Thursday, December 18, 2025
Mapas de futuros
Diario de incertidumbres
Mapas de futuros
Adrián Acosta Silva
(Campus Milenio, 18/12/2025)
https://suplementocampus.com/mapas-de-futuros/
A sparkle was in his eyes
But his life was in his hands
Neil Young, Tonight´s the Night (1975)
Las señales de cualquier tipo de escenarios futuros de la educación superior están enraizadas en el presente. Tendencias e incertidumbres, ilusiones y razonamientos, son expresiones de la imposibilidad de saber con exactitud lo que puede ocurrir en los años por venir. Los más optimistas aseguran tendencias que favorecerán alguna idea clara o difusa de progreso, mientras que otros afirman, por contrario, que el futuro inmediato o remoto anticipa la agudización de problemas socio-institucionales en el campo de la educación terciaria. Los anteojos que se utilicen suelen ser los filtros interpretativos y descriptivos de unas u otras posiciones. En cualquier caso, esos anteojos pueden ayudar a configurar los trazos gruesos de algún tipo de mapas de futuros.
Desde el punto de vista de la desigualdad de los riesgos, los beneficios y las oportunidades de la educación superior contemporánea, 2026 se perfila como un año poblado de desafíos y restricciones de muy diverso calibre, dimensiones y alcances. Imaginar un futuro sin la presencia de este conglomerado extraordinariamente complejo de factores y tendencias profundamente enraizadas en el presente es una ilusión. El lenguaje de la época es revelador de la manera en que se interpretan esas tendencias. Hoy no se habla de reformas educativas sino de innovación; la digitalización se ha convertido en una palabra de propiedades mágicas; las ideas se han consolidado como siervas de los intereses; la política educativa es una colección de enunciados huecos, buenas intenciones y procesos de implementación gobernados por la incertidumbre presupuestal: micro credenciales, plataformas, sostenibilidad, ciencia abierta.
No obstante, bajo el imperio de esta gramática se pueden identificar cuatro grandes fuerzas que parecen determinar o influir en la construcción de los escenarios futuros de la educación superior a nivel global. Inteligencia artificial, gobernanza, vinculación y prácticas educativas son los cuatro jinetes que pueden dominar el próximo año la agenda pública de la educación terciaria. Vayamos por partes.
La primera de ellas es la relacionada con la inteligencia artificial y la desestructuración de las rutinas y prácticas educativas tradicionales. Las épicas de la innovación digital han colocado a la IA en el centro de una suerte de revolución educativa que cambiará al mundo para siempre. Mitos y realidades han dado forma a un nuevo fetichismo posmoderno y post-global: la capacidad de las nuevas tecnologías para transformar prácticas sociales. Hoy día, el universo virtual de los algoritmos y los robots han entusiasmado a empresas y universidades, y anticipan cambios en las economías del aprendizaje que conllevan profundas transformaciones en el perfil de los estudiantes, los docentes y los directivos universitarios. Es una tendencia más retórica que empírica pero que habrá que examinar durante el año próximo y los que siguen.
La segunda tendencia es el debilitamiento de la gobernanza de los cambios tecnológicos y las adaptaciones institucionales y sistémicas, y su relación con el financiamiento de la educación superior. Ello supone regulación, conocimiento e información sobre lo que realmente está ocurriendo en las prácticas educativas e investigativas de la educación superior. Hasta ahora, la novedad de los cambios reales e imaginarios van más allá de lo que ocurre en la dimensión tecnológica-instrumental, y tienen que ver con los viejos problemas de coordinación y colaboración sistémica donde participan el estado, el mercado y las comunidades académicas, relaciones particularmente relevantes para el caso de las universidades públicas autónomas. Asimismo, para el caso mexicano, la relación entre gobernanza y financiamiento está en el centro de los efectos esperados de la LGES aprobada en 2021, cuyos cambios son hasta ahora enunciativos y difusos más que empíricamente demostrables, donde la austeridad es la máscara que cubre el declive del financiamiento como motor del desarrollo en las universidades públicas.
La tendencia hacia las exigencias de nuevas formas de vinculación de las IES con sus entornos es visible desde comienzos del siglo XXI. A las tradicionales funciones de docencia, investigación y difusión de las universidades, se les ha agregado de manera silenciosa pero imparable una cuarta función sustantiva: la vinculación. Aunque predomina cierta visión mercado-céntrica sobre la vinculación universitaria, la retórica de la innovación se superpone a experiencias de vinculación que tienen que ver con los modelos de la universidad emprendedora que se han desarrollado en muchas partes, asociados de manera difusa con las experiencias del capitalismo académico.
