Thursday, September 29, 2022

Los tres doctorados del gobernador García

Estación de paso Los tres doctorados del gobernador García Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 29/09/2022) Una nota de Milenio publicada hace un par de semanas (17/09/2022), fue titulada así: “Entrega UANL doctorado a Samuel García como Doctor en Derecho Constitucional y Gobernabilidad”. Se refería al actual gobernador de Nuevo León, exsenador (2018-2020) y exdiputado local (2015-2018) por el partido Movimiento Ciudadano. La noticia tiene su interés, no sólo por la figura del gobernador sino por la trayectoria que representa. Que un joven político (34 años) destaque por sus méritos personales, partidistas o académicos, por su origen social o sus recursos económicos, forma parte de los mecanismos de acceso a las nuevas élites políticas mexicanas. Según la nota, es la tercera ocasión en que García obtiene un doctorado. El primero lo obtuvo como “Doctor en Política Pública y Administración Pública” por la Escuela de Gobierno y Administración Pública del Tec de Monterrey, institución de la cual también egresó como estudiante de preparatoria, de la licenciatura en derecho, y de la maestría en derecho público. Postriormente, realizó un segundo doctorado en “Derecho fiscal” en el “ITAC Universidad”, una pequeña escuela privada de Monterrey que cerró sus puertas reales y virtuales en algún momento del año 2020 (según se lee en Google, se describe como “escuela del sector privado, de nivel educativo medio superior y de turno vespertino”, que ofrece “títulos electrónicos” en 20 carreras de licenciatura y programas de posgrado). El tercer doctorado es el que le otorgó la UANL en ceremonia solemne con togas y birretes celebrada el pasado 14 de septiembre. Suponiendo que el Dr. García se tituló de la licenciatura a los 23 años de edad y de la maestría a los 25, eso significa que obtuvo su primer doctorado a los 28 o 29 años, el segundo a los 31 o 32, y el tercero a los 34. Esa trayectoria lineal, sin pausas pero sin prisas (que pudo combinarse de acuerdo a las características de los tres programas doctorales que cursó con éxito en un lapso de sólo 5 o 6 años), la hizo además cuando era, simultáneamente, diputado local en Nuevo León a los 28 años, y luego senador de la república a los 31.Todo eso lo hizo, según sus propias palabras, “por su pasión por el estudio y análisis de las diferentes constituciones”, pero también para “resolver tantos problemas que hay en la sociedad”. Esa trayectoria y motivaciones ilustran las prácticas, expectativas y creencias de algunos grupos de la clase política surgida durante los años de la alternancia mexicana. Con títulos de licenciaturas, maestrías y doctorados, navegando entre las aguas turbias de los puestos políticos, pero también entre las aguas lodosas del mundo de los negocios, combinan la escolarización avanzada con las hechuras políticas partidistas. Suelen estar muy bien relacionados con figuras, personajes y personajillos de ambos mundos, se mueven con fluidez entre las redes sociales, son famosos, influencers, ídolos de los whitexicans, tienen miles de seguidores, cultivan con esmero nuevas amistades, se toman fotos abrazando niños de algún