Thursday, December 18, 2025

Mapas de futuros

Diario de incertidumbres Mapas de futuros Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 18/12/2025) https://suplementocampus.com/mapas-de-futuros/ A sparkle was in his eyes But his life was in his hands Neil Young, Tonight´s the Night (1975) Las señales de cualquier tipo de escenarios futuros de la educación superior están enraizadas en el presente. Tendencias e incertidumbres, ilusiones y razonamientos, son expresiones de la imposibilidad de saber con exactitud lo que puede ocurrir en los años por venir. Los más optimistas aseguran tendencias que favorecerán alguna idea clara o difusa de progreso, mientras que otros afirman, por contrario, que el futuro inmediato o remoto anticipa la agudización de problemas socio-institucionales en el campo de la educación terciaria. Los anteojos que se utilicen suelen ser los filtros interpretativos y descriptivos de unas u otras posiciones. En cualquier caso, esos anteojos pueden ayudar a configurar los trazos gruesos de algún tipo de mapas de futuros. Desde el punto de vista de la desigualdad de los riesgos, los beneficios y las oportunidades de la educación superior contemporánea, 2026 se perfila como un año poblado de desafíos y restricciones de muy diverso calibre, dimensiones y alcances. Imaginar un futuro sin la presencia de este conglomerado extraordinariamente complejo de factores y tendencias profundamente enraizadas en el presente es una ilusión. El lenguaje de la época es revelador de la manera en que se interpretan esas tendencias. Hoy no se habla de reformas educativas sino de innovación; la digitalización se ha convertido en una palabra de propiedades mágicas; las ideas se han consolidado como siervas de los intereses; la política educativa es una colección de enunciados huecos, buenas intenciones y procesos de implementación gobernados por la incertidumbre presupuestal: micro credenciales, plataformas, sostenibilidad, ciencia abierta. No obstante, bajo el imperio de esta gramática se pueden identificar cuatro grandes fuerzas que parecen determinar o influir en la construcción de los escenarios futuros de la educación superior a nivel global. Inteligencia artificial, gobernanza, vinculación y prácticas educativas son los cuatro jinetes que pueden dominar el próximo año la agenda pública de la educación terciaria. Vayamos por partes. La primera de ellas es la relacionada con la inteligencia artificial y la desestructuración de las rutinas y prácticas educativas tradicionales. Las épicas de la innovación digital han colocado a la IA en el centro de una suerte de revolución educativa que cambiará al mundo para siempre. Mitos y realidades han dado forma a un nuevo fetichismo posmoderno y post-global: la capacidad de las nuevas tecnologías para transformar prácticas sociales. Hoy día, el universo virtual de los algoritmos y los robots han entusiasmado a empresas y universidades, y anticipan cambios en las economías del aprendizaje que conllevan profundas transformaciones en el perfil de los estudiantes, los docentes y los directivos universitarios. Es una tendencia más retórica que empírica pero que habrá que examinar durante el año próximo y los que siguen. La segunda tendencia es el debilitamiento de la gobernanza de los cambios tecnológicos y las adaptaciones institucionales y sistémicas, y su relación con el financiamiento de la educación superior. Ello supone regulación, conocimiento e información sobre lo que realmente está ocurriendo en las prácticas educativas e investigativas de la educación superior. Hasta ahora, la novedad de los cambios reales e imaginarios van más allá de lo que ocurre en la dimensión tecnológica-instrumental, y tienen que ver con los viejos problemas de coordinación y colaboración sistémica donde participan el estado, el mercado y las comunidades académicas, relaciones particularmente relevantes para el caso de las universidades públicas autónomas. Asimismo, para el caso mexicano, la relación entre gobernanza y financiamiento está en el centro de los efectos esperados de la LGES aprobada en 2021, cuyos cambios son hasta ahora enunciativos y difusos más que empíricamente demostrables, donde la austeridad es la máscara que cubre el declive del financiamiento como motor del desarrollo en las universidades públicas. La tendencia hacia las exigencias de nuevas formas de vinculación de las IES con sus entornos es visible desde comienzos del siglo XXI. A las tradicionales funciones de docencia, investigación y difusión de las universidades, se les ha agregado de manera silenciosa pero imparable una cuarta función sustantiva: la vinculación. Aunque predomina cierta visión mercado-céntrica sobre la vinculación universitaria, la retórica de la innovación se superpone a experiencias de vinculación que tienen que ver con los modelos de la universidad emprendedora que se han desarrollado en muchas partes, asociados de manera difusa con las experiencias del capitalismo académico. Finalmente, pero no al último, la cuarta mega-tendencia tiene que ver con el núcleo duro de la vida universitaria: las prácticas educativas. Estas prácticas suponen la conformación de nuevos perfiles estudiantiles y docentes, cuyos valores, principios, percepciones y actitudes determinan los procesos educativos universitarios cotidianos. Aunque el valor público y social de la educación se mantiene, las posibilidades de movilidad social ascendente parecen haber disminuido con los cambios en el mundo del trabajo y con el incremento de los umbrales de incertidumbres relacionadas con los empleos públicos y privados. Estas cuatro grandes tendencias configuran cualquier mapa de futuros imaginables de la educación superior para el 2026. La resiliencia institucional, la crisis del financiamiento a las universidades públicas (que exige ya una operación de rescate financiero por parte del gobierno federal), el incremento de las tasas de abandono en los programas universitarios, la debilidad de la gobernanza sistémica, y los cambios en las prácticas educativas y los problemas de inserción laboral de los egresados, forman parte de la fenomenología de la educación superior en el horizonte del presente y del futuro inmediato. Bajo esas circunstancias es difícil colocar los anteojos claros del optimismo para anticipar el futuro. Por el contrario, los anteojos oscuros del pesimismo parecen más adecuados para vislumbrar lo que puede ocurrir el próximo año. Aunque tal vez valga la pena utilizar anteojos ámbar para conservar ciertos destellos de optimismo en los ojos, pero manteniendo la atención en que el futuro puede estar en nuestras manos, justo como apuntaba Neil Young hace medio siglo, con la tonalidad sombría de su voz y el sonido lúgubre de su guitarra.

Saturday, December 06, 2025

Libros

Tierras raras Libros Adrián Acosta Silva (Reverso, 06/12/2025) https://reverso.mx/tierras-raras-libros/ Los libros forman parte de los accidentados procesos civilizatorios de las sociedades contemporáneas desde su invención a mediados del siglo XV, gracias a los buenos oficios de Johannes Gutenberg. Configuran prácticas de lectura, alimentan conversaciones, estimulan la imaginación y las creencias individuales y colectivas. Son también parte de un mercado donde autores y lectores constituyen los eslabones básicos de una industria que florece como negocio y espacio de intercambios múltiples en que empresas editoriales e intermediarios establecen las reglas del consumo de libros. Ello explica el florecimiento de ferias del libro como la de Guadalajara, que desde 1986 se ha convertido en un símbolo de la industria lectora y cultural de la ciudad. Espectáculo y negocio, espacio de debate y difusión de ideas, alimentada por un puñado de editoriales de distintas escalas, exhibiendo obras de autoras y autores más o menos célebres, que caminan entre multitudes más o menos interesadas en los libros. Entre mesas de discusión, presentaciones de libros, brindis, stands, restaurantes y bares, la FILG representa un proyecto anclado en la experiencia organizativa de la Universidad de Guadalajara, y el interés de las editoriales interesadas en promocionar a sus autores. La feria es una empresa cultural además de un espacio de negocios. No es claro que ello signifique que el interés por la compra de libros o el aumento en las prácticas de lectura se haya incrementado en las últimas cuatro décadas, es decir, que la lectura se haya vuelto un hábito entre los miles de asistentes que concurren nueve días al año a los recintos donde se exhiben libros y se animan conversaciones. El consumo de libros es un fenómeno propio de las tierras raras del mundo bibliográfico, un fenómeno difícil de cuantificar, aunque en el pasado han existido esfuerzos por tratar de determinar el nivel de las prácticas de lectura en nuestro país. Con todo, la feria es un espacio donde se ven, compran y, a veces, se roban libros, una práctica que desafortunadamente ha caído en desuso en los últimos años. Quizá ese era, o es, el indicador más claro del aprecio por los libros: hurtar libros como expresión del deseo de poseer ejemplares que de otra forma serían objetos inaccesibles para sus lectores. La temeridad, el riesgo, la ansiedad, la ambición, como motores de fechorías culturales propias del interés enfebrecido por coleccionar obras de papel que representan pequeños trofeos de papel colocados en los estantes o en las mesas de quienes cometen esos minúsculos actos de rebeldía, cálculo y desesperación. En 2014 ocurrió algo al respecto. Tres estudiantes universitarios se robaron ochenta libros en aquella edición de la FIL. Un acto memorable, que bien merecería un homenaje y un par de estatuas. Simboliza el hecho de que robar un libro es humanizar la práctica de la lectura. Acerca más que cualquier otra cosa a los autores con sus lectores. Robar libros como la última de las bellas artes.