Finalmente, pero no al último, la cuarta mega-tendencia tiene que ver con el núcleo duro de la vida universitaria: las prácticas educativas. Estas prácticas suponen la conformación de nuevos perfiles estudiantiles y docentes, cuyos valores, principios, percepciones y actitudes determinan los procesos educativos universitarios cotidianos. Aunque el valor público y social de la educación se mantiene, las posibilidades de movilidad social ascendente parecen haber disminuido con los cambios en el mundo del trabajo y con el incremento de los umbrales de incertidumbres relacionadas con los empleos públicos y privados.
Estas cuatro grandes tendencias configuran cualquier mapa de futuros imaginables de la educación superior para el 2026. La resiliencia institucional, la crisis del financiamiento a las universidades públicas (que exige ya una operación de rescate financiero por parte del gobierno federal), el incremento de las tasas de abandono en los programas universitarios, la debilidad de la gobernanza sistémica, y los cambios en las prácticas educativas y los problemas de inserción laboral de los egresados, forman parte de la fenomenología de la educación superior en el horizonte del presente y del futuro inmediato. Bajo esas circunstancias es difícil colocar los anteojos claros del optimismo para anticipar el futuro. Por el contrario, los anteojos oscuros del pesimismo parecen más adecuados para vislumbrar lo que puede ocurrir el próximo año. Aunque tal vez valga la pena utilizar anteojos ámbar para conservar ciertos destellos de optimismo en los ojos, pero manteniendo la atención en que el futuro puede estar en nuestras manos, justo como apuntaba Neil Young hace medio siglo, con la tonalidad sombría de su voz y el sonido lúgubre de su guitarra.
Saturday, December 06, 2025
Libros
Tierras raras
Libros
Adrián Acosta Silva
(Reverso, 06/12/2025)
https://reverso.mx/tierras-raras-libros/
Los libros forman parte de los accidentados procesos civilizatorios de las sociedades contemporáneas desde su invención a mediados del siglo XV, gracias a los buenos oficios de Johannes Gutenberg. Configuran prácticas de lectura, alimentan conversaciones, estimulan la imaginación y las creencias individuales y colectivas. Son también parte de un mercado donde autores y lectores constituyen los eslabones básicos de una industria que florece como negocio y espacio de intercambios múltiples en que empresas editoriales e intermediarios establecen las reglas del consumo de libros.
Ello explica el florecimiento de ferias del libro como la de Guadalajara, que desde 1986 se ha convertido en un símbolo de la industria lectora y cultural de la ciudad. Espectáculo y negocio, espacio de debate y difusión de ideas, alimentada por un puñado de editoriales de distintas escalas, exhibiendo obras de autoras y autores más o menos célebres, que caminan entre multitudes más o menos interesadas en los libros. Entre mesas de discusión, presentaciones de libros, brindis, stands, restaurantes y bares, la FILG representa un proyecto anclado en la experiencia organizativa de la Universidad de Guadalajara, y el interés de las editoriales interesadas en promocionar a sus autores.
La feria es una empresa cultural además de un espacio de negocios. No es claro que ello signifique que el interés por la compra de libros o el aumento en las prácticas de lectura se haya incrementado en las últimas cuatro décadas, es decir, que la lectura se haya vuelto un hábito entre los miles de asistentes que concurren nueve días al año a los recintos donde se exhiben libros y se animan conversaciones. El consumo de libros es un fenómeno propio de las tierras raras del mundo bibliográfico, un fenómeno difícil de cuantificar, aunque en el pasado han existido esfuerzos por tratar de determinar el nivel de las prácticas de lectura en nuestro país.
Con todo, la feria es un espacio donde se ven, compran y, a veces, se roban libros, una práctica que desafortunadamente ha caído en desuso en los últimos años. Quizá ese era, o es, el indicador más claro del aprecio por los libros: hurtar libros como expresión del deseo de poseer ejemplares que de otra forma serían objetos inaccesibles para sus lectores. La temeridad, el riesgo, la ansiedad, la ambición, como motores de fechorías culturales propias del interés enfebrecido por coleccionar obras de papel que representan pequeños trofeos de papel colocados en los estantes o en las mesas de quienes cometen esos minúsculos actos de rebeldía, cálculo y desesperación.
En 2014 ocurrió algo al respecto. Tres estudiantes universitarios se robaron ochenta libros en aquella edición de la FIL. Un acto memorable, que bien merecería un homenaje y un par de estatuas. Simboliza el hecho de que robar un libro es humanizar la práctica de la lectura. Acerca más que cualquier otra cosa a los autores con sus lectores. Robar libros como la última de las bellas artes.
