Thursday, December 15, 2022

El fantasma del precariato

Estación de paso El fantasma del precariato Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 15/12/2022) https://suplementocampus.com/el-fantasma-del-precariato/ Un fantasma recorre el mundo: el fantasma de la precarización. La metáfora tiene su origen en las primeras líneas del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, cuando, en plena revolución de 1848, escribieron que el comunismo era “un fantasma que recorre Europa”, como expresión de los conflictos sociales, políticos y económicos que padecía el capitalismo industrial en Francia, Alemania o Inglaterra. Hoy, nuevos tipos de conflictividad y de tensiones recorren a las sociedades en el mundo, y otros fantasmas aparecen en el horizonte. Uno de ellos es el de la precarización de las condiciones de vida de millones de hombres y mujeres en prácticamente todas las sociedades nacionales. El fantasma no es una ilusión. Consiste en el deterioro del ingreso salarial, el incremento de la inseguridad social, la inestabilidad o exclusión laboral, y los problemas de integración y cohesión de jóvenes y adultos al mundo del trabajo y la producción. La precarización es especialmente visible entre los jóvenes con baja escolarización, pero también ha comenzado a aparecer con fuerza entre los jóvenes egresados de las instituciones de educación superior. Aunque la crisis pandémica ha tenido un impacto severo en el deterioro de las oportunidades laborales de los jóvenes universitarios, el fenómeno viene de lejos y de fondo. Las promesas no cumplidas de la globalización económica, la reconfiguración de los “tres mundos” del Estado de Bienestar (como les denominó Esping-Andersen), o la masificación y universalización de la educación superior, son algunos de los factores causales/estructurales que explican el deterioro de las relaciones entre la educación terciaria y el trabajo productivo. En México tenemos nuestros propios fantasmas locales, hechuras de las paradojas, tensiones y contradicciones que se han desarrollado a lo largo del siglo XXI. Esta madeja de relaciones no es sólo metafórica. El crecimiento de la matrícula y de las ofertas públicas y privadas de educación superior se convirtió en una apuesta deliberada (una política pública) por ampliar las oportunidades de educación y empleo para las nuevas generaciones de jóvenes, bajo el supuesto de que la economía crecería y de que se requerirían de poblaciones más escolarizadas y mejor preparadas para los retos de la globalización. La expansión del acceso, el tránsito y el egreso de millones de jóvenes en la educación superior ocurrió en condiciones de una permanente evaluación de la calidad de los programas, del profesorado y el financiamiento público errático e insuficiente a la educación terciaria. Pero todo ha sido, en más de un sentido, un falso amanecer. Más de tres décadas de insistencia sobre la calidad de la educación superior como el aceite de serpiente que aseguraría la empleabilidad y al éxito laboral de los egresados se convirtió en una promesa incumplida de las políticas modernizadoras de la educación superior mexicana. Una economía estancada, la disminución bruta o relativa de oportunidades laborales, el deterioro del valor simbólico y práctico de los títulos universitarios, la ausencia o debilidad de dispositivos institucionales de vinculación entre educación y trabajo, o el peso de los orígenes sociales de las nuevas generaciones, contribuyeron al endurecimiento de las brechas de desigualdad social y a la precarización de los empleos profesionales. Bajo el principio de hierro de la flexibilidad laboral como sinónimo de la modernidad neoliberal, globalizadora y competitiva, los trabajos permanentes y estables fueron sustituidos por los call-center, la “macdonalización” de los trabajos (macjobs), la expansión de la informalidad laboral, y la multiplicación del trabajo sin empleo. Esa es la paradoja central: mejoramos (relativamente) la calidad de la formación de los egresados pero empeoramos (relativamente) el empleo profesional. Como país, hemos invertido mucho tiempo y esfuerzos en mejorar la calidad de la educación superior y tenemos múltiples indicadores de ese proceso institucional y político: programas acreditados nacional e incluso internacionalmente; un profesorado mejor calificado, muchos con estudios de posgrado; cuerpos de funcionarios expertos, asesorados por consultores nacionales e internacionales; multiplicación de convenios de colaboración con empleadores o de movilidad internacional para estudiantes y profesores. Y sin embargo, eso no se expresa con fuerza en el mejoramiento de las expectativas y condiciones de vida de miles de jóvenes que cada año egresan de los programas universitarios con el propósito de asegurar proyectos individuales y familiares satisfactorios y productivos. En el mundo grisáceo de las paradojas, existen diferencias importantes entre disciplinas, áreas, instituciones y espacios laborales. En algunos campos (la medicina, algunas ingenierías, por ejemplo) la precarización es inexistente o es muy baja, mientras que en otras (pertenecientes a las ciencias agropecuarias o a las sociales) la precarización es media y alta. Las brechas de la precarización marcan el territorio de la inserción y exclusión de jóvenes egresados de las más de tres mil instituciones públicas y privadas del sector. Quizá ahí sea posible comprender una de las causas del malestar no sólo con la globalización sino también con las democracias consolidadas o emergentes que se traducen en impulsos neopopulistas y autocráticos que promueven fuerzas políticas que se alimentan del malestar social. Para ahuyentar al fantasma y sus paradojas se ensayan desde hace tiempo nuevas fórmulas, que han formado un lenguaje toda-ocasión, una retórica que promete nuevos amaneceres. Innovación y emprendurismo son los multi-publicitados aceites de serpiente de la temporada. Se asocian a la cuarta revolución industrial, la digitalización, la economía basada en la innovación, el alargamiento de los ciclos formativos de las personas, a la búsqueda del prestigio y el éxito individual en el mundo laboral. Pero el fantasma sigue ahí, y sus apariciones de registran entre brindis, luces navideñas y los inefables jingles de alegrías instantáneas e ilusiones fugaces, que suelen ser el combustible de los sueños plúmbeos del final de cada año.

Thursday, December 01, 2022

Conflicto universitario en Jalisco

Estación de paso Conflicto universitario en Jalisco: la política y lo político Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 01/12/2022) https://suplementocampus.com/conflicto-universitario-en-jalisco-la-politica-y-lo-politico/ Por segunda ocasión en este año, las autoridades de la Universidad de Guadalajara convocaron a una marcha de protesta contra los recortes presupuestales aprobados por el gobierno de Jalisco a esta casa de estudios. Al igual que lo ocurrido el 26 de mayo de este año, el pasado 23 de noviembre las calles del centro de Guadalajara se llenaron de miles de estudiantes, trabajadores, profesores y directivos universitarios, encabezados por el rector y varios exrectores universitarios para expresar su protesta por el maltrato presupuestal del ejecutivo estatal. Por su parte, el gobernador ha insistido en que el pleito no es contra la universidad sino contra el exrector Raúl Padilla, quien ha impulsado proyectos como la red universitaria en Jalisco de la U. de G., la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, o la construcción del Centro Cultural Universitario. Cada vez es más claro que el problema de fondo en el pleito local es de carácter político, no presupuestario, y configura el perfil de una disputa por la legitimidad. Hasta ahora, el argumento del gobernador ha sido que “no dará más recursos para los negocios de Padilla”. Sin embargo, ese argumento requiere de mayores explicaciones públicas y, sobre todo de mayores evidencias y datos. Si hay sospechas o presunciones de desvío de recursos públicos, ¿por qué no actúa jurídicamente el gobernador contra los “negocios” del padillismo? ¿Qué evidencias existen? De tenerlas, el gobierno jalisciense tiene la obligación de presentarlas antes las autoridades competentes, no ante los medios, y no utilizarlas como pretexto para afectar no sólo la imagen o los intereses reales o imaginarios del grupo dirigente universitario, sino también proyectos académicos sustantivos de las diversas comunidades universitarias distribuidos en toda la red institucional de la U de G, constituida por casi 300 mil estudiantes, 19 mil profesores e investigadores, distribuidos en 6 centros universitarios metropolitanos, 10 regionales y una extensa red de preparatorias con presencia en prácticamente todo Jalisco. El endurecimiento de las posiciones es el dato de la coyuntura. “Mafioso” ha llamado el gobernador al exrector, y líderes estudiantiles, sindicales e institucionales universitarios han reclamado la destitución del gobernador. Este los descalifica como “lacayos” del padillismo y aquellos denominan a Alfaro como autoritario y persona non grata para la universidad. El lenguaje de la coyuntura es una narrativa plomiza que entorpece cualquier intento de diálogo racional, de entendimiento público de las razones del pleito, y de negociación de las posiciones e intereses en disputa. El episodio más reciente del conflicto ocurrió en la inauguración de la FIL el pasado 26 de noviembre, en la que el partido del oficialismo local (Movimiento Ciudadano) realizó una manifestación de cientos de militantes y funcionarios públicos de ese partido en los alrededores de la sede del evento para denunciar los “negocios de Padilla”, y el “secuestro” de la Feria por parte del “grupo universidad”. En la inauguración, no hubo representaciones del gobierno municipal, estatal ni federal, a pesar de las invitaciones formales que el comité organizador de la Feria extendió desde hace meses a mútiples instancias gubernamentales, comenzando con el presidente municipal de Guadalajara, el gobernador de Jalisco y el propio presidente de la república. Aunque políticamente enfrentados, el oficialismo local (al alfarismo/MC) y el nacional (obradorismo/MORENA) coinciden en el intento de tratar de deslegitimar la organización y el significado político y cultural de la FIL. Las señales de la estrategia política del alfarismo son claras: la mejor manera de debilitar al padillismo es a través de los recortes al presupuesto de la universidad. El supuesto es que sin dinero público, la redes de control del grupo dirigente universitario se debilitarán y eso abrirá la posibilidad de una crisis de gobernabilidad institucional que sentaría las bases de una nueva reforma política, anti-padillista, en la U de G. Ello incluye una campaña de deslegitimación de la figura del exrector y de proyectos emblemáticos como la FIL. Pero esos cálculos implican también efectos no deseados o perversos, que tienen que ver con la factura de los costos políticos y el deterioro de la imagen institucional que el alfarismo acumula en los últimos meses. El pleito confirma la siempre complicada relación entre las razones, pasiones e intereses que gobiernan la vida pública, donde el campo de lo político (es decir, de las instituciones, leyes y reglas de la vida en común) chocan con el campo de la política (la negociación práctica de conflictos entre actores). En las zonas grises entre ambos espacios se expresan tensiones en forma de espectáculos públicos y pleitos privados. Como se observa en Jalisco y a nivel nacional, el lenguaje de la política se vuelve entonces un léxico de insultos y descalificaciones dirigido a bloquear las cuerdas de comunicación y negociación entre intereses distintos. En el caso de la U. de G., el liderazgo de Raúl Padilla es inocultable, y eso se expresa en su influencia en las decisiones estratégicas universitarias, que incluyen las relacionadas con la vida política local. Sin embargo, los proyectos institucionales no obedecen ciegamente a la voluntad del exrector, sino que involucran los intereses legìtimos de cientos y miles de académicos y estudiantes que alimentan las rutinas básicas de las actividades de docencia, investigación y difusión cultural de la universidad. El panorama de las relaciones entre las autoridades de la U. de G y del gobierno estatal no es alentador. Todo apunta a que en el último tercio del gobierno de Alfaro y del rector Villanueva (2023-2024), la lógica del conflicto se mantendrá entre tensiones políticas, recortes presupuestales, manifestaciones públicas y descalificaciones. Con el inicio del proceso electoral del próximo año, los tambores de guerra llamarán a la movilización de las partes interesadas para ganar posiciones y puestos de representación. Las maquinarias políticas del alfarismo y del padillismo se han activado, explorando, otra vez, los abismos entre lo político y la política.

