Thursday, January 25, 2024

El futuro como promesa o basurero

Diario de incertidumbres PRONES: el futuro como promesa o basurero Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 25/01/2024) https://suplementocampus.com/prones-el-futuro-como-promesa-o-basurero/ Convencionalmente, el análisis del campo de las políticas públicas contempla mínimamente tres elementos básicos. Uno es la existencia de un sistema de creencias (ideológicas, políticas, teóricas, hipotéticas, normativas) que fundamenta la hechura de las ideas (claras o difusas) que funcionan como guardagujas de la acción pública. Otro es la relación de esas ideas con los intereses que articulan las relaciones entre los gobiernos y los diversos actores sociales y políticos. La tercera es la arquitectura de los programas e instrumentos de las políticas, su conexión lógica y su factibilidad técnica y política. Estos elementos colocan a las políticas frente a escenarios futuros que se antojan como posibles o deseables si se cumplen los objetivos, metas y alcances de las acciones diseñadas. Esa es la promesa de toda política pública: mejorar el estado de cosas, resolver problemas socialmente significativos, anticipar escenarios favorables, proponer utopías organizadas, invocar ilusiones optimistas. El análisis del Programa Nacional de Educación 2023-2024 (Prones) se inscribe en este contexto de teorías y experiencias de políticas, pero muestra un par de cosas especialmente relevantes. Por un lado, es la síntesis retórica de las creencias, acciones y compromisos formulados por el gobierno obradorista desde 2018. Por otro, es un minucioso prontuario de intencionalidades organizadas en el lenguaje básico de (casi) todas las políticas públicas contemporáneas (objetivos, metas, estrategias, indicadores, resultados esperados). Ambos rasgos apuntan hacia la auto-legitimación de un “nuevo modelo” de políticas de educación superior que, aunque se presenta como transformador, hasta ahora es difuso, contradictorio o insuficiente. El diagnóstico que sustenta el programa reitera mucho de lo que ya se sabe. La educación superior es un campo de desigualdades sociales agudizadas por la pandemia del Covid-19, donde el acceso, la equidad y la inclusión de las “poblaciones vulnerables” son un objetivo siempre aplazado en el contexto de un financiamento público históricamente errático e insuficiente. Pero la causa principal de esos déficits de financiamiento y cobertura se atribuye a la privatización de la educación superior, el predominio del modelo de las universidades de investigación, la internacionalización y la competencia por los mercados educativos. El lenguaje de la teoría del capitalismo académico de Slaughter y Leslie se filtra en la fundamentación retórica del Prones. El programa publicado apenas el 28 de diciembre pasado enuncia 5 objetivos prioritarios, 24 estrategias y 149 “acciones puntuales” que amparan el cumplimiento de 5 “metas para el bienestar” y la formulación de 10 parámetros para el seguimiento y evaluación de resultados esperados del Prones. Se afirma que el proceso de evaluación se realizará en el marco del Conaces, con el apoyo de instrumentos de información (Siies) y de acreditación y evaluación (Seaes). Visto en su conjunto, el programa es un recuento de acciones perfiladas o ya realizadas en los cinco años anteriores (2018-2023), pero colocando en el futuro (muy) próximo (2024-2025) o remoto (2040), muchos de los resultados esperados del Prones. El problema con la publicación tardía del programa es que se trata de una legitimación expost de decisiones y no decisiones de políticas que han marcado el territorio de la educación superior del país. Pandemia, financiamiento, gratuidad, universalización, integración del Conaces y de las instancias de planeación subnacionales, constituyen temas dominantes del pasado reciente. A su vez, el “problema del problema” es que muchas de los objetivos y efectos de las acciones sexenales se proyectan hacia el futuro (2025, 2030, 2040), bajo el supuesto político de que el oficialismo morenista logrará refrendar su predominio en las elecciones de junio de este año, y con ello garantizar la continuidad del programa. Pero el prinicipal desafío de las políticas que perfila el Prones es bifronte. Por un lado coloca al futuro como una promesa de solución para los problemas del presente. Por otro, que no contempla que el déficit de implementación de las políticas es la bestia negra de toda acción pública. El programa refleja ambas dimensiones del desafío. Vislumbrar un futuro optimista parte de un clásico supuesto ceteris paribus, es decir, de que se puede cumplir siempre y cuando las condiciones permanezcan constantes. Ello implica el cálculo de que los asuntos no resueltos o insuficientemente resueltos del presente y el pasado reciente de la educación superior deberán resolverse de alguna manera en el futuro próximo o remoto. La segunda dimensión del problema es el de su implementación. Parafraseando una vieja consigna leninista referida a los soviets, “todo el poder al Conaces” parece ser la máxima política y organizativa del Prones. El Consejo es un órgano de gobernanza, un espacio de negociación y acuerdos potencialmente útil si se le dota de instrumentos claros y recursos suficientes de implementación de sus decisiones. El riesgo es que se convierta en un espacio de deliberación improductiva frente al tamaño y complejidad de las restricciones organizativas, políticas o financieras de sus entornos. El Conaces corre el alto riesgo de convertirse en un elefante burocrático en un escenario inmóvil, degradado o catastrófico, tal como ha ocurrido con experiencias similares en el pasado reciente del país. La “visión hacia el futuro” que dibuja el Prones es el escenario de una fantasía organizada: existe un “espacio común para la educación superior”, la cobertura a la educación es universal y gratuita, el Conaces es un intrumento eficaz en la gobernanza sistémica del sector, existe un financiamiento público creciente, suficiente y estable para las instituciones públicas. Son los rasgos de un futuro que se perfila a partir de este mismo año (2024) y que se proyecta en el porvenir (2040), que no se distrae en los obstáculos sociales e institucionales que se han endurecido en los años recientes; un futuro impermeable a la acumulación de los rezagos e insuficiencias de la acción pública que caracterizan el presente mexicano en la educación superior. En este sentido, el futuro no es solamente un imaginario territorio de cumplimiento de las buenas intenciones gubernamentales. También puede ser visto como un gigantesco basurero donde se pueden depositar, una y otra vez, los problemas del presente.