Thursday, December 04, 2025
Autonomía y democracia universitaria
Diario de incertidumbres
Autonomía y democracia universitaria
Adrián Acosta Silva
(Campus Milenio, 04/12/2025)
https://suplementocampus.com/autonomia-y-democracia-universitarias/
Un fantasma recorre el campus: el malestar con las prácticas de los gobiernos universitarios. Aunque sus apariciones suelen ser esporádicas, sus efectos pueden ser devastadores para la vida institucional. En la historia reciente de no pocas universidades públicas mexicanas y latinoamericanas, ese malestar se expresa ocasionalmente en protestas, reclamos y movilizaciones de profesores y estudiantes (ellas, ellos) que denuncian arbitrariedades, abusos e ilegalidades por parte de las autoridades universitarias, colocando en situaciones de ingobernabilidad a las propias universidades.
Algunos casos recientes permiten identificar los rasgos y los riesgos del gobierno de las universidades públicas autónomas. Uno es el caso de la Universidad Veracruzana (documentado ampliamente por Campus), sumergida desde hace meses en una crisis institucional por la decisión de la Junta de Gobierno para extender el período de gobierno del actual rector de esa universidad, a pesar de la ilegalidad e ilegitimidad de esa decisión política. Otro caso lo representa la Universidad Nacional de Colombia, donde un accidentado proceso electoral llevó a elegir a dos rectores: uno electo según las reglas al uso de esa institución, y otro electo por la mayoría de los estudiantes y profesorado universitario. Uno más tiene que ver con las movilizaciones por dotar de autonomía a instituciones jurídicamente heterónomas como la Escuela Superior de Administración Pública de Colombia (ESAP), un espacio universitario fundado en 1960 en la cual se forma el funcionariado público nacional colombiano.
Estos casos colocan nuevamente en el horizonte de la discusión pública el problema del gobierno de las universidades autónomas. Herederas de un antiguo reclamo democrático que llevó a la estructuración de regímenes autonómicos donde el co-gobierno o gobierno compartido entre estudiantes, profesores y directivos es el componente central de la lógica de su autogobierno, las universidades expresan las tensiones propias de los diversos intereses y actores que coexisten entre sus comunidades. Esa complejidad organizacional (el cogobierno) supone la desconcentración y descentralización de muchas decisiones académicas, ancladas es las escuelas, facultades e institutos de investigación que representan a las disciplinas y áreas del conocimiento que se desarrollan en las universidades.
No obstante, las formas y procesos de elección de sus autoridades suele ser el núcleo del problema del autogobierno. La hechura de leyes y normativas universitarias marcan las reglas del juego, aunque la dinámica de grupos y redes de poder determinan muchas de las prácticas institucionales. Juntas de gobierno, universitarias o directivas, colegios académicos, consejos universitarios, consultas, procedimientos y métodos electorales, configuran los espacios de participación y representación de las comunidades universitarias en los procesos políticos internos. La idea central de estas formas y espacios colegiados del gobierno universitario es que el poder institucional sea un poder distribuido, no centralizado, que obedezca a la lógica de producción, transmisión y difusión del conocimiento técnico, profesional o científico, no a los intereses políticos de grupos específicos.
Pero los límites y funciones de las autoridades son también objeto de las normativas universitarias que tienen que ver con la gestión de la autonomía. Y es aquí donde se encuentran las aguas profundas del malestar universitario: los excesos, la manipulación o el aprovechamiento de las funciones y recursos de las universidades para el beneficio de unos cuantos. Navegar entre esas aguas es el oficio de piratas y marineros expertos en el uso de la autonomía como instrumento de autoprotección política, y no como condición institucional para el ejercicio de las libertades de expresión, de cátedra e investigación que constituyen la racionalidad crítica de la vida académica de las universidades en los diversas disciplinas y campos del conocimiento. Es la vieja distinción kantiana entre la república del saber y la república del poder, entre la racionalidad científica y la racionalidad del Estado.
Lo que asoma en los horizontes nublados de la política universitaria es el debate sobre el ideal democrático asociado a las formas y métodos del gobierno de las universidades públicas autónomas. Y aquí ha surgido el problema de formas autocráticas de gobierno a cuya solución se le propone aplicar un nuevo aceite de serpiente: la “democratización” de la universidad. Aunque el enunciado mismo es ambiguo y sus expresiones son inevitablemente discutibles, ello supone la participación masiva de las comunidades universitarias para elegir rectores y directivos, a través de formas plebiscitarias o asambleístas de gobierno, en que las decisiones universitarias sean consultadas y avaladas por sus comunidades.