orfanato en la mañana de un domingo cualquiera. Son individuos que se consideran a sí mismos y por otros como exitosos, ejemplos vivos de que “si se quiere se puede”, presumen capacidad, responsabilidad y compasión por el prójimo. El gobernador García desafía la distinción canónica entre el político y el científico, entre el académico y el gobernante, entre el poder y el saber. Actúa al mismo tiempo combinando la ética de la responsabilidad y la ética de la verdad, con la objetividad del estudioso y la ambición del político. Como otros en el pasado remoto o reciente, esa trayectoria supone que una mayor escolaridad significa una mejor calidad de la política, por lo que se cree que individuos con mayores niveles académicos serán mejores ciudadanos y políticos más honrados, responsables y eficientes, puesto que son capaces de conocer mejor la realidad de las cosas públicas, sus causas y soluciones. Es la reencarnación del viejo mito del ciudadano bueno y del político virtuoso. Que las universidades públicas o privadas y los partidos políticos contemporáneos sean los espacios institucionales donde se forjan ese tipo de trayectorias tiene también su interés. Ahí se desarrollan rutinas predecibles y prácticas oportunistas, donde el plagio y las complicidades suelen ser monedas de uso ocasional, según sea el caso y las circunstancias. Maestrías y doctorados al vapor, que favorecen accesos, tránsitos y egresos eficientes para mejorar los indicadores de éxito escolar y los desempeños académicos de las instituciones, donde los doctorados han dejado de ser espacios tradicionales de formación para la investigación (cultivo y producción de nuevo conocimiento), para convertirse en máquinarias organizadas de distribución de certificados y diplomas a los que suelen atribuirse propiedades (casi) mágicas. Son programas apoyados por burocracias eficientes y un profesorado flexible, a veces con doctorados y todas las medallas imaginables de la república de los académicos, que dispensan tratos especiales a estudiantes que incrementen el prestigio de sus programas e instituciones. Son los componentes que configuran el orden académico-institucional en el cual algunos obtienen tres o cuatro licenciaturas, maestrías o doctorados como insignias certificadas de sus pasiones, intereses y saberes. Se trata de un juego bastante popular entre las nuevas elites políticas y de los negocios. Es el juego de la acumulación de títulos nobiliarios representados por los doctorados universitarios, la obtención de papeles para enmarcarse y mostrarse en las paredes de las oficinas de políticos, empresarios y funcionarios públicos. Es un juego que implica pérdidas (relativas) para la legitimidad de la vida académica y sus rutinas -seminarios, lecturas, discusión, reflexiones solitarias y a veces colectivas-, y ganancias (también relativas) para quienes ven en las universidades sólo como espacios pragmáticos de legitimación de sus propios cálculos políticos y personales. El Doctor-Gobernador García (el orden de los títulos no altera el producto) es el fruto exótico de este juego de espejos. Es una de las figuras de cera exhibidas en el gran museo de nuestras perplejidades políticas contemporáneas.