Wednesday, January 24, 2024

Aguas lodosas

Educación superior y elecciones en 2024: navegar en aguas lodosas Adrián Acosta Silva “Suelo hablarles a los mapas, y a veces hasta me contestan” Abdulrazak Gurnah, A orillas del mar. (Nexos, 24/01/2024) https://educacion.nexos.com.mx/educacion-superior-y-elecciones-en-2024-navegar-en-aguas-lodosas/?_gl=1*1vx06cx*_ga*MzE2NTk4NzAxLjE3MDE3Mzk5MDk.*_ga_M343X0P3QV*MTcwNjExMTU1NS4yOS4xLjE3MDYxMTE4ODUuNDUuMC4w La navegación es un oficio de barcos, tripulaciones y suministros que requiere de tres herramientas básicas: calendarios, mapas y brújulas. Los primeros ayudan a gestionar el tiempo, a calcular movimientos y velocidades con la ayuda de relojes y el conteo de los días y los años. Los mapas son representaciones territoriales. Señalan geografías, orientan búsquedas, proporcionan un sentido del espacio, de las distancias, hasta de las culturas y de sus poblaciones. Las brújulas son artefactos indispensables para la exploración de territorios, de la ubicación de los puntos cardinales territoriales. Antiguamente, los mapas eran hechos a mano por cartógrafos amateurs y expertos, basados en la observación cuidadosa y experiencias de viajeros profesionales y exploradores solitarios. Las brújulas —por su parte— son universos en miniatura de símbolos e imanes, producto de la intuición y la curiosidad científica de astrónomos, matemáticos y físicos. Los mapas nos muestran nuestro lugar en el mundo. Las brújulas, las orientaciones de nuestros recorridos reales o imaginarios. Los calendarios, el sentido del tiempo para desplazarse de un lugar a otro. Los marineros y los conquistadores apreciaban el extraordinario valor de esos instrumentos, del uso de catalejos, mapas marítimos, astrolabios, faros marinos, relojes y calendarios. Los nostromos, o contramaestres, sabían muy bien cómo organizar los viajes con ayuda de esas herramientas. En las escuelas suelen encontrarse con grandes mapas colgados de las aulas, algún globo terráqueo, mapamundis que circulan de mano en mano, mapas impresos en libros de texto para enseñarnos a ubicar nuestra posición en el mundo. Las brújulas suelen ser utilizadas como juguetes, a veces para imaginar rumbos reales o imaginarios. Los relojes son instrumentos de precisión, útiles para la organización de las relaciones comerciales, sociales o políticas. Mapas, brújulas y calendarios son herramientas para los extraviados, para los que buscan algo: caminos, brechas, senderos, comprensión, ubicación, extensión. Simbolizan el sentido de comprensión del espacio y del tiempo. Por ello, escritores como Herman Melville, Joseph Conrad o Álvaro Mutis los refieren de manera casi religiosa en sus obras, armas simbólicas contra la desorientación, antídotos frente a los riesgos e incertidumbres que significa navegar en aguas de profundidades desconocidas y mares calmos o embravecidos. Pero esto se aplica también, metafóricamente, a los territorios de la vida social y política, donde esos dispositivos son indispensables para seguir la pista de los actores, la lógica de sus conflictos y acuerdos, de la presiones del “maldito factor tiempo” (Norbert Lechner dixit) para gestionar las incertudumbres, para tomar decisiones y no-decisiones. Desde esa perspectiva, el 2023 puede ser visto como un año que confirmó pleitos, endureció tendencias y abrió nuevos dilemas que marcan el áspero territorio de la política mexicana en los tiempos del obradorismo. Las señales de una nueva transición desde una democracia frágil hacia un claro autoritarismo político basado en la hegemonía de un partido/movimiento (Morena) —aliado desde hace años con partidos-satélite como el PT y el PVEM— han definido en buena medida el mapa de los juegos políticos nacionales. Los actores principales han mostrado sus cartas. De un