Thursday, February 28, 2013

18 años 18



Estación de paso
18 años
Adrián Acosta Silva
Señales de humo, Radio U. de G., 28 de febrero, 2013.

Luego de 18 años de permanecer al frente del poder ejecutivo estatal, el Partido Acción Nacional deja las oficinas de Palacio de Gobierno para tomar sus asientos respectivos en la sección, menos glamorosa, de la oposición política estatal. Como lo marca rigurosamente el calendario político-electoral, este 1 de marzo comienza también un nuevo ciclo político en Jalisco, en donde la administración pública volverá a ser ejercida, casi dos décadas después, por los representantes del Partido Revolucionario Institucional.
El hecho es relevante y significativo, pero no es imprevisto ni sorpresivo. Si se lee el dato con cuidado, el proceso no inició con la campaña electoral pasada, que culminó en la jornada electoral de julio del 2012, sino que se remonta desde el 2006, cuando el PAN y su candidato, Emilio González, lograban triunfar de manera apretada en las elecciones de ese año. A lo largo de esos seis años lo que se puede observar es un lento pero imparable proceso de desgaste de la imagen y el desempeño del panismo jalisciense, en el contexto más amplio de deterioro del calderonismo a nivel nacional. Las evidencias de ese desgaste son muchas y variadas: un estilo de gobernar basado, más que en la hechura política y de políticas públicas, en decisiones de ocasión, ocurrencias de fin de semana, declaraciones febriles, no argumentadas y peor explicadas. En el terreno duro electoral, la aplastante derrota del panismo a nivel estatal y federal en el 2009, cuando pierde las alcaldías de toda la zona metropolitana de Guadalajara, y quedó reducida a una fuerza minoritaria en el congreso estatal, fueron el anticipo de una tendencia que se confirmaría en el 2012: el desplome del voto panista, y la caída de las preferencias electorales de ese partido entre la ciudadanía jalisciense.
Pero el desplazamiento del panismo confirma que la era de la alternancia política llegó para quedarse. Los relojes de la política marcan tiempos y movimientos, y las elecciones aseguran que nada es para siempre. Nuevos actores y fuerzas políticas han surgido a lo largo de los últimos tres sexenios, y la vida pública jalisciense es, a veces, un hervidero de pasiones e intereses encontrados, un árido territorio de acuerdos inciertos y conflictos seguros. Bajo el cielo blanquiazul del panismo, dirigentes y militantes tanto del oficialismo como de la oposición política, entablaron relaciones de poder basadas en la negociación y en el bloqueo, en los pactos de no agresión pero también en los golpes bajos, en el exhibicionismo más grotesco o en la opacidad más impune. Las donaciones de dinero público para la construcción de templos católicos, las mentadas de madre en público para quienes le criticaban, el escándalo financiero de los Juegos Panamericanos del 2011, los impulsos dominados por los humos el alcohol del gobernador estatal, forman parte de la colección de estampas que la memoria pública registra con puntualidad mórbida.
A 18 años de que un desconocido, Alberto Cárdenas, irrumpiera sorpresivamente despachando en Palacio de Gobierno, el último gobernador panista -Emilio González- deja Casa Jalisco en medio de un clima de indiferencia y en ocasiones de hostilidad por parte de ciudadanos, medios y poderes fácticos. La derecha política representada en el emilismo panista, esa que llegó a despachar con rosarios y biblias en la mano en Casa Jalisco, asesorada frecuentemente por cardenales y obispos, que a la menor provocación bendice a propios y extraños, y ruega a Dios protegernos a todos los ciudadanos, demostró año con año su profunda incomodidad con los principios y las prácticas del Estado laico.
Hoy que esa derecha vuelve a sentarse en las filas de la oposición, una nueva generación de políticos aparece en el horizonte, quizá con el mismo entusiasmo que los panistas tuvieron hace 18 años. Pero tanto el nuevo oficialismo como el nuevo oposicionismo político (en donde se encuentran representadas 4 fuerzas políticas, incluyendo al PAN), no son la reedición mecánica de los procesos o experiencias previas. Por el contrario, acomodan sus posiciones, intereses y proyectos en un contexto muy distinto al de hace dos décadas, un contexto dominado fuertemente por el escepticismo y la desconfianza de muchos, y la algarabía y los aplausos de otros. Pero además de estos contrastantes humores públicos y privados, el dato duro es que el pluralismo político jalisciense se encuentra en una relación tensa con la gobernabilidad que pretende el oficialismo político de cualquier signo.
Esa tensión entre pluralismo y gobernabilidad es, quizá, el ruido de fondo de los últimos 18 años en Jalisco. Una pluralidad incómoda para las mentalidades autoritarias y fundamentalistas, y una gobernabilidad desafiante para las mentalidades demócratas e inclusivas. Descifrar esa relación es el gran desafío del oficialismo que inicia mañana y se prolongará durante los próximos años. Un desafío que se trabaja día a día, en la perspectiva no solamente de dotar de umbrales razonables de legitimidad, eficacia y estabilidad al nuevo gobierno, sino también para comenzar, inevitablemente, la preparación del proceso electoral del 2015 y, un poco más allá, del 2018.



