Monday, July 23, 2012

La graduación

La graduación

Adrián Acosta Silva

(Texto publicado en el portal periodístico Educación a debate, 16 de julio de 2012. www.educacionadebate.org)

El lugar lucía abarrotado, en una típica mañana de verano tapatío, una mañana fresca, lluviosa y nublada. La Escuela secundaria pública número uno mixta “Manuel Avila Camacho” era el escenario en el que cientos de jovencitos aguardaban con impaciencia el inicio de la ceremonia de graduación organizada por las autoridades del plantel. Como cada año, este era el día previsto para la entrega de diplomas y reconocimientos a los muchachos y muchachas que terminaban su tercer grado de secundaria, y que se convertía por rutina institucional en el día simbólico y práctico de despedida de la escuela que les había albergado en los últimos tres años.
Mientras los familiares de los graduados se acomodaban donde podían (en los pasillos, las escaleras o en las canchas de basket de la escuela), y los estudiantes eran distribuidos por los profesores en las sillas acumuladas en el centro del patio escolar, la música de Ray Conniff y de Ferrante & Teicher invadían a todo volumen el reciento a través de las bocinas instaladas en varias de las esquinas de los edificios. La escena era magnífica: música de elevador de los años sesenta sonando como ruido de fondo para una masa de estudiantes vestidos con toga y birrete que esperaban con inevitable impaciencia adolescente el inicio del festejo. Melodías de salón para amenizar bodas, restaurantes y reuniones familiares, acompañando la naturaleza inquieta de la bestia adolescente reunida en multitud en esa mañana húmeda en Zapopan.
Como suele ocurrir en estos eventos, el inicio de la ceremonia comenzó tarde. Entre los bostezos de muchos estudiantes, el aburrimiento de sus familiares, con risas y carcajadas por todos lados, maestros, prefectos y directivos intentaban imponer algún tipo de orden a la masa. Gritos destemplados provenientes de gargantas en metamorfosis, cambiando de los tonos infantiles a los sonidos de los adultos, empujones, correteadas, pequeñas disputas por el espacio, por sentarse cerca de los amigos y amigas, formaban parte del paisaje ceremonial con el cual se llenaba el espacio de la secundaria. Poco después, al frente de los escolares, se sentaban uno por uno los integrantes del presidium, mientras que el maestro de ceremonias indicaba a los alumnos, sin mucho éxito, guardar silencio, conservar la cordura, mantener las formas elementales de civilidad y cortesía para con los invitados.
Los acompañantes eran también un espectáculo aparte. Padres de familia, hermanos, abuelos, amigos, asistían al evento con la solemnidad de la ocasión. Hombres con traje y corbata, mujeres con vestidos elegantes, se confundían con papás, mamás o abuelos vestidos humildemente, que llevaban flores o regalos a sus hijos, algunos visiblemente emocionados con la ceremonia, otros aburridos, muchos indiferentes. Para matar el tiempo, algunos recorrían las instalaciones de la escuela de sus hijos, en donde, en el área de bodegas, un par de letreros colocados a la entrada de lo que en algún tiempo fueron seguramente salones escolares, tenían escritos un par de nombres en placas de bronce, que infructuosamente intentaron ser disimuladas con pintura blanca: “Aula Magna Fernando Medina Lúa 1970-1971”, y “Aula Magna Hermenegildo Romo García, 1970-1971”. Dos ex presidentes de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), asesinados en los enfrentamientos que a principios de los años setenta tuvo esa organización con miembros de la Federación de Estudiantes Revolucionarios (la FER). Mientras que niños pequeños jugueteaban en pasillos y las canchas deportivas de la escuela, repentinamente dejaba de escucharse “Love is Blue”, pues el locutor anunciaba el inicio del evento.
