Friday, January 31, 2025

Donald Trump y Barry Manilow

Donald Trump y la Ley Barry Manilow Adrián Acosta Silva (Revista Replicante, 30/01/2025) https://revistareplicante.com/donald-trump-y-la-ley-barry-manilow/ La ceremonia de investidura a la presidencia del magnate Donald Trump el pasado 20 de enero reveló en vivo y a todo color las señales de la utopía imaginada por él mismo y compartida rabiosamente por sus nuevos asesores y seguidores en los Estados Unidos y fuera de ese país. Como suele suceder, no importa que esa utopía signifique exactamente lo contrario -una distopía- para millones de personas dentro y fuera de las fronteras estadounidenses. “América para los americanos”, esa frase central de la doctrina Monroe asociada a la idea del “Destino Manifiesto” del ciclo expansionista norteamericano del siglo XIX, se traduce hoy en clave trumpista como “América está de regreso”, o “América nunca debió dejar de ser nuestra”. Mientras que Joe el fontanero recogía sus cosas, y con ellas los restos del partido demócrata en la Casa Blanca, Donald el inmobiliario y un grupo de oligarcas tomaban por asalto la sede del poder americano. Musk (X), Bezos (Amazon), Zuckerberg (Meta), y Altman (ChatGPT), la facción techie del nuevo poder económico y político mundial, compartían alegremente selfies entre un grupo selecto de invitados al espectáculo del momento, representando la fiesta de las ultraderechas de todo el mundo, incluidos el presidente argentino Javier Milei en el papel de actor y vocero del “capitalismo libertario”, o la primera ministra italiana Giorgia Meloni como actriz estelar del nacional-conservadurismo europeo. Fue un espectáculo con bandas de guerra, aplausos, brindis y cenas de gala enmarcando la representación del acto, los actores y el personaje central. Es un cuadro que bien podría incluirse en cualquier museo del futuro político internacional: la plutocracia llegando al poder en nombre de la democracia. La lógica de esta nueva elite del capitalismo depredador se ensaña con los más vulnerables: los migrantes indocumentados mexicanos y latinoamericanos. Los exhibe como criminales, asesinos y locos, que se aprovechan de la generosidad de su país. También golpea a los gobiernos de sus antiguos aliados territoriales (México y Canadá), con el propósito de marcar las líneas maestras de la nueva “era dorada” americana. Aranceles, expulsiones a través de redadas masivas, declaraciones de guerra a las organizaciones de narcotraficantes mexicanos, cambio de nombres a los mapas (del “Golfo de México” al “Golfo de América”) son algunos de los instrumentos que alimentan la nueva cruzada trumpista de reinvención de la grandeza americana. No es claro aún el verdadero alcance e implicaciones de este regreso de Trump a la sede del poder en Washington D.C. Las fanfarronerías de temporada, el lenguaje de amagos y amenazas, las imágenes egocéntricas y frívolas del magnate, acompañarán la nueva travesía americana. Los sistemas tradicionales de pesos y contrapesos de la democracia estadounidense estarán nuevamente a prueba, como lo hicieron en su primera presidencia (2016-2020). La maquinaria democrática cruje, y