Thursday, October 17, 2024
Desigualdad en educación superior: el laboratorio latinoamericano
Diario de incertidumbres
Desigualdad en educación superior: el laboratorio latinoamericano
Adrián Acosta Silva
(Campus Milenio, 17/10/2024)
https://suplementocampus.com/desigualdad-en-educacion-superior-el-laboratorio-latinoamericano/
Desde hace décadas América Latina y el Caribe se considera la región más desigual del planeta. Es una desigualdad que se expresa de muchos modos: en el ingreso económico de las personas, en el acceso a los bienes públicos (empleo, vivienda, salud, educación), en el consumo de bienes privados, en los procesos de movilidad social, en las oportunidades laborales, en los niveles de bienestar y prosperidad a los que pueden acceder las distintas generaciones. Ese contexto de desigualdad persistente, donde los grupos de más altos ingresos y mejores condiciones sociales concentran las mayores ventajas del desarrollo y de la globalización, explica en gran parte los problemas de la pobreza multidimensional, exclusión social y migración forzada que hoy se observan en la región.
Ese mismo contexto explica el hecho de que la desigualdad sea el eje de los principales problemas de la educación superior en América Latina y el Caribe, que se expresa en varias dimensiones y produce diversos efectos sistémicos. Las dimensiones que usualmente son consideradas como críticas en el análisis de la desigualdad en este campo son: a) la equidad en el acceso, la permanencia y el egreso en la educación terciaria; b) los procesos de inserción laboral de los egresados; c) la calidad de los aprendizajes obtenidos en educación superior; d) el origen social de los estudiantes; e) el costo de los estudios educación superior, que incluye el análisis de los financiamientos públicos y privados al sector.
Existen por supuesto más dimensiones y variables consideradas en el estudio de las desigualdades, que tienen que ver, por ejemplo, con las perspectivas de género o con las perspectivas socio-étnicas, que han contribuido a profundizar la comprensión de los complejos fenómenos de las desigualdades regionales. Muchos gobiernos y organizaciones nacionales o internacionales realizan de manera sistemática reportes sobre las situaciones de desigualdad que caracterizan a cada país, que incluyen en ocasiones enfoques regionales y micro-regionales sobre las distintas maneras en que se expresa ese fenómeno en poblaciones y territorios específicos. Esta diversidad de perspectivas y enfoques ha alimentado el diseño e implementación de políticas nacionales para combatir la desigualdad en la educación superior, lo que ha hecho de la región de América Latina y el Caribe un auténtico laboratorio de políticas durante los últimos cuarenta años.
Pero quizá algunas de las evidencias más elocuentes sobre las desigualdades tienen que ver con la relación entre el acceso a la educación terciaria y la distribución del ingreso económico de los estudiantes y de sus familias. Algunos datos recientes muestran la magnitud de esta dimensión en la explicación de las múltiples desigualdades imperantes en la región.
Según información contenida en la “Base de datos socioeconómicos para América Latina y el Caribe” (SEDLAC, por sus siglas en inglés) en los últimos datos disponibles (2021), el acceso a la educación superior, medido por grupos de ingreso económico (usualmente denominados quintiles), el grupo más rico (poblaciones ubicadas en el quintil 5) tiene un acceso considerablemente mayor que el grupo más pobre (quintil 1). Se estima que, en promedio regional, más del 60% de los grupos más ricos acceden a la educación superior, mientras que menos del 20% de los más pobres pueden hacerlo.
Si se desglosa por países, los porcentajes más altos de acceso de los grupos sociales de mejores ingresos corresponden a Costa Rica (75%), Chile (73%), Uruguay (70%), Brasil (61%) y Argentina (68%). México tiene un porcentaje del 58%. En contraste, la proporción de los grupos sociales de más bajo ingreso que acceden a la educación superior son Guatemala (1%), Uruguay (8%), Brasil (10%), Costa Rica (11%), México (21%), Argentina (25%), y el relativamente más equitativo es Chile (42%).
Si se miran estos datos en sus contextos nacionales, puede confirmarse, como se ha hecho con muchos estudios previos a lo largo de los años por organizaciones como Cepal, OECD, IESALC-Unesco, etc., que la asistencia a la educación superior en la región está determinada poderosamente (aunque no exclusivamente) por el ingreso económico de los estudiantes y de sus familias. Eso significa que un individuo proveniente de grupos sociales de ingresos relativamente altos tiene tres veces más probabilidades de ingresar a la educación terciaria que los individuos pertenecientes a los grupos de menores ingresos del subcontinente.
Pero esta distribución se polariza de manera dramática si la vemos en la escala nacional. El caso de Costa Rica es uno de los más claros: 75 de cada 100 individuos del quintil más rico acceden a la educación terciaria, contra solo 11 de cada 100 del quintil más pobre. Uruguay es otro caso similar: 70 de cada 100 ricos ingresan a la ES, contra solo 8 de cada 100 de los más pobres. Chile es un caso atípico: aunque 73 de los individuos ricos se matriculan en alguna institución de educación superior, 42 de cada 100 de los más pobres también lo hacen, lo que significa que la brecha de desigualdad en el acceso es menos pronunciada que en América Latina. México no se aleja mucho del porcentaje regional: 58 de cada 100 de los más ricos se inscriben en educación superior, contra 21 de cada 100 de los más pobres.
Estas brechas de desigualdad trazan el mapa de las inequidades en el acceso al que, en teoría, es, o debería ser, un bien público. Pero ello es sólo el efecto, y no la causa, de un problema mayor: el de la distribución del ingreso, que es un tema clásico de la economía política del desarrollo. Aunque se han hecho esfuerzos notables para enfrentar el problema en los últimos años en Latinoamérica (que incluyen reformas legislativas, programas públicos, incentivos fiscales o financieros a IES públicas o privadas, masificación de becas estudiantiles, reformas a las políticas de ingreso), estos han sido claramente insuficientes para disminuir de manera significativa las desigualdades existentes. En este sentido, el laboratorio latinoamericano de la educación superior aún no produce los resultados esperados en el combare a la desigualdad.
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