Thursday, November 24, 2022

Población, territorio y educación

Estación de paso Reloj poblacional, territorios y educación Adrián Acosta Silva Campus-Milenio, 24/11/2022 https://suplementocampus.com/reloj-poblacional-territorios-y-educacion/ A la memoria de Jorge Medina Viedas, por los 20 años de Campus Según estimaciones de la ONU, el martes 15 de noviembre nació el individuo 8 mil millones del mundo. Además, la Organización calcula que ese bebé nació en la República Dominicana y fue un varón. Ambas estimaciones son reveladoras de la dinámica y la distribución del crecimiento poblacional en el siglo XXI. Por un lado, que hoy existen mil millones de hombres y mujeres más que hace una década. Por otro, que el crecimiento demográfico se concentra en los países menos desarrollados. Los miles de bebés que nacieron ese mismo día enfrentarán, como todos en todos los tiempos, un futuro complicado, influido por una combinación de factores no controlables por los individuos y factores relacionados con sus creencias, capacidades y oportunidades vitales. Entre el primer grupo de factores destacan los contextos sociales, culturales, económicos y políticos, los territorios y poblaciones específicas de sus lugares de nacimiento, las características de sus orígenes sociales y familiares, su sexo, factores que influirán de manera decisiva en la configuración de sus trayectorias vitales en los próximos años. Pese a los avances en campos como la salud pública, la educación, o los sistemas de protección social, la desigualdad social es el eje que explica en buena medida las diferencias entre individuos, poblaciones y territorios en todo el mundo. Nacer en Amsterdam o en Gitega (la capital de Burundi, en África oriental) marcará en buena medida el futuro de los niños en uno u otro lugar. Según el informe, el reloj poblacional mundial se ha ralentizado desde el año 2000, y continuará así por lo menos hasta el 2050. El Fondo de Población de las Naciones Unidas calculó hace casi un cuarto de siglo (en 1997) que en octubre de 1999 habitaban el planeta 6 mil millones de personas, y 23 años despúes alcanzamos la cifra de los 8 mil millones. La tendencia es que para el año 2037 lleguemos a 9 mil millones de habitantes. 7 de cada 10 humanos viven en países de ingresos bajos y medios-bajos. La edad promedio en Europa es hoy de 41 años, en contraste con la media de edad del África subsahariana, que es de 17. En México, es de 29 años. Las tendencias registradas marcan un lento pero persistente envejecimiento de la población mundial, aunque con ritmos y composiciones muy diferentes en términos territoriales y socioeconómicos. Se calcula que las brechas de edad se ensancharán de aquí al 2050. La población mayor a los 65 años se concentrará en los países desarrollados, y la menor a esa edad en los pobres, subdesarrollados, periféricos o emergentes, según quieran denominarse. En el campo educativo, sabemos que la desigualdad social se traduce en desigualdad de oportunidades escolares, aprendizajes y procesos formativos a lo largo de la vida. Y un indicador de esa desigualdad es el de las expectativas de vida escolar de la población, que difieren de manera significativa según territorios y países. La esperanza de vida escolar es el cálculo de los años que un individuo puede pasar en aulas escolares, desde el preeescolar hasta el posgrado universitario. Y aquí las diferencias entre poblaciones y regiones es también abismal. Mientras que en Australia los bebés que nacen hoy tendrán una esperanza de vida escolar de 23 años, en Níger es de 5. Eso significa que un hombre o mujer nacido por el azar y contextos en Sidney o en Camberra puede alcanzar un doctorado universitario, mientras que los bebés nacidos en Niamey no podrán terminar ni la primaria. Como suele suceder en muchos casos, fatalmente, origen es destino. El reloj poblacional continuará marcando la pauta de las relaciones entre los entornos sociales y las vidas individuales para los 8 mil millones de habitantes del planeta. Ya desde finales del siglo pasado, la ONU había convocado a un heterógeneo grupo de escritores de distintas lenguas y países para escribir una carta dirigida al “ciudadano 6,000 millones”, cartas que fueron publicadas en 1999 en un libro. Bajo la atmósfera de incertidumbre y esperanza de la transición de fin de siglo y de milenio, las 14 cartas reunidas en esa ocasión tocaban el tema de las ilusiones y las guerras, los peligros del fundamentalismo religioso, los abismos entre pobreza y riqueza, el peso de los contextos culturales y sus representaciones sociales. “¿Quién nos salvará de la ignorancia que salta a escena con cada nueva generación?”, preguntaba en tono de pesimismo György Konrad, mientras que Salman Rushdie enfatizaba el valor de la libertad intelectual, e invitaba al bebé 6 mil millones parafraseando la clásica canción de John Lennon (Imagine) : “Imagina que el cielo no existe, mi querido seis mil millones, y de inmediato verás el cielo abierto”. ¿Qué carta podría escribirse hoy al ciudadano 8 mil millones, ese imaginario bebé de nombre Damián nacido en Santo Domingo el 15 de noviembre pasado? ¿Tendrá la inteligencia y las suficientes oportunidades vitales para alcanzar una existencia satisfactoria? ¿Cuál será su sitio en la intricada red de relaciones sociales que construirá a lo largo de su vida? Quizá un poema escrito por Miguel Hernández en 1939 (Nanas de la cebolla), escrito en la cárcel de Torrijos, y dirigido en una carta a su esposa y a su bebé recién nacido, podría aliviar la incertidumbre de imaginadores e imaginados frente al futuro, asumiendo la carga de fatalidades y esperanzas por venir. Es un manifiesto sentimental sobre la adversidad, dirigida a un niño que enfrentará riesgos, violencias y desplazamientos, pero también experiencias de soledad, pasiones y sueños. Son palabras pronunciadas frente a la cuna de un bebé dormido, al cuidado de su madre y con la sombra en la lejanía del padre. No te derrumbes/No sepas lo que pasa/ Ni lo que ocurre. Es un melancólico recordatorio sobre las virtudes de la paciencia en tiempos difíciles.

Saturday, November 12, 2022

Hachas de guerra

Hachas de guerra: apología de soles negros Adrián Acosta Silva (El Informador, 12/11/2022) https://www.informador.mx/ideas/Hachas-de-guerra-apologia-de-soles-negros-20221112-0022.html Durante su campaña electoral y desde el inicio de su administración, el presidente López Obrador emprendió la cruzada de un enunciado indecible: destruirlo todo para cambiarlo todo. Ese es el sol negro del proyecto de la cuarta transformación nacional, visto en el año 4.0 de su presidencia. Bajo la premisa de que todo lo construído durante las últimas seis administraciones federales son la causa de todos los males de la república, el obradorismo se propuso demoler las hechuras de lo que denomina el período neoliberal (o “neoporfirista”, como suele afirmar a la menor provocación), para sustituirlas por nuevas estructuras, instituciones, programas y acciones de lo que denomina bienestar para el pueblo, o sea, para los pobres. Ese leit motiv justifica todo lo que hace, piensa o se imagina el obradorismo y sus seguidores y aliados. Eso explica también las vergonzosas escenas de vasallaje, lacayismo y subordinación de ciertos intelectuales, periodistas, políticos y funcionarios (ellas y ellos) que aplauden y vitorean al caudillo de la 4TN. Montados en el gran tren de ilusiones de la transformación nacional (que evocan la vieja idea del marxismo de manual de la revolución proletaria como punto cero de la historia social), el conductor, los maquinistas, los carboneros, camaristas y pasajeros miran hacia un horizonte luminoso, la tierra prometida de la república amorosa que dibujó sin rubor y sin piedad AMLO desde antes de su llegada al poder presidencial. Bajo la retórica de una épica patriótica, el morenismo funciona como la correa de transmisión de los deseos presidenciales. El inventario de las demoliciones logradas y las que están en proceso es cuantioso. Primero fueron la contrareforma educativa, la petrolera y la eléctrica. Siguieron con la política ambiental, ahora están con la política y electoral. Desmontaron proyectos avanzados como el AICM, y construyeron un nuevo aeropuerto, de funcionalidad dudosa; desoyen reclamos ambientales y avanzan en la construcción del tren maya; abren nuevas refinerías en tiempos de la transición energética hacia el uso energías limpias; entienden que la lucha contra el calentamiento global radica en plantar arbolitos en zonas pobres. Promueve cartillas morales como sustitutos de una nueva evangelización social y política, como guías para la purificación de la vida pública mexicana luego de décadas de degradación y corrupción “neoliberal”. Bien visto, el obradorismo es un montaje, una colección de escenarios protagonizados por un solo actor, en los que también es el director, productor y espectador de sus propias obras. Utiliza un lenguaje circular, machacón y repetitivo, cuyos ecos son reverberados por no pocos ciudadanos, sus acólitos y súbditos. Es una crónica dirigida a cultivar adeptos, a provocar ilusiones y certezas entre las multitudes. Se alimenta de palabras y frases, pero también de dinero público a través de becas y pensiones. Amplía la base de la recaudación fiscal pero no toca el dinero de las élites económicas del país, que son también las dueñas del capital financiero, inmobiliario, industrial y especulativo que moviliza intereses mundanos y cálculos políticos. Desprecia al poder civil, que incluye a la burocracia gubernamental, a las universidades públicas y a los profesionistas, y fortalece las atribuciones, facultades e intereses del poder militar. En el último tramo de su gestión, el obradorismo ha sacado de sus armarios su extensa colección de hachas de guerra política (insultos cotidianos, recortes presupuestales, militarización de funciones públicas). Convencido de que la política es tan sólo la continuación de la guerra por otros medios, el presidente convoca y alienta a sus partidarios a la fase final de su cruzada transformadora, que se concentra ahora en cambiar las reglas del juego político-electoral. Seguro de su adanismo, de que es el pionero y paladín de la verdadera democracia mexicana, y de que antes de él todo era una farsa, López Obrador descalifica, provoca, desprecia a sus opositores, y se envuelve (¿se enreda?) en el lábaro patrio para marcar distancias y ofrecer paraísos artificiales a sus seguidores. Como sucede con todos los populistas autoritarios, el pluralismo es tóxico para la imaginación y las prácticas políticas de quienes están convencidos de la máxima schmitteriana de conmigo o contra mí. Eso explica la furiosa embestida del obradorismo contra los órganos autónomos y las organizaciones no gubernamentales, los críticos de su gobierno y las manifestaciones de la oposición política. Bravuconadas, majaderías, menosprecio, es el lenguaje dominante de los nuevos caminos de servidumbre inaugurados por el obradorismo en sólo cuatro años. Es una retórica antipolítica, anitisistémica y alucinante. La furia adánica del régimen se recrudece y ahora le toca el turno al INE, que representa todo lo que no cree o no le gusta al presidente. Montado desde sus inicios en la ola de la austeridad salvaje y la venganza política, el obradorismo aspira a sentar las bases de un modelo de dominación basado en el control de los procesos electorales como mecanismo maestro de la invención de un sistema político que mira al pasado clientelar y patrimonialista del siglo XX como la clave del futuro del neoautoritarismo político mexicano del siglo XXI. El obradorismo como movimiento político es una máquina de tiempo, un regreso al futuro cuyas consecuencias son impredecibles para sus propios promotores. La música metálica de la construcción autocrática domina el ambiente político mexicano de estos años de encono y violencias, endulzada por los cantos de sirenas del caudillo y sus corifeos y corifeas. Detrás de la mueca malhumorada, burlona y sarcástica presidencial, exhibida como máscara imperturbable todas las mañanas en cadena nacional, se esconde un proyecto que mira hacia la historia de bronce como horizonte de futuro. El retrato del elefante en la sala es el selfie de un apologista de la destrucción.