En contextos de autonomía el ideal democrático universitario es el cogobierno, y la “democratización” es el proceso orientado hacia la cristalización de ese ideal. La democracia universitaria significa expansión de oportunidades de acceso a la universidad de poblaciones excluidas, pero también participación y representación en los órganos colegiados, y de rendición de cuentas de sus autoridades. No obstante, los conflictos en torno a las formas de elección de las rectorías pueden conducir a efectos perversos o no deseados del ideal (el fin) y del proceso (el medio). Abre, o puede abrir, la puerta a reformas institucionales que, en nombre de la lucha contra la burocratización y corrupción real o imaginaria de los gobiernos universitarios, se orienten a la construcción de regímenes heterónomos que obedezcan a proyectos políticos externos a las universidades, donde el activismo y la politización salvaje ocupen el lugar central de las prácticas académicas de los universitarios. La relación entre autonomía y democracia universitaria es siempre una ecuación compleja, que no se resuelve con algoritmos simplificadores, y que requiere de una combinación de responsabilidad gubernativa, ética institucional y respeto a la legalidad y legitimidad que se han dado las propias universidades.
Estos temas fueron el objeto de varias reflexiones en el “Congreso Nacional sobre autonomía y democratización universitaria”, organizado en Bogotá por la ESAP, y al que fui invitado para explorar las varias dimensiones de la gestión autonómica de las universidades. El resultado fue la formulación de una agenda básica de investigación comparada que permita ofrecer evidencia y propuestas de políticas de reforma para las propias universidades, orientadas a mejorar los umbrales de calidad, coherencia y consistencia de la gobernabilidad y la gobernanza institucional en entornos complejos.
Thursday, November 20, 2025
Generación Z: fantasía y política
Diario de incertidumbres
Generación Z: fantasía y política
Adrián Acosta Silva
(Campus Milenio, 20/11/2025)
https://suplementocampus.com/generacion-z-fantasia-y-politica/
Las movilizaciones realizadas el pasado sábado en varias ciudades del país son expresiones de las tensiones políticas que habitan la nueva complejidad social y cultural que caracteriza a la sociedad mexicana del primer cuarto del siglo XXI. Enaltecidas por algunos y descalificadas por otros, esas movilizaciones significan formas de protesta que se asumen como apartidistas, democráticas, antiautoritarias, libertarias, producto del hartazgo contra las violencias e inseguridades que padecen especialmente las y los jóvenes de distintas regiones del país.
Entre las causas, los métodos y las formas que asumen las multitudes que se movilizaron ese sábado, se pueden identificar componentes de varias pócimas sociopolíticas. Críticas a la gestión del gobierno de Morena y sus aliados, pero también de otros gobiernos locales y estatales dominados por partidos como Movimiento Ciudadano, el PAN, el PRI y sus diversas coaliciones políticas; reclamos por la ola de violencias, desapariciones y asesinatos cometidos por las redes criminales que dominan a gobiernos y sociedades locales; protestas contra la corrupción y la ineficacia gubernamental en distintas escalas; descalificaciones a los partidos políticos y a sus liderazgos.
Ese cóctel de reclamos ha sido apoyado o promovido por grupos y partidos de la derecha, de manera abierta o sigilosa, de los cuales se han deslindado algunos de los organizadores de las protestas en distintos momentos. Muy visiblemente, medios de comunicación asociados a la empresa de TV Azteca, liderada por su dueño, el vociferante Raúl Salinas Pliego, dieron una amplia cobertura a ese acontecimiento. Pero las movilizaciones también fueron descalificadas de antemano por la propia presidenta Sheinbaum en varias mañaneras de la semana pasada, argumentando que eran artificiales, “un engaño”, promovidas por las redes digitales a través de granjas de bots, patrocinadas por grupos identificados como sus opositores, a los que denomina “los mismos de siempre”.
Las movilizaciones fueron atribuidas por algunos promotores, medios y analistas a la “Generación Zeta”. Sin embargo, ¿qué es esa generación y qué representa? En la arbitraria jerga juvenilista de la época, tan inclinada a etiquetar a diversos grupos poblacionales a partir de sus edades -“baby-boomers”, “X”, “milennials”, “centennials”, “generación de plata”-, la generación Z es considerada como el grupo etario que nació entre finales de los años noventa y comienzos de la segunda década del siglo XXI. Se le atribuyen varios componentes: nativos digitales, familiarizados con uso de redes sociales, escolarizados, hijas e hijos de clases medias urbanas. Pasaron su niñez viendo series de anime como One Piece, una producción japonesa que mezcla componentes de violencia, sexualidad y fantasías de muy diversos tipos, que incluyen de manera relevante su rebelión frente a gobernantes dictatoriales, autoritarios y tiranos.
