Thursday, September 01, 2022

La universidad y la nueva escuela

Estación de paso La universidad y la nueva escuela mexicana Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 01/09/2022) https://suplementocampus.com/la-universidad-y-la-nueva-escuela-mexicana/ Como se sabe, la reforma al marco curricular y los nuevos libros de texto gratuitos constituyen la columna vertebral del proyecto de “Nueva Escuela Mexicana” (NEM) impulsada por las autoridades de la SEP. Ese es el núcleo duro de los propósitos enunciados desde hace meses por asesores y funcionarios gubernamentales del sector, aunque permanezcan muchas reservas, críticas, dudas y escepticismos sobre la factibilidad política, la consistencia técnica, pedagógica y organizativa del proyecto, los contenidos de los programas de estudio, o el conocimiento de los profesores sobre los alcances, tiempos, modos y estrategias de implementación de la reforma educativa que impulsa el oficialismo. Las propias burocracias federal y estatales de la SEP aguardan aún por definiciones básicas, decisiones operativas, recursos y organización del proyecto. Después de todo, el profesorado, los cuerpos burocráticos intermedios y los funcionarios de ventanilla del sector educativo constituyen los eslabones clave de la implementación de los cambios anunciados. La NEM representa un sistema de creencias articulado en torno a los valores promovidos por el oficialismo político de la “cuarta transformación nacional”. Son creencias orientadas por los intentos de una nueva forma de politización de los niños mexicanos, donde se mezclan sermones comunitaristas, pedagogías difusas, lemas de campaña y revisionismos históricos. El abandono de la evaluación comparada de los aprendizajes, la equiparación de los saberes comunitarios con los saberes científicos, los énfasis en la identidad y la pertenencia por sobre los valores de la libertad y la autonomía intelectual, forman parte de las tensiones que habitan la caja negra de la reforma imaginada por el oficialismo. Para decirlo en breve, se trata de sustituir las tradiciones de la educación laica, científica y liberal del pasado por una educación política, comprometida e ideológica para el presente y el futuro de los niños y adolescentes mexicanos. Pero el proyecto no afecta solamente a los niveles de primaria y secundaria de la educación pública nacional. También lo hará en el sector de la educación privada y, con el tiempo, en los niveles del bachillerato y licenciaturas universitarias y no universitarias, cuando las generaciones educadas en los misterios de la “decolonización”, la inclusión social, el compromiso educativo con la “realidad social”, o la promoción de las bases epistémicas igualitarias de todo conocimiento, sean las herramientas de la formación básica con la cual los niños de hoy ingresarán a las prepas, licenciaturas y posgrados de los distintos subsistemas públicos y privados de la educación media y superior. El principio de gratuidad y universalización de la educación superior incluido en las reformas al artículo tercero, la Ley General de Educación, y la Ley General de Educación Superior, impulsados el comienzo del sexenio por el ejecutivo federal, serán las bases legales del tránsito de niños y niñas hacia la educación media y superior, independientemente de los aprendizajes adquiridos o de la consistencia de la formación intelectual y técnica de los egresados del sistema educativo básico. Aunque las ilusiones de la homogeneización de la educación contenidas en todo proyecto reformador se estrellan una y otra vez contra los muros de las realidades de la desigualdad, heterogeneidad y diversidad de los procesos formativos entre estratos, grupos y clases sociales en contextos, poblaciones y territorios muy diferentes, los efectos de largo plazo de los objetivos de la reforma curricular alcanzarán en algún momento a las universidades públicas, a los institutos tecnológicos y a las propias escuelas normales, es decir, a los espacios de formación de las nuevas generaciones de profesores de educación básica que experimentarán los cambios de las enseñanzas y aprendizajes en las aulas de alguna escuela pública de Cerocahui, de San Juan Chamula, o de la Ciudad de México. Es heroico o ingenuo pensar que los cambios en la educación básica no afectarán al nivel superior, tal y como ha ocurrido con reformas educativas anteriores. En especial, es difícil imaginar que las universidades públicas serán impermeables a los efectos de la reforma en las orientaciones y prácticas educativas de las generaciones que, según los cálculos del oficialismo, comenzarán con el nuevo plan de estudios y los nuevos libros de texto gratuitos en todo el país a partir del ciclo escolar 2023-2024, luego del “pilotaje” del modelo educativo que se hará durante el presente ciclo escolar (2022-2023). Sin reprobaciones (abolidas por la pedagogía crítica que anima la retórica de la NEM), ni abandonos escolares (por el apoyo de las becas del bienestar), una gran parte de esos niños y niñas ingresarán a las prepas hacia el año de 2032, y a las licenciaturas en 2035. Será la primera generación de los egresados del modelo educativo del obradorismo, un modelo que no es “para armar” (como sugiere en su inteligente artículo Roberto Rodríguez en Campus), sino que es un modelo armado en busca de una realidad a modo. Pero hay variables de contexto que influirán en la configuración de los desafíos futuros para la educación superior universitaria. Variables macro como los resultados de los procesos político-electorales del próximo sexenio (2024-2030), variables meso como el financiamiento público del sistema de educación media y superior, o variables micro como los procesos de selección/admisión de las universidades públicas, serán algunos factores de causalidad de los efectos claros o difusos, deliberados, contradictorios o perversos, de la NEM en la educación terciaria. Aunque el futuro es siempre un territorio lleno de sorpresas, imprecisiones, sucesos inesperados y actores desconocidos, parece inevitable considerar escenarios poco favorables para las universidades públicas, donde los temas de la calidad, la evaluación, la autonomía política, académica e intelectual, son los ejes históricos de su quehacer institucional. El presente siempre está poblado de futuros, de señales que son el resultado de la incertidumbre, la acción de fuerzas emergentes y el legado de tradiciones históricas. Son factores que configuran los escenarios del porvenir. Descifrar esas señales obliga a las universidades a repensar, otra vez, sus propios futuros institucionales.

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