Thursday, April 26, 2018

Neopopulismo y neoliberalismo

Las formas del agua: neopopulismo y neoliberalismo
Adrián Acosta Silva

The power of reason, the top of the heap
Don Henley, Building the Perfect Beast

https://redaccion.nexos.com.mx/?p=8942

En los democráticos tiempos mexicanos que corren, los imaginarios políticos han adquirido una centralidad inevitable y quizá indiscutible. Cuentan por supuesto las interpretaciones, los lenguajes y sus ambigüedades, las prácticas electorales, pero destacan con fuerza la exhibición de creencias y símbolos de los candidatos, la retórica sonora de la competencia por votos que atraviesa el ámbito público nacional. Las distintas fuerzas y actores políticos emplean a fondo sus artefactos discursivos, sus spots, sus frases de cinco-diez-doce palabras para calificar y descalificar, para llamar la atención de los indecisos o convencer a los escépticos e infieles de la bondad de sus intenciones, de la racionalidad de sus causas, de la necesidad de sus propuestas.
El territorio está marcado por el dramatismo patriótico y la ansiedad nacionalista de los protagonistas del espectáculo de temporada. La coherencia entre palabras y hechos es irrelevante. Pero entre el estruendo y el escándalo, puede advertirse una dicotomía política clara en el torneo electoral: de un lado, los que advierten de los peligros del neopopulismo para el futuro de la República: del otro, los que insisten en que todos los males republicanos son culpa del neoliberalismo. Unos claman que votar por el nuevo populismo es votar por el pasado, una opción que es inviable, indeseable, incompatible para el futuro luminoso del país; la otra insiste en que justamente es el pasado reciente del país, dominado por el dogma neoliberal y sus políticas, las que ha hundido al país en la corrupción, la pobreza y la desigualdad. La dicotomía adquiere entonces la forma del agua. Es inasible, paradójica, pero curiosamente comparte un mismo punto de referencia: la crítica al pasado remoto y reciente.
Para los críticos de la Coalición encabezada por AMLO la amenaza del populismo forma parte del discurso del miedo. En redes y medios, el populismo es empleado como un insulto, en el mejor de los casos como una descalificación, dirigido a infundir temor entre electores indecisos. El populismo es dibujado como una bestia perfecta: un movimiento autoritario, caudillista, corrupto, ineficiente, xenófobo, nostálgico, capaz de conducir al país a una crisis sin precedentes, donde todos vamos a perder dinero, propiedades y libertades. Esa imagen del populismo se nutre indistintamente de mitos y noticias falsas, de hechos históricos y herencias institucionales, de creencias sólidas e ideologías ambiguas, de supuestos heroicos y de evidencias más o menos demostrables.
Esta armagasa ideológica multiforme es propia de la épica electoral, donde la simplificación y el maniqueísmo son monedas de curso legal. Sin embargo, tal vez conviene reconocer que la bestia del populismo tiene una dimensión histórica difícil de rebatir, con resultados relativamente positivos particularmente en México y en América Latina. Populistas fueron el cardenismo mexicano, el peronismo argentino y el varguismo brasileño, regímenes políticos y de políticas que impusieron/negociaron con las sociedades respectivas la construcción de las bases materiales, políticas e ideológicas de los regímenes nacional-populares, esas bases que permitieron que nuestras sociedades dejaran de ser la colección de pueblos pulqueros, azucareros o mineros que eran a principios del siglo XX. A su manera, el populismo puede ser visto como el primer gran experimento modernizador y desarrollista del siglo pasado.
