Thursday, July 27, 2017

Educación superior:el mapa y el territorio (2)


Estación de paso
Educación superior: el mapa y el territorio (2)
Adrián Acosta Silva
(Campus-Milenio, 27/07/2017)
En la anterior colaboración se propuso que la educación superior contemporánea en México es un territorio que requiere de cartógrafos hábiles en la elaboración de brújulas y mapas. Es un ejercicio siempre útil para identificar problemas, causalidades y alternativas de posibles intervenciones institucionales, públicas o privadas. Luego de revisar el tema del financiamiento, es necesario contextualizar ese punto en el marco de los otros tres temas cardinales del mapa imaginario de la educación superior: gobierno, autonomía y calidad.
Gobierno. Uno de los puntos permanentemente aludidos pero sistemáticamente eludidos de la discusión sobre la coordinación de las acciones y políticas de la educación superior mexicana es el tema del gobierno del sistema. La gobernabilidad y la gobernanza de las IES son las dos dimensiones principales del tema general Es decir, por una lado, como evitar “que todos los actores se pongan bravos al mismo tiempo”, como se puede definir en términos coloquiales el concepto de gobernabilidad; por el otro, como identificar objetivos, estrategias y acciones comunes que permitan articular un sistema que, en términos estrictos, no existe, sino que es un conglomerado confuso de instituciones y establecimientos cuyas algunas partes están más o menos coordinadas que otras.
El tema gubernamental tiene que ver con normas y leyes, pero también con capacidades políticas de gestión y coordinación institucional. En ambos casos, la educación superior padece desde hace tiempo un déficit de gobierno que parece obedecer tanto a la ambigüedad del entorno regulatorio general, como al comportamiento institucional basado en la búsqueda intencionada o aleatoria de recompensas y recursos asociados a la competencia por mercados específicos (en el caso de las IES privadas), o por recursos públicos siempre escasos (en el caso de las IES públicas).
En cualquier caso, el déficit de gobierno significa también déficit de autoridad. Y la construcción de una autoridad estable, legítima y eficiente en la educación superior es el desafío crucial de hoy y del futuro.
Autonomía. La gran herencia del movimiento reformista de Córdoba de 1918 fue el de la autonomía ligada al co-gobierno universitario. A la luz, o la sombra, de casi un siglo de reformas amparadas en el célebre Manifiesto Liminar, se construyeron imaginarios, hábitos, rutinas y prácticas universitarias asociadas a la idea de una república universitaria democrática, libre, soberana y financiada obligatoriamente por el Estado. La expansión universitaria fue posible gracias a la legitimación política de la autonomía en diversos territorios nacionales y locales, una legitimación que fue acompañada por diversas formas de representación social de la universidad como mecanismo de movilidad social, como distribuidor institucional de oportunidades vitales, y como espacio de construcción de sentidos de pertenencia e identidad para estratos y grupos sociales medios de la población.
