Thursday, December 09, 2021

Educar en tiempos malditos

Estación de paso La educación en tiempos malditos Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 09/12/2021) La educación mexicana es uno de los territorios sociales más golpeados por la crisis pandémica y económica de los dos últimos ciclos escolares (2019-2020, y 2020-2021). La suspensión de clases fue una medida de emergencia, de salud pública, que significó un escenario inédito para el sistema educativo: cierre total de escuelas, transición súbita desde las tradiciones presenciales hacia la virtualización educativa, cambios rápidos en las rutinas, hábitos y prácticas escolares. Las tradicionales brechas sociales de la desigualdad educativa se combinaron con las fracturas y brechas tecnológicas, en la que millones de estudiantes encerrados en sus casas experimentaron el impacto de la crisis con carencias pedagógicas, de conectividad y de comprensión en los procesos de enseñanza y aprendizaje. La experiencia de la crisis obligó a autoridades y ciudadanos a adaptarse, o resignarse, a un tiempo gobernado por riesgos e incertidumbres. En esas condiciones, la educación ha enfrentado dilemas y vacíos propios de la gestión de la crisis, que se combinan con la persistencia de déficits institucionales e insuficiencias acumuladas a lo largo de los últimos años. Los actores, procesos y recursos que configuran el sistema educativo han sido marcados por las decisiones públicas tomadas en los años de la pandemia. El futuro estará marcado por las herencias del pasado reciente, que siempre es, como decía Alfonso Reyes, “el enemigo”. Bajo estas consideraciones un grupo de investigadores en cuestiones educativas fue convocado a finales de la primavera de este año por el Centro de Estudios Estratégicos para el Desarrollo de la Universidad de Guadalajara para examinar no sólo el tamaño del impacto de la crisis sobre la educación, sino también para pensar en el futuro educativo mexicano. Fue así como Gilberto Guevara Niebla y quien estos escribe convocamos a 12 autores para explorar algunas de las dimensiones estratégicas de los impactos profundos de la gestión de la crisis en el sistema educativo, bajo la premisa de que la crisis educativa ya existía antes de la pandemia, pero que la gestión de dicha crisis le ha correspondido inevitablemente al actual gobierno federal. Gestionar crisis nunca ha sido un asunto fácil. Se ponen en juego instrumentos políticos y de políticas públicas pero también creencias, prejuicios y cálculos de quienes toman las decisiones. Gestionar crisis significa gestionar riesgos en contextos de alta incertidumbre y múltiples limitaciones de información y conocimiento. Esta fue la segunda premisa general de la convocatoria a los autores reunidos en el libro Educación: estrategias para la recuperación (EDUG, 2021). Bajo estas premisas, los colaboradores invitados examinaron 11 temas específicos, que van desde imaginar posibles escenarios futuros de la educación (Carlos Ornelas), hasta las implicaciones de la crisis en las relaciones entre educación y trabajo (Maria de Ibarrola), o el carácter al parecer irreversible de la educación híbrida (presencial/vitual) en los procesos de enseñanza-aprendizaje (Claudio Rama). Pero en el texto también se abordan los problemas de los distintos niveles y espacios educativos, desde la educación básica y media superior hasta la educación superior. Guevara Niebla plantea la confluencia de tres crisis en el contexto actual (la histórica, la pandémica y la del gobierno educativo), Héctor Franco examina los problemas del subsistema de formación de maestros, mientras que el exsecretario de educación estatal y profesor de banquillo Héctor Jiménez narra los problemas de liderazgo educativo en las escuelas primaria y secundarias del país. Por su parte, Juan Fidel Zorrilla examina los problemas de equidad y cobertura del nivel medio superior del sistema, y quien esto escribe explora los problemas del orden sin sistema que caracteriza a la educación superior, a pesar de los enunciados de gratuidad y obligatoriedad que dieron origen a la formulación de la Ley General de Educación Superior aprobada en mayo de este año. En el libro también se encuentran tres capítulos clave para comprender el presente y el futuro educativo mexicano. Uno tiene que ver con las perspectivas de la evaluación educativa en el contexto del COVID-19 (Eduardo Backhoff), otro sobre la caída dramática del presupuesto educativo en el contexto de recesión económica y desconexión educativa (Marco Antonio Fernández y Laura Noemí Herrera), y un análisis sobre las relaciones entre los resultados de la investigación educativa y las decisiones de política pública en este campo (Germán Álvarez Mendiola). Vistos en su conjunto, los trabajos reunidos en esta obra permiten obtener un buen mapa contemporáneo de los problemas, dilemas y desafíos de la educación mexicana en la era de la pandemia. Pero también permite pensar desde distintas perspectivas y profundidades los posibles futuros del sistema educativo a partir de algunas hipótesis, enunciados y propuestas de acción pública. Se trata no sólo de un libro de críticas fundadas en evidencia a la gestión gubernamental de la crisis educativa, sino de un esfuerzo por identificar y pensar de otra manera las huellas de los “tiempos malditos” en el futuro del sector, esos tiempos a los que se refería el escritor californiano Jack London cuando los hombres enfrentan circunstancias adversas.

Tuesday, November 30, 2021

Crónicas de música y política

Crónicas de música y política Adrián Acosta Silva (Nexos, Blog de música, 29/11/2021) A primera vista, quizá no existan dos actividades tan distantes como las del político y la del músico. Casi por (auto) definición, un político es lo opuesto a un músico, y la mayor parte de los músicos se declaran apolíticos. Siendo más oficios que profesiones, ambas actividades miran en direcciones distintas. Una tiene que ver con el poder, con sus relaciones y reglas, con la vida partidista, de grupos y tribus, con aprendizajes rápidos y decepciones lentas, con la gestión de la frustración, con la búsqueda de un puñado de ideales articulados a un par de proyectos más o menos coherentes, concentrados en la negociación rutinaria de intereses, pasiones y conflictos. La otra se asocia a la exploración de sonidos y letras, al ejercicio de la curiosidad, la imaginación y la inspiración necesarias para traducir realidades múltiples en canciones gobernadas por la compleja geografía de los sentimientos, expresadas por manos ágiles, partituras inteligentes y voces más o menos afortunadas. Ninguna universidad ofrece programas de formación de políticos exitosos (aunque hay miles de cursos, cursillos, talleres, conferencias, consultores que se promueven por todos lados al respecto), y tampoco nunguna escuela de música garantiza la formación de cantantes, ejecutores o compositores que alcancen la fama, la fortuna y el éxito en sus trayectorias. La política y la música son guiadas por una mezcla imprecisa de talento y oficio, de fortuna y virtud, aunque en ocasiones la educación ayuda a mejorar esas cualidades. La música preferida del político es el poder, su capacidad de representación y negociación de intereses propios y ajenos. La política del músico es alcanzar influencia en las sensibilidades de otros, su capacidad para trasmitir emociones e imágenes. Una se mide con votos y puestos. La otra, con discos y conciertos. Ambas se unen con el discreto encanto del dinero. Hay políticos a los que les gustaría ser músicos, y músicos a los que les seduce ser políticos. Es díficil identificar conexiones entre ambos mundos que vayan más allá de la cursilería, los elogios mutuos, los clichés y el rosario de los lugares comunes. Y sin embargo, esos enlaces a veces suceden. Tal es el caso de Renegados. Born in the USA (Debate, México, 2021). Un expresidente popular (Barack Obama) y un músico famoso (Bruce Springsteen) se reunieron a conversar durante el verano del 2020 en torno a temas de interés común, dictados por la intución, la experiencia y la incertidumbre ocasionada por la pandemia. Originalmente producido como un podcast, ese ejercicio mezcla los componentes propios de dos amigos que conversan frente a una taza de café un lunes por la mañana o unas cervezas frías algún viernes por la tarde. Es un muestrario de anécdotas, impresiones y recuerdos, un laberinto memorístico marcado por acontecimientos colectivos, historias familiares y trayectorias personales. No se trata solamente de una conversación entre amigos que se admiran mutuamente -alguna vez escribió Paul Auster que una amistad sólida sólo es posible entre dos personas que se admiran-, sino también de la reconstrucción subjetiva, inevitablemente arbitraria y azarosa, sin pretensiones, de una época y un contexto que comparten con algunos o millones de sus respectivos seguidores y detractores. Los orígenes de los dos personajes son muy distintos. Uno nación en Honolulú en 1961, el otro en Nueva Jersey en 1949. Obama tiene hoy 60 años y Springsteen 72. Uno es negro, de una familia biracial; el otro, blanco, de una familia de clase obrera. Uno estudió una licenciatura en la Universidad de Chicago, luego un posgrado en Harvard y fue profesor de leyes en la Universidad de Chicago. El otro, obtuvo el grado de bachelor en la Freedhold High School de Nueva Jersey, abandonó los estudios y a los veinte años de edad se dedicó a tocar con una banda de amigos de su barrio natal (E Street Band). Pero la diferencia de edades y escolaridades no explica el misterio de afinidades electivas comunes, y muchas de ellas se forjaron con los ritmos y sonoridades de la música de fondo que acompaña sus trayectorias vitales. Con Obama en la presidencia, se organizaron una serie de actuaciones en la Casa Blanca dirigidas a reconocer el cáracter multicultural de la sociedad americana: música popular, poesía, música y spoken word, música latina, música clásica, el sonido motown, música country, soul y blues. Por ahí actuaron en 2009 Tony Bennett y Stevie Wonder, Esperanza Spalding y Los Lobos; en 2010 la violoncelista Alisa Weilerstein y la activista Joan Baez, Bob Dylan y Smokey Robinson; en 2011 Kris Kristofferson y Alison Krauss; en 2012, Mick Jagger y Jeff Beck, Diana Krall y Burt Bacharach; en 2014 Mavis Staples y Aretha Franklin, y el propio Springsteen, en 2015. Este, por su parte, montó en 2017 una obra de teatro autobiográfica (Springsteen on Broadway), lanzó en los últimos años un par de discos de buena factura: Western Stars (2019) y Letter to You (2020), y apoyó con entusiasmo la campaña del candidato demócrata Joe Biden a la presidencia. El libro reproduce el tono coloquial de una larga charla entre amigos. Como tal, hay divagaciones y afirmaciones difusas, momentos aburridos, apuntes impresionistas, revelaciones emocionales y convicciones políticas o estéticas. Las 316 páginas del texto navegan con frases de diferentes intensidades y profundidades, que van del testimonio personal a la entrevista mutua. Recuerdos firmes, convicciones poderosas e incertidumbres compartidas imprimen diversas tonalidades a la charla, que en ocasiones sólo son comprensibles o interesantes para sus protagonistas. El humor, los sarcasmos e ironías, las coincidencias, las preocupaciones, los elogios a la lealtad, la responsabilidad y el compromiso social de la política o de la música, configuran las coordenadas morales que gobiernan la conversación entre el político demócrata y el músico de rock. El largo conversatorio entre Obama (BO) y Springsteen (BS) ofrece algunas viñetas interesantes sobre algunos temas. Éstas son algunas de ellas: Sobre la apropiación cultural BO: Todo eso de la apropiación cultural…La verdad es que no soy muy partidario de definir estrictamente quién puede hacer qué. BS: Estoy de acuerdo BO: Creo que todos hemos robado algo BS: Todo el mundo, en todos lados. Música y política BS: Con Born in the USA (1984) fue cuando supimos que era lo que teníamos que hacer, como banda, un poco como unidad social y también como unidad de entretenimiento, y cómo íbamos a fundir esas tres cosas. BO: Ser testigo de ese espíritu me hizo pensar: “Estaría bien que los políticos se comportasen así, como unos tipos que están tocando una buena canción”. Trabajar y bailar BS: Quiero transmitir una alegría salvaje y un hambre voraz por la vida. El sueño americano (otra vez) BO: ¿Qué hacía falta para restaurar la fe en la promesa de Estados Unidos? ¿Cómo contar un nuevo relato sobre el país que nos una, que sea fiel a nuestros ideales más elevados y almismo tiempo muestre con sinceridad los aspectos en que nos hemos quedado cortos? BS: En Estados Unidos, noventa y nueve céntimos no van a llevarte adonde quieres ir. Necesitas el dólar completo, amigo mío. BO: Lo que quiero hacer ahora es contar una historia que se contraponga a la historia que dice que el sueño americano lo define el hecho de acabar en lo más alto de una pirámide que cada día es más empinada o de que cuanta más gente haya debajo de ti, mejor. Las viñetas se acompañan de imágenes, fantasmas y apariciones que habitan los largos intercambios contenidos en el libro. Es posible que sean solo del interés de los seguidores de Obama y del Jefe Springsteen, pero quizá también llame la atención de quienes se interesan en comprender los extraños lazos que unen a las personas a través de los complicados caminos que conectan la cultura y la política. Es un texto de palabras y fotografías, de discursos políticos y canciones de letras de rock. Pero también es una biografía a dos voces, con el sonido de fondo de una música que influyó poderosamente en la educación sentimental de varias generaciones. Tal vez esas marcas culturales explican los estilos políticos y estéticos de los conversadores. Las elegantes y prudentes reacciones de Obama frente a los continuos ataques del trumpismo, forman parte del lado luminoso de la corrección política, orientada por la cortesía y la claridad como armas contra el insulto y el racismo. Por su parte, hace unos meses unos policías locales detuvieron a Springsteen por beber unos tequilas a bordo de su auto en un parque público de Nueva Jersey. Pagó su multa y se disculpó. Las actitudes y los comportamientos del expresidente y del rockero son muestras de que las brújulas morales son la clave de la política democrática y la música popular. Señales de que, a pesar de la turbulencia de los tiempos, representan las raíces profundas de la ética de la responsabilidad en una era de oscuridad y confusión política.

