Thursday, September 28, 2023

Polímatas en tiempos del ChatGPT

Diario de incertidumbres Polímatas en tiempos del ChatGPT Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 28/09/2023) https://suplementocampus.com/polimatas-en-tiempos-del-chatgpt/ ¿Qué tienen en común George Steiner, Susan Sontag, Alfonso Reyes, Walter Benjamin, la princesa inglesa Isabel (1618-1680), o el fraile catalán Ramón Llull (1232-1316)? ¿Es posible encontrar algún lazo intelectual que una el perfil y trayectorias de Leonardo da Vinci con Jorge Luis Borges, de Vladimir Nabokov con Albert Hirschman, o de Amartya Sen con Umberto Eco? Aunque distintos en el tiempo y los contextos que les tocó vivir, estas figuras representan trayectorias intelectuales unidas por un rasgo distintivo común: su capacidad para explorar muy distintas ramas del saber, para negarse a la hiperespecialización y combinar distintos acercamientos disciplinarios a la explicación de múltiples fenómenos sociales o naturales. Su vocación enciclopédica, anclada en una curiosidad voraz y en la erudición, es el factor que une sus obras y trayectorias. Estas figuras representan al polímata, definido como “alguien que se interesa por muchas materias y aprende sobre ellas”. Y constituyen el objeto de estudio del sociólogo e historiador cultural Peter Burke, quien durante veinte años se dedicó a examinar cuidadosamente las trayectorias de cerca de 500 de esas figuras para tratar de entender cómo lograron desarrollar el “arte de las combinaciones” en contextos donde la especialización ganaba y sigue ganando terreno en todas las ciencias y las humanidades. El resultado de ese estudio fue publicado en español el año pasado por Burke en su libro El polímata. Una historia cultural desde Leonardo da Vinci hasta Susan Sontag (Alianza Editorial, Madrid, 2022). El punto de partida de su monumental estudio es el hecho de que a lo largo de la historia cultural de la humanidad han existido personajes que se distinguen por su capacidad para combinar distintos saberes y habilidades. Esas figuras representan la rebelión contra la unidimensionalidad de los saberes convencionales sobre las cosas y los procesos de la naturaleza o de la sociedad, lo que los conduce a ensayar distintas aproximaciones al entendimiento de las relaciones de causalidad de los fenómenos, pero también a identificar con claridad lo que no sabemos. A partir de este punto, Burke reconstruye esas historias a partir de una periodización que va de los antiguos chinos, egipcios, griegos, romanos y pensadores islámicos a la edad media, del renacentismo a la ilustración y el siglo de las luces, de la era del surgimiento de las disciplinas en las universidades a la era de la interdisciplinariedad y la revolución digital. El autor previene desde el principio de su libro sobre el hecho que también existe una suerte de “mitología del polímata”, que incluye prácticas de charlatanería a lo largo del tiempo. Aquí se incluyen falsos polímatas, entre los que se encuentran los vendedores de pócimas milagrosas (aceite de serpiente, por ejemplo), estafadores, magos, ilusionistas o