Thursday, July 18, 2024
Agenda 2030. Educación de calidad
Diario de incertidumbres
Agenda 2030: Educación de calidad
Adrián Acosta Silva
Campus Milenio, 18/07/2024
https://suplementocampus.com/agenda-2030-educacion-de-calidad/
La hechura y promoción de la Agenda 2030 (A30) marcada por los “Objetivos de Desarrollo Sostenible” (ODS), fue acordada por la Asamblea General de la ONU en 2015. Se trata de un esfuerzo de gobernanza global para enfrentar los problemas de desigualdad, pobreza y medio ambientales identificados como factores causales de los complejos problemas del desarrollo democrático, próspero, justo y equitativo de carácter mundial. Como otros ejercicios del pasado remoto o reciente, los ODS constituyen una ambiciosa apuesta para construir un mejor futuro para todos, basada en el compromiso de los gobiernos nacionales para implementar en sus respectivos ámbitos territoriales acciones específicas dirigidas a cumplir las metas planteadas en cada uno de los 17 ODS enunciados en la Agenda.
A casi una década de su formulación, los ODS se han colocado como referente retórico, simbólico o programático de los planes de desarrollo de muchos gobiernos nacionales, y el mexicano no ha sido la excepción. En la administración del presidente Peña Nieto se abrió una oficina especial dedicada al seguimiento de las decenas de indicadores y metas sugeridas en los ODS, y en el gobierno del presidente López Obrador se continuó con ese compromiso, aunque con menor energía y visibilidad sobre los avances, retrocesos y déficits de atención del cumplimiento de los objetivos asociados a la A30. Al gobierno de la presidenta electa Sheinbaum le tocará alcanzar, o no, las metas planteadas para cumplirse en el año 2030.
Más allá de las ilusiones, buenos deseos y razonamientos que alimentan la Agenda para México y el mundo, el ejercicio es pertinente como balance, diagnóstico y prospectiva de acción pública. Por ello, diversas organizaciones públicas y privadas, gubernamentales y no gubernamentales, académicas y civiles, han formulado estudios de seguimiento específico para todos o para algunos de los ODS. Para el caso del objetivo 4 (“Educación de calidad”), esos estudios permiten identificar el tamaño de los logros, rezagos y retrocesos en el cumplimiento de las metas fijadas por la ONU hace 9 años.
El problema recurrente de esos ejercicios es contar con la calidad y consistencia de información necesaria y suficiente. Aunque existen varias fuentes de información altamente confiables (INEGI, SEP, CONAPO, CEPAL), no siempre es posible identificar con claridad los criterios con los cuales se elaboran las bases de datos, pues su uso depende de las necesidades, prioridades y urgencias fijadas por las oficinas públicas. No obstante, es posible examinar el comportamiento de algunos indicadores para obtener una visión más o menos clara de los avances educativos en México al contrastarlos con las metas fijadas para el 2030. Uno de ellos es el denominado “Índice de finalización educativa”, que mide el porcentaje en que la población cumplió exitosamente con la educación obligatoria en los niveles primaria, secundaria y media superior.
El supuesto implícito de ese índice es que el alargamiento y mejoramiento de la esperanza de vida escolar es uno de los efectos previsibles y deseados de las políticas de expansión y calidad educativa implementadas en México desde hace décadas. No obstante, existen brechas importantes en la cobertura y eficiencia del sistema educativo nacional en las distintas regiones y entidades del país, originadas por múltiples factores causales. La evidencia estadística muestra que en lo que respecta al índice de finalización educativa del 100% sugerido para la medición del cumplimiento de las metas de los ODS para el año 2030, los logros se concentran en el nivel primaria y secundaria, mientras que a nivel de la educación media superior se nota un rezago importante en dicho índice.
Como es conocido, la expansión del acceso y el mejoramiento de permanencia y egreso de los niveles básicos de la educación en México es un proceso que tiene su origen remoto en 1934, cuando se decretó como obligatoria la educación primaria. Posteriormente, casi sesenta años después, en 1993, se agregó la secundaria como obligatoria, y en 2012 se sumó la educación media superior. Más recientemente, se incluyó una reforma al artículo tercero constitucional donde la educación superior se contempla como “gratuita y obligatoria”, una disposición que se expresa en términos normativos con la expedición de la Ley General de Educación Superior en 2021.