Thursday, December 04, 2025

Autonomía y democracia universitaria

Diario de incertidumbres Autonomía y democracia universitaria Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 04/12/2025) https://suplementocampus.com/autonomia-y-democracia-universitarias/ Un fantasma recorre el campus: el malestar con las prácticas de los gobiernos universitarios. Aunque sus apariciones suelen ser esporádicas, sus efectos pueden ser devastadores para la vida institucional. En la historia reciente de no pocas universidades públicas mexicanas y latinoamericanas, ese malestar se expresa ocasionalmente en protestas, reclamos y movilizaciones de profesores y estudiantes (ellas, ellos) que denuncian arbitrariedades, abusos e ilegalidades por parte de las autoridades universitarias, colocando en situaciones de ingobernabilidad a las propias universidades. Algunos casos recientes permiten identificar los rasgos y los riesgos del gobierno de las universidades públicas autónomas. Uno es el caso de la Universidad Veracruzana (documentado ampliamente por Campus), sumergida desde hace meses en una crisis institucional por la decisión de la Junta de Gobierno para extender el período de gobierno del actual rector de esa universidad, a pesar de la ilegalidad e ilegitimidad de esa decisión política. Otro caso lo representa la Universidad Nacional de Colombia, donde un accidentado proceso electoral llevó a elegir a dos rectores: uno electo según las reglas al uso de esa institución, y otro electo por la mayoría de los estudiantes y profesorado universitario. Uno más tiene que ver con las movilizaciones por dotar de autonomía a instituciones jurídicamente heterónomas como la Escuela Superior de Administración Pública de Colombia (ESAP), un espacio universitario fundado en 1960 en la cual se forma el funcionariado público nacional colombiano. Estos casos colocan nuevamente en el horizonte de la discusión pública el problema del gobierno de las universidades autónomas. Herederas de un antiguo reclamo democrático que llevó a la estructuración de regímenes autonómicos donde el co-gobierno o gobierno compartido entre estudiantes, profesores y directivos es el componente central de la lógica de su autogobierno, las universidades expresan las tensiones propias de los diversos intereses y actores que coexisten entre sus comunidades. Esa complejidad organizacional (el cogobierno) supone la desconcentración y descentralización de muchas decisiones académicas, ancladas es las escuelas, facultades e institutos de investigación que representan a las disciplinas y áreas del conocimiento que se desarrollan en las universidades. No obstante, las formas y procesos de elección de sus autoridades suele ser el núcleo del problema del autogobierno. La hechura de leyes y normativas universitarias marcan las reglas del juego, aunque la dinámica de grupos y redes de poder determinan muchas de las prácticas institucionales. Juntas de gobierno, universitarias o directivas, colegios académicos, consejos universitarios, consultas, procedimientos y métodos electorales, configuran los espacios de participación y representación de las comunidades universitarias en los procesos políticos internos. La idea central de estas formas y espacios colegiados del gobierno universitario es que el poder institucional sea un poder distribuido, no centralizado, que obedezca a la lógica de producción, transmisión y difusión del conocimiento técnico, profesional o científico, no a los intereses políticos de grupos específicos. Pero los límites y funciones de las autoridades son también objeto de las normativas universitarias que tienen que ver con la gestión de la autonomía. Y es aquí donde se encuentran las aguas profundas del malestar universitario: los excesos, la manipulación o el aprovechamiento de las funciones y recursos de las universidades para el beneficio de unos cuantos. Navegar entre esas aguas es el oficio de piratas y marineros expertos en el uso de la autonomía como instrumento de autoprotección política, y no como condición institucional para el ejercicio de las libertades de expresión, de cátedra e investigación que constituyen la racionalidad crítica de la vida académica de las universidades en los diversas disciplinas y campos del conocimiento. Es la vieja distinción kantiana entre la república del saber y la república del poder, entre la racionalidad científica y la racionalidad del Estado. Lo que asoma en los horizontes nublados de la política universitaria es el debate sobre el ideal democrático asociado a las formas y métodos del gobierno de las universidades públicas autónomas. Y aquí ha surgido el problema de formas autocráticas de gobierno a cuya solución se le propone aplicar un nuevo aceite de serpiente: la “democratización” de la universidad. Aunque el enunciado mismo es ambiguo y sus expresiones son inevitablemente discutibles, ello supone la participación masiva de las comunidades universitarias para elegir rectores y directivos, a través de formas plebiscitarias o asambleístas de gobierno, en que las decisiones universitarias sean consultadas y avaladas por sus comunidades. En contextos de autonomía el ideal democrático universitario es el cogobierno, y la “democratización” es el proceso orientado hacia la cristalización de ese ideal. La democracia universitaria significa expansión de oportunidades de acceso a la universidad de poblaciones excluidas, pero también participación y representación en los órganos colegiados, y de rendición de cuentas de sus autoridades. No obstante, los conflictos en torno a las formas de elección de las rectorías pueden conducir a efectos perversos o no deseados del ideal (el fin) y del proceso (el medio). Abre, o puede abrir, la puerta a reformas institucionales que, en nombre de la lucha contra la burocratización y corrupción real o imaginaria de los gobiernos universitarios, se orienten a la construcción de regímenes heterónomos que obedezcan a proyectos políticos externos a las universidades, donde el activismo y la politización salvaje ocupen el lugar central de las prácticas académicas de los universitarios. La relación entre autonomía y democracia universitaria es siempre una ecuación compleja, que no se resuelve con algoritmos simplificadores, y que requiere de una combinación de responsabilidad gubernativa, ética institucional y respeto a la legalidad y legitimidad que se han dado las propias universidades. Estos temas fueron el objeto de varias reflexiones en el “Congreso Nacional sobre autonomía y democratización universitaria”, organizado en Bogotá por la ESAP, y al que fui invitado para explorar las varias dimensiones de la gestión autonómica de las universidades. El resultado fue la formulación de una agenda básica de investigación comparada que permita ofrecer evidencia y propuestas de políticas de reforma para las propias universidades, orientadas a mejorar los umbrales de calidad, coherencia y consistencia de la gobernabilidad y la gobernanza institucional en entornos complejos.

Thursday, November 20, 2025

Generación Z: fantasía y política

Diario de incertidumbres Generación Z: fantasía y política Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 20/11/2025) https://suplementocampus.com/generacion-z-fantasia-y-politica/ Las movilizaciones realizadas el pasado sábado en varias ciudades del país son expresiones de las tensiones políticas que habitan la nueva complejidad social y cultural que caracteriza a la sociedad mexicana del primer cuarto del siglo XXI. Enaltecidas por algunos y descalificadas por otros, esas movilizaciones significan formas de protesta que se asumen como apartidistas, democráticas, antiautoritarias, libertarias, producto del hartazgo contra las violencias e inseguridades que padecen especialmente las y los jóvenes de distintas regiones del país. Entre las causas, los métodos y las formas que asumen las multitudes que se movilizaron ese sábado, se pueden identificar componentes de varias pócimas sociopolíticas. Críticas a la gestión del gobierno de Morena y sus aliados, pero también de otros gobiernos locales y estatales dominados por partidos como Movimiento Ciudadano, el PAN, el PRI y sus diversas coaliciones políticas; reclamos por la ola de violencias, desapariciones y asesinatos cometidos por las redes criminales que dominan a gobiernos y sociedades locales; protestas contra la corrupción y la ineficacia gubernamental en distintas escalas; descalificaciones a los partidos políticos y a sus liderazgos. Ese cóctel de reclamos ha sido apoyado o promovido por grupos y partidos de la derecha, de manera abierta o sigilosa, de los cuales se han deslindado algunos de los organizadores de las protestas en distintos momentos. Muy visiblemente, medios de comunicación asociados a la empresa de TV Azteca, liderada por su dueño, el vociferante Raúl Salinas Pliego, dieron una amplia cobertura a ese acontecimiento. Pero las movilizaciones también fueron descalificadas de antemano por la propia presidenta Sheinbaum en varias mañaneras de la semana pasada, argumentando que eran artificiales, “un engaño”, promovidas por las redes digitales a través de granjas de bots, patrocinadas por grupos identificados como sus opositores, a los que denomina “los mismos de siempre”. Las movilizaciones fueron atribuidas por algunos promotores, medios y analistas a la “Generación Zeta”. Sin embargo, ¿qué es esa generación y qué representa? En la arbitraria jerga juvenilista de la época, tan inclinada a etiquetar a diversos grupos poblacionales a partir de sus edades -“baby-boomers”, “X”, “milennials”, “centennials”, “generación de plata”-, la generación Z es considerada como el grupo etario que nació entre finales de los años noventa y comienzos de la segunda década del siglo XXI. Se le atribuyen varios componentes: nativos digitales, familiarizados con uso de redes sociales, escolarizados, hijas e hijos de clases medias urbanas. Pasaron su niñez viendo series de anime como One Piece, una producción japonesa que mezcla componentes de violencia, sexualidad y fantasías de muy diversos tipos, que incluyen de manera relevante su rebelión frente a gobernantes dictatoriales, autoritarios y tiranos. Riqueza, fama y poder son los componentes del tesoro de un mítico pirata que buscan los protagonistas de esos dibujos animados. Pero en los últimos años de la serie, el giro incluye la lucha contra las injusticias, el racismo, la corrupción, la discriminación y la desigualdad. La bandera de la serie es una calavera, y los promotores de la marcha le agregan un sombrero, en vago homenaje a Carlos Manzo, el presidente municipal de Uruapan asesinado hace unas semanas en esa ciudad michoacana. En México y otros países, estas movilizaciones agitan las banderas de la libertad y la paz como emblemas de sus manifestaciones públicas. Parece claro que las marchas del sábado son expresiones que mezclan los diversos intereses y actores políticos que configuran las fuerzas de oposición a los oficialismos nacional y locales. Después de todo, toda manifestación púbica es siempre una expresión política a favor o en contra de algo, un hecho que representa cierto tipo de creencias y convicciones ideológicas en torno a asuntos críticos de la vida pública. Más allá de las simpatías o antipatías que generan este tipo de movilizaciones, el hecho en sí mismo representa una expresión política acaso insuficiente pero legítima de algunas de sus causas y de sus formas. Lo lamentable de estas movilizaciones es el oportunismo de algunos personajes como el expresidente Fox y líderes panistas y priistas, que se combinaron con las imágenes de violencia que se suscitaron en el zócalo de la ciudad de México o frente al Palacio de Gobierno de Jalisco en Guadalajara, donde escenas de vandalismo protagonizadas por los grupúsculos asociados al “bloque negro”, con la parafernalia de siempre (capuchas, ropa oscura, piedras, palos, petardos), agredieron a policías y ciudadanos, y que fueron respondidos por las autoridades locales con detenciones y golpizas a agresores, pero también a personas inocentes. Ese tipo de violencia acompaña casi siempre las manifestaciones públicas y empaña los esfuerzos pacificadores que proclaman sus organizadores y críticos. No es claro cuál es el significado político y las implicaciones socioculturales que estas expresiones pueden tener en el marco de la simplificación y polarización ideológica e interpretativa que domina la vida pública mexicana en los últimos años. La languidez mortecina que caracteriza a las fuerzas de oposición al oficialismo gobernante parece buscar o propiciar nuevas fuentes de oxígeno relacionadas con los jóvenes reales e imaginarios de la generación Z, donde se mezclan fantasías manga con realidades de malestar e insatisfacción por el orden de los hechos y de las cosas. Frente al espectáculo de ilusiones, descalificaciones, oportunismos, violencias y política, queda la incómoda sensación de que estamos viendo “un marco sin cuadro, un espejo sin luna”, justo como describía Saul Bellow en El viejo sistema esos momentos de confusión reflexiva en la vida de los individuos y de las sociedades.