Thursday, November 25, 2021

Libros, escritorios, relojes

Estación de paso Libros, escritorios y relojes de arena Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 25/11/2021) https://suplementocampus.com/libros-escritorios-y-relojes-de-arena/ Los monasterios medievales han sido objeto frecuente de la historia, la ficción y la literatura (El nombre de la rosa, por ejemplo, de Umberto Eco). Sitios donde los límites entre lo espiritual y lo mundano eran difusos, en los monasterios se forjaron prácticas que luego se transmitirían a otros ámbitos de las esferas públicas y privadas de las sociedades europeas, como es el caso de las universidades. La organización de espacios y temporalidades, figuras de autoridad y rutinas, son parte de las herencias monacales a las universidades modernas. Hace unos días, el historiador y periodista catalán Josep Tomàs Cabot publicó en el diario La Vanguardia de Barcelona (11/11/2021) un artículo al respecto (“De la celda al scriptorium: la vida en un monasterio medieval”). El tema es atractivo no sólo para historiadores interesados en el papel de las iglesias, conventos y monasterios en las sociedades medievales europeas, sino también para quienes desde otras disciplinas analizan el papel de esos espacios en las relaciones de poder de las comunidades religiosas en el contexto más amplio de la construcción del orden social medieval entre distintos territorios y poblaciones. Es sabido que durante esa época los monasterios fueron piezas claves del orden político-social. Ligados al dominio de la iglesia católica, eran construcciones generalmente adyacentes a las grandes iglesias de las distintas regiones, en las cuales vivían de manera permanente religiosos que ejercían diversas funciones y realizaban múltiples tareas cotidianas. Los más jóvenes eran estudiantes que aspiraban a convertirse en clérigos y monjes, cuya formación escolástica descansaba en dos procesos: el aprendizaje del trivium (gramática, retórica y dialéctica) y del quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía). La organización del espacio y el tiempo era fuertemente regulada. Las celdas eran confinamientos solitarios, dedicados al descanso, la reflexión y el aislamiento individual, mientras que los espacios comunes se utilizaban para celebrar rituales, comer o trabajar. La vida interior descansaba en el principio “Ora et Labora” (Reza y trabaja), una norma interna utilizada desde el siglo IV en monasterios italianos, que significaba que las actividades de los monjes debían conjugar permanentemente la oración con el trabajo. Para ello, los relojes de arena jugaban un papel central en los espacios monacales. El horario de los monasterios se organizaba en 8 partes, denominadas “horas canónicas” comenzando con el amanecer (“Laudes”), prosiguiendo en periodos de tiempo de dos o tres horas cada uno (“prima”, “tercia”, “sexta”, “nona”, “vísperas”) y cerrando con el anochecer (“completas”). Los monasterios eran los más grandes depósitos europeos de libros clásicos entre los siglos VII y XVII. Ahí se resguardaban los textos fundacionales de la iglesia y de la grecia antigua, pero también se copiaban o se traducían del árabe al latín libros extraídos de las grandes bibliotecas de Persia, Egipto o Mesopotamia. Los libros se guardaban en grandes “armarios” (los libros como armas de la fe), y constituían el universo de la época, como se refiere Borges en La Biblioteca de Babel a esos amplios espacios organizados en anaqueles, galerías hexagonales y gabinetes. En esas bibliotecas medievales se encuentra una de las claves del prolongado poder social y político de la iglesia católica. La lectura y la escritura eran habilidades escasas en una sociedad de analfabetos, una característica que incluía tanto a las elites como a los pueblos, y esas habilidades formaban el núcleo del poder simbólico y práctico de los monasterios. El escritorio no era sólo un mueble sino un espacio fundamental de los claustros monacales. Ahí, los monjes leían durante largas horas sus códices y copiaban sus manuscritos. Por ello, los copistas eran altamente valorados en los monasterios. Su lugar de trabajo era el scriptorium, donde se colocaban cálamos (cañas huecas), pinceles, plumas de ave y tintas de diferentes colores. Esas eran sus herramientas básicas, con las cuales elaboraban libros, documentos oficiales y pergaminos solicitados por autoridades eclesiásticas o monárquicas. Requería dedicar mucha atención, tiempo y paciencia a la escritura de textos bíblicos, edictos y proclamas. La recompensa que recibían los copistas era el perdón por sus pecados. “La leyenda indica” -escribe Tomàs Cabot- “que por cada letra realizada se perdonaba un pecado”. Esa labor era minuciosamente supervisada por los monjes superiores, cuidando que las letras estuvieran “inspiradas por el espíritu divino” y no por “el demonio del orgullo”, como apunta Umberto Eco en su libro póstumo La memoria vegetal (Lumen, 2021). La combinación de bibliotecas, escritorios y relojes de arena configuraba los espacios adecuados para las prácticas que los monjes escribanos desarrollaban bajo las reglas de la fe y del trabajo. Esa disciplina fue transmitida a las primeras universidades europeas a partir del siglo XI, cuando las comunidades de estudiantes y profesores que eran las corporaciones o gremios escolares, formaron universidades como la de Bolonia, la primera en denominarse como tal en 1088. Los espacios físicos de las incipientes universidades fueron los monasterios, y las bibliotecas, el scriptorium, la cátedra (asiento elevado ubicado en el púlpito),o el seminarius, que se constituyeron como los símbolos principales del poder, del estudio y el trabajo en pueblos y ciudades europeas. De esas pìezas está hecha parte de la historia de las universidades modernas. Tiempo, libros y escritura conforman los dispositivos que hasta el siglo XVII eran gobernados por la fe, el temor a dios y la búsqueda de la salvación, una forma de racionalidad mística construida bajo el eterno sentimiento de culpa de los consagrados a la difusión de la religión católica en el mundo. La ilustración y el siglo de las luces imprimieron otro sentido a esas prácticas, orientadas ahora por una racionalidad gobernada por la experimentación, el escepticismo y la curiosidad intelectual, desarrolladas en un contexto de creciente autonomía institucional de las universidades. Las aguas profundas de la reflexión y la búsqueda del conocimiento condujeron a nuevos hallazgos y dudas, dirigidas hacia la construcción de pequeñas “islas del saber” situadas entre nuestros grandes “océanos de ignorancia”, como lo describió algun vez Norbert Elias.

Thursday, November 11, 2021

El futuro de la autonomía universitaria

Estación de paso El futuro de la autonomía Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 11/11/2021) https://suplementocampus.com/el-futuro-de-la-autonomia/ La autonomía universitaria es una idea, pero también un conjunto de prácticas que han coexistido permanentemente entre presiones externas y tensiones internas. La idea moderna consiste en que la autonomía es un supuesto básico (un derecho) para que las universidades puedan auto-organizarse y auto-gobernarse para fortalecer las libertades de cátedra e investigación como ejes del sentido institucional de la universidad pública contemporánea. Es autónoma respecto del Estado y del mercado, de las fuerzas que desean someter a la universidad a un proyecto o a un conjunto de intereses o dogmas que se consideran de un orden superior o prioritario. La larga historia de subordinación de las universidades medievales y coloniales bajo el dominio de la iglesia católica está detrás de la idea moderna, liberal, de la autonomía. La autonomía contemporánea descansa en la reflexión solitaria y el debate público, en la organización de dudas y la formulación de ideas más o menos novedosas. Es por eso que el principio maestro de la autonomía universitaria es la autonomía intelectual, el ejercicio del pensamiento libre, la crítica, la experimentación y el escepticismo. En los cubículos, aulas, laboratorios y auditorios, a través de redes y comunidades disciplinarias, coloquios, congresos o seminarios, estudiantes y profesores configuran espacios de diálogo y deliberación que acompañan o preceden innovaciones, cambios o aportaciones a la formación profesional, a la investigación científica o la vinculación institucional. Ese es el largo camino que la autonomía universitaria ha pavimentado lenta y conflictivamente en los últimos cien años. Sin embargo, un nuevo ciclo de tensiones entre el gobierno y la autonomía universitaria parece confirmarse en los últimos años. Desde la presidencia de la república hasta gobiernos estatales, desde el congreso de la unión hasta los partidos políticos, se han estimulado conflictos en torno al significado y los límites de la autonomía universitaria. Como ha ocurrido antes en otros contextos, la idea misma de la autonomía es cuestionada desde diversos frentes y por diferentes actores. En la experiencia mexicana, la resolución jurídica de esa idea quedó plasmada claramente en el texto del artículo tercero constitucional con la reforma de 1978, en la que se definió a la autonomía como un derecho, como una garantía a las universidades públicas tutelada por el Estado. Frente a la turbulencia de la coyuntura, las universidades han comenzado a movilizarse contra los cuestionamientos y descalificaciones del oficialismo y sus aliados. Esta coyuntura marca los perfiles del futuro de la autonomía universitaria. La agenda en construcción tiene que ver con las tensiones permanentes que habitan las relaciones entre las universidades y sus entornos: financiamiento público, libertad académica, compromiso social, responsabilidad pública, auto-gobierno institucional. Esa agenda marca en gran medida los posibles futuros de la universidad pública mexicana. Factores demográficos, políticos, económicos y tecnológicos constituyen las variables de contexto que marcarán la intensidad de los temas de la agenda. Un crecimiento constante de la demanda por educación superior, el mejoramiento relativo de la tasa de cobertura, la multiplicación de ofertas públicas y privadas de educación superior, configuran fuerzas que relocalizarán el papel y la pertinencia de las universidades públicas del país. Un crecimiento económico errático, de bajo desempeño, incrementará las desigualdades sociales y confirmarán el carácter mesocrático de las universidades publicas, sometiendo a un esquema de financiamiento federal crónicamente deficitario a estas organizaciones. Un mayor intervencionismo gubernamental orientado hacia el control del desempeño obligará a las instituciones a desarrollar estrategias de defensa y negociación de sus autonomías. La digitalización y la inteligencia artificial marcarán cambios en los procesos de formación profesional y el desarrollo de las actividades de investigación en las diversas disciplinas y áreas del conocimiento que se cultivan en las universidades, o presionarán hacia la exploración de nuevos campos científicos y profesionales. El escenario futuro de las universidades será una combinación compleja entre la prolongación de tendencias que ya existen y la aparición de nuevos fenómenos que presionarán por un ajuste al significado y las prácticas de la autonomía. El incremento de una lógica neo-utilitarista sobre la universidad dominará las políticas públicas, y se combinará con las exigencias sobre transparencia, rendición de cuentas, compromiso y responsabilidad social de las universidades. La demanda por educación y aprendizajes a lo largo de la vida, obligarán a las universidades a formular esquemas mucho más flexibles y abiertos para incorporar nuevas poblaciones de ciudadanos (de mayor edad y experiencias) a las aulas presenciales y virtuales universitarias. Los modelos de formación dual con empresas públicas y privadas, el desarrollo de patentes y prototipos, la asociación con organizaciones locales, nacionales o internacionales para el desarrollo e instrumentación de proyectos culturales, serán parte de los nuevos esquemas de vinculación con los entornos sociales. En este escenario, el cogobierno universitario se modificará sustancialmente. Los órganos colegiados tradicionales (consejos universitarios, colegios académicos, juntas de gobierno) modificarán su composición y funciones, incorporando actores universitarios y no universitarios. Las decisiones académicas y de gobierno dejarán de ser competencia exclusiva de estudiantes, profesores y directivos, para considerar también las voces de gobiernos, empresarios y liderazgos sociales, políticos y culturales. Un nuevo ciclo de tensiones será procesado bajo nuevas reglas y estructuras del poder universitario. Estos pueden ser los rasgos básicos de un futuro utópico o distópico de la autonomía universitaria. La temporalidad de este imaginario escenario futuro se construye desde ahora y es fruto del pasado reciente, y podría alcanzarse en los próximos diez o veinte años, digamos, hacia el 2030 o el 2040. Como toda visión prospectiva, los escenarios son gobernados por hipótesis surgidas del cálculo y la imaginación, que se alimentan del pesimismo o del optimismo, esos estados de ánimo tan frecuentes cuando se piensa en lo que puede ocurrir en el futuro. No son profecías catastróficas ni pronósticos luminosos. No obstante, pueden ayudar a orientar la reflexión y el debate sobre lo que las comunidades intelectuales y políticas pueden o deben hacer para construir un nuevo significado de la autonomía universitaria para el siglo XXI en entornos dominados desde hace tiempo por la incertidumbre.

