Thursday, June 20, 2024

Rectores

Diario de incertidumbres Rectores: política, espectáculo y narrativa Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 20/06/2024) https://suplementocampus.com/rectores-politica-espectaculo-y-narrativa/ Los informes rectorales en las universidades públicas estatales constituyen momentos importantes de la vida institucional y de sus entornos políticos locales. Son episodios de balance más o menos puntual de logros y déficits, de enumeración de avances de una gestión rectoral, de los faltantes que aguardan por resolverse en el tiempo que resta de su administración. Pero los informes son mucho más que eso. Marcan los tiempos institucionales, reúnen a las fuerzas vivas universitarias, convocan a los actores políticos, económicos y sociales del entorno. Son espectáculo y memoria, rituales de legitimación, coyunturas para afianzar liderazgos o anticipar las oportunidades a los interesados en ser considerados como próximos rectores, rectoras, o para ocupar altos cargos directivos universitarios. Más allá de su carácter rutinario y solemne, los informes son ceremoniales esencialmente políticos, que marcan el ritmo, la lógica de los comportamientos de los actores y las agendas por la disputa o el ejercicio del poder institucional. En estos espectáculos el rector o rectora son inevitablemente las estrellas del momento. Son oportunidades para mostrar su carácter, creencias y convicciones, su capacidad retórica, su precisión sobre las métricas del desempeño institucional de un año a otro. Pero sus invitados también importan. Desde hace mucho tiempo, los informes ya no sólo están dirigidos a la comunidad universitaria o a los miembros del consejo universitario. Son también mensajes políticos a actores relevantes de los entornos locales y nacionales: gobernadores, funcionarios federales, exrectores, dirigentes empresariales, líderes políticos, funcionarios estatales o municipales. Se trata de ejercicios de legitimación de la gestión rectoral como representación de la cohesión de la comunidad universitaria frente a otros actores regionales, medios de comunicación, observadores y simples curiosos. La dinámica del ritual tiene su encanto. Bien visto, es una mascarada, la ocasión para que se utilicen los atuendos y disfraces adecuados para momentos especiales como son los informes rectorales. Amigos y adversarios se saludan, hay abrazos y risas, miradas serias, indiferencias que revelan pleitos viejos, competencias silenciosas, acercamientos con los liderazgos universitarios para hacerles saber que están ahí, acompañando los grandes momentos de la temporada. Hay que hacerse visibles, enviar los mensajes apropiados a la gente indicada, moverse entre la multitud para hacerse notar, para conversar, para planes de reuniones futuras o recordar momentos felices del pasado remoto o reciente, para solicitar pequeños favores a quien puede concederlos. Una muestra de ello lo fue el quinto informe que el rector general de la Universidad de Guadalajara rindió la semana pasada. Reunió los ingredientes básicos de todo ceremonial de poder institucional: política, espectáculo y narrativa. Asistieron invitados especiales (gobernador del estado, representante del gobierno federal, titulares del poder judicial y legislativo, de ANUIES, dirigentes partidistas, líderes sindicales y estudiantiles), imágenes, audiovisuales, utilización de inteligencia artificial, exhibición de datos de crecimiento institucional. Hubo también música, cantantes, confeti, un