Friday, May 13, 2011

Mujeres, hijos y viejos



Estación de paso
Mujeres, hijos y viejos
Adrián Acosta Silva
Señales de Humo, Radio U. de G., 12 de mayo de 2011
En un libro reciente titulado Los tres grandes retos del Estado del Bienestar, (Ariel, España, 2010) , los sociólogos europeos Gosta Esping-Andersen y Bruno Pailer argumentan los tres temas críticos de hoy y del futuro a los que me refería en una colaboración anterior: el de la familia y las mujeres, el de los hijos y la igualdad de oportunidades, y el tema del envejecimiento y la equidad.
El cambio social más importante de las últimas décadas es sin duda la incorporación masiva de las mujeres en el ámbito laboral. La feminización del empleo tradicionalmente masculino, sin embargo, no se ha correspondido con la masculinización del trabajo doméstico, tradicionalmente femenino. Colocar el énfasis en el reconocimiento de un fenómeno irreversible (la incorporación masiva de la mujer al mundo de la escuela y del trabajo) supone también crear políticas para favorecer esa incorporación desarrollando al mismo tiempo un cambio general en la valoración del trabajo doméstico. Esa transformación no puede ser resuelta consistentemente dejando las decisiones a los individuos, pues ello significa la reproducción de los patrones de desigualdad de las relaciones hombre/mujer en ese campo, o dejar que sean las parejas de más ingresos las que pueden contratar un servicio doméstico particular. En ambos casos se asiste a un incremento de las desigualdades entre géneros y entre clases y estratos sociales. La solución institucional implica transformar y ampliar los regímenes de protección social en estos nuevos roles de hombres y mujeres, y forma parte de la construcción de un verdadero Estado de Bienestar para el siglo XXI.
Los hijos y sus oportunidades de desarrollo son el segundo gran tema de la agenda social que puede ser discutida de cara a los próximos comicios presidenciales en México. Hasta ahora, diversas formas de asistencialismo, paternalismo y filantropía se han adueñado de la definición del tema de los hijos, particularmente de los sectores pobres y medios del país. Aquí se han hecho grandes inversiones en educación formal, guarderías, educación preescolar obligatoria, sin considerar demasiado el peso que tiene lo que ocurre entre las cuatro paredes que limitan el ámbito familiar. Ahí, en ese ámbito privado, los especialistas han detectado tres mecanismos estratégicos en la relación entre los hijos y sus oportunidades de bienestar, de igualdad y de movilidad social futura: uno es el “efecto dinero”, otro el “efecto tiempo”, y tercero el “efecto cultura”. El primero supone que la renta, el ingreso, basta para dotar de buenas oportunidades a los hijos, pero eso no es necesariamente cierto. Muchos ricos no dedican demasiado tiempo a los hijos, y el “efecto nodriza” no asegura la sustitución del tiempo por dinero. Muchos maestros en Europa, que no ganan demasiado dinero, por ejemplo, dedican más tiempo de atención a sus hijos y sus resultados tienden a ser notables en términos de oportunidades.
El efecto tiempo es el segundo factor. Más tiempo de los padres dedicado al aprendizaje de los hijos es importante. Pero hay condiciones estructurales que determinan el impacto del efecto temporal en los hijos. La escolaridad alcanzada por los padres determinará en buena medida la calidad del tiempo y de los aprendizajes de los niños. Por ello es fundamental incrementar el acceso a la educación superior de los jóvenes de hoy, pues la posibilidad de tener mayores niveles de escolaridad significará mejores oportunidades de aprendizaje, movilidad social y equidad para sus propios hijos.
Pero todo ello va ligado al tercer factor en juego en relación a los hijos que se desarrolla en el campo doméstico: el capital cultural, es decir, el conjunto de recursos intelectuales, simbólicos y materiales que se heredan de padres a hijos. Un indicador es sencillo y relevante: diversos estudios muestran que los niños que viven en casas donde hay por lo menos 10 libros, tendrán mejores oportunidades que los niños que no disponen de ese recurso cultural. Y contar con libros en casa revela sobre todo una práctica social heredada o construida por padres y abuelos.
Finalmente el tercer gran desafío de una agenda social para el siglo XXI es el de la relación entre envejecimiento y equidad. Hay una tendencia irreversible hacia el envejecimiento general de la población, debido en gran medida a dos factores: el alargamiento de la edad promedio y la tendencia de las parejas jóvenes a tener muy pocos hijos (uno o dos, cuando los hay). Esto tiene enormes implicaciones para el futuro, que puede resumirse en una paradoja monumental: el problema de las pensiones y jubilaciones comienza con los bebés de hoy, no con los jóvenes ni viejos del mañana.
Estos temas quizá pueden ser parte de las propuestas que podrían debatirse en México en los próximos meses. Ahora que el cortoplacismo, la inmediatez y el pesimismo es la música de la temporada, quizá sea el momento de re-pensar el futuro como un recurso de supervivencia colectiva.

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