Thursday, November 04, 2021

Educación y alcohol

Estación de paso Profesores: palabras, música y alcohol Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 04/11/2021) https://suplementocampus.com/profesores-palabras-musica-y-alcohol/ La escuela -desde la primaria hasta la universidad- es un espacio de experiencias múltiples. Además de sus tradicionales funciones formativas centradas en el desarrollo de conocimientos, aprendizajes y habilidades, también es un espacio de educación sentimental, moral y cultural en un sentido amplio. Las experiencias compartidas, asociadas a los intercambios cotidianos con compañeros, profesores y autoridades de los planteles, proporcionan a los estudiantes códigos de comportamiento útiles para la vida social, desarrollan con el tiempo lazos de confianza y formas de gestionar conflictos y tensiones, les permiten expresar y explorar sus dudas, creencias e incertidumbres, pero también surgen certezas instantáneas y, a veces, se cultivan amistades perdurables. Pero la experiencia escolar suele ser distinta para los diferentes actores que participan cotidianamente en los procesos educativos. Estudiantes, profesores y directivos experimentan de manera diferente las tensiones, las rutinas y los logros esperados o espontáneos de la educación escolarizada. Pero es el profesorado el que constituye el sector que mayor desgaste sufre a lo largo de las pequeñas y grandes historias escolares de cada plantel. Forman la parte constante, fija, de la escuela, distinta a la ronda de las generaciones que entran y salen cada año de los centros escolares. Las complicadas trayectorias vitales que representan un o una profesora, configuran relatos complejos que acompañan la vida cotidiana de las escuelas de todo el mundo. George Steiner escribió algo al respecto. En Lecciones de los maestros (2004), por ejemplo, afirmó que “no puede haber sistema familiar ni social…sin enseñanza y discipulazgo, sin magisterio y aprendizaje consumados”. En el centro de este sistema se encuentran los profesores universitarios, un oficio “extraño y problemático”, por el cual reciben un pago y construyen una vida. “La auténtica enseñanza”- afirma Steiner- “es una vocación”. Más aún: “Es una llamada”. Pero el ejercicio prolongado del oficio suele consumir los recursos vitales, la fuerza de la vocación y la intensidad de la llamada. Si es cierto aquello de que carácter es destino, el oficio de maestro muestra las dificultades que envuelven a lo largo del tiempo la forja del carácter docente. En no pocos casos, las motivaciones, entusiasmos e ilusiones iniciales de la profesión se vuelven con el transcurso de los años en episodios frecuentes de aburrimiento, confusión y decepciones. Las rutinas, los hábitos, las costumbres de la enseñanza oscurecen el brillo de los aprendizajes. Los itinerarios vitales de los individuos (laborales, familiares, sociales), acumulan con el tiempo dilemas y responsabilidades, grandes incertidumbres y pequeñas crisis de identidad, que se amplifican en los contextos escolares con el incremento de las brechas generacionales entre estudiantes y profesores. La información y la formación son ejes básicos del ejercicio magisterial que adquieren pleno sentido cuando se relacionan con la música de las palabras, con prácticas deportivas, conversaciones, lecturas y sonidos que proporcionan el combustible insustituible de los diálogos sobre los misterios del conocimiento entre estudiantes y profesores en las aulas, patios y pasillos escolares. La película Otra Ronda (2020) del director danés Thomas Vinterberg, narra una pequeña historia contemporánea al respecto. Un grupo de profesores cincuentones que trabajan en una escuela preparatoria de Dinamarca padecen los estragos de la rutina escolar y del inexorable envejecimiento. Cultivan una amistad duradera, se reúnen con frecuencia a cenar y a beber, conversan sus impresiones y comparten sus cada vez más largos silencios. Uno es un profesor de historia, otro de música, uno de deportes y otro de psicología. Son individuos solitarios, de ojos cansados: unos son solteros empedernidos o divorciados amargados, otros pasan por un período de crisis en sus matrimonios. Todos han perdido o debilitado el entusiasmo inicial por su profesión docente, y se sienten atrapados por la ausencia de un horizonte vital que imprima algún sentido a lo que hacen todos los días desde hace muchos años en su escuela. Un día descubren que el secreto para experimentar una vida relajada y disfrutable está en el consumo moderado pero frecuente de alcohol. La cifra mágica es el 0.05% en la sangre, considerada en un estudio de psicología leído por uno de los profesores, como parte genética de la naturaleza humana, y que se registra con el nacimiento. Beber pequeñas cantidades de vino, cerveza, whisky o vodka durante todo el día y hasta antes de las 8 de la noche, se convierte en su nueva rutina e invoca los ángeles del optimismo, la lucidez y el buen humor en sus vidas profesionales y personales. Los resultados son asombrosos. Motivados y alegres, los profesores buscan ejemplos de esas rutinas: Schubert y Tchaikovsky en la música clásica, Roosevelt y Winston Churchill en la historia política, Hemingway y Dylan Thomas en la literatura, son citados como ejemplos de grandes bebedores habituales creativos y deslumbrantes. En contraste, figuras como Hitler o Stalin se citan como personajes abstemios o francamente anti-alcohólicos, siniestros y obsesivos, cuyas trayectorias marcaron estelas de destrucción y muerte para las sociedades del siglo XX. Por supuesto, hay cierta mitología que penetra la imaginación y las prácticas de los profesores. Ello se refleja en una suerte de épica alcohólica, que devuelve el entusiasmo a sus prácticas docentes y que se refleja en el aprecio de sus alumnos y los padres de familia. La parte obscura de esa épica, sin embargo, aparece cuando deciden romper del límites del consumo diario y sobrepasar el 0.1% del alcohol en la sangre, invocando los demonios del alcoholismo, el escándalo público y las fracturas personales. La bestia insaciable que es el alcoholismo devora entonces las fronteras de la ética del deber, un animal feroz que gobierna sus impulsos vitales, por lo que el experimento rápidamente tiene consecuencias directas en la escuela, en su oficio docente y en sus vidas privadas. Uno de los profesores, devastado por la combinación del alcohol y la fatiga existencial, decide suicidarse, pero los otros aprecian las bondades que la bebida, con todo y sus excesos, trajo a sus vidas. Frente a los hechos, la experiencia alcohólica de los maestros se contrasta con la ética de la abstinencia, y el resultado es un examen sin concesiones que une el ejercicio del oficio público con las vidas privadas de los participantes. La cinta no es una apología del alcoholismo ni tampoco un relato que pretenda conducir a moralejas aleccionadoras o moralinas simplonas. Después de todo, es una ficción cinematógrafica que abreva de la novela moderna, la tragedia clásica y la dramaturgia. Pero se trata del cuidadoso retrato, debidamente dramatizado, de las soledades, frustraciones y desencantos del oficio docente. La imagen apostolar del maestro, con su elevado sentido de misión y responsabilidad ética, moral y profesional, contrastado con el óxido de la rutina y la canción del hastío, con el proceso del envejecimiento inevitable y las complejidades existenciales acumuladas según los calendarios y relojes que gobiernan la vida escolar y las trayectorias vitales de los profesores. Es una mirada profunda, aderezada con algunos granos de sal, a los vacíos e incertidumbres de una profesión poco comprendida, que se suele volver invisible frente a las altas expectativas sociales depositadas rutinariamente en la educación, luces y sombras de un oficio que se desarrolla entre ánimos templados por la concentración intelectual, las distracciones y los destellos de los aprendizajes, el vocerío permanente de la vitalidad estudiantil, y la grisácea burocratización de la vida escolar. Salud.

Thursday, October 28, 2021

¿Universidades neoliberales?