el riesgo de la fatiga institucional está presente, lo que da oportunidad al comportamiento autoritario y autocrático de un presidente que simboliza mucho de los rasgos de las utopías americanas posmodernas sobre el poder anidadas a fuego lento en Texas, Alabama o Arizona desde hace tiempo: orden, seguridad, hombría, fuerza, prestigio, identidad. Es tiempo de fantasías para algunos y de sueños rotos para muchos. Las ilusiones desde hace tiempo no viajan en tranvías ni barcos o aviones. Ahora caminan lentamente por selvas, desiertos y carreteras y se amontonan en refugios siempre provisionales para climas inhóspitos, o circulan a toda velocidad a través de redes sociales y plataformas por todo el mundo. Pero lentitud social y velocidad comunicativa confluyen en tiempo y espacio, apuntalando un proyecto donde el mundo de los negocios y el mundo de la política diluyen sus fronteras habitualmente difusas y van de la mano exhibiendo alegremente sus relaciones. Las aguas heladas del cálculo egoísta emergen de las profundidades y vuelven a su cauce en los mares y ríos del capitalismo del siglo XXI, en cuyo epicentro se coloca la figura de un hombre acostumbrado a ejercer la violencia verbal, simbólica y práctica en ambos mundos. ¿Cómo descifrar ese nuevo ciclo del orden político norteamericano? Martin Amis escribió cerca del final de su vida muchas notas acerca del significado de la figura de Trump y de lo que representa. Algunas están reunidas en Desde dentro (Anagrama, 2021), donde acumula notas autobiográficas e impresiones sueltas sobre la literatura, el poder y las ilusiones políticas. Una de esas notas se desprende de una imaginaria ley universal de las representaciones que denomina como la “Ley Barry Manilow”, que aplica a las cosas que suelen ser de fácil comprensión para unos y, al mismo tiempo, inexplicables para otros. Esa ley consiste en lo siguiente: entre los amigos cercanos existe un consenso en torno a lo horrible que resultan las empalagosas canciones de Barry Manilow, mientras que, entre personas no conocidas, el mismo cantante resulta encantador. Como las personas no conocidas son muchos más que las conocidas, la ley tiende a favorecer su opinión, dejando a los conocidos en el papel de minorías marginales y confundidas. Eso puede estar pasando con Donald Trump. El trumpismo es la versión VIP del populismo autocrático ejecutado en clave Manilow. Como muchos otros populismos clásicos y contemporáneos, su visión del futuro se alimenta de la nostalgia, del uso político de un pasado irreconocible, hecho a base grandes dosis de retórica demagógica acompañada de relatos sobre una grandeza que nunca existió. Y mientras el nuevo presidente firma decenas de decretos ejecutivos apilados en su escritorio, las deportaciones, los perros de la guerra militar, los tambores de guerras comerciales, o los fantasmas de invasiones futuras, provocan la incertidumbre y el temor entre gobiernos y sociedades nacionales y locales, que intentan comprender que es lo que se avecina en todo el mundo y cómo pueden actuar, reaccionar o soportar las presiones de la nueva era imperial. Los tiempos, otra vez, están cambiando.

