Saturday, December 06, 2025
Libros
Tierras raras
Libros
Adrián Acosta Silva
(Reverso, 06/12/2025)
https://reverso.mx/tierras-raras-libros/
Los libros forman parte de los accidentados procesos civilizatorios de las sociedades contemporáneas desde su invención a mediados del siglo XV, gracias a los buenos oficios de Johannes Gutenberg. Configuran prácticas de lectura, alimentan conversaciones, estimulan la imaginación y las creencias individuales y colectivas. Son también parte de un mercado donde autores y lectores constituyen los eslabones básicos de una industria que florece como negocio y espacio de intercambios múltiples en que empresas editoriales e intermediarios establecen las reglas del consumo de libros.
Ello explica el florecimiento de ferias del libro como la de Guadalajara, que desde 1986 se ha convertido en un símbolo de la industria lectora y cultural de la ciudad. Espectáculo y negocio, espacio de debate y difusión de ideas, alimentada por un puñado de editoriales de distintas escalas, exhibiendo obras de autoras y autores más o menos célebres, que caminan entre multitudes más o menos interesadas en los libros. Entre mesas de discusión, presentaciones de libros, brindis, stands, restaurantes y bares, la FILG representa un proyecto anclado en la experiencia organizativa de la Universidad de Guadalajara, y el interés de las editoriales interesadas en promocionar a sus autores.
La feria es una empresa cultural además de un espacio de negocios. No es claro que ello signifique que el interés por la compra de libros o el aumento en las prácticas de lectura se haya incrementado en las últimas cuatro décadas, es decir, que la lectura se haya vuelto un hábito entre los miles de asistentes que concurren nueve días al año a los recintos donde se exhiben libros y se animan conversaciones. El consumo de libros es un fenómeno propio de las tierras raras del mundo bibliográfico, un fenómeno difícil de cuantificar, aunque en el pasado han existido esfuerzos por tratar de determinar el nivel de las prácticas de lectura en nuestro país.
Con todo, la feria es un espacio donde se ven, compran y, a veces, se roban libros, una práctica que desafortunadamente ha caído en desuso en los últimos años. Quizá ese era, o es, el indicador más claro del aprecio por los libros: hurtar libros como expresión del deseo de poseer ejemplares que de otra forma serían objetos inaccesibles para sus lectores. La temeridad, el riesgo, la ansiedad, la ambición, como motores de fechorías culturales propias del interés enfebrecido por coleccionar obras de papel que representan pequeños trofeos de papel colocados en los estantes o en las mesas de quienes cometen esos minúsculos actos de rebeldía, cálculo y desesperación.
En 2014 ocurrió algo al respecto. Tres estudiantes universitarios se robaron ochenta libros en aquella edición de la FIL. Un acto memorable, que bien merecería un homenaje y un par de estatuas. Simboliza el hecho de que robar un libro es humanizar la práctica de la lectura. Acerca más que cualquier otra cosa a los autores con sus lectores. Robar libros como la última de las bellas artes.
Thursday, December 04, 2025
Autonomía y democracia universitaria
Diario de incertidumbres
Autonomía y democracia universitaria
Adrián Acosta Silva
(Campus Milenio, 04/12/2025)
https://suplementocampus.com/autonomia-y-democracia-universitarias/
Un fantasma recorre el campus: el malestar con las prácticas de los gobiernos universitarios. Aunque sus apariciones suelen ser esporádicas, sus efectos pueden ser devastadores para la vida institucional. En la historia reciente de no pocas universidades públicas mexicanas y latinoamericanas, ese malestar se expresa ocasionalmente en protestas, reclamos y movilizaciones de profesores y estudiantes (ellas, ellos) que denuncian arbitrariedades, abusos e ilegalidades por parte de las autoridades universitarias, colocando en situaciones de ingobernabilidad a las propias universidades.
Algunos casos recientes permiten identificar los rasgos y los riesgos del gobierno de las universidades públicas autónomas. Uno es el caso de la Universidad Veracruzana (documentado ampliamente por Campus), sumergida desde hace meses en una crisis institucional por la decisión de la Junta de Gobierno para extender el período de gobierno del actual rector de esa universidad, a pesar de la ilegalidad e ilegitimidad de esa decisión política. Otro caso lo representa la Universidad Nacional de Colombia, donde un accidentado proceso electoral llevó a elegir a dos rectores: uno electo según las reglas al uso de esa institución, y otro electo por la mayoría de los estudiantes y profesorado universitario. Uno más tiene que ver con las movilizaciones por dotar de autonomía a instituciones jurídicamente heterónomas como la Escuela Superior de Administración Pública de Colombia (ESAP), un espacio universitario fundado en 1960 en la cual se forma el funcionariado público nacional colombiano.