Estación de paso ¿Universidades neoliberales? Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 28/10/2021) https://suplementocampus.com/universidades-neoliberales/ Como se ha vuelto uso y costumbre, un día sí y otro también el presidente se concentra en repartir calificativos, acusaciones y caracterizaciones a individuos, grupos e instituciones. A estas alturas de su gobierno, ese ejercicio repetitivo se ha convertido en deporte presidencial, practicado religiosamente todos los días muy temprano desde la sala de prensa/set de filmación/red de redes en que se ha convertido el Palacio Nacional desde el 2 de diciembre del 2018. La última de ellas fue el jueves pasado, cuando todos los medios registraron las palabras de la mañanera de ese día, relacionadas con la UNAM: “En los últimos años, hasta la UNAM se volvió individualista, defensora de estos proyectos neoliberales, perdió su esencia de formación de profesionales para servir al pueblo” (Reforma, 22/10/2021). Al día siguiente, cuestionado al respecto de las críticas a sus afirmaciones del día anterior, el presidente volvió a la carga: “la UNAM legitimó las políticas neoliberales” y “muchísimos de sus egresados, académicos e intelectuales promovieron políticas neoliberales (…) la universidad se derechizó” (La Jornada, 23/10/2021). Amén. El juicio presidencial se alimenta de imágenes extrañas sobre lo que son y lo que deben ser las universidades contemporáneas. Esas imágenes son, como siempre, una mezcla de prejuicios personales, creencias tribales e ideología política. Siendo él mismo un egresado conspicuo de la UNAM, donde estudió la licenciatura en ciencias políticas y administración pública de 1973 a 1976, López Obrador ha mantenido siempre una actitud de recelo con la universidad nacional y con las universidades públicas en general. De manera persistente, ha expresado críticas abiertas y veladas hacia esas instituciones, alimentadas desde hace tiempo por la desconfianza que le inspiran su autonomía, sus liderazgos y formas de gobierno, o la organización de sus prácticas académicas. Es díficil establecer con precisión la génesis personal y política de las creencias obradoristas. Lo que vale la pena es revisar si existen, o no, “universidades neoliberales”, y si la UNAM representa una de ellas. En México hoy existen más de 3 mil Instituciones de educación superior, de las cuales 40 son universidades públicas y autónomas. Se sabe de la existencia de universidades corporativas-empresariales, de corte privado; hay universidades de orientación religiosa; también existen universidades públicas federales o estatales; hay universidades de elite, de absorción de la demanda o universidades en red. También hay universidades comprometidas con la competitividad y con la innovación, con la justicia y el cambio social, o con la democracia y las libertades. Los idearios institucionales pueden ser, desde luego, diversos y contradictorios. La historia de esas instituciones ayuda a comprender sus procesos de surgimiento, adaptación y expansión en los distintos contextos sociales, políticos y económicos regionales y nacionales. La experiencia mexicana del siglo XX mostró la coexistencia de dos grandes modelos de universidades públicas: las autónomas y las no autónomas. Los años treinta presenciaron el encendido debate sobre la educación socialista versus la educación positivista y liberal. Las tres autonomías de la UNAM recogen los saldos al respecto, que en los años cuarenta fueron muy claros: la autonomía intelectual, académica y política de las universidades públicas es el eje de sus procesos de docencia, investigación y difusión de la cultura. Ese es el corazón del poder institucional de la universidad pública moderna. La autonomía coexistó con los gobiernos de la revolución desde Cárdenas hasta López Portillo (pasando por la ocupación militar a CU ocurrida con Díaz Ordaz en 1968), acompañó las políticas desarrollistas de la posguerra y el “milagro mexicano” hasta finales de los setenta, y también a las políticas de ajuste y restructuración neoliberal de los ochenta que se prolongaron durante los años noventa y la primera década del siglo XXI. A lo largo de esta trayectoria la universidad se constituyó como un espacio de debate político y reflexión intelectual sobre temas como el nacionalismo autoritario, la desigualdad, la pobreza, la corrupción y el papel de la ciencia y las humanidades en la configuración de una sociedad más libre, democrática y justa. Esta rápido recuento muestra que no existe un modelo de universidad, o un solo tipo de universidad. La propia naturaleza y complejidad de la universidad como organización del conocimiento y como espacio deliberativo y reflexivo se resiste a cualquier reduccionismo político o ideológico. Que existan algunos académicos, profesores, estudiantes, trabajadores o directivos que simpaticen con una posición política y que “legitimen” un proyecto gubernamental sexenal o transexenal es una cosa (no pocos universitarios se han convertido en activistas de una causa o en funcionarios de un gobierno, como ocurre con el oficialismo obradorista). Pero que se asuma que una universidad obedece a una ideología o un patrón único de comportamiento es una afirmación conceptual y empíricamente insostenible, una alucinación política, aunque lo afirme en tono de homilía matutina el mismísimo presidente de la república. Tal vez la experiencia de la Universidad-Pueblo, la Universidad-Foco Revolucionario, o la Universidad Crítica, Democrática y Popular, sean más del agrado de la colección de creencias lopezobradistas sobre lo que deben ser las universidades públicas. Todas ellas fueron invenciones ideológicas más que proyectos institucionales, y sus saldos fueron, en varios casos, desastrosos, y en otros, incluso, criminales. La imaginación y los cálculos políticos presidenciales nos han regalado el descubrimiento de una nueva categoría de la taxonomía universitaria contemporánea: la “Universidad Neoliberal”. Empeñado en que sus palabras transformen la realidad, el presidente confirma su animadversión a las universidades públicas, a su autonomía y complejidad, y pavimenta el camino político del castigo presupuestal que ha dado a este sector desde su llegada al poder. Quizá en eso consista la “sacudida” que quiere dar a las universidades.

Thursday, October 14, 2021

Voces y ecos del nuevo puritanismo político mexicano

Estación de paso Nuevo puritanismo: las voces y los ecos Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 14/10/2021) https://suplementocampus.com/nuevo-puritanismo-las-voces-y-los-ecos/ The spirits are using me/larger voices callin´ Crosby, Stills & Nash, Southern Cross El jueves de la semana pasada, en sus rutinarias mañaneras, el presidente lanzó varias preguntas en torno a las razones por las cuales las universidades públicas se “resisten” al regreso a las clases presenciales. En un acusado tono de reproche (acompañado de su reiterada muletilla “con todo respeto”), con una sonoridad que siempre oscila entre el sermón y el regaño, el presidente afirmó que los maestros universitarios “estaban muy cómodos en sus casas”, “cobrando sus sueldos sin riesgos”, mientras que los sindicatos universitarios mantenían una suerte de silencio cómplice con la situación. De pasada, acusó a grupos de poder en las universidades que actúan como mafias (“no tengo otra palabra”), con liderazgos que, sin ser formales, “mandan en las universidades”, en las que incluía a la UNAM, a la Universidad Veracruzana y a la U. de Guadalajara, llamando a la acción a los estudiantes y profesores para terminar con “cacicazgos” (La Jornada, 08/10/2021). La voz presidencial exhibe, una vez más, su desprecio por las formas y los fondos de la comunicación política. Otra vez, es el espectáculo de un monólogo privado, no de un diálogo público, cuya lógica es denunciar, acusar, denigrar a quienes considera adversarios, enemigos, conservadores. No hay distinción entre instituciones, grupos o individuos. Como su pecho no es bodega -uno de sus refranes favoritos-, el presidente hostiga, provoca frente a los medios y redes en cadena nacional a quienes en ejercicio de su independencia intelectual, de sus posiciones críticas, o de su autonomía institucional, se deslindan de las acciones presidenciales y deciden actuar en forma distinta a las aspiraciones del jefe máximo del oficialismo. Universidades, centros de investigación, partidos, asociaciones, escritores, científicos, intelectuales, son objetos frecuentes de las descalificaciones del conspicuo inquilino sexenal que todos los días recorre las salas, patios y pasillos de Palacio Nacional. A tres años de su administración, el estilo de gestión política del presidente confirma sus prejuicios y fobias, sus afinidades, excesos y repeticiones. Su voz es seguida por los ecos de sus subordinados, el funcionariado de primer nivel, dirigentes de su partido, que se han enfrascado desde el prinicipio en demostrar quién es más leal al presidente, quién interpreta mejor sus creencias y obsesiones, quién se distingue más en acciones que evidencien la corrupción, el desplifarro, la inmoralidad o la perversidad del status quo neoliberal, pseudemocrático e inmoral de los gobiernos anteriores a Morena. La nueva élite de poder obedece mecánicamente a su líder, empeñado en la “purificación de la vida pública”, sin reparar en el tamaño de las fracturas gobierno-oposición, los excesos y los efectos no deseados o perversos de un liderazgo que a estas alturas es claramente autoritario y clientelar, que aspira a sentar las bases de un nuevo orden político y moral del país. Las dirección del CONACYT representa con transparencia la lógica purificadora del transformacionismo a través de la divulgación de un “código de conducta” que prohibe a los servidores de ese organismo público criticar las acciones, proyectos o programas impulsados por la actual administración. La forma y el contenido del código retratan de manera espléndida la racionalidad puritana que domina los cálculos, deseos e ilusiones de la élite oficialista. Lo más precupante de las creencias presidenciales sobre las universidades es que alimentan las bestias negras de la desconfianza sobre la importancia o el desempeño de esas instituciones. El presidente sopla al fuego con el combustible del escepticismo sobre la legitimidad social, intelectual y cultural de las universidades públicas, haciendo eco de las afirmaciones similares que otras voces han promovido desde hace tiempo. Pero las evidencias muestran que la imagen de que las universidades no apoyan el regreso a clases presenciales es insostenible. Desde hace varias semanas, no pocas universidades públicas regresaron a clases mediante distintas estrategias y temporalidades. Los calendarios escolares son diferentes y por lo tanto las temporalidades del regreso a la presencialidad son también distintas. En todos los casos, la virtualidad o las formas híbridas se mantienen desde hace año y medio como herramientas prácticas frente a una situación de crisis. Mantener el funcionamiento universitario durante la pandemia significó un gran esfuerzo por apoyar a profesores y estudiantes mediante sistemas de enseñanza/aprendizaje a distancia, con resultados que aún se tendrán que valorar con precisión. Contra lo que las creencias presidenciales suponen, los profesores no trabajaban sin cobrar, en la comodidad de sus hogares, y los estudiantes tuvieron que adaptarse a condiciones inéditas de interacción escolar. Todos tuvieron que aprender sobre la marcha las nuevas tecnologías para mantener cursos, ajustando programas, realizando seminarios, conferencias y talleres, dirección de tesis, tutorías, publicando artículos y libros, promoviendo eventos culturales, aún en entornos de enorme incertidumbre por las erráticas formas de gestión de la pandemia por parte del gobierno federal y de los gobiernos estatales. A estas alturas, se confirma que el presidente está atrapado en su propio juego de espejos, que oye pero no escucha, que nadie es capaz de advertirle sobre los riesgos de la polarización y la provocación que sus palabras y actitudes tienen en el ánimo público y político. Pero también se confirma que, en caso de valorar los riesgos de su célebre incontinencia verbal, no le importa. Lo suyo es endurecer su clientela electoral en vista de la segunda mitad de su gobierno. El cálculo apunta hacia el 2023, el año en que decidirá quien será su candidato o candidata para la sucesión presidencial, asegurando además el respaldo político-electoral suficiente para consolidar a Morena como el partido hegemónico de la transición neopopulista de la tercera década del siglo XXI. La retórica obradorista es la voz y los ecos de espíritus puritanos persiguiendo herejes y apóstatas que deambulan en los alrededores de Palacio Nacional.