Thursday, January 23, 2025

La música del campus

Diario de incertidumbres La música del campus Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 23/01/2025) https://suplementocampus.com/la-musica-del-campus/ Las trayectorias vitales de cientos o miles de individuos que coexisten en los territorios de la educación superior siempre van acompañadas por ciertas tonalidades y sonidos. El silencio del campus es engañoso. Ruidos, murmullos y música habitan esos espacios coloreando la vida de los individuos, marcando sus experiencias con sonidos que suelen cambiar o alternarse a lo largo y ancho de sus vidas. La imagen plomiza de la política o la vida escolar universitaria, los ácidos de la incertidumbre sobre el futuro, los rituales de solemnidad que acompañan las grandes ocasiones, la reflexividad de los procesos de aprendizaje, o los momentos de soledad y las prácticas de convivencia, tienen como música de fondo tonalidades diversas, que hoy se transmiten usualmente por airpods conectados a teléfonos inteligentes. La imagen de miles de muchachas y muchachos con audífonos, caminando solitarios por los jardines y pasillos universitarios, escuchando quién sabe qué cosa, forman parte de la música del campus. Ese hecho esconde un significado más profundo, pero poco explorado: el papel de la música en los procesos formativos universitarios. Aunque los dispositivos han cambiado, la musicalidad permanece. De los discos de vinilo de 33 o 45 RPM a los radios portátiles, los 8th-tracks o los cassetes, la aparición de dispositivos móviles como ipods, las memorias USB, las computadoras portátiles, o los teléfonos inteligentes que ya forman parte de la vida cotidiana de estudiantes y profesores, constituyen las herramientas que hacen posible escuchar en cualquier momento los sonidos de la época. Los conciertos en los campus universitarios, los cantos, las guitarras o armónicas que ejecutan algunos estudiantes en algún momento del día, añaden la improvisación lúdica como un componente cotidiano de la vida universitaria. La polifonía es el sello de la musicalidad universitaria contemporánea. Los estilos, modas, grupos y cantantes que habitan los espacios sonoros del campus forman el soundtrack de cada generación, y algunos de ellos son transgeneracionales. Desde la segunda guerra mundial fue posible advertir que el consumo cultural de los jóvenes universitarios se diversificaba de manera irreversible, desde la generación de los baby-boomers a la generación Z. La transición de las universidades de élite a las universidades de masas significó la irrupción de un nuevo perfil de estudiantes pertenecientes a las clases medias y populares, los cuales se formaron no en los cánones de la “alta cultura” musical de las élites (la música clásica de sinfonías y valses), sino en los códigos de la música popular. En el transcurso de un par de generaciones, el rock, el blues, el jazz, las tradiciones vernáculas y folclóricas de las sociedades locales de las universidades públicas, se mezclaron de manera caótica en la vida universitaria. Los tiempos habían cambiado. Los millones de jóvenes universitarios que hoy pueblan los espacios presenciales y virtuales de las universidades públicas y privadas en todo el mundo configuran una población heterogénea y crecientemente diversificada, cuya educación sentimental pasa por sus formas de consumo cultural. Si las figuras y fantasmas de los Beatles, Jimi Hendrix, Cat Stevens, Janis Joplin, Bob Dylan o The Doors dominaron los sonidos sesenteros y setenteros, ellos coexistieron en el caso de las universidades mexicanas con las voces y sonidos del Tri, el Príncipe de la Canción, Los Ángeles Negros, Jaime López, el Piporro, la Sonora Santanera o Lucha Villa. Hoy, el rock se ha vuelto una corriente exótica y marginal, y nuevos sonidos del pop nacional o internacional resuenan en los audífonos de los universitarios. La música urbana, el rap, el hip hop, el, el trap, los corridos tumbados, o el regetón, forman parte de las sonoridades del siglo XXI. La influencia de la música en la configuración de los imaginarios universitarios es un tema por explorar. No es claro el peso específico de los sonidos del campus en las decisiones y las expectativas que toman los jóvenes universitarios, ni la relación que tienen los diversos tipos de preferencias musicales en el consumo de bienes simbólicos con las disciplinas y campos de formación científica o cultural. Es conocido el hecho de que no pocos historiadores, escritores y poetas suelen ser asiduos seguidores de bandas de punk o heavy metal, mientras que algunos médicos o abogados cultivan con esmero el gusto por la música clásica. Hay estudiantes de física o matemáticas que son seducidos por la música balcánica, y en las carreras de contaduría, administración o ingeniería existen quienes escuchan con frecuencia a Taylor Swift, The Weekend, a Peso Pluma o al grupo Frontera. El mapa de las sonoridades del campus es múltiple y cambiante. La aparición de plataformas que distribuyen millones de canciones de todos los géneros han facilitado el acceso al consumo masivo de la música, y el eclecticismo se ha convertido en un hábito más de los jóvenes universitarios. Los algoritmos se han adueñado de la industria musical, y las empresas se disputan ferozmente a sus consumidores jóvenes y maduros, universitarios y no universitarios. La música del campus es hoy un estruendo silencioso, un oximorón que acompaña todos los días en todas partes las rutinas de las comunidades universitarias. Los espíritus racionales y los espíritus animales del campus bailan al ritmo de las músicas de la temporada. Suelen ser invocados en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia para suavizar las tensiones o para inspirar la creatividad y la reflexión. Es conocido que el escritor Carlos Fuentes solía escuchar a Los Beatles cuando escribía sus novelas, o que Gabriel García Márquez ponía discos de cumbia cuando escribió Cien años de soledad. Václav Havel, el escritor y poeta checoslovaco que luego fue presidente de su país en la era postcomunista, fue un adorador confeso de la música de Frank Zappa, así como Jorge Luis Borges lo era de algunos tangos arrabaleros de Buenos Aires. Son ejemplos que muestran que, después de todo, la música no es un distractor, sino un intensificador de la vida universitaria.

