Thursday, August 31, 2023

Universidad: ideas, intereses y política

Diario de incertidumbres Universidad: ideas, intereses y política Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 31/08/2023) https://suplementocampus.com/universidad-ideas-intereses-y-politica/ El inicio del proceso de selección de un nuevo rector en la UNAM despierta una ola de inquietudes, preocupaciones y reflexiones muy diversas entre los actores políticos intra y extrauniversitarios. Estas reacciones están estrechamente ligadas a los intereses, los cálculos y las creencias de los actores, detrás de las cuales coexisten ideas vagas, contradictorias o claras sobre el papel y orientaciones de la universidad en la sociedad contemporánea. Esa dimensión -las ideas sobre la universidad- está en el centro de los proyectos y propuestas de quienes participan por la rectoría universitaria, aunque muchas veces sean ideas difusas, encapsuladas en retóricas espesas y frecuentemente inconexas. El asunto no es nuevo. Un largo debate ha acompañado la formación de las ideas sobre la universidad como institución sociocultural. Es un debate de intensidades y perfiles diversos, representados por actores distintos en diferentes momentos. El origen de la discusión tiene que ver con la fundación de las primeras universidades europeas durante la época medieval (Bolonia, París, Salamanca, Coimbra), pero se alargó durante las grandes transformaciones económicas y sociopolíticas de la era de la ilustración y el siglo de las luces, la formación de los estados nacionales y las retóricas nacionalistas y modernizadoras del siglo XIX, y arribó al siglo XX con las grandes transformaciones gobernadas por los espíritus del capitalismo posindustrial, la guerra fría, el neoliberalismo, la globalización y la internacionalización. La historia intelectual de la universidad tiene que ver con imaginarios y representaciones, prácticas y contextos, actores, intereses y conflictos. En México, las universidades coloniales se constituyeron inicialmente como parte de un proyecto mayor: la evangelización de los indios, pero también como un espacio de representación de los intereses de la iglesia, de la corona, de las élites locales. Como espacios intelectuales, las universidades albergaron a lo largo del tiempo uno de los símbolos mayores, emblemáticos, de su poder institucional: los libros. Intérpretes y divulgadores, traductores, escribanos y maestros, discípulos y funcionarios, fueron los actores que utilizaron los libros como instrumentos de legitimidad y poder, el conocimiento como moneda de confianza pública y política de su autoridad e influencia en las sociedades coloniales, en el proceso de independencia y en la problemática construcción del estado nacional. El poder del conocimiento se mantuvo en el centro de la legitimidad política, social y cultural de las universidades a lo largo del convulsionado siglo XIX, aunque la revolución académica impulsada por la idea de la libertad de investigación y aprendizajes que fue formulada por Wilhem von Humboldt a comienzos de ese siglo en la universidad de Berlín, transformó la orientación y estructuras de las universidades europeas y americanas de las primeras décadas del siglo XX. La idea de la universidad de investigación se abrió paso como alternativa a la universidad especializante, profesional, que predominó durante la larga transición entre las universidades medievales y las universidades modernas, y la orientación investigativa se constituyó como el centro de una transformación académica ligada al desarrollo de funciones económicas más allá de las fronteras de los campus universitarios. En México, el debate sobre las ideas y las representaciones de la universidad tiene también una larga historia política e intelectual, sobre todo a partir de 1910, cuando el presidente Porfirio Díaz, asesorado por el grupo de los científicos, decidió la reapertura de la Universidad Nacional de México. Desde ese momento, fue posible identificar a las relaciones entre la universidad y el estado como una de las claves interpretativas de la formación de las ideas, creencias y representaciones sobre la universidad. La historia de la autonomía universitaria como derecho y compromiso, la auto-organización académica y el cogobierno como garantías autonómicas, el financiamiento público como obligación estatal, el proceso de expansión y masificación universitaria, las exigencias de rendición de cuentas basadas en la evaluación de la calidad y el financiamiento público diferenciado, condicionado y competitivo, la aparición de los rankings y las