Thursday, September 15, 2022

Explorando universidades

Estación de paso Explorando universidades: más allá del campus Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 15/09/2022) https://suplementocampus.com/explorando-universidades-mas-alla-del-campus/ Este año se celebran 30 años de la creación del “Área de Sociología de las Universidades” (ASU) de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco. Para quienes participan en el análisis, el estudio y la discusión de los problemas universitarios, la ASU ha sido desde su origen un espacio vital para la reflexión e investigación sistemática de los procesos, actores y políticas que influyen en los modos y comportamientos institucionales universitarios, pero también una suerte de observatorio académico permanente de los impactos sociales, económicos, culturales y políticos de la educación superior mexicana durante las últimas tres décadas. El origen de ASU asumió desde el principio la decisión de reconocer a la universidad como objeto de investigación. Cuando a comienzos de los años noventa las universidades públicas eran motivo de desconfianza y recelos gubernamentales, y justo en el contexto de las políticas de modernización impulsadas por el gobierno de Salinas de Gortari, investigadores y académicos de las UAM y de otras universidades emprendieron un esfuerzo por conocer más que por juzgar, por aportar datos, conocimiento y evidencias sobre las universidades por encima de actos de fe, creencias, anécdotas o prejuicios sobre las mismas. En un contexto reacio a reconocer la complejidad, diversidad y heterogeneidad de las universidades, de sus aportes al desarrollo culltural, económico y político, pero también de sus déficits sociales y problemas institucionales, la legitimidad de la universidad como objeto de investigación ha sido sin duda uno de los aportes más significativos del ASU a nivel nacional. Como parte del festejo treintañero, los integrantes de ASU organizaron en el último año un seminario dedicado a examinar temas estratégicos de la educación superior universitaria contemporánea. Con 29 participantes en seis sesiones de trabajo -7 integrantes del ASU y 22 académicos pertenecientes a otras universidades e instituciones de educación superior tanto federales como estatales, además de algunos expertos internacionales-, el seminario “Los dilemas de la educación superior mexicana en el siglo XXI: 30 años de investigación del Area de Sociología de las Universidades de las UAM-Azcapotzalco” se convirtió en un ejercicio de balance y perspectivas sobre algunas de las nuevas cuestiones críticas de la educación superior del país. “Desigualdad e ingreso a la educación superior”, “SNI ¿medio o fin?”, “Los sistemas de pago por mérito y la regulación del trabajo académico”, “Impacto de la heterogeneidad institucional del sistema de educación superior en las oportunidades laborales y de la movilidad social”, “Trascendencia de la autonomía en la gestión y desarrollo de las funciones universitarias”, y “Las aspiraciones de los estudiantes universitarios desde una perspectiva de desigualdad multidimensional”, fueron los temas de cada una de las seis sesiones del seminario organizado por ASU, que fueron realizados entre agosto del 2021 y marzo del 2022, y que culminó este 14 de septiembre con una reunión de perspectivas sobre los distintos temas y sus abordajes. La selección temática revela las líneas de investigación que han desarrollado las y los investigadores que integran el Área, y que han permitido impulsar redes académicas de conocimiento sobre distintos objetos de investigación de la educación superior mexicana. A lo largo de su existencia, ASU se ha consolidado como un espacio importante del análisis sociológico de las universidades y sus entornos. Las características de los actores (estudiantes y profesorado), funciones institucionales (investigación, docencia, difusión), formas de organización (autonomía, gobierno), impactos políticos y sociales (hechuras e implementación de políticas públicas o procesos de movilidad social o de inserción laboral de los egresados), son parte de los estudios que han alimentado los intereses académicos y vitales de un grupo de investigación que, a pesar de los cambios generacionales o de las difíciles condiciones que experimenta el trabajo académico universitario, ha realizado aportaciones sustanciales al debate público y al desarrollo del conocimiento sobre las universidades mexicanas. Hoy, luego de la fiesta y el festejo de ASU, queda delineado un horizonte poblado por nuevos desafíos políticos, intelectuales y académicos para el estudio de la educación superior mexicana. Bajo los tiempos nublados de la polarización ideológica y política, donde las narrativas neo-utilitaristas de las élites gobernantes se han desplazado del mercado a la comunidad, en condiciones donde las universidades públicas vuelven a ser objeto de descalificaciones y recelos de las nuevas élites políticas y las políticas de austeridad gobiernan el trato hacia las universidades, y las brechas de la desigualdad social y heterogeneidad institucional permanecen como factores causales en la explicación de los comportamientos universitarios, las contribuciones del conocimiento acumulado sobre estas organizaciones son indispensables para definir nuevas líneas o profundizar en las ya existentes. Después de todo, el trabajo académico es un oficio caracterizado por obsesiones intelectuales gobernadas por las dudas y la crítica. La cultura académica es una lenta hechura de trabajo, rutinas, persistencia y ánimos compartidos, fuente de nuevas preguntas y escepticismos, de tensiones permanentes y conflictos ocasionales. El ASU es una buena muestra de esos rasgos culturales, representativos de los modos en que la sociología de las universidades ha conquistado un lugar en la mesa de las ciencias sociales de nuestro país, junto a distinguidos comensales pertenecientes a disciplinas como la demografía, la economía, la antropología, la historia o la ciencia política. En tiempos de sorderas gubernamentales y griteríos políticos de distintas tonalidades, las voces de los académicos de esta gran mesa son necesarias para imprimir calidad, prudencia y claridad al debate público.