Thursday, November 06, 2025

Desigualdades de nueva generación

Diario de incertidumbres Expansión y desigualdades de nueva generación Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 06/11/2025) https://suplementocampus.com/expansion-y-desigualdades-de-nueva-generacion/ La experiencia internacional acumulada sobre los procesos de expansión y diversificación de la educación superior indica que la ampliación de la cobertura de la educación terciaria disminuye relativamente la desigualdad en el acceso, pero mantiene rezagos y provoca la aparición de nuevas y más complejas desigualdades sociales. Esta tesis ha sido probada por numerosos estudios en diversas regiones y países del mundo. La paradoja es evidente: la masificación y universalización del acceso no implican la desaparición de las desigualdades sino su transformación. Los ideales meritocráticos que están detrás de los procesos de expansión educativa explican, en parte, el reconocimiento del derecho a la educación superior en prácticamente todo el mundo desde los años noventa, cuando fue definida por la UNESCO y otros organismos internacionales como un bien público. Las múltiples combinaciones entre el papel del Estado y del mercado en la ampliación de las oportunidades de acceso se constituyó como una de las claves de las políticas de masificación y diversificación de las opciones públicas y privadas. No obstante, los efectos de las intervenciones estatales o la participación del mercado han sido insuficientes para garantizar que el acceso masivo se traduzca en procesos consistentes de movilidad social ascendente para los universitarios de primera generación de sus familias, que son los que se incorporaron masivamente a la expansión de la educación terciaria desde finales del siglo XX. Este tema y sus complejidades son abordados en el más reciente número de la revista argentina Pensamiento universitario, una publicación con más de dos décadas de existencia que ha sobrevivido a las restricciones presupuestales que padecen muchas revistas universitarias latinoamericanas, y que en su número 23, de octubre de este año, aparece en medio del acoso político y el castigo financiero sin precedentes al que el gobierno de Miley ha sometido a las universidades públicas de ese país en los últimos dos años (https://www.pensamientouniversitario.com.ar/index.php/home-pensamiento-universitario-23/revista-23/) El número incluye como material central un dossier titulado “La universidad frente a las múltiples desigualdades. Política, experiencias, sujetos”, y los temas abordados incluyen los casos de Brasil, Chile, Colombia y Argentina, y lo encabeza un provocador texto de Francois Dubet sobre las paradojas de la masificación de la educación superior en Francia y Europa. A ello se agregan las contribuciones de Adriana Chiroleu, Helena Sampaio, Javier Campos, René Guevara y Ana García de Fanelli sobre las contradicciones, mitos y realidades de las relaciones entre masificación y desigualdad de la educación superior en el contexto latinoamericano del siglo XXI. Una de las claves de lectura de esos materiales tiene que ver con la sociología de las desigualdades en la educación terciaria. Como ocurre con las propias políticas públicas diseñadas e implementadas para hacer efectivo el derecho a la educación universitaria, enfrentamos desde hace tiempo una ola de desigualdades de nueva generación. Las viejas desigualdades tenían una clara marca de clase en el acceso, lo que significaba que solo las élites podían acceder a estudiar una carrera universitaria, lo que dio por resultado la configuración de la universidad aristocrática y elitista, cuyas claves de exclusión de millones de jóvenes se centraban en el capital social, el estrato de origen, el género y el ingreso económico de sus familias. La segunda ola de desigualdades se caracterizó por el acceso masivo a la educación superior, derivado del modelo desarrollista que impulsó la creación de una poderosa clase media urbana que pobló las aulas universitarias en América Latina, y cuyo resultado configuró el modelo de la universidad mesocrática que hoy conocemos. En esta ola, el financiamiento público y la expansión de las ofertas privadas se constituyeron como los mecanismos institucionales de segmentación de los sistemas de educación superior, disminuyendo el peso de la clase social y el ingreso económico de los jóvenes y sus familias, pero incrementando la influencia del territorio, el género y las identidades culturales de las poblaciones jóvenes en las posibilidades de acceso, permanencia y egreso en las universidades. La tercera y más reciente ola de desigualdades tiene que ver ya no con el acceso masivo al ingreso sino con la inserción a las universidades y carreras profesionales más atractivas y prestigiosas públicas o privadas, que generalmente se asocia con la calidad y el éxito profesional de la inserción laboral de sus egresados. Asimismo, las nuevas herramientas de la formación universitaria (en especial la IA), están teniendo un impacto considerable en las brechas de aprendizajes entre poblaciones estudiantiles heterogéneas, cuyas capacidades son muy diversas, y donde los más aptos son los que provienen de los estratos y orígenes sociales medios y altos. Las nuevas desigualdades mezclan rezagos y brechas sistémicas acumuladas con la aparición de nuevas brechas de formación y aprendizajes en el acceso y el egreso a la educación superior. Hoy, sólo el 23% de los jóvenes de los quintiles de ingreso económico más bajos de la población tienen acceso a la educación terciaria, contra el 136.5% del quintil más alto. El acceso a las carreras con mejores posibilidades de éxito laboral son las que exigen mayores habilidades y conocimientos derivados de las formaciones escolares previas (adquiridas en la educación básica y media superior), pero donde también influyen los contextos sociales de origen de las y los estudiantes. Estos temas son explorados en las páginas de Pensamiento universitario, y vale la pena revisarlas para tener una imagen más clara del perfil de las nuevas desigualdades sociales en la era de la de la expansión, masificación y universalización de la educación superior en la América Latina del segundo cuarto del siglo XXI.

Tuesday, November 04, 2025

Springsteen

Tierras raras Springsteen Adrián Acosta Silva (Reverso, 03/11/2025) https://reverso.mx/tierras-raras-springsteen/ Una de las virtudes más apreciadas por los habitantes de las tierras raras del rock es el lenguaje que representa. Escuchar canciones es un ejercicio de memoria e imaginación a la vez que un pequeño ritual celebratorio. A pesar de la relativa decadencia del género, opacado por los nuevos sonidos de la aldea virtual, el rock sobrevive gracias a su potencia interpretativa, a sus giros estilísticos y narrativos, o a su resiliencia en tiempos oscuros. Springsteen: Deliver Me From Nowhere (2025) es un retrato minimalista de esa historia de música, resistencia y magia. Centrado en la larga trayectoria de Bruce Springsteen (New Jersey, 1949), la película ofrece las postales de un momento depresivo en los inicios de la carrera de uno de los rockeros más célebres de ese género bastardo que convoca cientos de voces, estilos y sonidos. Se trata de la grabación de Nebraska, en 1982, cuando Springsteen, agobiado por el éxito comercial de tres de sus obras previas -Born To Run (1975), Darkness On The Edge of Town (1978); y The River (1980)-, y antes de lo que sería su mayor éxito discográfico -Born in the USA (1984)-, decide refugiarse en la habitación de una solitaria cabaña para grabar en solitario un casete que posteriormente sería considerado como uno de los mejores discos de su carrera. Nebraska es una pieza central del perfil polifónico de Springsteen, mezcla de folk, country, blues y rock. Una obra tallada a mano que mezcla emociones de muerte y desolación, nostalgia y tristeza, melancolía y esperanzas. Entre el catálogo de los 21 discos de estudio que ha grabado “The Boss” a lo largo de su vida -desde Greetings From Asbury Park N.J. (1972) hasta Only the Strong Survive (2022)-, Nebraska ilumina el ciclo depresivo que lo invade desde muy joven, y cuyos demonios combate a través de la composición, la música y los conciertos. La película inspirada en la atmósfera de Nebraska contrasta con la furia de los conciertos que ofrece desde los años ochenta. “Libérame de ninguna parte” (la traducción libre del subtítulo de la película), registra una de las frases emblemáticas de ese disco, y permite a curiosos y seguidores de la música del “Jefe” acercarse a las complejidades vitales de la persona y el personaje. Nadie entiende bien las complejas hechuras que animan la vocación, las ilusiones y el interés de los rockeros por ocupar un lugar en la mesa. Tal vez, como señaló el propio Springsteen en una entrevista reciente, ese género se alimenta de “gente que no tiene qué hacer ni sabe a dónde ir”, describiendo su propia experiencia iniciática. Hoy, a sus 76 años, The Boss representa el pasado y el presente del rock, y ya no su futuro, como sentenció a finales de los setenta el crítico Jon Landau cuando presenció uno de sus conciertos en algún antro del Greenwich Village de Nueva York. Quizá en la casa de mil guitarras que contiene el alma y la razón de Springsteen resuenan los ecos de las palabras que escribió Saul Bellow para referirse a la experiencia humana: “La vida es un río, pero nosotros somos el agua”.

Thursday, October 23, 2025

Épica negra

Diario de incertidumbres Épica negra Adrián Acosta Silva Campus-Milenio, 23/10/2025 https://suplementocampus.com/epica-negra/ Los recientes hechos de violencia y bloqueo de instalaciones ocurridos en diversos planteles de la UNAM confirman que algo ocurre desde hace tiempo en las aguas profundas de nuestra vida social. Ya no son solo expresiones de malestar y protesta contra crímenes sucedidos en las escuelas o contra las autoridades universitarias, o contra cualquier forma de autoridad en general, sino estallidos aparentemente aislados que, no obstante, configuran un patrón de comportamientos enraizados entre algunos núcleos específicos de la población urbana asociados a la acción directa y uso de la violencia como recurso cotidiano de sus acciones. Antiguamente, en lenguaje marxista, a esas poblaciones se les denominaba “lumpenproletariado”, para referirse a grupos sociales marginados en el desarrollo del capitalismo y que escapaban a la lógica de la acción organizada y colectiva de obreros y campesinos, concebidos como las vanguardias de una imaginaria revolución comunista. El lumpenproletariado servía para cualquier cosa: grupos de choque, mercenarios, soplones, infiltrados, financiados por el Estado o por grupos políticos para intimidar, debilitar o destruir los movimientos de protesta dirigidos a la transformación organizada de la sociedad frente a las injusticias y desigualdades propiciadas por las asimetrías de las relaciones de poder entre el capital y el trabajo. Con el desarrollo del capitalismo y el ascenso de las democracias (una fórmula siempre llena de tensiones, contradicciones y paradojas), las poblaciones lumpen fueron disminuyendo, pero nunca desaparecieron. Hoy, con los fantasmas de la crisis bifronte de la democracia representativa y la economía del bienestar, nuevas formas del lumpenproletariado han resurgido con fuerza por todos lados y habitan los circuitos de la economía criminal, la violencia política y la delincuencia organizada. Ese es el ruido de fondo de los actos vandálicos que dominan la atención de medios y redes en las calles o en los campus universitarios. El lenguaje de la polarización acompaña la lógica destructiva de la furia y el rencor de los grupos pseudoanarquistas que atacan a otros ciudadanos, incendian vehículos o lanzan bombas molotov contra edificios y policías. Vestidos de negro, con tapabocas y capuchas que ocultan sus rostros, esos grupos neo-lumpen deambulan por calles y avenidas provocando disturbios que se alimentan de una espiral de miedo y temor entre ciudadanos y autoridades. No son nuevas representaciones de los outsiders que se desvían de las reglas establecidas, que se agrupan o flotan aislados, silenciosos y discretos entre las hechuras del tejido social, sino grupos radicalizados, compactos, que tratan de imponer los códigos de la violencia entre las multitudes. La sociología o la antropología de la violencia social y política de los tiempos que corren tiene un enorme desafío explicativo por delante. Los grupúsculos y tribus que protagonizan un día sí y otro también las violencias como instrumentos de protesta para casi cualquier cosa, actúan como perros de reserva que son soltados para dinamitar todo intento racional por construir acuerdos y asegurar umbrales mínimos de confianza en las instituciones, sus comunidades y autoridades. La expansión de conductas anómicas ha dado lugar a una épica negra centrada en la intimidación a través del uso o exhibición cadenas, de palos y piedras, navajas y cuchillos, cohetones, bombas molotov y gritos incendiarios. Varias causas parecen ser las fuerzas motrices de la lógica anómica de esos grupos. Marginación, individualismo salvaje, búsqueda de estrategias de supervivencia, tráfico de drogas, secuestro, nuevos y viejos pandillerismos, cultura de la violencia, desvanecimiento de los códigos básicos de convivencia social, resentimientos acumulados, oportunismos políticos, forman parte de los factores causales de los fenómenos observables a través de los espejos de las violencias cotidianas que ocurren en prácticamente todo el país, todos los días. Frente a estos episodios de violencia, no pocos comienzan a naturalizarla, lo que se traduce como tolerancia voluntaria y ciertas dosis de complicidad involuntaria. Las implicaciones destructivas y disolventes de toda forma de cohesión social diluyen la capacidad de imponer límites y autocontención a las conductas violentas que socavan rápidamente la confianza social en la legitimidad de las instituciones y sus autoridades. La legitimidad de la violencia es gobernada por una lógica anti-sistémica, que disminuye toda forma de legitimidad institucional, lo que configura un territorio de apatía y desconfianza potencial o realmente generalizada sobre nuestras capacidades básicas de convivencia, respeto y tolerancia. Que la ley de la jungla aparezca esporádicamente en las escuelas universitarias es una señal de alerta. Los problemas de salud mental y emocional que afectan a no pocos jóvenes universitarios y que se resuelven en crímenes de odio, homicidios, feminicidios, explosiones de desesperación y cargas de ansiedad acumuladas durante y después de la crisis del COVID-19, son también parte de las peculiares formas de malestar que se expresan en los campus universitarios, pero que son aprovechadas por algunos para promover conductas anómicas que favorecen climas de inseguridad en esas casas que son, o deberían ser, los espacios más importantes para el ejercicio de la razón y la civilidad de la sociedades contemporáneas. Frente al espectáculo y las secuelas ominosas de los comportamientos criminales, la erosión de los lazos de confianza acumulados durante generaciones favorece a las fuerzas que aspiran al retorno al estado de naturaleza dominado por la imagen de la jungla hobbesiana. La imposición de ese orden imaginario afecta no solo a la sociedad sino también, y principalmente, al Estado mismo. ¿Dónde está la autoridad? ¿Qué hacer con los depredadores? ¿Quiénes son? ¿Por qué están ahí? Son algunas de las preguntas básicas para reconstruir el mapa y el territorio de los protagonistas de las violencias que amenazan la vida en el campus y sus alrededores. De no ofrecer respuestas a esta cuestiones básicas, el endurecimiento de nuestros déficits de comprensión, indolencia y pasmo seguirá alimentando las misas negras que celebran la violencia como recurso legítimo en el horizonte político de nuestra convivencia social.

