Wednesday, June 06, 2007

JC Chávez Blues

Estación de paso

JC Chávez Blues

Adrián Acosta Silva


JC Chávez, la película de Diego Luna, cuenta una historia pero sobre todo documenta un fenómeno mediático y boxístico, protagonizado por el sonorense que dominó por más de una década el ánimo nacional, millones de angustias personales reconcentradas en un puñado de fugaces minutos, y las arenas del boxeo nacional e internacional. Sí, como escribió en alguna ocasión Alfonso Reyes, el pasado inmediato es el enemigo, la cinta de Luna nos muestra un pasado rebelde estructurado en parte por la trayectoria de un fajador y estilista, narrada por él mismo, pero donde intervienen sus promotores, sus apoderados, su hijo, un expresidente (Salinas), periodistas, amigos de la infancia, su madre, sus vecinos y conocidos. Utilizando adecuadamente el recurso de la contextualización, el director nos coloca en las aguas turbulentas del pasado inmediato, poniendo en primer plano alguno de los eventos que rodearon las trepidantes peleas de Chávez contra el Azabache Martínez, Meldrick Taylor, Macho Camacho, Oscar de la Hoya: las elecciones de 1988, la crisis económica de 1994-1995, el narcotráfico, los pleitos políticos entre Salinas y Zedillo, la música de Bronco, el asesinato de Colosio. El resultado es un relato tallado a mano, cuidadosamente, respetuosamente, sobre la vida de un hombre que edificó sus logros y fracasos con los puños por delante, en las extenuantes sesiones de boxeo y entrenamientos, con las contradicciones y tensiones de una vida abrumada por la fama, la fortuna y las ambiciones propias y ajenas.

La película/documental está montada desde la perspectiva de un fan incondicional del boxeador como lo es Luna, cuya infancia y adolescencia seguramente las vivió teniendo como punto luminoso la figura de Chávez, sus peleas, sus escándalos, sus fracasos. Chávez el boxeador se superpone a la imagen de Chávez, el personaje, el padre de familia, el bato que se va de juerga antes de la pelea, o que se derrumba y llora cuando pierde su pelea de despedida, por cansancio, por la fractura de su puño izquierdo, por no haber entrenado suficientemente bien, por el reconocimiento de que está acabado, de que ya no puede más. El acento sinaloense de Chávez es el centro de la banda sonora de la película, la forma en que el dueño de uno de los ganchos de izquierda más letales de la historia del boxeo matiza, reflexiona, puntualiza hechos y acontecimientos que explican el auge y el derrumbe de su carrera profesional y de su vida personal.

La sangre, el sudor y las lágrimas del boxeador se mezclan con la risa y el buen humor del ciudadano y el personaje, con sus preocupaciones, ansiedades y miedos. Esa es una de las virtudes innegables de la película de Luna: presentar la trayectoria de Chávez sin moralina ni intérpretes, sino como lo que es, una historia de varias voces, matices, inflexiones. La historia de Chávez como parte de una historia colectiva, narrada en el ánimo de describir y comprender, no de enjuiciar ni calificar. En un tiempo sin héroes, recordar y revivir a JC es un ejercicio de memoria, de reconocimiento y homenaje sobre un pasado inmediato que aplasta la sensación de un presente continuo.

JC Chávez Blues

Estación de paso

JC Chávez Blues

Adrián Acosta Silva


JC Chávez, la película de Diego Luna, cuenta una historia pero sobre todo documenta un fenómeno mediático y boxístico, protagonizado por el sonorense que dominó por más de una década el ánimo nacional, millones de angustias personales reconcentradas en un puñado de fugaces minutos, y las arenas del boxeo nacional e internacional. Sí, como escribió en alguna ocasión Alfonso Reyes, el pasado inmediato es el enemigo, la cinta de Luna nos muestra un pasado rebelde estructurado en parte por la trayectoria de un fajador y estilista, narrada por él mismo, pero donde intervienen sus promotores, sus apoderados, su hijo, un expresidente (Salinas), periodistas, amigos de la infancia, su madre, sus vecinos y conocidos. Utilizando adecuadamente el recurso de la contextualización, el director nos coloca en las aguas turbulentas del pasado inmediato, poniendo en primer plano alguno de los eventos que rodearon las trepidantes peleas de Chávez contra el Azabache Martínez, Meldrick Taylor, Macho Camacho, Oscar de la Hoya: las elecciones de 1988, la crisis económica de 1994-1995, el narcotráfico, los pleitos políticos entre Salinas y Zedillo, la música de Bronco, el asesinato de Colosio. El resultado es un relato tallado a mano, cuidadosamente, respetuosamente, sobre la vida de un hombre que edificó sus logros y fracasos con los puños por delante, en las extenuantes sesiones de boxeo y entrenamientos, con las contradicciones y tensiones de una vida abrumada por la fama, la fortuna y las ambiciones propias y ajenas.

La película/documental está montada desde la perspectiva de un fan incondicional del boxeador como lo es Luna, cuya infancia y adolescencia seguramente las vivió teniendo como punto luminoso la figura de Chávez, sus peleas, sus escándalos, sus fracasos. Chávez el boxeador se superpone a la imagen de Chávez, el personaje, el padre de familia, el bato que se va de juerga antes de la pelea, o que se derrumba y llora cuando pierde su pelea de despedida, por cansancio, por la fractura de su puño izquierdo, por no haber entrenado suficientemente bien, por el reconocimiento de que está acabado, de que ya no puede más. El acento sinaloense de Chávez es el centro de la banda sonora de la película, la forma en que el dueño de uno de los ganchos de izquierda más letales de la historia del boxeo matiza, reflexiona, puntualiza hechos y acontecimientos que explican el auge y el derrumbe de su carrera profesional y de su vida personal.

La sangre, el sudor y las lágrimas del boxeador se mezclan con la risa y el buen humor del ciudadano y el personaje, con sus preocupaciones, ansiedades y miedos. Esa es una de las virtudes innegables de la película de Luna: presentar la trayectoria de Chávez sin moralina ni intérpretes, sino como lo que es, una historia de varias voces, matices, inflexiones. La historia de Chávez como parte de una historia colectiva, narrada en el ánimo de describir y comprender, no de enjuiciar ni calificar. En un tiempo sin héroes, recordar y revivir a JC es un ejercicio de memoria, de reconocimiento y homenaje sobre un pasado inmediato que aplasta la sensación de un presente continuo.

Monday, June 04, 2007