Friday, November 03, 2006

La rebelión de las tribus Público-Milenio, 04/11/06

Estación de paso

La rebelión de las tribus

Adrián Acosta Silva


Un amigo argentino que conoce como pocos el tema, me comentó alguna vez que la gobernabilidad es el arte de evitar que toda la gente se ponga brava al mismo tiempo. Y para que eso ocurra, normalmente deben combinarse una serie de fatalidades en la conducción política de un contexto específico: impericia, debilidad institucional, aislamiento del gobierno, radicalización de posiciones, uso ineficaz de la violencia, fracaso del diálogo y la comunicación política. Pues bien, todo ello ocurrió en Oaxaca, que bien pronto se parece a Argentina en tiempos de De la Rúa, Bolivia en tiempos de Hugo Banzer o a Haití en el tiempo de siempre.

La ingobernabilidad de Oaxaca ha durado casi medio año, y ni la Secretaría de Gobernación ni el gobierno estatal han logrado dar una salida al conflicto, que por ahora tiene una pausa de humo con la PFP en la capital. El incendio oaxaqueño puede tener muchas explicaciones, pero uno de ellas tiene que ver con el orden tribal que se adueñó en los últimos largos meses de la capital del estado. La tribu encabezada por el gobernador Ulises Ruiz y su camarilla, hizo todo lo que pudo (o dejo de hacer lo suficiente) para garantizar que la ingobernabilidad se constituyera como el eje del conflicto político y social que sacude a los habitantes de la capital y que preocupa a todo el país. Las otras tribus, aglutinadas en la APPO y en la sección 22 de SNTE, que caminaron más o menos juntos en el desarrollo del conflicto pero luego, por los pleitos internos, han mostrado sus fisuras tácticas y estratégicas, también han jugado su papel en la promoción de la ingobernabilidad local, mostrando como los fines y medios de sus acciones son particularmente ambiguos pero eficaces como combustible para la ingobernabilidad. El escenario en esas condiciones no podía ser peor: ante la ausencia de una autoridad legítima y eficaz, el viejo orden se desplomó y se estructuró rápidamente en la coyuntura un orden parecido a la jungla hobbesiana, donde la ley del más fuerte se impuso como código de supervivencia y proyecto político de un presente continuo.

Frente al pleito intertribal, el gobierno federal actuó durante meses con una mezcla escandalosa de irresponsabilidad e incapacidad, de negligencia e ingenuidad, que obedecen, en parte, a la confusión, pero en otra al cálculo político. La comisión del Senado que dictaminó que no podían decretarse la desaparición de poderes en Oaxaca, muy pronto tuvo que reconocer su error en el diagnóstico y en la receta. La confusión se ha adueñado del escenario político, pero, visto de alguna manera, si de lo que se trata es de darle cierta lógica al asunto, es que lo que está en juego no es la suerte de Ulises Ruiz o la de la APPO y la Sección 22, incluso de Oaxaca toda. Lo que está en juego es la posibilidad de una coalición política entre el PAN y el PRI en la perspectiva del calderonismo emergente. La reticencia del PRI para exigir la salida de un gobernador de su partido tiene toda la apariencia de un chantaje político, mientras que lo que queda del foxismo y lo que emerge como el calderonismo supone un frío cálculo de costo-beneficio político, con la mirada puesta en el crucial primer año del nuevo gobierno. Ello explica tal vez porqué a últimas fechas, el fantasma del viejo Hobbes ha sido visto tomándose tranquilamente un café en el Zócalo de Oaxaca.