Thursday, March 21, 2024

El futuro político a escena

Diario de incertidumbres El futuro político a escena Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 21/03/2024) https://suplementocampus.com/el-futuro-politico-a-escena/ En tiempos electorales, el futuro es moneda de uso común. Algunas de esas monedas son falsas, otras auténticas, pero todas fluyen en el gran río revuelto de las campañas. Promesas, compromisos, ilusiones, declaraciones de amor al pueblo, pactos firmados con sangre, forman parte del bochornoso espectáculo de la temporada. Es el momento de vender futuros envueltos en paquetes coloridos, optimistas, y se hace además con el apoyo de la parafernalia de ocasión: jingles, bots, mucha publicidad, imágenes de alegría, de multitudes rodeando candidatas y candidatos prometiendo mejoras, continuidades, cambios, novedades. Giras, mítines, reuniones públicas y privadas (algunas secretas), conferencias de prensa, entrevistas a medios y redes, configuran la actividad febril que las fuerzas partidistas colocan en la agenda diaria, de manera abrumadora, con el propósito de ganar las elecciones de junio. En todos los casos, el futuro es el gran depósito de los problemas no resueltos del presente. El reconocimiento de las insuficiencias, los logros, los pendientes, las incertidumbres, forman parte de las retóricas futurísticas del oficialismo y de sus oposiciones. Un nuevo mundo feliz, o el fin de una pesadilla, son las apuestas debidamente dramatizadas que diferencian a unos de otros, pero en todos los casos la constante de las apuestas en juego es el futuro, que tiene fecha precisa y lugar concreto: México, domingo 2 de junio del 2024. Como se sabe, el futuro político se asemeja a un juego de futbol: se juega siempre para ganar en el corto plazo esperando obtener réditos al final de la temporada. El futuro no es una cosa exclusiva de los políticos profesionales, por supuesto. Es parte de las preocupaciones y temas de conversaciones mundanas de cafés, alcobas o cantinas, la fuente de inspiración de poetas, escritores e intelectuales, la materia prima de la ciencia-ficción y de las ciencias de no-ficción. Jack London escribió una novela breve, en forma de oxímoron: Historia de los siglos futuros. Jaques Attali lo hizo con Breve historia del futuro. En las ciencias sociales, se abre paso una nueva perspectiva: la sociología del futuro. Y una disciplina adquirió desde hace tiempo el reconocimiento de su estatuto científico en el mapa de los campos interdisciplinarios (economía, sociología, psicología social, políticas públicas): la prospectiva. El uso de metáforas y analogías es frecuente en los estudios del futuro. Pero también es objeto recurrente de ironías, chistes y escepticismos de muy diversa índole, que agregan un poco de sal a las pretensiones de influir racionalmente sobre el futuro social. El físico danés Niels Bohr alguna vez afirmó, con ironía, que es difícil predecir, sobre todo el futuro. Woody Allen dijo: “el futuro es un tema que me interesa, porque ahí pienso vivir el resto de mi vida”. Ambrose Bierce, autor de El Diccionario del Diablo, definió al futuro de la siguiente manera: “Período del tiempo en el que nuestros asuntos prosperan, nuestros amigos son sinceros, y nuestra felicidad está asegurada”. Leonard Cohen, el poeta y cantante canadiense, sentenció: “He visto el futuro, hermano; es un asesino”. Y el poeta mexicano José Emilio Pacheco escribió en El futuro pretérito: “Se maquina un futuro/ que no será como imaginamos”. Estas diferentes tonalidades, ironías, arrebatos de buen humor y definiciones arbitrarias están unidas por las diversas representaciones que la idea del futuro inspira en nuestras vidas individuales y colectivas. El problema persistente con el futuro es su carácter incierto, producto del azar y de las influencias reales o imaginarias que ejercen los actores y las fuerzas que intervienen para definirlo desde los episodios marcados por las hechuras de un presente continuo. El futuro como la complicada estructuración de un tiempo que suele fluir entre continuidades y fracturas, entre sincronías y arritmias, entre frustraciones e ilusiones, entre herencias del pasado y la forja de acuerdos y conflictos que habitan el orden social y político de todos los días. Pero el riesgo de comprometerse