Thursday, December 18, 2025

Mapas de futuros

Diario de incertidumbres Mapas de futuros Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 18/12/2025) https://suplementocampus.com/mapas-de-futuros/ A sparkle was in his eyes But his life was in his hands Neil Young, Tonight´s the Night (1975) Las señales de cualquier tipo de escenarios futuros de la educación superior están enraizadas en el presente. Tendencias e incertidumbres, ilusiones y razonamientos, son expresiones de la imposibilidad de saber con exactitud lo que puede ocurrir en los años por venir. Los más optimistas aseguran tendencias que favorecerán alguna idea clara o difusa de progreso, mientras que otros afirman, por contrario, que el futuro inmediato o remoto anticipa la agudización de problemas socio-institucionales en el campo de la educación terciaria. Los anteojos que se utilicen suelen ser los filtros interpretativos y descriptivos de unas u otras posiciones. En cualquier caso, esos anteojos pueden ayudar a configurar los trazos gruesos de algún tipo de mapas de futuros. Desde el punto de vista de la desigualdad de los riesgos, los beneficios y las oportunidades de la educación superior contemporánea, 2026 se perfila como un año poblado de desafíos y restricciones de muy diverso calibre, dimensiones y alcances. Imaginar un futuro sin la presencia de este conglomerado extraordinariamente complejo de factores y tendencias profundamente enraizadas en el presente es una ilusión. El lenguaje de la época es revelador de la manera en que se interpretan esas tendencias. Hoy no se habla de reformas educativas sino de innovación; la digitalización se ha convertido en una palabra de propiedades mágicas; las ideas se han consolidado como siervas de los intereses; la política educativa es una colección de enunciados huecos, buenas intenciones y procesos de implementación gobernados por la incertidumbre presupuestal: micro credenciales, plataformas, sostenibilidad, ciencia abierta. No obstante, bajo el imperio de esta gramática se pueden identificar cuatro grandes fuerzas que parecen determinar o influir en la construcción de los escenarios futuros de la educación superior a nivel global. Inteligencia artificial, gobernanza, vinculación y prácticas educativas son los cuatro jinetes que pueden dominar el próximo año la agenda pública de la educación terciaria. Vayamos por partes. La primera de ellas es la relacionada con la inteligencia artificial y la desestructuración de las rutinas y prácticas educativas tradicionales. Las épicas de la innovación digital han colocado a la IA en el centro de una suerte de revolución educativa que cambiará al mundo para siempre. Mitos y realidades han dado forma a un nuevo fetichismo posmoderno y post-global: la capacidad de las nuevas tecnologías para transformar prácticas sociales. Hoy día, el universo virtual de los algoritmos y los robots han entusiasmado a empresas y universidades, y anticipan cambios en las economías del aprendizaje que conllevan profundas transformaciones en el perfil de los estudiantes, los docentes y los directivos universitarios. Es una tendencia más retórica que empírica pero que habrá que examinar durante el año próximo y los que siguen. La segunda tendencia es el debilitamiento de la gobernanza de los cambios tecnológicos y las adaptaciones institucionales y sistémicas, y su relación con el financiamiento de la educación superior. Ello supone regulación, conocimiento e información sobre lo que realmente está ocurriendo en las prácticas educativas e investigativas de la educación superior. Hasta ahora, la novedad de los cambios reales e imaginarios van más allá de lo que ocurre en la dimensión tecnológica-instrumental, y tienen que ver con los viejos problemas de coordinación y colaboración sistémica donde participan el estado, el mercado y las comunidades académicas, relaciones particularmente relevantes para el caso de las universidades públicas autónomas. Asimismo, para el caso mexicano, la relación entre gobernanza y financiamiento está en el centro de los efectos esperados de la LGES aprobada en 2021, cuyos cambios son hasta ahora enunciativos y difusos más que empíricamente demostrables, donde la austeridad es la máscara que cubre el declive del financiamiento como motor del desarrollo en las universidades públicas. La tendencia hacia las exigencias de nuevas formas de vinculación de las IES con sus entornos es visible desde comienzos del siglo XXI. A las tradicionales funciones de docencia, investigación y difusión de las universidades, se les ha agregado de manera silenciosa pero imparable una cuarta función sustantiva: la vinculación. Aunque predomina cierta visión mercado-céntrica sobre la vinculación universitaria, la retórica de la innovación se superpone a experiencias de vinculación que tienen que ver con los modelos de la universidad emprendedora que se han desarrollado en muchas partes, asociados de manera difusa con las experiencias del capitalismo académico. Finalmente, pero no al último, la cuarta mega-tendencia tiene que ver con el núcleo duro de la vida universitaria: las prácticas educativas. Estas prácticas suponen la conformación de nuevos perfiles estudiantiles y docentes, cuyos valores, principios, percepciones y actitudes determinan los procesos educativos universitarios cotidianos. Aunque el valor público y social de la educación se mantiene, las posibilidades de movilidad social ascendente parecen haber disminuido con los cambios en el mundo del trabajo y con el incremento de los umbrales de incertidumbres relacionadas con los empleos públicos y privados. Estas cuatro grandes tendencias configuran cualquier mapa de futuros imaginables de la educación superior para el 2026. La resiliencia institucional, la crisis del financiamiento a las universidades públicas (que exige ya una operación de rescate financiero por parte del gobierno federal), el incremento de las tasas de abandono en los programas universitarios, la debilidad de la gobernanza sistémica, y los cambios en las prácticas educativas y los problemas de inserción laboral de los egresados, forman parte de la fenomenología de la educación superior en el horizonte del presente y del futuro inmediato. Bajo esas circunstancias es difícil colocar los anteojos claros del optimismo para anticipar el futuro. Por el contrario, los anteojos oscuros del pesimismo parecen más adecuados para vislumbrar lo que puede ocurrir el próximo año. Aunque tal vez valga la pena utilizar anteojos ámbar para conservar ciertos destellos de optimismo en los ojos, pero manteniendo la atención en que el futuro puede estar en nuestras manos, justo como apuntaba Neil Young hace medio siglo, con la tonalidad sombría de su voz y el sonido lúgubre de su guitarra.

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