Riqueza, fama y poder son los componentes del tesoro de un mítico pirata que buscan los protagonistas de esos dibujos animados. Pero en los últimos años de la serie, el giro incluye la lucha contra las injusticias, el racismo, la corrupción, la discriminación y la desigualdad. La bandera de la serie es una calavera, y los promotores de la marcha le agregan un sombrero, en vago homenaje a Carlos Manzo, el presidente municipal de Uruapan asesinado hace unas semanas en esa ciudad michoacana. En México y otros países, estas movilizaciones agitan las banderas de la libertad y la paz como emblemas de sus manifestaciones públicas.
Parece claro que las marchas del sábado son expresiones que mezclan los diversos intereses y actores políticos que configuran las fuerzas de oposición a los oficialismos nacional y locales. Después de todo, toda manifestación púbica es siempre una expresión política a favor o en contra de algo, un hecho que representa cierto tipo de creencias y convicciones ideológicas en torno a asuntos críticos de la vida pública. Más allá de las simpatías o antipatías que generan este tipo de movilizaciones, el hecho en sí mismo representa una expresión política acaso insuficiente pero legítima de algunas de sus causas y de sus formas.
Lo lamentable de estas movilizaciones es el oportunismo de algunos personajes como el expresidente Fox y líderes panistas y priistas, que se combinaron con las imágenes de violencia que se suscitaron en el zócalo de la ciudad de México o frente al Palacio de Gobierno de Jalisco en Guadalajara, donde escenas de vandalismo protagonizadas por los grupúsculos asociados al “bloque negro”, con la parafernalia de siempre (capuchas, ropa oscura, piedras, palos, petardos), agredieron a policías y ciudadanos, y que fueron respondidos por las autoridades locales con detenciones y golpizas a agresores, pero también a personas inocentes. Ese tipo de violencia acompaña casi siempre las manifestaciones públicas y empaña los esfuerzos pacificadores que proclaman sus organizadores y críticos.
No es claro cuál es el significado político y las implicaciones socioculturales que estas expresiones pueden tener en el marco de la simplificación y polarización ideológica e interpretativa que domina la vida pública mexicana en los últimos años. La languidez mortecina que caracteriza a las fuerzas de oposición al oficialismo gobernante parece buscar o propiciar nuevas fuentes de oxígeno relacionadas con los jóvenes reales e imaginarios de la generación Z, donde se mezclan fantasías manga con realidades de malestar e insatisfacción por el orden de los hechos y de las cosas. Frente al espectáculo de ilusiones, descalificaciones, oportunismos, violencias y política, queda la incómoda sensación de que estamos viendo “un marco sin cuadro, un espejo sin luna”, justo como describía Saul Bellow en El viejo sistema esos momentos de confusión reflexiva en la vida de los individuos y de las sociedades.
Thursday, November 06, 2025
Desigualdades de nueva generación
Diario de incertidumbres
Expansión y desigualdades de nueva generación
Adrián Acosta Silva
(Campus Milenio, 06/11/2025)
https://suplementocampus.com/expansion-y-desigualdades-de-nueva-generacion/
La experiencia internacional acumulada sobre los procesos de expansión y diversificación de la educación superior indica que la ampliación de la cobertura de la educación terciaria disminuye relativamente la desigualdad en el acceso, pero mantiene rezagos y provoca la aparición de nuevas y más complejas desigualdades sociales. Esta tesis ha sido probada por numerosos estudios en diversas regiones y países del mundo. La paradoja es evidente: la masificación y universalización del acceso no implican la desaparición de las desigualdades sino su transformación.
Los ideales meritocráticos que están detrás de los procesos de expansión educativa explican, en parte, el reconocimiento del derecho a la educación superior en prácticamente todo el mundo desde los años noventa, cuando fue definida por la UNESCO y otros organismos internacionales como un bien público. Las múltiples combinaciones entre el papel del Estado y del mercado en la ampliación de las oportunidades de acceso se constituyó como una de las claves de las políticas de masificación y diversificación de las opciones públicas y privadas. No obstante, los efectos de las intervenciones estatales o la participación del mercado han sido insuficientes para garantizar que el acceso masivo se traduzca en procesos consistentes de movilidad social ascendente para los universitarios de primera generación de sus familias, que son los que se incorporaron masivamente a la expansión de la educación terciaria desde finales del siglo XX.