Friday, October 10, 2025

1968: un violín en el claro

Diario de incertidumbres 1968: un violín en el claro Adrián Acosta Silva Campus Milenio, 09/10/2025 https://suplementocampus.com/1968-un-violin-en-el-claro/ La semana pasada se conmemoraron 57 años de la matanza estudiantil ocurrida en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Como cada año, ese 2 de octubre de 1968 se celebra como ritual y memorial, símbolo y recordatorio, tragedia y emblema. Sus significados son múltiples y paradójicos. Fue la expresión de los rasgos despóticos del autoritarismo mexicano de los regímenes posrevolucionarios, una expresión representada nítidamente por la figura del entonces presidente Díaz Ordaz, cristalizada a través de sus palabras y hechos. Pero también puede verse como el final anticipado de una época política y social y el inicio accidentado de otra, la que nos condujo desde los años setenta a una serie de tensiones, reformas y cambios de diversa magnitud e intensidad que nos trajo hasta donde estamos ahora. La marcha realizada en la Ciudad de México es una postal que enmarca las variadas interpretaciones que provoca el movimiento estudiantil del 68 entre la sociedad mexicana del siglo XXI. Las demandas son ilustrativas de la polifonía del evento: protestas por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y contra el genocidio que ocurre en la Franja de Gaza; exigencias feministas y reconocimiento a la lucha del ya extinto Sindicato Mexicano de Electricistas por sus reivindicaciones laborales; justicia para las víctimas de la violencia homicida que se desarrolla en diversas regiones del país, respeto a los pueblos zapatistas, y reclamos por la incapacidad gubernamental para enfrentar la crisis de las desapariciones de miles de jóvenes en todo el país. Los recordatorios por los hechos del 68 fueron la cobertura simbólica que cobijó los múltiples reclamos y exigencias que fueron visibles en las calles y el zócalo de la Ciudad de México. Pero también fue acompañada por las escenas de violencia y vandalismo protagonizadas por el autodenominado “bloque negro”, un grupúsculo que en cada movilización colectiva acompaña con bombas molotov, piedras y palos los recorridos por calles y avenidas de la capital del país. De orígenes extraños y enraizados en una ambigua retórica que mezcla banderas pseudoanarquistas y prácticas de pandillerismo con la simpatía por la destrucción, el saqueo y la violencia como emblemas de sus acciones, esos grupúsculos se reconocen también, paradójicamente, como “hijos del 68”. La conmemoración también tiene usos políticos. El morenismo en el poder, encabezado por la presidenta Sheinbaum, se asume como heredero de aquel movimiento estudiantil, algo que la diferencia claramente de su antecesor López Obrador, quien siempre ha mantenido una posición ambigua respecto al significado social, cultural y político de los acontecimientos del 68 y sus efectos en el cambio político mexicano. Para otros actores no gubernamentales (principalmente en las universidades públicas y en las organizaciones que se identifican con la izquierda democrática), el 68 significa el punto de no retorno al viejo autoritarismo priista, el movimiento que abrió, entre el humo de las balas, la cárcel y la sangre, un horizonte de cambios que era necesario para impulsar la justicia, la democracia y el desarrollo de la sociedad mexicana. Esas interpretaciones y significados culturales se han enraizado profundamente entre las épicas, mitos y realidades que varias generaciones han cultivado en sus imaginarios políticos en torno a aquel trágico y a la vez luminoso movimiento de los jóvenes estudiantes que reclamaron sus derechos a la libertad y a la justicia frente a un régimen envejecido y autoritario, que en los años sesenta seguía viviendo entre las ruinas de cartón piedra y los rituales huecos de la mitología revolucionaria. No obstante, las manifestaciones sobre el 68 esconden significados contradictorios y paradójicos, y nadie puede atribuirse ser el heredero único y legítimo de las secuelas sociopolíticas de los hechos ocurridos hace casi seis décadas. Hoy, el 68 es un año que es fuente de identidad para unos y de ruptura para otros. En el campo político, abrió dos grandes rutas de salida para la crisis de aquel año cuya música de fondo era el rock, la poesía y las iconografías de la revolución cubana y mexicana. Una era la vía larga de las reformas democráticas a través de la organización de nuevos partidos políticos y reglas electorales. Otra era la vía corta de la revolución violenta contra el régimen a través de la formación de organizaciones armadas, habitando entre las sombras de la clandestinidad. En el campo de la dominación política, el viejo régimen en cuyo centro gravitaba el PRI como símbolo y ejercicio del poder, experimentó una serie de ajustes que llevaron varias fracturas a finales de los años 80, y que finalmente perdió el poder por la vía electoral desde el año 2000, hasta llegar al virtual estado de disolución y corrupción en que lo vemos ahora. En el territorio de la educación superior, el 68 significó una potente ola de expansión y diversificación de las universidades e instituciones públicas de ese nivel. Durante los años setenta fueron fundadas nuevas universidades públicas por todo el país (la UAM, la UA de Aguascalientes, la UA de Ciudad Juárez, la U A de Baja California Sur, entre otras) y la estructuración de nuevas instituciones de educación superior públicas no universitarias (institutos y escuelas tecnológicas). Las universidades públicas más antiguas y consolidadas experimentarían también reformas institucionales asociadas muchas veces a movimientos estudiantiles, sindicales y reclamos académicos. Tal vez para muchas franjas de las nuevas generaciones estudiantiles que habitan los campus universitarios en todo el país, el 68 es un movimiento no sólo lejano en el tiempo sino confuso en sus significados. Los jóvenes de preparatoria o de licenciatura saben de ese movimiento a través de los relatos de sus padres, tíos o abuelos. Quizá el 68 solo pueda ser representado como el sonido de “un violín en un claro”, como se refería a alguna de sus propias obras Vladimir Nabokov, es decir, un eco surgido entre un espacio abierto situado en el corazón de un oscuro paisaje boscoso.

Sunday, October 05, 2025

Corales falsos y corales verdaderos

Corales falsos y corales verdaderos Adrián Acosta Silva https://revistareplicante.com/corales-falsos-y-corales-verdaderos/ Texto leído en la presentación del libro 147 incursiones. Ciencia y arte, de Carlos Enrique Orozco (Ed. Tedium Vitae, 2025). Casa ITESO-Clavijero, Guadalajara, 2 de octubre de 2025. El libro que hoy presentamos en este magnífico espacio universitario es, en más de un sentido, inusual. En una época de turbulencias, confusión y polarizaciones, donde la ignorancia y el descreimiento circulan generosamente por redes sociales y medios de comunicación, en las plazas públicas y en los espacios privados, hablar de ciencia y arte es una apuesta políticamente arriesgada. La autoridad científica o artística tiende a ser deslegitimada cotidianamente por políticos oportunistas y charlatanes profesionales de todo el mundo, desde el presidente Trump hasta los brujos, profetas, videntes y chamanes que habitan medios y redes todos los días. No obstante, el fenómeno no es nuevo. De hecho, en distintos momentos históricos, diversos oscurantismos y fanatismos han habitado el corazón de las tinieblas de las civilizaciones modernas. La curiosidad científica se alimenta de las dudas, aunque el piso duro de sus hechuras esté conformado por teorías, métodos y tradiciones que se han edificado pacientemente sobre hipótesis, explicaciones y soluciones basadas en evidencias sobre múltiples asuntos de la ciencia y la tecnología. Esa tradición racionalista, basada en las formas del pensamiento moderno que confrontan sistemáticamente ideas con hechos, herencias del siglo de las luces y de la ilustración, es lo que algunos autores denominan con la célebre metáfora atribuida a Isaac Newton: “Caminamos sobre hombros de gigantes”. Me parece que bajo esas consideraciones generales el libro que es hoy el objeto de nuestra conversación adquiere sentido y oportunidad. A lo largo del primer cuarto del siglo XXI, hemos sido testigos de expresiones científicas, artísticas y literarias asombrosas, que coexisten con ese lugar sin límites que es la estupidez humana. El registro y recuento de algunas de esas manifestaciones están en el centro y en los márgenes de las reflexiones del autor del texto. Distinguir esas expresiones, separar los mitos y las falsedades de las verdades científicas, las imposturas intelectuales, las obras pseudo artísticas de las contribuciones originales e innovadoras, es el contenido de las incursiones que nos ofrece el libro. En ese sentido, Carlos Orozco ofrece a sus misteriosos lectores un mapa de autores y expresiones de la cultura científica y artística clásica y contemporánea; un inventario personal de apuntes y retratos cuidadosa y pacientemente tallados a mano elaborados a lo largo de más de dos décadas, que fueron publicados en distintos espacios y medios tapatíos. Carlos Orozco es un tirador de precisión, no un tirador de ráfagas sobre blancos móviles. A través de los 147 textos incluidos en el libro, pasa revista a pequeñas historias de grandes ideas y hazañas científicas, pero también a los lienzos de diversas hechuras culturales sobre literatura, cine y artes plásticas clásicas y contemporáneas. Para decirlo con la licencia metafórica correspondiente, Carlos es un coleccionista de corales verdaderos a la vez que un cazador de falsos corales, justo como el oficio de Nissen Piczenik, el comerciante de corales que protagoniza El Leviatán, la novela clásica de Joseph Roth. El texto es una suerte de diario que registra una colección de apuntes breves (unos más que otros) organizados en 6 secciones: ciencia, artes, lecturas, personajes, salud y medio ambiente, y variado (una miscelánea cultural). Son registros publicados a lo largo de 22 años (1993-2015) en periódicos tapatíos ya desaparecidos como Siglo 21, Público, o Público-Milenio, en la revista Magis del ITESO, y como colaboraciones radiofónicas en el también ya difunto programa Señales de humo de Radio Universidad de Guadalajara. Vistas en su conjunto, esas colaboraciones guardan una consistencia fundamental: se trata del ejercicio del periodismo científico y cultural como un despliegue de curiosidad y atención minimalista sobre diversas expresiones del razonamiento intelectual que guía desde su juventud las inquietudes del autor. Muchos de esos registros (“incursiones”) fueron publicados bajo la columna de El cierzo, que muchos seguimos con atención e interés durante más de dos décadas. Cierzo significa “viento gélido del norte”, según lo define María Moliner, y sospecho que el autor de la columna la consideró como una metáfora apropiada para describir un espacio de opinión sujeto a los cambiantes climas de nuestra vida pública. Sea cual sea su origen y significados, El cierzo fue un oasis de reflexión sobre el gabinete de curiosidades diseñado por Carlos, repleto de descubrimientos intelectuales, relatos científicos y representaciones culturales de distintas épocas y fuentes. Guiado por el azar y la intuición seleccioné algunas piezas de la colección de apuntes reunida en el libro. Polímatas renacentistas como Leonardo Da Vinci, decimonónicos como Julio Verne, modernos como Salvador Dalí, o posmodernos como Umberto Eco; personajes de actuaciones luminosas en el cine como Marlo Brando interpretando al mafioso Vito Corleone en El Padrino, Humprey Bogart por El tesoro de la sierra madre, o Vivien Leigh como Scarlet O´Hara en Lo que el viento se llevó, son reconocimientos puntuales a las contribuciones que la cultura artística en campos como la pintura o el cine hicieron a lo largo de los últimos siglos en la formación de la educación sentimental y cultural de varias generaciones. La madurez creativa que llega a algunos escritores en edades avanzadas es otro punto destacado de los recuentos del libro. Es el caso del escritor neoyorkino Frank McCour, del músico cubano Compay Segundo, o del novelista siciliano Andrea Camilleri, que a los 75 años se convirtió en un escritor aclamado por críticos y público italiano y europeo, a través de las peripecias, dilemas morales y hallazgos del detective Montalbano. “La vida creativa no tiene por qué terminar a los sesenta años”, señala Orozco, como lección de estas prolongadas experiencias vitales que se traducen en oficios creativos tardíos pero originales y sorprendentes. A través de las 394 páginas de estas 147 incursiones, es posible encontrar postales breves sobre poesía, literatura, arquitectura, música y, por supuesto, cine. También aparecen en escena recordatorios sobre revistas culturales y científicas (después de todo, hay que recordar que la ciencia también es cultura) como la centenaria revista New Yorker o el periódico New York Times, el diccionario de María Moliner, las interesantes conversaciones epistolares ente Paul Auster y J.M. Coetzee, las contradicciones del El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, las visitaciones breves a las trayectorias de Fernando Savater, Amos Oz, José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes o Roberto Bolaño. Desfilan también personajes como Alejandro Rossi y su célebre Manual del distraído, un paleontólogo español relativamente poco conocido (Juan Luis Arsuaga, colega del más famoso Stephen Jay Gould), el historiador mexicano Enrique Florescano, el cineasta italiano Pier Paolo Pasolini, o el escritor indobritánico Salman Rushdie. La racionalidad científica es el centro de las reflexiones del autor, aunque, como buen cartógrafo de la comunicación, traza bien los límites, paradojas y contradicciones de los procesos científicos y de los cambiantes contextos socioculturales y políticos en los cuales se desarrollan. En ese sentido, Carlos es un hombre del neo-renacentismo tapatío, atento a las múltiples expresiones y representaciones de la ciencia y las artes de nuestro tiempo, sus contrastes, actores y obras, distinguiendo las monedas falsas de las auténticas que circulan profusamente en los ámbitos públicos y privados contemporáneos. Pero el autor también es un contador de historias de pequeñas y grandes catástrofes y descubrimientos, como ocurre en El libro de Job. Como divulgador, profesor universitario y periodista científico, Carlos nos acerca al conocimiento de los tejidos y bordes de los procesos creativos que unen y separan la ciencia y el arte, sus espacios vacíos y los puentes reales o imaginarios que los unen. En ese sentido, es un autor que ejerce su libertad creativa para ponerla a la consideración de lectores libres, como señaló en alguno de sus textos la gran escritora canadiense Margaret Atwood. Pero el corazón profundo de las 147 postales que nos regala Carlos es la cultura científica, sus descubrimientos, su racionalidad y sus capacidades de asombro para diferenciarse de hechizos, profecías y propiedades mágicas de los aceites de serpiente que circulan por todos lados, a todas horas, promocionando bazares de futuros instantáneos. Como afirma en “Las preguntas de la ciencia en el futuro” (p.42): “La ciencia tiene muy poco de profética. No sabemos que nos traerá en el futuro, pero sí que los científicos seguirán haciéndose preguntas que pudieran hacer que nos entusiasmemos con su racionalismo, su escepticismo y su independencia de pensamiento”. Creo que aquí radica el espíritu del libro: el reconocimiento de los límites de la ciencia y de la necesidad de hacer del escepticismo y la duda metódica el combustible intelectual de toda forma del pensamiento científico, artístico o humanístico. En un tiempo donde todo vale, de mapas rotos y brújulas extraviadas, gobernado por las incursiones de la inteligencia artificial y el imperio de las realidades aumentadas en la vida cotidiana de millones de personas, donde cualquiera puede asumir sus creencias privadas como fuentes indiscutibles de autoridad pública, ese reconocimiento puntual de las aportaciones, límites e imposibilidades de la ciencia y las artes, es una clave valiosa para seguir buscando corales verdaderos ahí donde abundan sus imitaciones plásticas o virtuales. Esa son, me parece, algunas de las principales contribuciones del libro que hoy presentamos. Justo por eso, les invito a leer el inventario de incursiones que nos ofrece Carlos, tal vez acompañadas por un café, una cerveza o una copa de vino. Les aseguro que más de alguna les sorprenderá.