Thursday, January 09, 2025

Encrucijadas: pesimismo y voluntad

Diario de incertidumbres Encrucijadas de año nuevo: pesimismo y voluntad Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 09/01/2025) https://suplementocampus.com/encrucijadas-de-ano-nuevo-pesimismo-y-voluntad/ Luego de los brindis, fiestas y celebraciones rituales del año viejo y del año nuevo, las instituciones de educación superior y sus principales actores vuelven a las rutinas para enfrentar los desafíos de un nuevo ciclo de decisiones, complicadas por la configuración de los contextos internos y externos de la vida institucional. Con la continuidad de la retórica, las acciones y los proyectos gubernamentales derivados del triunfo electoral del morenismo y su proyecto de la 4T, las universidades públicas tendrán que adaptarse a la prolongación de las políticas de austeridad impuestas desde el gobierno federal, y a la reducción de los márgenes de gestión de sus autonomías derivada de las prioridades gubernamentales. En el horizonte del 2025 destacan los problemas crónicos y los emergentes. Los primeros tienen que ver con la acumulación de los déficits presupuestales y la ausencia de programas compensatorios a las universidades. Los de carácter emergente son de naturaleza jurídica y política. El presupuesto de egresos del 2025 continua la tónica restrictiva observada desde 2015, agudizada en 2018 y renovada en 2024, es decir, se cumplirá una década de políticas de restricción financiera a las universidades públicas autónomas, mediante la eliminación de los programas de apoyo asociados a bolsas de financiamiento extraordinario, condicionadas al cumplimiento de indicadores de desempeño. De alguna manera, la década 2015-2025 puede ser considerada como la nueva “década perdida” del financiamiento público a la educación superior, a pesar de la sostenida expansión de la matrícula y del crecimiento de las instituciones públicas y privadas. Pero son también los problemas jurídicos y políticos los que nublan el horizonte de la educación superior. Las reformas a las leyes orgánicas de las universidades públicas derivadas de la implementación de la Ley General de Educación Superior aprobada en 2021 se abrieron paso entre conflictos y protestas en varias universidades públicas estatales durante 2023 y 2024. La aprobación de la reforma a la ley orgánica de la Universidad Autónoma de Sinaloa a finales del año pasado, luego de un largo litigio político y judicial con el gobierno del estado, constituye el episodio más reciente de esa microhistoria de la implementación de la LGES. Con esos antecedentes, el 2025 es un año de enormes desafíos para las IES. El publicitado “segundo piso” de la cuarta transformación mencionado por la presidenta Sheinbaum desde su campaña electoral no significa para la educación superior más que la continuación de los proyectos de las universidades del bienestar Benito Juárez García, y la creación de dos nuevas universidades federales: la Universidad de la Salud, y la Universidad Nacional Rosario Castellanos. Este nuevo conjunto de ofertas universitarias públicas constituye el núcleo del imaginario “segundo piso” de la educación superior. El resto de las ofertas públicas tradicionales permanecerán en los pisos inferiores y los sótanos de la 4T, entre el abandono, los condicionamientos y la austeridad del gobierno federal. En esas circunstancias, el escenario del año que inicia apunta hacia el endurecimiento de las brechas de calidad y cobertura de los circuitos públicos y privados de la educación superior. No es claro que las nuevas ofertas públicas incrementen la cobertura, calidad, equidad o pertinencia en las diversas escalas territoriales y poblacionales del país. El “segundo piso” se poblará de universidades públicas heterónomas, no autónomas, como expresiones institucionales de la idea del compromiso con las prioridades políticas del ejecutivo federal en las escalas subnacionales. Las sugerencias que ha hecho la presidenta en torno a la posibilidad de que las universidades autónomas eliminen las pruebas de acceso a las carreras de licenciatura, o de que se elimine el costo de las matrículas para los estudiantes universitarios como mecanismos para incrementar las tasas de ingreso a la educación superior, son llamados para mimetizar las políticas de acceso universitario a las que ya se hacen en las universidades instaladas en el piso superior del proyecto de la 4T. El modelo de universidades no autónomas, de orientación técnico-profesional, con bajos presupuestos, orientadas por los programas públicos gubernamentales de becas y apoyos, parece imponerse en el resto del sexenio que recién comienza. Las encrucijadas parecen claras. Por un lado, la de someterse a los topes del financiamiento público dictaminados por el ejecutivo y el legislativo federal, o movilizarse para negociar incrementos extraordinarios que permitan no solamente combatir los déficits presupuestales acumulados en la “década perdida”, sino también para contribuir al incremento de las metas de cobertura universal y mínimos de calidad contempladas por las propias universidades en el ejercicio de su autonomía académica. Por el otro, condicionar las reformas de los ordenamientos jurídicos universitarios al fortalecimiento de las libertades de cátedra y de investigación, y de las libertades políticas de autogobierno institucional contempladas en el tercero constitucional. En otras palabras, la fórmula de intercambiar la legitimidad política del régimen por mayores recursos públicos a las universidades parece reaparecer con fuerza en el escenario del 2025. Es una fórmula que dominó las relaciones entre el Estado y las universidades en los años sesenta y setenta, y que fue sustituida por las fórmulas gerenciales de las políticas de modernización desde los años noventa hasta el final de la segunda década del siglo XXI. Con un régimen político que desde hace tiempo camina con pasos de gigante hacia una clara fisonomía autocrática, las universidades tienen pocas oportunidades para cambiar el estado de las cosas que se han construido desde el sexenio anterior. No obstante, la complejidad de las encrucijadas exige a los actores prudencia política, capacidad interpretativa y voluntad de acción. La tensión permanente entre la razón y la voluntad marca el territorio de la educación superior, ante lo cual quizá conviene tener presente aquella frase escrita por el viejo Gramsci en las circunstancias de su propio tiempo: al “pesimismo de la inteligencia” hay que oponer siempre “el optimismo de la voluntad”.