lado, la coalición gobernante ha postulado a Claudia Sheinbeaum una probada discípula de López Obrador y miembro conspicuo de su inner circle desde que AMLO fue jefe de gobierno de Ciudad de México. Por otro, una coalición opositora (PAN,PRI,PRD) lanzó como candidata a Xóchitl Gálvez, una apuesta hacia la construcción de cierto liderazgo carismático que sea capaz de atraer votos de decepcionados e indecisos con la gestión del oficialismo morenista. Un poco más al fondo, ubicado en un centro difuso, Movimiento Ciudadano (MC) postuló recientemente al todavía diputado Jorge Álvarez Maynez —luego de la comedia de equivocaciones protagonizada por Samuel García en Nuevo León— con el cálculo de que puede funcionar como un partido-bisagra en las próximas elecciones para la composición de las próximas legislaturas federal y estatales, así como en algunos gobiernos municipales. En este contexto, la educación superior espera las señales del futuro. Claramente, la coalición oficialista encabezada por Sheinbaum apuesta a la continuidad de las políticas del obradorismo desprendidas de los nuevos marcos legales impulsados por su administración (la Ley General de Educación Superior y la Ley de Humanidades, Ciencia y Tecnología, las reformas al sistema nacional de investigadores, por citar algunas), que coexisten con los proyectos emblemáticos (y polémicos) del sector (las “Universidades del Bienestar Benito Juárez García”), la creación de nuevas formas de instituciones públicas (universidades tipo “Rosario Castellanos”), o el impulso a la reforma de las escuelas normales y de la Universidad Pedagógica Nacional. Desde esta perspectiva, las universidades públicas federales y estatales no parecen estar en la agenda de prioridades de la coalición Sigamos haciendo historia. Por su parte, la coalición que postula a Gálvez no ha formulado ideas claras respecto de lo que pretende hacer en el campo de la educación terciaria. Hay declaraciones difusas sobre apoyos e innovaciones, algunas intencionalidades de cambios, pero no definiciones, ni acciones contempladas. En la Universidad de Colima, por ejemplo, el pasado 8 de diciembre, la candidata de la alianza Fuerza y corazón por México Va por México, afirmó que desea una educación de “alta calidad para el futuro”, “orientada hacia la ciencia y la tecnología”, ampliar la matrícula y “nuevas oportunidades para el acceso de los jóvenes a las universidades”. Son frases toda-ocasión que en poco ayudan a delinear una idea clara sobre el sector. Mientras las naves político-electorales van, los desafíos del futuro permanecen y los déficits se acumulan en la educación superior. Cobertura y calidad, gobernanza, financiamiento y coordinación, vinculación social y empleablidad de los egresados, forman parte de esos desafíos y déficits institucionales, que son diferentes en complejidad y dimensiones desde una perspectiva sistémica, regional y territorial. La publicación tardía en el Diario Oficial de la Federación del “Programa Nacional de Educación Superior 2023-2024” (bajo el extraño título de Programa especial derivado del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024) apenas el 28 de diciembre pasado, a nueve meses de la terminación de la administración obradorista, introduce un nuevo factor de contexto en la disputa electoral. En estas circunstancias, mapas, brújulas y relojerías de ocasión relojes dominan la observación y las experiencias de la temporada, para tratar de identificar la tonalidad de las urgencias, la comprensión de las pausas, o el cálculo de los riesgos y las oportunidades, pero también ayudan a identificar los perfiles de la polarización y la confusión que dominan el juego de espejos en que suelen convertirse los patios interiores de la política de las políticas en la educación superior mexicana.