merolicos de mercados y circos de todos los tiempos, impostores químicamente puros que afirman tener los conocimientos necesarios para curar enfermedades, construir artefactos que producen nuevos conocimientos científicos, o que revolucionan instantáneamente las formas de hacer las cosas. El contraste entre los “polímatas auténticos” y los “falsos polímatas” forma parte de las hechuras del fascinante estudio de Burke. Los polímatas son una reacción a la cultura de la especialización. Representan el esfuerzo por traspasar las fronteras disciplinarias como mecanismo intelectual para comprender mejor la complejidad de las cosas. Muchos de los grandes polímatas de la historia combinaron saberes matemáticos, económicos o politológicos con la poesía, la música o la pintura. Karl Marx se inspiraba en autores clásicos de la literatura alemana o inglesa del siglo XVI y XVII para explicar su teoría sobre las relaciones entre capital y trabajo. Nabokov combinaba la literatura con la entomología. Raymond Aron mezclaba la filosofía con la política, la sociología y la historia. Wilhelm von Humboldt se movía entre las aguas de la filosofía, la medicina, las lenguas, la historia y la política. En Jorge Luis Borges coexistieron la poesía y la literatura con la historia, la física y las matemáticas. Estos polímatas mantuvieron relaciones difíciles con las escuelas y universidades en sus distintas épocas. Reacios a las rigideces disciplinarias, entraban y salian de las universidades, cambiaban de escuelas, departamentos y colegas, abandonaban cursos para ofrecer otros, viajaban, se relacionaban con otras comunidades intelectuales. La imagen del polímata como un ser solitario y aislado es una imagen falsa, afirma Burke. Tres son los casos emblemáticos de esos itinerarios intelectuales en el siglo XX. Uno es el de Herbert Fleure, que pasó de ser jefe del departamento de zoología de una prestigiosa universidad escocesa para dedicarse a la goegrafía y a la antropología. Michael Polanyi, en la Universidad de Manchester, intercambió una cátedra de química por otra de estudios sociales. Y en la Universidad de California en Los Ángeles, Jared Diamond, antiguo catedrático de fisiología, se trasladó al departamento de geografía. En la era digital, el ocaso de los polímatas es una posibilidad. Presionados por la hiperespecialización asociada a la acumulación de títulos y grados, los pensadores libres son una especie amenazada, sugiere Burke. Y sin embargo, en un arranque de optimismo, el propio Burke sugiere que quizá en la era de los algoritmos, las aplicaciones, del ChatGPT y la inteligencia artificial, surjan nuevos polímatas digitales, hombres o mujeres que cultivan la hibridación intelectual, la curiosidad con la erudición, traspasando fronteras institucionales y disciplinarias con el uso de nuevas herramientas. Gente que quizás comparte el sentido provocador de una de las frases que utiliza como epígrafe de su libro el gran sociólogo inglés, de la autoría de un ex ingeniero que luego se dedicó a la ciencia ficción, Robert Heinlein: “La especialización es para los insectos”.