ambiente de fiesta, celebración y alegría. A pesar de que los informes son dirigidos a los consejeros universitarios, miles de invitados de la comunidad universitaria y de la clase política local fueron convocados en el gigantesco Auditorio Telmex (una mole de cemento, cristal y acero que puede albergar hasta 10 mil asistentes), para participar en el espectáculo multicolor. Pero lo interesante del informe se concentró en la retórica de los dos protagonistas del espectáculo: el rector y el gobernador. A poco más de un año del fallecimiento de Raúl Padilla -el poderoso exrector universitario-, las paces entre el gobierno estatal y la universidad fueron selladas con palabras, abrazos y sonrisas. El recurrente calificativo de “histórico”, los elegios mutuos, los reconocimientos y felicitaciones, resonaron en la magnífica acústica del auditorio donde han tocado en años recientes Bob Dylan, Rubén Blades, Joan Manuel Serrat, la Banda MS, o Christian Nodal, pero donde también se han escenificado El Baile de los Cisnes o, justo por estos días, Alicia en el País de las Maravillas. La retórica de los rectores y gobernadores siempre revela sus capacidades y limitaciones, los perfiles de su formación política y de su educación sentimental. Luego de los episodios de conflicto del pasado reciente, y en el contexto de los resultados electorales del 2 de junio, el ambiente era de amabilidad, cordialidad y festejo. El rector Villanueva habló de los resultados “históricos” de su gestión: la reforma al sistema de pensiones, la creación de nuevas preparatorias y centros universitarios, el crecimiento de la matrícula universitaria, del número de investigadores, del papel del arte y la cultura, del “presupuesto constitucional” que le asegura a la U de G una “verdadera autonomía” para el futuro, gracias a una iniciativa hecha por el propio gobernador Alfaro. El gobernador reconoció la “valentía” del rector, su capacidad, sus buenas relaciones políticas a pesar de diferencias, en circunstancias en que a veces han sido aliados y, en otras, adversarios. En el marco de los 200 años de la fundación de Jalisco y de los casi 100 de la refundación de la universidad (se cumplirán el próximo año), las palabras de Alfaro marcaron el cierre de un pleito que se alargó por casi dos años (2021-2023). La interpretación política del informe es clara: al final de sus respectivas gestiones (el gobernador termina su administración en diciembre de este año, y el rector en abril del próximo), los representantes de ambas instituciones exhiben sus capacidades de negociación y acuerdo, y pavimentan con flores el camino para el próximo gobernador, o para el siguiente rector o rectora universitaria. Pero la ceremonia también anticipa los propios intereses, cálculos y aspiraciones de protagonistas y espectadores. En un contexto donde la política es el eje articulador de las más diversas causas, los encuentros y desencuentros de los actores del espectáculo forman parte de las siempre complejas hechuras de las relaciones entre gobiernos y universidades en las escalas subnacionales. Son estampas de poder institucional que ilustran las rutinas y los hábitos de personajes que son hechura de los tiempos, que buscan siempre las luces y reflectores de la Historia, y públicos que aplauden con entusiasmo sus palabras y gestos. Los informes como máximas representaciones simbólicas de las relaciones de poder y autoridad, en contextos siempre dominados por la incómoda música de fondo de la incertidumbre.