con determinados tipos de futuros es la posibilidad de producir efectos contrarios a las intenciones originales, efectos no deseados o perversos. Y esto también es un campo sembrado generosamente de aforismos y paradojas. Oscar Wilde escribió: “En este mundo sólo hay dos tragedias. Una es no conseguir lo que se desea, y la otra es conseguirlo. La última es la peor”. Pink Floyd cantó, a ritmo de rock: “Planes que quedan en nada o en media página garabateada…El tiempo ha pasado, la canción se ha acabado, pensaba que diría algo más”. El viejo Schopenhauer prevenía contra los intereses que cobra el tiempo: “Así es la usura del tiempo; sus víctimas son todos los que no pueden esperar. Provocar la aceleración del decurso mesurado del tiempo es…una de las empresas que más caro se pagan. Hay que guardarse muy bien de llegar a deberle intereses”. Tal vez estas preocupaciones pueden ayudar a colocar en perspectiva los frutos de temporada del tiempo político mexicano. Son llamadas de alerta, señales de advertencia, agua helada para épocas de fiestas y festejos. El futuro político es regulado por calendarios y relojes, habitado por recuerdos, ilusiones y proyectos que corresponden a las complejas representaciones sobre el porvenir que marcan a las distintas generaciones. “Cada generación guarda sus recuerdos”, escribió Joseph Conrad. Y quizá se podría agregar: cada generación imagina sus futuros.

Thursday, March 07, 2024

Financiamiento público y autonomía universitaria

Diario de incertidumbres Presupuesto constitucional: financiamiento y autonomía Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 07/03/2024) https://suplementocampus.com/presupuesto-constitucional-financiamiento-y-autonomia/ El pasado 28 de febrero fue aprobado por el pleno del Congreso del estado de Jalisco un decreto que reforma al artículo 15 de la constitución política local mediante el cual se establece la obligatoriedad gubernamental de destinar el 5% del presupuesto anual de egresos del estado a la Universidad de Guadalajara, al igual que un 0.3% de los recursos para destinarlos “exclusivamente” a la infraestructura educativa de la universidad (https://www.congresojal.gob.mx/boletines/diputados-aseguran-cobertura-educativa-para-la-universidad-de-guadalajara). La noticia fue recibida con beneplácito por las autoridades universitarias y celebrada por el gobernador Alfaro y los diputados de todas las fuerzas políticas representadas en el legislativo local. El hecho tiene su historia y contexto. La política del financiamiento a las universidades públicas ha sido complicada, frecuentemente conflictiva y sujeta a múltiples vaivenes políticos. A nivel nacional, el financiamiento universitario es una combinación de presupuesto federal, presupuesto estatal y recursos propios. Las universidades federales como la UNAM, el IPN o la UAM reciben un gran porcentaje de su presupuesto (mayor al 90%) del subsidio federal anual, que complementan con recursos autogenerados. En el caso de las universidades públicas estatales autónomas (UPE´s), el financiamiento es mixto: una parte lo reciben del gobierno federal, otra de los gobiernos estatales y una parte pequeña la generan con recursos propios (cobro de matrículas, venta de servicios, contratos de colaboración con industrias o dependencias públicas estatales o federales). Bajo este esquema, los casos de las UPE´s son muy variados. En promedio, el presupuesto federal a las 35 UPE´s es del 70%. Hay universidades cuyo financiamiento depende fundamentalmente del gobierno federal (igual o mayor al 60%), mientras que en otras existe cierto equilibrio entre las participaciones federales y las estatales. La estructura del financiamiento revela tensiones en los montos y distribución de los dineros públicos, más aún cuando el gasto en nómina de las universidades constituye el rubro de mayor peso en la estructura presupuestal. En esas circunstancias, la política del “irreductible” se convirtió en la regla de oro del juego presupuestal: la decisión de que, en ninguna circunstancia, el presupuesto anual de las universidades sea menor en términos corrientes al presupuesto del año inmediato anterior. El caso de la U de G es similar al que en otros tiempos y contextos ha ocurrido en universidades como las de Sonora o la Veracruzana con el tema del