Thursday, September 14, 2023

Un escándalo silencioso

Diario de incertidumbres Un escándalo silencioso: la evaluación de los posgrados Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 14/09/2023) https://suplementocampus.com/un-escandalo-silencioso-la-evaluacion-de-los-posgrados/ La información dada a conocer por el Conahcyt hace unas semanas respecto de la evaluación de los programas de posgrado del país tiene el perfil de un oximorón: es un escándalo silencioso. De los 2 933 programas evaluados (que incluyen los niveles de especialidad, maestría y doctorado), un 33.5% (983) resultaron “no elegibles”, es decir, no reconocidos por el nuevo Sistema Nacional de Posgrados (SNP) del Consejo. Esto significa, entre otras cosas, que los estudiantes que eligieron cursar algún programa de posgrado no serán apoyados con la beca de manutención correspondiente, que tradicionalmente les asignaba el Conahcyt para cursar sus estudios durante 1, 2 o 4 años. El impacto de esta decisión es muy significativo, pues no sólo afecta a los programas de las instituciones de educación superior privadas sino también a las públicas. Aunque la información que aparece en la página del SNP es muy limitada, es posible identificar que los impactos más importantes ocurrieron en el nivel de las especialidades (87.3% fueron consideradas “no elegibles”), en la maestría (36.8%) y, en menor medida, en el doctorado (13.1%). En la página no es posible identificar cuántos de los programas no elegibles son nuevos (es decir, es la primera vez que solicitaban su registro en el SNP), y cuántas son renovaciones de programas que ya existían desde hace años en el antiguo Padrón Nacional de Posgrados (PNP). ¿Qué se sabe? Que bajo la nueva Ley General de Humanidades, Ciencia y Tecnología, el Consejo determinó fijar los criterios generales de evaluación de los programas en tres grandes categorías. La primera fue su relación con las prioridades nacionales, que fueron determinadas por la Junta de Gobierno del Consejo. La segunda fue la clasificación de los programas de acuerdo a su orientación (investigación/profesionalización, público/privado), realizada por la SEP. La tercera, si los programas cobraban o no matrículas a sus estudiantes, y en qué monto. En cualquier caso, el impacto nacional, regional e institucional es relevante, como lo han mostrado en las páginas de Campus Sylvie Didou, Alejandro Canales y Miguel Casillas. En la Universidad de Guadalajara, por ejemplo, que durante muchos años lideró el número de posgrados registrados en el PNP entre las universidades públicas estatales, el impacto significa que el 28% de sus programas (60 de 215) no lograron ser elegidos bajo los nuevos criterios y lineamientos expedidos por la Junta de Gobierno del Conahcyt, publicados apenas el 26 de julio pasado, es decir, una semana antes de que el Consejo diera a conocer los resultados de las solicitudes de evaluación. Aquí también, como a nivel nacional, resultaron no elegibles 8 de 11 especialidades (muchas de ellas médicas), 46 de 142 en el nivel de maestría, y 6 de 62 en el nivel del doctorado. Tampoco hay información disponible respecto de las áreas de conocimiento y disciplinas que más resultaron afectadas con la evaluación no diagnóstica, ni formativa sino punitiva realizada por el Consejo a través de sus comisiones dictaminadoras. No obstante, parece claro que los posgrados relacionados con la gestión, los negocios, el emprendurismo o la administración de organizaciones resultaron los más afectados con las decisiones evaluadoras. Eso supone que fueron considerados posgrados “no elegibles” por estar dirigidos a fortalecer al mercado y no al estado. También queda flotando en el aire la sensación de que el tercio de las solicitudes rechazadas (aunque el eufemismo sea “no elegidas”) obedece a razones presupuestales, algo que desde hace tiempo se ha mencionado como una de las razones que explican los resultados de las evaluaciones del Conahcyt. Como sea, el proceso evaluador significa un duro golpe a miles de estudiantes que habían decidido cursar una maestría o un doctorado bajo el supuesto de que recibirían una beca. Ante la eliminación de los programas, muchos alumnos se dieron de baja inmediatamente. Algunos se movilizaron y protestaron en las delegaciones del Conahcyt, o en las instalaciones de los campus universitarios. Pero el golpe está dado, y a pesar de las solicitudes de reconsideración realizadas por las autoridades, el Consejo decidió, en una proporción significativa, reiterar la categoría de “no elegibles”, sin mayores explicaciones a los responsables de los programas afectados. En estas circunstancias, la política científica del gobierno obradorista es una hechura de objetivos ambiguos, señales cruzadas e implementaciones defectuosas. La narrativa de la gratuidad se enfrenta al hecho de recortes brutales en los apoyos hacia los jóvenes (y algunos no tanto) que deciden, por muy diversos motivos y circunstancias, apostar al posgrado como una forma de supervivencia en tiempos donde los empleos son escasos, o para contribuir a la solución de problemas del desarrollo mexicano de hoy y del futuro. Es difícil entender como una política científica nacional supuestamente anti-neoliberal le cierra la puerta a poblaciones e instituciones públicas que han logrado avances importantes en la diversificación de las opciones profesionales y de investigación del posgrado mexicano. El problema central no es, por supuesto, el de evaluar o no los programas. De hecho, esa es una práctica regular desde los inicios del padrón de posgrados reconocidos por el Consejo. El problema consiste en el tipo de evaluación que se diseña y se ejecuta, sin considerar la historia de cada programa, el contexto y los resultados de cada uno de ellos. Si antes del 2019, la épica de los indicadores gobernaba las evaluaciones de los programas, hoy la épica de la austeridad y el compromiso con las prioridades gubernamentales dominan la evaluación federal. Son tiempos duros para el posgrado nacional.