Estación de paso
Chile: la chispa y el incendio
Adrián Acosta Silva
(Campus-Milenio, 30/01/2020)
Invitado por colegas chilenos para reflexionar sobre los problemas contemporáneos de las universidades en América Latina, una breve estancia en Santiago me permitió observar de cerca algunos de los perfiles de lo que se conoce como la “nueva rebelión de octubre”. Las siguientes son notas al vuelo, impresionistas, derivadas de conversaciones con colegas, interpretaciones más o menos libres sobre el significado de los acontecimientos. Son apuntes sin pretensión alguna, registros sueltos sobre una coyuntura multidimensional y multicausal.
1. Uno de los componentes de la compleja crisis social y política chilena que desde hace tres meses estalló en aquel país, es el malestar de las clases medias urbanas, y, en especial, de los estratos universitarios, con el presente y el pasado reciente de la gestión e instrumentación de las políticas económica, social y educativa de los gobiernos de izquierda (Bachelet, en su segundo mandato 2014-2018) y de derecha (Piñera, en su primer mandato, 2010-2014, y en ejercicio del segundo desde 2018). El incendio de una estación del metro a finales de octubre luego de un incremento a las tarifas de ese medio de transporte, fue la chispa que provocó el fuego en la pradera que hoy es posible observar en las calles de Santiago.
2. La chispa es más o menos conocida, pero lo que importa en realidad es la pradera. La desigualdad social acumulada a lo largo de los últimos quinquenios, la insatisfacción con los esquemas de pensiones y jubilaciones de los adultos mayores, los problemas de inserción laboral de los universitarios de pregrado y de posgrado, la inmigración masiva de haitianos, colombianos y venezolanos a la capital chilena (se calcula que 1.2 millones de migrantes han llegado en los últimos años), la caída general de los salarios medios, han provocado en su conjunto un escenario social donde la sensación de ausencia de expectativas sobre el presente y el futuro inmediato han configurado un extendido sentimiento de ansiedad que se filtra rápidamente entre diversos estratos y clases de la sociedad chilena contemporánea.
3. El gobierno de Piñera y la clase política chilena han reaccionado mal y tarde. Rebasados por la magnitud de las violentas protestas que se han desarrollado durante tres meses, la salida propuesta es la elaboración de una nueva constitución política que sustituya a la promulgada en 1980. Mientras tanto, la reacción inmediata fue la declaratoria de “Estado de emergencia”, la contención policiaca frente a las manifestaciones, en especial, de los grupos de anarquistas y radicales que suelen enfrentar a los carabineros, grupos que lanzan piedras a los edificios, rompen vidrios y saquean comercios, que hoy lucen blindados con protecciones de acero a lo largo de la Alameda. Por su parte, muchos ciudadanos comparten el sentido de las protestas pero condenan la violencia de las mismas, y la incapacidad del gobierno nacional para resolver el problema.
4. Una encuesta reciente de estudiantes de sociología de la Universidad de Chile (“Encuesta Zona Cero”) revela el perfil de los participantes en las protestas: un tercio de ellos son estudiantes universitarios o profesionistas posgraduados, mientras que en muy bajo porcentaje participan personas de baja escolaridad. Asimismo, la causa principal que se señala como motivo de las protestas es la baja calidad de la educación, la salud y el problema de la inserción laboral de los egresados universitarios. Otras encuestas (Centro de Estudios Públicos), ha señalado una erosión en la confianza en las instituciones y una sensación de pesimismo respecto de la democracia chilena actual, aunque en el mediano plazo (dentro de cinco años), la mayor parte de los ciudadanos (60%) confían en que la democracia saldrá fortalecida de la crisis social y política actual.
5. La rebelión de octubre tiene un lenguaje novedoso. Los miles de grafitis grabados en las paredes de edificios y casas del centro de Santiago, muestran el perfil ilustrado de los protestantes. Son leyendas bien hechas, sin faltas de ortografía, una colección de frases poéticas, letras de canciones, metáforas e insultos. El lenguaje de las paredes es múltiple: anticapitalista, anti-neoliberal, violento, emotivo, racional. La impresión es que la retórica de las protestas es la música de un movimiento social que se nutre de un arraigado malestar con la democracia, la desigualdad y la corrupción, y que reclama una ambiciosa (y urgente) agenda de transformaciones económicas y políticas para el Chile del siglo XXI.
6. Como suele ocurrir, esa dimensión cultural, simbólica, de las protestas revela las aguas profundas de la rebelión chilena. En estos meses se han construido varias narrativas que apuntan a diversas causas y motivaciones, que van desde las lecturas conservadoras (migración anárquica, expansión de la informalidad, no respeto a la ley y a la autoridad, ruptura del orden) a las progresistas (educación gratuita, oportunidades de empleo para los egresados universitarios, mayor inversión pública para programas sociales, disminución de la desigualdad). Esa dimensión es todavía una caja negra –para algunos, en realidad, un hoyo negro- que es necesario explorar con cuidado para entender como se ha configurado una pradera social seca y extensa donde una chispa subterránea ha provocado un incendio que amenaza con destruir los logros y ampliar los déficits alcanzados tras varias generaciones de reformas económicas, políticas y educativas.
Thursday, January 30, 2020
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