financiamiento estatal. En la fundación de la universidad sonorense en 1942 se estableció que una parte de los ingresos de los impuestos a agricultores y ganaderos del estado se destinaría al sostenimiento de la universidad local, mientras que, en el caso de la Veracruzana, en el complicado sexenio anterior (2010-2016), se discutió un porcentaje de recursos públicos estable del gobierno estatal para el sostenimiento universitario, que se resolvió con la decisión de que el gobierno federal entregara directamente los recursos federales y estatales a la UV. Aunque ambos casos experimentaron cambios a lo largo de los años, el principio de certeza presupuestal fue el motor de los acuerdos políticos entre las universidades y los gobiernos de los estados. En la U de G, los conflictos políticos y financieros experimentados en sexenios pasados (en especial con el gobernador panista Emilio González Márquez, 2007-2013), y con el actual gobernador emecista (Enrique Alfaro) en los años recientes (2021-2023), surgieron por diferencias políticas que se tradujeron en restricciones financieras permanentes. Más específicamente, el enfrentamiento entre el gobernador Alfaro y el exrector Raúl Padilla (fallecido en abril del año pasado), tuvo impacto en los condicionamientos presupuestales estatales, sobre todo a partir de la decisión del gobernador de retirar un apoyo comprometido y aprobado por el pleno del congreso estatal a finales del 2021 a la construcción del Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad, para redirigirlo a la construcción de un hospital público estatal. Esta acción fue reclamada por las autoridades universitarias a través de un largo litigio jurídico, lo que recrudeció el conflicto político-presupuestal universitario, y escaló en las diversas instancias judiciales hasta llegar a finales del año pasado hasta las oficinas de la suprema corte de justicia de la nación. Según algunas fuentes, la resolución de la corte sobre el fondo del asunto favorecía la causa de la U de G y ordenaba al gobierno de Jalisco a restituir el apoyo otorgado en 2021 a la universidad, pues su retiro constituía una violación a la autonomía universitaria. Sin embargo, hace unos días el asunto fue sobreseído por la corte debido a una solicitud expresa de la universidad, lo que facilitó la reforma constitucional que otorga certeza presupuestal a la universidad a partir de 2025 y elimina o reduce, en teoría normativa, la posibilidad de nuevos conflictos presupuestales entre gobierno y universidad en los próximos años. El saldo en el corto plazo es favorable para la universidad, aunque sus implicaciones políticas en un año electoral aún están por definirse. El equilibrio presupuestal federal/estatal observado por lo menos en los últimos 20 años en la U de G (46 y 48%, respectivamente, más un 6% de recursos propios), se mantendrá, y tal vez se incrementará en los próximos años el peso del financiamiento estatal en el subsidio ordinario universitario. Esto fue celebrado por el rector Villanueva y el consejo general universitario como un “hecho histórico”, que refuerza la “autonomía presupuestal” para continuar con la política de expansión de la red universitaria en Jalisco, mientras que para el gobernador Alfaro esto significa romper con un ciclo largo de conflictos presupuestales con la universidad pública estatal. Las expresiones de acuerdo representan cada una a su manera un triunfo político para las partes. No obstante, quedan en el aire algunas cuestiones que oscurecen el futuro luminoso de la reforma presupuestal, y que tiene que ver con el conocido “déficit de implementación” de los acuerdos políticos en el campo de las políticas públicas, en este caso universitarias. Asegurar un 5% anual del presupuesto estatal a la universidad no se aleja mucho de lo que en la práctica ha ocurrido entre 2017 y este 2024, cuando el porcentaje del gasto estatal destinado a la U de G osciló entre el 4.2 y el 5.4%. Pero de los resultados electorales de este año a nivel federal y estatal en Jalisco, dependerá en buena medida la reducción o ampliación de la brecha de implementación de la norma jurídica que resultó de un importante acuerdo político, cocinado a fuego lento entre los conflictos del pasado reciente de las relaciones entre la U de G y el Gobierno de Jalisco.