Thursday, November 10, 2022

Un pensador fronterizo (II)

Estación de paso Un pensador fronterizo: contra la “luz de gas” (II) Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 10/11/2022) https://suplementocampus.com/un-pensador-fronterizo-contra-la-luz-de-gas-ii/ Esta es la segunda parte del texto leído en la presentación del libro Repensando lo público: Estado, políticas públicas y gobernanza. Ensayos sobre la obra y trayectoria de Luis F. Aguilar Villanueva, coordinado por David Gómez-Álvarez y Claudia Maldonado Trujillo (EAP/Siglo XXI, 2021). CUCEA-U, de G., 19 de octubre de 2022. ************* Durante su etapa “tapatía” (2011-2020), cuando fue invitado para fundar y dirigir el Instituto de Investigación en Políticas Públicas y Gobierno (IIPPG) del CUCEA de la Universidad de Guadalajara, Luis F. Aguilar Villanueva (LFAV) se concentró en la construcción de un espacio universitario abierto al análisis del gobierno, de las políticas públicas y la promoción del enfoque de la nueva goberanza pública. Impulsó diálogos, coloquios, proyectos, encuentros, dirigidos a organizar redes académicas de intercambio sobre múltiples objetos de la acción pública moderna, tanto a nivel internacional como nacional, estatal y local. Fundó una revista especializada (Journal of Public Governance and Policy: Latin American Review), e impulsó la publicación de una numerosa colección de libros relacionados con el tema, productos de los encuentros y conversatorios académicos organizados en el IIPPG. También apoyó el desarrollo de proyectos institucionales multidisciplinarios como Jalisco a Futuro, en el que, personalmente, la amistad, el rigor intelectual, y el interés y respeto de Luis -acompañado siempre de dosis precisas de prudencia y buen humor-, favorecieron la orientación teórica y conceptual de la hechura de los trabajos de diagnóstico y prospectiva de los que colaboramos en ese proyecto. Las aportaciones y hallazgos de LAFV sobre las relaciones entre la política, las políticas públicas y la gobernanza democrática están plasmadas en múltiples sitios: libros, revistas, artículos periodísticos, aulas, conferencias, charlas de café, cubículos universitarios. Son la herencia viva de su espíritu trans-fronterizo, el legado intelectual de sus convicciones, de sus cuestionamientos permanentes e hipótesis de trabajo sobre los déficits, logros y desafíos de la acción pública. Quizá ese espíritu se deba a su sangre campechana, a la época que le tocó vivir en sus años de formación intelectual y política en México, en Alemania e Italia, sus estancias académicas frecuentes en Berkeley, en Madrid, o en Nueva York, a sus habilidades de explorador constante de enfoques y territorios áridos de las ciencias sociales, o quizá se deba a la vieja observación weberiana de la tensión permanente entre las lógicas del político y del científico. Tal vez, también adeuda en alguna medida a su afición por la música clásica (de Franz Schubert y Beethoven a Gustav Mahler), a su gusto insobornable por el whisky JB en las rocas, a su interés culinario para conocer los secretos de los chefs de los buenos restaurantes. Ese bagaje vital, intelectual y mundano, moral y afectivo, donde las aguas de la vida social, pública y privada se entremezclan pero no se confunden, está en la base de la obra fecunda, productiva y siempre en movimiento de Luis. Y el mejor y mayor de los homenajes a esa trayectoria es leerlo a la luz de las tensiones, contradicciones e incertumbres de nuestra vida en común, dominada desde hace tiempo por el mal humor público, la polarización política y no pocos desencuentros privados. Seguramente, la figura de Aguilar Villanueva como maestro, consejero, académico, intelectual, consultor o funcionario, se podrá apreciar en su justa dimensión. Y, estoy seguro, el investigador emérito sigue y seguirá haciendo lo “único que sabe hacer: leer y escribir”, como me dijo en varias de las ocasiones en que lo encontré trabajando en su oficina frente a su computadora, con varios libros abiertos sobre la mesa. En síntesis: racionalidad, acción pública, gobernanza democrática, forman el entramado conceptual y analítico central del pensador de aguas profundas que es LFAV. Pasó de explorar las teorías clásicas del Estado para culminar en la construcción de una teoría contemporánea del gobierno de las sociedades del siglo XXI. Es el autor indiscutido e indispensable de una extensa colección de planos, cartografías, mapas y brújulas elaboradas sobre el intrincado territorio de las relaciones entre el poder público, ciudadanías complejas, desigualdad social, institucionalidad democrática y acción gubernativa, en contextos poblados por nuevos oscurantismos y puritanismos de distintos orígenes y dimensiones, frecuentemente dominados por el efecto o síndrome político de “luz de gas” (political gaslighting) -esa tendencia a tratar de convencer a las personas, grupos y sociedades de algo que no son-, que parece extenderse sin prisas pero sin pausas en varios espacios de nuestra vida pública. Si, como escribió en algún lugar Milan Kundera, “la existencia humana transcurre entre dos abismos; a un lado, el fanatismo; al otro, el escepticismo absoluto”, hoy estamos al filo de uno o de otro, mirando el espacio vacío que se abre entre el agotamiento del neoliberalismo como fórmula económica y el fortalecimiento del neopopulismo como fórmula política. (Es un “entreacto político”, afirma recientemente Aguilar Villanueva). Entre ambos abismos o actos, poblados por lodazales, pantanos y páramos, coexisten el gobierno de la racionalidad y el imperio de las emociones. En el centro, la dirección del estado y la gestión de lo público, orientadas al fortalecimiento de la democracia, son asuntos que reclaman no sólo de explicaciones o enunciados normativos sino de acciones, compromisos y resultados. Son las nuevas hechuras políticas de la tensión permanente entre los laberintos de la razón y los incendios de las pasiones.

Thursday, October 27, 2022

Un pensador fronterizo: homenaje a Luis F. Aguilar Villanueva (I)

Estación de paso Un pensador fronterizo: homenaje a Luis F. Aguilar Villanueva (I) Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 27/10/2022) https://suplementocampus.com/un-pensador-fronterizo-homenaje-a-luis-f-aguilar-villanueva-i/ Este texto fue leído en la presentación del libro Repensando lo público: Estado, políticas públicas y gobernanza. Ensayos sobre la obra y trayectoria de Luis F. Aguilar Villanueva, coordinado por David Gómez-Álvarez y Claudia Maldonado Trujillo (EAP/Siglo XXI, 2021). CUCEA-U, de G., 19 de octubre de 2022. ***** Durante buena parte de la obra reciente de Luis F. Aguilar Villanueva (circa 2002-2020), el tema de la gobernanza ocupa un lugar central de sus estudios, reflexiones y exploraciones bibliográficas, académicas e intelectuales. Si durante un intenso ciclo anterior (1990-2000) el tema de las políticas públicas se colocó en el centro de su agenda investigativa, en el contexto de lo que se conoce como la transición política mexicana hacia la democracia, desde el inicio del siglo XXI el análisis del proceso de gobernar, del “gobierno del gobierno”, de los problemas de coordinación gubernamental, de la capacidad de gobernar, o la calidad, eficacia y efectividad de la acción gubernativa en contextos de liberalización y democratización política, configuraron el mapa de las investigaciones que guían el instinto exploratorio, voraz, inquieto de Luis. Es el ciclo más reciente de la larga ruta seguida por el autor de obras anteriores como La idea de ciencia social en Weber (1989), o de su monumental Antología de políticas públicas (1992). Como todo estudioso curioso y sistemático, Aguilar Villanueva es un pensador fronterizo que rompe con las rigideces disciplinarias y transgrede los límites de la filosofía política, para cruzar los territorios de la economía pública y la ciencia política, la sociología weberiana y el derecho público, las teorías de la administración pública y de la nueva gestión pública. Eso explica, me parece, su transición del énfasis en las políticas públicas como las hechuras racionales adecuadas para sociedades complejas, desiguales y conflictivas, al énfasis en la gobernanza como una lente conceptual pertinente para examinar el proceso de gobernar en las sociedades contemporáneas; la gobernanza como expresión de un conjunto de valores, principios y herramientas lógicas dirigidas al fortalecimiento de las capacidades democraticas de la vida en común. Las dimensiones normativas, sociales, políticas, económicas, organizacionales y culturales de la gobernanza son identificadas con claridad en la larga trayectoria exploratoria de Luis, y es en su libro Gobernanza y gestión pública (FCE, 2006) cuando esa transición alcanza su punto de quiebre respecto de las formas convencionales de analizar el Estado, la política y la acción del gobierno. Aunque la revisión de la bibliografía clásica anglosajona y europea es el punto de partida de ese giro de las políticas a la gobernanza (autores como Kooiman, Barzelay, Osborne y Gaebler, Peters, Christensen y Laegreid, Mintzberg, Williamson, Majone, junto a la revaloración de las ideas de Weber, Habermas o Rawls), el espacio permanente de observación empírica y de reflexión conceptual es México y América Latina. El combustible del pensamiento de Aguilar sobre la gobernanza es un luminoso ejercicio de lectura y observación, de comparación crítica de autores y enfoques clásicos y contemporáneos, de reflexividad constante sobre los problemas concretos de la acción del gobierno. Ello conduce a Luis a una ruta que se bifurca a lo largo del tiempo en varios caminos y sendas. Va de la gobernabilidad a la gobernanza; de la gobernanza clásica a la nueva gobernanza pública; de la centralidad de los actores y agendas gubernamentales a las interacciones con actores privados, no gubernamentales y sociales; del gobierno burocrático al postburocrático y a la reinvención del gobierno; de la figura del gobierno-administrador a la emergencia de la figura del gobierno digital; de la nueva gobernanza pública a la “gobernanza algorítimica”, como la ha denominado recientemente Daniel Innerarity. Es un recorrido poblado de ideas, conceptos y teorías que ayudan a comprender la profunda complejidad de las relaciones contemporáneas entre gobierno y sociedad. La sólida formación filosófica de Aguilar Villanueva es la plataforma cognitiva de su rigor lógico, de su permanente insistencia en la claridad argumentativa, de sus constantes críticas a la banalidad y frivolidad en el uso del lenguaje sobre los asuntos públicos, que incluye su instatisfacción y malestar con los neopopulismos y neoliberalismos tan de moda, pero tan poco comprendidos incluso por sus propios promotores. Estos rasgos de su potencia intelectual se nutren también de sus experiencias vitales. Como profesor universitario, como investigador, como funcionario público, como consultor o asesor de empresas, gobiernos y políticos, Luis es una voz a la vez atenta, incómoda e indispensable. Los que fuimos sus estudiantes de posgrado durante los primeros años noventa del siglo pasado (en mi caso, en su seminario de políticas públicas en la maestría en ciencias sociales de la FLACSO-México), sabíamos bien del carácter riguroso, exigente de las clases del maestro Aguilar Villanueva. Para los funcionarios públicos y empleados que trabajaron con él, el cuidado en la calidad de sus desempeños y grado de compromiso con las tareas propias de la función pública, fueron una marca indeleble de sus aprendizajes. Para los políticos con los que ha interactuado a lo largo de su trayectoria, Luis era y es siempre un interlocutor crítico, mordaz, a veces irónico, en ocasiones despiadado en sus observaciones y comentarios. Todo eso eleva el valor del pensamiento, la erudición y el capital intelectual de Aguilar Villanueva.