métricas internacionales de prestigio y reputación de las universidades, configuran las diferentes épocas de las representaciones sobre la universidad. Las ideas que hoy predominan en el ambiente universitario son difusas y corresponden a diferentes circunstancias, que hacen díficil ensayar una clasificación más o menos completa de sus enunciados y significaciones contemporáneas. Algunas tienen que ver con la universidad innovadora; otras, con la universidad de investigación. Algunas más con la universidad democrática; otras con la universidad humanista. Alguien habla de la universidad inteligente (smart university), embebido del lenguaje de la inteligencia artificial, los algoritmos y la era digital. Persisten por ahí los restos de viejas retóricas universitarias: la universidad de los profesores, la universidad de los estudiantes. Habría que agregar el de la universidad de las tradiciones, las rutinas y los hábitos intelectuales. Cada una de ellas se coloca en el centro o en los márgenes de realidades universitarias dominadas por las políticas de la austeridad, la sobrecarga de exigencias, las restricciones presupuestales, la politización de los procesos académicos, la desconfianza gubernamental, el escepticismo de las élites de ayer y de hoy. En los hechos, las ideas sobre la universidad son heterogéneas entre las mismas comunidades universitarias, y dependen de la experiencia, posición, intereses y expectativas de sus diferentes actores. La elección de un rector es siempre un proceso de decisiones políticas complejo y delicado. Y una de las dimensiones de esa complejidad procesal es justamente el de la formulación de una idea más o menos clara sobre la universidad de hoy y del futuro. En un clima político gobernado por las retóricas de la descalificación, el insulto y la provocación, el papel de las ideas parece haberse vuelto obsoleto, inapropiado e inútil. La universidad es el sitio apropiado para reclamar el protagonismo de las ideas en la construcción institucional y en el debate público sobre la educación superior. Después de todo, quizá sea necesaria recordar aquella vieja metáfora weberiana sobre la relación entre la ideas y los intereses, donde las primeras funcionan como “guardagujas” que guían el “pesado tren de los intereses”. En el caso de la UNAM, ese tren ya está en marcha.

Wednesday, August 30, 2023

La decisión de Alfaro

La decisión de Alfaro, o los dilemas de la inteligencia política Adrián Acosta Silva (Nexos, “blog de la redacción, 30/08/2023) https://redaccion.nexos.com.mx/la-decision-de-alfaro-o-los-dilemas-de-la-inteligencia-politica/?_gl=1*1cjwffe*_ga*MTk5NTU5MTY5OS4xNjg4NTE5NjY0*_ga_M343X0P3QV*MTY5MzQxMTE1NC40My4wLjE2OTM0MTExNTQuNjAuMC4w ¿Cómo definir la inteligencia política? ¿Cuáles son sus características, sus atributos, propiedades? ¿Es pura intuición, oportunismo, cálculo, reflexividad? ¿Todo depende de la adaptación al contexto, de las reglas al uso, de las instituciones, del azar? Una larga historia se despliega ante nuestros ojos cuando se revisa la trayectoria de figuras emblemáticas de la esfera política, desde los líderes antiguos hasta los contemporáneos. Figuras contrastantes como Espartaco, Cristo, Cleopatra, Alejandro Magno, Napoleón, Hitler, Mussolini, Lenin, Roosevelt, Fidel Castro, Juan Domingo Perón, Getulio Vargas, Lázaro Cárdenas, Charles de Gaulle, Margaret Thatcher, en diferentes contextos y circunstancias, desfilan entre las decenas de representantes de liderazgos caudillescos, monárquicos, autoritarios, dictatoriales, totalitarios, democráticos, carismáticos, burocráticos, revolucionarios, conservadores o híbridos, cuyos talentos y capacidades conjugaron siempre “la fortuna y la virtud”, como aconsejaba Maquiavelo en El Príncipe, o las “artes del mandar y del obedecer”, como registraba Hobbes en su estudio sobre Los Annales, de Tácito. Esos liderazgos, sin excepción, están asociados a contextos específicos y al generalmente pequeño grupo de asesores, consejeros y mentores que acompañan al líder o a la lideresa. Herméticos, esos grupos funcionan como élites, camarillas, mafias o tribus, que comparten ciertos principios ideológicos o códigos de honor, y organizan la acción política del líder mediante cabildeos constantes con simpatizantes y opositores, ensayando jugadas, rounds de sombra, calculando riesgos e identificando oportunidades. Un líder nunca se mueve solo, siempre conserva a su lado asesores y amigos para pensar sus acciones, asumiendo el hecho de que, en la política, como en el futbol, siempre se puede perder, empatar o ganar. Pero de lo que se