Wednesday, January 18, 2012



Estación de paso
La invención y la memoria
Adrián Acosta Silva
Señales de humo, Radio U. de G., 19 de enero, 2012.
El libro más reciente del escritor brasileño Rubem Fonseca es un discreto recorrido autobiográfico realizado a través de un personaje ficticio. José, publicado por la editorial mexicana Cal y Arena apenas a finales del año pasado, es un texto pequeño (apenas 119 páginas), pero que condensa el arte de la precisión y la brevedad que, a sus 86 años ha alcanzado el escritor nacido en 1925 en Minas Gerais, y cuyo estilo ha sido reconocido por miles de lectores y muchos de sus colegas.
Quizá para algunos José no sea el mejor libro de Fonseca. Sin embargo, la prosa lenta y exacta de su escritura marca un estilo inconfundible, el afán por reconstruir e imaginar la vida del escritor a través de la invención de un alter ego. Con ese recurso literario a la mano –utilizado por otros grandes escritores antiguos y modernos, desde Baudelaire hasta Borges, pasando por Kafka y por Wilde- Fonseca reconstruye retazos de su propia existencia a través de los recuerdos de la vida de “José”. La memoria, reconoce con prudencia el autor, puede llegar a ser inevitablemente inexacta, traicionera, a veces tramposa, pero también puede llegar a ser una “aliada de la vida”. Escribe desde la primera página, como para no dejar lugar a dudas: “José sabe que todo relato autobiográfico es un montón de mentiras: el autor le miente al lector y se miente a sí mismo” (p.7). Con esa advertencia colocada justo a la entrada del libro, José/Rubem Fonseca, reconoce las limitaciones de la memoria autoconstruida; la reiteración de que el acto de recordar es siempre, parcialmente, un acto de invención.
Hijo de emigrados portugueses, José nace en Minas Gerais en el contexto de una familia de clase media alta, que luego experimentará un declive económico y social que transformará sus vidas, rutinas y expectativas. A los 4 años, José había aprendido a leer solo, y esa habilidad le permitió comenzar a construir el mapa de un mundo personal habitado por libros, lecturas y personajes provenientes de la literatura francesa, portuguesa, brasileña, y poco después, anglosajona, europea y española. La fiebre de la lectura le había contagiado el alma y nunca más le abandonaría.
Entre exquisiteces culinarias familiares y platillos típicos brasileños, noches de carnaval, visitas al cine, breves estancias en cuarteles militares y aulas universitarias, José relata su mudanza de Minas Gerais a Río de Janeiro, los nuevos descubrimientos de una ciudad que desde los años treinta del siglo pasado se convertiría en la urbe más importante de su país, y del placer que encontró en caminar por su calles y plazas, la admiración por casones y edificios viejos, la observación convulsiva de sus habitantes, aprendiendo a mirar insaciablemente a las personas (como aconsejaba Isaac Bábel a Elías Canetti), “a entenderlas sin juzgar ni condenar”, bajo el supuesto de que “todo mundo abriga secretos y misterios en su mente” (p.41).Y muy en especial, en algún momento de su adolescencia, José descubre la fascinación por las mujeres. “No había (no hay) nada más agradable que ver a una bella mujer en movimiento”, escribe Fonseca (p.48), en una conclusión precoz que con el tiempo se volvería una certeza inamovible de su vida, de sus libros y de su imaginación.
Frente al carnaval como ritual, como fiesta y espectáculo, José recuerda las palabras de Marcos (¿el poeta Marcos Konder Reis? ¿el escritor y monje benedictino Dom Marcos Barbosa?): “del interior del corazón de los hombres es de donde salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los fraudes, las deshonestidades, la envida, la blasfemia, la soberbia, la locura”.(p.67)
La juventud de José transita entre lecturas y calles, entre mujeres y sambas, entre visitas a bibliotecas y el paso por aulas escolares, hasta llegar a la Facultad de Derecho de la Universidad, de donde se gradúa como abogado, y posteriormente su experiencia como corrector de un periódico brasileño. Postales de su vida, anécdotas, notas al margen, pequeñas reflexiones habitan la reconstrucción compleja de una vida múltiple, citas literarias que van de Pessoa a Camoes, y de Baudelaire a Walt Withman, que transcurre entre apuraciones económicas, el relato de sus primeras experiencias sexuales y el descubrimiento torrencial de nuevos horizontes vitales.
José decide dejar de escribir su autobiografía justo antes de cumplir sus treinta años. La fuente original de tal decisión es el ejemplo de Isaac Bashevis Singer, quien escribió: “la historia verdadera de la vida de una persona jamás podrá ser escrita. Está más allá del poder de la literatura. La historia plena de cualquier vida sería al mismo tiempo absolutamente aburrida y absolutamente increíble” (p.119). Entre estos absolutos, Rubem Fonseca ha escrito su propia vida en claves y fragmentos, tratando de escribir para sí y acaso para sus lectores un retrato entre real e inventado de una vida ligada de manera irremediable a la literatura y al espectáculo de las realidades humanas.