Thursday, May 09, 2024

Futuro con figuras

Diario de incertidumbres Futuro con figuras: prospectivas en educación superior Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 09/05/2024) https://suplementocampus.com/futuro-con-figuras-prospectivas-en-educacion-superior/ Una comedia siciliana (Gallo Nero, España, 2016) es un pequeño libro donde se reúnen varios relatos del gran narrador italiano Leonardo Sciascia escritos entre 1947 y 1975. Se trata de brevísimos ejercicios literarios cuidadosamente tallados a mano, en los cuales fluye la descripción de personajes, ambientes y recuerdos enmarcados en el contexto de la vida de dos pueblos del sur de Sicilia (Catania y Palermo), que configuran las paradójicas dimensiones públicas, privadas y secretas de sus habitantes, paisajes y relaciones. Uno de esos relatos (“Pueblo con figuras”), es una estampa de recuerdos que se desenvuelven entre la estupidez instantánea y el humor involuntario, la imaginación desbordada y las esperanzas de “personajes en busca de autor”, que relatan historias de “felices invenciones”. La maestría de Sciascia se concentra en el pasado y el presente de figuras en contextos específicos, pero ofrece pistas para imaginar el futuro. Y en México, y en el mundo, la imaginación sobre futuros posibles se adueña en ocasiones de los humores públicos y privados. En el campo de la educación superior, la ansiedad por el porvenir se nutre de fuentes diversas: la insatisfacción con el presente, cierta nostalgia épica sobre pasados difusos, cálculos políticos de actores interesados, el diseño de políticas, la organización de acciones institucionales e individuales, preocupaciones por los escenarios que podrían enfrentar las nuevas generaciones estudiantiles, las incertidumbres causadas por la influencia de factores globales. Esto ha dado lugar a distintos ejercicios de prospectiva dirigidos, de alguna manera, a tratar de gobernar el futuro. Desde esta perspectiva, el futuro de la educación superior es un tiempo y un lugar imaginario que se puede desarrollar en distintos escenarios, donde coexisten personajes, instituciones y contextos. Esos escenarios se configuran por fuerzas diversas: las herencias del pasado, las decisiones (o no-decisiones) del presente, el cálculo racional, la voluntad política, los recursos invertidos o las capacidades institucionales, pero también influyen de manera significativa los juegos del azar y el óxido de las incertidumbres. Estos factores pesan en la hechura de los escenarios futuros, y sus combinaciones dependen de las lógicas que gobiernan los comportamientos de los actores involucrados. Se pueden identificar o imaginar distintos escenarios tipos de futuros: catastróficos o luminosos; utópicos o distópicos; tendenciales o disruptivos; posibles o deseables. Estos escenarios suelen ser pensados como referentes de ejercicios prospectivos más o menos sofisticados que, en ocasiones, se registran en decretos, leyes, ordenamientos normativos de distintas escalas, planes y programas de gobierno, declaraciones políticas, o en el extraño lenguaje de la planeación estratégica que se puso de moda desde finales del siglo pasado (“visión”, “misión”, “fortalezas”, “debilidades”, “incentivos”, etc.). Más allá de las formas, contenidos y utilidad de estos ejercicios prospectivos sobre la educación superior, es posible imaginar una suerte de “futuro con figuras”, parafraseando la pequeña historia de Sciascia. Imaginemos un escenario situado, digamos, hacia el año 2050. Sus personajes principales son, como siempre, los funcionarios gubernamentales, los políticos profesionales, los directivos, estudiantes y profesores de los campus universitarios y no universitarios. El contexto importa: a mitad del siglo se ha cumplido la meta del acceso universal a la educación terciaria, donde 7 de cada 10 jóvenes en edad correspondiente logran ingresar a alguna institución de educación superior pública o privada. Sin embargo, persisten los viejos problemas de empleabilidad y de calidad en la formación profesional que se detectaron desde comienzos del siglo XXI. Una nueva generación de liderazgos estudiantiles y académicos, crecidos entre las aguas lodosas de las ideologías neoliberales y populistas impulsadas por gobiernos anteriores, se ha colocado al frente de nuevas olas de protestas exigiendo becas, empleos, un profesorado competente, más financiamiento a las universidades públicas, menos corrupción y mejores instalaciones. Por su parte, el profesorado por horas constituye el 95% del total de los docentes del sector, y se moviliza exigiendo mejores salarios, más estímulos, prestaciones y plazas de tiempo completo. Las autoridades del sector, tanto las gubernamentales como las universitarias, se muestran rebasadas por la magnitud y frecuencia de las protestas y miran hacia todos lados y ninguno, buscando viejas respuestas a los nuevos problemas. Aunque las tecnologías digitales se han adueñado de las prácticas académicas en los campus, sus efectos en la formación intelectual y profesional de las nuevas generaciones son difusos o irrelevantes. La furiosa retórica de la innovación, basada en las promesas de la inteligencia artificial, que dominó las dos primeras décadas del siglo pasado, se ha agotado, y no alcanza a proporcionar respuestas a los nuevos dilemas económicos y sociales rencionados con los efectos del cambio climático, las transformaciones en el mercado laboral, la desigualdad social, la pobreza, o la incontrolable migración de miles de nómadas que transitan por el país o que se instalan en varios puntos del territorio nacional desde la segunda década del siglo. La creación de una nueva agencia federal diseñada para la gobernanza del sector (la Secretaría de Educación Superior, Ciencia y Tecnología), por disposición del gobierno en turno al final de los años veinte para resolver los crecientes problemas del sector, ha sido incapaz de coordinar e integrar un sistema coherente, gobernable y cooperativo, y tampoco ha asegurado un financiamiento público suficiente y sostenido. En el escenario desfilan personajes extraños: la funcionaria autoritaria y el político ingenuo; una lideresa estudiantil dueña de una retórica inteligente y rabiosa; una rectora prudente, que busca la conciliación más que el enfrentamiento; un viejo profesor curtido en los confusos debates ideológicos de comienzos del siglo entre democracia y autoritarismo; un empresario de universidades privadas que exige eliminar las barreras legales que impiden el crecimiento de sus empresas educativas con fines de lucro; un líder sindical que reclama mayor injerencia en las decisiones de política pública para el sector. Los personajes y componentes de este escenario de la educación superior son por supuesto invenciones surgidas entre los ruidos y silencios que produce el presente mexicano en este sector. Es un murmullo gobernado por la confusión social y la polarización política que distrae la atención sobre las reflexiones del futuro educativo, que parecen desplazadas por el gobierno de ilusiones y promesas de la temporada electoral. Todo apunta a que la invención del futuro es un ejercicio que se puede dejar para otro tiempo, como alguno de los relatos de Sciascia.