Tuesday, March 05, 2024

Música de cañerías

Política electoral: música de cañerías Adrián Acosta Silva El proceso electoral mexicano está en plena ebullición. Luego de las precampañas y la selección de candidaturas de las principales agrupaciones políticas, se avecina el turbulento tiempo de las campañas electorales para la renovación de la presidencia, varias gubernaturas, y miles de puestos de representación en el congreso federal, en congresos estatales y ayuntamientos municipales, sin olvidar que detrás de cada puesto político en competencia están también en juego miles de puestos burocráticos que se distribuirán en las distintas oficinas gubernamentales. Las disputas internas, los métodos y rituales de selección de candidatas y candidatos, las reuniones a puertas abiertas y cerradas, los sonoros llamados patrióticos -de la patria grande a las patrias chicas-, los gestos de ocasión, el performance de la toma de protesta de cada candidata o candidato, las giras nacionales o internacionales con las fotos de rigor, inundan redes sociales y portadas de medios de comunicación, alimentan los rumores periodísticos, son el festín de opinadores y analistas políticos profesionales o amateurs. En el espectáculo contrastan las imágenes de conflicto, ambigüedad y disciplina de las partes interesadas. También las de los indiferentes, aquellos que contemplan de lejos y al fondo, entre bostezos y aburrimientos, los movimientos de los actores de la temporada electoral. Las maquinarias partidistas funcionan con el potente combustible de las razones, las pasiones y los intereses involucrados en el proceso. En el contexto, las costuras institucionales del INE crujen para mantener los mínimos legales de reglas y procedimientos, mientras que desde palacio nacional se envían los inefables mensajes mañaneros que atizan la polarización entre “ellos” y “nosotros”, donde el presidente vuelve a la carga todos los días contra jueces y magistrados, contra medios de comunicación, intelectuales y académicos, exhibiendo un amasijo político de rencores y desconfianzas largamente acumuladas que surgen de la inocultable sangre autocrática que recorre las venas presidenciales y del oficialismo político. En el escenario principal transcurre el desfile de imposturas, la multiplicación de frivolidades, el uso de las máscaras de ocasión, las retóricas desbordadas, los sketch voluntarios e involuntarios, los trucos de los viejos y nuevos magos de la política mexicana. Todo configura la moralidad elástica del oportunismo, cultivada pacientemente desde los años de la transición. Tránsfugas, tahúres, saltimbanquis y zombis políticos jóvenes y viejos reaparecen en escena, buscando reflectores, posiciones y puestos en la representación política. Las candidaturas son las recompensas del juego de la temporada, y ni la ética ni la estética pesan mucho en las estrategias para alcanzar premios mayores, de consolación o reintegros, aunque las pérdidas también cuentan. Botargas, muñecos, jingles partidistas, proliferación de encuestas, guerras de bots, marcan los mapas políticos de los territorios reales y virtuales de las contiendas. No obstante, destacan entre el temporal las señales que desde diciembre de 2018 se emiten desde las oficinas presidenciales, que no solo han degradado de manera acelerada el lenguaje del espacio público y la política nacional, sino también erosionado de manera severa las condiciones de equidad electoral que se habían construido lentamente desde la creación del IFE y luego del INE. El presidente y su partido han construido una plataforma de legitimidad que se basa en la descalificación sistemática de sus oposiciones y críticos. La palabra presidencial y los recursos gubernamentales se han utilizado como instrumentos políticos para polarizar las contiendas electorales y desafiar las restricciones legales-constitucionales que delimitan su poder. El más reciente episodio de esa actitud de provocación y desafío presidencial