Thursday, September 30, 2021

Oficios y profesiones

Estación de paso De oficios y profesiones en el siglo XXI Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 30/09/2021) La expansión de la educación superior en el mundo es la señal más potente de los mitos, ilusiones y realidades que acompañan la creciente escolaridad de las poblaciones. Hoy, más de 200 millones de estudiantes de licenciatura y posgrado habitan las miles de instituciones, escuelas y centros de enseñanza públicos y privados, universitarios y no universitarios, que configuran los sistemas nacionales de educación superior. En términos generales, es posible observar que desde la etapa posterior a la segunda guerra mundial cada generación es más escolarizada que la anterior, sus oportunidades laborales se amplían, las demandas de participación y democratización de la vida pública se diversifican, y las vidas individuales de quienes logran acceder a la educación superior cambian significativamente a lo largo del tiempo. Y, sin embargo, el estancamiento económico, los veloces cambios en los entornos laborales, las crisis de salud pública, el sub o el desempleo profesional, la migración internacional, los autoritarismos, el retorno del pensamiento mágico, son fenómenos recurrentes y arraigados en los distintos contextos nacionales y locales. Desde luego, acumular capital escolar no es un asunto de todos. Por el origen social, por los antecedentes familiares, por los contextos demográficos, sociales o económicos, sólo 4 de cada 10 jóvenes del mundo logran acceder a la educación superior. Muchos estudios han mostrado cómo las universidades son sitios donde los estratos sociales altos y medios superan proporcionalmente a los individuos pertenecientes a los estratos bajos de la población. Por ello, la educación superior como palanca o mecanismo de movilidad social ascendente no funciona igual para todos, todo el tiempo, en todos los contextos. Se sabe que los padres universitarios tendrán hijos universitarios, aunque hay excepciones. Y también se sabe que los hijos de padres con bajas escolaridades tendrán menos oportunidades de acceso que otros grupos y estratos sociales. La desigualdad de oportunidades educativas es una función de la desigualdad social. Para aquellos que no logran obtener títulos universitarios, los oficios son una tradición y, a veces, la única opción laboral y vital para miles de jóvenes. Pero aprender un oficio nunca es fácil. Se requieren años de trabajo duro, persistencia y un poco de suerte. Los antiguos sabían que los oficios no se enseñan, se aprenden, se transmiten de padres a hijos, y juegan un papel importante en la organización de la economía, la política y la vida en sociedad. Los modernos afirman que la educación es el principal medio para el progreso técnico, el crecimiento económico y la movilidad social (la teoría del capital humano). Frente a la ideología del éxito o las ilusiones meritocráticas contemporáneas, la realidad cotidiana muestra cómo maestros y aprendices de albañiles, plomeros, fontaneros, jardineros, electricistas, pintores de casas, herreros, sirvientas, choferes, campesinos, taqueros, pequeños comerciantes, configuran poblaciones cuyo peso y funciones específicas hacen posible que las cosas cotidianas de las sociedades sean aceptables. La robotización de los servicios, la revolución digital o las nuevas tecnologías no eliminan muchos de esos oficios, aunque surgan otros nuevos. Esas poblaciones laborales son generalmente invisibles desde las rectorías o direcciones de las instituciones de educación superior o desde las oficinas de la SEP. Y sin embargo, los campus universitarios, los consultorios de los médicos, los despachos de abogados o de ingenieros, los cubículos de los académicos, los laboratorios de los científicos, serían espacios muertos sin el apoyo de quienes sin ostentar títulos universitarios saben o hacen cosas que los profesionistas no. Los oficios froman parte del paisaje histórico de la formación profesional. Sociólogos como Spencer o Durkheim, o economistas-filósofos como Karl Marx, repararon en el pasado decimonónico en la importancia de los oficios como precursores y piezas fundamentales de la evolución social o de la revolución industrial. La diferenciación entre el trabajo manual de los artesanos y el trabajo intelectual de los profesionistas es el lugar común que la economía y la sociología heredaron al siglo XX. Del orden político-eclesiástico surgieron algunos de los gremios artesanales de la edad media del cual se desprendieron las pequeñas comunidades de estudiantes y profesores que fundaron con el tiempo las universidades de Bolonia, de París o de Salamanca, las escuelas de artes y oficios, los institutos politécnicos. Como todos los gremios, eran corporaciones cerradas, con rígidos códigos de acceso, que acumulaban saberes, monopolizaban prácticas, y guardaban celosamente los secretos de sus oficios, cuyo ejercicio transmitían de generación en generación. También eran pequeñas comunidades políticas, de las cuales surgirían iglesias, sindicatos y partidos políticos. Las cosas, desde luego, cambiaron con el tiempo, y la diferencia entre oficios y profesiones marcó una clara línea de clase, de estatus, de privilegio. Hoy, la distancia entre los oficios y las profesiones se endurece, se amplía y se reconfigura. Algunos oficios han desparecido (ascensoristas, telefonistas, domadores de caballos), otros pemanecen (sastres, choferes, trabajadoras domésticas) y otros son nuevos (call centers, reparadores de celulares y computadoras, repartidores de comida a domicilio, cuidadores de perros). Y sin embargo, una de las claves del futuro de la educación superior tiene que ver justamente con la posibilidad de incorporar a los oficios como parte de los saberes que pueden ser incluidos a procesos formativos no sólo útiles para los individuos sino también indispensables para la vida pública, económica y social. Reconocer su valor es una de las contribuciones que pueden hacer las universidades para revisar la cultura laboral y profesional a la luz de las viejas y nuevas culturas de los oficios.

Friday, September 17, 2021

Autonomía universitaria y dinero público

Estación de paso U. de G.: Autonomía y dinero público Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 16/0972021) https://suplementocampus.com/udeg-autonomia-y-dinero-publico/ La fracción séptima del artículo tercero constitucional define la autonomía universitaria como la facultad de las universidades públicas para tomar decisiones en 5 asuntos específicos: 1) gobierno institucional; 2) realización de sus fines en el campo de la educación, la investigación y difusión cultural, respetando las libertades de cátedra e investigación; 3) determinar sus planes y programas de estudio; 4) fijar los términos del ingreso, promoción y permanencia de su personal académico; y 5) administrar su patrimonio. Con estos enunciados normativos, el texto constitucional reconoce el alto valor público de la autonomía universitaria. Sin embargo, estas atribuciones suelen ser objeto de diversas interpretaciones por parte de los gobiernos federal o estatales, o por parte de grupos de interés o de poder involucrados en el desempeño institucional o en las actividades que realizan las universidades en el desarrollo de sus funciones. Esas diversas interpretaciones, en ocasiones, provocan tensiones y conflictos en los ámbitos locales y regionales, cuya frecuencia, escala y magnitud forman parte de las relaciones políticas entre gobiernos y autoridades universitarias. Sin embargo, el tema presupuestal constituye el nervio más sensible de esas relaciones. La historia reciente de la autonomía universitaria muestra cómo el financiamiento público constituye un campo de negociaciones conflictivas, que ha llevado a la creación de instancias y mecanismos para asegurar el dinero público a las universidades, pero también para vigilar y supervisar el buen manejo de esos recursos para el cumplimento de los fines institucionales de las universidades. Eso ha permitido identificar desviaciones, reconocer logros, o corregir desempeños administrativos y financieros. Auditorías, contralorías, informes, procedimientos administrativos, normas y reglamentos, se han convertido en la compleja estructura de rendición de cuentas y transparencia pública que domina desde hace varios años el funcionamiento de las 39 universidades públicas estatales y federales que existen en el país. Lo anterior viene a cuento por el conflicto que desde hace más de un mes se desarrolla entre el gobierno de Jalisco y la Universidad de Guadalajara. El origen del litigio es la reasignación de 140 millones de pesos destinados originalmente al presupuesto de la U. de G para la construcción del Museo de Ciencias Ambientales del Centro Cultural Universitario ubicado en Zapopan. Esos recursos fueron programados por la U. de G para el presupuesto del 2021, y comenzaron a ser ejercidos en los primeros meses de este año. Sin embargo, el 9 de agosto pasado, el gobernador anunció que esos recursos serían reasignados para la construcción de un nuevo hospital público en el sur de la zona metropolitana de Guadalajara (en el municipio de Tonalá). Esa decisión detonó un conflicto político entre el gobierno y la universidad que ha incrementado su intensidad en las últimas semanas. El gobierno argumenta prioridades y urgencias sanitarias, y la universidad la violación a la autonomía universitaria. El punto clave es si la asignación presupuestaria aprobada por el congreso del estado desde el 10 de diciembre del 2020 forma parte del patrimonio universitario del 2021. Si es así, la administración de ese patrimonio es una facultad constitucional de las universidades, y por lo tanto, se estaría en presencia de un acto de violación constitucional a la autonomía de la U. de G. por parte del gobierno de Jalisco. El gobernador Alfaro afirmó en una conferencia el 7 de septiembre que ese dinero nunca fue gestionado por la universidad para integrarlo a su patrimonio, por lo que fue legítima la decisión de reasignarlo a otras prioridades públicas. Además, señaló que la universidad presentaba un “subjercicio de mil millones de pesos” en el presupuesto de este año, por lo que consideraba que podría dedicar parte de ese gasto a la construcción del Museo. La universidad afirmó, en respuesta, a través de un desplegado (9/09/2021) que, por el contrario, esos recursos fueron integrados en el proyecto presupuestario de 2021 por parte del Consejo General Universitario, y que no existe ningún tipo de subejercicio presupuestal. Hoy, reclamos de debate público, protestas y movilizaciones universitarias, coexisten con la apariencia de decisiones irreversibles por parte del gobernador. En esas circunstancias, argumentos públicos, reclamos privados e intereses endurecidos por la experiencia o por el tiempo, configuran la lógica inevitablemente política de las palabras, los reflejos y los movimientos de los actores involucrados. En este tipo de situaciones, la legalidad institucional y la legitimidad política de la autonomía universitaria revelan sus límites difusos, sus fisuras, tensiones y contradicciones. El contexto y la coyuntura, el perfil de los actores, la historia reciente de las relaciones políticas entre la U de G y el Gobierno de Jalisco, son factores que agregan complejidad e incertidumbre al conflicto. Pero parece claro que el costo del pleito puede ser alto en términos institucionales. Desgaste, desconfianza, incredulidad, forman parte de las bestias negras de todo enfrentamiento político, y pueden cobrar factura a los posibles ganadores y perdedores del pleito. La validez, legitimidad y legalidad de los argumentos enfrentados tendrá que ser resuelta a la luz de los principios constitucionales de la autonomía universitaria, pero también a través de la maquinaria de la negociación que forma parte de la estructura de las relaciones político-institucionales entre los actores. Ya se sabe: siempre es mejor un mal arreglo que un buen pleito, aunque también siempre cabe la posibilidad de que pueda suceder justamente lo contrario.