¿Qué explica esa capacidad transformadora del populismo de “primera generación” y de los neopopulismos que emergieron hacia finales del siglo pasado como alternativas al predominio neoliberal? La identificación del gobierno de un líder con el pueblo como el centro simbólico del régimen político. Esa identificación explica la construcción de grandes partidos y organizaciones políticas nacionales, discursos nacionalistas que cohesionan a las masas con el Estado, la construcción de prácticas de intercambio frecuentemente centradas en relaciones corporativas, clientelares y patrimonialistas, donde líderes políticos, caudillos y caciques eran/son las representaciones empíricas del Estado (es decir la representación de la autoridad) en las escalas locales. La legitimidad populista fue y puede ser la expresión de un sistema político no pluralista pero eficaz, capaz de ofrecer reglas mínimas y garantías básicas a las clases y estratos de sociedades brutalmente desiguales.
El viejo y el nuevo populismo tiene sin embargo un lado oscuro: sus tendencias (casi) inevitables hacia el autoritarismo, su difícil reconocimiento de la pluralidad como un componente central de las democracias, su frecuente tendencia hacia la personalización de las relaciones políticas. Para el populismo de salón, el ejercicio del poder es siempre una práctica bajo condiciones controladas, gravitadas en el centro radial por la figura de un líder que siempre actúa en nombre del pueblo y contra sus enemigos internos y externos. Por ello, populismo, pluralismo y democracia son fuerzas que configuran en ocasiones equilibrios inestables y potencialmente catastróficos.
Pero a la bestia neo-populista le enfrenta otra bestia perfecta: la del neoliberalismo. Las reformas de mercado, la mitología de la competencia como el mecanismo más eficiente para la producción y distribución de bienes y servicios, la fobia al regulacionismo estatal, el endiosamiento del mercado, forman parte de sus señas de identidad, el número en la frente de la bestia. La racionalidad neoliberal inicia y se agota en la figura del homo economicus, donde bajo el supuesto de reglas e incentivos claros se producen teóricamente comportamientos económicos cooperativos y no depredadores.
Amparados en la forma neoliberal, se prometieron reformas estructurales, Estado de derecho, prosperidad, democracia, justicia. El salinismo en México, el menemismo en Argentina, se convirtieron en los símbolos más conocidos del credo neoliberal, aunque con raíces irrenunciables –por incapacidad, por pragmatismo o por cálculo- en el populismo de sus respectivos partidos políticos: el priismo y el peronismo. Si en los años ochenta y buena parte de los noventa predominó el neoliberalismo como una especie de pensamiento único entre las élites políticas predominantes, sus formas de operación política descansaron en los mecanismos tradicionales de la gobernabilidad populista. Sin duda, una paradoja maestra.
Hoy, el enfrentamiento entre las bestias del neopopulismo y el neoliberalismo acapara los reflectores electorales. Mientras que en América Latina el neoliberalismo –o lo que de eso quede- está de regreso en Argentina, en Chile o en Brasil, en México el péndulo parece estar de regreso con el neopopulismo. Una vez más, México es un caso a contrapelo de las corrientes políticas continentales. Mientras que el lulismo, el kirchnerismo o el chavismo (en su descompuesta versión madurista) parecen ir en retirada, el lopezobradorismo va al frente de la versión mexicana del neopopulismo. De aquí al primer domingo de julio, la lucha de bestias estará en el centro del espectáculo.