Thursday, September 01, 2022

La universidad y la nueva escuela

Estación de paso La universidad y la nueva escuela mexicana Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 01/09/2022) https://suplementocampus.com/la-universidad-y-la-nueva-escuela-mexicana/ Como se sabe, la reforma al marco curricular y los nuevos libros de texto gratuitos constituyen la columna vertebral del proyecto de “Nueva Escuela Mexicana” (NEM) impulsada por las autoridades de la SEP. Ese es el núcleo duro de los propósitos enunciados desde hace meses por asesores y funcionarios gubernamentales del sector, aunque permanezcan muchas reservas, críticas, dudas y escepticismos sobre la factibilidad política, la consistencia técnica, pedagógica y organizativa del proyecto, los contenidos de los programas de estudio, o el conocimiento de los profesores sobre los alcances, tiempos, modos y estrategias de implementación de la reforma educativa que impulsa el oficialismo. Las propias burocracias federal y estatales de la SEP aguardan aún por definiciones básicas, decisiones operativas, recursos y organización del proyecto. Después de todo, el profesorado, los cuerpos burocráticos intermedios y los funcionarios de ventanilla del sector educativo constituyen los eslabones clave de la implementación de los cambios anunciados. La NEM representa un sistema de creencias articulado en torno a los valores promovidos por el oficialismo político de la “cuarta transformación nacional”. Son creencias orientadas por los intentos de una nueva forma de politización de los niños mexicanos, donde se mezclan sermones comunitaristas, pedagogías difusas, lemas de campaña y revisionismos históricos. El abandono de la evaluación comparada de los aprendizajes, la equiparación de los saberes comunitarios con los saberes científicos, los énfasis en la identidad y la pertenencia por sobre los valores de la libertad y la autonomía intelectual, forman parte de las tensiones que habitan la caja negra de la reforma imaginada por el oficialismo. Para decirlo en breve, se trata de sustituir las tradiciones de la educación laica, científica y liberal del pasado por una educación política, comprometida e ideológica para el presente y el futuro de los niños y adolescentes mexicanos. Pero el proyecto no afecta solamente a los niveles de primaria y secundaria de la educación pública nacional. También lo hará en el sector de la educación privada y, con el tiempo, en los niveles del bachillerato y licenciaturas universitarias y no universitarias, cuando las generaciones educadas en los misterios de la “decolonización”, la inclusión social, el compromiso educativo con la “realidad social”, o la promoción de las bases epistémicas igualitarias de todo conocimiento, sean las herramientas de la formación básica con la cual los niños de hoy ingresarán a las prepas, licenciaturas y posgrados de los distintos subsistemas públicos y privados de la educación media y superior. El principio de gratuidad y universalización de la educación superior incluido en las reformas al artículo tercero, la Ley General de Educación, y la Ley General de Educación Superior, impulsados el comienzo del sexenio por el ejecutivo federal, serán las bases legales del tránsito de niños y niñas hacia la educación media y superior, independientemente de los aprendizajes adquiridos o de la consistencia de la formación intelectual y técnica de los egresados del sistema educativo básico. Aunque las ilusiones de la homogeneización de la educación contenidas en todo proyecto reformador se estrellan una y otra vez contra los muros de las realidades de la desigualdad, heterogeneidad y diversidad de los procesos formativos entre estratos, grupos y clases sociales en contextos, poblaciones y territorios muy diferentes, los efectos de largo plazo de los objetivos de la reforma curricular alcanzarán en algún momento a las universidades públicas, a los institutos tecnológicos y a las propias escuelas normales, es decir, a los espacios de formación de las nuevas generaciones de profesores de educación básica que experimentarán los cambios de las enseñanzas y aprendizajes en las aulas de alguna escuela pública de Cerocahui, de San Juan Chamula, o de la Ciudad de México. Es heroico o ingenuo pensar que los cambios en la educación básica no afectarán al nivel superior, tal y como ha ocurrido con reformas educativas anteriores. En especial, es difícil imaginar que las universidades públicas serán impermeables a los efectos de la reforma en las orientaciones y prácticas educativas de las generaciones que, según los cálculos del oficialismo, comenzarán con el nuevo plan de estudios y los nuevos libros de texto gratuitos en todo el país a partir del ciclo escolar 2023-2024, luego del “pilotaje” del modelo educativo que se hará durante el presente ciclo escolar (2022-2023). Sin reprobaciones (abolidas por la pedagogía crítica que anima la retórica de la NEM), ni abandonos escolares (por el apoyo de las becas del bienestar), una gran parte de esos niños y niñas ingresarán a las prepas hacia el año de 2032, y a las licenciaturas en 2035. Será la primera generación de los egresados del modelo educativo del obradorismo, un modelo que no es “para armar” (como sugiere en su inteligente artículo Roberto Rodríguez en Campus), sino que es un modelo armado en busca de una realidad a modo. Pero hay variables de contexto que influirán en la configuración de los desafíos futuros para la educación superior universitaria. Variables macro como los resultados de los procesos político-electorales del próximo sexenio (2024-2030), variables meso como el financiamiento público del sistema de educación media y superior, o variables micro como los procesos de selección/admisión de las universidades públicas, serán algunos factores de causalidad de los efectos claros o difusos, deliberados, contradictorios o perversos, de la NEM en la educación terciaria. Aunque el futuro es siempre un territorio lleno de sorpresas, imprecisiones, sucesos inesperados y actores desconocidos, parece inevitable considerar escenarios poco favorables para las universidades públicas, donde los temas de la calidad, la evaluación, la autonomía política, académica e intelectual, son los ejes históricos de su quehacer institucional. El presente siempre está poblado de futuros, de señales que son el resultado de la incertidumbre, la acción de fuerzas emergentes y el legado de tradiciones históricas. Son factores que configuran los escenarios del porvenir. Descifrar esas señales obliga a las universidades a repensar, otra vez, sus propios futuros institucionales.