trata es de cuidar el bien mayor de un político: su reputación. De eso depende que los efectos de sus declaraciones, titubeos o acciones no produzcan daños permanentes, irreversibles o catastróficos en la confianza de ciudadanos, seguidores y aliados. El inner circle de los políticos es un escudo protector de la imagen, las palabras y las acciones de su líder. Está compuesto de personas de lealtades probadas, pero también de oportunistas, disidentes, críticos y traidores potenciales a la autoridad del jefe o de la jefa. Un político profesional siempre acumula capital simbólico y práctico a través de la conquista de puestos, posiciones y espacios de autoridad, que son instrumentos que le permiten distribuir recursos de representación a simpatizantes y seguidores, pero también sembrar esperanzas entre otros políticos o aspirantes a serlo. Eso asegura la construcción de un “orden de lealtades”, la base sólida de todo tipo de legitimidad política, como afirmaba Weber. El anuncio del 23 de agosto pasado de la decisión del gobernador de Jalisco Enrique Alfaro de romper relaciones con la dirigencia nacional del partido Movimiento Ciudadano -en especial con su líder, Dante Delgado-, es otro momento de inflexión en su ya prolongada trayectoria política. Curtido en las lides políticas locales de Jalisco desde sus años de juventud como político priista, Alfaro pasó de ser un político local destacado en la primera década del siglo XXI -una típica gloria municipal-, a una figura de cierta relevancia nacional, justamente como figura emblemática de MC -junto con Samuel García en Nuevo León-, y como contrapeso efectivo al gobierno obradorista desde 2018. A lo largo de esa veloz trayectoria, el carácter impulsivo del político en ciernes que era Alfaro en los comienzos de su carrera, se atemperó relativamente con la necesidad de conciliación de un político madurado al calor de sus enfrentamientos públicos constantes con rivales y adversarios. Después de todo, si la política es el arte de la gestión del conflicto a través de la construcción de acuerdos, Alfaro y sus seguidores -eso que se denomina coloquialmente como “alfarismo”-, aprendieron rápidamente a seleccionar a sus aliados y a dosificar sus pleitos, pero también a cultivar cuidadosamente a sus adversarios. ¿Se puede considerar inteligente esa decisión? Sin duda, no fue un acto intempestivo, impulsivo, realizado en un momento de ofuscación o de frustración de los intereses del gobernador y de su corriente política, aunque no se puede descartar completamente ese hecho dado el conocido carácter explosivo del gobernador jalisciense. Su trayectoria política a lo largo de las últimas dos décadas muestra que lo suyo es la inestabilidad, el tránsito y la ruptura, alimentada por el combustible de la ambición, el protagonismo y el pragmatismo. Del PRI al PRD, de acercamientos con el PAN y luego como líder de MC en Jalisco, Alfaro representa una forma de hacer política basada en una mezcla extraña de convicciones (“yo soy un político libre”) y oportunismo, de cálculos estimados y riesgos probados (“nos quieren someter”), de lealtades exigidas (desplegados de apoyo, declaraciones de seguidores y simpatizantes), y de búsqueda de nuevos espacios de acción política. El estilo personal de gobernar mostrado en la última década -desde sus tiempos como presidente municipal de Tlajomulco o de Guadalajara hasta su ejercicio como gobernador actual de Jalisco-, muestra un patrón de comportamiento político que mezcla en dosis imprecisas autoritarismo y conciliación, capacidad persuasiva y manotazos en la mesa, declaraciones estruendosas y silencios meditados, liderazgo burocrático y poder despótico. Bien visto, son las mezclas duras de un político acostumbrado a bailar al ritmo de las presiones, las exigencias y los riesgos del oficio. Es el rasgo inconfundible de la naturaleza de la bestia. La decisión rupturista de Alfaro con MC para explorar posibilidades de alianzas con el Frente Amplio por México es la confirmación de ese patrón de comportamiento. Y, como en otras ocasiones, no es una decisión tomada en la soledad y el aislamiento de Casa Jalisco. Seguramente le acompañan en esa decisión asesores y consejeros, su equipo político de siempre, sus amigos y compañeros de viejas y nuevas batallas. Hay que recordar que en política el príncipe nunca se mueve solo, que se ubica en el centro de una élite política específica, que alimenta el sentido y horizonte grupuscular de sus ilusiones e intereses. El problema de toda decisión de ruptura es siempre el de las posibles implicaciones y de los