La mesa principal estaba integrada por autoridades de la Secretaría de Educación del Estado, por los representantes de la sociedad de padres de familia de la escuela, por el director de la misma, y, por supuesto, por el padrino de la generación 2009-2012. En la presentación de los curriculum de los personajes de ocasión destacaban por su extensión los del funcionario del gobierno estatal y el del padrino de la generación, que eran leídos a todo volumen y grandilocuencia por el maestro de ceremonias. Los asistentes pudieron darse cuenta de que el representante de la Secretaría de Educación no sólo era egresado de la misma secundaria, sino que, además, fue profesor de la misma, abogado durante 20 años de la sección sindical del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), y ahora máximo funcionario de las escuelas secundarias de Jalisco. El padrino de la generación, por su parte, fue presentado también como profesor de esa secundaria, pero sobre todo como miembro del Comité Ejecutivo Nacional del SNTE, un “compañero comprometido con las causas docentes del profesorado”, y gran amigo del director y del funcionario estatal, con todos los méritos de rigor. Como se sabe, en el extraño mucho educativo mexicano los empleados públicos se transforman sin mucho problema en autoridades, los profesores convertidos en sus propios patrones, los directivos son también los dirigidos, por la magia política dominada por las largas prácticas sindicales del sector. Tras quince minutos de presentación de los invitados, los ánimos estudiantiles parecían abatidos, mientras que los bostezos se expandían silenciosamente por toda la escuela, ante la indiferencia de los invitados principales y del profesor que conducía el evento con el micrófono en la mano.
Abajo, la bestia se veía inquieta pero razonablemente (auto) contenida. Mientras que los birretes bajaban y subían de las cabezas de los estudiantes, muchas togas iban y venían al baño. Los teléfonos celulares estaban pegados a las orejas de muchos, mientras otros más tecleaban frenéticamente SMS quién sabe a dónde. Audífonos colocados discretamente transmitían música a la soledad de las cabezas de los adolescentes, mientras que algunos más intentaban mantener seriamente la atención en las palabras de los que hablaban al público con la solemnidad burocrática acostumbrada.
Durante casi una hora, las autoridades pronunciaron el nombre de varias decenas de niñas y niños ahí presentes, que pasaron a recoger diplomas y reconocimientos sobre una infinidad de concursos, torneos y certámenes en los que habían obtenido primeros, segundos y terceros lugares, los mejores promedios del primero, segundo y tercer año, las menciones especiales por dedicaciones y esfuerzos estudiantiles. Equipos completos de futbol y de voleibol pasaron a recoger sus medallas conmemortivas de torneos estatales y municipales. Uno por uno, las jovencitas y los jovencitos pasaban por su reconocimiento, saludando de mano a cada uno de los 8 integrantes instalados en la mesa del presidium, mientras que los aplausos y gritos de familiares y amigos poco a poco se apagaban al pasar los minutos. A las 11:35 de la mañana (hora y media después de iniciado el evento), las caras de hastío de los adolescentes poblaban con un silencio lúgubre el patio central de la escuela, ante la mirada eufórica y desenfadada de las autoridades.
Luego vinieron los discursos que, como las confesiones, sólo suelen son interesantes para quienes los pronuncian. Así, mientras que algunas profesoras populares entre los estudiantes, los felicitaban por el hecho de terminar sus estudios secundarios, y dos estudiantes del más alto promedio hablaban a nombre de los graduados, agradeciendo a padres, familiares, amigos y autoridades de la escuela su apoyo para conseguir sus metas, el padrino de generación y el funcionario estatal entraban a escena, acaparaban el tiempo y los micrófonos para lanzar sendos mensajes de ocasión para sus ahijados y estudiantes, respectivamente.