La obligatoriedad de la educación desde la primaria hasta el bachillerato en el año 2012 parece ser uno de los componentes causales del paulatino mejoramiento de esos índices. Ello explica que en el nivel de primaria el cumplimiento del índice de finalización se haya prácticamente alcanzado como promedio nacional en 2024 (98.1%), aunque en ese mismo año solo 3 entidades de la república alcanzaron el 100% programado. Las diferencias de este índice de finalización según sexo son mínimas: 97.6% en hombres y 98.7% en mujeres.
En el nivel secundaria, en 2024 se estima que el índice de finalización promedio nacional es del 92.1%, y ninguna entidad de la república llega al 100%. Según sexo, el 90.7% de hombres finalizó la secundaria (por debajo del promedio nacional), mientras que las mujeres lo hicieron en el 93.4% (por encima del promedio general). En este último caso, sólo 2 entidades alcanzaron la meta del 100% (Baja California Sur y Ciudad de México).
Sin embargo, existen importantes brechas de cumplimiento de la meta en el nivel medio superior (bachillerato o preparatoria). Aquí el rezago es notorio. Ni a nivel nacional ni a nivel estatal se ha alcanzado la meta prevista pare el año 2030, que es del 100% de finalización. En 2024, se estima que el promedio nacional de este índice en el bachillerato es del 67.5%, y sólo 13 entidades del país registran un índice de entre el 70 y 80% de finalización. Aquí, las diferencias por sexos son más notorias. Mientras que el índice de finalización para los hombres es del 65.1% (por debajo del promedio nacional), para las mujeres asciende al 70% (por encima del promedio). En el primer caso (hombres), sólo 8 estados reportan un índice de finalización de entre el 70 y el 80%, mientras que en el caso de las mujeres la mayoría de las entidades (20 de 32) reportan índices ubicados en esos mismos porcentajes (70-80%).
Thursday, July 04, 2024
Funcionarios
Diario de incertidumbres
Funcionarios: el cálculo y el azar
Adrián Acosta Silva
(Campus Milenio, 04/07/2024)
https://suplementocampus.com/funcionarios-el-calculo-y-el-azar/
Una de las primeras tareas de quienes ganan elecciones es el nombramiento del funcionariado público. Luego de las campañas, giras, debates, el llamado de las urnas y demás menjurjes del proceso electoral, los gobernantes electos tienen que definir a quiénes deben invitar para formar parte de su gabinete, cuáles son los perfiles más adecuados, los que pueden garantizar eficacia técnica, prestigio público y lealtad política. Y eso nunca es tarea fácil. Aunque sea parte de las rutinas institucionales, el nombramiento de funcionarios gubernamentales es un proceso complejo, sujeto a presiones, restricciones y reconocimientos, o pagos, de lealtades probadas en el pasado remoto o reciente.
Esas decisiones forman parte de la arquitectura que puede hacer funcionar la transición de un gobierno democráticamente electo hacia un gobierno legítimo y eficiente. No es sólo un asunto administrativo, burocrático, sino también forma parte de la política real, lo que implica articular ilusiones y promesas de campaña con políticas y programas públicos. Aquí, la política nuevamente va da la mano con las políticas por venir y con los políticos realmente existentes. La lucha por puestos y posiciones de las coaliciones triunfantes se convierte en el combustible principal de las tensiones internas de esas agrupaciones y sus liderazgos, que reclaman o negocian espacios de gobierno para incrementar su poder e influencia en las decisiones gubernamentales.