Thursday, October 13, 2022

Dilemas de la reprobación universitaria

Estación de paso Dilemas de la reprobación universitaria: entre maestros barco y maestros duros Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 13/10/2022) Según una nota de The Chronicle of Higher Education de la semana pasada (06/10/2022), la Universidad de Nueva York (NYU) despidió a un experimentado profesor de química debido a las protestas que un grupo de sus estudiantes (cerca de un cuarto del total), que se quejaron por la dureza de sus evaluaciones, lo que causaba altas tasas de reprobación en sus cursos. La materia en cuestión es fundamental para el acceso a la carrera de medicina, una de las más solicitadas por los estudiantes norteamericanos, por las mismas razones que un estudiante mexicano, nigeriano o ruso. La respuesta del profesor a las exigencias de sus alumnos fue que consideraba el conocimiento básico de su materia como fundamental para la formación de buenos médicos. La respuesta de la NYU fue el despido liso y llano, considerando el impacto que tiene la reprobación en el abandono de los estudios universitarios. Usualmente, lo que pasa en Nueva York se queda en Nueva York, pero ahora no fue el caso. La noticia circuló con cierta intensidad por redes y medios, despertando curiosidad entre directivos y profesores universitarios no sólo de NYU sino también de otras latitudes de los EU y del mundo. El hecho plantea varias preguntas incómodas en los tiempos optimistas de la calidad, el emprendurismo y la innovación universitaria: ¿Cuáles son los límites y contenidos de la calidad de la enseñanza universitaria? ¿Qué pasa con los aprendizajes de los estudiantes? ¿La obsesión por la eficiencia terminal y el éxito escolar ha opacado el análisis de la lentitud y complejidad de los procesos formativos? Visto en perspectiva, las políticas de masificación de la educación superior han coexistido con dificultad con las políticas de calidad de ese nivel educativo. Una apunta hacia la apertura de nuevas opciones profesionales y la ampliación de las oportunidades de acceso a las universidades, mientras que la otra descansa fuertemente en el supuesto meritocrático del ingreso, tránsito y egreso de los estudiantes en los programas universitarios de licenciatura y posgrado. El imperio de los indicadores encuentra en esas tensiones el alimento básico de sus diagnósticos rutinarios (tasas de cobertura, eficiencia terminal, abandono y reprobación, éxito escolar, desempeño de los docentes, eficiencia de los programas), y muchos de esos datos constituyen el núcleo de la imagen de prestigio, reputación y reconocimiento de las universidades públicas y privadas. Las aguas profundas del fenómeno tienen que ver con el rigor intelectual, las capacidades/habilidades cognitivas e informativas de los estudiantes, las destrezas pedagógicas y experiencia del profesorado universitario, la gestión del tiempo escolar, y los climas sociales e institucionales dominantes en la educación universitaria contemporánea. Es, por supuesto, una ecuación compleja. Aunque los efectos de la pandemia y la crisis económica juegan un papel importante en la explicación del deterioro de las relaciones entre estos factores, el fenómeno viene de lejos. Se trata, entre otras cosas, de las percepciones de los maestros “barco” o “blandos”, y los maestros “duros”, representaciones de dos figuras imaginarias pero muy populares entre las comunidades estudiantiles universitarias de ahora y de antes. Los primeros tienen la fama de las cosas fáciles: no son exigentes, regalan buenas calificaciones, toleran la indolencia, evalúan con estándares mínimos. Los segundos son su némesis: practican métodos rigurosos de evaluación, exigen mucho a los estudiantes, castigan la apatía y la falta de atención. Como todas las figuras imaginarias, esas representaciones abonan a la simplificación de la realidad, pero se alimentan de una mezcla confusa de experiencias y prácticas fuertemente arraigadas en las universidades. Las exigencias institucionales de “mejora continua” de la enseñanza, la obsesión por el éxito estudiantil, la competencia por las mejores calificaciones, los incentivos para alcanzar altos índices de eficiencia de los programas universitarios, forman los componentes básicos que explican la coexistencia de imaginarios y prácticas contrastantes de la docencia y la enseñanza. La experiencia de la NYU puede ser sólo una anécdota más de la vida universitaria moderna. Pero el dato primario es que se recrudecen las viejas tensiones entre las exigencias estudiantiles de éxito escolar y la evaluación rigurosa de sus aprendizajes. La reprobación y el abandono son expresiones del fracaso escolar, y sus efectos pueden ser a veces devastadores para los estudiantes y sus familias. Pero la inexistencia o laxitud en las evaluaciones de los aprendizajes, y la aplicación sin piedad de métodos punitivos o depredadores de evaluación de los desempeños escolares, tampoco abonan al equilibrio entre rigor, paciencia y tolerancia como principios centrales de los procesos formativos universitarios. Los aprendizajes previos, las indecisiones vocacionales, el origen social, los capitales culturales de los estudiantes universitarios, sus deseos, creencias y expectativas también forman parte del cóctel de la complejidad del asunto. Pero la pregunta básica es: ¿todos los estudiantes tienen las mismas capacidades para cursar una carrera universitaria? Y las respuestas suelen ser incendiarias, guiadas más por las pasiones que las razones. El tema va más allá de las creencias, los indicadores o los referentes de la calidad. Tiene que ver con evidencias y experiencias, con el análisis de las condiciones institucionales donde cotidianamente se relacionan profesores y estudiantes en prácticas educativas diversas, en los que la ansiedad por el éxito, la organización del tiempo o la gestión de las incertidumbres, gobiernan el ánimo y los cálculos en los campus universitarios. Después de todo, las trayectorias estudiantiles no sólo incluyen las prácticas en el aula, la interacción con maestros duros o blandos, o la evaluación constante o esporádica de sus aprendizajes. La enseñanza también consiste, como decía Rousseau, en la “educación de las cosas”, esas experiencias vitales que incluyen el aburrimiento, las rutinas, las emociones fugaces y las pequeñas frustraciones. Esas combinaciones forman parte de los aprendizajes escolares universitarios, que incluyen el abandono, la reprobación, el rezago, la permanencia y el egreso. Los maestros barco y los duros, los profesores buenos, malos y regulares, constituyen parte de los contextos institucionales de esas experiencias, cuyos desenlaces suelen significar cosas distintas para los estudiantes, profesores y directivos de las universidades.

Thursday, September 29, 2022

Los tres doctorados del gobernador García

Estación de paso Los tres doctorados del gobernador García Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 29/09/2022) Una nota de Milenio publicada hace un par de semanas (17/09/2022), fue titulada así: “Entrega UANL doctorado a Samuel García como Doctor en Derecho Constitucional y Gobernabilidad”. Se refería al actual gobernador de Nuevo León, exsenador (2018-2020) y exdiputado local (2015-2018) por el partido Movimiento Ciudadano. La noticia tiene su interés, no sólo por la figura del gobernador sino por la trayectoria que representa. Que un joven político (34 años) destaque por sus méritos personales, partidistas o académicos, por su origen social o sus recursos económicos, forma parte de los mecanismos de acceso a las nuevas élites políticas mexicanas. Según la nota, es la tercera ocasión en que García obtiene un doctorado. El primero lo obtuvo como “Doctor en Política Pública y Administración Pública” por la Escuela de Gobierno y Administración Pública del Tec de Monterrey, institución de la cual también egresó como estudiante de preparatoria, de la licenciatura en derecho, y de la maestría en derecho público. Postriormente, realizó un segundo doctorado en “Derecho fiscal” en el “ITAC Universidad”, una pequeña escuela privada de Monterrey que cerró sus puertas reales y virtuales en algún momento del año 2020 (según se lee en Google, se describe como “escuela del sector privado, de nivel educativo medio superior y de turno vespertino”, que ofrece “títulos electrónicos” en 20 carreras de licenciatura y programas de posgrado). El tercer doctorado es el que le otorgó la UANL en ceremonia solemne con togas y birretes celebrada el pasado 14 de septiembre. Suponiendo que el Dr. García se tituló de la licenciatura a los 23 años de edad y de la maestría a los 25, eso significa que obtuvo su primer doctorado a los 28 o 29 años, el segundo a los 31 o 32, y el tercero a los 34. Esa trayectoria lineal, sin pausas pero sin prisas (que pudo combinarse de acuerdo a las características de los tres programas doctorales que cursó con éxito en un lapso de sólo 5 o 6 años), la hizo además cuando era, simultáneamente, diputado local en Nuevo León a los 28 años, y luego senador de la república a los 31.Todo eso lo hizo, según sus propias palabras, “por su pasión por el estudio y análisis de las diferentes constituciones”, pero también para “resolver tantos problemas que hay en la sociedad”. Esa trayectoria y motivaciones ilustran las prácticas, expectativas y creencias de algunos grupos de la clase política surgida durante los años de la alternancia mexicana. Con títulos de licenciaturas, maestrías y doctorados, navegando entre las aguas turbias de los puestos políticos, pero también entre las aguas lodosas del mundo de los negocios, combinan la escolarización avanzada con las hechuras políticas partidistas. Suelen estar muy bien relacionados con figuras, personajes y personajillos de ambos mundos, se mueven con fluidez entre las redes sociales, son famosos, influencers, ídolos de los whitexicans, tienen miles de seguidores, cultivan con esmero nuevas amistades, se toman fotos abrazando niños de algún orfanato en la mañana de un domingo cualquiera. Son individuos que se consideran a sí mismos y por otros como exitosos, ejemplos vivos de que “si se quiere se puede”, presumen capacidad, responsabilidad y compasión por el prójimo. El gobernador García desafía la distinción canónica entre el político y el científico, entre el académico y el gobernante, entre el poder y el saber. Actúa al mismo tiempo combinando la ética de la responsabilidad y la ética de la verdad, con la objetividad del estudioso y la ambición del político. Como otros en el pasado remoto o reciente, esa trayectoria supone que una mayor escolaridad significa una mejor calidad de la política, por lo que se cree que individuos con mayores niveles académicos serán mejores ciudadanos y políticos más honrados, responsables y eficientes, puesto que son capaces de conocer mejor la realidad de las cosas públicas, sus causas y soluciones. Es la reencarnación del viejo mito del ciudadano bueno y del político virtuoso. Que las universidades públicas o privadas y los partidos políticos contemporáneos sean los espacios institucionales donde se forjan ese tipo de trayectorias tiene también su interés. Ahí se desarrollan rutinas predecibles y prácticas oportunistas, donde el plagio y las complicidades suelen ser monedas de uso ocasional, según sea el caso y las circunstancias. Maestrías y doctorados al vapor, que favorecen accesos, tránsitos y egresos eficientes para mejorar los indicadores de éxito escolar y los desempeños académicos de las instituciones, donde los doctorados han dejado de ser espacios tradicionales de formación para la investigación (cultivo y producción de nuevo conocimiento), para convertirse en máquinarias organizadas de distribución de certificados y diplomas a los que suelen atribuirse propiedades (casi) mágicas. Son programas apoyados por burocracias eficientes y un profesorado flexible, a veces con doctorados y todas las medallas imaginables de la república de los académicos, que dispensan tratos especiales a estudiantes que incrementen el prestigio de sus programas e instituciones. Son los componentes que configuran el orden académico-institucional en el cual algunos obtienen tres o cuatro licenciaturas, maestrías o doctorados como insignias certificadas de sus pasiones, intereses y saberes. Se trata de un juego bastante popular entre las nuevas elites políticas y de los negocios. Es el juego de la acumulación de títulos nobiliarios representados por los doctorados universitarios, la obtención de papeles para enmarcarse y mostrarse en las paredes de las oficinas de políticos, empresarios y funcionarios públicos. Es un juego que implica pérdidas (relativas) para la legitimidad de la vida académica y sus rutinas -seminarios, lecturas, discusión, reflexiones solitarias y a veces colectivas-, y ganancias (también relativas) para quienes ven en las universidades sólo como espacios pragmáticos de legitimación de sus propios cálculos políticos y personales. El Doctor-Gobernador García (el orden de los títulos no altera el producto) es el fruto exótico de este juego de espejos. Es una de las figuras de cera exhibidas en el gran museo de nuestras perplejidades políticas contemporáneas.