Poder, causas, intereses (2)

Estación de paso

El poder, las causas, los intereses (2)

Adrián Acosta Silva

(Campus-Milenio, 26/04/2018).

Durante tres gubernaturas consecutivas (1995-2012), el contexto político jalisciense experimentó una profunda transformación simbólica y práctica, durante la cual nuevos conflictos, tensiones y equilibrios marcaron el territorio de los intercambios entre sus diversos actores y fuerzas. La U. de G., como otras universidades públicas en otros contextos estatales, es un grupo de interés y un grupo de poder al mismo tiempo, clave para entender la dinámica política estatal. Durante los 18 años del panismo jalisciense, la coalición padillista hegemónica en la U. de G. mantuvo relaciones de tensión y conflicto con los gobernadores panistas en turno, relaciones marcadas por la lucha entre dos legitimidades: la de gobiernos democráticamente electos, y la de la autonomía política e institucional de la universidad, algo que Rollin Kent definió muy bien como “la disputa por la legitimidad” en el campo de la política y de las políticas de educación superior en Jalisco.

Desde la oposición política al oficialismo panista, RPL articuló una complicada y ecléctica red de alianzas con el PRI y con el PRD a nivel estatal y nacional, lo que le permitió tramitar sus intereses en ambos frentes, a través del impulso a candidaturas de funcionarios y diputados locales, federales y regidores municipales de origen universitario. Uno de los desenlaces de esa historia de tensiones fue conocido, dramático e inesperado: el suicidio de un exrector (Carlos Briseño) que fue seducido por los cantos de sirena del último gobernador panista (Emilio González), obsesionado por terminar con la carrera política de RPL y del “grupo universidad”, como el panismo y otras fuerzas políticas (y periodísticas) suelen caracterizar a la “coalición padillista”.

A lo largo de ese período de tensiones (poblado de múltiples anécdotas y microhistorias políticas), el poder de RPL, paradójicamente, se fortaleció de manera significativa. Las imágenes de cacique, líder legítimo, político visionario, empresario universitario, caudillo cultural, político astuto, se convirtieron en calificativos distribuidos heterogéneamente entre sus simpatizantes y detractores. Esos calificativos en sí mismos revelan la compleja caracterización que se puede hacer de RPL, de su trayectoria y representaciones, y de la comprensión del orden de lealtades que habita el corazón de las prácticas políticas en la U. de G. y en el régimen político jalisciense contemporáneo.

De lo que no parece haber duda es que Padilla es un político profesional que ha construido un capital político propio en el campo de la gestión cultural, un político heterodoxo que ha edificado su reputación con los códigos propios de la política, no con los de la fe religiosa. Negociar, cabildear, intercambiar favores y apoyos, distribuir recursos, impulsar algunas ideas y fortalecer algunos intereses, vetar adversarios y construir o saber escoger a sus enemigos, forman parte de los hábitos, usos y costumbres que explican las prácticas y los reflejos de la política real del padillismo, como expresión local del más viejo de los oficios, una expresión alejada de la política imaginaria, rebelde a las prescripciones normativas o a la moralina politológica, y muy cercana a la epidermis dura de la política práctica de todos los días. Por ello, su incursión en la ligas de la política nacional durante una campaña electoral reñida y complicada es un riesgo personal, profesional y político para RPL, pues pondrá en evidencia sus límites, incertidumbres y capacidades. Sería ingenuo o remoto suponer que esa decisión lo alejará de sus intereses políticos en Jalisco y en la U. de G. Lo que hará es hacer más compleja, y probablemente más interesante, la trayectoria política de Padilla y de las corrientes que le apoyan dentro y fuera de Jalisco.

Tal vez la experiencia de RPL en el ámbito cultural y político jalisciense puede ser un componente novedoso para repensar, discutir y debatir la política cultural nacional. La propuesta de ocho ejes que él mismo presentó en la conferencia de prensa del 4 de abril, en la cual Anaya anunció su incorporación a la Coalición que encabeza, sintetizan una agenda ambiciosa para colocar a la cultura como parte central de un nuevo proyecto de desarrollo nacional. Esos ejes contemplan el fortalecimiento presupuestal al sector cultural, la reorganización (“reingeniería”) de la Secretaría de Cultura, el impulso a las industrias culturales, y nuevas formas de gobernanza y gestión en el sector cultural. Ya habrá oportunidad de conocer y comentar con más detalle los contenidos específicos de esas propuestas.


Thursday, April 12, 2018

El poder, las causas, los intereses

Estación de paso

El poder, las causas, los intereses (1)

Adrián Acosta Silva

(Campus Milenio, 12/04/2018)

El anuncio que el candidato de la Coalición por México al Frente, Ricardo Anaya, realizó la semana pasada de incorporar a su equipo de campaña a Raúl Padilla López, exrector de la Universidad de Guadalajara, ha causado diversas reacciones en la opinión pública. Algunos han visto el hecho como un acierto político, otros como un riesgo, algunos más como una noticia que habrá que tomar con las reservas del caso. Más allá de las interpretaciones contradictorias que se tienen sobre el hecho mismo, derivadas de filias, fobias y escepticismos propios del momento y de la temporada, quizá conviene poner en perspectiva el contexto y la trayectoria política de un personaje ciertamente destacado en la vida pública y política de Jalisco, para tratar de entender las causas y los intereses de su participación en el proceso electoral federal en el campo de las propuestas culturales que intenta desarrollar la coalición PAN/PRD/Movimiento Ciudadano.