Wednesday, September 15, 2021

Jalisco: Autonomia universitaria y crisis política

Jalisco: autonomia universitaria y crisis política Adrián Acosta Silva (Publicado en Nexos, blog de educación, 13/09/2021) https://educacion.nexos.com.mx/jalisco-autonomia-universitaria-y-crisis-politica/ Desde hace unas semanas, la vida política en Jalisco ha introducido un nuevo número en sus espectáculos cotidianos. Se trata de un conflicto tridimensional (presupuestal, jurídico y político), entre las autoridades del gobierno estatal y la Universidad de Guadalajara. Sus protagonistas son el Gobernador Alfaro y el Rector Villanueva, y detrás y a los lados de ellos hay asesores, funcionarios y operadores políticos de distinta escala e influencia. Ambos representan intereses, modos y estilos diferentes de hacer política, de jugar con sus ropajes institucionales, de movilizar su capital político y sus respectivas legitimidades entre las élites y poblaciones locales. El pleito tiene que ver con tensiones viejas que afloran en circunstancias nuevas, pero también obedece a cálculos y estrategias ligadas a la construcción de escenarios futuros. El núcleo del conflicto es político, pero la retórica, las máscaras y los actores configuran la periferia de un presente accidentado, donde prioridades políticas y cambios inesperados en la asignación de presupuestos públicos, se entrecruzan confusamente con relatos de violaciones a la autonomía universitaria, la ruptura de acuerdos pasados, y la rápida re-evaluación de alianzas y estrategias. La lógica del espectáculo corre en por lo menos tres pistas. De un lado, a un nivel general, constituye un episodio más en la historia reciente de las relaciones políticas entre los gobernadores estatales y las universidades públicas autónomas de las entidades de la federación. Por el otro, es un juego de poder donde se trata de modificar las reglas del juego mismo, para mejorar las recompensas y los réditos políticos de unos sobre otros. Más allá, se trata de movimientos que tienen sentido en la disputa por el futuro representado por las elecciones federales, estatales y municipales que se disputarán en Jalisco en 2024. Ruidos de fondo Alfonso Reyes escribió alguna vez sobre las dificultades que enfrentan los hombres al tratar de interpretar la inmediatez de su tiempo. “La historia que acaba de pasar es siempre la menos apreciada (…). ¿El pasado inmediato? ¿Hay algo más impopular? Es, en cierto modo, el enemigo”, afirmó, al referirse al desafío de actuar siempre frente a las sombras e inercias de acontecimientos recientes. Ese enemigo impopular reaparece hoy en escena en Jalisco, con actores cuyo contexto y relaciones están marcadas inevitablemente por las huellas de sus propios pasados inmediatos. Ese pasado hay que situarlo hace tres años. El proceso electoral de 2018 que llevó en Jalisco al triunfo al candidato Enrique Alfaro fue un proceso de extrañas alianzas entre el alfarismo y otros grupos y corrientes políticas que incluyeron a varios tipos de exes: expanistas, experredistas, expriistas y a la corriente políticamente dominante de la Universidad de Guadalajara, encabezada por el también exrector Raúl Padilla López. En ese proceso fue posible observar cómo grupos que en el pasado habían mantenido tensiones constantes y pleitos esporádicos, y se habían enfrentado en procesos electorales (como cuando el actual gobernador Alfaro y el actual rector Villanueva compitieron por la alcaldía de Guadalajara en 2015), se convertían en aliados políticos para enfrentar lo que se anticipaba como la posibilidad de un triunfo arrollador del morenismo en las elecciones de 2018. Luego del triunfo de Movimiento Ciudadano (MC) y su candidato Alfaro, la distribución de puestos y representaciones reflejó el sello multicolor de la alianza, y permitió establecer las bases políticas de una gobernabilidad aceptable para el gobierno alfarista al inicio de su gestión, frente al arrollador triunfo electoral del obradorismo a nivel nacional, una fuerza de arrastre que situó a MORENA como la segunda fuerza política en Jalisco. Bajo el ambiguo lema de la “Refundación de Jalisco” como símbolo sonoro de su proyecto político e institucional, el alfarismo fue acompañado por el padillismo y otros aliados desde el inicio de su administración. Esa alianza se fortaleció durante los tres primeros años del nuevo gobierno, en virtud de dos factores clave. De un lado, por las relaciones de tensión y conflicto del gobernador con el presidente López Obrador y, por el otro, por la gestión de la crisis pandémica en el estado. Desde el punto de vista universitario, se tendría que agregar a este contexto las severas restricciones presupuestales que el gobierno de AMLO ha impuesto a las universidades públicas estatales desde el inicio de su administración. Bajo la influencia combinada de esos factores, las alianzas se fortalecieron, encabezadas por las iniciativas y estrategias del gobernador, y donde la U. de G., como institución, jugó un papel destacado en la gestión de la crisis del COVID-19 desde enero de 2020 hasta, por lo menos, las elecciones federales de este 2021. Fue en los meses previos a estas elecciones cuando surgieron diferencias públicas y políticas entre el alfarismo y el padillismo, que se reveló con la aparición de un nuevo partido politico (Hagamos). Conformado básicamente por líderes universitarios (estudiantes, profesores, funcionarios, exrectores), la creación de la nueva organización significó una ruptura discreta con MC pero también una abierta apuesta política de los grupos universitarios. Para el alfarismo, eso fue interpretado como un desafío a su legitimidad y poder en el estado. Pero las elecciones de julio mostraron dos cosas. De un lado, la fuerza electoral del oficialismo emecísta y del alfarismo, que conservó la mayoría del congreso y de las alcaldías de la zona metropolitana de Guadalajara. Del otro, la supervivencia del partido de los universitarios (Hagamos), al conseguir representaciones en el congreso a través de dos diputaciones, más algunos regidores de representación proporcional en ayuntamientos metropolitanos y no metropolitanos de Jalisco. Bajo esas circunstancias políticas, las relaciones cambiaron. Y la señal más poderosa de esos cambios provino del gobierno estatal. De manera relativamente inesperada y sorpendente (y un poco provocadora), el oficialismo alfarista decidió emprender una ruta de conflictos con la U. de G, dirigida a debilitar el poder político del padillismo, pero sin referirse, hasta ahora, explícitamente, a ese liderazgo político. Recortes presupuestales, auditorías a proyectos como el del Museo de Ciencias Ambientales, investigaciones judiciales al director del Centro Cultural Universitario, configuran una nueva agenda política gubernamental dirigida a minar la legitimidad y la fuerza política de la coalición padillista en la universidad y en la entidad. Por su parte, las autoridades universitarias han reaccionado argumentando ilegalidad, violación a la autonomía universitaria y respeto a los proyectos científicos y culturales de la U. de G. Como en otros momentos de la historia política reciente de las relaciones entre la universidad jalisciense y los gobiernos estatales, las formas, actores y contenidos del conflicto revelan tensiones acumuladas e intereses endurecidos. Temblores, crujidos, estallidos: tres actos Ya se sabe que cualquier pasado es relativo. Pero el pasado reciente del conflicto en cuestión comenzó en el verano de este año, y puede ser representado en tres actos. Primer acto. El 6 de agosto, un diputado local de bajo perfil y trayectoria, perteneciente al oficialismo político (Movimiento Ciudadano), que opera como el brazo político del gobernador Alfaro, propuso en una sesión del Congreso de Jalisco retirar el apoyo presupuestal aprobado en diciembre de 2020 (por los propios congresistas), para la construcción del Museo de Ciencias Ambientales (MCA) de la Universidad de Guadalajara, para destinarlo a la construcción de un nuevo hospital público estatal en Tonalá (“Hospital civil”, ubicado al sureste de la zona metropolitana de Guadalajara). El argumento fue el de fortalecer la salud pública como una prioridad gubernamental, dados los efectos de la crisis sanitaria. De manera inmediata, el 7 de agosto, el rector de la U. de G. mostró su sorpresa y preocupación por el hecho, pues afectaba “proyectos estratégicos universitarios y jaliscienses”. La propuesta fue aprobada rápidamente por la mayoría emecista en el Congreso local, y el Gobernador anunció sólo un par de días después (el 9 de agosto) que aceptaría la propuesta de los legisladores (El Informador,07/08/2021). Esto motivó que el Consejo de Rectores de la U. de G. (el órgano institucional de planeación de los proyectos universitarios, conformado por los rectores de los 15 centros universitarios metropolitanos y regionales que pertenecen a la Red Universitaria en Jalisco de la U. de G.), y el propio Consejo General Universitario, aprobaran el 20 de agosto la creación de una “comisión especial de diálogo” para reunirse con el gobernador para exponer sus argumentos en contra del recorte presupuestal anunciado (U. de G, 20/08/2021). El 27 de agosto, esa reunión se llevó a cabo en Palacio de Gobierno, donde participaron los integrantes de la comisión especial encabezada por el rector, y un equipo de funcionarios de primer nivel del gobierno del estado, encabezados por el gobernador. Sin embargo, un par de días después, el gobernador anunció su respuesta: la reasignación “era una hecho” (Mural, 29/08/2021). Segundo acto. El 30 de agosto, una nueva iniciativa de los diputados de MC en el congreso estatal recomienda la realización de una auditoría a la construcción del Museo de Ciencias Ambientales de la U. de G., un proyecto que forma parte del Centro Cultural Universitario, el más ambicioso y espectacular proyecto institucional de la U. de G., cuyos inicios se remontan al año de 2007 (El Informador, 30/08/2021). Esta iniciativa fue respaldada por el gobernador manifestando su acuerdo en un acto público realizado ese mismo día. En reacción al hecho, el rector de la universidad expresaba su desacuerdo con la medida y la calificó como una “politización” de la iniciativa, interpretando como una “represalia” a la posición crítica de la U. de G. en relación al aplazamiento del regreso a las clases presenciales en la universidad, contraria a la disposición del gobierno estatal y federal de regresar a clases en la educación básica del estado a partir del 30 de agosto. Tercer acto. Luego de protestas y preocupaciones por parte de las autoridades universitarias, el gobierno estatal se mantiene en sus decisiones de la reasignación de los 140 millones de pesos y de realizar una auditoría, pero agregando sal al conflicto con el anuncio de la Fiscalía Estatal de una orden de aprehensión contra el director del Centro Cultural Universitario, por adeudar el importe de “42 boletos de avión” a una agencia de viaje local. Eso ocurrió apenas el 2 de septiembre pasado (Mural, 02/08/2021). Casi al mismo tiempo, el rector acusa al jefe del gabinete del gobierno de Jalisco de “estar detrás de los ataques a la universidad” (El Informador, 01/09/2021). El lunes 6 de septiembre por la tarde, el gobierno de Jalisco hace pública una carta dirigida al rector, en la cual niega una violación a la autonomía universitaria, porque los 140 millones que habían sido aprobados “nunca ingresaron al patrimonio de la universidad”, por lo cual fueron destinados a prioridades dirigidas a fortalecer los servicios de salud pública a los jaliscienses (https://www.informador.mx/jalisco/Alfaro-responde-a-UdeG-Recorte-es-legal-y-respeta-su-autonomia-20210906-0074.html). El 9 de septiembre, el Consejo General Universitario responde en un desplegado que ese dinero ya era parte del patrimonio universiutario desde diciembre de 2020 (cuando fueron aprobados por el Congreso de Jalisco), por lo que insiste en una violación a la autonomía universitaria y reclama un diálofo público con el gobernador Alafaro (El Informador, 09/09/2021). Estos episodios marcan el perfil de una crisis de las relaciones políticas entre la U. de G y el gobierno de Jalisco, que anticipan una ruta de conflictos y desencuentros que pueden agudizarse en las próximas semanas. Es una crisis que no nació en el vacío ni de manera espontánea, pero que coloca en perspectiva un proceso de reacomodo de grupos y fuerzas políticas locales que buscan gestionar sus intereses y proyectos en las mejores condiciones posibles. Una crisis política a la que se buscará, con suerte, una salida negociada antes que una ruptura costosa. Tableros, apuestas y cartas sobre la mesa El célebre filósofo conservador, Michael Oakeshott, escribió alguna vez que la actividad política es “el arte de navegar en mares sin límites y sin fondo”, que consiste en mantenerse a flote en equlibrio, “usando los recursos de un modo de actuar tradicional a fin de convertir en amiga cualquier situación hostil”. Una muestra local de esas artes marítimas se desarrolla en estos días en Guadalajara, entre las oficinas del Palacio de Gobierno y las de la rectoría general de la U. de G, en un proceso donde la búsqueda de equilibrio de unos puede desequilibrar los cálculos y expectativas de otros. El pasado inmediato ha colocado un rápido realineamento de actores, posiciones e intereses en el juego político jalisciense, representado en el mapa local como un tour de force entre el gobierno estatal y la U. de G. En términos generales, es un nuevo episodio de las relaciones políticas entre legitimidades diferentes en el campo de la política y la educación superior en Jalisco. De un lado, un gobernador que reclama cambios en la conducción política de la universidad, utilizando el presupuesto público y las auditorías como instrumentos de presión para reducir las opciones de juego político universitario. Del otro lado de la mesa, las autoridades universitarias colocan el tema como una asunto de ilegalidad, violación a la autonomía universitaria y represalia política contra sus posiciones críticas respecto a la decisión del regreso a clases en las escuelas de Jalisco. En ambos casos, son los humos de incendios controlados. Mirando el juego, el tablero y los jugadores, la escenas y los movimientos inspiran cierta sensación déja vù. Recuerdan la experiencia de 2008, cuando el entonces de la U. de G., Carlos Briseño, alentado en ese momento por el gobernador panista Emilio González, se enfrentó abiertamente al padillismo, conduciendo a la U. de G. a una crisis institucional y política a la vez memorable y trágica (el exrector fue destituido por el Consejo General Universitario y finalmente se suicidó en el baño de su casa) (Acosta, 2008). Hoy, varios de los actores de aquel episodio participan en el nuevo conflicto con el gobierno de un partido diferente, en un contexto distinto. Ello no obstante, el combustible es el mismo: es una lucha por el poder, cuyo horizonte de acción no es sólo el ahora, sino el futuro político-electoral de Jalisco. Pero no se trata de una lucha entre proyectos distintos. Por un lado, no es claro cuál es la relación y si aún existe el proyecto refundador que tanto impulsó el alfarismo desde 2018, pero cuyo contenido y significado se han desvanecido en los dos últimos años, y cuál es el papel de la U. de G. en ese proyecto imaginario, tan lleno de ilusiones y tan vacío de contenidos concretos. Por el otro, no es claro cuál es el proyecto institucional universitario en el contexto actual de Jalisco, más allá de invocar la épica de los indicadores de calidad, cobertura o pertinencia que suelen citar sus autoridades, o de mostrar una y otra vez las penurias financieras de los injustos tratos presupuestales del gobierno federal . La estrategia del alfarismo parece clara: debilitar y si es posible demoler las bases de apoyo al padillismo en la U. de G., bajo el supuesto de que su influencia es nociva para la política local y para la propia universidad. La estrategia del padillismo es resisitir, frenar o inhibir la beligerancia política del alfarismo argumentando un ataque institucional a la autonomía universitaria, a la ciencia y a la cultura. La personalización del pleito es la siguiente etapa en esta confrontación, lo que puede abrir las posibilidades de negociación o incrementar los riesgos de una fractura política entre el gobierno y la universidad. Como testigo y observador del conflicto, el gobierno de AMLO es una de las partes interesadas en la trayectoria del enfrentamiento, una posición atenta a las posibilidades del debilitamiento mutuo entre las partes, pero al parecer alentando con discreción y a distancia a una de ellas. Es díficil predecir lo que ocurrirá. Desde hace mucho tiempo, los oráculos, los horóscopos y los clarividentes han perdido credibilidad, y las combinaciones entre la voluntad y la fortuna de las que hablaba Maquiavelo suelen producir resultados inesperados. Lo único seguro es que en los próximos días y semanas, la confrontación entre el gobierno y la universidad tendrá resultados de mediano plazo en la disputa por el gubernatura y en el futuro político del alfarismo y el padillismo. Por lo pronto, estamos asentados en el presente de una coyuntura líquida, donde el pasado inmediato, la retórica del momento y los hechos que se acumulan en el horizonte cotidiano, marcan ya el mapa y el territorio de los escenarios futuros. Referencias Acosta Silva, Adrián (2008), “La crisis de la U. de G.”, Nexos, noviembre. https://www.nexos.com.mx/?p=12792 Oakeshott, Michael (1975), On Human Conduct, Oxford, Clarendon Press, p.127 Reyes, Alfonso (1974) [1941], Pasado inmediato y otros ensayos. El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica, México. Universidad de Guadalajara, boletín de prensa, 20 de agosto de 2021. https://www.udg.mx/es/noticia/entrega-udeg-solicitud-formal-al-gobernador-y-al-congreso-para-que-reciba-comision-especial