Thursday, September 15, 2022

Explorando universidades

Estación de paso Explorando universidades: más allá del campus Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 15/09/2022) https://suplementocampus.com/explorando-universidades-mas-alla-del-campus/ Este año se celebran 30 años de la creación del “Área de Sociología de las Universidades” (ASU) de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco. Para quienes participan en el análisis, el estudio y la discusión de los problemas universitarios, la ASU ha sido desde su origen un espacio vital para la reflexión e investigación sistemática de los procesos, actores y políticas que influyen en los modos y comportamientos institucionales universitarios, pero también una suerte de observatorio académico permanente de los impactos sociales, económicos, culturales y políticos de la educación superior mexicana durante las últimas tres décadas. El origen de ASU asumió desde el principio la decisión de reconocer a la universidad como objeto de investigación. Cuando a comienzos de los años noventa las universidades públicas eran motivo de desconfianza y recelos gubernamentales, y justo en el contexto de las políticas de modernización impulsadas por el gobierno de Salinas de Gortari, investigadores y académicos de las UAM y de otras universidades emprendieron un esfuerzo por conocer más que por juzgar, por aportar datos, conocimiento y evidencias sobre las universidades por encima de actos de fe, creencias, anécdotas o prejuicios sobre las mismas. En un contexto reacio a reconocer la complejidad, diversidad y heterogeneidad de las universidades, de sus aportes al desarrollo culltural, económico y político, pero también de sus déficits sociales y problemas institucionales, la legitimidad de la universidad como objeto de investigación ha sido sin duda uno de los aportes más significativos del ASU a nivel nacional. Como parte del festejo treintañero, los integrantes de ASU organizaron en el último año un seminario dedicado a examinar temas estratégicos de la educación superior universitaria contemporánea. Con 29 participantes en seis sesiones de trabajo -7 integrantes del ASU y 22 académicos pertenecientes a otras universidades e instituciones de educación superior tanto federales como estatales, además de algunos expertos internacionales-, el seminario “Los dilemas de la educación superior mexicana en el siglo XXI: 30 años de investigación del Area de Sociología de las Universidades de las UAM-Azcapotzalco” se convirtió en un ejercicio de balance y perspectivas sobre algunas de las nuevas cuestiones críticas de la educación superior del país. “Desigualdad e ingreso a la educación superior”, “SNI ¿medio o fin?”, “Los sistemas de pago por mérito y la regulación del trabajo académico”, “Impacto de la heterogeneidad institucional del sistema de educación superior en las oportunidades laborales y de la movilidad social”, “Trascendencia de la autonomía en la gestión y desarrollo de las funciones universitarias”, y “Las aspiraciones de los estudiantes universitarios desde una perspectiva de desigualdad multidimensional”, fueron los temas de cada una de las seis sesiones del seminario organizado por ASU, que fueron realizados entre agosto del 2021 y marzo del 2022, y que culminó este 14 de septiembre con una reunión de perspectivas sobre los distintos temas y sus abordajes. La selección temática revela las líneas de investigación que han desarrollado las y los investigadores que integran el Área, y que han permitido impulsar redes académicas de conocimiento sobre distintos objetos de investigación de la educación superior mexicana. A lo largo de su existencia, ASU se ha consolidado como un espacio importante del análisis sociológico de las universidades y sus entornos. Las características de los actores (estudiantes y profesorado), funciones institucionales (investigación, docencia, difusión), formas de organización (autonomía, gobierno), impactos políticos y sociales (hechuras e implementación de políticas públicas o procesos de movilidad social o de inserción laboral de los egresados), son parte de los estudios que han alimentado los intereses académicos y vitales de un grupo de investigación que, a pesar de los cambios generacionales o de las difíciles condiciones que experimenta el trabajo académico universitario, ha realizado aportaciones sustanciales al debate público y al desarrollo del conocimiento sobre las universidades mexicanas. Hoy, luego de la fiesta y el festejo de ASU, queda delineado un horizonte poblado por nuevos desafíos políticos, intelectuales y académicos para el estudio de la educación superior mexicana. Bajo los tiempos nublados de la polarización ideológica y política, donde las narrativas neo-utilitaristas de las élites gobernantes se han desplazado del mercado a la comunidad, en condiciones donde las universidades públicas vuelven a ser objeto de descalificaciones y recelos de las nuevas élites políticas y las políticas de austeridad gobiernan el trato hacia las universidades, y las brechas de la desigualdad social y heterogeneidad institucional permanecen como factores causales en la explicación de los comportamientos universitarios, las contribuciones del conocimiento acumulado sobre estas organizaciones son indispensables para definir nuevas líneas o profundizar en las ya existentes. Después de todo, el trabajo académico es un oficio caracterizado por obsesiones intelectuales gobernadas por las dudas y la crítica. La cultura académica es una lenta hechura de trabajo, rutinas, persistencia y ánimos compartidos, fuente de nuevas preguntas y escepticismos, de tensiones permanentes y conflictos ocasionales. El ASU es una buena muestra de esos rasgos culturales, representativos de los modos en que la sociología de las universidades ha conquistado un lugar en la mesa de las ciencias sociales de nuestro país, junto a distinguidos comensales pertenecientes a disciplinas como la demografía, la economía, la antropología, la historia o la ciencia política. En tiempos de sorderas gubernamentales y griteríos políticos de distintas tonalidades, las voces de los académicos de esta gran mesa son necesarias para imprimir calidad, prudencia y claridad al debate público.

Thursday, September 01, 2022

La universidad y la nueva escuela

Estación de paso La universidad y la nueva escuela mexicana Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 01/09/2022) https://suplementocampus.com/la-universidad-y-la-nueva-escuela-mexicana/ Como se sabe, la reforma al marco curricular y los nuevos libros de texto gratuitos constituyen la columna vertebral del proyecto de “Nueva Escuela Mexicana” (NEM) impulsada por las autoridades de la SEP. Ese es el núcleo duro de los propósitos enunciados desde hace meses por asesores y funcionarios gubernamentales del sector, aunque permanezcan muchas reservas, críticas, dudas y escepticismos sobre la factibilidad política, la consistencia técnica, pedagógica y organizativa del proyecto, los contenidos de los programas de estudio, o el conocimiento de los profesores sobre los alcances, tiempos, modos y estrategias de implementación de la reforma educativa que impulsa el oficialismo. Las propias burocracias federal y estatales de la SEP aguardan aún por definiciones básicas, decisiones operativas, recursos y organización del proyecto. Después de todo, el profesorado, los cuerpos burocráticos intermedios y los funcionarios de ventanilla del sector educativo constituyen los eslabones clave de la implementación de los cambios anunciados. La NEM representa un sistema de creencias articulado en torno a los valores promovidos por el oficialismo político de la “cuarta transformación nacional”. Son creencias orientadas por los intentos de una nueva forma de politización de los niños mexicanos, donde se mezclan sermones comunitaristas, pedagogías difusas, lemas de campaña y revisionismos históricos. El abandono de la evaluación comparada de los aprendizajes, la equiparación de los saberes comunitarios con los saberes científicos, los énfasis en la identidad y la pertenencia por sobre los valores de la libertad y la autonomía intelectual, forman parte de las tensiones que habitan la caja negra de la reforma imaginada por el oficialismo. Para decirlo en breve, se trata de sustituir las tradiciones de la educación laica, científica y liberal del pasado por una educación política, comprometida e ideológica para el presente y el futuro de los niños y adolescentes mexicanos. Pero el proyecto no afecta solamente a los niveles de primaria y secundaria de la educación pública nacional. También lo hará en el sector de la educación privada y, con el tiempo, en los niveles del bachillerato y licenciaturas universitarias y no universitarias, cuando las generaciones educadas en los misterios de la “decolonización”, la inclusión social, el compromiso educativo con la “realidad social”, o la promoción de las bases epistémicas igualitarias de todo conocimiento, sean las herramientas de la formación básica con la cual los niños de hoy ingresarán a las prepas, licenciaturas y posgrados de los distintos subsistemas públicos y privados de la educación media y superior. El principio de gratuidad y universalización de la educación superior incluido en las reformas al artículo tercero, la Ley General de Educación, y la Ley General de Educación Superior, impulsados el comienzo del sexenio por el ejecutivo federal, serán las bases legales del tránsito de niños y niñas hacia la educación media y superior, independientemente de los aprendizajes adquiridos o de la consistencia de la formación intelectual y técnica de los egresados del sistema educativo básico. Aunque las ilusiones de la homogeneización de la educación contenidas en todo proyecto reformador se estrellan una y otra vez contra los muros de las realidades de la desigualdad, heterogeneidad y diversidad de los procesos formativos entre estratos, grupos y clases sociales en contextos, poblaciones y territorios muy diferentes, los efectos de largo plazo de los objetivos de la reforma curricular alcanzarán en algún momento a las universidades públicas, a los institutos tecnológicos y a las propias escuelas normales, es decir, a los espacios de formación de las nuevas generaciones de profesores de educación básica que experimentarán los cambios de las enseñanzas y aprendizajes en las aulas de alguna escuela pública de Cerocahui, de San Juan Chamula, o de la Ciudad de México. Es heroico o ingenuo pensar que los cambios en la educación básica no afectarán al nivel superior, tal y como ha ocurrido con reformas educativas anteriores. En especial, es difícil imaginar que las universidades públicas serán impermeables a los efectos de la reforma en las orientaciones y prácticas educativas de las generaciones que, según los cálculos del oficialismo, comenzarán con el nuevo plan de estudios y los nuevos libros de texto gratuitos en todo el país a partir del ciclo escolar 2023-2024, luego del “pilotaje” del modelo educativo que se hará durante el presente ciclo escolar (2022-2023). Sin reprobaciones (abolidas por la pedagogía crítica que anima la retórica de la NEM), ni abandonos escolares (por el apoyo de las becas del bienestar), una gran parte de esos niños y niñas ingresarán a las prepas hacia el año de 2032, y a las licenciaturas en 2035. Será la primera generación de los egresados del modelo educativo del obradorismo, un modelo que no es “para armar” (como sugiere en su inteligente artículo Roberto Rodríguez en Campus), sino que es un modelo armado en busca de una realidad a modo. Pero hay variables de contexto que influirán en la configuración de los desafíos futuros para la educación superior universitaria. Variables macro como los resultados de los procesos político-electorales del próximo sexenio (2024-2030), variables meso como el financiamiento público del sistema de educación media y superior, o variables micro como los procesos de selección/admisión de las universidades públicas, serán algunos factores de causalidad de los efectos claros o difusos, deliberados, contradictorios o perversos, de la NEM en la educación terciaria. Aunque el futuro es siempre un territorio lleno de sorpresas, imprecisiones, sucesos inesperados y actores desconocidos, parece inevitable considerar escenarios poco favorables para las universidades públicas, donde los temas de la calidad, la evaluación, la autonomía política, académica e intelectual, son los ejes históricos de su quehacer institucional. El presente siempre está poblado de futuros, de señales que son el resultado de la incertidumbre, la acción de fuerzas emergentes y el legado de tradiciones históricas. Son factores que configuran los escenarios del porvenir. Descifrar esas señales obliga a las universidades a repensar, otra vez, sus propios futuros institucionales.