efectos deliberados, no deseados e inciertos que produce en el corto y en el mediano plazo. Una jugada que supone el riesgo de que las cosas no salgan como quiere el decisor, pero que tiene sentido si las cosas del contexto se concilian con el abanico de los posibles escenarios imaginados por los decisores. En cualquier caso, los vientos salvajes preelectorales dominan el espíritu de la época, y, en este contexto nacional, gobernado por las urgencias y las incertidumbres, los actores políticos están cocinando o tomando decisiones para formar frentes, impulsar nuevas coaliciones, caminar por las mismas rutas del pasado reciente, o pensar en abrir otras. Las decisiones políticas siempre se toman en encrucijadas difíciles, estimando riesgos y oportunidades, ganancias y pérdidas, con umbrales imprecisos de certezas y muchas incertidumbres sobre sus posibles efectos en otros actores del espectáculo político (el dilema del prisionero en vivo y a todo color). En un contexto local donde la oposición dominada por Morena contrasta con las horas bajas del PAN, la fragmentación del PRI, la práctica inexistencia del PRD, y la emergencia simbólica de dos pequeños partidos políticos locales desde las elecciones intermedias del 2021 (“Futuro” y “Hagamos”), la fuerza del alfarismo sin MC como vehículo partidista enfrenta retos no menores para conservar su predominio estatal ejercido desde 2018. El oficio político de Alfaro, sus hechuras emocionales y racionales, está a prueba. Sus capacidades persuasivas, su liderazgo, su pasado político, su desempeño como gobernante, su retórica agresiva y frecuentemente bravucona, son las monedas que ha puesto en el centro del tablero del juego de la temporada. Es una decisión que desafía el grado de compromiso de sus seguidores y simpatizantes, y que puede acumular temores, expectativas y esperanzas entre nuevos políticos y viejos adversarios. Con todo, la decisión anuncia tiempos interesantes para la vida política jalisciense y quizá nacional, en la que el alfarismo ocupa un lugar destacado como oficialismo gobernante y como expresión de una extraña forma de hacer política en tiempos difíciles.

Tuesday, August 22, 2023

Sangre

Sangre Adrián Acosta Silva (Nexos, “Blog de la redacción”, 22/08/2023) El secuestro, desaparición y asesinato de cinco jóvenes en Lagos de Moreno, en Jalisco, es la fotografía, una más, que forma parte del largometraje protagonizado por varios actores y espectadores de los tiempos malditos mexicanos de los últimos años. No hay metáforas suficientes ni métricas adecuadas para apreciar la magnitud del desastre. Las cifras oficiales no explican mucho y menos consuelan: 6,549 personas desaparecidas y no localizadas en Jalisco registradas entre 2018 y 2023, casi 12 mil homicidios ocurridos en esos mismos años, cientos de heridos, multitud de casos sin denunciar. Cada asesinato cometido, cada desaparición no resuelta, cada caso no denunciado, ensanchan los bordes de un inmenso hoyo negro que arrastra emociones, vidas de amigos y familiares, un vacío social que debilita relaciones, destruye confianzas, alimenta venganzas, acumula odios y resentimientos. Son las estampas cotidianas de la sociología de la violencia mexicana de las últimas dos décadas Lo único que queda en el ambiente luego de los acontecimientos es el dolor y la sangre. La sangre derramada, esparcida, embarrada sobre el suelo, las paredes, la ropa, revuelta entre el polvo y las piedras de territorios infértiles. Manchas, charcos, gotas, rastros de sangre que colorean los mapas de la violencia homicida que se ha construido azarosamente entre balas, cuchillos, hachas y machetes en rancherías, pueblos, barrios y colonias de ciudades del todo el país. Desapariciones, asesinatos, extorsiones y secuestros cometidos diariamente en poblaciones indefensas, temerosas e inseguras, delitos concentrados entre gente vulnerable por la edad, las circunstancias, la necesidad o la ingenuidad. El color rojo oscuro de la sangre fresca, el color pálido, ocre, de la sangre seca. Ese líquido espeso que nutre el tejido vivo, que se vuelve inútil entre cadáveres abandonados y mutilados. El olor ácido, incómodo, inconfundible de una sustancia hecha de agua, sales, hierro, proteínas y potasio, plasma amarillento que es el sedimento del líquido vital, un río feroz de cinco litros que corre velozmente por capilares, venas y arterias, por todos los órganos de la anatomía humana, un caudal gobernado por los latidos de corazones hambrientos, desolados, relojes precisos de la existencia humana. Ese río de sangre extraviada de sus