Friday, October 03, 2025

Centenario

Tierras raras Centenario Adrián Acosta Silva (Revista Reverso, 3 de octubre, 2025) https://reverso.mx/tierras-raras-centenario/ Este 12 de octubre se cumplen exactamente 100 años de la refundación de la Universidad de Guadalajara. Como todas las celebraciones sociales -nacimientos, cumpleaños, graduaciones, matrimonios, funerales- las instituciones también suelen ser objeto de ceremoniales sobre su historia y significados. Los rituales tienen sus causas superficiales y profundas. Algunas son celebraciones de identidades perdurables, conmemoraciones de relatos de luchas y pequeños y grandes heroísmos colectivos o individuales, recordatorios de personajes que hicieron posible la supervivencia institucional en momentos difíciles. Los centenarios son formas de relacionar el tiempo político con el tiempo social. Las universidades son buenos ejemplos de ello. Desde la fundación de la Universidad de Bolonia en 1088, hasta los centenarios de las universidades coloniales en América Latina y el Caribe (las reales y pontificias de Santo Domingo, en 1538, o las de México o de San Marcos, en 1551), cada siglo se organizan puntualmente eventos marcados religiosamente en los relojes y calendarios institucionales para enfatizar con homenajes, estatuas, libros, documentales y símbolos el origen de esas organizaciones del conocimiento que son las universidades. Ese es el caso de la Universidad de Guadalajara. Aunque su origen remoto se sitúa en el año de 1792, cuando nace con el nombre de Real Universidad de Guadalajara (algunos historiadores le agregaron el de “Real y Literaria”, pero eso es discutible), y la capital de la entonces Nueva Galicia era parte del territorio de la Nueva España, en realidad su origen moderno se sitúa en el año de 1925, cuando el Gobernador José Guadalupe Zuno decide reabrir la universidad luego de una accidentada historia de cierres y clausuras a lo largo del siglo XIX. Un siglo después de su refundación, la U de G es una institución que en poco se parece a la que inauguró en un discurso solemnísimo su primer rector, Enrique Díaz de León. Hoy es una institución de más de 350 mil estudiantes, con 17 mil profesores de preparatoria, licenciatura y posgrado. Desde hace 30 años, con la reforma a la ley orgánica de 1994, la universidad se transformó en una red que se extiende por todas las regiones de Jalisco, y ya no se concentra solo en la capital estatal. La influencia política, social y cultural de la universidad es intensa, y muchos de sus principales actores han construido liderazgos políticos, intelectuales y académicos relevantes dentro y fuera del estado. La universidad es heredera y deudora de su pasado remoto y reciente. Pero es también una institución que concentra nuevas tensiones, desafíos y dilemas que atañen a su presente y su futuro. Conflictos presupuestales, restricciones académicas, presiones y tensiones políticas, forman parte de las tareas de gestión de la gobernabilidad y la gobernanza institucional en el año del centenario. Navegar entre esas aguas turbulentas -a veces claras, a veces pantanosas-, es el gran reto no de la universidad imaginaria que es objeto de las celebraciones, sino de las muchas U de G que realmente coexisten en las tierras raras universitarias.

Thursday, September 25, 2025

Dinero y aprendizajes

Diario de incertidumbres Políticas, presupuesto y aprendizajes Adrián Acosta Silva Campus Milenio, 25/09/2025 https://suplementocampus.com/politicas-presupuesto-y-aprendizajes/?awt_a=rhgk&awt_l=CTLQm&awt_m=gasci5wR8Z7utgk La semana pasada se presentaron dos proyectos relevantes para la educación superior. Uno tiene que ver con dinero; el otro, con aprendizajes. El primero confirma que la educación superior no es prioritaria en la agenda del gobierno desde hace por lo menos tres sexenios. El otro significa el reconocimiento de que los aprendizajes acumulados por los estudiantes y egresados de escuelas y universidades son insuficientes para adaptarse a las nuevas circunstancias laborales. El proyecto de presupuesto de egresos de la federación para el año 2026 castiga una vez más a la educación superior pública, que no se compensa con las políticas de “becarización” educativa que se han adueñado de la retórica oficial desde el sexenio pasado. Al colocar en el centro el dinero en el bolsillo de los estudiantes, se omite o minimiza la relación que guarda el apoyo económico con los aprendizajes efectivos, pues el abandono de las prácticas sistemáticas de evaluación de los desempeños escolares a lo largo de los últimos años impide valorar objetivamente la relación entre presupuestos y aprendizajes. La instalación de la “Comisión Nacional de Aprendizaje a lo Largo de la Vida” por parte de las autoridades de la SEP, es una clara señal de reconocimiento del elefante en la habitación. La insuficiencia de la calidad y pertinencia de los procesos educativos de la población mayor a los 15 años que alcanza un promedio de 10 años de escolaridad (es decir, el primer año de bachillerato), se refleja en la búsqueda de los individuos por incrementar sus capacidades y habilidades laborales a través de cursos, talleres, seminarios, diplomados, programas de licenciatura y eventualmente de posgrado, que han crecido vertiginosamente como opciones de consumos privados, que alimentan un gran mercado de formaciones rápidas y de bajo costo en modalidades virtuales, presenciales o mixtas. La paradoja es evidente: mientras se reduce en términos reales el presupuesto público a la educación superior, se incrementan las exigencias y necesidades de cualificación de las formaciones individuales de millones de personas. Esto lleva a cuestionar nuevamente la relación entre dinero y aprendizajes. ¿Más becas significan, automáticamente, mejores aprendizajes? Las políticas nacidas bajo el oficialismo morenista desde el sexenio pasado suponen que sí, y ese es un componente central de la Ley General de Educación Superior aprobada en 2021. Ese supuesto se combina con el hechizo de las retóricas innovadoras que colocan a los medios por delante de los fines, a pesar de las restricciones presupuestales que un año tras otro se reflejan en el deterioro de los contextos, capacidades y climas académicos universitarios. Las políticas presupuestarias y las políticas de los aprendizajes miran en sentidos opuestos. Una supone menos apoyos a las instituciones y más apoyos a los individuos. La otra supone que con micro-credenciales los individuos mejorarán la calidad de sus empleos. El problema central tiene que ver nuevamente con las desigualdades sociales e institucionales que cruzan todo el espectro de las realidades y comportamientos esperados por las políticas. Las pérdidas acumuladas en términos reales de los presupuestos institucionales en educación superior en la última década se reflejan ya en la atención de los asuntos rutinarios de los programas de pregrado y posgrado de las instituciones públicas universitarias y no universitarias: recortes a las nóminas del personal de apoyo, restricciones a la contratación de nuevas generaciones de profesores, condicionamientos crecientes a las becas de posgrado, o a los apoyos a programas universitarios de movilidad estudiantil. Las realidades y potencialidades prácticas de micro credenciales que certifiquen nuevos aprendizajes están sujetas a las posiciones y aspiraciones de los individuos en la distribución de sus capitales escolares. Los sistemas de créditos que se diseñaron para facilitar el tránsito por los programas universitarios de licenciatura son considerados insuficientes o inadecuados para mejorar las oportunidades laborales en los mercados de trabajo. Desde esa perspectiva, el ensanchamiento y alargamiento de sus cualificaciones académicas, técnicas o profesionales a través de nuevas formas de credencialización/acreditación de nuevas habilidades y talentos se propone como la solución a los problemas de empleabilidad de los egresados universitarios. En estas circunstancias, la agenda de la nueva Comisión Nacional está marcada por dilemas y tensiones académicas, técnicas y presupuestales. El viejo lema de hacer más con menos que pusieron de moda los gobiernos neoliberales para emprender la reforma del Estado en los años ochenta se mantiene como el emblema de las políticas presupuestarias y de aprendizajes de los gobiernos antiliberales. La experiencia internacional muestra una relación positiva entre el mejoramiento de los presupuestos públicos y la calidad de los aprendizajes escolares. Y también enseña que entre menores sean los recursos públicos, peores serán los resultados académicos. El caso de México se acerca más a este espectro de resultados de experiencias de políticas fallidas en educación superior, donde la apuesta central se ha concentrado en las becas a los individuos más que en los apoyos a las instituciones. La lección desde hace tiempo es la misma: no basta tener más cobertura o mejor eficiencia terminal. Es necesario mejor la calidad y pertinencia de los aprendizajes. La viabilidad de la nueva Comisión dependerá en buena medida de revisar la política presupuestal hacia la educación superior. La expedición de nuevas credenciales sobre competencias académicas ya circula desde hace tiempo a través de programas virtuales como “Coursera” (fundada en 2012), que se ha consolidado como una empresa que vende cursos cortos de actualización en varias disciplinas, y que incluso ya son válidos como créditos escolares reconocidos en no pocas universidades públicas y privadas mexicanas. La estrategia de acumular aprendizajes a lo largo de la vida se ha convertido en un buen negocio, aunque todavía están por verse sus impactos en la movilidad y mejoramiento laboral de las trayectorias de los egresados.

