Estación de paso
Aprendices: la idea y las políticas
Adrián Acosta Silva
(Campus-Milenio, 2 de agosto, 2018)
El Presidente electo y sus asesores comenzaron a operar en “modo transicional” al día siguiente de la elección. Eso significó una señal poderosa, y práctica, para dar la vuelta de página al “modo electoral” y preparar el camino del “modo gubernativo” que iniciará formalmente el 1 de diciembre. Entre una oleada de reuniones privadas, acercamientos políticos y declaraciones públicas, AMLO comenzó los contactos y conversaciones con sectores y actores clave de los distintos campos de políticas, para diseñar la agenda gubernamental de la “cuarta gran transformación nacional” que ha colocado en el centro de su relato político desde hace años.
Una de las muchas cosas que anunció en medio de este en ocasiones atropellado activismo postelectoral, es la de comprometer a los empresarios organizados en el Consejo Coordinador Empresarial a contratar a jóvenes universitarios como aprendices en sus lugares de trabajo. El gobierno apoyaría a esos jóvenes con una beca de 3,600 pesos mensuales durante un tiempo determinado (no se ha precisado cuánto tiempo ni cómo), por lo que los empresarios no desembolsarían ni un peso. Esa es una manera de subsidiar a las empresas, que se beneficiarían de una mano de obra calificada y barata, pero también, presumiblemente, los jóvenes serían beneficiarios al poder desarrollar experiencia, competencias y habilidades laborales complementarias a sus estudios. En teoría, es un típico esquema de ganar-ganar: gobierno, empresas y jóvenes aprendices.
El problema, como siempre, son los detalles, enfoques y alcances de la idea. En primer lugar, está el problema de determinar qué jóvenes y qué sectores se podrían involucrar en este esquema de cooperación. Los estudios sobre jóvenes universitarios han proporcionado evidencias irrefutables de que la diversidad es la característica central de ese segmento, y eso incluye el modo como combinan estudios y trabajo a lo largo de su formación escolar. En las universidades públicas y en buena parte del sector público no universitario de la educación superior (centros técnicos profesionales, institutos tecnológicos, normales) la mayor parte de los estudiantes ya trabajan mientras estudian, y según algunas investigaciones empìricas, muchos de ellos manifiestan que lo hacen en espacios laborales coherentes con las carreras que estudian (por ejemplo, los ingenieros civiles, los contadores o los abogados, que suelen incorporarse tempranamente a despachos profesionales justamente como aprendices).
Esto significa que una parte importante de los potenciales beneficiarios del programa con empresarios ya tienen una experiencia laboral acumulada y valiosa, aunque escasamente reconocida. Sin embargo, existen también otro segmento de jóvenes que ya cuenta con becas que les permiten dedicarse de tiempo completo a sus estudios, a través de programas orientados deliberadamente a la mejoría de los indicadores institucionales de eficiencia terminal de la educación superior. Otros, son estudiantes de tiempo completo que no tienen becas (ya sea por su origen social alto, o porque no obtienen los promedios mínimos de calificación que exigen los programas de becas), y que, probablemente, serían el segmento más beneficiado de su incorporación como aprendices en empresas.
En segundo lugar estaría el tipo de organizaciones que participarían como los lugares de entrenamiento/capacitación laboral de los jóvenes. Quizá carreras como las ingenierías electrónicas, contaduría, administración de negocios, relaciones públicas, algunas especialidades del derecho, arquitectura, o agronomía, sean formaciones profesionales más o menos relacionadas con el sector privado de las empresas. Pero ¿qué pasa con las formaciones predominantemente públicas como la medicina o el derecho, o las que tiene su sitio laboral en la propia academia o en el sector educativo como los físicos, los matemáticos o los filósofos? ¿cómo articular los diversos tipos de empresas o espacios laborales con los diversos tipos de estudiantes? No hay empresas ideales ni estudiantes ideales. Lo que hay son empresas y estudiantes reales, diversos, complejos, que se forman en carreras universitarias concretas, con contextos laborales específicos.
Por último, está el asunto del sector público. Muchos estudiantes universitarios se incorporan o incorporarán a espacios laborales gubernamentales, sean federales, estatales o municipales, o en organismos públicos descentralizados. Algunos se instalarán en el sector educativo, mientras que otros –cada vez más- deciden prolongar sus estudios hacia la maestria o hacia el doctorado. ¿Como se contemplan estas realidades de los comportamientos estudiantiles en el programa de aprendices? ¿Qué pasa con los programas de prácticas profesionales que muchas instituciones de educación superior han introducido en la currícula de sus programas de licenciatura para mejorar la “empleabilidad” de sus estudiantes y egresados?
Detrás del proyecto de aprendices universitarios parece sonar la música de la “formación dual” que la experiencia alemana ha tratado de exportar a otras universidades y gobiernos, con escaso éxito debido a las condiciones en las que operan las relaciones de las empresas públicas y privadas y las universidades en ese país. Y ya se sabe que no es una buena idea tratar de transplantar modelos con todo y contextos. Tal vez por ello sea necesario una mayor cautela y más precisión conceptual y práctica de una idea que vale la pena ser discutida para proporcionar límites, sentido y factibilidad en su traducción institucional como política pública.
Wednesday, August 08, 2018
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