cuerpos, expulsado violentamente de sus cauces naturales por puños, balazos, palos y piedras, cuerpos torturados y desmembrados, quemados, enterrados, exhibidos grotescamente, colgados de puentes y postes. Bandas y tribus asesinas, depredadoras, crueles y sádicas, que se disputan territorios; pandillas de psiocópatas diurnos y ejércitos de la noche que patrullan calles, pueblos y ciudades en la búsqueda imparable de víctimas asustadas para que se conviertan con el tiempo en victimarios sin escrúpulos. Objeto precioso de escritores y poetas, material de metáforas y oximorones, símbolo de muertes y de vidas, de pasiones incendiarias, de inmolaciones brutales. La sangre derramada de García Lorca (Buscaba su hermoso cuerpo/y encontró su sangre abierta), la sangre, sudor y lágrimas del sacrificio al que convocaba Churchill enmedio de los bombardeos nazis, la fuente de sangre de Baudelaire (Me parece a veces que mi sangre corre a oleadas), la sangre devota de López Velarde, la malasangre de Rimbaud (¿Entre qué sangre caminar?). Material de ceremoniales antiguos, oro rojo de guerras y ejércitos, color de banderas y uniformes, letras escarlatas de canciones patrióticas. Tinta sangre del corazón de las canciones románticas de Julio Jaramillo, referencia de alguna vieja canción de amor de Bob Dylan -It´s Alright Ma, (I´m Only Bleeding)-, metáfora trivial de coctelería de cantina (Bloody Mary), símbolo inequívoco de heroísmos, matanzas, traiciones y asesinatos. La sangre como protagonista y registro de las miles de historias individuales y sociales que se acumulan todos los días en todos lados desde hace mucho tiempo. Los cinco jóvenes desaparecidos y asesinados en Lagos de Moreno son una nota más de nuestros espantos y asombros cotidianos. El símbolo cruel del horror, la angustia indescriptible, la desesperación de amigos y familiares de las víctimas, frente a la mirada pasmada de autoridades rebasadas por la violencia y la inseguridad de todos los días. El dolor, las lágrimas y el miedo como brújulas emocionales de los comportamientos sociales propios de nuestros indescifrables tiempos malditos. Son las visiones del abismo. “Vuestras ideas son terribles y vuestros corazones medrosos. Vuestra piedad, vuestra crueldad son absurdas, desprovistas de calma, por no decir irresistibles. Y al final os da miedo la sangre, cada vez más. La sangre y el tiempo”. Estas palabras de Paul Valèry aparecen como uno de los epígrafes que el recientemente fallecido escritor Cormac McCarthy colocó al inicio de Meridiano de sangre, acaso una de sus mejores novelas (1985). Es un largo relato de crueldades y matanzas ocurridas en la frontera entre México y los Estados Unidos a mediados del siglo XIX, cometidas por gente sin escrúpulos que gobierna un orden cuyos códigos son la pistola y el cuchillo, la amenaza y la violencia, en que los asesinatos se cometen a nombre de “un ingobernable dios excéntrico raptado de una raza de degenerados”. Esas prácticas han reaparecido con fuerza inaudita en los últimos años en toda la geografía del México contemporáneo a manos de individuos y grupos a los que no intimida ni el ejército, ni la guardia nacional, ni los policías estatales o municipales. Tampoco les atemorizan los castigos divinos ni sus infiernos, ni las cárceles ni la muerte. Representan la mancha extensa de la anomia social que se ha expandido entre los cálculos y riesgos de los negocios del narcotráfico, el secuestro y la extorsión, donde la leva de jóvenes, mujeres y adultos es la política criminal que nutre sus filas, para mantener y acrecentar su poder e influencia entre los caminos de tierra, pavimento y concreto hidraúlico que unen los mapas de territorios y poblaciones. El relato oficial de que se trata de pleitos entre criminales se ha vaciado de significado. Estamos frente a algo mucho más complejo y profundo de lo que indican las métricas de la violencia mexicana. El crimen se ha normalizado, naturalizado, internalizado, penetrado lentamente entre los huecos, grietas y entresijos económicos, culturales y políticos de la sociedad mexicana de los últimos años. Una sombra ominosa que deja un largo reguero de sangre, cádaveres y desapariciones, con personas que se aferran a la fe como única forma de tratar de comprender el horror y la desgracia. Veladoras y cirios, rezos e imploraciones, marchas e invocaciones desesperadas al cielo para tratar de entender lo que no tiene sentido, explicación ni justificación. Es la reaparición de las lamentaciones y reclamos del Job bíblico en los pueblos y ciudades de Los Altos de Jalisco en el siglo XXI.