Sin embargo, la proliferación de efectos perversos o no deseados de la autonomía universitaria (ideologización y politización, resistencia a reformas, conservadurismo), y el ascenso desde finales del siglo pasado de un paradigma de políticas universitarias basado en la rendición de cuentas, el financiamiento condicionado y la evaluación, significó la disminución de los grados de autonomía de las universidades públicas. Hoy, nadie sabe muy bien que significa la autonomía en un contexto donde la evaluación y los condicionamientos presupuestales actúan como restricciones permanentes o como jaulas de hierro de las decisiones universitarias, o donde los procesos de mercadización determinan el comportamiento institucional de los establecimientos de educación superior de Chiapas o de Oaxaca, de la ciudad de México o Guadalajara, de Baja California o Sonora.
Calidad. Uno de los puntos de coincidencia de buena parte de las preocupaciones de la educación superior mexicana es la búsqueda obsesiva del “santo grial” de la calidad, como le llamó alguna vez Wietse de Vries. Y sin embargo, bien visto, lo que se ha adueñado del imaginario y las prácticas institucionales de la educación superior mexicana es una retórica difusa que hace referencia a varios tipos de calidades, de distintas características, contenidos y alcances. Junto a ello, se ha desarrollado una extraña manía muy mexicana por colocar en el mismo nivel y sitio institucional las posiciones en los rankings de los recursos públicos extraordinarios con certificaciones de procesos administrativos (ISO´s), el número de miembros del sistema nacional de investigadores con la conectividad informática y la “virtualización” de las universidades.
La evaluación de la calidad, la multiplicación de indicadores de medición del desempeño de instituciones, grupos e individuos se ha adueñado de los planes institucionales de desarrollo de las universidades públicas y privadas, y de instituciones no universitarias de distinta orientación y perfil. Y no es fácil escapar a la lógica de plomo de la “integralidad” (y no de lógicas estratégicas amplias y flexibles), de la búsqueda de los reconocimientos, los prestigios y los recursos financieros asociados al reconocimiento de las calidades que buscan distintos organismos gubernamentales (SEP, CONACYT) y no gubernamentales (FIMPES, CENEVAL, COPAES, CIIES).
Los cuatro temas propuestos son parte de los ejercicios cartográficos que veremos desplegarse en los próximos meses. Son herramientas que pueden ayudar a definir agendas y proyectos sobre la educación superior mexicana y del futuro. No es claro que predominen hoy ideas de cambio en la manera en que se definen los temas señalados. Son embargo, todo ejercicio intelectual implica definiciones mínimas y balances puntuales, capaces de imprimir sentido práctico y de futuro a la resolución de los grandes problemas educativos nacionales. Las campañas electorales que se avecinan son justamente eso: oportunidades para colocar e el tablero de las posibilidades propuestas y proyectos que ayuden a definir, o consolidar, un nuevo paradigma de políticas para la educación superior mexicana.