Thursday, August 18, 2022

Violencia y anomia

Estación de paso Violencia criminal y anomia social Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 18/08/2022) https://suplementocampus.com/violencia-criminal-y-anomia-social/ Los bloqueos, incendios y asesinatos ocurridos la semana pasada en Jalisco, Chihuahua, Guanajuato, Baja California y Michoacán confirman a golpes de fuego y sangre una ruta de violencia criminal que vuelve a colocar en el centro de la atención pública un par de temas críticos. Por un lado, la capacidad de la autoridad del Estado para combatir la inseguridad. Por el otro, el poder de los grupos organizados para utilizar la violencia como instrumento de control de sus intereses y territorios. Ambos temas no son fáciles de comprender y resolver, aunque la narrativa oficial y la de algunos analistas las interpreten como pleitos entre narcos y pandillas, como reacciones a las acciones gubernamentales de captura o decomiso de drogas y armas a esas bandas, o como efectos de la corrupción de autoridades federales o locales pasadas o presentes. Como se sabe, la violencia no es patrimonio exclusivo del Estado o de las sociedades criminales. Es un recurso utilizado en diversas proporciones y contextos sociales para imponer o negociar intereses particulares, para desafiar un orden económico, político o cultural, y, en un nivel más amplio y difuso, es una cultura estructurada sobre normas y valores opuestos a los que comunmente se destacan como deseables (paz, cooperación, cohesión, integración social). Desde las ciencias sociales, el análisis de las relaciones entre violencia y orden social es un tema recurrente, abordado desde distintas ópticas. En Violence and Social Orders: A Conceptual Framework for Interpreting Recorded Humany History (2009), por ejemplo, los economistas Douglass North, John J. Wallis y Barry R. Weingast se propusieron examinar el papel de la violencia en la historia humana con el fin de comparar los comportamientos económicos y sociales en distintas épocas y sociedades. El argumento central es que la violencia es producto de las formas en que se negocian los intereses de los individuos y grupos a través de instituciones formales e informales. Al distinguir a las instituciones como conjuntos de “patrones de organización social” u “órdenes sociales”, se identifican instituciones de “acceso abierto” (Estados sociales) o de “acceso cerrado” (Estados naturales). Las primeras son las instituciones modernas del estado y surgieron con el capitalismo democrático desde hace un par de siglos. Las segundas son mucho más antiguas, son de corte tradicional, de carácter personalista, solo accesibles a las élites, a ciertos grupos de poder, o a las mafias. Los autores sostienen que ambos órdenes coexisten en muchas sociedades contemopráneas. Violencia, instituciones, organizaciones y creencias forman el entramado conceptual de esta perspectiva. En la sociología, Durkheim introdujo en La división del trabajo social y en El suicidio, el concepto de anomia para explicar los comportamientos sociales en contextos de grandes cambios políticos y económicos. Anomia significa el vaciamiento de sentido de normas y valores que se consideran deseables o dominantes, algo que otro sociólogo, Robert Merton, años después, considerará como comportamientos “evasivos” o “desviados” de las normas. La anomia es un fenómeno típico de sociedades en transición, en la que cierto grupo de reglas y valores dejan de ser útiles para orientar el sentido de seguridad, pertenencia e identidad de los individuos. La expresión más extrema de esa crisis de sentido es, según Durkheim, el suicidio. En este razonamiento sociológico, la anomia “es la quiebra de la estructura cultural entre normas y objetivos culturales” -significaciones, representaciones- “y las capacidades socialmente estructuradas de los individuos y grupos para obrar de acuerdo con aquellas”. Años después, Max Weber hablaría del “monopolio legítimo de la violencia” por parte del Estado para asegurar el orden social, mientras que Karl Marx definía a la violencia, con una clara tonalidad política, como “la partera de la historia”. Estos acercamientos al fenómeno de la violencia y la anomia en sociedades contemporáneas como la mexicana son claramente insuficientes para comprender el origen causal de sus relaciones. Sin embargo, parece claro que la multiplicación de diversos tipos de violencias en los años recientes (política, sexual, delincuencial, verbal, familiar, vecinal) se ha consolidado como un fenómeno central del orden social en México. Asimismo, algunas esas violencias se han institucionalizado en el contexto del combate al crimen organizado pero también al desorganizado, cuyas fronteras son cada vez más difusas. Si, como afirmaba Durkheim, la anomia es la expresión dramática de la “desorganización moral” de muchos grupos, es la debilidad de la estructura de la autoridad estatal la que agudiza la impresión de que en no pocos territorios y poblaciones la imagen de la jungla hobbesiana se adueña del espectáculo cotidiano. Que hoy la iglesia católica y la propia presidencia de la república haga llamados a los criminales para que respeten los valores cristianos, sólo confirma que la era de la anomia ha llegado, con la proliferación de instituciones de “acceso cerrado” que actúan como autoridades fácticas en Jalisco, Guanajuato, Chihuahua, Sonora o Sinaloa. Rezos, procesiones y misas parecen ser los últimos recursos para combatir los múltiples rostros de la violencia que padecemos desde hace casi veinte años. Pero ni soldados ni sacerdotes son suficientes para contener los brotes de violencia criminal observados en las últimas semanas, algo que contrasta con la capacidad de reacción de los grupos que incendian camiones y comercios en los espacios públicos de pueblos y ciudades. La anomia social mexicana es una mancha que parece extenderse sin prisas pero sin pausas, y forma parte del complejo proceso de desestructuración de la autoridad estatal (federal, estadual y municipal) entre diversas poblaciones y territorios. Y aunque el huevo de la serpiente haya sido incubado desde hace dos décadas, lo que tenemos hoy es el rostro de una bestia poliforme que actúa cotidianamente en las escalas locales mediante la explotación del miedo, las desapariciones forzadas, la amenaza y la extorsión, en formas de organización que mezclan el bandolerismo, el comportamiento mafioso o el terrorismo con lógicas de acción cuasi-paramilitares. Las campanadas de la ingobernabilidad resuenan desde Tijuana, Guadalajara y Ciudad Juárez, aunque el inquilino del palacio nacional insista en que son otra cosa.

Thursday, August 04, 2022

Universidad del futuro

Estación de paso La universidad del futuro Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 04/08/2022) https://suplementocampus.com/la-universidad-del-futuro/ A lo largo del siglo XXI la educación superior ha experimentado la multiplicación de las tensiones en torno a sus funciones, orientaciones y estructuras. La gestión de la información y producción del conocimiento, los procesos de formación intelectual, técnica y profesional de las nuevas generaciones, los cambios en el mundo del trabajo, el cuestionamiento en torno a la pertinencia o utilidad de la investigación científica y humanística, o de las contribuciones sociales y económicas de la educación superior al desarrollo, forman parte de los factores que alimentan en proporciones imprecisas dosis encontradas de optimismo, pesimismo y escepticismo sobre el papel de la educación universitaria en las sociedades contemporáneas. En un contexto de masificación, diversificación y diferenciación de sus estructuras y actores, muchas de las instituciones y establecimientos que configuran este sector han modificado de manera significativa no sólo sus prácticas académicas o sus orientaciones institucionales, sino también sus modos de organización para tratar de ofrecer respuestas a retos y desafíos de entornos socioeconómicos y culturales complejos. Frente a este panorama, las universidades han relocalizado su papel y significado como instituciones históricas centrales en la configuración de la educación superior. Desde hace décadas ya no gozan del monopolio del sector como lo hicieron las universidades medievales europeas o coloniales latinoamericanas durante un largo ciclo histórico, y tampoco constituyen las (únicas) instituciones clave de los procesos de modernización de la vida económica, política y cultural de las sociedades del siglo XXI. Frente a las realidades del estancamiento económico y la velocidad de los cambios tecnológicos, de la agudización e incremento de las desigualdades sociales, de las transformaciones en los entornos políticos y de políticas públicas, las universidades enfrentan el desafío intelectual de reflexionar con rigor sobre su sentido institucional, sus orientaciones, prácticas y organización de sus procesos académicos, sus vínculos con la sociedad y con el Estado. En México, esta reflexión es de varias dimensiones y alcances, pocas de ellas claras y casi todas difusas. Tiene que ver con la distinción entre las universidades públicas y las privadas, el desarrollo de las funciones de docencia, investigación, extensión y difusión cultural, pero también con el perfil de sus vínculos con la educación básica, con el cumplimiento de sus responsabilidades públicas, o con el compromiso institucional para enfrentar los nuevos y viejos patrones de la desigualdad, sus aportaciones a la cohesión o a la movilidad social, la construcción democrática y la prosperidad económica. Incluye el desafío de definir un nuevo tipo de autonomía intelectual e institucional que vaya más allá de las libertades de investigación y aprendizajes propios de las universidades modernas. También requiere de nuevos enfoques e ideas que reconozcan los logros de la universidad como institución social, pero que sean también los anteojos adecuados para identificar escenarios futuros para la “reinvención” de la misión, la organización y las funciones de la universidad. Las premisas de este ejercicio reflexivo pueden ser por lo menos tres. Primero, que las universidades experimentan en los últimos años una vaga sensación de “crisis de sentido” de sus prácticas y funciones institucionales, que ni la retórica tecnocrática, ni la neoliberal ni la populista alcanzan a disipar o resolver. Segundo, que esa crisis explica en parte los problemas de legitimación y representación de la idea misma de la universidad en contextos donde la confusión gobierna las representaciones políticas dominantes sobre la educación terciaria, y se acumulan las exigencias y restricciones gubernamentales a las universidades públicas. Tercero, que es necesario identificar los factores críticos que hoy están ya definiendo tanto las universidades del futuro (sus actores, organización y prácticas territoriales y disciplinarias), como los futuros de la universidad (los posibles escenarios en los cuales actuarían esas instituciones del conocimiento). En este marco de preocupaciones y reflexiones, pueden formularse algunas preguntas básicas: ¿Qué tipo de universidad es necesaria para enfrentar los múltiples desafíos de sociedades complejas, es decir, heterogéneas, desiguales y conflictivas, con altos umbrales de incertidumbre en su evolución? ¿Cuáles son los factores causales que hoy determinan o pueden determinar el futuro de las universidades? ¿Cuál es la naturaleza, dimensiones e implicaciones de esos factores para la construcción de la universidad del futuro? Para tratar de evitar caer en las trampas normativas de la fe o de la razón, o atascarse en la descripción empirista de acciones y proyectos, el examen de los futuros de la universidad requiere de la conjunción de datos e ideas, de ejercicios de imaginación y del análisis de los resultados comparados del conocimiento acumulado sobre las universidades. Pero también requiere de la identificación de las múltiples cosas que no sabemos sobre su situación actual en México: ¿qué representan? ¿cómo se gobiernan? ¿cuáles son las trayectorias de sus estudiantes y egresados? ¿quiénes son sus profesores, investigadores y directivos? ¿qué tipo de prácticas configuran las rutinas académicas en las diferentes disciplinas y campos del conocimiento? ¿qué tanto, cómo y porqué influyen las políticas públicas en el comportamiento institucional de las universidades? No hay algoritmos que permitan anticipar el futuro universitario, ni fórmulas de innovación que garanticen la construcción de un modelo distinto de las universidades que conocemos. Ninguna ley, decreto presidencial o actos de voluntarismo político serán capaces de diseñar e instrumentar una nueva universidad. Los enunciados sobre la calidad, la digitalización educativa, la retórica de la innovación, las condenas diarias al neoliberalismo, o la adoración al compromiso popular de la educación superior, son elementos insuficientes -y cognitivamente inútiles- para comprender la complejidad de los escenarios futuros de las universidades. Los riesgos del abandono político, los prejuicios crecientes sobre las tareas universitarias, la fragmentación del sentido mismo de la universidad, forman parte de los inventarios de cualquier ejercicio prospectivo sobre la universidad y sus escenarios. Para pensar el futuro sin la ayuda de bolas de cristal, oráculos o pitonisas, quizá sea conveniente rescatar una idea antigua: una agenda sobre el futuro de la universidad mexicana.