Thursday, August 17, 2023

Rezago educativo

Diario de incertidumbres Rezago educativo: la norma y el hecho Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 17/08/2023) https://suplementocampus.com/rezago-educativo-la-norma-y-el-hecho/ Uno de los lastres de plomo del desarrollo mexicano tiene que ver con la persistencia del rezago educativo que caracteriza a millones de mexicanos. El rezago se define como un componente de las carencias sociales que padecen muchos sectores de la población, por lo cual se le suele identificar como un factor que incide en la explicación general sobre la pobreza en sus diferentes niveles y dimensiones. En términos conceptuales, el rezago educativo es una situación que existe “cuando no se garantiza la escolarización de los individuos en las edades típicas para asistir a los niveles educativos obligatorios vigentes”, según lo define el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política Social (Coneval). “Niveles obligatorios vigentes” significa el mínimo normativo que marca el artículo tercero constitucional, que desde 2012 incorporó a la educación media superior como parte de los mínimos educativos obligatorios que el Estado debe garantizar a su población. Esto significa que para los nacidos a partir de ese año, la preparatoria o algunos de sus equivalentes debe ser el mínimo educativo básico de su formación escolar, lo que podrá medirse con claridad hacia el año 2030, cuando los jóvenes de esa generación y posteriores hayan cumplido los 18 años de edad. Los que no lo tengan los doce años obligatorios de escolaridad que marca la constitución, serán parte de los millones de mexicanos que forman parte de ese universo estadístico y social llamado rezago educativo. Según el informe sobre medición de la pobreza publicado la semana pasada por el Coneval, la tasa de rezago educativo se incrementó ligeramente entre los años 2016 y 2022, al pasar del 18.5 al 19.4% de la población total. Esta disminución obedece, probablemente, a la crisis pandémica experimentada entre 2020 y 2022, en la cual se presentaron altos índices de no inscripción y abandono escolar. Esto significa que pasamos de 22.3 millones de personas a 25.1 millones en situación de rezago en estos seis años, o sea que hoy 1 de cada 5 mexicanos se caracteriza por un déficit de escolarización que los coloca en desventaja relativa frente a la mayoría. Es la expresión estadística de la pobreza educativa que nos acompaña desde hace décadas, pero que esconde millones de trayectorias vitales que construyen estrategias muy diversas para sobrevivir en una economía y una sociedad marcada por la desigualdad, la exclusión y la falta de oportunidades laborales estables y bien remuneradas para los individuos con bajas escolaridades. El informe 2023 contiene datos interesantes al respecto. Según sus estimaciones, la población de 16 años o más nacidas entre 1982 y 1997 sin secundaria completa es del 16.6%. La población de 22 años o más nacida a partir de 1998 sin educación media superior asciende al 36.7%. Mientras que la población de 16 años o más nacidas antes de 1982 sin primaria completa representa el 23.7% del total correspondiente. En un contexto donde la población de 15 años y más tienen un promedio general de escolaridad de 9.7 años (según datos del censo 2020), se endurece la brecha entre lo que marca la norma y lo que muestran los hechos. Si se observa el ritmo de crecimiento de la escolaridad observado en los últimos cuarenta años, sabemos que se aumenta en 1 grado escolar cada década, lo que implica que los 12 años de escolaridad obligatoria que marca hoy la norma constitucional, se alcanzarán, si todo va más o menos bien, hacia el año de 2040. ¿Qué se ha hecho al respecto? Desde finales de los años setenta, el rezago fue considerado como un problema de política pública, y se crearon programas e instituciones dedicadas a combatirlo. Ello explica la creación de organismos como el Instituto Nacional de Educación para Adultos (INEA) en 1981, una instancia federal diseñada justamente para abatir el rezago focalizando a la población con déficits de escolarización obligatoria