Thursday, July 13, 2017

Educación superior: el mapa y el territorio

Estación de paso
Educación superior: el mapa y el territorio
Adrián Acosta Silva
(Campus-Milenio, 13/07/2017)
El inminente inicio de las campañas electorales del 2018 en nuestro país significa la vuelta al primer plano de una etapa de rituales que culminará, si todo sale bien, en la elección de un nuevo presidente y quizá de un nuevo oficialismo político a partir del 1 de diciembre del próximo año. En esa movilización rutinaria de partidos, grupos políticos formales y fácticos, medios y ciudadanos, organizaciones sociales y militantes de las más diversas causas, se configurarán agendas, se promoverán intereses, se prometerán ilusiones y se ofrecerán compromisos sobre (casi) cualquier cosa. Las ocurrencias y los arrebatos retóricos, la demagogia y los buenos deseos, las inefables estupideces y, quizá, algunas ideas interesantes, se constituirán como el ruido de fondo de campañas de partidos y candidatos. La educación en general, y la superior en particular, se constituirán como arenas de debate que perfilarán propuestas y programas para el período 2018-2024.
En el campo universitario los posicionamientos políticos han comenzado a ser públicos desde hace algunos meses. Como ha sucedido en los últimos cinco procesos electorales presidenciales (desde Salinas de Gortari hasta Peña Nieto, pasando por las campañas de Zedillo, Fox y Calderón), las universidades por su propia cuenta o a través de sus organizaciones representativas (ANUIES, FIMPES) han organizado foros para externar propuestas, ideas, reflexiones. En un territorio extenso y accidentado poblado por casi 4 mil instituciones que albergan a más de 7 mil establecimientos públicos y privados, universitarios y no universitarios, habitados cotidianamente por más de 4 millones de estudiantes y 365 mil profesores, en donde se ofrecen casi 7 mil 500 programas de licenciatura y posgrado, es indispensable el uso de mapas y brújulas para identificar tensiones, dilemas, problemas y posibles alternativas de solución.
Ideas dominantes, usos y costumbres, rutinas y estructuras más o menos estables caracterizan la vida cotidiana de los distintos territorios de la educación superior mexicana contemporánea. La disputa por los liderazgos políticos que se avecina permitirá eventualmente fijar los términos del debate sobre el tema, generalmente construido sobre mapas imaginarios formados por una mezcla complicada de datos, experiencias, creencias e ideologías. Después de todo, es probable que justamente por esta mezcla de impurezas, los mapas suelan ser más interesantes que el territorio (Michel Houellebecq dixit).
Las coordenadas básicas del ejercicio tienen que ver con la identificación de cuatro puntos cardinales: financiamiento, gobierno, autonomía y calidad. Ellos forman el mínimo irreductible de los asuntos críticos que configuran el mapa de las decisiones y posiciones políticas y de políticas que suelen dominar el debate, las discusiones y los intereses de los actores que protagonizan las prácticas cotidianas de la vida universitaria mexicana. Por supuesto, hay temas cruciales que también habría que considerar en el mapa, como son la cobertura, la equidad en el acceso, la rendición de cuentas, la organización del curriculum, las condiciones del profesorado universitario, la investigación y el posgrado, o la normatividad. Sin embargo, esos serían puntos “geográficos” de referencia territorial del mapa, no sus puntos cardinales de orientación.
Financiamiento. Todos los actores prácticamente coinciden que señalar que el financiamiento a la educación superior es irregular, insuficiente y cuya principal ausencia es que no tiene una perspectiva de largo plazo. Las universidades públicas y la ANUIES han insistido desde hace muchos años en que es necesaria una “política de Estado” en el tema del financiamiento público, una política “sustentable”, “transexenal” y “plurianual”, que se sostenga a pesar de las crisis y vaivenes de la disponibilidad presupuestal y de los ritmos de crecimiento del PIB, de la macroeconomía y otras “externalidades”. Las IES privadas, por su parte, reclaman mayores libertades para fijar sus costos de matrícula y facilidades fiscales para ofrecer sus servicios, en un mercado que tiene muchos nichos de oferta y demanda, algunos consolidados, otros por descubrir. En este punto del mapa hay más intereses y buenos deseos que propuestas de realismo político, que implican decisiones y acciones que siempre afectan a alguna parte de los intereses involucrados.
La experiencia de los últimos sexenios muestra que, salvo períodos específicos, el tema del financiamiento público ha sido rutinario, sin cambios estratégicos y obsesionado con la lógica del financiamiento extraordinario ligado a recompensas y castigos al desempeño institucional (paradójicamente una lógica extraordinaria que, con la fuerza de los usos y costumbres burocráticas sexenales, ya forma parte de los cálculos ordinarios de las instituciones). La expansión de la oferta privada ha ocurrido también en un contexto de opacidad fiscal y baja regulación pública, lo que implica que se conoce muy poco el monto y comportamiento de los financiamientos privados en la educación superior mexicana.
Pero el tema del financiamiento tiene que ser contextualizado en el marco más amplio de los temas del gobierno, la autonomía y la calidad de la educación superior. Para decirlo en breve, esos temas se pueden sintetizar en tres grandes afirmaciones generales: a) padecemos un déficit de gobierno que significa también un déficit de autoridad en el campo de la educación superior; b) la autonomía universitaria se encuentra sujeta desde más de dos décadas a un paradigma de políticas basado en la evaluación y la rendición de cuentas, que se traduce en un conservadurismo institucional persistente; y c) la calidad institucional de la educación superior es un campo ambiguo y contradictorio que mezcla retóricas difusas y prácticas confusas. A estos tres puntos del mapa dedicaremos la próxima colaboración.

Monday, July 10, 2017

¡Fiesta en el Campus!

