Wednesday, January 24, 2024
Aguas lodosas
Educación superior y elecciones en 2024: navegar en aguas lodosas
Adrián Acosta Silva
“Suelo hablarles a los mapas, y a veces hasta me contestan”
Abdulrazak Gurnah, A orillas del mar.
(Nexos, 24/01/2024)
https://educacion.nexos.com.mx/educacion-superior-y-elecciones-en-2024-navegar-en-aguas-lodosas/?_gl=1*1vx06cx*_ga*MzE2NTk4NzAxLjE3MDE3Mzk5MDk.*_ga_M343X0P3QV*MTcwNjExMTU1NS4yOS4xLjE3MDYxMTE4ODUuNDUuMC4w
La navegación es un oficio de barcos, tripulaciones y suministros que requiere de tres herramientas básicas: calendarios, mapas y brújulas. Los primeros ayudan a gestionar el tiempo, a calcular movimientos y velocidades con la ayuda de relojes y el conteo de los días y los años. Los mapas son representaciones territoriales. Señalan geografías, orientan búsquedas, proporcionan un sentido del espacio, de las distancias, hasta de las culturas y de sus poblaciones. Las brújulas son artefactos indispensables para la exploración de territorios, de la ubicación de los puntos cardinales territoriales. Antiguamente, los mapas eran hechos a mano por cartógrafos amateurs y expertos, basados en la observación cuidadosa y experiencias de viajeros profesionales y exploradores solitarios. Las brújulas —por su parte— son universos en miniatura de símbolos e imanes, producto de la intuición y la curiosidad científica de astrónomos, matemáticos y físicos. Los mapas nos muestran nuestro lugar en el mundo. Las brújulas, las orientaciones de nuestros recorridos reales o imaginarios. Los calendarios, el sentido del tiempo para desplazarse de un lugar a otro.
Los marineros y los conquistadores apreciaban el extraordinario valor de esos instrumentos, del uso de catalejos, mapas marítimos, astrolabios, faros marinos, relojes y calendarios. Los nostromos, o contramaestres, sabían muy bien cómo organizar los viajes con ayuda de esas herramientas. En las escuelas suelen encontrarse con grandes mapas colgados de las aulas, algún globo terráqueo, mapamundis que circulan de mano en mano, mapas impresos en libros de texto para enseñarnos a ubicar nuestra posición en el mundo. Las brújulas suelen ser utilizadas como juguetes, a veces para imaginar rumbos reales o imaginarios. Los relojes son instrumentos de precisión, útiles para la organización de las relaciones comerciales, sociales o políticas.
Mapas, brújulas y calendarios son herramientas para los extraviados, para los que buscan algo: caminos, brechas, senderos, comprensión, ubicación, extensión. Simbolizan el sentido de comprensión del espacio y del tiempo. Por ello, escritores como Herman Melville, Joseph Conrad o Álvaro Mutis los refieren de manera casi religiosa en sus obras, armas simbólicas contra la desorientación, antídotos frente a los riesgos e incertidumbres que significa navegar en aguas de profundidades desconocidas y mares calmos o embravecidos. Pero esto se aplica también, metafóricamente, a los territorios de la vida social y política, donde esos dispositivos son indispensables para seguir la pista de los actores, la lógica de sus conflictos y acuerdos, de la presiones del “maldito factor tiempo” (Norbert Lechner dixit) para gestionar las incertudumbres, para tomar decisiones y no-decisiones.
Desde esa perspectiva, el 2023 puede ser visto como un año que confirmó pleitos, endureció tendencias y abrió nuevos dilemas que marcan el áspero territorio de la política mexicana en los tiempos del obradorismo. Las señales de una nueva transición desde una democracia frágil hacia un claro autoritarismo político basado en la hegemonía de un partido/movimiento (Morena) —aliado desde hace años con partidos-satélite como el PT y el PVEM— han definido en buena medida el mapa de los juegos políticos nacionales. Los actores principales han mostrado sus cartas. De un lado, la coalición gobernante ha postulado a Claudia Sheinbeaum una probada discípula de López Obrador y miembro conspicuo de su inner circle desde que AMLO fue jefe de gobierno de Ciudad de México. Por otro, una coalición opositora (PAN,PRI,PRD) lanzó como candidata a Xóchitl Gálvez, una apuesta hacia la construcción de cierto liderazgo carismático que sea capaz de atraer votos de decepcionados e indecisos con la gestión del oficialismo morenista. Un poco más al fondo, ubicado en un centro difuso, Movimiento Ciudadano (MC) postuló recientemente al todavía diputado Jorge Álvarez Maynez —luego de la comedia de equivocaciones protagonizada por Samuel García en Nuevo León— con el cálculo de que puede funcionar como un partido-bisagra en las próximas elecciones para la composición de las próximas legislaturas federal y estatales, así como en algunos gobiernos municipales.
En este contexto, la educación superior espera las señales del futuro. Claramente, la coalición oficialista encabezada por Sheinbaum apuesta a la continuidad de las políticas del obradorismo desprendidas de los nuevos marcos legales impulsados por su administración (la Ley General de Educación Superior y la Ley de Humanidades, Ciencia y Tecnología, las reformas al sistema nacional de investigadores, por citar algunas), que coexisten con los proyectos emblemáticos (y polémicos) del sector (las “Universidades del Bienestar Benito Juárez García”), la creación de nuevas formas de instituciones públicas (universidades tipo “Rosario Castellanos”), o el impulso a la reforma de las escuelas normales y de la Universidad Pedagógica Nacional. Desde esta perspectiva, las universidades públicas federales y estatales no parecen estar en la agenda de prioridades de la coalición Sigamos haciendo historia.
Por su parte, la coalición que postula a Gálvez no ha formulado ideas claras respecto de lo que pretende hacer en el campo de la educación terciaria. Hay declaraciones difusas sobre apoyos e innovaciones, algunas intencionalidades de cambios, pero no definiciones, ni acciones contempladas. En la Universidad de Colima, por ejemplo, el pasado 8 de diciembre, la candidata de la alianza Fuerza y corazón por México Va por México, afirmó que desea una educación de “alta calidad para el futuro”, “orientada hacia la ciencia y la tecnología”, ampliar la matrícula y “nuevas oportunidades para el acceso de los jóvenes a las universidades”. Son frases toda-ocasión que en poco ayudan a delinear una idea clara sobre el sector.
Mientras las naves político-electorales van, los desafíos del futuro permanecen y los déficits se acumulan en la educación superior. Cobertura y calidad, gobernanza, financiamiento y coordinación, vinculación social y empleablidad de los egresados, forman parte de esos desafíos y déficits institucionales, que son diferentes en complejidad y dimensiones desde una perspectiva sistémica, regional y territorial. La publicación tardía en el Diario Oficial de la Federación del “Programa Nacional de Educación Superior 2023-2024” (bajo el extraño título de Programa especial derivado del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024) apenas el 28 de diciembre pasado, a nueve meses de la terminación de la administración obradorista, introduce un nuevo factor de contexto en la disputa electoral. En estas circunstancias, mapas, brújulas y relojerías de ocasión relojes dominan la observación y las experiencias de la temporada, para tratar de identificar la tonalidad de las urgencias, la comprensión de las pausas, o el cálculo de los riesgos y las oportunidades, pero también ayudan a identificar los perfiles de la polarización y la confusión que dominan el juego de espejos en que suelen convertirse los patios interiores de la política de las políticas en la educación superior mexicana.
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