El padrino lanzó un largo discurso sobre las bondades de la educación, la importancia del compromiso de los estudiantes con la escuela y con sus padres, el esfuerzo que habían demostrado los adolescentes a lo largo de esos tres años. Mientras que los bostezos se multiplicaban, el profesor y miembro-destacado-del-comité-ejecutivo-nacional-del-sente (como machacaba el conductor del evento), prolongaba su discurso hablando del compromiso social del sindicato, de la entrega y desvelos de los profesores, de los esfuerzos de los directivos de la escuela para sacar adelante a los muchachos. Habló de su reciente viaje al estado de Tabasco, como delegado especial del sindicato en la organización de un foro nacional sobre la calidad de la educación, una “preocupación muy sentida de los maestros y de las maestras mexicanas”, y el único medio para tener “éxito en la vida” según afirmó, mientras se acomodaba la corbata y lanzaba una mirada cómplice al funcionario estatal y al director de la escuela.
Finalmente, llegó el cierre de los discursos al tomar el micrófono el máximo representante de la autoridad educativa de Jalisco. Después de anunciar que dirigiría un mensaje “muy breve” a los asistentes (ya se sabe que luego de esa advertencia lo más seguro es que el de la voz soltará un largo discurso), y de informar que el Secretario de Educación les enviaba una “calurosa felicitación” a los estudiantes de la escuela, el flamante funcionario habló durante casi un cuarto de hora sobre los desafíos que la globalización imponía a los estudiantes zapopanos. “Deben prepararse más que nunca”, les dijo casi en tono de amenaza, “porque ahora ya no compiten entre ustedes mismos, o con otros estudiantes de Guadalajara o de México, sino que también compiten “con estudiantes chinos, hindúes, canadienses, españoles o africanos”, es decir, “con estudiantes de todo el mundo”. Por eso deben tener “mejores competencias, más habilidades, mejores capacidades, para enfrentar los desafíos”. Mientras que muchos estudiantes proseguían con esa forma silenciosa de protesta que son los bostezos y la somnolencia, y otros apenas entendían a que se refería el funcionario con eso de competir con vietnamitas o croatas por quien sabe qué cosas, el funcionario, enredado en su propia retórica, terminaba su discurso solicitando a los para ese entonces ya cansados asistentes un aplauso para los directivos, los profesores y los estudiantes de la escuela.
Dos horas y media después de iniciado el evento, la ceremonia había concluído. Mientras que las mamás y los papás pasaban a recoger las boletas de calificaciones y los certificados de secundaria de sus hijos, las autoridades conversaban y se tomaban fotos entre ellos, posando para la inmortalidad de las tecnologías digitales. Los graduados, por su parte, se dispersaban por el espacio de la escuela, algunos formando pequeños grupos, otros paseando su soledad por los pasillos y las aulas de la escuela. Uno de ellos llevaba en la mano un pequeño rollo de papel amarillo, que abrió con cuidado. Era el regalo que el padrino de la generación obsequió a sus ahijados (“con aprecio”), un pergamino amarrado en un barato pero pretendidamente elegante y fino cordón dorado, con un mensaje titulado Persistiré hasta alcanzar el éxito, que encabezaba un par de párrafos llenos de palabras y frases como “triunfo”, “carácter indomable”, “voluntad férrea”, “superar obstáculos”, “enfrentar desafíos”. La moralidad del éxito a pesar de uno mismo, en palabras de uno de los autores de cabecera del mismísimo padrino: Og Mandino. La fiesta, o el sueño, o la pesadilla, o lo que sea, había terminado, mientras sonaba otra vez una canción de Ray Conniff.

