocratización de la enseñanza, parecen ser también factores causales del abandono, la reprobación y el fracaso escolar. Y todo ello rebasa la teoría meritocrática tradicional, donde basta con “echarle ganas” a los estudios para obtener los beneficios esperados. Aunque nunca es menor el componente de la voluntad de los esfuerzos personales en el campo de la educación superior, es preciso reconocer los límites del individualismo. El ideal meritocrático supone estudiantes ideales. La realidad educativa se expresa en estudiantes reales, no imaginarios, con toda la diversidad y complejidad de los factores individuales, familiares y sociales que influyen en sus trayectorias escolares e itinerarios vitales. El abandono, el rezago, la reprobación, o la no titulación, son problemas públicos que exigen respuestas institucionales más comprensivas, complejas y diversas.