Friday, September 12, 2025

Paradojas de la desigualdad

Diario de incertidumbres Las paradojas de la desigualdad Adrián Acosta Silva Campus Milenio, 10/09/2025 https://suplementocampus.com/las-paradojas-de-la-desigualdad/ En memoria de Wietse de Vries Una de las bestias negras del capitalismo clásico y contemporáneo es el de la desigualdad social. Esto se expresa de múltiples formas, dimensiones y escalas en los distintos contextos nacionales y subnacionales. La existencia de diferencias tenues o abismales en la distribución del ingreso, las posiciones en los mercados laborales, el acceso a espacios potenciales o reales de movilidad social como la educación superior, las formas de distribución del poder político entre grupos, estratos y clases sociales, configuran parte de las complejidades asociadas a los factores causales de las desigualdades sociales contemporáneas. La desigualdad forma parte de los temas clásicos de las ciencias sociales, desde la economía hasta la sociología, la antropología o la ciencia política, y ha dado lugar a la elaboración de múltiples esfuerzos para enfrentar, mediante el diseño e instrumentación políticas públicas, alternativas factibles para disminuir o eliminar las fracturas y brechas asociadas a las desigualdades sociales. A través del Estado o del mercado, o de sus combinaciones, esos esfuerzos parten de distintas perspectivas y definiciones de la desigualdad para tratar de incidir en la resolución de los niveles de pobreza, elevar la escolaridad, o mejorar los servicios de salud de poblaciones heterogéneas, cuyos individuos y comunidades no tienen las mismas oportunidades vitales de mejoramiento de su bienestar a lo largo del tiempo. Hace unos años (en 2009), un par de investigadores del campo de la salud pública (uno economista, otra antropóloga), publicaron un pequeño libro sobre el tema de la desigualdad que tuvo cierto impacto en las ciencias sociales y entre los políticos profesionales y hacedores de políticas del bienestar. El texto, titulado Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva, de Richard Wilkinson y Kate Pickett, es una exploración sobre los distintos efectos y paradojas de la desigualdad social a comienzos del siglo XXI. El argumento es simple, breve y elegante: la desigualdad produce brechas de insatisfacción, frustración y malestar que tienen efectos en la cohesión social, la prosperidad y el desarrollo económico y político de las sociedades contemporáneas. En México, vivimos desde la época de la independencia una paradoja maestra, herencia del ideario liberal y republicano. La igualdad se convirtió en uno de los valores centrales en un contexto de desigualdades y rezagos estructurales. El igualitarismo constitucional (enmarcado con distintos énfasis en las constituciones de 1824, 1857 y 1917) coexistiendo con una desigualdad práctica, terca y persistente a lo largo de más de dos siglos de consumada la independencia. Aunque las reformas juaristas, los postulados de la revolución mexicana, la política de masas del cardenismo o las políticas del desarrollismo contribuyeron a disminuir las desigualdades sociales, nuevas formas de desigualdad permanecen o se transforman en la sociedad de masas del siglo XXI. ¿Cómo se expresan esas desigualdades en la educación superior? Los indicadores más claros se concentran en los procesos de acceso, tránsito, egreso e inserción laboral de los estudiantes de educación superior. Factores como el ingreso económico, el origen social, los contextos familiares, el sexo, el origen étnico o el territorio, constituyen algunas de las determinaciones que influyen en los niveles de representación de los grupos, estratos y clases sociales en la educación terciaria. Las posibilidades de movilidad social ascendente de los individuos están asociadas en buena medida al empleo y a la educación. No obstante, las oportunidades de encontrar buenos empleos y alcanzar mayores niveles de escolarización no dependen de la voluntad o el esfuerzo personal sino de factores meta-individuales que escapan a los deseos o esperanzas de las personas. Nadie elige nacer como hombre o mujer, ni pertenecer a familias de clases sociales altas, medias o bajas, ni pertenecer a una etnia chiapaneca o tarahumara, o ser parte de comunidades mestizas de los círculos de privilegio de Nuevo León o de la Ciudad de México, ni ser de piel clara o morena. Esos son factores que, sin la intervención del Estado, tienden a reproducir la desigualdad, la discriminación racial y la exclusión social de millones de individuos. La desigualdad social en México se ha endurecido, y tiende a ser en muchos casos una herencia transgeneracional. Frente a la retórica igualitaria persiste una desigualdad empírica, cotidiana y práctica. El clasismo y el racismo son señas de identidad en muchos campos del orden social, y en la educación superior esos rasgos, en ocasiones, se reducen o amplifican, según sean los contextos específicos. Las universidades públicas, los institutos tecnológicos, las escuelas normales, las universidades interculturales son espacios donde las políticas públicas han incidido en la ampliación de las oportunidades educativas para millones de jóvenes, que en no pocos casos experimentan procesos progresivos de movilidad social. No obstante, en las escalas subnacionales y locales de la educación superior existen grandes contrastes en los procesos de acceso, permanencia, egreso e inserción laboral de las y los jóvenes mexicanos del siglo XXI. Enfocar desde una perspectiva procesual el fenómeno de la desigualdad en la educación terciaria es un desafío permanente. Sabemos, por los datos disponibles, que existe una sobre-representación de los estratos altos y medios de la población en la educación superior, y una sub-representación de los estratos bajos en esos espacios. Y también sabemos que las oportunidades de acceso, tránsito y egreso favorecen más a los que más tienen, como dicta el clásico “efecto Mateo”. Aunque hay excepciones notables en todos los territorios y poblaciones, la desigualdad educativa permanece como la sombra que acompaña las buenas intenciones gubernamentales, tan llenas de triunfalismo cortoplacista y tan vacías de reflexiones críticas sobre los límites de sus propias políticas. Doblar de campanas. La semana pasada falleció Wietse de Vries, colega y amigo con el cual muchos compartimos múltiples reflexiones académicas, éticas y estéticas sobre los temas de la educación superior, la política y la música de rock. Holandés de nacimiento y poblano por elección, Wietse nos marcó a muchos con su inteligencia y afilado sentido del humor. Nos hará falta.

Monday, September 01, 2025

Leer

Tierras raras Leer Adrián Acosta Silva (Revista Reverso, 01/09/2025) https://reverso.mx/tierras-raras-leer/ La práctica de la lectura es un hábito de solitarios. Pero el acto de leer encierra también muchos de los secretos de nuestra vida en sociedad. No me refiero al volumen de lectores o la calidad de las lecturas; eso hay que dejarlo a quienes se dedican a medir estadísticamente el ejercicio lector en poblaciones, territorios y tiempos específicos. Lo importante es el hecho mismo, sus imágenes y representaciones, sus significados y simbolismos. Decía Borges que un lector no busca a sus libros, sino que un libro busca a sus lectores. Esa metáfora representa muy bien los delicados mecanismos que unen a libros y lectores, proporcionando sentido a las prácticas de lectura que ocurren en distintos sitios y contextos. Libros, periódicos, boletines, revistas, y ahora teléfonos inteligentes, tabletas, computadoras, son herramientas de comunicación que se condensan en imágenes, papel, símbolos y significados. El contenido de las lecturas son hechura de quienes las escriben, pero el significado de las palabras son hechuras de la experiencia e imaginación del lector. Algo de eso sabía André Kertész, el gran fotógrafo húngaro del siglo XX (Budapest, 1894-Nueva York, 1985). Sus imágenes capturan los momentos en que la lectura es el centro de la imagen, y revelan los ambientes donde hombres, mujeres y niños, ancianas y ancianos, practican el hábito hipnótico de la lectura, absortos en la magia del mundo escrito, mientras el mundo no escrito los envuelve con sus luces y sombras. Un malabarista de circo en Nueva York, en 1969, y la equilibrista de otro circo en París, en 1926, aparecen absortos leyendo sendos libros en uno de los descansos de la función, ajenos a los ruidos mundanos de la carpa; tres niños pobres sentados en la banqueta hojeando las páginas de un libro, en alguna calle de Esztergom, Hungría, en 1915; un anciano concentrado en la lectura de un texto sentado en los peldaños de una calle solitaria en Venecia, en 1963; una muchacha leyendo algo en la azotea de un departamento en Greenwich Village, Nueva York, en 1962; un joven negro y otro blanco, apoyados en el mismo árbol, en Washington Square, en 1969; un adulto joven hojeando el periódico en los Jardines de Luxemburgo, en París, en 1930; una anciana leyendo en su cama, en el Hospital de Beaune, Francia, en 1929. Son parte de las 75 imágenes seleccionadas en Leer, de Kertész (Periférica & Errata naturae, 2016). El álbum de fotos como memoria visual de prácticas lectoras motivadas por el interés, la curiosidad o el aislamiento. Momentos atrapados por la cámara gobernada por el ojo experto de un fotógrafo-cazador de imágenes insólitas o rutinarias. Instantes de melancolía en blanco y negro, que evocan las tonalidades azules de la música del azar. Leer como un acto de rebeldía contra la tiranía de tiempos marcados por los relojes y calendarios del deber o la obligación. Las palabras como antídotos contra la ansiedad y el sinsentido de la modernidad líquida.

