Thursday, December 14, 2023

PISA 2022: Los aprendizajes como problema público

Diario de incertidumbres PISA 2022: los aprendizajes como problema público Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 14/12/2023) https://suplementocampus.com/pisa-2022-los-aprendizajes-como-problema-publicos/ La reacción del presidente López Obrador y de la SEP al darse a conocer el informe de resultados de las pruebas PISA 2022 para México confirman lo que ya se sabe desde hace tiempo. Frente a las noticias que no son favorables al gobierno, las reacciones de descalificación instantánea de las evaluaciones educativas, de su sentido, datos y organizadores, son las acostumbradas en la casa presidencial. “¡Neoliberales!” es el término que usa con obsesión enfermiza el presidente para referirse a todo lo que le incomoda. Y los resultados para México en las pruebas de matemáticas, ciencias y lectura aplicadas el año pasado a una muestra de jóvenes de 15 y 16 años, le vininieron como “anillo al dedo” (por usar otra de sus frases preferidas) para volver a relucir la oxidada jerga antineoliberal a la que nos tiene habituados desde el principio de su gobierno. Más allá del espectáculo de ocasión, se encuentra el hecho de que la pandemia 2020-2022 tuvo efectos negativos en la gran mayoría de los países considerados en el estudio de la OCDE. Por supuesto, a unos les fue menos mal que a otros, pero las brechas preexistentes de desigualdad se ampliaron. Si a México y a otros países no les había ido bien en ejercicios anteriores, en este 2022 les fue peor. Eso significa un “efecto mateo” clásico: los que tienen menos, obtendrán menos, y a los que ya obtenían buenos resultados (Singapur, Japón, Finlandia) les fue mejor (o menos peor). Pero ni las interpretaciones dramáticas ni las descalificaciones automáticas de los resultados ayudan a comprender la complejidad causal del fenómeno. En el campo de la filosofía política, un pensador clásico (Michael Oakeshott) distinguía entre “la política de la fe” y “la política del escepticismo” para referirse a los que sólo creen en sus convicciones y a los que prefieren siempre ponerlas a prueba. En el campo de las políticas públicas, surgió también desde hace tiempo cierto debate entre las políticas basadas en creencias y las políticas basadas en evidencias. El asunto tiene su origen en la capacidad explicativa y resolutiva de las políticas respecto de los problemas sociales que son objetos de la acción pública. Configurada por las intervenciones gubernamentales y civiles orientadas por el interés para resolver asuntos sociales que se consideran críticos, urgentes o relevantes, la acción pública requiere de una combinación adecuada de conocimiento, información, voluntad política y capacidades institucionales para la construcción de alternativas de políticas con umbrales mínimos de eficacia, eficiencia e impacto sobre los problemas seleccionados. Una larga historia de políticas muestra la importancia de diseñar e instrumentar racionalmente las acciones públicas. Una parte importante de esa historia tiene que ver con los sistemas de creencias que están detrás de muchas experiencias políticas y de políticas, entre las cuales se han documentado relatos de fracasos e insuficiencias de distinta magnitud. La causa principal de esas fallas se atribuye a que las creencias sin evidencias se vuelven ilusiones, golpes de fe, voluntarismo puro y duro, que llevan a tomar medidas inadecuadas, inconsistentes, con efectos no deseados o perversos en la resolución de los problemas públicos. En contraste, otras experiencias muestran que la definición precisa de los problemas requiere de evidencias sólidas (estudios, evaluaciones, diagnósticos, datos) que permitan a quienes toman las decisiones elegir rutas de acción con mejores posibilidades de éxito en la resolución de los problemas. Para el caso educativo, colocar a los aprendizajes como problema público implica tomar decisiones sustentadas en evaluaciones y evidencias, no en creencias ni descalificaciones instantáneas. La reacción presidencial y de las autoridades de la SEP son una expresión más de la mezcla de creencias ideológicas e incontinencia verbal que gobierna los cuerpos y espíritus de palacio nacional y del edificio de la calle de Brasil. El cálculo constante que gobierna la retórica oficialista es que las métricas que no son favorables al oficialismo son inventos o conjuras neoliberales, mientras que las que auto-produce el propio gobierno (cuando las hace), son legítimas, verdaderas y objetivas. El presidente, en cada mañanera, recita puntualmente en tono litúrgico el catecismo de la cuarta transformación acompañado del sermón de ocasión, como el presentado el miércoles 6 de diciembre, un día después de conocido el informe de PISA y sus lamentables resultados para México. Pero el problema no es la actitud o las descalificaciones del oficialismo político. El problema son las implicaciones de fondo de los resultados que muestra el ejercicio comparativo de PISA para México. Frente a la no-política pública centrada en la evaluación de los aprendizajes de los estudiantes sino en las premisas ideológicas del oficialismo en turno, los resultados de las evaluaciones internacionales significan un retroceso que llevará años recuperar. Si la muestra es representativa, eso significa que los déficits de aprendizajes acumulados de manera transgeneracional marcarán el futuro de esos jóvenes en el acceso a oportunidades vitales, educativas y laborales. Como cualquier otra política pública, la política educativa no es un asunto de fe ni de creencias o nobles intenciones. Se trata de un ejercicio racional de revisión crítica de las evidencias y el conocimiento disponibles, no de grandiosos proyectos humanistas cuyas dimensiones son, como la idea de dios mismo, difusas, inabarcables e inmedibles. Después de todo, las políticas son intervenciones públicas deliberadas que suponen una mezcla de incentivos, restricciones y narrativas capaces de incidir eficazmente en la resolución de los problemas del sector. Pero lo que ahora tenemos es una tosca mezcla de zanahorias, garrotes y sermones matutinos basados en las ilusiones que viajan en el tranvía sexenal de la línea 4TN, una invención política concebida para ganar fieles, adeptos y votos, pero no para reconocer la complejidad y la urgencia de actuar públicamente sobre el complejo problema de los aprendizajes. Es una mala manera de cerrar otro año difícil para la educación mexicana.