Friday, July 29, 2022

Elvis

Elvis: el fuego y las cenizas Adrián Acosta Silva (Publicado en Nexos, Blog de música, 29/07/2022) https://musica.nexos.com.mx/2022/07/29/elvis-el-fuego-y-las-cenizas/?_gl=1*1rmxle4*_ga*MTk2OTg1NjgyNy4xNjExMzM4ODc0*_ga_M343X0P3QV*MTY1OTEwODUwMy4yNTYuMS4xNjU5MTEwMzI1LjYw Because I´m evil, my middle name is misery Elvis Presley, Trouble (1958) Tal vez no hay una figura del siglo XX sobre la cual se hayan escrito tantas cosas como la de Elvis Presley. Mitos, parafernelia, imágenes, anécdotas, homenajes, memorias, libros, reportajes periodísticos, tributos, museos, se acumulan al lado de las decenas de canciones grabadas y las no pocas películas filmadas por The King. Su vida breve e intensa contribuyó a la edificación de su propia leyenda y contribuyó a amplificar su influencia sobre el rock y en general sobre la musica popular de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, a 45 años de su muerte (ocurrida en 1977), los ecos de la voz y la figura del El Rey del rocanrol aún provocan los fuegos artificiales de nostalgias falsas y verdaderas, que impulsan el oficio de sus imitadores (más o menos caricaturescos) en Las Vegas, Nueva York o Memphis, y se extienden las sombras de su fama sobre territorios culturales que van mucho más allá del estilo kitsch de la casa de Graceland en Memphis (Tenessee), o de las calles semirurales de su natal Tupelo (Mississippi). La trayectoria vital de Presley inspiró una película reciente (Elvis) dirigida por Baz Luhrmannn, y protagonizada por Austin Butler (en el papel de Elvis), y Tom Hanks (representando al Coronel Tom Parker). Con más de dos horas y cuarenta minutos de duración, la pelicula proyecta la imagen de un muchacho incendiado por la fama y el talento, crecido en el ambiente rural sureño, hechizado desde niño por la influencia cotidiana del gospel y el blues tocado por las comunidades negras del lugar. Pero la cinta también muestra las hechuras canónicas del modelo de negocios en que se convirtió el rock mediante la intervención de empresarios astutos y ambiciosos como el Coronel Tom Parker, un personaje oscuro, con un pasado sin historia, un impostor de circo que dirigió los hilos de la vida de Presley desde su descubrimiento hasta su muerte. La perspectiva de la cinta se concentra en la invención de la fórmula que hizo del rock una industria cultural, una máquina de comercalización del talento en la época del baby-boom de la segunda posguerra. El poder de las compañias de grabación de discos, la influencia expansiva de la industria cinematográfica, los intereses consolidados de la prensa y las estaciones de radio, y el naciente poder de la televisión, configuraron los circuitos del consumo cultural forjados en la década de los años cincuenta en los Estados Unidos y en buena parte del mundo occidental, y que colocaron a Presley en el centro de una potente ola de juvenilización de la cultura popular. La película de Luhrmann tiene el acierto de proponer una mirada bifronte sobre la vida de Elvis. Una acentúa el talento y la pasión sobre la música, la otra se enfoca en la dictadura de los intereses comerciales que están detrás de la construcción del “mejor espectáculo del mundo”, como le denominaba el Coronel Parker a su proyecto sobre Elvis Presley. Ambas pistas permiten apreciar la compleja relación que se estableció entre el hombre y el personaje, entre la fama y la fortuna, entre la magia de la pasión de Elvis por el rock and roll, el blues y el godspell, con la presión constante de los contratos, los calendarios de las giras y las exigencias de relojes de las múltiples y agotadoras presentaciones del personaje en los Estados Unidos de los años sesenta y parte de los setenta. La música, el plástico, las luces de neón y las lentejuelas dominan el espectáculo de uno solo hombre, abrumado por los compromisos y devorado velozmente por el personaje. La ética y la estética del mundillo de la música son hechuras de esa complicada combinación entre imposturas y realidades, cuya factura mayor la pagó al final de cuentas el propio Elvis, y después de él muchos más que recorrieron el mismo camino bajo diferentes circunstancias (Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain, Amy Winehouse). Pero la creatividad y el talento de Presley son inexplicables sin la influencia de la sonoridad negra del Mississippi de B.B. King, de Robert Johnson, de Muddy Waters, de Little Richard, la música country de Hank Williams, la profundidad y potencia vocal de Memphis Minnie, Bessie Smith, Ma Rainie, o Ella Fitzgerald. Elvis narra al final de cuentas una historia triste. Es el auge y caída de un talento consumido por los impulsos vitales, los contratos y los compromisos familiares y comerciales. Es la imagen del fuego y las cenizas de un cantante extraordinario que terminó atrapado en la cárcel del escenario de un lujoso hotel de Las Vegas, condenado a representar cada noche durante muchos años el mismo papel y las mismas rutinas. Es una historia donde entraron en colisión los espíritus rurales, conservadores y puritanos de la América profunda con las voces y los ecos de la cultura bastarda, urbana y moderna que nació con el rock. Es el retrato de un cantante que hizo un pacto con el diablo. Para muchos de los nacidos en la década de los cuarenta hasta los sesenta del siglo pasado, Presley fue un héroe de la cultura pop, el alquimista mayor de un estilo y una forma de expresión desafiante y envolvente. Para los nacidos después de su muerte (los años ochenta hasta el final del siglo), Presley representa la arqueología del rock, la personificación irremplazable de una època de rebeldía ingenua, dorada y optimista. Para los nacidos en las primeras décadas del siglo XXI, Elvis es un fantasma, una leyenda urbana, un oximorón (un famoso desconocido), que interpretaba canciones de amor y tristeza. Pero para todos, sospecho, Elvis es un enigma, una triste, oscura y a la vez luminosa figura surgida entre las cimas y abismos de una era extraña, un hombre que terminó consumido por la fuerza de su propio personaje, abrasado por las llamas de la fama y la fortuna, cuya herencia es un montón de cenizas dispersadas por los vientos del cambio.

Wednesday, July 20, 2022

Universidades: gestión y austeridad

Universidades: de la gestión de la calidad a la gestión de la austeridad Adrián Acosta Silva (Nexos, Blog de educación, 20/07/2022) https://educacion.nexos.com.mx/universidades-publicas-de-la-gestion-de-la-calidad-a-la-gestion-de-la-austeridad/?_gl=1*p4jb71*_ga*MTk2OTg1NjgyNy4xNjExMzM4ODc0*_ga_M343X0P3QV*MTY1ODMyMjkzNS4yMzAuMS4xNjU4MzIzNDA5LjYw El financiamiento público es uno de los factores claves para el desarrollo de las funciones de docencia, investigación y difusión de las universidades públicas federales y estatales del país. A pesar de las obligaciones constitucionales, los conflictos institucionales, las presiones políticas, o los buenos deseos, las autoridades que integran eso que usualmente denominamos como el Estado mexicano (gobierno federal, gobiernos estatales y municipales, congreso de la unión, congresos estatales, poder judicial), ha sido incapaz de mantener una política de financiamiento suficiente, sostenible y estable a las universidades públicas a lo largo del tiempo. Ese ha sido el rasgo principal del financiamiento público en las últimas cuatro décadas. Hay varios factores causales de esa situación: las recurrentes crisis económicas (la crisis de la deuda de los años ochenta del siglo pasado, el “efecto tequila” de 1994-1995, la crisis del 2008-2009, la pandemia 2020-2021), el desplazamiento de la educación superior a un lugar secundario en las prioridades de las agendas gubernamentales sexenales tanto en la escala federal como en las estatales, está fuertemente asociado a la crónica desconfianza gubernamental en las capacidades o en el desempeño de las universidades públicas. Pero es en los últimos años cuando se observa un curioso giro en los modos de intervención gubernamental para afrontar los problemas del financiamiento universitario. Las autoridades y comunidades universitarias han transitado de la gestión de la calidad a la gestión de la austeridad en la educación terciaria. Durante un largo período (1988-2018), el razonamiento básico que articuló las políticas de financiamiento público fue considerar a la baja calidad e ineficiencia de la educación superior como el principal problema del sector. Para ello, se diseñaron un conjunto de programas dirigidos a influir en la mejora de la calidad, el impulso a la innovación y la excelencia, o la búsqueda de recursos propios (auto-generados por las propias universidades), a partir de la combinación de presupuestos extraordinarios dirigidos a mejorar la calidad y eficacia de las universidades públicas. Así, sexenio tras sexenio, desde Salinas de Gortari y Zedillo hasta Peña Nieto, pasando por dos administraciones del PAN (Fox y Calderón), la fórmula de financiamiento público se mantuvo: combinación de presupuesto ordinario “irreductible” más un conjunto de programas específicos (bolsas de financiamiento) condicionados al cumplimiento de metas fijadas por el gobierno federal. Aunque los resultados fueron ambiguos, contrastantes y contradictorios, la formulilla permitió la mejora de ciertos aspectos (bibliotecas, condiciones de investigación, crecimiento de la matrícula, nuevas infraestructuras para la expansión de las universidades), y el estancamiento o recrudecimiento de otros (pensiones y jubilaciones, aprendizajes efectivos, abandonos escolares, eficiencia terminal). En ningún caso eso ocurrió en condiciones de abundancia de recursos para las universidades. Algunos años fueron mejores que otros, pero la tendencia general fue de presupuestos públicos estancados y a la baja, con algunas mejoras puntuales en algunos años, en contextos institucionales donde el crecimiento de programas, matrículas y del profesorado de la educación superior fue modesto pero sostenido. Pero, además, durante este largo ciclo de políticas las regulaciones y controles federales y estatales se multiplicaron con el propósito de mejorar la responsabilidad y transparencia en el uso de los recursos públicos en instituciones autónomas como las universidades. En esas circunstancias, la gestión de la calidad se convirtió en la estrella del norte de la gobernanza universitaria. Métricas, planes “integrales” y “estratégicos”, productividad académica (publicaciones), reglas de operación, proyectos, indicadores, eficiencia, eficacia, impacto, se convirtieron en el corazón del lenguaje utilizado por los gobiernos y comunidades académicas de las universidades públicas. Se crearon instancias externas para la evaluación de las universidades (CIIIES, COPAES, CENEVAL), se fortalecieron agencias federales para el desarrollo de la investigación (SNI, CONACYT), se establecieron controles para la rendición de cuentas (auditoría superior de la federación, auditorias estatales, contralorías institucionales). El nombre del juego fue el de la mejora de la calidad, con la música de fondo de la competencia entre las universidades por obtener los mejores resultados para tener acceso a la mayor cantidad de bolsas de financiamiento extraordinario que fuera posible alcanzar. Fue la era dorada de la “épica de los indicadores”. Con marcados altibajos, las relaciones entre finaciamiento público condicionado, diferencial y competitivo con la evaluación de la calidad se mantuvieron en la lógica de la gobernanza y el desempeño de las universidades. Pero desde finales del sexenio de Peña Nieto una nueva crisis de financiamiento expresada en insuficiencia presupuestal (tanto en gasto programable como en porcentaje de gasto en relación al Producto Interno Bruto), cancelación de programas, cambios en las prioridades gubernamentales, impactaron de manera directa en la universidades públicas. La llegada de un nuevo gobierno (AMLO-MORENA) con un proyecto de regeneración y transformación nacional en la conducción política y administrativa de la república, alimentó la ilusión de que las cosas cambiarían para las universidades. Se anunció la creación de un centenar de nuevas universidades públicas (“Universidades del Bienestar”) y un programa de becas para estudiantes de educación superior de instituciones públicas (“Jóvenes escribiendo el futuro”). Sin embargo, a casi 4 años de ese cambio sexenal, para las universidades públicas la situación es la misma: financiamiento a la baja (en términos reales), cancelación de prácticamente todos los programas de financiamiento extraordinario, condicionamientos crecientes a la búsqueda o generación de recursos propios por parte de las universidades (el cobro de matrículas, por ejemplo). Pasamos entonces de las políticas de gestión de la calidad a las políticas de gestión de la austeridad. Ese es el núcleo duro de las nuevas relaciones entre gobernanza y desempeño universitario. A la vieja conseja neoliberal/tecnocrática de hacer más con menos, se sumó la nueva conseja populista de hacer más o menos lo mismo con (mucho) menos. La política de la austeridad significa el adiós a los recursos extraordinarios, la dependencia exclusiva de presupuestos ordinarios a la baja, la ausencia de incentivos a la mejora de la calidad y la rendición de cuentas. A pesar de que en la flamante Ley General de Educación Superior aprobada el año pasado se considera el establecimiento de un “Fondo Nacional para la Educación Superior” a partir del 2022, éste nunca fue considerado en el presupuesto federal correspondiente, y es poco probable que se incluya en el paquete presupuestal del 2023. En estas condiciones, los recursos federales y estatales se han estancando y disminuido, y la música lúgubre de la austeridad resuena desde hace años en los campus y pasillos universitarios. Las políticas de austeridad suelen ser ciegas. No distinguen instituciones, personas ni proyectos. Representan la idea de que las instituciones públicas deben ser organismos de bajos costos financieros pero de alto impacto social. No son vistas como inversión para el desarrollo sino como fuentes de despilfarro o desvíos presupuestales. La lógica instrumental de las políticas de austeridad son los recortes, las cancelaciones de programas, la precarización de las condiciones laborales, la presunción de posibles actos de corrupción o desvíos de recursos en las universidades públicas. Se trata de sustituir la calidad por la austeridad como el centro de la acción institucional. Y sus efectos ya los vemos, desde hace años: deterioro de infraestructuras, insuficiencia de apoyos a proyectos, profundización del deterioro salarial de profesores, investigadores y trabajadores manuales y administrativos, cancelaciones de plazas y de nuevas ofertas de contratación para jóvenes profesores e investigadores. Aunque esas políticas afectan de modo distinto a cada universidad, sus efectos son significativos en todas las universidades públicas. Los casos de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, del CIDE o del INAH, por ejemplo, donde sus investigadores y profesores padecen los estragos de recortes en sus actividades habituales, son quizá los casos más dramáticos de los efectos destructivos de las políticas de austeridad. Pero no son los únicos. Visto desde la lógica de costos y beneficios institucionales, la austeridad produce el conocido “Efecto Mateo” en la distribución de los recursos públicos a las universidades, pero al revés. No tendrá más el que ya tenía. En la condiciones impuestas por la austeridad, se le quita más tanto al que ya tenía como al que menos. La diferencia estriba en los contextos y estrategias de la gestión de la austeridad de cada institución. En todos los casos, las universidades resienten los efectos de una austeridad ciega (que puede ser también tuerta, daltónica, o míope), que no sólo afecta el presente y el futuro inmediato de la educación superior pública, sino también sus posibilidades de desarrollo en el mediano y largo plazo. Sin cambios que se vislumbren en lo que resta del sexenio, para las universidades públicas es el momento, otra vez, de esperar por tiempos mejores.