de 15 años o más. A más de cuatro décadas de su origen, la combinación de la paulatina universalización de la educación básica (primaria y secundaria), junto con el trabajo del INEA, permitió disminuir significativamente el índice del rezago del 87.1% en 1970, al 66.2% en 1980, al 51.8% en el 2000, al 41% en 2010, y al 19.4% en el 2022. Es, sin duda, un logro importante de la combinación positiva de la política social y la política educativa, pero es aún insuficiente para más de 25 millones de personas. El rezago educativo forma parte de las herencias del pasado reciente pero también de los desafíos de cualquier futuro posible. Definido como carencia, significa la disminución de las oportunidades laborales y vitales de los individuos para activar procesos de movilidad social y la mejora de sus condiciones de vida. La tesis de que a una mayor escolaridad corresponde la obtención de mejores empleos, está lógicamente asociada al hecho de que a una mayor vulnerabilidad educativa (déficit de escolarización), corresponde una mayor vulnerabilidad laboral (precarización del empleo). En estas circunstancias, el rezago permanece como un hecho social que contradice la norma constitucional. Y son los jóvenes ubicados en la franja de los 18 a los 29 años los que padecen en buena medida los efectos del rezago en sus trayectorias vitales y en sus perspectivas de futuro. Son los habitantes locales de nuestra peculiar forma de “modernidad líquida”, a la que se refería el sociólogo Zygmunt Bauman. Esta situación explica la dramática observación que Bauman hizo en 2013 respecto de los jóvenes europeos de comienzos del siglo XXI: “Esta es la primera generación de posguerra que se enfrenta a la perspectiva de una movilidad descendente…Y nada los ha preparado para la llegada de un nuevo mundo duro, inhóspito y poco acogedor, en el que las recalificaciones van a la baja, los méritos conseguidos se devalúan y las puertas se cierran. Nada los ha preparado para los trabajos volátiles y el desempleo persistente, la transitoriedad de las perspectivas y la perdurabilidad de los fracasos”.

Thursday, August 03, 2023

Oppenheimer: ciencia y poder

Diario de incertidumbres Oppenheimer: una historia de ciencia y poder Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 03/08/2023) https://suplementocampus.com/oppenheimer-una-historia-de-ciencia-y-poder/ Todo ha cambiado, cambió por completo; una belleza terrible ha nacido W.B. Yeats, Pascua 1916 Las relaciones entre el mundo académico y la vida política en tiempos de guerra o de paz siempre han sido díficiles. Pero la imagen de la ciencia como una actividad apacible, alejada de los conflictos mundanos y las presiones propias de las decisiones políticas, suele desvanecerse en contextos bélicos donde el conocimiento se vuelve parte del arsenal de guerra de gobiernos y militares. Una larga historia registra los dilemas éticos y políticos que enfrentan los científicos cuando sus hallazgos y descubrimientos se usan o se pueden utilizar como instrumentos de guerrra. Oppenheimer, la película dirigida por Christopher Nolan (2023), es un retrato dramático sobre el complejo de relaciones entre la academia, la política y la milicia. Situada en el contexto de la segunda guerra mundial, la cinta narra la historia del “Proyecto Manhattan” desarrollado entre 1942 y 1947, codirigido por el general Leslie Groves y el físico teórico Robert Oppenheimer al frente de un grupo compacto de científicos norteamericanos y europeos, que culminó con la invención de la bomba atómica y su aplicación militar en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1946. Científicos, políticos y militares protagonizan una historia de conflictos y dilemas, de confusión moral, incertidumbre política y racionalidades enfrentadas. Es una colección de estampas que transcurre entre los pasillos y aulas de universidades e institutos de investigación de Princeton y de Berkeley, del Caltech, de Leiden, Cambridge y Gotinga, en las cuales los humos y estallidos de la guerra mundial se filtran entre los altos muros y jardines verdísimos de los campus universitarios. La atmósfera de la vida