Thursday, April 03, 2025

Un siglo de la U de G (3): la disputa republicana

Diario de incertidumbres Un siglo de la U de G (3): la disputa republicana Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 03/04/2025) https://suplementocampus.com/un-siglo-de-la-udeg-iii-la-disputa-republicana/ Cuando estalló la guerra de independencia en 1810, la Real Universidad de Guadalajara era una institución en proceso de consolidación de su legitimidad intelectual, política y social en la capital del todavía reino de la Nueva Galicia. Sólo habían pasado menos dos décadas desde su fundación en 1792. La población de la capital había experimentado un crecimiento poblacional significativo a lo largo del siglo XVIII. Según datos disponibles, la ciudad que en 1713 tenía sólo 7 mil habitantes había alcanzado la cifra de 35 mil en el año de 1800, aunque solo unas decenas de esa población estudiaban el bachillerato o algún tipo de estudios superiores. Pero este incremento demográfico había ocurrido también en un contexto sociopolítico habitado por nuevos actores que demandaban cambios profundos en la Nueva Galicia y la Nueva España. La idea fundacional de la universidad, consistente en la creación de una institución legítimamente constituida para la formación religiosa y civil de la población tapatía, se había agotado a comienzos del siglo XIX. Las élites criollas y mestizas alimentaban un creciente descontento contra el centralismo español y novohispano. La rebeldía contra el requisito de linaje o pureza de sangre como requisito de acceso a la universidad había marcado una distancia política, de clase y étnica a los pobladores de la Nueva Galicia para ingresar a la Real Universidad de Guadalajara. Ese descontento abrevó en la simpatía de muchos pobladores con la idea de la independencia de España y la construcción de una república federalista y democrática, que incluía la necesidad de una educación reformada como la principal base moral, técnica y científica del nuevo orden institucional. Paradójicamente, algunos de los casi mil egresados de la Real U de G entre 1792 y 1821 (880 bachilleres y 119 licenciados y doctores) eran parte de las nuevas élites políticas novogalaicas rebeldes a la dominación española y al centralismo novohispano. Pedro Moreno (militar insurgente), Valentín Gómez Farías (médico, pensador liberal y presidente de México en cinco ocasiones), Anastasio Bustamante (también médico, pensador conservador y presidente y dictador de las causas realistas), el matemático José María Mancilla, los primeros gobernantes del naciente estado de Jalisco (Juan Nepomuceno Cumplido, Pedro Támez), o Francisco Severo Maldonado (filósofo y sacerdote católico, fundador del primer periódico independentista latinoamericano: El despertador americano), fueron algunos de los personajes que hicieron posible la transición de la Nueva Galicia al “estado libre y soberano de Jalisco” en junio de 1823. Jalisco fue la primera entidad en autodenominarse de ese modo, y pionero en el diseño de un futuro liberal y federalista para México. El largo siglo XIX sería el escenario de las luchas entre liberales y conservadores por la conducción del rumbo del nuevo país, y las universidades serían parte de los espacios en disputa, sujetas a los cambios en el poder entre las fuerzas liberales y las conservadoras. Entre 1821 y 1825, la Real U de G mantenía su funcionamiento según ordenanzas reales españolas, conservando las tradiciones escolásticas del modelo de la Universidad de Salamanca. Pero es en el año de 1825 cuando ocurre su primera interrupción de actividades al ser clausurada por el gobernador Prisciliano Sánchez, y sustituida por un modelo de enseñanza liberal, con la creación del Instituto de Ciencias (I de C) entre 1827 y 1834, que incluía la formación universitaria y normalista. No obstante, con el regreso de los conservadores al poder político regional y nacional, en 1834 el Instituto es clausurado y la Real U de G es reabierta por un período breve (1834-1839) para, posteriormente (entre 1853 y 1860), funcionar como “Universidad Nacional de Guadalajara”, fusionada con el I de C. Fue el único y último momento en que la Universidad existió bajo esa denominación, pues en 1860 ocurre la clausura definitiva de la institución en el contexto de una nueva constitución federal (la de 1857) que confirmaba el triunfo de la razón liberal en el ámbito educativo, que incluía a la enseñanza universitaria. Ese período sin universidad en Jalisco (el interregno), se alargó durante más de seis décadas (1861-1924), en el transcurso de las cuales la reapertura del I de C y el surgimiento de las “Escuelas Libres” fueron los espacios formadores de varias generaciones de médicos, ingenieros, abogados, farmacéuticos, dentistas, y una “Escuela Comercial para Señoritas”. Esta accidentada historia universitaria no era más que el reflejo de los que ocurría en una sociedad que no acababa de consolidar sus arreglos políticos y sociales. Con el inicio del porfiriato, nuevas ideas y corrientes alimentarían la necesidad de repensar la posibilidad de la creación de una nueva universidad para un país en construcción. El pasado clerical y conservador de las instituciones universitarias había sido sellado con la separación entre el Estado y la Iglesia contenido en la constitución del 57, y ello abría la posibilidad de vislumbrar un nuevo tipo de instituciones públicas formadoras de bachilleres, profesionales y científicos para impulsar el desarrollo social, económico, político y cultural del país. Así, mientras en el año de 1910, en el ocaso de su dictadura, el propio presidente Díaz inauguraba la Universidad Nacional de México, en Jalisco, al triunfo de la revolución mexicana, en 1925 y, en el marco de la nueva constitución de 1917, el gobernador José Guadalupe Zuno decretaba la creación (refundación) de la Universidad de Guadalajara, nombrando su primer rector al bachiller, abogado y pensador liberal Enrique Díaz de León. Una nueva idea de universidad abrazaba los proyectos institucionales: la idea de la universidad pública. Era una idea en ciernes, no exenta de polémicas apasionadas e intereses encontrados, alimentada por las tensiones entre el pensamiento liberal y el pensamiento revolucionario. Una era la expresión de las ideas liberales de cátedra y de investigación. La otra, la del compromiso de la universidad con las reformas revolucionarias. En el caso de la U de G, la apuesta era de sumarse a las causas populares y revolucionarias, adhiriéndose a un perfil predominantemente heterónomo y no autónomo de la universidad. El lema “Piensa y Trabaja”, propuesto por el rector Díaz de León, y apoyado por el consejo universitario en su primera sesión solemne, simbolizarla la búsqueda de una identidad institucional durante la turbulenta primera década de existencia (1925-1935) de la moderna U de G.

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