Estación de paso
¡Fiesta en el Campus!
Adrián Acosta Silva
(Publicado en Nexos en línea, 09/07/2017)
Con entusiasmo envidiable, el Gobernador de Jalisco inauguró, junto con un inefable y pequeño ejército de funcionarios, promotores y organizadores, el “Campus Party 2017”, un evento que desde hace varios años se celebra en Guadalajara y se anuncia como el más importante del mundo en su género. Talleres, presentaciones, conferencias sobre nuevas tecnologías, aplicaciones, empresas tecnológicas, coaching, información sobre patentes, asesorías de planes de negocios para nuevas empresas. Todo eso se junta durante tres días en un gigantesco espacio comercial dedicado indistintamente a ferias de libros y de muebles, exposiciones de moda y artículos para el hogar, negocios de ferretería y muebles de baño, juguetes y artículos para mascotas.
No es claro para que se reúnen durante tres días miles de jóvenes para conversar y jugar sobre sus gustos, aficiones y novedades. Tampoco porqué el gobierno federal, el estatal y una universidad pública (la U. de G.) patrocinan un evento privado, y un gobernador eufórico promueve con alegría (y varios miles de pesos en becas para los participantes), la “fiesta en el campus” como una expresión de innovación, de creatividad, de productividad, de imaginación, de reunión de talentos jóvenes que auguran con certeza un futuro promisorio para todos. Parece más claro el interés de los organizadores privados por promover sus empresas (Campus Party, en tanto “Marca Registrada”, entre ellas), por ofrecer contratos de trabajo a algunos jóvenes (“oportunidades”, dicen ellos), por vender la vieja ilusión de que el presente está en manos de los jóvenes y de las propiedades casi milagrosas de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación para potenciales “emprendimientos” (“start-ups”). Pero resulta aún más extraño que algunos periodistas y analistas deslumbrados por el espectáculo dediquen su atención al evento como “el futuro de la economía”, como la fuente potencial de salvación de nuestros males productivos y financieros, como las “semillas” de una era imaginaria de prosperidad económica y felicidad tecnológica, que solo requieren de algo parecido a entornos ecológicos adecuados para su pleno florecimiento. El texto del usualmente mesurado periodista tapatío Diego Petersen al respecto no tiene desperdicio (“Sembrar futuro”, El Informador, 06/07/2017), lo mismo que el de otro periodista local, habitualmente crítico, Jaime Rodríguez Barrera (“Campuseros abarrotan la Expo a sus 30”, Milenio-Jalisco, 07/07/2017).
Un nuevo lenguaje rebosante de anglicismos habita esos eventos masivos. “Internet de las cosas”, “Networking”, “Big data”, “Smart cities”. Coexisten con conceptos viejos e hipótesis enmohecidas como la “triple hélice”, que no sirven mucho para explicar la realidad de las cosas, pero sí para prometer una y otra vez un presente desperdiciado y futuros llenos de posibilidades, al alcance de (casi) todos. En el abultado programa del evento se anuncian cosas como “e-Sports”,”Creando negocios eficientes en 5 pasos”, “Robótica social”, “Hacker space”, “Dificultades tecnológicas para la conquista del Planeta Marte”, incluso emocionantes competencias de drones. La retórica del novedismo se impone, proyectos con nombres alucinantes, concursos, rifas, becas. Las palabras como pociones mágicas verbales para nombrar lo que no existe.
La legitimación política de los negocios asociados al fetichismo tecnológico parece estar en el centro de este y otros eventos similares, que se realizan lo mismo en Seattle que en Shanghai, en París o en Nueva Delhi. Y eso ocurre y seguirá ocurriendo con o sin la participación de universidades públicas y gobiernos, de sus estudiantes, profesores y funcionarios. Alejadas cada vez más de la ciencia y el razonamiento científico clásico y contemporáneo, las nuevas tecnologías parecen adquirir vida propia en manos de empresarios listos y jóvenes hambrientos en busca de oportunidades de trabajo. Una vaga sensación de búsqueda de milagros flota en los relatos de eventos como el Campus Party, en su publicidad, en el impresionismo que suscita entre no pocos observadores y cronistas, en el ánimo festivo, entusiasta y lúdico que invade la imaginación y las palabras de los promotores del evento. Dell, Lenovo, IBM, Google, Oracle, Facebook, Whatsapp, Amazon, empresas y proyectos para hacer buenos negocios, como patrocinadores, como actores o como grupos de interés, forman el paisaje de fondo, o las fronteras infranqueables, o los Big Brothers de la fiesta en el campus.
Seguro. Frente al escepticismo como ánimo público, la fe en la tecnología, la retórica de la innovación, el comienzo de una nueva era, el emprendurismo como aceite de serpiente. Es el signo de los tiempos. Seguramente.