Thursday, July 14, 2022

Tecnológico Nacional: gobierno y política

Estación de paso Tecnológico Nacional: gobierno y política. Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 14/07/2022) https://suplementocampus.com/tecnologico-nacional-de-mexico-gobierno-y-politica/ El Tecnológico Nacional de México (TNM) representa uno de los esfuerzos institucionales más importantes en el proceso de consolidación de las políticas de diversificación de las ofertas públicas de educación superior a nivel nacional. Agrupa a 254 institutos, centros y escuelas tecnológicas federales y estatales, donde estudian más de 600 mil estudiantes de licenciatura y porgrado, y laboran casi 30 mil profesores e investigadores, de los cuales 769 pertenecen al Sistema Nacional de Investigadores. Creado como “órgano administrativo desconcentrado” de la SEP el 23 de julio de 2014 mediante decreto presidencial, el TNM es una institución que goza de “autonomía técnica, académica y de gestión”, lo que le permite desarrollar programas de docencia e investigación en diversas disciplinas del campo de las ciencias exactas e ingenierías. Aunque la figura de los institutos tecnológicos se remonta a 1948, cuando se inauguran ese tipo de centros escolares en Durango y Chihuahua, su expansión y diversificación se acelera a partir de los años ochenta del siglo pasado, cuando el gobierno federal y los gobiernos estatales impulsaron la creación de nuevas opciones tecnológicas de carácter público para absorber la creciente demanda por estudios superiores de la población. Diseñados originalmente como opciones de formación de ciclos cortos (2-4 años), los centros e institutos tecnológicos se han consolidado como alternativas públicas atractivas para diversas franjas de la población joven y adulta de muchas entidades del país. El reconocimiento de la importancia de las ofertas tecnológicas públicas en la educación terciaria, es uno de los motivos centrales que llevaron al gobierno del presidente Peña Nieto a la decisión de crear un organismo administrativo que coordinara las políticas y acciones de las decenas de escuelas e institutos desconcentrados del país. A 8 años de su creación, el TNM ha avanzado con dificultades en la conformación de un subsistema de educación tecnológica nacional, aunque aún se conoce relativamente poco sobre el perfil de sus actores (estudiantes, profesores, directivos), o de sus resultados (inserción laboral de egresados, vinculación con empresas públicas o privadas, impactos en las economías regionales). Pero uno de los puntos críticos del Tecnológico Nacional es el relacionado con su gobierno institucional, que recae en dos figuras de autoridad: el Director General, y el Consejo Académico. Según su propia normatividad, el Director es nombrado por el presidente de la república a propuesta de la Secretaría de Educación Pública, y el perfil del puesto corresponde a ciertos requistos convencionales: mayor de 35 años, con licenciatura y posgrado en el campo de las ciencias exactas e ingenierías, con experiencia administrativa y de gestión educativa, de buena reputación y honorabilidad. Por su parte, el Consejo Académico se integra por 8 miembros, todos representantes de la SEP y de los institutos, escuelas o centros tecnológicos del país. Su función principal es asesorar al Director general en las políticas y programas de fortalecimiento institucional del subsistema que coordina el TNM. El tema es importante porque en los últimos dos meses el TNM atraviesa por un conflicto que llevó a la renuncia de su Director, Enrique Fernández Fassnach, quien ejerció el cargo desde enero del 2019 hasta el pasado 16 de mayo. Según nota aparecida en el diario La Crónica de Hoy (7/07/2022), parece inminente el nombramiento de un nuevo Director General de Instituto. El motivo de la renuncia del director fue considerar que “en este momento mi perfil no corresponde al proyecto de transformación del país” (La Jornada, 14/05/2022). Detrás de esa decisión está una combinación de las políticas de austeridad impuestas por el gobierno federal al TNM, y las presiones y movilizaciones que la sección 61 del SNTE hizo a lo largo de su gestión. En ese contexto, la dirección general permanece acéfala desde hace casi dos meses, pero las fuerzas sinidicales y políticas se han movilizado para impulsar candidatos a ser nombrados por el presidente, una decisión que al parecer ya está tomada. Según diversas fuentes, uno de los candidatos para suceder a Fernández Fassnach es Ramón Jiménez López, quien actualmente es Director General de la Red de Transporte de Pasajeros de la Ciudad de México. Según su curriculum, es “profesor” y cuenta con una “maestría en economía y matemática educativa”. Pero lo más relevante de Jiménez López es su trayectoria política, ligada, primero, al Partido Popular Socialista en los años noventa, para luego pasar a las filas del PRD, y actualmente es un militante de MORENA. A través de estas organizaciones ha sido diputado local y federal en distintas legislaturas y ejercido diversos cargos públicos en la Ciudad de México . El profesor Jiménez se presenta además como “Secretario General del Instituto Latinoamericano de la Idea Juche” y del “Comité Mexicano para el Estudio del Kimilsumgismo”, que son organizaciones dedicadas a difundir el legado “teórico” de la larga dictadura norcoreana, iniciada con el abuelo (Kim il-Sung) de su actual líder (Kim Jong-un). La “Idea Juche” significa la construcción de un “nacionalismo autosuficiente” y la “aplicación creativa del marxismo-leninismo”. El “kimilsumgismo” es una pseudofilosofía derivada de la retórica del abuelo de la dictadura norcoreana, Kim il-Sung, que plantea como el centro de su ideología el poder de las masas como instrumento de transformación social. Según se desprende de esa trayectoria, el posible nuevo director del TNM es un activista y un promotor ideológico del morenismo y adorador de la dictadura norcoreana, más que un académico y un técnico calificado en la gestión de instituciones de educación superior. De resultar ungido por la voluntad presidencial, el gobierno del TNM será conducido políticamente, no académicamente, apoyado por un consejo dominado por autoridades de la SEP. Aunque ha sido objeto de criticas de académicos del propio TNM, de concretarse esa designación se vislumbra un futuro complicado para la educación tecnológica nacional, pero que confirma el predominio de la lógica político-electoral del lopezobradorismo en la conformación del funcionariado federal en la educación superior.

Saturday, July 02, 2022

Nick Cave

Nick Cave: duendes, naves quemadas y tristeza infinita Adrián Acosta Silva (Publicado en Laberinto-Milenio, 02/07/2022) https://www.milenio.com/cultura/laberinto/nick-cave-duendes-naves-quemadas-tristeza-infinita Estoy orgulloso de estas canciones. Son mis sombrías y violentas criaturas de ojos oscuros Nick Cave Entre los ruidos y silencios globales de la prolongada era pandémica, Nick Cave es una voz discreta, que pronuncia susurros inquietantes y fabrica imágenes fantasmales. Atrapados desde hace tiempo entre las luces y ruinas del antropoceno, apreciar la música de Cave equivale a encontrar un refugio en el desierto sonoro de estos años de confusión, enfermedad y muerte, un espacio atractivo no sólo para los seguidores fieles de la música del compositor australiano (Warracknabeal,1957), sino también para quienes han descubierto de manera espontánea o reciente el sonido hechizante de letras y acordes producidos por uno de los últimos rockeros químicamente puros que transitaron sin prejuicios hacia la exploración de nuevas voces, ritmos y sonidos. Si el rock ha cambiado de piel en los ultimos años se lo debe a autores como Cave. Pasó del sonido pospunk de sus primeros discos (From Her to Eternity, de 1984, o Your Funeral my Trial, de 1986), a la suavidad y profundidad de los posteriores (The Boatmans Call, de 1997, o No More Shall We Part, de 2001), hasta los más recientes, lanzados en los últimos seis años, desde el tristísimo y melancólico Skeleton Tree (2016), o Gostheen (2019), hasta Carnage (2021). En esta larga transición, las hechuras de sus obras han abandonado y quemado las naves de los terrenos estridentes del punk (“Red Right Hand”, por ejemplo), para adentrarse en los ritmos suaves del jazz, el blues, el espíritu de la saudade portuguesa, o la búsqueda del duende de la creatividad del que hablaba Federico García Lorca, quien escribió aquello de que “todo lo que tiene sonidos oscuros tiene duende”. Nick Cave pertenece a esa estirpe. Las canciones de amor, que forman la columna vertebral de las canciones del rock clásico y contemporáneo, tienen su fuente de inspiración en los duendes de la tristeza, escribió Cave en 1999. Pero hoy, “la verdadera tristeza escasea”, dijo Cave en el mismo tono crepuscular del fin de siglo: “Bob Dylan siempre la padeció. Leonard Cohen se centra, específicamente, en su tratamiento. Persigue a Van Morrison como un perro rabioso, y aunque lo intenta, no puede sustraerse a su sombra. Tom Waits y Neil Young pueden, en ocasiones, invocarla”. Esa emoción, la tristeza infinita, es el alma del duende y la saudade, el combustible de la inspiración y la dueña de sus almas hermanas: la nostalgia y la melancolía. Quizá ningún disco como Idiot Prayer (2020) representa mejor el espíritu de los años de la pandemia. Un idiota significa en griego alguien que ejercita la vida contemplativa, no activa, aislado de los demás, absorto en sus propias meditaciones y reflexiones privadas, desinteresado de los asuntos públicos. Y la Oración idiota de Cave expresa muy bien el significado de la palabra: una plegaria solitaria pronunciada en un espacio vacío, donde el sonido es una mezcla de silencios ocasionales, voces secretas y ecos lejanos. En la soledad del inmenso auditorio del Alexander Palace, de Londres, Cave grabó un disco y un filme totalmente en solitario, acompañado únicamente por un piano. Se trata de un recuento, un repaso por algunas de las canciones que ha compuesto desde hace más de treinta años, un recorrido letrístico y sonoro gobernado por la soledad, el asombro, y los destellos siempre fugaces de la felicidad. “Spinning Song”, “Palaces of Montezuma” (sic), “Man in The Moon”, “Waiting for You”, forman las canciones que aparecen junto con sus clásicas “Jubilee Street”, “Far from Me”, “Into my Arms”, “Higgs Boson Blues”, o “Galleon Ship”. 22 piezas cuidadosamente distribuidas en dos discos que contienen la espina dorsal de la obra acumulada de Cave, que reinventa su estilo y lo colocan de manera apropiada como parte de la pista sonora de estos años de aislamiento y desesperanza dominados por el temor, la paranoia y la incertidumbre. Carnage (Goliath Records, 2021), por su parte, es el lado más luminoso, por decirlo así, de la música lúgubre de Cave en el tiempo de la pandemia. Junto con su amigo y colega Warren Ellis (un músico extraordinario y arreglista brillante de buena parte de las canciones de Cave), Hand of God, Old Time, Lavender Fields, Albuquerque, forman parte de las ocho canciones compuestas por Cave/Ellis para integrar un disco impresionista, poético, dominado por el piano, sintetizadores, violines, flautas, violas, cellos, y acompañados por suaves coros ocasionales, puntuales, casi insonoros y prácticamente invisibles. La tristeza, el duelo, la muerte, son emociones que coexisten con los afectos, las ilusiones de un reino solar y celeste, los lamentos por las pérdidas, el incendio de viejos barcos de madera tripulados por antiguas convicciones. La metáfora del mundo no escrito como una carnicería, una matanza, representada con hachazos y bisturíes en las palabras del mundo escrito y sonoro creado por Cave. Escribó Cave a finales del siglo pasado, acaso inspirado en el aire nostágico del cierre finisecular: “La tristeza o duende necesita espacio para respirar. La melancolía detesta el apremio y flota en silencio”.* Espacio y tiempo entremezclados para alentar la imaginación y las exploraciones, las representaciones de estos tiempos de cenizas, agobio y hastío, donde muchos hombres y mujeres, “sentados en sillas de mimbre/ respiran el futuro exhalando el pasado” (Dead Man in my Bed). *“La vida secreta de la canción de amor”, conferencia pronunciada en 1999 en el South Bank Center de Londres, incluída en el libro Nick Cave, Letras. Obra lírica completa 1978-2019. Libros del Kultrum, España, 2020.