no tiene desperdicio: “Mi autoridad política y moral está por encima de la ley”, afirmó hace unos días cuando le cuestionaron sobre el hecho público de haber exhibido el teléfono privado de una periodista del New York Times que publicó un reportaje sobre las posibles conexiones de dinero ilegal, producto del narcotráfico, a sus campañas electorales. En ese ambiente envenenado, la ingenuidad política, la honestidad intelectual y las convicciones éticas de algunos participantes políticos también aparecen en escena, pero son irremediablemente opacadas por el ruido y la furia de las disputas internas de los partidos, gobernadas por el cálculo, el oportunismo y el pragmatismo. La obra que se despliega ante nosotros ya la hemos visto en 2018 y 2021, pero eso no le quita el encanto, o el morbo. Desde hace tiempo, la vida política mexicana está hecha por un repertorio de actores que desempeñan papeles lamentables, acompañados con música de cañerías que incluye los lúgubres sonidos de la criminalidad que ha penetrado a los partidos y a los políticos en diversas poblaciones y territorios del país. Las tonalidades de esa música sorprenderían, quizá, al mismísimo Bukowski. Las redes políticas están en movimiento, activadas en automático al calor del proceso electoral. Sus formas varían, permanecen o se adaptan de acuerdo con los usos y costumbres político-partidistas. La gestión política mezcla las viejas aguas del corporativismo mexicano con las prácticas clientelares y patrimonialistas que están en la base profunda del autoritarismo posrevolucionario mexicano, donde la figura del líder/caudillo/dirigente se coloca en el centro de la gestión, como símbolo político de la cohesión, la coerción y la unidad de partidos, pandillas, mafias, grupúsculos o movimientos. También incluye la sacralización del célebre principio del liberalismo político de un hombre-un-voto que está en la base del pluralismo democrático. Existen desde luego los híbridos de ocasión, que mezclan individualismo y colectivismo, corporativismo y liberalismo, como formas de gestión de las expectativas y los intereses de ciudadanos y grupos. Pero lo que destaca en el paisaje es el pragmatismo salvaje que ejercen las dirigencias partidistas en la administración de sus organizaciones. Los dirigentes son una mezcla extraña de gerentes y burócratas al servicio de liderazgos permanentes o de ocasión. Sin pudor y sin piedad exhiben los arreglos, la sumisión, el cálculo racional y las ocurrencias del momento. Parafraseando a Keynes, son la encarnación de los “espíritus racionales” de la política mezclados con los “espíritus animales” de las circunstancias. En el paisajismo mexicano, la conjunción de esas prácticas y espíritus configuran el rostro cotidiano del perfil de la desestructuración de un régimen político en el que las líneas de contraste entre el gobierno y sus oposiciones son cada vez más difusas y contradictorias. Las diferencias entre el morenismo, el frente opositor (PAN/PRI/PRD), y el solitario partido MC, se diluyen en el río revuelto de los acontecimientos cotidianos. Mientras eso sucede, quizá lo mejor opción, para algunos, sea ver desde lejos las múltiples representaciones del espectáculo de los próximos meses, que se decide a nivel nacional (vale decir, en la CDMX), pero que se escenifica en las escalas estatales y municipales. En tiempos en que los llamados a la participación activa, comprometida y militante se vuelven imperativos categóricos para favorecer una u otra causa, el “preferiría no hacerlo” de Bartleby, el célebre personaje de la novela de Melville, es una opción para algunos, aunque para otros la indiferencia sea motivo de un odio gramsciano. Es sentarse en un banco de arena a observar con calma el flujo del río de los acontecimientos, como aconseja con sabiduría una vieja canción de blues de Bob Dylan (Watching the River Flow), mientras los actores de la furia partidista de la temporada electoral hacen lo que hacen.