Thursday, July 01, 2021

Nueva educación: ideas e ilusiones

Estación de paso ¿Nueva educación?: ideas e ilusiones Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 01/07/2021) https://suplementocampus.com/nueva-educacion-ideas-e-ilusiones/ Una de las ideas que han comenzado a circular con fuerza en los últimos años en México y en otros países es la de construir “una nueva educación”. Es una idea surgida en el prolongado contexto de crisis de las capacidades formativas, cohesivas e integradoras que tradicionalmente se asocian a la formación escolar desde el nivel básico hasta el superior. Se trata de un contexto de déficits acumulados agravado por la crisis sanitaria y económica derivada de la pandemia, en el cual las rutinas, las prácticas y los procesos de aprendizaje se vieron dramáticamente alterados por la interrupción de las clases presenciales. Las situaciones de crisis suelen ser percibidas como la oportunidad para introducir cambios e innovaciones en los sistemas educativos. Y el enunciado de una “nueva educación” surge a la vez como descubrimiento, como intencionalidad y como ilusión. El gobierno federal actual lanzó desde el comienzo la idea de la “nueva escuela pública” como el centro de su política educativa, como la respuesta a la crisis educativa heredada por los “regímenes neoliberales y corruptos” que le precedieron. Rectores universitarios y directivos de escuelas afirman que la experiencia de la virtualización educativa de la crisis pandémica ha cambiado las cosas para siempre. “Ya nada será igual”, se suele afirmar, refiriendose específicamente a la “inevitable” combinación de modalidades presenciales y remotas en los procesos de aprendizaje de los estudiantes. El problema con la idea, las intencionalidades y las ilusiones que revela es de orden conceptual pero también de orden práctico. ¿Qué significa “nueva educación” o “nueva escuela pública”?. ¿Combinación de modalidades presenciales, semipresenciales y no presenciales en los procesos de enseñanza/aprendizaje? ¿Formación “integral y flexible”? ¿Reorganización de las curriculas y programas educativos, sustitución de métodos pedagógicos, formación de un nuevo tipo de profesorado? ¿Es la renovación de escuelas, la reforma de los espacios escolares, nuevas formas de gestión escolar? ¿O es una manera distinta de coordinar desde el poder público el sistema, los subsistemas y las instituciones educativas? ¿Es todo eso combinado? Hasta ahora, no hay respuestas claras a estas interrogantes. Ni en el confuso Plan Nacional de Desarrollo 2019-2014 ni en el programa sectorial de educación 2020-2024, ni en la retórica cotidiana de rectores y directivos existe una definición clara y compartida del carácter novedoso de la idea enunciada. Pero a la ambigüedad de la idea hay que agregar las dificultades prácticas de un sistema heterógeneo cuyos comportamientos institucionales suelen ser paradójicos y contradictorios. En educación superior, por ejemplo, existen más de 3 mil instituciones universitarias y no universitarias, públicas y privadas, cuya naturaleza, orientación y lógicas de funcionamiento son extraordinariamente complejas. Hoy se ofrecen casi 22 mil programas de licenciatura y 8, 200 programas de posgrado (que incluyen especialidades, maestrías y doctorados), donde estudian 4.5 millones de estudiantes y laboran más de 400 mil profesores. ¿Qué significa una “nueva educación” para un sector multidimensional que opera en poblaciones, territorios y contextos institucionales tan diversos? La idea de una nueva educación supone que existe una suerte de vieja educación que es identificada como la causa profunda de los problemas de aprendizaje, eficiencia, adaptación, equidad, pertinencia o calidad que hoy se advierten en educación superior. Pero la tensión entre lo nuevo y lo viejo no se resuelve celebrando la novedad como exorcismo de lo tradicional, lo antiguo, lo viejo. Y la tarea no es sencilla para los promotores entusiastas o discretos de la nueva educación. No se trata sólo de modernizar o innovar las tecnologías del aprendizaje (mediante la expansión del uso de plataformas, inteligencia artificial, algoritmos, aplicaciones), sino también de observar las condiciones sociales e institucionales en las que operan las tecnologías de información y la comunicación asociadas la revolución digital en el ámbito educativo. Pero la importancia de una idea radica “no en cuán novedosa sea, sino cuán novedosa llegue a ser”, ha afirmado el historiador Peter Watson en su monumental “Ideas. Historia intelectual de la humanidad”. Es decir, no importa tanto cuál sea su definición, su origen o significado, sino el impacto que puede llegar a tener a lo largo del tiempo. Eso ocurre con la idea de la nueva educación que circula con rapidez entre algunas de nuestras élites y dirigentes educativos. Se enuncia pero no se explica, y su traducción como política institucional o como política pública aguarda aún por argumentos, evidencias, recursos y tiempo (ese maldito factor) para su imaginaria instrumentación.

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