Thursday, June 06, 2024

Sísifo y la educación superior

Diario de incertidumbres Sísifo en la educación superior Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 06/6/2024) https://suplementocampus.com/sisifo-en-la-educacion-superior/ Como ocurre inexorablemente cada fin de sexenio, la educación superior mexicana enfrenta nuevamente un período de incertidumbres, desafíos y oportunidades. Los cambios experimentados durante el sexenio obradorista marcaron, para mal o para bien, las brechas, encrucijadas y rutas del futuro de la educación terciaria y, en especial, de las universidades y los centros públicos de investigación. Los cambios normativos (reforma al artículo tercero constitucional, LGES, SNII, CONAHCYT), los programas sectoriales (PRONES), el estancamiento del financiamiento público al sector, la ralentización del crecimiento de la matrícula y de la cobertura, del profesorado y del número de instituciones públicas y privadas, son algunos de los factores que hay que considerar para establecer un balance y una perspectiva sobre el presente y los posibles escenarios futuros del sector. Ya se sabe que en México el tiempo político y de políticas está marcado por los calendarios y relojes sexenales del gobierno en turno. Sin embargo, el tiempo educativo siempre es transexenal, un período largo donde se acumulan los rezagos e insuficiencias del pasado, y se agregan de manera constante nuevos factores de contexto que inciden en las decisiones de políticas del sector. Todo ello influye para determinar o condicionar los diagnósticos y perspectivas de acción de las nuevas coaliciones gobernantes surgidas de procesos electorales más o menos competidos, que reconfiguran los oficialismos políticos y sus respectivas oposiciones. El triunfo contundente de la coalición “Sigamos haciendo historia” en las elecciones federales del domingo pasado significa un claro mensaje de continuidad con lo ocurrido en el sexenio que agoniza. El paisaje después de la batalla electoral es el del fortalecimiento político del morenismo y un debilitamiento relativo de sus oposiciones. En los próximos meses observaremos el grado de continuidad o de distanciamiento del nuevo gobierno en los distintos campos de las políticas públicas. En el de la educación terciaria, importarán sin duda los nombres y rostros del nuevo funcionariado, pero más el tipo de diagnósticos específicos que fundamentarán el diseño de los programas públicos dirigidos a resolver los principales problemas del sector, y las reacciones de los distintos actores que participan en las diferentes arenas de políticas a nivel nacional, subnacional y local. En esas circunstancias, la construcción de una nueva agenda para la educación superior trae consigo la definición de los principales problemas que deberán ser atendidos en el futuro inmediato y del largo plazo mexicano (2024-2030). La definición de la agenda es una tarea política y técnica que implica considerar la maldición de las piedras que una y otra vez las instituciones de educación superior han tenido que cargar hasta la cima del sexenio para luego volver a caer al fondo de la montaña sexenal. Financiamiento, evaluación, cobertura, acceso, equidad, calidad, eficiencia, eficacia, son algunas de las rocas que desde hace varios sexenios son cargadas por los múltiples Sísifos mexicanos de la educación superior con la esperanza de que, ahora sí, las piedras queden en su lugar para no volver a arrastrarlas una y otra vez desde el fondo del abismo. El problema central, estratégico, de toda agenda es el de asumir o modificar las restricciones legales, presupuestales, políticas y organizativas que implica todo tipo de regulación pública sobre la educación superior. Además, es necesario considerar el tamaño, naturaleza y complejidad de los déficits de la acción pública del pasado remoto o reciente, y la magnitud de los esfuerzos gubernamentales para resolverlos. La experiencia mexicana de regulación ha descansado en las últimas administraciones sexenales en dos grandes modelos de políticas regulatorias. Por un lado, un modelo de incentivos dirigidos a estimular cambios institucionales en la educación superior. Por el otro, un modelo burocrático centrado en la aplicación más o menos rígida de normas, decisiones y reglamentaciones gubernamentales. En ambos casos, las fallas de diseño e implementación de los programas y políticas constituyen el núcleo explicativo de los logros, insuficiencias, o efectos no deseados y perversos de las acciones públicas. Evitar el síndrome de Sísifo es el principal desafío del nuevo gobierno nacional en educación superior. Eso significa establecer un marco regulatorio de carácter inteligente, que aprenda de los efectos no deseados de las políticas basadas en incentivos ciegos, pero también de la ineficacia o ineficiencia de las políticas burocráticas centralizadas. Un entorno de políticas que favorezca la coordinación y cooperación de las acciones públicas -es decir, una gobernanza sistémica-, pero que también permita construir los consensos normativos básicos sobre las prioridades nacionales que deberán atenderse en los próximos años. Todo ello supone no sólo voluntad política para encarar los ajustes, cambios y continuidades sexenales, sino también la definición del orden de prioridades y los tiempos políticos de las políticas de educación superior. ¿Cómo superar los efectos de la austeridad impuesta a las universidades públicas desde hace más de una década? ¿De que manera se atenderán los problemas derivados de la sub-regulación de la educación superior privada? ¿Qué pasará con el Tecnológico Nacional de México, las escuelas normales, las Universidades para el Bienestar y los nuevos proyectos públicos de educación superior? ¿Qué ocurrirá con el financiamiento público a la ciencia y la tecnología, con las condiciones laborales de profesores e investigadores? Estas cuestiones son parte de la definición de los asuntos de interés público que el nuevo gobierno debe atender en el (muy) corto plazo. De otro modo, la mitológica figura de Sísifo seguirá acompañando el ánimo y los esfuerzos que han caracterizado el comportamiento institucional de la educación terciaria mexicana. Quizá es el tiempo de que Sísifo obtenga un descanso, y vuelva a lo que siempre ha sido: sólo una fascinante metáfora de la mitología griega que representa el castigo eterno que impuso Zeus a un rey corrupto y sin escrúpulos, y no una representación de los esfuerzos constantes pero insuficientes que los diversos actores de la educación superior han realizado para cumplir los objetivos de equidad, calidado cobertura que posibiliten que la educación superior sea un mecanismo de movilidad social ascendente para millones de mexicanos..