Thursday, September 02, 2021

Publicar sin morir

Estación de paso Publicar sin morir Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 02/09/2021) https://suplementocampus.com/publicar-sin-morir/ “¿Para que necesitamos una editorial universitaria?”, preguntaba hace unos años el Rector de una universidad española en una reunión de editores universitarios. Y no obtuvo ni hay una respuesta única. El número más reciente de la revista Publishers Weekly en español (septiembre de 2021), explora esa pregunta colocando como objeto central del número a las editoriales universitarias en España y en América Latina y El Caribe. Un par de artículos y entrevistas realizadas a las coordinadoras de proyectos interinstitucionales dedicados a la cooperación y difusión de las editoriales académicas universitarias (la Unión de Editoriales Españolas, UNE, y la Asociación de Editoriales Universitarias de América Latina y El Caribe, EDULAC), muestran la complejidad del mundo editorial universitario contemporáneo. Algunos datos, opiniones y afirmaciones ofrecen un vistazo a ese amplio pero poco conocido territorio donde coexisten autoridades, académicos y editores de los campus universitarios. Se estima que el tamaño e impacto de esas editoriales en la producción del libros en español es del 30% en América Latina y del 17% en España. Esto es un dato sorprendente e interesante. Significa que aunque no compiten en términos de difusión y ventas con las grandes empresas editoriales de producción de libros en español, el volumen de producción de las editoriales universitarias es considerable. Pero un aspecto sustancial es el contexto en el cual se producen los libros universitarios. Ese contexto esta dominado desde hace un par de décadas por los cambios en los “modos de producción” académica. Para los académicos y las autoridades universitarias, la presión por publicar articulos en revistas arbitradas e indexadas ubicadas en los primeros cuartiles de la clasificación que hacen empresas internacionales (Springer, Web of Science, Thompson-Reuters), ha desplazado el interés de los investigadores hacia la publicación en inglés sobre el español, y a la producción de artículos en vez de libros. Aunque hay diferencias importantes entre las áreas y disciplinas, la tendencia ha tenido un impacto directo en las editoriales universitarias, que han incorporado a su trabajo criterios de calidad y difusión que les permita ser atractivas como opciones de publicación para sus propios académicos. Hoy, los arbitrajes a doble ciego, la formación de comités editoriales, los filtros de selección a las propuestas de publicación, son prácticas relativamente extendidas en las editoriales universitarias. Pero otro elemento también es relevante para comprender la complejidad del sector: la comercialización y distribución de sus libros. No es un asunto menor ni nuevo. Las editoriales universitarias tienen añejos problemas para difundir sus productos más allá de los campus universitarios o de las librerías especializadas. Para ello, organizan ferias universitarias, nacionales o internacionales del libro, comparten catálogos, organizan encuentros y seminarios para analizar iniciativas, ideas o proyectos, establecen alianzas para la cooperación interinstitucional. Ahora, mediante el uso de las nuevas tecnologías, tienen plataformas, páginas web, boletínes, están en facebook o instagram. La UNE y la EULAC, constituyen las dos organizaciones más representativas de estos proyectos de cooperación. En México, las universidades públicas y los centros de investigación también han realizado esfuerzos para fortalecer la producción, circulación y difusión de sus libros. “Altexto”, o ANUIES, por ejemplo, funcionan como espacios de coedición, distribución o producción de libros derivados de proyectos de investigación de académicos universitarios. Aunque es claro que el lucro o la ganancia no es el motor de esos esfuerzos, la búsqueda de una mayor visibilidad de sus publicaciones implica combinar esfuerzos con pequeñas, medianas o grandes empresas editoriales privadas, promover espacios de exhibición en las librerías, difundir novedades en medios públicos y privados, redes sociales, entrevistas con autores, presentaciones de libros. Una parte importante de la producción editorial universitaria se dedica a la elaboración de libros de textos académicos dirigidos a estudiantes de preparatoria, licenciatura o posgrado de las propias universidades, también hay libros que tienen que ver con la poesía, la literatura, la difusión científica o las artes, dirigidos a especialistas y públicos más amplios. La mayor ventaja competitiva de las universidades es la producción y difusión del conocimiento de muy diversas disciplinas, no su volumen de ventas. Es una producción heterógenea en términos de cantidad, consistencia y calidad derivada de la propia composición académica de las universidades o los centros especializados de investigación. Pero en su conjunto, las editoriales universitarias lanzan cada año ediciones o reediciones que sin embargo no se conocen mucho fuera de los muros físicos o virtuales de las universidades. Esa ventaja es el capital intelectual, científico o humanístico que las editoriales universitarias aportan a sus sociedades locales y nacionales. Hay algunos ejemplos de obras publicadas por editoriales universitarias que luego alcanzan impactos inesperados en el ámbito de los mercados editoriales privados. En el mundo anglosajón, quizá el caso más conocido es el de John Kennedy Toole, autor de La conjura de los necios, que publicó su primera y más conocida novela en 1980, bajo el sello de la modesta Lousiana State University Press, luego de ser rechazado por varias editoriales privadas. Esa novela recibió el Pullitzer ese mismo año y se convirtió en un best-seller internacional. Desde luego, es un ejemplo raro y dificilmente repetible, pero ilustra el valor simbólico y práctico de las editoriales universitarias en un mundo dominado por los grandes monopolios editoriales. Representa de alguna forma una refutación del dilema convencional que circula entre científicos y académicos desde los años sesenta sobre publicar o morir. Las editoriales universitarias muestran que, a veces, se puede publicar sin morir.