Thursday, August 28, 2025

Autonomia y gobierno universitario

Diario de incertidumbres Autonomía y gobierno universitario, hoy Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 28/08/2025) https://suplementocampus.com/autonomia-y-gobierno-universitario-hoy/ Texto pronunciado en la “Cátedra Dr. Julián Gascón Mercado”, en la celebración de los 50 años de la autonomía de la Universidad Autónoma de Nayarit. Tepic, Nay., 22 de agosto, 2025. La celebración de los cincuenta años de promulgación de la autonomía de la Universidad Autónoma de Nayarit es una fiesta que hay que celebrar por muchas y muy merecidas razones. Pero también es una valiosa oportunidad para repensar el significado histórico y los alcances de la autonomía universitaria en el México de hoy. Como otras universidades públicas autónomas estatales del país, la UAN atraviesa por un período de adaptación a cambios nacionales e internacionales que afectan de muchas formas el presente y los posibles escenarios futuros de la educación superior. La autonomía universitaria es una categoría instalada en el corazón institucional de las universidades públicas contemporáneas. No obstante, su significado ha cambiado de manera sigilosa en las últimas décadas. Conflictos internos y presiones externas forman parte de la complejidad que implica la gestión autonómica de la universidad, lo que articula las acciones de gobierno, gobernabilidad y gobernanza de los campus universitarios. Gestionar la autonomía significa la búsqueda permanente de equilibrios surgidos de las tensiones que ocurren en distintas escalas y niveles de la universidad, y se constituye como un proceso que involucra la intervención de rectorías, directivos y órganos colegiados, comunidades académicas, organizaciones estudiantiles y sindicales. Cambios contextuales de distinto calibre y profundidad han impactado en la manera en que se gestiona, define y practica la autonomía. Desde la fundación de la primera universidad autónoma del país (la Universidad Michoacana, en 1917) hasta la más reciente (el reconocimiento de autonomía a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, en 2006), diversas causas han modificado los alcances del diseño y las prácticas autonómicas universitarias. La violación a la autonomía derivada del movimiento estudiantil de 1968 en la UNAM, múltiples episodios de enfrentamientos entre universidades locales con gobiernos estatales, conflictos presupuestales, restricciones impuestas por políticas públicas, disputas por la elección de autoridades, o escándalos de corrupción realizados por algunos directivos de las universidades, son acontecimientos que explican que la autonomía haya dejado de ser lo que solía ser en 1917 (la U. Michoacana), en 1929 (la primera autonomía de la UNAM), o en 1980 (la inclusión de la fracción séptima en el tercero constitucional). Estos cambios se explican por la relación que existe entre la idea de la universidad y la autonomía universitaria, es decir, entre la representación del tipo de universidad que se desarrolla en destinos períodos y el tipo de autonomía que se construye alrededor de esa idea. Y podemos identificar varias ideas sobre la universidad: la universidad popular, la universidad profesional, la universidad de investigación, la universidad de clase mundial, la universidad emprendedora, la universidad inteligente, la universidad transformadora, la universidad sostenible. Alrededor de esas representaciones se han construido los diversos tipos de autonomía de las universidades públicas a lo largo de sus historias socio institucionales. Luego de los distintos regímenes de políticas públicas estructurados en el último medio siglo, la autonomía experimentó una metamorfosis silenciosa. Del régimen de patrocinio benigno y negligente ocurrido entre los años cuarenta y ochenta de siglo pasado, pasamos a un régimen de evaluación de la calidad y financiamiento público diferencial, condicionado y competitivo basado en incentivos a las universidades públicas desde finales del siglo pasado hasta la segunda década del presente, para llegar al régimen de austeridad y gratuidad que se implementa desde la promulgación de la Ley General de Educación Superior en 2021. El saldo más relevante de estas relaciones entre regímenes de políticas y autonomía universitaria es la modificación de los grados de autonomía de las universidades públicas estatales. No obstante, hay cambios en los entornos políticos de las políticas que también constituyen factores causales de los ajustes en las autonomías universitarias. Las alternancias en el poder en las escalas federal y estatales, han significado la llegada de nuevas elites políticas que suelen desconfiar de la autonomía, y han impulsado, o contemplando, con mayor o menor éxito, cambios en las leyes orgánicas de las universidades estatales y federales. Hoy, la gestión de la autonomía enfrenta cambios de mayor profundidad, complejidad y naturaleza. El desafío de la innovación, las ilusiones, promesas y oportunidades de la inteligencia artificial, el desarrollo de nuevas formas de aprendizajes y docencia, la ciencia abierta, las exigencias de mayores estrategias de vinculación con los entornos sociales, culturales y económicos, y las tradicionales tensiones políticas relacionadas con las restricciones presupuestales o con la elección de autoridades y las prácticas del gobierno colegiado, constituyen algunos de los campos de la acción institucional que involucran el fortalecimiento de las capacidades de gobierno, gobernabilidad y gobernanza de las universidades públicas estatales. Pero quizá el desafío mayor de la gestión de la autonomía es preservar la autonomía intelectual de las comunidades universitarias en sus distintos niveles, áreas y disciplinas del conocimiento científico y humanístico. Ese tipo de autonomía es la que radica en la capacidad de pensar, de reflexionar, de nuestras comunidades, una capacidad que sólo puede habitar en entornos donde las libertades de aprendizaje y de investigación son defendidas y estimuladas. Frente a las realidades e ilusiones de los nuevos fetichismos tecnológicos y digitales, cuyos alcances y efectos aún no advertimos con claridad, el pensamiento crítico es el mejor recurso para identificar los mitos, oportunidades y riesgos de las nuevas narrativas de la innovación, la dictadura de las métricas de evaluación de la calidad, o el alineamiento mecánico a prioridades dictadas por sectores externos a la universidad. Gestionar la autonomía es el desafío sustantivo de los gobiernos institucionales. En medio de presiones presupuestales y políticas, de tensiones cotidianas que surgen entre las prácticas y los dilemas éticos que ocurren en los diversos espacios del campus universitario, y con horizontes de futuros marcados por incertidumbres, amenazas y oportunidades, las universidades públicas configuran reservorios de talento que alimentan las esperanzas de mejores futuros para la sociedad mexicana en sus distintos territorios y poblaciones. Ese reconocimiento y esa responsabilidad es la mejor forma de celebrar hoy la autonomía universitaria.

Thursday, August 14, 2025

¿Universidad es destino?

Diario de incertidumbres ¿Universidad es destino? Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 14/08/2025) https://suplementocampus.com/universidad-es-destino/ Varios estudios recientes sobre las relaciones entre la expansión de la educación superior y la desigualdad social en México han mostrado los mitos, las dudas y las verdades de las ventajas de contar con títulos universitarios entre las poblaciones jóvenes y adultas en el siglo XXI. La persistencia de la masificación de las demandas de acceso a las aulas de las universidades públicas federales y estatales durante cada ciclo escolar, se enfrenta al hecho duro de las altas tasas de rechazo (o de “no aceptación”, para decirlo de forma más suave) de miles de jóvenes que aspiran a cursar una carrera universitaria para mejorar sus presentes y futuros individuales. Los filtros sociales e institucionales que determinan en gran medida las posibilidades de acceso, permanencia, egreso e inserción laboral de los jóvenes, tienen que ver con el origen social, los contextos familiares, los territorios de pertenencia, y el tipo de carrera e institución a la que aspiran los estudiantes y sus familias. Estas características constituyen las “marcas de clase” de los estudiantes universitarios. Durante décadas se mantuvo firme la idea de que la universidad incrementa las posibilidades de movilidad social ascendente (intergeneracional e interclasista) de las poblaciones jóvenes, y múltiples evidencias empíricas reforzaron esa idea. No obstante, desde los inicios del siglo XXI se registran fenómenos que matizan la idea de la educación superior como ascensor social. Datos y estudios muestran la aparición de nuevas formas de estratificación social entre los egresados universitarios, que se combinan con el endurecimiento de viejas desigualdades en los procesos de incorporación de los jóvenes a los campus universitarios. Varias de dichas exploraciones muestran que las universidades no contribuyen en sí mismas a funcionar como un “ecualizador” social, es decir como un mecanismo que contribuye a reducir las brechas de desigualdad preexistentes entre los estudiantes y egresados universitarios. No obstante, el tipo de institución de educación superior es un factor que parece influir en la distribución de las oportunidades laborales de los egresados. En México, la SEP identifica 12 tipos de instituciones públicas y un conjunto altamente fragmentado de instituciones y establecimientos privados, que van de las universidades públicas estatales o federales a los establecimientos e instituciones privadas de educación superior. Los institutos públicos que integran el TecNM, las escuelas normales, las instituciones privadas de absorción de la demanda o las privadas de alto costo y selectividad (las de elite), forman parte de los más de 4, 600 establecimientos que ofrecen estudios de educación terciaria en todo el territorio nacional, en los cuales cursan sus estudios poco más de 5.4 millones de jóvenes entre los 19 y los 23 años. La estructuración de esas ofertas públicas y privadas obedece a una significativa diversificación y diferenciación de las ofertas institucionales (una suerte de “estratificación institucional”), que se traduce también en una importante estratificación de las oportunidades de acceso, egreso e inserción laboral de sus egresados. Un interesante estudio recientemente publicado por José Navarro, investigador de la Universidad de Guadalajara, muestra algunos rasgos de esa doble estratificación de la educación superior mexicana, lo que produce un efecto de “estratificación horizontal” entre las poblaciones de la educación terciaria. https://perfileseducativos.unam.mx/iisue_pe/index.php/perfiles/issue/current Un dato relevante consiste en el peso que tienen las universidades públicas en la mejoría de las oportunidades laborales de los jóvenes. Estas instituciones son las que mejores indicadores tienen para analizar su impacto en las posibilidades de inserciones laborales satisfactorias de sus egresados. Eso no quiere decir que el acceso a un programa ofrecido por las universidades públicas garantice el “éxito” laboral de los egresados (como prometen muchas universidades privadas en sus promocionales), sino que, en términos relativos, los estudiantes de las universidades públicas parecen tener mejores posibilidades de movilidad social ascendente (mejores ingresos y oportunidades laborales derivados de una mayor escolaridad relativa) que los estudiantes de otras instituciones de educación terciaria públicas o privadas, a excepción de las instituciones privadas de elite, que por su propia naturaleza representan la minoría de las ofertas y matrículas del sistema nacional. El caso de este tipo de universidades privadas de alto costo tiene otras características. El ingreso y egreso en esas universidades requiere de condiciones difíciles de cumplir para la mayor parte de la población joven. El poder del privilegio en el acceso se traduce en el poder simbólico de los egresados en los mercados laborales de las distintas disciplinas y campos del conocimiento profesional. En el cerrado círculo de los empleadores de ciertas actividades económicas o comerciales de los mercados laborales, se percibe que el egresado o egresada de una institución privada de élite es mejor que un egresado de las instituciones públicas universitarias o no universitarias. Sin embargo, en campos como la medicina, las ingenierías, las humanidades o las actividades científicas, los egresados de las universidades públicas suelen ser bien apreciados por los empleadores. Existen por supuesto otras variables o factores a considerar. El tipo de carrera o el prestigio institucional del programa o de la universidad son factores institucionales, pero factores sociales como la clase de pertenencia, el sexo, el color de piel o los antecedentes familiares son también aspectos importantes en la configuración de las oportunidades laborales de los egresados. En su conjunto, los factores institucionales y sociales son variables que influyen en el “destino de clase” de los egresados universitarios. La influencia de las universidades públicas en el contexto de la estratificación horizontal de la educación superior es altamente significativa en la formulación de las preferencias y estrategias de muchos segmentos de los egresados de las escuelas de nivel medio superior. El indicador más claro es el comportamiento de las solicitudes de acceso, donde cada año las universidades públicas se colocan como las IES más demandadas por los estudiantes, pero también son las que mayor porcentaje de no admitidos registran. Esa atracción institucional de las ofertas universitarias en la escala nacional y subnacionales explica la lógica de las preferencias y expectativas de la masificación de las solicitudes de acceso que se acumulan año tras año a las puertas de los campus universitarios.