Este tema y sus complejidades son abordados en el más reciente número de la revista argentina Pensamiento universitario, una publicación con más de dos décadas de existencia que ha sobrevivido a las restricciones presupuestales que padecen muchas revistas universitarias latinoamericanas, y que en su número 23, de octubre de este año, aparece en medio del acoso político y el castigo financiero sin precedentes al que el gobierno de Miley ha sometido a las universidades públicas de ese país en los últimos dos años (https://www.pensamientouniversitario.com.ar/index.php/home-pensamiento-universitario-23/revista-23/)
El número incluye como material central un dossier titulado “La universidad frente a las múltiples desigualdades. Política, experiencias, sujetos”, y los temas abordados incluyen los casos de Brasil, Chile, Colombia y Argentina, y lo encabeza un provocador texto de Francois Dubet sobre las paradojas de la masificación de la educación superior en Francia y Europa. A ello se agregan las contribuciones de Adriana Chiroleu, Helena Sampaio, Javier Campos, René Guevara y Ana García de Fanelli sobre las contradicciones, mitos y realidades de las relaciones entre masificación y desigualdad de la educación superior en el contexto latinoamericano del siglo XXI.
Una de las claves de lectura de esos materiales tiene que ver con la sociología de las desigualdades en la educación terciaria. Como ocurre con las propias políticas públicas diseñadas e implementadas para hacer efectivo el derecho a la educación universitaria, enfrentamos desde hace tiempo una ola de desigualdades de nueva generación. Las viejas desigualdades tenían una clara marca de clase en el acceso, lo que significaba que solo las élites podían acceder a estudiar una carrera universitaria, lo que dio por resultado la configuración de la universidad aristocrática y elitista, cuyas claves de exclusión de millones de jóvenes se centraban en el capital social, el estrato de origen, el género y el ingreso económico de sus familias.
La segunda ola de desigualdades se caracterizó por el acceso masivo a la educación superior, derivado del modelo desarrollista que impulsó la creación de una poderosa clase media urbana que pobló las aulas universitarias en América Latina, y cuyo resultado configuró el modelo de la universidad mesocrática que hoy conocemos. En esta ola, el financiamiento público y la expansión de las ofertas privadas se constituyeron como los mecanismos institucionales de segmentación de los sistemas de educación superior, disminuyendo el peso de la clase social y el ingreso económico de los jóvenes y sus familias, pero incrementando la influencia del territorio, el género y las identidades culturales de las poblaciones jóvenes en las posibilidades de acceso, permanencia y egreso en las universidades.
La tercera y más reciente ola de desigualdades tiene que ver ya no con el acceso masivo al ingreso sino con la inserción a las universidades y carreras profesionales más atractivas y prestigiosas públicas o privadas, que generalmente se asocia con la calidad y el éxito profesional de la inserción laboral de sus egresados. Asimismo, las nuevas herramientas de la formación universitaria (en especial la IA), están teniendo un impacto considerable en las brechas de aprendizajes entre poblaciones estudiantiles heterogéneas, cuyas capacidades son muy diversas, y donde los más aptos son los que provienen de los estratos y orígenes sociales medios y altos.
Las nuevas desigualdades mezclan rezagos y brechas sistémicas acumuladas con la aparición de nuevas brechas de formación y aprendizajes en el acceso y el egreso a la educación superior. Hoy, sólo el 23% de los jóvenes de los quintiles de ingreso económico más bajos de la población tienen acceso a la educación terciaria, contra el 136.5% del quintil más alto. El acceso a las carreras con mejores posibilidades de éxito laboral son las que exigen mayores habilidades y conocimientos derivados de las formaciones escolares previas (adquiridas en la educación básica y media superior), pero donde también influyen los contextos sociales de origen de las y los estudiantes.
Estos temas son explorados en las páginas de Pensamiento universitario, y vale la pena revisarlas para tener una imagen más clara del perfil de las nuevas desigualdades sociales en la era de la de la expansión, masificación y universalización de la educación superior en la América Latina del segundo cuarto del siglo XXI.
