Saturday, December 21, 2013

Los Lobos: 40 años



Estación de paso
Los Lobos: 40 años
Adrián Acosta Silva

La Virgen de Guadalupe y César Chávez. Ritchie Valens, el barrio y los batos. Tin tán, el pachuquismo del los años cincuenta y sesenta, y el cholismo de los setenta y ochenta; la politización de la música, los cantos y el baile. El reclamo de la singularidad chicana y mexicoamericana surgido entre las aguas turbulentas de la cultura mexicana y la cultura gringa made in California. El spanglish, el zoot suite, los zapatos bicolores, el sombrero con plumas, los colores chillantes, el paliacate enredado en la frente. La cumbia, el blues, el corrido, el rock y el mariachi, el danzón y la marimba, el huapango, el mambo y el Rythmin´ and Blues. El Flaco Jiménez y los Texas Tornados, Los Tres García, Espaldas Mojadas y El Bracero del Año, Luis Valdez, el Piporro y Los Panchos, la frontera y el Río Bravo, Tijuana y San Francisco, las mil millas que van de la avenida Revolución al cruce con las calles Haight-Ashbury. El tequila y la mota, la cerveza y el agua de Jamaica. El borlo y la pachanga, la soledad expresada entre letras y música de orígenes imprecisos. Son al mismo tiempo Bob Dylan y José Alfredo Jiménez, Javier Bátiz y Eric Clapton, Los Beatles y The Band, los Stones y Vicente Fernández, Álvaro Carrillo y J.J. Cale, Pedro Infante y B.B. King.
Es el temor a la migra y el racismo, la religión y la política, las creencias, los usos, las costumbres. Es el empleo del “ése” como código de confianza insobornable, el aprecio de los carnales, los compas, la chaina y el filero. Es la pistola y el corazón, el vecindario, el río y la autopista, Kiko y la luna color lavanda, el pueblo y la ciudad, las lágrimas de dios y la venganza de los pelados, la supervivencia del lobo y los paseos nocturnos en autos viejos por East-LA. Es la fe que se deposita en una lata de estaño, el amor por una tal Rosa Lee, el imperio de las cosas pequeñas (el diablo está en los detalles), el camino en el lecho del río, un tiempo, una noche. Es la imagen mítica de Aztlán junto a una cabeza colosal, la reinvención de La Bamba como prenda del alma, las fotografías de Jimi Hendrix y The Doors colocadas cuidadosamente junto a la de Cuco Sánchez, un póster de The Greateful Dead debajo de uno del Mariachi Vargas de Tecalitlán. Son las postales sueltas de un grupo contemporáneo de Bruce Springsteen y de Cornelio Reyna, de Tom Waits y de Los Bravos del Norte, de The Eagles y de Los Ángeles Negros.
Es la ruta del crossover como práctica y rutina, la invención de los Latin Playboys que acostumbran los chiles jalapeños, la guitarra y el acordeón de David Hidalgo que acompaña el disco más reciente de Bob Dylan, la celebración de La Raza y de las fiestas familiares, la defensa de la imaginación mexicoamericana, que incluye fantasías y demonios, esperanzas y deseos. Es la visita regular a las siete fronteras a lo largo de cuatro décadas, como aconsejaba con sabiduría el Piporro: de Tijuana a Ciudad Juárez, de Ciudad Juárez Laredo, de Laredo a Matamoros, sin olvidar a Reynosa. Es la ruta del migrante: El Paso y San Diego, Caléxico y Douglas, Eagle Pass y Brownsville, de Phoenix y Tucson a Albuquerque y San Antonio. Es la visita esporádica al México realmente existente, de conciertos ocasionales en Monterrey, Guadalajara y el Distrito Federal, territorios extraños para forasteros armados únicamente de guitarras, bajos, bandoneón, y de un cancionero inspirado en la lejanía y cercanía mítica del algún barrio de LA. Es la efímera felicidad de la vida acompañada por un largo, largo requinto de blues.
Estas estampas son un inventario guiado azarosamente por la memoria y el gusto, un acercamiento a los 40 años del grupo angelino de Los Lobos. Cuatro décadas que atraviesan la frontera de dos siglos, acompañando las voces y los sonidos de una agrupación que cristaliza en más de un sentido la fusión y la identidad de una cultura templada pacientemente al calor de otras culturas. 18 discos grabados, una decena de recopilaciones y soundtracks, conciertos, giras, experimentos musicales y culturales con las comunidades chicanas de los Estados Unidos, con incursiones ocasionales a algunas mexicanas. Disconnected in New York City (429 Records, 2013), es el disco de celebración con el que Los Lobos festejan su cumpleaños. Grabado en el City Winery de Nueva York, David Hidalgo, Conrad Lozano, Louie Pérez, Cesar Rosas y Steve Berlin, se reunieron una vez más para tocar 12 canciones que representan paradas iluminadas por luz neón en el largo camino que iniciaron en 1973. Hoy, quizá puedan responder con certeza a la pregunta que formulaban al inicio de su carrera, a mediados de los años setenta: “¿Cómo sobrevivirá el lobo?”. Probablemente responderían: “Como ha podido, el ése bato”.

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