Thursday, February 14, 2013

Guadalajara




Estación de paso
Guadalajara
Adrián Acosta Silva
Señales de Humo, Radio U. de G., 14 de febrero de 2013.
La celebración de los 471 años de la fundación de Guadalajara hace pensar, entre otras cosas, que la ciudad todavía aguarda quién la escriba. No obstante los meritorios y espléndidos textos, imágenes y crónicas que se han acumulado sobre la ciudad y su región, con diversas tonalidades prosísticas o políticas, intencionalidades literarias, formas poéticas, relatos anecdóticos, análisis historiográficos, antropológicos o sociológicos, la capital de Jalisco en pleno siglo XXI espera aún por una narrativa que descifre su complejidad contemporánea, sus grandezas y sus miserias, sus desigualdades y opulencias, sus logros y sus déficits.
Mucho se ha escrito sobre los orígenes de la ciudad, el gentilicio de sus habitantes, su papel como escenario clave de los procesos de la conquista española, la independencia y la revolución mexicana. Algo sabemos de sus procesos de modernización económica y sociopolítica, de su crecimiento demográfico y su expansión territorial, del carácter de sus habitantes, del clasismo y aún del racismo de sus elites, de la miseria vieja, de la nueva y la de siempre. También, no pocos se han adentrado en la exploración de los rincones de la ciudad, sus barrios, sus lugares olvidados, sus cementerios y tumbas. Hoy día, la crónica periodística da cuenta de los asesinatos, las ejecuciones cotidianas, los escándalos pequeños y grandes de corrupción de sus autoridades, el ingobernable tráfico vehicular, los lamentos moralistas de los jerarcas católicos y de los empresarios, los perfiles de sus liderazgos, la permanente indignación moral de los social-civilistas y los defensores de la ciudadanía, la grandilocuencia de sus gobernantes. De eso hay mucho, y todos los días.
Ello no obstante, el mar embravecido de la vida cotidiana de una nostálgica ciudad provinciana que en sólo cuatro décadas se convirtió en metrópoli, hace imposible distinguir sus movimientos, separar, como trataba de hacer el “Señor Palomar” en la novela de Italo Calvino, una ola de otra, para descifrar la pausa y el movimiento. Los “Guadalajara-fílicos”, que los hay, insisten en destacar las cualidades de una ciudad que bien visto son muchas, y los “Guadalajara-fóbicos” que también los hay (muchos de ellos nativos de estas tierras) insisten en lo mal que funciona todo en la ciudad.
Pero narrar la vida de una ciudad es un arte mayor, que siempre va más allá de las filias y las fobias que suscita una ciudad cualquiera. Charles Dickens, por ejemplo, escribió a mediados del siglo XIX una colección de retratos sobre Londres, la ciudad en que creció (aunque no era de ahí), y de la que se desprende buena parte de su obra literaria. En “El corazón de la ciudad”, por ejemplo, Dickens construye una visión de Londres tomando como su centro simbólico el reloj de la vieja catedral de Saint Paul. Desde ahí, el autor de Oliver Twist relata la miseria y la insultante opulencia de los barrios de la ciudad, de los borrachos y las prostitutas que habitan los arrabales, las costumbres de los banqueros y comerciantes, y el arraigado hábito de obreros que tienen la irrefrenable manía de apoyar sus brazos en los postes de la ciudad (Charles Dickens, Relatos londinenses, Ed. Gadir, España, 2012).
Aunque fueron escritos hace más de 150 años, los relatos de Dickens ofrecen algunas claves para un imaginario manual de narrativa urbana. Hay que detenerse en los detalles, que usualmente están asociados a las costumbres, los hábitos y las prácticas sociales de la vida cotidiana de los pobladores. En segundo lugar, hay que describir los edificios, las calles y lugares públicos más importantes de las ciudades (que incluyen a los prostíbulos, a las tabernas y cantinas), esos espacios donde las manifestaciones de la desigualdad, la solidaridad, los rencores permanentes y las alegrías instantáneas ocurren todos los días. Pero Dickens también apunta la centralidad de lo invisible: la importancia de la “ciudad de los ausentes”, los cementerios. Ahí entre lápidas, mausoleos y hierros oxidados, descansa una buena parte de la historia y la memoria de las ciudades.
Cito en extenso uno de los párrafos más conocidos de su Historia de dos ciudades (1859): “Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos. Es la edad de la sabiduría, y también de la locura. Es la época de la fe, y también de la incredulidad, la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. (…) esta época es tan parecida a todas las épocas, que nada de lo que aquí voy a contar debería, en realidad, sorprendernos. Nada. Ni el perdón, ni la venganza, ni la muerte, ni la resurrección”.
Hoy que se cumple un aniversario más de la fundación de Guadalajara, quizá sea un buen momento para solicitar a quien corresponda una crónica contemporánea que esté a la altura de sus muchas historias, de sus mitos y realidades.