Thursday, January 11, 2024

Programa nacional de educación superior

Diario de incertidumbres Programa Nacional de Educación Superior 2023-2024 Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 11/01/2024) https://suplementocampus.com/programa-nacional-de-educacion-superior-2023-2024/ El jueves 28 de diciembre, en pleno día de los santos inocentes, fue publicado el “Programa Especial derivado del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024”, en el Diario Oficial de la Federación. Tres días antes del fin del año, y a nueve meses de la terminación de la administración obradorista, la Subsecretaria de Educación Superior de la SEP, la dependencia responsable de la elaboración del programa, incluyó la versión final del documento oficial que marca las pautas operativas de implementación de las disposiciones normativas contenidas en la Ley General de Educación Superior (LGES), aprobada en abril de 2021. Dos años y ocho meses tardó la elaboración y publicación del programa oficial del sector de la educación terciaria. El extraño, eufemístico y barroco título de “Programa Especial derivado…” es curioso, pero corresponde, en buen cristiano, al Programa Nacional de Educación Superior (PNES), contenido como ordenamiento legal en la LGES. Producto de varios foros y reuniones, de los trabajos del Consejo Nacional para la Coordinación de la Educación Superior (Conaces), de las consultas con especialistas, la publicación del programa es una buena noticia, aunque sea tardía y extraña. ¿Un programa federal que sólo contempla menos de un año para su aplicación?. Es pertinente recordar que existen antecedentes del PNES. Los más conocidos son el Programa Nacional de Educación Superior (Pronaes), el Programa Integral para el Desarrollo de la Educación Superior (Proides), o el Programa Integral para el Fortalecimiento Institucional (Pifi). Los dos primeros corresponden al sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988), y el Proides continuó parcialmente vigente durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994). Ambos instrumentos forman parte del primer ciclo de las políticas de modernización basadas en la planeación y la evaluación que impulsaron cambios importantes en la orientación y estructuras de las universidades y las instituciones de educación terciaria del país, y expresaron de alguna forma las disposiciones normativas contenidas en la Ley para la Coordinación General de la Educación Superior (LCES), formulada en 1978. Durante el sexenio de Ernesto Zedillo (1994-2000), el peso del Proides se desvaneció, pero se formularon los principios básicos de la segunda etapa o ciclo de modernización de la educación superior con la legitimación de los programas basados en incentivos para mejorar la calidad y pertinencia de las IES. Estos programas significaron la consolidación no sólo de un nuevo lenguaje de las políticas de educación superior, sino que también influyeron de manera importante en las formas de gestión de los recursos y la gobernanza institucional de las universidades e instituciones de educación terciaria, la diferenciación de los programas de evaluación y acreditación de la calidad, la rendición de cuentas, y el establecimiento de las políticas de financiamiento público diferencial, condicionado y competitivo. El Pifi nació con la administración del sexenio de Vicente Fox (2000-2006), y se alargó durante el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012). Junto con la formulación y aplicación de diversos programas específicos impulsados por los tres últimos gobiernos priistas del siglo XX que acompañaron este instrumento de políticas, el nuevo oficialismo político encabezado por gobiernos panistas continuaron con la ruta de las políticas de modernización anteriores, aunque colocaron en el centro temas como el aseguramiento de la calidad de los programas profesionales, la diversificación institucional, la internacionalización o la innovación de la educación superior. Aunque ni el Pifi ni los diversos programas específicos resolvieron de manera coherente y satisfactoria los problemas críticos del sector, consolidaron lo que a la distancia puede ser considerado como un paradigma de políticas basado en la calidad, la rendición de cuentas y la combinación del financiamiento incremental (presupuesto ordinario) con el condicionado (presupuestos extraordinarios). El gobierno de Peña Nieto (2012-2018) continuó por los mismos ejes de políticas de los cinco sexenios anteriores, aunque hubo una reducción y reorganización de los programas. La novedad fue el papel de los gobiernos estatales en la gestión y el financiamiento a las universidades públicas autónomas y a los sistemas subnacionales de educación superior. La conflictividad política y la disputa por los recursos se conviertieron en factores contextuales en los que el papel de los gobernadores fue clave para activar o negociar conflictos, en especial con las universidades estatales. Algunos de los casos emblemáticos de este período fueron la Universidad Veracruzana, la de Guadalajara, la de Querétaro, o la de Baja California. Con estos antecedentes, la llegada de un nuevo oficialismo político encabezado por el presidente López Obrador y su partido (Morena) significaba una ruptura con el paradigma de políticas dominante durante 36 años en el sector, al (des)calificarlo como “neoliberal”. Un nuevo discurso basado en las ideas de la obligatoriedad y gratuidad de la educación superior se dirigió a cambiar abruptamente con las reglas del juego de las políticas federales precedentes. De ahí surgen iniciativas de reformas como la LGES, la LHCyT, del Conacyt y del SNI, pero también de la aplicación de severas políticas de austeridad hacia las universidades públicas federales y estatales. El “Programa especial…”, nace en esas circunstancias, y un análisis de de su lógica de elaboración y contenidos tiene más un aspecto de cierre de la administración obradorista que de una visión del futuro de la gestión gubernamental sobre el sector. Durante el primer tercio del nuevo gobierno, las señales fueron claras: disminuyeron y prácticamente se extinguieron los programas de financiamiento extraordinario basados en incentivos. Se decidió el apoyo proritario a un nuevo proyecto federal (las Universidades para el Bienestar Benito Juárez), y a la expansión de las políticas de becarización para las franjas más vulnerables de las poblaciones estudiantiles de las IES públicas. Las políticas de gestión de la calidad fueron sustituidas rápidamente por políticas de gestión de la austeridad. Las universidades públicas autónomas fueron las más afectadas por estos cambios en las reglas del juego, y la crisis de la pandemia experimentada entre 2020 y 2022 colocó nuevas prioridades y urgencias en el sector: la transición hacia modalidades virtuales, la atención al problema de los abandonos escolares, la coordinación de las instituciones a las políticas federales y estatales de gestión de la crisis sanitaria. En este contexto surge el PNES 2023-2024. En la próxima colaboración revisaremos sus prinicipales componentes.