Tuesday, November 04, 2025
Springsteen
Tierras raras
Springsteen
Adrián Acosta Silva
(Reverso, 03/11/2025)
https://reverso.mx/tierras-raras-springsteen/
Una de las virtudes más apreciadas por los habitantes de las tierras raras del rock es el lenguaje que representa. Escuchar canciones es un ejercicio de memoria e imaginación a la vez que un pequeño ritual celebratorio. A pesar de la relativa decadencia del género, opacado por los nuevos sonidos de la aldea virtual, el rock sobrevive gracias a su potencia interpretativa, a sus giros estilísticos y narrativos, o a su resiliencia en tiempos oscuros.
Springsteen: Deliver Me From Nowhere (2025) es un retrato minimalista de esa historia de música, resistencia y magia. Centrado en la larga trayectoria de Bruce Springsteen (New Jersey, 1949), la película ofrece las postales de un momento depresivo en los inicios de la carrera de uno de los rockeros más célebres de ese género bastardo que convoca cientos de voces, estilos y sonidos. Se trata de la grabación de Nebraska, en 1982, cuando Springsteen, agobiado por el éxito comercial de tres de sus obras previas -Born To Run (1975), Darkness On The Edge of Town (1978); y The River (1980)-, y antes de lo que sería su mayor éxito discográfico -Born in the USA (1984)-, decide refugiarse en la habitación de una solitaria cabaña para grabar en solitario un casete que posteriormente sería considerado como uno de los mejores discos de su carrera.
Nebraska es una pieza central del perfil polifónico de Springsteen, mezcla de folk, country, blues y rock. Una obra tallada a mano que mezcla emociones de muerte y desolación, nostalgia y tristeza, melancolía y esperanzas. Entre el catálogo de los 21 discos de estudio que ha grabado “The Boss” a lo largo de su vida -desde Greetings From Asbury Park N.J. (1972) hasta Only the Strong Survive (2022)-, Nebraska ilumina el ciclo depresivo que lo invade desde muy joven, y cuyos demonios combate a través de la composición, la música y los conciertos.
La película inspirada en la atmósfera de Nebraska contrasta con la furia de los conciertos que ofrece desde los años ochenta. “Libérame de ninguna parte” (la traducción libre del subtítulo de la película), registra una de las frases emblemáticas de ese disco, y permite a curiosos y seguidores de la música del “Jefe” acercarse a las complejidades vitales de la persona y el personaje.
Nadie entiende bien las complejas hechuras que animan la vocación, las ilusiones y el interés de los rockeros por ocupar un lugar en la mesa. Tal vez, como señaló el propio Springsteen en una entrevista reciente, ese género se alimenta de “gente que no tiene qué hacer ni sabe a dónde ir”, describiendo su propia experiencia iniciática. Hoy, a sus 76 años, The Boss representa el pasado y el presente del rock, y ya no su futuro, como sentenció a finales de los setenta el crítico Jon Landau cuando presenció uno de sus conciertos en algún antro del Greenwich Village de Nueva York. Quizá en la casa de mil guitarras que contiene el alma y la razón de Springsteen resuenan los ecos de las palabras que escribió Saul Bellow para referirse a la experiencia humana: “La vida es un río, pero nosotros somos el agua”.
Thursday, October 23, 2025
Épica negra
Diario de incertidumbres
Épica negra
Adrián Acosta Silva
Campus-Milenio, 23/10/2025
https://suplementocampus.com/epica-negra/
Los recientes hechos de violencia y bloqueo de instalaciones ocurridos en diversos planteles de la UNAM confirman que algo ocurre desde hace tiempo en las aguas profundas de nuestra vida social. Ya no son solo expresiones de malestar y protesta contra crímenes sucedidos en las escuelas o contra las autoridades universitarias, o contra cualquier forma de autoridad en general, sino estallidos aparentemente aislados que, no obstante, configuran un patrón de comportamientos enraizados entre algunos núcleos específicos de la población urbana asociados a la acción directa y uso de la violencia como recurso cotidiano de sus acciones.
Antiguamente, en lenguaje marxista, a esas poblaciones se les denominaba “lumpenproletariado”, para referirse a grupos sociales marginados en el desarrollo del capitalismo y que escapaban a la lógica de la acción organizada y colectiva de obreros y campesinos, concebidos como las vanguardias de una imaginaria revolución comunista. El lumpenproletariado servía para cualquier cosa: grupos de choque, mercenarios, soplones, infiltrados, financiados por el Estado o por grupos políticos para intimidar, debilitar o destruir los movimientos de protesta dirigidos a la transformación organizada de la sociedad frente a las injusticias y desigualdades propiciadas por las asimetrías de las relaciones de poder entre el capital y el trabajo.