La política siempre es un asunto de grupos, tribus y partidos que ganan elecciones. Pasiones, ideas e intereses habitan las aguas profundas, a veces lodosas, de la política y de sus protagonistas. En regímenes presidencialistas como el mexicano, la fuerza de la presidencia es directamente proporcional al tamaño de sus apoyos y compromisos políticos, y esa fuerza, ganada primeramente en las urnas, se traducirá en poder y capacidades de gobierno. Pero también depende de las restricciones políticas, informativas, cognitivas o presupuestarias del nuevo gobierno. Durante el período postelectoral mexicano, la presidenta electa Sheinbaum enfrenta la tarea de calmar las aguas de las pasiones políticas a la vez que enviar señales de tranquilidad a los mercados financieros, y el nombramiento de los primeros funcionarios de su gabinete constituye un acto que cierra, simbólicamente, el sexenio obradorista y anuncia el inicio de su propio período de gobierno.
Las primeras decisiones ya han ocurrido y un puñado de funcionarios públicos han sido anunciados por la propia presidenta. Se trata de una mixtura de perfiles experimentados, muchos y muchas con habilidades técnicas y lealtades probadas, que han trabajado en el pasado con la propia presidenta durante su gestión como jefa de gobierno de la CDMX o con el gobierno obradorista. Esos funcionarios representan trayectorias, intereses y orientaciones que coinciden con la idea general del gobierno que promueve Sheinbaum: comprometidos con el proyecto de la 4T, convencidos de la necesidad de consolidar y ampliar los programas iniciados por el obradorismo, capacitados para introducir ajustes ahí donde se requiera para dotar de mayor fuerza y profundidad a un gobierno con un enorme respaldo popular y una oposición política debilitada por una combinación de intervencionismo presidencial, una cultura política gobernada por la dependencia de programas sociales, y sus propios errores de cálculo y operación electoral.
Los calendarios y relojes de la política determinarán como siempre los movimientos y las orientaciones prácticas del nuevo gobierno. La nueva secretaría de ciencia, humanidades, tecnología e innovación que sustituirá al Conahcyt, o el nombramiento aún pendiente de quien se hará cargo de la SEP son, para el caso de la educación superior, señales clave para entender cuál será o puede ser el rumbo de esos campos de políticas públicas, donde la polémica y el cuestionamiento de las comunidades involucradas caracterizaron permanentemente la gestión de las responsables de la conducción de las políticas federales en sus respectivos ámbitos de competencia durante el sexenio que termina.
Por supuesto, los nombres importan, pero más los diagnósticos puntuales que desde ahora se han comenzado a elaborar para la hechura de las políticas federales que se diseñarán e implementarán para el período 2024-2030. La agenda de las políticas constituye el foco que concentra la atención de los actores y espectadores de cada campo de políticas, y en las próximas semanas los nuevos responsables de las distintas áreas de gobierno tendrán que presentar sus propuestas a la presidenta para calibrar su viabilidad técnica, oportunidad política y factibilidad presupuestal.
En un contexto sembrado de las restricciones y contrahechuras ideológicas, normativas, políticas y financieras heredadas por el obradorismo, el nuevo gobierno debe aprender rápido a establecer su propio perfil y prioridades. El funcionariado público que iniciará sus gestiones formalmente a partir de octubre ya está cabildeando apoyos, integrando equipos de trabajo, y evaluando las primeras acciones en sus respectivos ámbitos de responsabilidad. Es la hora de gobernar, de darle vuelta a la página del gobierno anterior, y dibujar los trazos de su propio futuro. Es un momento delicado, clave para definir el mapa gubernativo de un territorio delineado por un oficialismo de tendencias autocráticas que puede dominar sin mayores contratiempos legislativos o judiciales a una oposición confundida y debilitada.
En un contexto marcado por las amenazas del regreso trumpista, la expansión de la ola de ultraderechas europeas, o el fenómeno del mileinismo argentino, el cálculo y el azar dominan el panorama internacional del nuevo gobierno morenista. Es una situación de riesgos que recuerda las palabras de Karl Kraus refiriéndose a la Europa de 1917: “Ya no existen ni ballestas ni tiranos; sólo existen la técnica y los burócratas (….) Autocracia como término técnico: vale, podría ser. Una cosa que no gobierna ella sola, sino por sí sola, mecánicamente. Y todos son impulsados por la palabra vacua de un soberano llamado azar, que es quien gobierna la cantidad”.
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