Sunday, January 07, 2024

Hojas de otoño

Hojas de otoño: elogio de la soledad Adrián Acosta Silva (El Informador, 07/01/2024) https://www.informador.mx/ideas/Hojas-de-otono-elogio-de-la-soledad-20240107-0025.html El mundillo de los pequeños cines urbanos, los circuitos de bares sórdidos donde se bebe cerveza caliente, vodka barato y se practica el karaoke, los recorridos por las calles desoladas y frías del otoño europeo, son los escenarios donde transcurren las vidas de dos personajes solitarios, invisibles, que trabajan en fábricas y tiendas de autoservicio, y cuyas rutinas van de los desplazamientos cotidianos de sus casas al tranvía, al trabajo y viceversa. Uno es un obrero alcohólico. Otra es una trabajadora que pasa de un empleo a otro. Ambos se encuentran y se atraen en la atmósfera sombría de un bar, se conocen brevemente en la sala de una cine de barrio viendo una película de zombies, y finalmente terminan por apostar a una relación como pareja. Esta es la (arbitraria y probablemente injusta) síntesis de Hojas de otoño (2023), la cinta finlandesa dirigida por Aki Kurismäki, y protagonizada por Justi Vatanen (“Holappa”) y Alma Pöysti (“Ansa”). Se trata de un relato sobre las hechuras de la soledad y la desesperanza, que transcurre en los barrios empobrecidos de Helsinki, una de las capitales europeas que protagoniza, junto con Oslo o Copenhague, la cristalización de los sueños nórdicos del bienestar, el desarrollo y la felicidad. Es la vida de dos solitarios que transcurre gobernada por el azar y las rutinas de una ciudad irreconocible, que muestra las estampas de un proletariado industrial atrapado entre la satisfacción mínima de sus necesidades vitales, la austeridad de sus medios de vida, y la búsqueda impulsiva de algún horizonte de sentido de sus existencias. Esa búsqueda se acompaña ocasionalmente de pequeños grupos de amigas y amigos, compañeros de trabajo, empleadores despiadados de fábricas de acero y ciudadanos anónimos que forman parte del paisaje cotidiano de sus vidas privadas. Trata también del ejercicio del recurso del humor para suavizar las pequeñas incertidumbres, contradicciones y sinsentidos de toda la vida, un estado de ánimo acompañado por las notas de tangos argentinos, rock inglés, mambos italianos y canciones populares finlandesas. Hojas de otoño es un elogio de la soledad en la sociedad de masas. Una mirada inquietante, desoladora, a la vez reflexiva pero sin moralinas sobre la experiencia urbana y sus inevitables diversidades, conflictos y contradicciones. Pero también puede ser el producto de una revelación: la de un autor que se niega a repetir los lugares comunes y opta por dirigir la luz hacia los rincones que suelen habitar el anonimato de hombres y mujeres de la sociedad posindustrial. La soledad como único refugio seguro de sentimientos, emociones y razones de quienes viven atrapados por fuerzas invisibles que no controlan y que no entienden.