Thursday, December 15, 2022

El fantasma del precariato

Estación de paso El fantasma del precariato Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 15/12/2022) https://suplementocampus.com/el-fantasma-del-precariato/ Un fantasma recorre el mundo: el fantasma de la precarización. La metáfora tiene su origen en las primeras líneas del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, cuando, en plena revolución de 1848, escribieron que el comunismo era “un fantasma que recorre Europa”, como expresión de los conflictos sociales, políticos y económicos que padecía el capitalismo industrial en Francia, Alemania o Inglaterra. Hoy, nuevos tipos de conflictividad y de tensiones recorren a las sociedades en el mundo, y otros fantasmas aparecen en el horizonte. Uno de ellos es el de la precarización de las condiciones de vida de millones de hombres y mujeres en prácticamente todas las sociedades nacionales. El fantasma no es una ilusión. Consiste en el deterioro del ingreso salarial, el incremento de la inseguridad social, la inestabilidad o exclusión laboral, y los problemas de integración y cohesión de jóvenes y adultos al mundo del trabajo y la producción. La precarización es especialmente visible entre los jóvenes con baja escolarización, pero también ha comenzado a aparecer con fuerza entre los jóvenes egresados de las instituciones de educación superior. Aunque la crisis pandémica ha tenido un impacto severo en el deterioro de las oportunidades laborales de los jóvenes universitarios, el fenómeno viene de lejos y de fondo. Las promesas no cumplidas de la globalización económica, la reconfiguración de los “tres mundos” del Estado de Bienestar (como les denominó Esping-Andersen), o la masificación y universalización de la educación superior, son algunos de los factores causales/estructurales que explican el deterioro de las relaciones entre la educación terciaria y el trabajo productivo. En México tenemos nuestros propios fantasmas locales, hechuras de las paradojas, tensiones y contradicciones que se han desarrollado a lo largo del siglo XXI. Esta madeja de relaciones no es sólo metafórica. El crecimiento de la matrícula y de las ofertas públicas y privadas de educación superior se convirtió en una apuesta deliberada (una política pública) por ampliar las oportunidades de educación y empleo para las nuevas generaciones de jóvenes, bajo el supuesto de que la economía crecería y de que se requerirían de poblaciones más escolarizadas y mejor preparadas para los retos de la globalización. La expansión del acceso, el tránsito y el egreso de millones de jóvenes en la educación superior ocurrió en condiciones de una permanente evaluación de la calidad de los programas, del profesorado y el financiamiento público errático e insuficiente a la educación terciaria. Pero todo ha sido, en más de un sentido, un falso amanecer. Más de tres décadas de insistencia sobre la calidad de la educación superior como el aceite de serpiente que aseguraría la empleabilidad y al éxito laboral de los egresados se convirtió en una promesa incumplida de las políticas modernizadoras de la educación superior mexicana. Una economía estancada, la disminución bruta o relativa de oportunidades laborales, el deterioro del valor simbólico y práctico de los títulos universitarios, la ausencia o debilidad de dispositivos institucionales de vinculación entre educación y trabajo, o el peso de los orígenes sociales de las nuevas generaciones, contribuyeron al endurecimiento de las brechas de desigualdad social y a la precarización de los empleos profesionales. Bajo el principio de hierro de la flexibilidad laboral como sinónimo de la modernidad neoliberal, globalizadora y competitiva, los trabajos permanentes y estables fueron sustituidos por los call-center, la “macdonalización” de los trabajos (macjobs), la expansión de la informalidad laboral, y la multiplicación del trabajo sin empleo. Esa es la paradoja central: mejoramos (relativamente) la calidad de la formación de los egresados pero empeoramos (relativamente) el empleo profesional. Como país, hemos invertido mucho tiempo y esfuerzos en mejorar la calidad de la educación superior y tenemos múltiples indicadores de ese proceso institucional y político: programas acreditados nacional e incluso internacionalmente; un profesorado mejor calificado, muchos con estudios de posgrado; cuerpos de funcionarios expertos, asesorados por consultores nacionales e internacionales; multiplicación de convenios de colaboración con empleadores o de movilidad internacional para estudiantes y profesores. Y sin embargo, eso no se expresa con fuerza en el mejoramiento de las expectativas y condiciones de vida de miles de jóvenes que cada año egresan de los programas universitarios con el propósito de asegurar proyectos individuales y familiares satisfactorios y productivos. En el mundo grisáceo de las paradojas, existen diferencias importantes entre disciplinas, áreas, instituciones y espacios laborales. En algunos campos (la medicina, algunas ingenierías, por ejemplo) la precarización es inexistente o es muy baja, mientras que en otras (pertenecientes a las ciencias agropecuarias o a las sociales) la precarización es media y alta. Las brechas de la precarización marcan el territorio de la inserción y exclusión de jóvenes egresados de las más de tres mil instituciones públicas y privadas del sector. Quizá ahí sea posible comprender una de las causas del malestar no sólo con la globalización sino también con las democracias consolidadas o emergentes que se traducen en impulsos neopopulistas y autocráticos que promueven fuerzas políticas que se alimentan del malestar social. Para ahuyentar al fantasma y sus paradojas se ensayan desde hace tiempo nuevas fórmulas, que han formado un lenguaje toda-ocasión, una retórica que promete nuevos amaneceres. Innovación y emprendurismo son los multi-publicitados aceites de serpiente de la temporada. Se asocian a la cuarta revolución industrial, la digitalización, la economía basada en la innovación, el alargamiento de los ciclos formativos de las personas, a la búsqueda del prestigio y el éxito individual en el mundo laboral. Pero el fantasma sigue ahí, y sus apariciones de registran entre brindis, luces navideñas y los inefables jingles de alegrías instantáneas e ilusiones fugaces, que suelen ser el combustible de los sueños plúmbeos del final de cada año.

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