Thursday, July 19, 2012

Sonidos de música impura



Estación de paso
Sonidos de música impura
Señales de humo, Radio U. de G., 19 de julio, 2012.
Adrián Acosta Silva
Ahora que muchos de los héroes sobrevivientes del rock comienzan a pasar la dilatada frontera de sus propios años setenta, quizá sea momento de recordar que todos ellos fueron jóvenes y que, mirados desde algún balcón de los años sesenta, representaban, hace medio siglo, la música del futuro. Hoy, por supuesto, los Rolling Stones, los Beatles, Pink Floyd, Bob Dylan, Deep Purple, The Who, Led Zepelin, Jethro Tull, The Doors o Jefferson Airplane, encarnan ya, con menor o mayor intensidad, la música del pasado, esos sonidos que habitaron la sensibilidad cultural de la segunda mitad del siglo XX, y que forman parte importante de cierta educación sentimental de algunos de nosotros.
Muchas aguas han corrido bajo los generosos puentes creados por estos músicos. Intérpretes de tiempos cambiantes y difíciles, irrumpieron en el clima cultural y político occidental con guitarras, bajos, teclados, baterías y trompetas que acompañaban letras desafiantes, ritmos nuevos, voces que representaban la insatisfacción de muchos jóvenes con el mundo que les tocó vivir. Con más intuición que conocimiento, el rock era para ellos una forma específica de rebeldía, la expresión de cierto malestar con la cultura (Freud dixit), que se organizaba en letras y ritmos de origen bastardo en torno a temas como la sexualidad, la crítica a la violencia y a la política, la defensa por las libertades culturales de las nuevas generaciones, la legitimidad de la estética juvenil, que incluía el disfrute del ocio, la expansión de las puertas de la percepción, la importancia de los paraísos artificiales. Freud, Huxley, Ezra Pound, Baudelaire, Dylan Thomas, Marcuse, Marx, Flaubert, Henry James, forman parte de los autores que una generación hizo suyos, y que sirvieron en muchos casos para producir un lenguaje público novedoso, creativo y desafiante. El otro gran afluente del rock provino de las formas populares de poesía originarios del delta del Mississipi, en el sur profundo norteamericano: el blues de Robert Johnson, de Muddy Waters, de Howlin´ Wolf, de Elmore James, de B.B. King, fue la música de la adolescencia de quienes luego estallarían como los grandes héroes del rock.
Pero aunque muchos de los rockeros eran jóvenes, no todos los jóvenes eran rockeros, una obviedad que se suele olvidar cuando se habla del rock como fenómeno sociocultural. Quienes lo disfrutaban, además, no eran todos los jóvenes, sino jóvenes de segmentos específicos: clase media urbana, hijos de obreros industriales, baby boomers nacidos hacia finales de la segunda guerra mundial. Se trataba de un movimiento nacido en los barrios industriales de Londres, de Manchester o de Liverpool, de los suburbios de Nueva York, San Francisco o Los Angeles, producto de la transición de la música rural a la música urbana que acompañó el cambio social de una época de crisis a una de prosperidad, de crecimiento económico, de democratización política y expansión educativa, que explican la incubación de un nuevo espíritu de época. Para decirlo en breve: en gran medida, las bases culturales que explican el florecimiento del rock son impensables sin hablar de las bases materiales que hicieron posible el surgimiento de nuevas sensibilidades.
Hoy, muchas de las frases que mostraron el carácter irreverente del rock se han vuelto lugares comunes. “Nunca confíes en los mayores de 25 años” se ha convertido justamente en lo contrario: “Nunca confíes en nadie menor a los 25”. La célebre “Amor y paz”, y su expresión con los dedos medio e índice, nacida entre los aromas del incienso y la mota del Flower Power en San Francisco, es usada hasta por los políticos más conservadores e ignorantes, como, por ejemplo, George W. Bush o nuestro inefable Vicente Fox. La parafernalia del rock, de la psicodelia a la protesta política, se ha convertido en material de uso común de la mercadotecnia, la publicidad y el consumismo en forma de refrescos, autos deportivos, ropa, calzado, perfumes, computadoras y teléfonos inteligentes. La metamorfosis del género bajo los códigos de hierro de la sociedad de consumo del capitalismo, no eliminó, sin embargo, el veneno bajo la piel rockera. Tom Waits, Nick Cave, John Meyers, The Strokes, Jack White, Amy Winehouse, Mark Lanegan, forman parte de los músicos que continúan produciendo el sonido y las letras eclécticas provenientes de las aguas profundas del rock.
Cantantes, compositores y músicos de varios géneros rockeros auguraban vida eterna al rock (“El rock nunca morirá”, sentenció con seguridad envidiable a finales de los setenta un entusiasmado Neil Young). Pero si vemos con cierto detenimiento los rostros y figuras de Dylan, de Eric Clapton, de Paul McCartney o de John Mayall tendremos por seguro que el rock no es la fórmula de la juventud eterna. Forever Young es un buen himno de la época, un culto a la juventud como un problema de actitud, más que como un problema cronológico, aunque, bien visto, el mito de la juventud eterna esté asociado más a la figura trágica de Drácula (condenado a vivir eternamente joven) que a la figura crápula de Keith Richards (víctima o sabio de todos los excesos imaginables). De cualquier modo, el legado del rock forma ya parte de los haberes de la cultura occidental, un legado que se diluye y confunde con la música contemporánea, una herencia bastarda, impura, capaz de producir una sonoridad que ha tenido efectos meta-generacionales díficiles de comparar.

Wednesday, July 04, 2012

¿Regreso al futuro?

Estación de paso
¿Regreso al futuro?
Adrián Acosta Silva
Señales de humo, Radio U. de G., 5 de julio de 2012.