Wednesday, August 06, 2025

Woodstock

Tierras raras Woodstock Adrián Acosta Silva Entre las tumbas y epitafios que habitan los panteones del rock destaca el concierto de Woodstock. Celebrado del 16 al 18 de agosto de 1969 en una ruinosa granja de la zona rural del estado de Nueva York, bajo una lluvia continua que convirtió el lugar en un lodazal, más de medio millón de asistentes celebraron la paz y el amor con las canciones de Joan Baez, Joe Cocker, Jimi Hendrix, Carlos Santana, Creedence, Crosby, Stills, Nash y Young, Janis Joplin, Jefferson Airplane, The Band, The Who y varios más de los grupos y cantantes que alimentaron el imaginario colectivo de una generación. El festival simbolizaba muchas cosas y nada, al mismo tiempo. Era protesta política contra la guerra de Vietnam y un aullido libertario; la legitimación de las drogas y del ejercicio del sexo libre; un fin de semana de diversión comunal, expresión de identidad y sentido de pertenencia a algo; pero también era un negocio organizado para explotar el interés de una generación por consumir emblemas, símbolos y sonidos que producían ganancias a productores y organizadores de los eventos masivos dirigidos a los nuevos jóvenes de los años sesenta (los baby-boomers). Abundan las crónicas, testimonios, películas, discos e imágenes del evento, que circulan abiertamente por internet en múltiples sitios y plataformas. En los años siguientes, se replicaron eventos conmemorativos sobre aquel concierto, que corrieron con mala fortuna, incluyendo un fiasco total en el último, previsto para el 50 aniversario del festival, en el mismo lugar, en julio del 2019. Problemas de logística y organización, malos cálculos financieros, poca respuesta de los jóvenes de las generaciones X y Z, obligaron a los empresarios a cancelar el concierto. Los tiempos habían cambiado. Ya fallecieron los héroes que alimentaron buena parte de la imaginación sesentera y que participaron en aquel evento de hace 56 años: Joplin, Hendrix, Cocker, Robbie Robertson (de The Band), o Johnny Winter, a los que se sumó recientemente la muerte de Ozzie Osburne, el cantante de Black Sabbath que, aunque no actuó en Woodstock, se convirtió, junto con Deep Purple y Led Zeppelin, en parte de la santísima trinidad del rock más oscuro, ruidoso y potente que surgió después de aquel legendario concierto neoyorquino. A la distancia, las voces y ecos de Woodstock representan las cenizas de los sueños, temores y contradicciones de una generación que, como todas, edificó sus propios mitos y leyendas, endulzando con canciones sus pasiones, fantasías y creencias. De las tierras raras de aquel “verano del amor” surgieron reclamos libertarios y democratizadoras, pero también intolerancias y recriminaciones conservadoras, como las que alimentan la retórica incendiaria del presidente Trump y sus acólitos, que suelen ubicar a Woodstock como el inicio de la degradación del sueño americano, una creencia endurecida en las profundidades de los nuevos oscurantismos americanos. En la era de la inteligencia artificial y de las autocracias populistas, Woodstock es sólo una pieza más del museo de la época de las flores en el pelo.

Thursday, July 17, 2025

Los límites del individualismo

Diario de incertidumbres ¿El mérito es de quien lo trabaja?: los límites del individualismo Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 17/07/2025) https://suplementocampus.com/el-merito-es-de-quien-lo-trabaja-los-limites-del-individualismo/ Uno de los problemas que ha permanecido latente en el análisis del desempeño de los sistemas de educación superior es el del abandono escolar. Y el indicador más empleado en dicho análisis se relaciona con las tasas de eficiencia terminal de los estudiantes universitarios, es decir, el porcentaje de estudiantes de una generación que culminan sus estudios en el tiempo programado según las carreras que eligen. Bajo ese indicador, se han realizado no pocos esfuerzos para mejorar los índices de eficiencia terminal, intentando evitar o disminuir los abandonos tempranos o tardíos de los estudios, mejorando las condiciones de acceso, tránsito y egreso de los estudiantes de las carreras técnicas o universitarias. Programas masivos de becas, flexibilidad de programas para adaptarlos a las necesidades estudiantiles, tutorías, facilidades para los aprendizajes, estándares de calidad, educación no presencial, forman parte de los catálogos institucionales que se han ensayado para lidiar con el problema. No obstante, la deserción o abandono escolar es un fenómeno que persiste y, en no pocas regiones, instituciones y programas, se agudiza. Según datos de la SEP, en México el abandono escolar en el nivel superior durante el ciclo escolar 2023-2024 fue en promedio nacional del 5.7%, y en el nivel previo (media superior) del 10.8%. Comparado con lo que ocurría a principios del siglo, estos indicadores han bajado de manera discreta. En el ciclo escolar 2001-2002 la tasa de abandono en educación superior era del 8.2% y en media superior del 17.5%. Si se asocian esas tasas con la cobertura bruta de la educación superior mexicana (43% en 2023-2024), las dimensiones del problema se incrementan. No sólo tenemos un problema de insuficiencia en el acceso a la educación universitaria (solo ingresan menos de la mitad de los jóvenes entre 18 y 22 años), sino que, además, de los que llegan, casi 6 de cada 100 no terminan sus estudios. Este problema tiene efectos en diversas dimensiones. Uno de ellos es el rezago escolar de millones de personas que no terminan por diversas razones sus estudios de nivel superior, lo que incluye no solo los abandonos sino también la titulación. El país está lleno de pasantes de licenciatura de diversas carreras (en algunas más que en otras por supuesto), a pesar de la exigencia de la cédula profesional para poder ejercer las profesiones correspondientes. Por otro lado, los estudios interrumpidos o abandonados no permiten a las o los estudiantes obtener algún reconocimiento en los mercados laborales. Más allá y al fondo, hay una sensación de pérdida o fracaso individual, que lastima a quienes por alguna circunstancia decidieron dejar de estudiar sus programas de formación técnica o profesional, o que no han obtenido el título que acredite sus estudios universitarios. La ideología del éxito o el fracaso escolar está ligada al principio meritocrático, de origen liberal, que domina los imaginarios de las trayectorias vitales de los estudiantes, pero también influye como una creencia poderosa en la mentalidad de directivos y profesores universitarios. “El mérito es de quien lo trabaja” parece dominar los códigos interpretativos de las instituciones de educación superior, una creencia que coloca el esfuerzo individual como el componente principal de las trayectorias escolares, más que en los contextos sociales o en los marcos institucionales en los cuales los individuos cursan sus estudios. Desde hace tiempo, el problema se intenta abordar con un enfoque diferente: el de las “micro credenciales”. Este enfoque reconoce el problema del rezago y de los abandonos escolares en educación superior, y la necesidad de la educación a lo largo de la vida. Para ello, propone un esquema de reconocimientos asociados a diplomas y certificaciones que legitiman formalmente las competencias y saberes de los estudiantes que abandonan sus estudios, pero que deciden continuar con procesos de aprendizajes a lo largo y ancho de la vida, aunque no les proporcionen un título universitario. Desde esa perspectiva, el desafío mayor es la construcción de políticas contra el abandono escolar que partan del reconocimiento de la enorme heterogeneidad de los estudiantes de educación superior. Hasta ahora, las políticas de becas parten del supuesto de que la causa de los abandonos y el rezago escolar es la falta de recursos económicos de los estudiantes y de sus familias para sostener sus estudios. Sin embargo, ello puede explicar la situación de una parte de la población estudiantil de las instituciones públicas (particularmente de los deciles de ingreso más bajos de esa población), pero no de todos los más de 5 millones de alumnos de la educación terciaria mexicana. Factores como el origen social, la insatisfacción con los estudios recibidos, la baja calidad de los ambientes institucionales, o la burocratización de la enseñanza, parecen ser también factores causales del abandono, la reprobación y el fracaso escolar. Y todo ello rebasa la teoría meritocrática tradicional, donde basta con “echarle ganas” a los estudios para obtener los beneficios esperados. Aunque nunca es menor el componente de la voluntad de los esfuerzos personales en el campo de la educación superior, es preciso reconocer los límites del individualismo. El ideal meritocrático supone estudiantes ideales. La realidad educativa se expresa en estudiantes reales, no imaginarios, con toda la diversidad y complejidad de los factores individuales, familiares y sociales que influyen en sus trayectorias escolares e itinerarios vitales. El abandono, el rezago, la reprobación, o la no titulación, son problemas públicos que exigen respuestas institucionales más comprensivas, complejas y diversas.

Saturday, July 12, 2025

Insomnio

Tierras raras Insomnio Adrián Acosta Silva (Revista Reverso, 07/07/2025) https://reverso.mx/tierras-raras-insomnio/ La experiencia del insomnio es un tema de interés científico, poético o literario desde hace muchos años. Como padecimiento médico, es objeto de atención para neurólogos, psicólogos y psiquiatras, y ha dado pie a un potente mercado de medicamentos, drogas y charlatanerías dirigidas a apaciguar o contener los demonios de los insomnes. Como tema literario o poético, el insomnio suele ser visto como una experiencia casi religiosa asociada a la soledad, la depresión y la ansiedad, que a veces puede actuar como combustible poderoso para la imaginación, la reflexión o la creatividad. La maldición de los insomnes es no dormir ni soñar de manera regular. Muchos hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas el placer o la tortura de la falta de sueño, de no poder dormir por ansiedad, preocupación, por extraños hábitos de metabolismo intelectual, o por alguna rara combinación de química cerebral. Pensar, reflexionar, miedo, incertidumbre, indecisión, son parte de las causas que suelen acompañar la gestión de nuestras emociones cotidianas, y cuyas raíces parecen hundirse en el suelo profundo de nuestras experiencias vitales. En el otoño de 1964, Vladimir Nabokov (“un insomne crónico”, según sus críticos), experimentó escribir sus sueños justo a la mañana siguiente de ocurridos, con el propósito de probar cierta teoría sobre las relaciones entre el tiempo y la memoria, el futuro y los sueños. El resultado fue el registro de 64 sueños en 118 tarjetas, que se agruparon en algo que bien podría titularse como “diario de un insomne”. Esos registros dieron lugar a un libro póstumo sobre esta experiencia del autor de novelas como Lolita, o Ada o el ardor, titulado Vladimir Nabokov. Sueños de un insomne (WunderKammer, 2019), editado por Gennady Barabtarlo, uno de los expertos mundiales de la obra de Nabokov. Los pasajes oníricos de sueños imposibles son la hechura del experimento nabokoviano. Para un insomne crónico “la noche es siempre un gigante”, escribió Nabokov. ¿Qué son los sueños?: “Murmullos de misterio”, “azarosa sucesión de trivialidades y fantasmas inconexos”, “colección de detalles grotescos”. El antídoto o la respuesta involuntaria a esos efluvios oníricos es el insomnio, la dificultad para descansar, dormir y soñar. Las tierras raras del insomnio están pobladas de contradicciones y misterios, de premoniciones y recuerdos. Angustias existenciales, frustración, incapacidad para comprender, dilemas morales, entusiasmos intelectuales, torturas racionales, mal de amores, música de las emociones, pasiones indomables, acumulación de absurdos, sinsentidos y paradojas kafkianas. Ese es el suelo duro y árido de la república de los insomnes. El único reposo de la experiencia del mal dormir radica en los fugaces momentos de sueños diurnos o nocturnos, gobernados por el cansancio o el hastío, que pueden ser plasmados como abismos líquidos del accidentado territorio de aquellos que por muy diversas causas no pueden conciliar el sueño.