Wednesday, May 26, 2010
La rebelión de las sotanas
Estación de paso
La rebelión de las sotanas
Adrián Acosta Silva
Señales de humo, Radio U. de G., 27 de mayo, 2010.
Examinemos los principios religiosos que, de hecho, han prevalecido en el mundo. Es difícil no convencerse de que no son otra cosa que los sueños de unos enfermos.
David Hume, Ensayos morales y políticos, 1742.
La Iglesia Católica mexicana es capaz de encontrar causas para subrayar su importancia y superioridad moral en cualquier asunto, en cualquier lugar, en cualquier tiempo. Sabe que el diablo está en los detalles y en ellos se concentra de manera obsesiva para denunciar, pontificar, acusar, descalificar. La lista es larga y no tiene desperdicio: desde hace 17 años hizo del asesinato de un cardenal una cruzada para demostrar que hubo un complot de propósitos inconfesables; hace de la guerra cristera del siglo pasado una gran causa para canonizar a sus soldados, y transformarlos con la bendición papal en mártires y santos; construye iglesias y santuarios para mostrar su poder sobre almas y cuerpos; se atribuye el monopolio de la verdad para saber cuando Dios decide la vida y cuando la muerte, y confiando en esa sabiduría de origen extraterrestre se opone a cualquier intento de interrupción de embarazos, abortos protegidos, matrimonios entre homosexuales, adopciones, manifestación de preferencias éticas, políticas o sexuales. En fin. La misma y vieja iglesia de siempre, con sus súbditos laicos de siempre, la “puta de babilonia” de las páginas del Apocalipsis, como le denominaron los albigenses a la iglesia romana desde el siglo XI.
Esta es la forma de hacer política por parte de arzobispos y cardenales. Vestidos con intimidantes sotanas púrpuras, y armados con báculos e incienso, los curas y sus monaguillos clericales y laicos ejercen presión desde los medios y entre sus fieles, incluyendo a buena parte de los políticos profesionales de todos los partidos. Intentan controlar la agenda pública, propiciar decisiones políticas, intervenir en los asuntos privados y de gobierno. El último de los casos es el precipitado anuncio que hizo la Arquidiócesis de México de un boicot de la iglesia al Censo de Población y Vivienda 2010 que está por arrancar, y que como se sabe es un ejercicio de información estadística que se realiza desde el año de 1890 para conocer el estado que guarda la población mexicana en múltiples aspectos, entre ellos el de sus creencias religiosas.
Según la nota aparecida en el diario Público- Milenio el lunes pasado (24/05/2010) el argumento de la iglesia es, digamos, de carácter técnico: se trata de la manera en que está planteada la pregunta sobre la religión a la que pertenecen los miembros que viven en una casa, y que ofrece 12 posibles variaciones sobre la respuesta “católica” en caso de que la hubiera. La iglesia plantea su diatriba con una descalificación, como es costumbre de la santa casa: “Censo tramposo”, diseñado para “manipular los números con fines perversos particulares”, dice la nota.
El acusado tono de escándalo de la clerecía nacional tiene que ver con el hecho de que el estudio de las religiones ha mostrado desde hace tiempo que la religión católica se ha fracturado en un conjunto de sub-religiones, o mini-religiones, que se orientan con creencias más y más alejadas del núcleo ortodoxo de la vieja iglesia católica, apostólica y romana que todos conocemos. Más aún: el catolicismo ha perdido el monopolio de la fe, y compite con otras creencias, religiones, iglesias y sectas que se disputan ferozmente el derecho de educar las almas perdidas, de elevar oraciones y recibir las limosnas de los feligreses. El escepticismo ha ganado adeptos, y prácticas como la unión libre, el divorcio, la homosexualidad, han ganado legitimidad entre los mortales. Si a ello se agregan los escándalos generados en el seno de la propia iglesia –el padre Maciel, por ejemplo- lo que tenemos es el espectáculo de curas haciendo política en el ámbito público, tratando de mantener en el centro mediático su presencia e imágenes, luchando contra todo intento por mostrar el deterioro de la iglesia en las prácticas cotidianas de ciudadanos cuyas creencias han cambiado de manera importante e inevitable en los últimos años. A eso los científicos le llamarían evolución o modernización, pero la evolución no es un término que agrade mucho a cardenales y curas.
En fin. Tal vez hay que recordar las palabras de Albert Einstein respecto del pensamiento religioso como “un intento de encontrar una salida allí donde no hay puerta”. Y la oligarquía católica mexicana se ha convertido en una verdadera experta en el duro oficio de buscar puertas inexistentes. Temerosa de evidenciar su descenso en las preferencias religiosas de los mexicanos, ahora se ha lanzado contra un ejercicio del Estado para dar a conocer lo que muchas otras encuestas y estudios han mostrado desde hace tiempo: el declive del catolicismo.
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