Para muchos, el regreso del PRI a la Presidencia de la República tiene cierto aire de familia con una incómoda sensación de regreso al futuro. Para algunos, incluso, se trata de lidiar con el riesgo de una típica restauración autoritaria. Pero bien visto, el retorno del PRI es un poco más complejo de lo que se puede mirar a primera vista, cuando aún se están contando los votos y llenando las actas electorales. Por sus actores y protagonistas, por el discurso del ganador, por la parafernalia que rodea al vencedor en turno, todo apuntala la impresión de que el triunfo electoral que obtuvo la coalición centroderechista entre el PRI y el Partido Verde sobre la izquierda lópezobradorista y sobre la derecha panista, significa que el partido histórico del siglo XX mexicano vuelve al poder presidencial con tradiciones y novedades, con la carga de prácticas, de rutinas y de mecanismos de gestión política que nunca ha abandonado desde su despedida de Palacio Nacional en julio del año 2000, pero también con un sistema político y una sociedad que, en más de un sentido, ya no es la misma de los años noventa.
Doce años después las cosas han cambiado de manera importante, y las biografías de las personas revelan, en parte, esos cambios. El Presidente electo tenía 34 años cuando el PRI se despidió de Los Pinos y se convirtió en la primera fuerza de oposición política nacional. Seis años después, a sus cuarenta, vio como su partido era lanzado al tercer lugar de los resultados electorales cuando su candidato, Roberto Madrazo, terminó hundiendo al PRI a nivel nacional y en muchas entidades y municipios a índices históricos de baja aceptación política entre los ciudadanos, mientras que la derecha y la izquierda política mantenían una encarnizada lucha por los primeros lugares electorales. Como muchas fuerzas políticas priistas en las escalas estatales y locales, el priismo de Peña Nieto se guareció de los efectos de las derrotas electorales en sus enclaves regionales, ganando elecciones locales y estatales. Su triunfo como Gobernador en el Estado de México en el año 2005, significó resistir, desde el oficialismo local, los sinsabores y penurias de ser parte de la oposición política nacional al oficialismo panista, primero con el foxismo, y luego con el calderonismo. Al igual que el PRD, esa ventaja competitiva le significó construir una cabeza de playa para los procesos electorales que se desarrollarían en 2009 y, ahora, en el 2012, y que le significarían no sólo la supervivencia política, sino también, como atestiguan las cifras electorales correspondientes, el crecimiento notable de su fuerza política nacional.
EPN representa las transformaciones y transfiguraciones de la identidad política priista crecida bajo el abandono de las ideas de la Revolución mexicana, del entierro del discurso del nacionalismo revolucionario, y de la idea misma del Estado como agente de cambio. Nacido en 1966 en Toluca, tenía solo 5 años cuando ocurrió el festival de Avándaro y moría, en París, Jim Morrison; cuando cumplió la mayoría de edad estalló la crisis de la deuda que llevó al país a la década perdida. Siendo un joven estudiante universitario veinteañero se enteró de la fractura en su partido el PRI, que posteriormente conduciría a la rebelión cívica de 1988, cuando el Frente Democrático Nacional, encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, estuvo a punto de arrebatar la presidencia a Carlos Salinas de Gortari. Años después, a sus 28, miraría el asesinato del candidato presidencial del PRI en Lomas Taurinas, en Tijuana. Egresado como abogado de las aulas de la Universidad Panamericana (una universidad privada de élite), y con una maestría en administración cursada en el Tec de Monterrey (la joya de la corona del mercado de la educación superior privada), el hoy presidente electo simboliza muy bien cómo una buena parte de la clase política priista decidió cambiar muchos de sus viejos hábitos y preferencias para tratar de adaptarse a redes sociales y políticas diferentes, en un entorno político más competido y hostil al propio priismo.
Los priistas de hoy ya no hablan de nacionalismo sino de cosmopolitismo, elogios al libre comercio y a la globalización. Hoy suelen formarse en universidades privadas y no públicas. Hoy como ayer, se sienten cómodos nadando en las aguas discursivas del populismo, una ideología cuya principal virtud es la ambigüedad, y de la cual suelen beber en sorbos generosos según sea el tiempo, los temas y las circunstancias. Son capaces de presentarse como una fuerza política que algo aprendió de sus años como oposición política nacional, que reconoce que no pueden volver a gobernar a México como lo hizo el PRI en sus años dorados, y que el presente político mexicano es considerablemente más complejo al que enfrentó ese partido en los años largos del desarrollismo de los setenta, al que le siguió la crisis y el ajuste estructural de los ochenta y noventa, y que hoy debe enfrentar los déficits y saldos negros acumulados pacientemente por el panismo en los tiempos del estancamiento fúnebre de la primera docena de años del siglo XXI.
Dicen que la biografía de las personas encarna de cierta forma la biografía de las sociedades. El nuevo presidente refleja de algún modo esas transformaciones, sus circunstancias, sus limitaciones e imposibilidades. Por ello, quizá más que un regreso el futuro –como se titula aquella popular película de Robert Zemeckis, de 1985-, el retorno del PRI a Palacio Nacional es la señal de que los partidos políticos, como las personas, quizá puedan ser capaces de sacar juventud de su pasado (como aconsejaría a los nostálgicos la poesía vernácula del Lic. Jiménez), para intentar legitimarse como la colección de imágenes de un pasado irreconocible y, las más de las veces, impresentable.