Con el desarrollo del capitalismo y el ascenso de las democracias (una fórmula siempre llena de tensiones, contradicciones y paradojas), las poblaciones lumpen fueron disminuyendo, pero nunca desaparecieron. Hoy, con los fantasmas de la crisis bifronte de la democracia representativa y la economía del bienestar, nuevas formas del lumpenproletariado han resurgido con fuerza por todos lados y habitan los circuitos de la economía criminal, la violencia política y la delincuencia organizada. Ese es el ruido de fondo de los actos vandálicos que dominan la atención de medios y redes en las calles o en los campus universitarios.
El lenguaje de la polarización acompaña la lógica destructiva de la furia y el rencor de los grupos pseudoanarquistas que atacan a otros ciudadanos, incendian vehículos o lanzan bombas molotov contra edificios y policías. Vestidos de negro, con tapabocas y capuchas que ocultan sus rostros, esos grupos neo-lumpen deambulan por calles y avenidas provocando disturbios que se alimentan de una espiral de miedo y temor entre ciudadanos y autoridades. No son nuevas representaciones de los outsiders que se desvían de las reglas establecidas, que se agrupan o flotan aislados, silenciosos y discretos entre las hechuras del tejido social, sino grupos radicalizados, compactos, que tratan de imponer los códigos de la violencia entre las multitudes.
La sociología o la antropología de la violencia social y política de los tiempos que corren tiene un enorme desafío explicativo por delante. Los grupúsculos y tribus que protagonizan un día sí y otro también las violencias como instrumentos de protesta para casi cualquier cosa, actúan como perros de reserva que son soltados para dinamitar todo intento racional por construir acuerdos y asegurar umbrales mínimos de confianza en las instituciones, sus comunidades y autoridades. La expansión de conductas anómicas ha dado lugar a una épica negra centrada en la intimidación a través del uso o exhibición cadenas, de palos y piedras, navajas y cuchillos, cohetones, bombas molotov y gritos incendiarios.
Varias causas parecen ser las fuerzas motrices de la lógica anómica de esos grupos. Marginación, individualismo salvaje, búsqueda de estrategias de supervivencia, tráfico de drogas, secuestro, nuevos y viejos pandillerismos, cultura de la violencia, desvanecimiento de los códigos básicos de convivencia social, resentimientos acumulados, oportunismos políticos, forman parte de los factores causales de los fenómenos observables a través de los espejos de las violencias cotidianas que ocurren en prácticamente todo el país, todos los días.
Frente a estos episodios de violencia, no pocos comienzan a naturalizarla, lo que se traduce como tolerancia voluntaria y ciertas dosis de complicidad involuntaria. Las implicaciones destructivas y disolventes de toda forma de cohesión social diluyen la capacidad de imponer límites y autocontención a las conductas violentas que socavan rápidamente la confianza social en la legitimidad de las instituciones y sus autoridades. La legitimidad de la violencia es gobernada por una lógica anti-sistémica, que disminuye toda forma de legitimidad institucional, lo que configura un territorio de apatía y desconfianza potencial o realmente generalizada sobre nuestras capacidades básicas de convivencia, respeto y tolerancia.
Que la ley de la jungla aparezca esporádicamente en las escuelas universitarias es una señal de alerta. Los problemas de salud mental y emocional que afectan a no pocos jóvenes universitarios y que se resuelven en crímenes de odio, homicidios, feminicidios, explosiones de desesperación y cargas de ansiedad acumuladas durante y después de la crisis del COVID-19, son también parte de las peculiares formas de malestar que se expresan en los campus universitarios, pero que son aprovechadas por algunos para promover conductas anómicas que favorecen climas de inseguridad en esas casas que son, o deberían ser, los espacios más importantes para el ejercicio de la razón y la civilidad de la sociedades contemporáneas.
Frente al espectáculo y las secuelas ominosas de los comportamientos criminales, la erosión de los lazos de confianza acumulados durante generaciones favorece a las fuerzas que aspiran al retorno al estado de naturaleza dominado por la imagen de la jungla hobbesiana. La imposición de ese orden imaginario afecta no solo a la sociedad sino también, y principalmente, al Estado mismo. ¿Dónde está la autoridad? ¿Qué hacer con los depredadores? ¿Quiénes son? ¿Por qué están ahí? Son algunas de las preguntas básicas para reconstruir el mapa y el territorio de los protagonistas de las violencias que amenazan la vida en el campus y sus alrededores. De no ofrecer respuestas a esta cuestiones básicas, el endurecimiento de nuestros déficits de comprensión, indolencia y pasmo seguirá alimentando las misas negras que celebran la violencia como recurso legítimo en el horizonte político de nuestra convivencia social.
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