Thursday, July 06, 2023

Nueva ruralidad

Diario de incertidumbres Nueva ruralidad y educación superior Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 06/07/2023) https://suplementocampus.com/nueva-ruralidad-y-educacion-superior/ Desde hace tiempo, economistas, sociólogos y antropólogos latinoamericanos debaten en torno a la existencia de nuevas estructuras y formas rurales en las sociedades contemporáneas de la región. Los procesos de globalización y reestructuración productiva, la acelerada urbanización de las poblaciones, los flujos migratorios regionales e internacionales, o las nuevas señales que las políticas públicas y los mercados ocupacionales emiten para la reorganización de las relaciones entre lo rural y lo urbano, son algunos de los factores que explican la emergencia de lo que se denomina como las “nuevas ruralidades” latinoamericanas. El concepto de “nueva ruralidad” es definido a partir de cuatro componentes: la existencia de un sistema territorial complejo, la diversificación productiva, la diversificación funcional, y la percepción de lo rural como un ámbito de acción que genera nuevas oportunidades individuales y colectivas. Desde esta perspectiva conceptual y analítica, el Consejo Económico para América Latina (CEPAL) ha impulsado en los últimos años diversos estudios sobrte el tema, y el más reciente de ellos es el libro Las brechas estructurales de bienestar y la nueva ruralidad en México (CEPAL, 2023, Santiago de Chile), de la autoría de Carlos Barba, académico de la Universidad de Guadalajara. Frente a la imagen de colapso de las sociedades rurales como efecto de las políticas de liberalización económica y comercial, la persistencia empírica de formas y prácticas de reorganización de la vida rural registran un fenómeno mucho más profundo y complejo de lo que se imagina. La tradicional dicotomía entre lo rural como sinónimo de lo campesino/tradicional, y lo urbano como sinónimo de lo moderno/industrial, es desde hace tiempo insuficiente para explicar la capacidad de supervivencia de las prácticas rurales. Dicho de otro modo, la asociación de figuras como rancheros, campesinos, ganaderos y agricultores como los actores principales de la vida rural, y de los ciudadanos (obreros industriales, empresarios, funcionarios públicos) como figuras dominantes de la vida urbana, es una falsa dicotomía. Las nuevas ruralidades no existen fuera de los grandes centros urbanos y metropolitanos: han penetrado a éstos. En las medianas y grandes ciudades latinoamericanas, las ruralidades coexisten en forma de barrios, enclaves productivos, tianguis, espacios que reproducen la fuerza de viejas tradiciones y prácticas rurales en el corazón de las grandes urbes latinoamericanas, pero también en las grandes ciudades y espacios semiurbanos de California, Illinois, Florida, Nebraska o Nueva York. Esa persistencia es a la vez la expresión de una fuerza de transformación y adaptación a nuevas estructuras organizativas en distintos territorios, formas productivas y procesos identitarios en los cuales lo rural asume nuevos roles, actores y funciones. ¿Cómo ha responido la educación superior a estas nuevas ruralidades?. Históricamente, la figura de institutos y universidades especializadas en la producción agrícola y ganadera fueron la respuesta del sistema educativo terciario a las necesidades del mundo rural mexicano. Desde finales del siglo XIX y comienzos del XX, la Escuela Nacional de Agricultura (1854) -hoy Universidad Autónoma de Chapingo (1923)-, la Antonio Narro de Coahuila (1923), o la Escuela de Agricultura Hermanos Escobar en Ciudad Juárez (1906), fueron ofertas públicas dirigidas a la formación de profesionistas en campos como la veterinaria, la pesquería, la agricultura y la ganadería, que se desarrollaban por fuera de los grandes centros urbanos. Ingenieros agrónomos, forestales y pesqueros, veterinarios zootecnistas, extensionistas, fueron las figuras profesionales que dominaron las respuestas institucionales para el desarrollo de las actividades productivas relacionadas con el mundo rural del siglo XX. En las universidades públicas federales y estatales, carreras similares también fueron incorporadas a la estructuras de formación profesional y de posgrado, y muchas de ellas (Sonora, Sinaloa, Guadalajara, Puebla, Guerrero, Zacatecas), impulsaron centros de investigación y laboratorios en conjunto com empresas privadas y agencias gubernamentales del sector, para desarrollar proyectos, innovaciones, estudios dirigidos a mejorar la productividad y competitividad de las actividades del sector primario de la economía. Por su parte, las escuelas normales rurales también se sumaron desde los años cuarenta del siglo pasado a la estrategia de alfabetización y educación de los niños de las comunidades alejadas de los grandes centros poblacionales. Sin embargo, desde los años setenta del siglo pasado se comenzó a experimentar un pronunciado declive de las matrículas de las carreras tradicionalmente asociadas al sector rural. Nuevas reformas y orientaciones profesionales se incorporaron en la educación superior (colegios, centros e institutos tecnológicos agropecuarios, hoy agrupados en el Tecnológico Nacional de México), para tratar de atender el fenómeno de las nuevas ruralidades, a través de la diversificación de las opciones formativas de ciclo corto (CONALEP, CEBATIS, CBETAS), como espacios de formación técnica más que universitaria. Estos esfuerzos han sido contribuciones valiosas y relevantes al sector, experiencias que vale la pena apreciar en el contexto actual. Ello no obstante, las nuevas ruralidades forman parte de la modernidad mexicana del siglo XXI. Son expresiones de las brechas de desigualdad y de bienestar que cruzan el campo y la ciudad, a sus actores, estructuras y procesos. Aunque pescadores, leñadores, ganaderos y agricultores siguen formando una parte de la población no urbana, nuevos oficios y actividades se han instalado en el corazón de las grandes ciudades. Bosques y parques urbanos, cuestiones socioambientales, techos verdes, huertos domésticos, artesanos que trabajan con recursos naturales (ceramistas, carpinteros, ebanistas), cultivadores de berries y de flores, forman circuitos de producción, distribución y consumo que se han “urbanizado” de manera silenciosa pero persistente desde hace décadas. ¿Qué opciones formativas ofrecen las instituciones de educación superior a estas poblaciones? ¿Cómo se articulan oficios y profesiones de la nueva ruralidad en los circuitos de la economía formal e informal? ¿Qué tipo de modelos formativos son necesarios para atender a estas poblaciones arraigadas entre las culturas rurales y urbanas? ¿Quiénes ingresan a las carreras técnicas y universitarias de este sector? ¿Qué tipo de trayectorias laborales caracterizan a los egresados de las profesiones agropecuarias? Estas cuestiones forman el núcleo de desafíos que reclaman examinar otra vez las relaciones entre la educación superior y la nueva ruralidad mexicana.