Thursday, August 22, 2024

¿Un segundo piso para la educación superior?

Diario de incertidumbres ¿Un segundo piso para la educación superior? Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 22/08/2024) https://suplementocampus.com/un-segundo-piso-para-la-educacion-superior/ Mientras se asienta la polvareda postelectoral mexicana, entre las críticas de la oposición y las fiestas del oficialismo político, es posible identificar algunos de los temas relevantes de la agenda pública que se va construyendo en el campo de la educación superior. La forma que adquiera específicamente la agenda gubernamental será hechura de esa agenda pública que orientará las decisiones políticas que el nuevo gobierno federal deberá tomar en los próximos meses. La elaboración del Plan Nacional de Desarrollo 2024-2030, y de los programas sectoriales correspondientes (entre los que destacan el Programa Nacional de Educación Superior, y el que tendrá a su cargo la nueva Secretaría de Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación), mostrarán las continuidades, los ajustes y tal vez los cambios que el nuevo gobierno federal introducirá en el transcurso del próximo sexenio. ¿Puede haber un “segundo” piso para la educación superior, para utilizar la metáfora ingenieril que suele usar desde hace meses la próxima presidenta Sheinbaum? Si ello es así, ¿en qué consiste? Para explorar estas cuestiones habría que revisar no sólo las hechuras del “primer piso” elaborado durante el sexenio obradorista, sino los cimientos mismos sobre los que se asienta hoy la educación superior mexicana. Las hechuras políticas de los cambios observados en las políticas de educación superior del sexenio 2018-2024 tuvieron como argumento central la creencia de que el neoliberalismo es la causa de todos los males existentes en la educación superior. Las críticas a los mecanismos de acceso, a las políticas de evaluación de la calidad, a la imposición de cuotas a los estudiantes universitarios, a la falta de compromiso social de las universidades, se constituyeron como los focos discursivos que alimentaron las reformas a la Ley General de Educación Superior, a la Ley de Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación, así como los cambios abruptos en el Conacyt, en el Sni, en las políticas de financiamiento federal a las universidades e instituciones públicas de educación superior orientadas por las políticas generales de austeridad en el gasto público derivadas de las decisiones del ejecutivo federal. En prácticamente todos los rubros, la educación superior ralentizó su crecimiento histórico, y el proyecto emblemático del sexenio (las Universidades para el Bienestar Benito Juárez) no tuvo un impacto significativo en el crecimiento sistémico en la cobertura, equidad, pertinencia o calidad de la educación superior mexicana. Tampoco las políticas de “becarización” de la educación superior enunciadas bajo el programa “Jóvenes escribiendo el futuro” o del programa de becas “Elisa Acuña”, parecen haber tenido un impacto en las trayectorias de acceso, permanencia y egreso de los estudiantes de educación superior en el país. La ausencia de evaluaciones rigurosas y de información sistemática sobre estos componentes de las políticas sexenales, impiden realizar un balance puntual de estos programas. Para las universidades públicas, la cancelación de los programas asociados a bolsas extraordinarias de financiamiento significó un endurecimiento de las condiciones en que desarrollan sus funciones sustantivas. Como ocurrió en sexenios anteriores (“neoliberales” en el argot político del oficialismo morenista), la autonomía fue disminuida mediante la austeridad y el uso de los instrumentos del financiamiento federal. La crítica a las orientaciones de mercado de muchos programas de posgrado se tradujo en la decisión de no apoyar este tipo de programas a nivel nacional, afectando la existencia de programas que durante muchos años se habían mantenido en el antiguo “Padrón de Posgrados de Calidad” del Conacyt, y que ya no sobrevivieron en el nuevo “Sistema Nacional de Posgrados” del Conahcyt. En este contexto, las metas de obligatoriedad, gratuidad y universalización de la educación superior no se alcanzaron. Sabemos muy poco del logro de los aprendizajes en los programas de pregrado o de la inserción laboral de los egresados de la educación terciaria, universitarios y no universitarios. Las condiciones laborales de los académicos tampoco mejoraron significativamente, y hoy como desde hace décadas el profesorado de tiempo parcial constituye cerca del 70% del profesorado total, lo que dificulta el crecimiento de la investigación y la innovación en áreas críticas del desarrollo científico-tecnológico nacional. Las bases organizacionales históricas del sistema de educación superior se mantienen en buena parte por las instituciones del subsistema público universitario y no universitario. Esos son los cimientos lentamente construidos durante décadas (antes, durante y después del neoliberalismo), y ello explica la capacidad de resiliencia que las universidades públicas y tecnológicas han mostrado a pesar de estos años dominados por la austeridad financiera, la desconfianza gubernamental, o los impactos disruptivos de la pandemia del Covid-19. En este marco, durante su campaña y luego de las elecciones, Sheinbaum anunció la continuación de los programas de becas universales, la consolidación de las Universidades del Bienestar, y la ampliación de proyectos como la Universidad de la Salud, o de la Sor Juana Inés de la Cruz, que son hechuras de su gobierno en la CDMX. Si hay algunas señales de lo que puede ser el “segundo piso” de la educación superior son estas. No hay hasta ahora un posicionamiento claro respecto del papel de las universidades públicas autónomas, o del Tecnológico Nacional de México, en esta construcción. Tampoco hay posicionamiento alguno sobre las políticas hacia la educación superior privada, cuya expansión se mantiene constante en los últimos años. Habrá que esperar diagnósticos y evaluaciones puntuales del nuevo gobierno que ofrezcan mayor claridad sobre lo que puede ser la nueva agenda de las políticas de educación terciaria. Pero hay muchas razones para suponer que no habrá evaluaciones y que esa agenda será la misma que ha dominado la acción gubernamental en los últimos seis años. Muy probablemente no habrá un segundo piso de esas políticas, sino tan solo la prolongación de un primer piso lleno de baches, vacíos y tramos inconclusos o abandonados.

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