Estos casos colocan nuevamente en el horizonte de la discusión pública el problema del gobierno de las universidades autónomas. Herederas de un antiguo reclamo democrático que llevó a la estructuración de regímenes autonómicos donde el co-gobierno o gobierno compartido entre estudiantes, profesores y directivos es el componente central de la lógica de su autogobierno, las universidades expresan las tensiones propias de los diversos intereses y actores que coexisten entre sus comunidades. Esa complejidad organizacional (el cogobierno) supone la desconcentración y descentralización de muchas decisiones académicas, ancladas es las escuelas, facultades e institutos de investigación que representan a las disciplinas y áreas del conocimiento que se desarrollan en las universidades.
No obstante, las formas y procesos de elección de sus autoridades suele ser el núcleo del problema del autogobierno. La hechura de leyes y normativas universitarias marcan las reglas del juego, aunque la dinámica de grupos y redes de poder determinan muchas de las prácticas institucionales. Juntas de gobierno, universitarias o directivas, colegios académicos, consejos universitarios, consultas, procedimientos y métodos electorales, configuran los espacios de participación y representación de las comunidades universitarias en los procesos políticos internos. La idea central de estas formas y espacios colegiados del gobierno universitario es que el poder institucional sea un poder distribuido, no centralizado, que obedezca a la lógica de producción, transmisión y difusión del conocimiento técnico, profesional o científico, no a los intereses políticos de grupos específicos.
Pero los límites y funciones de las autoridades son también objeto de las normativas universitarias que tienen que ver con la gestión de la autonomía. Y es aquí donde se encuentran las aguas profundas del malestar universitario: los excesos, la manipulación o el aprovechamiento de las funciones y recursos de las universidades para el beneficio de unos cuantos. Navegar entre esas aguas es el oficio de piratas y marineros expertos en el uso de la autonomía como instrumento de autoprotección política, y no como condición institucional para el ejercicio de las libertades de expresión, de cátedra e investigación que constituyen la racionalidad crítica de la vida académica de las universidades en los diversas disciplinas y campos del conocimiento. Es la vieja distinción kantiana entre la república del saber y la república del poder, entre la racionalidad científica y la racionalidad del Estado.
Lo que asoma en los horizontes nublados de la política universitaria es el debate sobre el ideal democrático asociado a las formas y métodos del gobierno de las universidades públicas autónomas. Y aquí ha surgido el problema de formas autocráticas de gobierno a cuya solución se le propone aplicar un nuevo aceite de serpiente: la “democratización” de la universidad. Aunque el enunciado mismo es ambiguo y sus expresiones son inevitablemente discutibles, ello supone la participación masiva de las comunidades universitarias para elegir rectores y directivos, a través de formas plebiscitarias o asambleístas de gobierno, en que las decisiones universitarias sean consultadas y avaladas por sus comunidades.
En contextos de autonomía el ideal democrático universitario es el cogobierno, y la “democratización” es el proceso orientado hacia la cristalización de ese ideal. La democracia universitaria significa expansión de oportunidades de acceso a la universidad de poblaciones excluidas, pero también participación y representación en los órganos colegiados, y de rendición de cuentas de sus autoridades. No obstante, los conflictos en torno a las formas de elección de las rectorías pueden conducir a efectos perversos o no deseados del ideal (el fin) y del proceso (el medio). Abre, o puede abrir, la puerta a reformas institucionales que, en nombre de la lucha contra la burocratización y corrupción real o imaginaria de los gobiernos universitarios, se orienten a la construcción de regímenes heterónomos que obedezcan a proyectos políticos externos a las universidades, donde el activismo y la politización salvaje ocupen el lugar central de las prácticas académicas de los universitarios. La relación entre autonomía y democracia universitaria es siempre una ecuación compleja, que no se resuelve con algoritmos simplificadores, y que requiere de una combinación de responsabilidad gubernativa, ética institucional y respeto a la legalidad y legitimidad que se han dado las propias universidades.
Estos temas fueron el objeto de varias reflexiones en el “Congreso Nacional sobre autonomía y democratización universitaria”, organizado en Bogotá por la ESAP, y al que fui invitado para explorar las varias dimensiones de la gestión autonómica de las universidades. El resultado fue la formulación de una agenda básica de investigación comparada que permita ofrecer evidencia y propuestas de políticas de reforma para las propias universidades, orientadas a mejorar los umbrales de calidad, coherencia y consistencia de la gobernabilidad y la gobernanza institucional en entornos complejos.
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