Thursday, August 19, 2021

Jalisco: la disputa por la nave

Estación de paso Jalisco: La disputa por la nave Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 19/08/2021) https://suplementocampus.com/jalisco-la-disputa-por-la-nave/ Desde hace unos días, la aprobación de una iniciativa del partido Movimiento Ciudadano en el Congreso de Jalisco ha provocado un ruidoso conflicto entre las autoridades de la U. de G. y el gobierno estatal. La iniciativa plantea una reasignación de 140 millones de pesos que ya se había acordado programar para el proyecto del Museo de Ciencias Ambientales del Centro Cultural Universitario, para destinarlos a la construcción de un hospital civil en el municipio de Tonalá, al oriente de la zona metropolitana de Guadalajara. El episodio es más que una lucha por la distribución del presupuesto público estatal. Significa una acción política que forma parte de los juegos de poder entre la U. de G. y el gobierno jalisciense. El argumento del oficialismo local, encabezado por el gobernador Alfaro y su partido (MC), es que esa reasignación es indispensable para ampliar las capacidades de atención a la salud pública de una parte importante de la población jalisciense. La postura oficial de las autoridades universitarias es que esa decisión rompe acuerdos ya tomados y significa “una violación a la autonomía universitaria”. Estamos frente a la construcción de dos relatos encontrados sobre la causa y origen del conflicto presupuestal, pero que ocultan la profunda naturaleza política del desencuentro. La historia reciente de las relaciones políticas entre la universidad y el gobierno estatal es una historia de alianzas y rupturas, de pragmatismo, incertidumbre y cálculo, de legitimidades en tensión y equilibrios inestables entre los actores directos del pleito, acompañados por los coros, voces y apoyos de actores periféricos al conflicto. Existen por lo menos tres elementos a considerar para comprender los alcances e implicaciones de la disputa: el contexto postelectoral, la coyuntura de la crisis, y la lógica de los actores políticos involucrados. El primero tiene que ver con los saldos del proceso electoral de julio en la entidad, donde el oficialismo alfarista logró mantener el dominio del congreso local para el próximo trienio (2021-2024), así como el triunfo en la mayor parte de los municipios metropolitanos. Asimismo, un partido político local de reciente creación (Hagamos) impulsado por universitarios cercanos al padillismo (esa coalición de poder identificada con el liderazgo de Raúl Padilla), logró mantener el registro en su primer proceso electoral y tendrá 2 representantes en el congreso estatal, en las regidurías de uno o dos ayuntamientos metropolitanos y algunos más en el resto del estado. Aunque esa representación es más que nada testimonial, la conformación del congreso y de las fuerzas políticas locales (donde el morenismo se mantuvo como la segunda fuerza electoral estatal), anticipa un escenario de competencia en la perspectiva del proceso electoral de 2024, donde se renovarán los poderes en el ámbito federal, estatal y municipal. El segundo elemento a considerar es el tono metálico de la coyuntura. La creación del partido Hagamos a finales de 2020 surgió de una discreta ruptura de la alianza que las autoridades formales y fácticas de la U. de G habían mantenido con el alfarismo desde su elección como gobernador de Jalisco en 2018, y que se hizo muy clara en la gestión local de la crisis pandémica desde marzo del 2020. Esa ruptura distanció a los aliados y colocó al alfarismo y al padillismo en posiciones enfrentadas. En esta coyuntura, los recientes acercamientos entre el gobernador Alfaro y el presidente López Obrador, que han (¿habían?) mantenido una relación áspera desde el comienzo del sexenio obradorista, parecen tener como punto de unión (y negociación) el interés por debilitar la figura del exrector Padilla (1989-1995) y la ruptura de la coalición hegemónica que encabeza en la U. de G. Ese cambio de alianzas, de realineamiento de la agenda de prioridades, vuelve a confirmar que la política real, mundana, es un oficio de ajedrecistas, estibadores y tramoyistas, no de ángeles. Pero es quizá el tercer elemento el que ayuda a comprender mejor el sentido y alcances del pleito. La lógica política es siempre una lógica difusa, cambiante, expresada en declaraciones públicas, negociaciones privadas y encuentros secretos entre los actores protagónicos, donde las fanfarrias, los valses y la música de cañerías forman la pista sonora de los rituales propios de los juegos del poder. Para el caso de Jalisco, el oficialismo político intenta ganar la partida minimizando la capacidad de influencia de su adversario, imprimiendo un sentido de justicia y beneficio público a la construcción de un nuevo hospital en Guadalajara. Para las autoridades universitarias, se trata de presentar la reasignación presupuestal como una traición a acuerdos tomados, como un atentado contra la autonomía universitaria, la ciencia y la cultura. Son posicionamientos propios del juego de espejos de la acción política, y no es claro como se sostendrán esas argumentaciones en las arenas movedizas de la política local en los próximos días y semanas. En cualquier caso, el conflicto entre la U. de G y el gobierno estatal sobre la distribución de los dineros públicos representa las tensiones que se ocultan detrás del espectáculo de máscaras y disfraces de la política jalisciense. No se trata de una lucha entre proyectos diferentes, del dilema entre salud pública versus ciencia y cultura universitaria, de la renuncia a alianzas que quizá estaba comenzando a ser demasiado costosas para los ocasionales compañeros de viaje. Bien visto, se trata de un pleito que revive tensiones viejas y desencuentros recientes, pero que puede tener un precio elevado no sólo para los contendientes sino fundamentalmente para las instituciones involucradas. La naturaleza del conflicto expresa lenguajes de poder, palabras que revelan creencias, intereses y razones legítimas que determinan las condiciones para una posible negociación de las posiciones. Pero en política, diría Montaigne “no se trata de charlar, sino de conducir la nave”. La disputa por la nave: esa es la cuestión.

Thursday, August 05, 2021

Precariedad y bienestar

Estación de paso Precariedad laboral en las Universidades del Bienestar Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 05/08/2021) La semana pasada (29 de julio), el diario El Sol de México publicó una nota que mencionaba “el despido de 115 docentes adscritos a 70 sedes” de las Universidades del Bienestar Benito Juárez García (UBBJG). La información se basaba en las declaraciones que varios de los afectados habían hecho públicas al ser “despedidos sin previo aviso”, señalando el trato “déspota” por parte de la directora general de las UBBJG, Raquel Sosa, respecto de sus reclamos. Un día después, la propia Dra. Sosa señaló en una nota de prensa que esas acusaciones eran “infundadas”, ya que es “usual” el proceso de revisión cada seis meses de los convenios laborales con los docentes de esas universidades, en los cuales se evalúa la idoneidad de los perfiles y puestos de los docentes para renovar, o no, dichos convenios. Afirmaba que, dada la naturaleza de la institución, los docentes “no firman contratos, sino convenios” de trabajo. Hay varios antecedentes respecto de los problemas de las relaciones laborales de los docentes de las UBBJG. Denuncias de despidos, reducción de salarios, precariedad laboral, malas condiciones en la infraestructura de muchas de las sedes que hasta ahora se han inaugurado en todo el país, se han conocido desde el inicio de este programa prioritario del gobierno federal. Esas denuncias y conflictos muestran la poca claridad sobre los perfiles y las condiciones laborales de los docentes de esas universidades públicas. ¿Cuántos son? ¿Cuáles son sus perfiles y trayectorias? ¿En que condiciones trabajan? ¿Cuál es su salario y que prestaciones reciben? En el sitio web de esas instituciones (https://ubbj.gob.mx) no aparece ninguna información al respecto. En una rueda de prensa celebrada en mayo de 2020, la directora mencionó que ya funcionaban para ese tiempo “100 sedes con 815 docentes”. Hoy, según datos de febrero de este año (2021), se sabe que existen 140 sedes, con una matrícula total de 28,087 estudiantes, pero no se sabe cuántos profesores trabajan ni en que condiciones. No obstante, se puede estimar que ya superan los mil trabajadores docentes adscritos a esas universidades. Siendo una institución pública federal, se esperaría una información mucho más detallada y precisa del profesorado que labora en esas escuelas, pero esos datos básicos no están disponibles, o no son de fácil acceso. El problema es delicado, pues se trata del principal recurso institucional para la atención de las labores de enseñanza y aprendizaje de los distintos programas educativos que ofrecen las UBBJG. La sistemática contratación temporal del personal académico es contradictoria con un enfoque de derechos, condiciones dignas y estabilidad laboral de los trabajadores de esas universidades. Lo que tenemos, por el contrario, es una política de precariedad laboral instalada en el centro mismo del principal y prácticamente único proyecto del gobierno lopezobradorista para la educación superior. Tratar a los profesores como eventuales, o como una suerte de personal académico de confianza, apelando a sus compromisos éticos o morales con el papel de las UBBJG en la cuarta transformación nacional, revela no sólo un arraigado prejuicio contra los derechos laborales de sus trabajadores, sino también cierta concepción del trabajo docente como una labor moral y comunitaria que refleja los valores y principios de la 4TN, y no como una profesión académica apreciada y remunerada adecuadamente. Esa política de precarización del trabajo docente es justificada como parte de los principios de austeridad proclamados por el oficialismo en turno. Ello explica el desinterés gubernamental por fortalecer académica e institucionalmente a las UBBJG a través de la constitución de una planta académica estable y comprometida con los propios objetivos de esas universidades. Bajo los vientos retóricos de la cuarta transformación, la precarización constituye una clara señal de retroceso en el enfoque de derechos laborales de los trabajadores educativos, esa señal que en los años setenta se constituyó como la bandera de lucha del sindicalismo universitario mexicano, con la cual varios de los impulsores de las UBBJG forjaron sus propias trayectorias políticas. Hoy, precarización y austeridad dominan el enfoque gubernamental sobre la naturaleza institucional de las Universidades del Bienestar. Y no deja de ser paradójico que los enunciados del bienestar social que atraviesan toda la narrativa del transformacionismo coexistan con prácticas que lesionan o afectan los derechos de los trabajadores de las universidades que representan fielmente las creencias e intereses del gobierno para el campo de la educación superior pública del país.

Friday, July 16, 2021

Adiós a la prepa

Estación de paso Graduaciones: adiós a la prepa. Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 15/07/2021) Las fiestas de graduación son siempre un espectáculo que combina alegrías instantáneas, nostalgias prematuras y preocupaciones futuras. La noche del viernes pasado, por ejemplo, en Zapopan, Jalisco. Que cientos de jóvenes preparatorianos se organicen durante casi un año para celebrar el acontecimiento y reunirse en un salón de fiestas para bailar, cenar y bromear no es algo inusual. Pero que lo hagan en el contexto de la larga crisis sanitaria que los ha confinado a sus casas y los alejó de sus escuelas durante más de la mitad de sus trayectorias escolares en el nivel medio superior es relativamente sorprendente. Pese a la incertidumbre, los llamados de alerta por la confirmación de la tercera ola de contagios, los riesgos advertidos y probados de la enfermedad, los jóvenes sólo querían divertirse al ritmo de la música de Bad Bunny, de Cristian Nodal, de Harry Styles, Los Ángeles Azules, y alguna banda sinaloense o un mariachi para cerrar una experiencia escolar y vital que los marcará para siempre. Festejar en medio de una tragedia o una crisis tampoco es raro. Puede ser visto como un ritual de sanación y olvido, un acto de rebeldía o de resistencia frente a acontecimientos que simplemente serían insportables como horizonte permanente e ineludible. Por ello, los comportamientos estudiantiles durante la pandemia han sido heterógeneos y contradictorios a la luz de las confusas expectativas gubernamentales y los sombríos pronósticos sanitarios. En entornos dominados por la inseguridad, la diversificación de las violencias o el pesimismo, muchos jóvenes celebraron con jolgorios su salida de las prepas en muchas partes del país. Después de todo, los festejos de graduación representan, entre otras cosas, los ritos de paso de la adolescencia a la adultez, donde nuevas decisiones e incertidumbres conformarán los itinerarios vitales de los jóvenes. No hay explicaciones fáciles ni instantáneas para estos comportamientos. Pero una hipótesis plausible es que a lo largo de la pandemia las emociones se convirtieron en razones. Ni advertencias ni temores impidieron que muchachas y muchachos que egresaron de la prepa e ingresaron casi al mismo tiempo a la ciudadanía política se reunieran para festejar junto con sus familias el fin del bachillerato. Después de todo, hay que recordar que hoy sólo 63 de cada 100 jóvenes entre los 15 y los 17 años de edad están inscritos en alguna modalidad de nivel medio superior en el país, y se estima que de cada 100 estudiantes que ingresaron a primero de primaria en el ciclo escolar 2000-2001, 69 ingresaron al primer año de preparatoria 9 años después, y 12 años más tarde solo 42 egresaron de ese nivel escolar. Ese grupo poblacional es el que festeja en este verano el adiós a la prepa. Durante este ciclo escolar egresaron 1.4 millones de estudiantes de nivel medio superior. Ellos representan el 70% de los que ingresaron hace tres años a las casi 21 mil preparatorias generales o tecnológicas instaladas en toda la república. 12 de cada 100 reprobaron en algún momento de la prepa, y 10 de cada 100 abandonaron sus estudios a lo largo de sus trayectorias escolares en este nivel. Según la encuesta realizada por el INEGI hace unos meses sobre el impacto del COVID-19 en la educación, en este nivel las dos causas proncipales de abandono y reprobación tuvieron que ver con la falta de recursos económicos o por razones de salud de los estudiantes o de sus familiares cercanos. Justo por ello, estudiantes y familias celebran este verano el final de la preparatoria. Muchos no lo hicieron y probablemente no lo harán en los próximos años ni nunca. Culminar la escuela es un logro simbólico y práctico, el cierre de una experiencia que marca las posibilidades y oportunidades futuras para miles de jóvenes. El optimismo insobornable de los jóvenes egresados alimenta la complejidad de un horizonte nublado para muchos adultos. Y esa actitud y las emociones que con frecuencia la acompañan forman las reservas racionales, sentimentales y morales que algunas franjas de la sociedad mexicana han formado en los años duros de la crisis económica y sanitaria que se mezcla con la polarización política y las fracturas profundas de la cohesión social. Frente a éstas imágenes, quizá tenga razón el poeta catalán Joan Margarit cuando escribió, hace algunos años: “La juventud son ojos que reflejan el futuro sin verlo” (Excursión).