Para nadie es desconocido el hecho de que RPL ha construido una importante trayectoria política dentro y fuera de la Universidad de Guadalajara desde hace casi cuarenta años. Líder estudiantil de la extinta Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) durante el período 1977-1979, Padilla comenzó su carrera política a la sombra de su mentor Carlos Ramírez Ladewig, un político priista jalisciense asesinado a plena luz del día en las calles de la Colonia Moderna de Guadalajara el 12 de septiembre de 1975. Poco después de su presidencia en la FEG, y bajo los códigos y reglas del juego político universitario de los años setenta, RPL se convirtió en profesor y funcionario de la universidad entre 1979 y 1989, una década en la cual comenzó a construir una red política de alianzas en la U. de G. y en el entorno político jalisciense, lo que le permitió en 1989 ser electo Rector de su institución, a los 35 años de edad.

Como suele suceder en política, las claves de la trayectoria de Padilla se encuentran en su pasado, en los distintos momentos y coyunturas que configuraron una reputación contrastante, polémica, entre diversos grupos y corrientes políticas universitarias y jaliscienses. Licenciado en Historia, (egresado de la misma U. de G.), Padilla emprendió durante su rectorado una ambiciosa reforma institucional que culminó en la construcción de la Red Universitaria de Jalisco de la U.de G., un proyecto que colocó a la universidad en la lente política nacional. El origen, el diseño, y las implicaciones de ese proyecto reformador marcaron un punto de conflicto y ruptura con el grupo político que había cobijado la carrera de RPL durante su primeros años y que explica su llegada a la rectoría, un grupo liderado durante los años ochenta por Álvaro Ramírez Ladewig, hermano del mentor político de Padilla.

Antes y durante su función como Rector, RPL había impulsado dos proyectos culturales inicialmente modestos pero que luego se convertirían en emblemáticos de su poder, de sus causas e intereses: la Feria Internacional del Libro y la Muestra Internacional de Cine (ahora Festival). Situados en el ambiguo territorio ubicado entre la difusión académico-cultural universitaria y la gestión empresarial-profesional, ambos proyectos se convirtieron en representaciones de la trayectoria posterior de RPL luego de dejar la rectoría en 1995. Sin embargo, para Padilla era claro (o lo fue a lo largo de los primeros años de esos eventos) que la supervivencia de ambos proyectos y otros (por ejemplo, la construcción del Centro Cultural Universitario), dependerían fundamentalmente del apoyo político e institucional que pudiera construir desde la Universidad, pero también mediante la gestión permanente con actores políticos externos a la misma. En otras palabras, para RPL solo un sólido poder político permitiría la viabilidad y permanencia de sus proyectos institucionales. Eso explica lo que he denominado en otros espacios el proceso de configuración de la “coalición padillista”, una compleja red de grupos y alianzas intra y extrauniversitarias que explica el poder político estratégico de RPL (“El vino y los odres. Gobernabilidad y cambio institucional en la Universidad de Guadalajara”, U. de G., 2006).

Entre 1995 y 2012, con la llegada de la alternancia política en Jalisco, el PAN se constituyó como una fuerza política fundamental para la entidad y para el país. RPL fue electo diputado local plurinominal por el PRD en el período 1998-2001, posición desde la cual pudo experimentar los límites y posibilidades de su influencia en el nuevo mapa gobierno-oposición en Jalisco. Las lecciones fueron claras: sus habilidades políticas carecían del “don divino” al que se refería el viejo Weber para definir una de las fuentes de la legitimidad política: el carisma. Eso le llevó a abandonar el espacio de la política partidista abierta y pública, para concentrarse en el cultivo y desarrollo de una gestión política discreta pero efectiva en torno a múltiples proyectos e intereses específicos universitarios y no universitarios.


Reportaje/Entrevista del Correio Brasilienze con Adrián Acosta


Texto del reportaje/entrevista de Jorge Vasconcelos, del Correio Braziliense,a propósito del procesos electoral de México en 2018, con Adrián Acosta, publicada el 09/04/2018.

https://www.correiobraziliense.com.br/app/noticia/mundo/2018/04/09/interna_mundo,672107/mexico-andre-manuel-lopez-obrador-da-largada-na-campanha-para-eleicoe.shtml