académica cambia veloz y dramáticamente en un entorno de preocupaciones vitales marcado por decisiones díficiles. Oppenheimer y muchos de sus colegas (químicos, ingenieros, físicos, matemáticos) toman posiciones políticas y se involucran en acciones a favor de los republicanos españoles y en contra del nazismo, pero también luchan por la formación de un sindicato de académicos cercano políticamente a la formación del partido comunista de los Estados Unidos. Esa historia marca el ritmo de la larga película de Nolan, en la cual desfilan personajes como Albert Einstein y Niels Bohr, los presidentes Truman y Roosevelt, almirantes inescrupulosos como Strauss y generales pura sangre castrense como Groves. Al centro de todos ellos se sitúa la vida de cientifico de Oppenheimer, un personaje complejo que se involucra no sólo en sus indagaciones de física teórica sino también en el activismo político, mientras comparte con sus colegas y estudiantes sus descubrimientos, conjeturas e hipótesis sobre la física cuántica. Entre aulas, laboratorios y oficinas militares, la vida del científico es sacudida por la violencia de la guerra y las presiones políticas, los chantajes emocionales y las dudas racionales. El caudaloso río de los acontecimientos coyunturales arrastra a los protagonistas hacia las aguas lodosas de la incertidumbre sobre los posibles desenlaces de la segunda guerra mundial. Los Álamos, en Nuevo México, es el epicentro del proyecto, un pueblo ficticio, el sitio de pruebas y laboratorio militar del proyecto Manhattan. En ese lugar se condensan las relaciones entre espionaje y libertad académica, entre el poder del dinero y el poder de la ciencia, entre la eficiencia militar y el rigor científico. Acosados por las urgencias del tiempo político gobernado por los relojes y calendarios de la guerra, el grupo de científicos trabaja a marchas forzadas para satisfacer los intereses bélicos de los aliados, mientras que las sombras de la guerra fría y del macartismo estadounidense se ciernen sobre la complicada vida de Oppenheimer y su equipo, afectando irreparablemente sus existencias públicas y privadas. Egoísmos, rencores, luchas por reputación y prestigio entre los científicos, hogueras de vanidades entre políticos y militares, intrigas políticas, pequeñas mezquindades, ingenuidad y convicción, son parte de las razones y las pasiones que emergen a lo largo de los lenguajes del poder que encubren intereses que tienen el peso del plomo. A casi ocho décadas de esos acontecimientos, es posible advertir las huellas que dejó esa historia en las relaciones entre las universidades, los gobiernos y los militares. Son huelllas encapsuladas entre el oropel de los homenajes, rituales y ceremonias universitarias y los cálculos de los presupuestos públicos y privados, entre las urgencias del tiempo político y las necesidades del tiempo académico. Pero también quedan en el fondo de esas aguas revueltas las estelas profundas de tensiones persistentes entre las libertades académicas y las prioridades de gobiernos y empresas, donde la ciencia se puede convertir en un arma, una pasión intelectual, o una mercancía. Oppenheimer es por supuesto una película que admite múltiples lecturas. Y una de ellas es la lectura política de las complejas relaciones entre la ciencia, el poder y la guerra. Desde esa perspectiva, la cinta de Nolan representa las tensiones que habitan las zonas grises de los espacios que conectan las libertades de investigación con los intereses gubernamentales, los dilemas entre el político y el científico, la dinámica de lógicas difusas encarnadas por actores concretos que habitan campos de acción y estilos de vida distintos y distantes. Es una historia sin moralina ni sermones de ningún tipo. Un relato cinematográfico del poder social de la ciencia y sus aplicaciones, de consecuencias deliberadas y efectos perversos, protagonizada por fantasmas, racionalidades y comportamientos gobernados por una lógica política metálica, propia de tiempos malditos, donde “nubes hambrientas pesan sobre las profundidades”, como escribió William Blake en El matrimonio del cielo y el infierno.