Wednesday, February 01, 2012

¿Políticas de Estado?



Estación de paso
¿Políticas de Estado?
Adrián Acosta Silva
Señales de humo, Radio U. de G., 2 de febrero de 2012

Para Rolando Cordera, con la espléndida música de los setenta

El fin de semana pasado, diversos medios periodísticos registraron una declaración del candidato presidencial de las diversas agrupaciones de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, en la que, al presentar a la ex corredora olímpica Ana Gabriela Guevara como su propuesta para hacerse cargo del proyecto nacional de deporte que lanzará en su gobierno, señaló que es necesaria “una política de estado” para hacer que esa actividad –el deporte- se convierte en una prioridad nacional (Milenio, 28/01/12).
La declaración es, por supuesto, una típica declaración de campaña, que corresponde puntualmente a lo que uno espera que digan los candidatos en estos ineludibles tiempos de retórica, propuestas y arengas políticas. Lo curioso es que vuelva a aparecer en el horizonte una frase que desde hace tiempo se ha vuelto un lugar común de la política mexicana. La idea de que los problemas, las propuestas y acciones deben ser tratados con “políticas de estado”. Nadie sabe bien qué quiere decir eso, ni cómo se puede interpretar, ni que bondades puede traer las “políticas de estado” a la solución de los grandes y pequeños problemas nacionales de todos los días, pero la frase de marras ya forma parte del lenguaje político de la época.
Se entiende que la idea detrás de la frase es que el tratamiento y resolución de los problemas públicos –el deporte, la inseguridad pública, la educación, la pobreza, la contaminación ambiental, la cultura- deben colocarse en un horizonte transexenal, es decir, que vaya más allá de los seis años de gobierno en que dura una administración pública federal. Y que para eso son justamente las “políticas de Estado”, para que no sean solamente “políticas de gobierno”. Se trata, bien mirado, de desafiar las restricciones que imponen el tiempo y el poder: mirar más allá de los límites sexenales convencionales, y tratar de jugar con recursos políticos que van más allá de las atribuciones formales de un gobierno electo. Y ahí, la declaración lopezobradorista se parece mucho a lo que han dicho en otros tiempos y con otros tonos los presidentes Salinas, Zedillo, Fox o Calderón.
El problema es teórico y conceptual, dirían los académicos, pero también insoportablemente práctico, dirían los políticos. Porque, de un lado, “políticas de estado” es, en el lenguaje político mexicano, un concepto vaciado de significado, donde, como en el país de Humpty Dumpty las palabras significan lo que cada uno quiere que signifiquen. Por otro, porque el Estado mexicano mismo es hoy una entidad difusa, contradictoria, débil y conflictiva. Más allá y al fondo, porque el discurso y las prácticas públicas son frecuentemente una colección heterogénea de buenas intenciones y malos resultados, de nobles deseos y pésimas ejecuciones, de debilidades gubernamentales y escepticismos públicos. En suma: políticas de estado es un concepto de busca de significado teórico y práctico específico, aunque suela ser un terminajo utilizado por izquierdas y derechas como solución y exorcismo de nuestros males públicos.
Quizá, como aconsejan los clásicos, habría que precisar primero qué Estado y qué políticas. Y hoy por hoy, ese esfuerzo semántico va irremediablemente unido a un léxico de la época que no se puede eludir: democracia, justicia, equidad, prosperidad, bienestar. Eso no puede ser reducido ni a juego de scrabble ni a glamorosa ocurrencia de campaña. Y tampoco garantiza la ausencia del desacuerdo y el conflicto, esas monedas de uso corriente en la política de todos los días. Por el contrario: “políticas de estado” puede tener una connotación productiva sí, y sólo sí se argumenta para qué diablos pueden servir hoy día, cómo se pueden construir, y qué futuros le podrían estar asociados. De otro modo, el lenguaje político de la temporada sólo apuntalará el hecho de que la confusión entre las palabras y las cosas habita en buena medida el centro de nuestras incapacidades públicas.



No comments: