Thursday, November 06, 2025
Desigualdades de nueva generación
Diario de incertidumbres
Expansión y desigualdades de nueva generación
Adrián Acosta Silva
(Campus Milenio, 06/11/2025)
https://suplementocampus.com/expansion-y-desigualdades-de-nueva-generacion/
La experiencia internacional acumulada sobre los procesos de expansión y diversificación de la educación superior indica que la ampliación de la cobertura de la educación terciaria disminuye relativamente la desigualdad en el acceso, pero mantiene rezagos y provoca la aparición de nuevas y más complejas desigualdades sociales. Esta tesis ha sido probada por numerosos estudios en diversas regiones y países del mundo. La paradoja es evidente: la masificación y universalización del acceso no implican la desaparición de las desigualdades sino su transformación.
Los ideales meritocráticos que están detrás de los procesos de expansión educativa explican, en parte, el reconocimiento del derecho a la educación superior en prácticamente todo el mundo desde los años noventa, cuando fue definida por la UNESCO y otros organismos internacionales como un bien público. Las múltiples combinaciones entre el papel del Estado y del mercado en la ampliación de las oportunidades de acceso se constituyó como una de las claves de las políticas de masificación y diversificación de las opciones públicas y privadas. No obstante, los efectos de las intervenciones estatales o la participación del mercado han sido insuficientes para garantizar que el acceso masivo se traduzca en procesos consistentes de movilidad social ascendente para los universitarios de primera generación de sus familias, que son los que se incorporaron masivamente a la expansión de la educación terciaria desde finales del siglo XX.
Este tema y sus complejidades son abordados en el más reciente número de la revista argentina Pensamiento universitario, una publicación con más de dos décadas de existencia que ha sobrevivido a las restricciones presupuestales que padecen muchas revistas universitarias latinoamericanas, y que en su número 23, de octubre de este año, aparece en medio del acoso político y el castigo financiero sin precedentes al que el gobierno de Miley ha sometido a las universidades públicas de ese país en los últimos dos años (https://www.pensamientouniversitario.com.ar/index.php/home-pensamiento-universitario-23/revista-23/)
El número incluye como material central un dossier titulado “La universidad frente a las múltiples desigualdades. Política, experiencias, sujetos”, y los temas abordados incluyen los casos de Brasil, Chile, Colombia y Argentina, y lo encabeza un provocador texto de Francois Dubet sobre las paradojas de la masificación de la educación superior en Francia y Europa. A ello se agregan las contribuciones de Adriana Chiroleu, Helena Sampaio, Javier Campos, René Guevara y Ana García de Fanelli sobre las contradicciones, mitos y realidades de las relaciones entre masificación y desigualdad de la educación superior en el contexto latinoamericano del siglo XXI.
Una de las claves de lectura de esos materiales tiene que ver con la sociología de las desigualdades en la educación terciaria. Como ocurre con las propias políticas públicas diseñadas e implementadas para hacer efectivo el derecho a la educación universitaria, enfrentamos desde hace tiempo una ola de desigualdades de nueva generación. Las viejas desigualdades tenían una clara marca de clase en el acceso, lo que significaba que solo las élites podían acceder a estudiar una carrera universitaria, lo que dio por resultado la configuración de la universidad aristocrática y elitista, cuyas claves de exclusión de millones de jóvenes se centraban en el capital social, el estrato de origen, el género y el ingreso económico de sus familias.
La segunda ola de desigualdades se caracterizó por el acceso masivo a la educación superior, derivado del modelo desarrollista que impulsó la creación de una poderosa clase media urbana que pobló las aulas universitarias en América Latina, y cuyo resultado configuró el modelo de la universidad mesocrática que hoy conocemos. En esta ola, el financiamiento público y la expansión de las ofertas privadas se constituyeron como los mecanismos institucionales de segmentación de los sistemas de educación superior, disminuyendo el peso de la clase social y el ingreso económico de los jóvenes y sus familias, pero incrementando la influencia del territorio, el género y las identidades culturales de las poblaciones jóvenes en las posibilidades de acceso, permanencia y egreso en las universidades.
La tercera y más reciente ola de desigualdades tiene que ver ya no con el acceso masivo al ingreso sino con la inserción a las universidades y carreras profesionales más atractivas y prestigiosas públicas o privadas, que generalmente se asocia con la calidad y el éxito profesional de la inserción laboral de sus egresados. Asimismo, las nuevas herramientas de la formación universitaria (en especial la IA), están teniendo un impacto considerable en las brechas de aprendizajes entre poblaciones estudiantiles heterogéneas, cuyas capacidades son muy diversas, y donde los más aptos son los que provienen de los estratos y orígenes sociales medios y altos.
Las nuevas desigualdades mezclan rezagos y brechas sistémicas acumuladas con la aparición de nuevas brechas de formación y aprendizajes en el acceso y el egreso a la educación superior. Hoy, sólo el 23% de los jóvenes de los quintiles de ingreso económico más bajos de la población tienen acceso a la educación terciaria, contra el 136.5% del quintil más alto. El acceso a las carreras con mejores posibilidades de éxito laboral son las que exigen mayores habilidades y conocimientos derivados de las formaciones escolares previas (adquiridas en la educación básica y media superior), pero donde también influyen los contextos sociales de origen de las y los estudiantes.
Estos temas son explorados en las páginas de Pensamiento universitario, y vale la pena revisarlas para tener una imagen más clara del perfil de las nuevas desigualdades sociales en la era de la de la expansión, masificación y universalización de la educación superior en la América Latina del segundo cuarto del siglo XXI.
Tuesday, November 04, 2025
Springsteen
Tierras raras
Springsteen
Adrián Acosta Silva
(Reverso, 03/11/2025)
https://reverso.mx/tierras-raras-springsteen/
Una de las virtudes más apreciadas por los habitantes de las tierras raras del rock es el lenguaje que representa. Escuchar canciones es un ejercicio de memoria e imaginación a la vez que un pequeño ritual celebratorio. A pesar de la relativa decadencia del género, opacado por los nuevos sonidos de la aldea virtual, el rock sobrevive gracias a su potencia interpretativa, a sus giros estilísticos y narrativos, o a su resiliencia en tiempos oscuros.
Springsteen: Deliver Me From Nowhere (2025) es un retrato minimalista de esa historia de música, resistencia y magia. Centrado en la larga trayectoria de Bruce Springsteen (New Jersey, 1949), la película ofrece las postales de un momento depresivo en los inicios de la carrera de uno de los rockeros más célebres de ese género bastardo que convoca cientos de voces, estilos y sonidos. Se trata de la grabación de Nebraska, en 1982, cuando Springsteen, agobiado por el éxito comercial de tres de sus obras previas -Born To Run (1975), Darkness On The Edge of Town (1978); y The River (1980)-, y antes de lo que sería su mayor éxito discográfico -Born in the USA (1984)-, decide refugiarse en la habitación de una solitaria cabaña para grabar en solitario un casete que posteriormente sería considerado como uno de los mejores discos de su carrera.
Nebraska es una pieza central del perfil polifónico de Springsteen, mezcla de folk, country, blues y rock. Una obra tallada a mano que mezcla emociones de muerte y desolación, nostalgia y tristeza, melancolía y esperanzas. Entre el catálogo de los 21 discos de estudio que ha grabado “The Boss” a lo largo de su vida -desde Greetings From Asbury Park N.J. (1972) hasta Only the Strong Survive (2022)-, Nebraska ilumina el ciclo depresivo que lo invade desde muy joven, y cuyos demonios combate a través de la composición, la música y los conciertos.
La película inspirada en la atmósfera de Nebraska contrasta con la furia de los conciertos que ofrece desde los años ochenta. “Libérame de ninguna parte” (la traducción libre del subtítulo de la película), registra una de las frases emblemáticas de ese disco, y permite a curiosos y seguidores de la música del “Jefe” acercarse a las complejidades vitales de la persona y el personaje.
Nadie entiende bien las complejas hechuras que animan la vocación, las ilusiones y el interés de los rockeros por ocupar un lugar en la mesa. Tal vez, como señaló el propio Springsteen en una entrevista reciente, ese género se alimenta de “gente que no tiene qué hacer ni sabe a dónde ir”, describiendo su propia experiencia iniciática. Hoy, a sus 76 años, The Boss representa el pasado y el presente del rock, y ya no su futuro, como sentenció a finales de los setenta el crítico Jon Landau cuando presenció uno de sus conciertos en algún antro del Greenwich Village de Nueva York. Quizá en la casa de mil guitarras que contiene el alma y la razón de Springsteen resuenan los ecos de las palabras que escribió Saul Bellow para referirse a la experiencia humana: “La vida es un río, pero nosotros somos el agua”.
Thursday, October 23, 2025
Épica negra
Diario de incertidumbres
Épica negra
Adrián Acosta Silva
Campus-Milenio, 23/10/2025
https://suplementocampus.com/epica-negra/
Los recientes hechos de violencia y bloqueo de instalaciones ocurridos en diversos planteles de la UNAM confirman que algo ocurre desde hace tiempo en las aguas profundas de nuestra vida social. Ya no son solo expresiones de malestar y protesta contra crímenes sucedidos en las escuelas o contra las autoridades universitarias, o contra cualquier forma de autoridad en general, sino estallidos aparentemente aislados que, no obstante, configuran un patrón de comportamientos enraizados entre algunos núcleos específicos de la población urbana asociados a la acción directa y uso de la violencia como recurso cotidiano de sus acciones.
Antiguamente, en lenguaje marxista, a esas poblaciones se les denominaba “lumpenproletariado”, para referirse a grupos sociales marginados en el desarrollo del capitalismo y que escapaban a la lógica de la acción organizada y colectiva de obreros y campesinos, concebidos como las vanguardias de una imaginaria revolución comunista. El lumpenproletariado servía para cualquier cosa: grupos de choque, mercenarios, soplones, infiltrados, financiados por el Estado o por grupos políticos para intimidar, debilitar o destruir los movimientos de protesta dirigidos a la transformación organizada de la sociedad frente a las injusticias y desigualdades propiciadas por las asimetrías de las relaciones de poder entre el capital y el trabajo.
Con el desarrollo del capitalismo y el ascenso de las democracias (una fórmula siempre llena de tensiones, contradicciones y paradojas), las poblaciones lumpen fueron disminuyendo, pero nunca desaparecieron. Hoy, con los fantasmas de la crisis bifronte de la democracia representativa y la economía del bienestar, nuevas formas del lumpenproletariado han resurgido con fuerza por todos lados y habitan los circuitos de la economía criminal, la violencia política y la delincuencia organizada. Ese es el ruido de fondo de los actos vandálicos que dominan la atención de medios y redes en las calles o en los campus universitarios.
El lenguaje de la polarización acompaña la lógica destructiva de la furia y el rencor de los grupos pseudoanarquistas que atacan a otros ciudadanos, incendian vehículos o lanzan bombas molotov contra edificios y policías. Vestidos de negro, con tapabocas y capuchas que ocultan sus rostros, esos grupos neo-lumpen deambulan por calles y avenidas provocando disturbios que se alimentan de una espiral de miedo y temor entre ciudadanos y autoridades. No son nuevas representaciones de los outsiders que se desvían de las reglas establecidas, que se agrupan o flotan aislados, silenciosos y discretos entre las hechuras del tejido social, sino grupos radicalizados, compactos, que tratan de imponer los códigos de la violencia entre las multitudes.
La sociología o la antropología de la violencia social y política de los tiempos que corren tiene un enorme desafío explicativo por delante. Los grupúsculos y tribus que protagonizan un día sí y otro también las violencias como instrumentos de protesta para casi cualquier cosa, actúan como perros de reserva que son soltados para dinamitar todo intento racional por construir acuerdos y asegurar umbrales mínimos de confianza en las instituciones, sus comunidades y autoridades. La expansión de conductas anómicas ha dado lugar a una épica negra centrada en la intimidación a través del uso o exhibición cadenas, de palos y piedras, navajas y cuchillos, cohetones, bombas molotov y gritos incendiarios.
Varias causas parecen ser las fuerzas motrices de la lógica anómica de esos grupos. Marginación, individualismo salvaje, búsqueda de estrategias de supervivencia, tráfico de drogas, secuestro, nuevos y viejos pandillerismos, cultura de la violencia, desvanecimiento de los códigos básicos de convivencia social, resentimientos acumulados, oportunismos políticos, forman parte de los factores causales de los fenómenos observables a través de los espejos de las violencias cotidianas que ocurren en prácticamente todo el país, todos los días.
Frente a estos episodios de violencia, no pocos comienzan a naturalizarla, lo que se traduce como tolerancia voluntaria y ciertas dosis de complicidad involuntaria. Las implicaciones destructivas y disolventes de toda forma de cohesión social diluyen la capacidad de imponer límites y autocontención a las conductas violentas que socavan rápidamente la confianza social en la legitimidad de las instituciones y sus autoridades. La legitimidad de la violencia es gobernada por una lógica anti-sistémica, que disminuye toda forma de legitimidad institucional, lo que configura un territorio de apatía y desconfianza potencial o realmente generalizada sobre nuestras capacidades básicas de convivencia, respeto y tolerancia.
Que la ley de la jungla aparezca esporádicamente en las escuelas universitarias es una señal de alerta. Los problemas de salud mental y emocional que afectan a no pocos jóvenes universitarios y que se resuelven en crímenes de odio, homicidios, feminicidios, explosiones de desesperación y cargas de ansiedad acumuladas durante y después de la crisis del COVID-19, son también parte de las peculiares formas de malestar que se expresan en los campus universitarios, pero que son aprovechadas por algunos para promover conductas anómicas que favorecen climas de inseguridad en esas casas que son, o deberían ser, los espacios más importantes para el ejercicio de la razón y la civilidad de la sociedades contemporáneas.
Frente al espectáculo y las secuelas ominosas de los comportamientos criminales, la erosión de los lazos de confianza acumulados durante generaciones favorece a las fuerzas que aspiran al retorno al estado de naturaleza dominado por la imagen de la jungla hobbesiana. La imposición de ese orden imaginario afecta no solo a la sociedad sino también, y principalmente, al Estado mismo. ¿Dónde está la autoridad? ¿Qué hacer con los depredadores? ¿Quiénes son? ¿Por qué están ahí? Son algunas de las preguntas básicas para reconstruir el mapa y el territorio de los protagonistas de las violencias que amenazan la vida en el campus y sus alrededores. De no ofrecer respuestas a esta cuestiones básicas, el endurecimiento de nuestros déficits de comprensión, indolencia y pasmo seguirá alimentando las misas negras que celebran la violencia como recurso legítimo en el horizonte político de nuestra convivencia social.
Friday, October 10, 2025
1968: un violín en el claro
Diario de incertidumbres
1968: un violín en el claro
Adrián Acosta Silva
Campus Milenio, 09/10/2025
https://suplementocampus.com/1968-un-violin-en-el-claro/
La semana pasada se conmemoraron 57 años de la matanza estudiantil ocurrida en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Como cada año, ese 2 de octubre de 1968 se celebra como ritual y memorial, símbolo y recordatorio, tragedia y emblema. Sus significados son múltiples y paradójicos. Fue la expresión de los rasgos despóticos del autoritarismo mexicano de los regímenes posrevolucionarios, una expresión representada nítidamente por la figura del entonces presidente Díaz Ordaz, cristalizada a través de sus palabras y hechos. Pero también puede verse como el final anticipado de una época política y social y el inicio accidentado de otra, la que nos condujo desde los años setenta a una serie de tensiones, reformas y cambios de diversa magnitud e intensidad que nos trajo hasta donde estamos ahora.
La marcha realizada en la Ciudad de México es una postal que enmarca las variadas interpretaciones que provoca el movimiento estudiantil del 68 entre la sociedad mexicana del siglo XXI. Las demandas son ilustrativas de la polifonía del evento: protestas por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y contra el genocidio que ocurre en la Franja de Gaza; exigencias feministas y reconocimiento a la lucha del ya extinto Sindicato Mexicano de Electricistas por sus reivindicaciones laborales; justicia para las víctimas de la violencia homicida que se desarrolla en diversas regiones del país, respeto a los pueblos zapatistas, y reclamos por la incapacidad gubernamental para enfrentar la crisis de las desapariciones de miles de jóvenes en todo el país.
Los recordatorios por los hechos del 68 fueron la cobertura simbólica que cobijó los múltiples reclamos y exigencias que fueron visibles en las calles y el zócalo de la Ciudad de México. Pero también fue acompañada por las escenas de violencia y vandalismo protagonizadas por el autodenominado “bloque negro”, un grupúsculo que en cada movilización colectiva acompaña con bombas molotov, piedras y palos los recorridos por calles y avenidas de la capital del país. De orígenes extraños y enraizados en una ambigua retórica que mezcla banderas pseudoanarquistas y prácticas de pandillerismo con la simpatía por la destrucción, el saqueo y la violencia como emblemas de sus acciones, esos grupúsculos se reconocen también, paradójicamente, como “hijos del 68”.
La conmemoración también tiene usos políticos. El morenismo en el poder, encabezado por la presidenta Sheinbaum, se asume como heredero de aquel movimiento estudiantil, algo que la diferencia claramente de su antecesor López Obrador, quien siempre ha mantenido una posición ambigua respecto al significado social, cultural y político de los acontecimientos del 68 y sus efectos en el cambio político mexicano. Para otros actores no gubernamentales (principalmente en las universidades públicas y en las organizaciones que se identifican con la izquierda democrática), el 68 significa el punto de no retorno al viejo autoritarismo priista, el movimiento que abrió, entre el humo de las balas, la cárcel y la sangre, un horizonte de cambios que era necesario para impulsar la justicia, la democracia y el desarrollo de la sociedad mexicana.
Esas interpretaciones y significados culturales se han enraizado profundamente entre las épicas, mitos y realidades que varias generaciones han cultivado en sus imaginarios políticos en torno a aquel trágico y a la vez luminoso movimiento de los jóvenes estudiantes que reclamaron sus derechos a la libertad y a la justicia frente a un régimen envejecido y autoritario, que en los años sesenta seguía viviendo entre las ruinas de cartón piedra y los rituales huecos de la mitología revolucionaria. No obstante, las manifestaciones sobre el 68 esconden significados contradictorios y paradójicos, y nadie puede atribuirse ser el heredero único y legítimo de las secuelas sociopolíticas de los hechos ocurridos hace casi seis décadas.
Hoy, el 68 es un año que es fuente de identidad para unos y de ruptura para otros. En el campo político, abrió dos grandes rutas de salida para la crisis de aquel año cuya música de fondo era el rock, la poesía y las iconografías de la revolución cubana y mexicana. Una era la vía larga de las reformas democráticas a través de la organización de nuevos partidos políticos y reglas electorales. Otra era la vía corta de la revolución violenta contra el régimen a través de la formación de organizaciones armadas, habitando entre las sombras de la clandestinidad. En el campo de la dominación política, el viejo régimen en cuyo centro gravitaba el PRI como símbolo y ejercicio del poder, experimentó una serie de ajustes que llevaron varias fracturas a finales de los años 80, y que finalmente perdió el poder por la vía electoral desde el año 2000, hasta llegar al virtual estado de disolución y corrupción en que lo vemos ahora.
En el territorio de la educación superior, el 68 significó una potente ola de expansión y diversificación de las universidades e instituciones públicas de ese nivel. Durante los años setenta fueron fundadas nuevas universidades públicas por todo el país (la UAM, la UA de Aguascalientes, la UA de Ciudad Juárez, la U A de Baja California Sur, entre otras) y la estructuración de nuevas instituciones de educación superior públicas no universitarias (institutos y escuelas tecnológicas). Las universidades públicas más antiguas y consolidadas experimentarían también reformas institucionales asociadas muchas veces a movimientos estudiantiles, sindicales y reclamos académicos.
Tal vez para muchas franjas de las nuevas generaciones estudiantiles que habitan los campus universitarios en todo el país, el 68 es un movimiento no sólo lejano en el tiempo sino confuso en sus significados. Los jóvenes de preparatoria o de licenciatura saben de ese movimiento a través de los relatos de sus padres, tíos o abuelos. Quizá el 68 solo pueda ser representado como el sonido de “un violín en un claro”, como se refería a alguna de sus propias obras Vladimir Nabokov, es decir, un eco surgido entre un espacio abierto situado en el corazón de un oscuro paisaje boscoso.
Sunday, October 05, 2025
Corales falsos y corales verdaderos
Corales falsos y corales verdaderos
Adrián Acosta Silva
https://revistareplicante.com/corales-falsos-y-corales-verdaderos/
Texto leído en la presentación del libro 147 incursiones. Ciencia y arte, de Carlos Enrique Orozco (Ed. Tedium Vitae, 2025). Casa ITESO-Clavijero, Guadalajara, 2 de octubre de 2025.
El libro que hoy presentamos en este magnífico espacio universitario es, en más de un sentido, inusual. En una época de turbulencias, confusión y polarizaciones, donde la ignorancia y el descreimiento circulan generosamente por redes sociales y medios de comunicación, en las plazas públicas y en los espacios privados, hablar de ciencia y arte es una apuesta políticamente arriesgada. La autoridad científica o artística tiende a ser deslegitimada cotidianamente por políticos oportunistas y charlatanes profesionales de todo el mundo, desde el presidente Trump hasta los brujos, profetas, videntes y chamanes que habitan medios y redes todos los días.
No obstante, el fenómeno no es nuevo. De hecho, en distintos momentos históricos, diversos oscurantismos y fanatismos han habitado el corazón de las tinieblas de las civilizaciones modernas. La curiosidad científica se alimenta de las dudas, aunque el piso duro de sus hechuras esté conformado por teorías, métodos y tradiciones que se han edificado pacientemente sobre hipótesis, explicaciones y soluciones basadas en evidencias sobre múltiples asuntos de la ciencia y la tecnología. Esa tradición racionalista, basada en las formas del pensamiento moderno que confrontan sistemáticamente ideas con hechos, herencias del siglo de las luces y de la ilustración, es lo que algunos autores denominan con la célebre metáfora atribuida a Isaac Newton: “Caminamos sobre hombros de gigantes”.
Me parece que bajo esas consideraciones generales el libro que es hoy el objeto de nuestra conversación adquiere sentido y oportunidad. A lo largo del primer cuarto del siglo XXI, hemos sido testigos de expresiones científicas, artísticas y literarias asombrosas, que coexisten con ese lugar sin límites que es la estupidez humana. El registro y recuento de algunas de esas manifestaciones están en el centro y en los márgenes de las reflexiones del autor del texto. Distinguir esas expresiones, separar los mitos y las falsedades de las verdades científicas, las imposturas intelectuales, las obras pseudo artísticas de las contribuciones originales e innovadoras, es el contenido de las incursiones que nos ofrece el libro. En ese sentido, Carlos Orozco ofrece a sus misteriosos lectores un mapa de autores y expresiones de la cultura científica y artística clásica y contemporánea; un inventario personal de apuntes y retratos cuidadosa y pacientemente tallados a mano elaborados a lo largo de más de dos décadas, que fueron publicados en distintos espacios y medios tapatíos.
Carlos Orozco es un tirador de precisión, no un tirador de ráfagas sobre blancos móviles. A través de los 147 textos incluidos en el libro, pasa revista a pequeñas historias de grandes ideas y hazañas científicas, pero también a los lienzos de diversas hechuras culturales sobre literatura, cine y artes plásticas clásicas y contemporáneas. Para decirlo con la licencia metafórica correspondiente, Carlos es un coleccionista de corales verdaderos a la vez que un cazador de falsos corales, justo como el oficio de Nissen Piczenik, el comerciante de corales que protagoniza El Leviatán, la novela clásica de Joseph Roth.
El texto es una suerte de diario que registra una colección de apuntes breves (unos más que otros) organizados en 6 secciones: ciencia, artes, lecturas, personajes, salud y medio ambiente, y variado (una miscelánea cultural). Son registros publicados a lo largo de 22 años (1993-2015) en periódicos tapatíos ya desaparecidos como Siglo 21, Público, o Público-Milenio, en la revista Magis del ITESO, y como colaboraciones radiofónicas en el también ya difunto programa Señales de humo de Radio Universidad de Guadalajara. Vistas en su conjunto, esas colaboraciones guardan una consistencia fundamental: se trata del ejercicio del periodismo científico y cultural como un despliegue de curiosidad y atención minimalista sobre diversas expresiones del razonamiento intelectual que guía desde su juventud las inquietudes del autor.
Muchos de esos registros (“incursiones”) fueron publicados bajo la columna de El cierzo, que muchos seguimos con atención e interés durante más de dos décadas. Cierzo significa “viento gélido del norte”, según lo define María Moliner, y sospecho que el autor de la columna la consideró como una metáfora apropiada para describir un espacio de opinión sujeto a los cambiantes climas de nuestra vida pública. Sea cual sea su origen y significados, El cierzo fue un oasis de reflexión sobre el gabinete de curiosidades diseñado por Carlos, repleto de descubrimientos intelectuales, relatos científicos y representaciones culturales de distintas épocas y fuentes.
Guiado por el azar y la intuición seleccioné algunas piezas de la colección de apuntes reunida en el libro. Polímatas renacentistas como Leonardo Da Vinci, decimonónicos como Julio Verne, modernos como Salvador Dalí, o posmodernos como Umberto Eco; personajes de actuaciones luminosas en el cine como Marlo Brando interpretando al mafioso Vito Corleone en El Padrino, Humprey Bogart por El tesoro de la sierra madre, o Vivien Leigh como Scarlet O´Hara en Lo que el viento se llevó, son reconocimientos puntuales a las contribuciones que la cultura artística en campos como la pintura o el cine hicieron a lo largo de los últimos siglos en la formación de la educación sentimental y cultural de varias generaciones.
La madurez creativa que llega a algunos escritores en edades avanzadas es otro punto destacado de los recuentos del libro. Es el caso del escritor neoyorkino Frank McCour, del músico cubano Compay Segundo, o del novelista siciliano Andrea Camilleri, que a los 75 años se convirtió en un escritor aclamado por críticos y público italiano y europeo, a través de las peripecias, dilemas morales y hallazgos del detective Montalbano. “La vida creativa no tiene por qué terminar a los sesenta años”, señala Orozco, como lección de estas prolongadas experiencias vitales que se traducen en oficios creativos tardíos pero originales y sorprendentes.
A través de las 394 páginas de estas 147 incursiones, es posible encontrar postales breves sobre poesía, literatura, arquitectura, música y, por supuesto, cine. También aparecen en escena recordatorios sobre revistas culturales y científicas (después de todo, hay que recordar que la ciencia también es cultura) como la centenaria revista New Yorker o el periódico New York Times, el diccionario de María Moliner, las interesantes conversaciones epistolares ente Paul Auster y J.M. Coetzee, las contradicciones del El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, las visitaciones breves a las trayectorias de Fernando Savater, Amos Oz, José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes o Roberto Bolaño. Desfilan también personajes como Alejandro Rossi y su célebre Manual del distraído, un paleontólogo español relativamente poco conocido (Juan Luis Arsuaga, colega del más famoso Stephen Jay Gould), el historiador mexicano Enrique Florescano, el cineasta italiano Pier Paolo Pasolini, o el escritor indobritánico Salman Rushdie.
La racionalidad científica es el centro de las reflexiones del autor, aunque, como buen cartógrafo de la comunicación, traza bien los límites, paradojas y contradicciones de los procesos científicos y de los cambiantes contextos socioculturales y políticos en los cuales se desarrollan. En ese sentido, Carlos es un hombre del neo-renacentismo tapatío, atento a las múltiples expresiones y representaciones de la ciencia y las artes de nuestro tiempo, sus contrastes, actores y obras, distinguiendo las monedas falsas de las auténticas que circulan profusamente en los ámbitos públicos y privados contemporáneos.
Pero el autor también es un contador de historias de pequeñas y grandes catástrofes y descubrimientos, como ocurre en El libro de Job. Como divulgador, profesor universitario y periodista científico, Carlos nos acerca al conocimiento de los tejidos y bordes de los procesos creativos que unen y separan la ciencia y el arte, sus espacios vacíos y los puentes reales o imaginarios que los unen. En ese sentido, es un autor que ejerce su libertad creativa para ponerla a la consideración de lectores libres, como señaló en alguno de sus textos la gran escritora canadiense Margaret Atwood.
Pero el corazón profundo de las 147 postales que nos regala Carlos es la cultura científica, sus descubrimientos, su racionalidad y sus capacidades de asombro para diferenciarse de hechizos, profecías y propiedades mágicas de los aceites de serpiente que circulan por todos lados, a todas horas, promocionando bazares de futuros instantáneos. Como afirma en “Las preguntas de la ciencia en el futuro” (p.42): “La ciencia tiene muy poco de profética. No sabemos que nos traerá en el futuro, pero sí que los científicos seguirán haciéndose preguntas que pudieran hacer que nos entusiasmemos con su racionalismo, su escepticismo y su independencia de pensamiento”.
Creo que aquí radica el espíritu del libro: el reconocimiento de los límites de la ciencia y de la necesidad de hacer del escepticismo y la duda metódica el combustible intelectual de toda forma del pensamiento científico, artístico o humanístico. En un tiempo donde todo vale, de mapas rotos y brújulas extraviadas, gobernado por las incursiones de la inteligencia artificial y el imperio de las realidades aumentadas en la vida cotidiana de millones de personas, donde cualquiera puede asumir sus creencias privadas como fuentes indiscutibles de autoridad pública, ese reconocimiento puntual de las aportaciones, límites e imposibilidades de la ciencia y las artes, es una clave valiosa para seguir buscando corales verdaderos ahí donde abundan sus imitaciones plásticas o virtuales.
Esa son, me parece, algunas de las principales contribuciones del libro que hoy presentamos. Justo por eso, les invito a leer el inventario de incursiones que nos ofrece Carlos, tal vez acompañadas por un café, una cerveza o una copa de vino. Les aseguro que más de alguna les sorprenderá.
Friday, October 03, 2025
Centenario
Tierras raras
Centenario
Adrián Acosta Silva
(Revista Reverso, 3 de octubre, 2025)
https://reverso.mx/tierras-raras-centenario/
Este 12 de octubre se cumplen exactamente 100 años de la refundación de la Universidad de Guadalajara. Como todas las celebraciones sociales -nacimientos, cumpleaños, graduaciones, matrimonios, funerales- las instituciones también suelen ser objeto de ceremoniales sobre su historia y significados. Los rituales tienen sus causas superficiales y profundas. Algunas son celebraciones de identidades perdurables, conmemoraciones de relatos de luchas y pequeños y grandes heroísmos colectivos o individuales, recordatorios de personajes que hicieron posible la supervivencia institucional en momentos difíciles.
Los centenarios son formas de relacionar el tiempo político con el tiempo social. Las universidades son buenos ejemplos de ello. Desde la fundación de la Universidad de Bolonia en 1088, hasta los centenarios de las universidades coloniales en América Latina y el Caribe (las reales y pontificias de Santo Domingo, en 1538, o las de México o de San Marcos, en 1551), cada siglo se organizan puntualmente eventos marcados religiosamente en los relojes y calendarios institucionales para enfatizar con homenajes, estatuas, libros, documentales y símbolos el origen de esas organizaciones del conocimiento que son las universidades.
Ese es el caso de la Universidad de Guadalajara. Aunque su origen remoto se sitúa en el año de 1792, cuando nace con el nombre de Real Universidad de Guadalajara (algunos historiadores le agregaron el de “Real y Literaria”, pero eso es discutible), y la capital de la entonces Nueva Galicia era parte del territorio de la Nueva España, en realidad su origen moderno se sitúa en el año de 1925, cuando el Gobernador José Guadalupe Zuno decide reabrir la universidad luego de una accidentada historia de cierres y clausuras a lo largo del siglo XIX.
Un siglo después de su refundación, la U de G es una institución que en poco se parece a la que inauguró en un discurso solemnísimo su primer rector, Enrique Díaz de León. Hoy es una institución de más de 350 mil estudiantes, con 17 mil profesores de preparatoria, licenciatura y posgrado. Desde hace 30 años, con la reforma a la ley orgánica de 1994, la universidad se transformó en una red que se extiende por todas las regiones de Jalisco, y ya no se concentra solo en la capital estatal. La influencia política, social y cultural de la universidad es intensa, y muchos de sus principales actores han construido liderazgos políticos, intelectuales y académicos relevantes dentro y fuera del estado.
La universidad es heredera y deudora de su pasado remoto y reciente. Pero es también una institución que concentra nuevas tensiones, desafíos y dilemas que atañen a su presente y su futuro. Conflictos presupuestales, restricciones académicas, presiones y tensiones políticas, forman parte de las tareas de gestión de la gobernabilidad y la gobernanza institucional en el año del centenario. Navegar entre esas aguas turbulentas -a veces claras, a veces pantanosas-, es el gran reto no de la universidad imaginaria que es objeto de las celebraciones, sino de las muchas U de G que realmente coexisten en las tierras raras universitarias.
Thursday, September 25, 2025
Dinero y aprendizajes
Diario de incertidumbres
Políticas, presupuesto y aprendizajes
Adrián Acosta Silva
Campus Milenio, 25/09/2025
https://suplementocampus.com/politicas-presupuesto-y-aprendizajes/?awt_a=rhgk&awt_l=CTLQm&awt_m=gasci5wR8Z7utgk
La semana pasada se presentaron dos proyectos relevantes para la educación superior. Uno tiene que ver con dinero; el otro, con aprendizajes. El primero confirma que la educación superior no es prioritaria en la agenda del gobierno desde hace por lo menos tres sexenios. El otro significa el reconocimiento de que los aprendizajes acumulados por los estudiantes y egresados de escuelas y universidades son insuficientes para adaptarse a las nuevas circunstancias laborales.
El proyecto de presupuesto de egresos de la federación para el año 2026 castiga una vez más a la educación superior pública, que no se compensa con las políticas de “becarización” educativa que se han adueñado de la retórica oficial desde el sexenio pasado. Al colocar en el centro el dinero en el bolsillo de los estudiantes, se omite o minimiza la relación que guarda el apoyo económico con los aprendizajes efectivos, pues el abandono de las prácticas sistemáticas de evaluación de los desempeños escolares a lo largo de los últimos años impide valorar objetivamente la relación entre presupuestos y aprendizajes.
La instalación de la “Comisión Nacional de Aprendizaje a lo Largo de la Vida” por parte de las autoridades de la SEP, es una clara señal de reconocimiento del elefante en la habitación. La insuficiencia de la calidad y pertinencia de los procesos educativos de la población mayor a los 15 años que alcanza un promedio de 10 años de escolaridad (es decir, el primer año de bachillerato), se refleja en la búsqueda de los individuos por incrementar sus capacidades y habilidades laborales a través de cursos, talleres, seminarios, diplomados, programas de licenciatura y eventualmente de posgrado, que han crecido vertiginosamente como opciones de consumos privados, que alimentan un gran mercado de formaciones rápidas y de bajo costo en modalidades virtuales, presenciales o mixtas.
La paradoja es evidente: mientras se reduce en términos reales el presupuesto público a la educación superior, se incrementan las exigencias y necesidades de cualificación de las formaciones individuales de millones de personas. Esto lleva a cuestionar nuevamente la relación entre dinero y aprendizajes. ¿Más becas significan, automáticamente, mejores aprendizajes? Las políticas nacidas bajo el oficialismo morenista desde el sexenio pasado suponen que sí, y ese es un componente central de la Ley General de Educación Superior aprobada en 2021. Ese supuesto se combina con el hechizo de las retóricas innovadoras que colocan a los medios por delante de los fines, a pesar de las restricciones presupuestales que un año tras otro se reflejan en el deterioro de los contextos, capacidades y climas académicos universitarios.
Las políticas presupuestarias y las políticas de los aprendizajes miran en sentidos opuestos. Una supone menos apoyos a las instituciones y más apoyos a los individuos. La otra supone que con micro-credenciales los individuos mejorarán la calidad de sus empleos. El problema central tiene que ver nuevamente con las desigualdades sociales e institucionales que cruzan todo el espectro de las realidades y comportamientos esperados por las políticas. Las pérdidas acumuladas en términos reales de los presupuestos institucionales en educación superior en la última década se reflejan ya en la atención de los asuntos rutinarios de los programas de pregrado y posgrado de las instituciones públicas universitarias y no universitarias: recortes a las nóminas del personal de apoyo, restricciones a la contratación de nuevas generaciones de profesores, condicionamientos crecientes a las becas de posgrado, o a los apoyos a programas universitarios de movilidad estudiantil.
Las realidades y potencialidades prácticas de micro credenciales que certifiquen nuevos aprendizajes están sujetas a las posiciones y aspiraciones de los individuos en la distribución de sus capitales escolares. Los sistemas de créditos que se diseñaron para facilitar el tránsito por los programas universitarios de licenciatura son considerados insuficientes o inadecuados para mejorar las oportunidades laborales en los mercados de trabajo. Desde esa perspectiva, el ensanchamiento y alargamiento de sus cualificaciones académicas, técnicas o profesionales a través de nuevas formas de credencialización/acreditación de nuevas habilidades y talentos se propone como la solución a los problemas de empleabilidad de los egresados universitarios.
En estas circunstancias, la agenda de la nueva Comisión Nacional está marcada por dilemas y tensiones académicas, técnicas y presupuestales. El viejo lema de hacer más con menos que pusieron de moda los gobiernos neoliberales para emprender la reforma del Estado en los años ochenta se mantiene como el emblema de las políticas presupuestarias y de aprendizajes de los gobiernos antiliberales. La experiencia internacional muestra una relación positiva entre el mejoramiento de los presupuestos públicos y la calidad de los aprendizajes escolares. Y también enseña que entre menores sean los recursos públicos, peores serán los resultados académicos. El caso de México se acerca más a este espectro de resultados de experiencias de políticas fallidas en educación superior, donde la apuesta central se ha concentrado en las becas a los individuos más que en los apoyos a las instituciones. La lección desde hace tiempo es la misma: no basta tener más cobertura o mejor eficiencia terminal. Es necesario mejor la calidad y pertinencia de los aprendizajes.
La viabilidad de la nueva Comisión dependerá en buena medida de revisar la política presupuestal hacia la educación superior. La expedición de nuevas credenciales sobre competencias académicas ya circula desde hace tiempo a través de programas virtuales como “Coursera” (fundada en 2012), que se ha consolidado como una empresa que vende cursos cortos de actualización en varias disciplinas, y que incluso ya son válidos como créditos escolares reconocidos en no pocas universidades públicas y privadas mexicanas. La estrategia de acumular aprendizajes a lo largo de la vida se ha convertido en un buen negocio, aunque todavía están por verse sus impactos en la movilidad y mejoramiento laboral de las trayectorias de los egresados.
Friday, September 12, 2025
Paradojas de la desigualdad
Diario de incertidumbres
Las paradojas de la desigualdad
Adrián Acosta Silva
Campus Milenio, 10/09/2025
https://suplementocampus.com/las-paradojas-de-la-desigualdad/
En memoria de Wietse de Vries
Una de las bestias negras del capitalismo clásico y contemporáneo es el de la desigualdad social. Esto se expresa de múltiples formas, dimensiones y escalas en los distintos contextos nacionales y subnacionales. La existencia de diferencias tenues o abismales en la distribución del ingreso, las posiciones en los mercados laborales, el acceso a espacios potenciales o reales de movilidad social como la educación superior, las formas de distribución del poder político entre grupos, estratos y clases sociales, configuran parte de las complejidades asociadas a los factores causales de las desigualdades sociales contemporáneas.
La desigualdad forma parte de los temas clásicos de las ciencias sociales, desde la economía hasta la sociología, la antropología o la ciencia política, y ha dado lugar a la elaboración de múltiples esfuerzos para enfrentar, mediante el diseño e instrumentación políticas públicas, alternativas factibles para disminuir o eliminar las fracturas y brechas asociadas a las desigualdades sociales. A través del Estado o del mercado, o de sus combinaciones, esos esfuerzos parten de distintas perspectivas y definiciones de la desigualdad para tratar de incidir en la resolución de los niveles de pobreza, elevar la escolaridad, o mejorar los servicios de salud de poblaciones heterogéneas, cuyos individuos y comunidades no tienen las mismas oportunidades vitales de mejoramiento de su bienestar a lo largo del tiempo.
Hace unos años (en 2009), un par de investigadores del campo de la salud pública (uno economista, otra antropóloga), publicaron un pequeño libro sobre el tema de la desigualdad que tuvo cierto impacto en las ciencias sociales y entre los políticos profesionales y hacedores de políticas del bienestar. El texto, titulado Desigualdad. Un análisis de la (in)felicidad colectiva, de Richard Wilkinson y Kate Pickett, es una exploración sobre los distintos efectos y paradojas de la desigualdad social a comienzos del siglo XXI. El argumento es simple, breve y elegante: la desigualdad produce brechas de insatisfacción, frustración y malestar que tienen efectos en la cohesión social, la prosperidad y el desarrollo económico y político de las sociedades contemporáneas.
En México, vivimos desde la época de la independencia una paradoja maestra, herencia del ideario liberal y republicano. La igualdad se convirtió en uno de los valores centrales en un contexto de desigualdades y rezagos estructurales. El igualitarismo constitucional (enmarcado con distintos énfasis en las constituciones de 1824, 1857 y 1917) coexistiendo con una desigualdad práctica, terca y persistente a lo largo de más de dos siglos de consumada la independencia. Aunque las reformas juaristas, los postulados de la revolución mexicana, la política de masas del cardenismo o las políticas del desarrollismo contribuyeron a disminuir las desigualdades sociales, nuevas formas de desigualdad permanecen o se transforman en la sociedad de masas del siglo XXI.
¿Cómo se expresan esas desigualdades en la educación superior? Los indicadores más claros se concentran en los procesos de acceso, tránsito, egreso e inserción laboral de los estudiantes de educación superior. Factores como el ingreso económico, el origen social, los contextos familiares, el sexo, el origen étnico o el territorio, constituyen algunas de las determinaciones que influyen en los niveles de representación de los grupos, estratos y clases sociales en la educación terciaria.
Las posibilidades de movilidad social ascendente de los individuos están asociadas en buena medida al empleo y a la educación. No obstante, las oportunidades de encontrar buenos empleos y alcanzar mayores niveles de escolarización no dependen de la voluntad o el esfuerzo personal sino de factores meta-individuales que escapan a los deseos o esperanzas de las personas. Nadie elige nacer como hombre o mujer, ni pertenecer a familias de clases sociales altas, medias o bajas, ni pertenecer a una etnia chiapaneca o tarahumara, o ser parte de comunidades mestizas de los círculos de privilegio de Nuevo León o de la Ciudad de México, ni ser de piel clara o morena. Esos son factores que, sin la intervención del Estado, tienden a reproducir la desigualdad, la discriminación racial y la exclusión social de millones de individuos.
La desigualdad social en México se ha endurecido, y tiende a ser en muchos casos una herencia transgeneracional. Frente a la retórica igualitaria persiste una desigualdad empírica, cotidiana y práctica. El clasismo y el racismo son señas de identidad en muchos campos del orden social, y en la educación superior esos rasgos, en ocasiones, se reducen o amplifican, según sean los contextos específicos. Las universidades públicas, los institutos tecnológicos, las escuelas normales, las universidades interculturales son espacios donde las políticas públicas han incidido en la ampliación de las oportunidades educativas para millones de jóvenes, que en no pocos casos experimentan procesos progresivos de movilidad social. No obstante, en las escalas subnacionales y locales de la educación superior existen grandes contrastes en los procesos de acceso, permanencia, egreso e inserción laboral de las y los jóvenes mexicanos del siglo XXI.
Enfocar desde una perspectiva procesual el fenómeno de la desigualdad en la educación terciaria es un desafío permanente. Sabemos, por los datos disponibles, que existe una sobre-representación de los estratos altos y medios de la población en la educación superior, y una sub-representación de los estratos bajos en esos espacios. Y también sabemos que las oportunidades de acceso, tránsito y egreso favorecen más a los que más tienen, como dicta el clásico “efecto Mateo”. Aunque hay excepciones notables en todos los territorios y poblaciones, la desigualdad educativa permanece como la sombra que acompaña las buenas intenciones gubernamentales, tan llenas de triunfalismo cortoplacista y tan vacías de reflexiones críticas sobre los límites de sus propias políticas.
Doblar de campanas. La semana pasada falleció Wietse de Vries, colega y amigo con el cual muchos compartimos múltiples reflexiones académicas, éticas y estéticas sobre los temas de la educación superior, la política y la música de rock. Holandés de nacimiento y poblano por elección, Wietse nos marcó a muchos con su inteligencia y afilado sentido del humor. Nos hará falta.
Monday, September 01, 2025
Leer
Tierras raras
Leer
Adrián Acosta Silva
(Revista Reverso, 01/09/2025)
https://reverso.mx/tierras-raras-leer/
La práctica de la lectura es un hábito de solitarios. Pero el acto de leer encierra también muchos de los secretos de nuestra vida en sociedad. No me refiero al volumen de lectores o la calidad de las lecturas; eso hay que dejarlo a quienes se dedican a medir estadísticamente el ejercicio lector en poblaciones, territorios y tiempos específicos. Lo importante es el hecho mismo, sus imágenes y representaciones, sus significados y simbolismos.
Decía Borges que un lector no busca a sus libros, sino que un libro busca a sus lectores. Esa metáfora representa muy bien los delicados mecanismos que unen a libros y lectores, proporcionando sentido a las prácticas de lectura que ocurren en distintos sitios y contextos. Libros, periódicos, boletines, revistas, y ahora teléfonos inteligentes, tabletas, computadoras, son herramientas de comunicación que se condensan en imágenes, papel, símbolos y significados. El contenido de las lecturas son hechura de quienes las escriben, pero el significado de las palabras son hechuras de la experiencia e imaginación del lector.
Algo de eso sabía André Kertész, el gran fotógrafo húngaro del siglo XX (Budapest, 1894-Nueva York, 1985). Sus imágenes capturan los momentos en que la lectura es el centro de la imagen, y revelan los ambientes donde hombres, mujeres y niños, ancianas y ancianos, practican el hábito hipnótico de la lectura, absortos en la magia del mundo escrito, mientras el mundo no escrito los envuelve con sus luces y sombras.
Un malabarista de circo en Nueva York, en 1969, y la equilibrista de otro circo en París, en 1926, aparecen absortos leyendo sendos libros en uno de los descansos de la función, ajenos a los ruidos mundanos de la carpa; tres niños pobres sentados en la banqueta hojeando las páginas de un libro, en alguna calle de Esztergom, Hungría, en 1915; un anciano concentrado en la lectura de un texto sentado en los peldaños de una calle solitaria en Venecia, en 1963; una muchacha leyendo algo en la azotea de un departamento en Greenwich Village, Nueva York, en 1962; un joven negro y otro blanco, apoyados en el mismo árbol, en Washington Square, en 1969; un adulto joven hojeando el periódico en los Jardines de Luxemburgo, en París, en 1930; una anciana leyendo en su cama, en el Hospital de Beaune, Francia, en 1929.
Son parte de las 75 imágenes seleccionadas en Leer, de Kertész (Periférica & Errata naturae, 2016). El álbum de fotos como memoria visual de prácticas lectoras motivadas por el interés, la curiosidad o el aislamiento. Momentos atrapados por la cámara gobernada por el ojo experto de un fotógrafo-cazador de imágenes insólitas o rutinarias. Instantes de melancolía en blanco y negro, que evocan las tonalidades azules de la música del azar. Leer como un acto de rebeldía contra la tiranía de tiempos marcados por los relojes y calendarios del deber o la obligación. Las palabras como antídotos contra la ansiedad y el sinsentido de la modernidad líquida.
Thursday, August 28, 2025
Autonomia y gobierno universitario
Diario de incertidumbres
Autonomía y gobierno universitario, hoy
Adrián Acosta Silva
(Campus-Milenio, 28/08/2025)
https://suplementocampus.com/autonomia-y-gobierno-universitario-hoy/
Texto pronunciado en la “Cátedra Dr. Julián Gascón Mercado”, en la celebración de los 50 años de la autonomía de la Universidad Autónoma de Nayarit. Tepic, Nay., 22 de agosto, 2025.
La celebración de los cincuenta años de promulgación de la autonomía de la Universidad Autónoma de Nayarit es una fiesta que hay que celebrar por muchas y muy merecidas razones. Pero también es una valiosa oportunidad para repensar el significado histórico y los alcances de la autonomía universitaria en el México de hoy. Como otras universidades públicas autónomas estatales del país, la UAN atraviesa por un período de adaptación a cambios nacionales e internacionales que afectan de muchas formas el presente y los posibles escenarios futuros de la educación superior.
La autonomía universitaria es una categoría instalada en el corazón institucional de las universidades públicas contemporáneas. No obstante, su significado ha cambiado de manera sigilosa en las últimas décadas. Conflictos internos y presiones externas forman parte de la complejidad que implica la gestión autonómica de la universidad, lo que articula las acciones de gobierno, gobernabilidad y gobernanza de los campus universitarios. Gestionar la autonomía significa la búsqueda permanente de equilibrios surgidos de las tensiones que ocurren en distintas escalas y niveles de la universidad, y se constituye como un proceso que involucra la intervención de rectorías, directivos y órganos colegiados, comunidades académicas, organizaciones estudiantiles y sindicales.
Cambios contextuales de distinto calibre y profundidad han impactado en la manera en que se gestiona, define y practica la autonomía. Desde la fundación de la primera universidad autónoma del país (la Universidad Michoacana, en 1917) hasta la más reciente (el reconocimiento de autonomía a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, en 2006), diversas causas han modificado los alcances del diseño y las prácticas autonómicas universitarias. La violación a la autonomía derivada del movimiento estudiantil de 1968 en la UNAM, múltiples episodios de enfrentamientos entre universidades locales con gobiernos estatales, conflictos presupuestales, restricciones impuestas por políticas públicas, disputas por la elección de autoridades, o escándalos de corrupción realizados por algunos directivos de las universidades, son acontecimientos que explican que la autonomía haya dejado de ser lo que solía ser en 1917 (la U. Michoacana), en 1929 (la primera autonomía de la UNAM), o en 1980 (la inclusión de la fracción séptima en el tercero constitucional).
Estos cambios se explican por la relación que existe entre la idea de la universidad y la autonomía universitaria, es decir, entre la representación del tipo de universidad que se desarrolla en destinos períodos y el tipo de autonomía que se construye alrededor de esa idea. Y podemos identificar varias ideas sobre la universidad: la universidad popular, la universidad profesional, la universidad de investigación, la universidad de clase mundial, la universidad emprendedora, la universidad inteligente, la universidad transformadora, la universidad sostenible. Alrededor de esas representaciones se han construido los diversos tipos de autonomía de las universidades públicas a lo largo de sus historias socio institucionales.
Luego de los distintos regímenes de políticas públicas estructurados en el último medio siglo, la autonomía experimentó una metamorfosis silenciosa. Del régimen de patrocinio benigno y negligente ocurrido entre los años cuarenta y ochenta de siglo pasado, pasamos a un régimen de evaluación de la calidad y financiamiento público diferencial, condicionado y competitivo basado en incentivos a las universidades públicas desde finales del siglo pasado hasta la segunda década del presente, para llegar al régimen de austeridad y gratuidad que se implementa desde la promulgación de la Ley General de Educación Superior en 2021. El saldo más relevante de estas relaciones entre regímenes de políticas y autonomía universitaria es la modificación de los grados de autonomía de las universidades públicas estatales.
No obstante, hay cambios en los entornos políticos de las políticas que también constituyen factores causales de los ajustes en las autonomías universitarias. Las alternancias en el poder en las escalas federal y estatales, han significado la llegada de nuevas elites políticas que suelen desconfiar de la autonomía, y han impulsado, o contemplando, con mayor o menor éxito, cambios en las leyes orgánicas de las universidades estatales y federales.
Hoy, la gestión de la autonomía enfrenta cambios de mayor profundidad, complejidad y naturaleza. El desafío de la innovación, las ilusiones, promesas y oportunidades de la inteligencia artificial, el desarrollo de nuevas formas de aprendizajes y docencia, la ciencia abierta, las exigencias de mayores estrategias de vinculación con los entornos sociales, culturales y económicos, y las tradicionales tensiones políticas relacionadas con las restricciones presupuestales o con la elección de autoridades y las prácticas del gobierno colegiado, constituyen algunos de los campos de la acción institucional que involucran el fortalecimiento de las capacidades de gobierno, gobernabilidad y gobernanza de las universidades públicas estatales.
Pero quizá el desafío mayor de la gestión de la autonomía es preservar la autonomía intelectual de las comunidades universitarias en sus distintos niveles, áreas y disciplinas del conocimiento científico y humanístico. Ese tipo de autonomía es la que radica en la capacidad de pensar, de reflexionar, de nuestras comunidades, una capacidad que sólo puede habitar en entornos donde las libertades de aprendizaje y de investigación son defendidas y estimuladas. Frente a las realidades e ilusiones de los nuevos fetichismos tecnológicos y digitales, cuyos alcances y efectos aún no advertimos con claridad, el pensamiento crítico es el mejor recurso para identificar los mitos, oportunidades y riesgos de las nuevas narrativas de la innovación, la dictadura de las métricas de evaluación de la calidad, o el alineamiento mecánico a prioridades dictadas por sectores externos a la universidad.
Gestionar la autonomía es el desafío sustantivo de los gobiernos institucionales. En medio de presiones presupuestales y políticas, de tensiones cotidianas que surgen entre las prácticas y los dilemas éticos que ocurren en los diversos espacios del campus universitario, y con horizontes de futuros marcados por incertidumbres, amenazas y oportunidades, las universidades públicas configuran reservorios de talento que alimentan las esperanzas de mejores futuros para la sociedad mexicana en sus distintos territorios y poblaciones. Ese reconocimiento y esa responsabilidad es la mejor forma de celebrar hoy la autonomía universitaria.
Thursday, August 14, 2025
¿Universidad es destino?
Diario de incertidumbres
¿Universidad es destino?
Adrián Acosta Silva
(Campus Milenio, 14/08/2025)
https://suplementocampus.com/universidad-es-destino/
Varios estudios recientes sobre las relaciones entre la expansión de la educación superior y la desigualdad social en México han mostrado los mitos, las dudas y las verdades de las ventajas de contar con títulos universitarios entre las poblaciones jóvenes y adultas en el siglo XXI. La persistencia de la masificación de las demandas de acceso a las aulas de las universidades públicas federales y estatales durante cada ciclo escolar, se enfrenta al hecho duro de las altas tasas de rechazo (o de “no aceptación”, para decirlo de forma más suave) de miles de jóvenes que aspiran a cursar una carrera universitaria para mejorar sus presentes y futuros individuales.
Los filtros sociales e institucionales que determinan en gran medida las posibilidades de acceso, permanencia, egreso e inserción laboral de los jóvenes, tienen que ver con el origen social, los contextos familiares, los territorios de pertenencia, y el tipo de carrera e institución a la que aspiran los estudiantes y sus familias. Estas características constituyen las “marcas de clase” de los estudiantes universitarios. Durante décadas se mantuvo firme la idea de que la universidad incrementa las posibilidades de movilidad social ascendente (intergeneracional e interclasista) de las poblaciones jóvenes, y múltiples evidencias empíricas reforzaron esa idea. No obstante, desde los inicios del siglo XXI se registran fenómenos que matizan la idea de la educación superior como ascensor social.
Datos y estudios muestran la aparición de nuevas formas de estratificación social entre los egresados universitarios, que se combinan con el endurecimiento de viejas desigualdades en los procesos de incorporación de los jóvenes a los campus universitarios. Varias de dichas exploraciones muestran que las universidades no contribuyen en sí mismas a funcionar como un “ecualizador” social, es decir como un mecanismo que contribuye a reducir las brechas de desigualdad preexistentes entre los estudiantes y egresados universitarios.
No obstante, el tipo de institución de educación superior es un factor que parece influir en la distribución de las oportunidades laborales de los egresados. En México, la SEP identifica 12 tipos de instituciones públicas y un conjunto altamente fragmentado de instituciones y establecimientos privados, que van de las universidades públicas estatales o federales a los establecimientos e instituciones privadas de educación superior. Los institutos públicos que integran el TecNM, las escuelas normales, las instituciones privadas de absorción de la demanda o las privadas de alto costo y selectividad (las de elite), forman parte de los más de 4, 600 establecimientos que ofrecen estudios de educación terciaria en todo el territorio nacional, en los cuales cursan sus estudios poco más de 5.4 millones de jóvenes entre los 19 y los 23 años.
La estructuración de esas ofertas públicas y privadas obedece a una significativa diversificación y diferenciación de las ofertas institucionales (una suerte de “estratificación institucional”), que se traduce también en una importante estratificación de las oportunidades de acceso, egreso e inserción laboral de sus egresados. Un interesante estudio recientemente publicado por José Navarro, investigador de la Universidad de Guadalajara, muestra algunos rasgos de esa doble estratificación de la educación superior mexicana, lo que produce un efecto de “estratificación horizontal” entre las poblaciones de la educación terciaria.
https://perfileseducativos.unam.mx/iisue_pe/index.php/perfiles/issue/current
Un dato relevante consiste en el peso que tienen las universidades públicas en la mejoría de las oportunidades laborales de los jóvenes. Estas instituciones son las que mejores indicadores tienen para analizar su impacto en las posibilidades de inserciones laborales satisfactorias de sus egresados. Eso no quiere decir que el acceso a un programa ofrecido por las universidades públicas garantice el “éxito” laboral de los egresados (como prometen muchas universidades privadas en sus promocionales), sino que, en términos relativos, los estudiantes de las universidades públicas parecen tener mejores posibilidades de movilidad social ascendente (mejores ingresos y oportunidades laborales derivados de una mayor escolaridad relativa) que los estudiantes de otras instituciones de educación terciaria públicas o privadas, a excepción de las instituciones privadas de elite, que por su propia naturaleza representan la minoría de las ofertas y matrículas del sistema nacional.
El caso de este tipo de universidades privadas de alto costo tiene otras características. El ingreso y egreso en esas universidades requiere de condiciones difíciles de cumplir para la mayor parte de la población joven. El poder del privilegio en el acceso se traduce en el poder simbólico de los egresados en los mercados laborales de las distintas disciplinas y campos del conocimiento profesional. En el cerrado círculo de los empleadores de ciertas actividades económicas o comerciales de los mercados laborales, se percibe que el egresado o egresada de una institución privada de élite es mejor que un egresado de las instituciones públicas universitarias o no universitarias. Sin embargo, en campos como la medicina, las ingenierías, las humanidades o las actividades científicas, los egresados de las universidades públicas suelen ser bien apreciados por los empleadores.
Existen por supuesto otras variables o factores a considerar. El tipo de carrera o el prestigio institucional del programa o de la universidad son factores institucionales, pero factores sociales como la clase de pertenencia, el sexo, el color de piel o los antecedentes familiares son también aspectos importantes en la configuración de las oportunidades laborales de los egresados. En su conjunto, los factores institucionales y sociales son variables que influyen en el “destino de clase” de los egresados universitarios.
La influencia de las universidades públicas en el contexto de la estratificación horizontal de la educación superior es altamente significativa en la formulación de las preferencias y estrategias de muchos segmentos de los egresados de las escuelas de nivel medio superior. El indicador más claro es el comportamiento de las solicitudes de acceso, donde cada año las universidades públicas se colocan como las IES más demandadas por los estudiantes, pero también son las que mayor porcentaje de no admitidos registran. Esa atracción institucional de las ofertas universitarias en la escala nacional y subnacionales explica la lógica de las preferencias y expectativas de la masificación de las solicitudes de acceso que se acumulan año tras año a las puertas de los campus universitarios.
Wednesday, August 06, 2025
Woodstock
Tierras raras
Woodstock
Adrián Acosta Silva
Entre las tumbas y epitafios que habitan los panteones del rock destaca el concierto de Woodstock. Celebrado del 16 al 18 de agosto de 1969 en una ruinosa granja de la zona rural del estado de Nueva York, bajo una lluvia continua que convirtió el lugar en un lodazal, más de medio millón de asistentes celebraron la paz y el amor con las canciones de Joan Baez, Joe Cocker, Jimi Hendrix, Carlos Santana, Creedence, Crosby, Stills, Nash y Young, Janis Joplin, Jefferson Airplane, The Band, The Who y varios más de los grupos y cantantes que alimentaron el imaginario colectivo de una generación.
El festival simbolizaba muchas cosas y nada, al mismo tiempo. Era protesta política contra la guerra de Vietnam y un aullido libertario; la legitimación de las drogas y del ejercicio del sexo libre; un fin de semana de diversión comunal, expresión de identidad y sentido de pertenencia a algo; pero también era un negocio organizado para explotar el interés de una generación por consumir emblemas, símbolos y sonidos que producían ganancias a productores y organizadores de los eventos masivos dirigidos a los nuevos jóvenes de los años sesenta (los baby-boomers).
Abundan las crónicas, testimonios, películas, discos e imágenes del evento, que circulan abiertamente por internet en múltiples sitios y plataformas. En los años siguientes, se replicaron eventos conmemorativos sobre aquel concierto, que corrieron con mala fortuna, incluyendo un fiasco total en el último, previsto para el 50 aniversario del festival, en el mismo lugar, en julio del 2019. Problemas de logística y organización, malos cálculos financieros, poca respuesta de los jóvenes de las generaciones X y Z, obligaron a los empresarios a cancelar el concierto. Los tiempos habían cambiado.
Ya fallecieron los héroes que alimentaron buena parte de la imaginación sesentera y que participaron en aquel evento de hace 56 años: Joplin, Hendrix, Cocker, Robbie Robertson (de The Band), o Johnny Winter, a los que se sumó recientemente la muerte de Ozzie Osburne, el cantante de Black Sabbath que, aunque no actuó en Woodstock, se convirtió, junto con Deep Purple y Led Zeppelin, en parte de la santísima trinidad del rock más oscuro, ruidoso y potente que surgió después de aquel legendario concierto neoyorquino.
A la distancia, las voces y ecos de Woodstock representan las cenizas de los sueños, temores y contradicciones de una generación que, como todas, edificó sus propios mitos y leyendas, endulzando con canciones sus pasiones, fantasías y creencias. De las tierras raras de aquel “verano del amor” surgieron reclamos libertarios y democratizadoras, pero también intolerancias y recriminaciones conservadoras, como las que alimentan la retórica incendiaria del presidente Trump y sus acólitos, que suelen ubicar a Woodstock como el inicio de la degradación del sueño americano, una creencia endurecida en las profundidades de los nuevos oscurantismos americanos. En la era de la inteligencia artificial y de las autocracias populistas, Woodstock es sólo una pieza más del museo de la época de las flores en el pelo.
Thursday, July 17, 2025
Los límites del individualismo
Diario de incertidumbres
¿El mérito es de quien lo trabaja?: los límites del individualismo
Adrián Acosta Silva
(Campus Milenio, 17/07/2025)
https://suplementocampus.com/el-merito-es-de-quien-lo-trabaja-los-limites-del-individualismo/
Uno de los problemas que ha permanecido latente en el análisis del desempeño de los sistemas de educación superior es el del abandono escolar. Y el indicador más empleado en dicho análisis se relaciona con las tasas de eficiencia terminal de los estudiantes universitarios, es decir, el porcentaje de estudiantes de una generación que culminan sus estudios en el tiempo programado según las carreras que eligen. Bajo ese indicador, se han realizado no pocos esfuerzos para mejorar los índices de eficiencia terminal, intentando evitar o disminuir los abandonos tempranos o tardíos de los estudios, mejorando las condiciones de acceso, tránsito y egreso de los estudiantes de las carreras técnicas o universitarias. Programas masivos de becas, flexibilidad de programas para adaptarlos a las necesidades estudiantiles, tutorías, facilidades para los aprendizajes, estándares de calidad, educación no presencial, forman parte de los catálogos institucionales que se han ensayado para lidiar con el problema. No obstante, la deserción o abandono escolar es un fenómeno que persiste y, en no pocas regiones, instituciones y programas, se agudiza.
Según datos de la SEP, en México el abandono escolar en el nivel superior durante el ciclo escolar 2023-2024 fue en promedio nacional del 5.7%, y en el nivel previo (media superior) del 10.8%. Comparado con lo que ocurría a principios del siglo, estos indicadores han bajado de manera discreta. En el ciclo escolar 2001-2002 la tasa de abandono en educación superior era del 8.2% y en media superior del 17.5%. Si se asocian esas tasas con la cobertura bruta de la educación superior mexicana (43% en 2023-2024), las dimensiones del problema se incrementan. No sólo tenemos un problema de insuficiencia en el acceso a la educación universitaria (solo ingresan menos de la mitad de los jóvenes entre 18 y 22 años), sino que, además, de los que llegan, casi 6 de cada 100 no terminan sus estudios.
Este problema tiene efectos en diversas dimensiones. Uno de ellos es el rezago escolar de millones de personas que no terminan por diversas razones sus estudios de nivel superior, lo que incluye no solo los abandonos sino también la titulación. El país está lleno de pasantes de licenciatura de diversas carreras (en algunas más que en otras por supuesto), a pesar de la exigencia de la cédula profesional para poder ejercer las profesiones correspondientes. Por otro lado, los estudios interrumpidos o abandonados no permiten a las o los estudiantes obtener algún reconocimiento en los mercados laborales. Más allá y al fondo, hay una sensación de pérdida o fracaso individual, que lastima a quienes por alguna circunstancia decidieron dejar de estudiar sus programas de formación técnica o profesional, o que no han obtenido el título que acredite sus estudios universitarios.
La ideología del éxito o el fracaso escolar está ligada al principio meritocrático, de origen liberal, que domina los imaginarios de las trayectorias vitales de los estudiantes, pero también influye como una creencia poderosa en la mentalidad de directivos y profesores universitarios. “El mérito es de quien lo trabaja” parece dominar los códigos interpretativos de las instituciones de educación superior, una creencia que coloca el esfuerzo individual como el componente principal de las trayectorias escolares, más que en los contextos sociales o en los marcos institucionales en los cuales los individuos cursan sus estudios.
Desde hace tiempo, el problema se intenta abordar con un enfoque diferente: el de las “micro credenciales”. Este enfoque reconoce el problema del rezago y de los abandonos escolares en educación superior, y la necesidad de la educación a lo largo de la vida. Para ello, propone un esquema de reconocimientos asociados a diplomas y certificaciones que legitiman formalmente las competencias y saberes de los estudiantes que abandonan sus estudios, pero que deciden continuar con procesos de aprendizajes a lo largo y ancho de la vida, aunque no les proporcionen un título universitario.
Desde esa perspectiva, el desafío mayor es la construcción de políticas contra el abandono escolar que partan del reconocimiento de la enorme heterogeneidad de los estudiantes de educación superior. Hasta ahora, las políticas de becas parten del supuesto de que la causa de los abandonos y el rezago escolar es la falta de recursos económicos de los estudiantes y de sus familias para sostener sus estudios. Sin embargo, ello puede explicar la situación de una parte de la población estudiantil de las instituciones públicas (particularmente de los deciles de ingreso más bajos de esa población), pero no de todos los más de 5 millones de alumnos de la educación terciaria mexicana.
Factores como el origen social, la insatisfacción con los estudios recibidos, la baja calidad de los ambientes institucionales, o la burocratización de la enseñanza, parecen ser también factores causales del abandono, la reprobación y el fracaso escolar. Y todo ello rebasa la teoría meritocrática tradicional, donde basta con “echarle ganas” a los estudios para obtener los beneficios esperados. Aunque nunca es menor el componente de la voluntad de los esfuerzos personales en el campo de la educación superior, es preciso reconocer los límites del individualismo.
El ideal meritocrático supone estudiantes ideales. La realidad educativa se expresa en estudiantes reales, no imaginarios, con toda la diversidad y complejidad de los factores individuales, familiares y sociales que influyen en sus trayectorias escolares e itinerarios vitales. El abandono, el rezago, la reprobación, o la no titulación, son problemas públicos que exigen respuestas institucionales más comprensivas, complejas y diversas.
Saturday, July 12, 2025
Insomnio
Tierras raras
Insomnio
Adrián Acosta Silva
(Revista Reverso, 07/07/2025)
https://reverso.mx/tierras-raras-insomnio/
La experiencia del insomnio es un tema de interés científico, poético o literario desde hace muchos años. Como padecimiento médico, es objeto de atención para neurólogos, psicólogos y psiquiatras, y ha dado pie a un potente mercado de medicamentos, drogas y charlatanerías dirigidas a apaciguar o contener los demonios de los insomnes. Como tema literario o poético, el insomnio suele ser visto como una experiencia casi religiosa asociada a la soledad, la depresión y la ansiedad, que a veces puede actuar como combustible poderoso para la imaginación, la reflexión o la creatividad.
La maldición de los insomnes es no dormir ni soñar de manera regular. Muchos hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas el placer o la tortura de la falta de sueño, de no poder dormir por ansiedad, preocupación, por extraños hábitos de metabolismo intelectual, o por alguna rara combinación de química cerebral. Pensar, reflexionar, miedo, incertidumbre, indecisión, son parte de las causas que suelen acompañar la gestión de nuestras emociones cotidianas, y cuyas raíces parecen hundirse en el suelo profundo de nuestras experiencias vitales.
En el otoño de 1964, Vladimir Nabokov (“un insomne crónico”, según sus críticos), experimentó escribir sus sueños justo a la mañana siguiente de ocurridos, con el propósito de probar cierta teoría sobre las relaciones entre el tiempo y la memoria, el futuro y los sueños. El resultado fue el registro de 64 sueños en 118 tarjetas, que se agruparon en algo que bien podría titularse como “diario de un insomne”. Esos registros dieron lugar a un libro póstumo sobre esta experiencia del autor de novelas como Lolita, o Ada o el ardor, titulado Vladimir Nabokov. Sueños de un insomne (WunderKammer, 2019), editado por Gennady Barabtarlo, uno de los expertos mundiales de la obra de Nabokov.
Los pasajes oníricos de sueños imposibles son la hechura del experimento nabokoviano. Para un insomne crónico “la noche es siempre un gigante”, escribió Nabokov. ¿Qué son los sueños?: “Murmullos de misterio”, “azarosa sucesión de trivialidades y fantasmas inconexos”, “colección de detalles grotescos”. El antídoto o la respuesta involuntaria a esos efluvios oníricos es el insomnio, la dificultad para descansar, dormir y soñar. Las tierras raras del insomnio están pobladas de contradicciones y misterios, de premoniciones y recuerdos.
Angustias existenciales, frustración, incapacidad para comprender, dilemas morales, entusiasmos intelectuales, torturas racionales, mal de amores, música de las emociones, pasiones indomables, acumulación de absurdos, sinsentidos y paradojas kafkianas. Ese es el suelo duro y árido de la república de los insomnes. El único reposo de la experiencia del mal dormir radica en los fugaces momentos de sueños diurnos o nocturnos, gobernados por el cansancio o el hastío, que pueden ser plasmados como abismos líquidos del accidentado territorio de aquellos que por muy diversas causas no pueden conciliar el sueño.
Thursday, July 03, 2025
Futuros como abismos
Diario de incertidumbres
Futuros como abismos: elefantes y dragones
Adrián Acosta Silva
(Campus Milenio, 03/07/2025)
https://suplementocampus.com/futuros-como-abismos-elefantes-y-dragones/
Princeton, NJ. Un reciente artículo publicado en The Economist la semana pasada (26/06/2025), ha vuelto a sonar las alarmas del futuro laboral de los egresados universitarios en el mundo occidental. Los jóvenes egresados universitarios entre los 22 y los 27 años con una licenciatura o un título superior en los Estados Unidos y en muchos países de la Unión Europea, Gran Bretaña, Canadá o Japón, experimentan cada vez más dificultades para encontrar un empleo satisfactorio y relativamente bien pagado en relación con los jóvenes de la misma edad que no poseen un título universitario.
La brecha salarial entre los jóvenes universitarios y no universitarios ha disminuido de manera veloz en los últimos años. Esto obedece a varias causas. El cambio tecnológico, la expansión de la inteligencia artificial en el mundo del trabajo en profesiones como la contaduría, la administración o el derecho, la ausencia o debilidad de políticas dirigidas hacia escenarios de mayor complejidad de las relaciones entre educación superior y trabajo, conforman parte de los factores causales que parecen explicar el fenómeno del desempleo o subempleo profesional entre los jóvenes egresados tanto de las universidades de élite como de las escuelas universitarias o no universitarias de absorción de la demanda, sean públicas o privadas.
“Sobreproducción de élites” es una hipótesis para analizar las causas estructurales del fenómeno. Eso significa que los efectos no deseados de la masificación y universalización de la educación superior en los países desarrollados se expresan en una creciente masa de egresados universitarios que compiten por puestos laborales profesionales, lo que ha rebajado los requisitos de su empleabilidad y permitido a las empresas pagar menos a sus empleados desempeñando labores que no requieren altas cualificaciones académicas o competencias técnicas.
Con todo, la diferencia salarial y la satisfacción laboral son fuente de ilusiones poderosas para los millones de jóvenes que cada año aspiran a obtener un título universitario en la mayoría de los países. Los datos indican que la educación universitaria sigue siendo una estrategia importante para ensanchar las brechas de la movilidad social ascendente para los estudiantes y sus familias. Por su parte, las instituciones de educación superior públicas y privadas amplían la oferta y flexibilidad de sus programas, mientras que algunos gobiernos y organizaciones filantrópicas ofrecen becas a estudiantes de bajos recursos o en situación vulnerable. Asimismo, académicos y directivos se esfuerzan por introducir innovaciones prácticas y adaptaciones imaginarias a los desafíos de los entornos laborales de las diversas profesiones, disciplinas y campos del conocimiento.
El elefante (o el dragón de Komodo), sentado en el cuarto está ahí: mientras que las políticas centradas en el aseguramiento de la calidad o la innovación de las ofertas de educación profesional se han mantenido en los últimos treinta o cuarenta años, la calidad de los empleos profesionales se ha estancado o disminuido de manera en ocasiones dramática. Los empleos relacionados con las finanzas o las aseguradoras (contadores, abogados, administradores) están bajando los niveles de cualificación de sus ofertas laborales, al encontrar que una o un joven con estudios de secundaria o preparatoria pueden gestionar adecuadamente los procesos del empleo con el dominio de las nuevas tecnologías asociadas a la IA.
Ello explica la paradoja de los tiempos modernos de la educación superior: mientras que la demanda por estudios universitarios se mantiene, las oportunidades laborales de los egresados van a la baja o han entrado en un largo período de incertidumbre y confusión. Esta paradoja contiene las semillas amargas del conflicto social. Frustración, desilusión, ausencia de expectativas sobre el futuro social y personal de los egresados universitarios, constituyen factores potenciales que pueden inducir a la violencia o hacia actividades que ofrezcan mejores oportunidades de ingreso, seguridad o prosperidad para los jóvenes. El caso de México puede ser representativo por su dramatismo: jóvenes en busca de un mejor futuro dejan la universidad para dedicarse a tratar de ser influencers (quizá la forma más popular de la retórica del emprendurismo, que promueven con entusiasmo no pocos directivos y académicos universitarios), o para caer en manos de las redes criminales (la tragedia de los secuestrados y los desaparecidos que marca el signo de los tiempos mexicanos en no pocas regiones del país).
El tema de los empleos profesionales de los egresados universitarios se agrava cuando los gobiernos nacionales abandonan apoyos financieros, realizan recortes (o amenazan con hacerlo) en programas, procesos e instituciones dedicadas a la investigación. Como me señalan un par de jóvenes colegas de la Universidad de Princeton (una de las más prestigiadas universidades de investigación de los Estados Unidos), el congelamiento de los fondos destinados tradicionalmente a las actividades científicas universitarias, o su condicionamiento al pago de impuestos federales, ha detenido o cancelado programas de incorporación de estudiantes universitarios a proyectos de investigación en diversos campos del conocimiento, colocando en una situación de incertidumbre no solo a ellos sino también a los investigadores, programas e instituciones que configuran la base pesada académica de las relaciones entre la docencia y la investigación en la educación superior norteamericana.
Bajo los cielos oscuros de estos “tiempos malditos” -como les denominaba Jack London a situaciones donde se combinan fatalidades políticas, incertidumbres sociales y tragedias personales-, las universidades enfrentan dilemas y desafíos organizacionales y políticos de gran magnitud y profundidad. Está en juego no sólo la definición del futuro de los actuales estudiantes y jóvenes egresados, sino también los posibles futuros de las universidades como instituciones del conocimiento. La legitimidad social y el valor público de estas instituciones cuasi-milenarias están en entredicho entre las nuevas élites políticas del planeta. Lo que hoy se encuentra en el centro es la definición del futuro como horizonte de expectativas racionales o como escenarios de abismos existenciales, donde elefantes y dragones se amontonan en el paisaje esperando quién sabe que cosa.
Thursday, June 19, 2025
Universidades rumanas: todo está en todas partes
Diario de incertidumbres
Universidades rumanas: todo está en todas partes
Adrián Acosta Silva
Campus-Milenio, 19/06/2025
https://suplementocampus.com/universidades-rumanas-todo-esta-en-todas-partes/
Bucarest, Rumania. Esta ciudad encierra secretos medievales, dilemas del presente y señales del futuro. Región fronteriza entre la Europa central y la Europa del este, Rumania es un país que comparte las tensiones políticas y sociales que hoy recorren a la Unión Europea, que experimentan con especialidad intensidad sus instituciones de educación superior y, específicamente, sus principales universidades.
Las recientes elecciones presidenciales rumanas, celebradas el 18 de mayo pasado, dieron por resultado el triunfo del candidato Nicous Dan, apoyado por una coalición de partidos y organizaciones políticas de tendencias de centro izquierda, partidarias de la consolidación de la integración europea. Su rival fue el candidato de una coalición antieuropeísta (George Simion), cuya principal fuerza partidista es la “Alianza para la Unión de Rumanos” (AUR, por sus siglas en rumano) y por el “Partido de los Jóvenes” (POT), como expresiones del populismo nacionalista y xenófobo que se ha extendido rápidamente por varios países europeos desde hace años. Los resultados electorales en segunda vuelta fueron de 53.6% para Dan y 46.4% para Simion.
Este es el contexto político que domina el clima de la educación superior rumana. Según datos del 2023, en un país de más de poco más de 19 millones de habitantes, un total de 56 instituciones públicas y 41 privadas concentran una matrícula de 545 mil estudiantes. De esta matrícula, el 76% lo hace en estudios de licenciatura, el 20% en maestría y el 3.6% en doctorado. (Las comparaciones, aunque odiosas, de algo sirven: en México, esa distribución es de 92% en licenciatura, 7.2% en maestría, y 1.1% en doctorado). Las universidades de Iasi (1860), de Bucarest (1864) y la de Cluj (1919), son las más grandes y antiguas de Rumania, y están incluidas entre las mejores 700 universidades del mundo.
No obstante, en el contexto de la Unión Europea, Rumania tiene indicadores de bajo rendimiento relativo. Dos de ellos son particularmente relevantes: la población adulta con estudios superiores, y las tasas de abandono de los jóvenes en la educación terciaria. Según datos de la OECD del 2022, mientras que poco más de un tercio de la población europea entre los 25 y 74 años tiene estudios superiores (31.8%), en Rumania sólo lo posee un 17.4%. La tasa de abandono prematuro de estudios superiores entre los jóvenes europeos de entre 18 a 24 años es del 9.3%, mientras que en Rumania es del 16.8%, el más alto de la UE.
La educación superior en este país está organizada por grados según los acuerdos de Bolonia: una licenciatura de 3 años, una maestría de 2, y un doctorado de 3, aunque existen diferencias entre áreas del conocimiento, disciplinas y carreras. No es inusual que estudiantes de licenciatura de otros países, en sus estancias de intercambio y movilidad internacional, se integren a cursos de nivel de maestría con estudiantes rumanos, como ocurre en el caso de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Administrativas (SNSPA, por sus siglas en rumano), fundada en 1991. Las exigencias de internacionalización que significan los compromisos con el espacio común europeo de educación superior, con sus apoyos a través de programas de becas como Erasmus o las que ofrece directamente el gobierno rumano a estudiantes internacionales, han hecho de las universidades rumanas un foco importante de atracción para estudiantes de España, Italia, Francia, Grecia, México o Colombia.
Quizá una de las razones profundas que explican ese interés tiene que ver con la historia fronteriza que representa Bucarest, situada muy cerca de la frontera con Bulgaria, pero también con la historia cultural que fluye a través de las aguas del Danubio, el gran río que nace en la Selva Negra alemana, y que atraviesa diez países europeos, hasta desembocar en el Mar Negro, que forma parte de la costa rumana. Ubicada entre los bosques de Transilvania y rodeada por los Montes Cárpatos, Bucarest ejerce una tracción fascinante, donde sus orígenes romanos y medievales alimentaron durante casi medio siglo el pasado socialista que cayó junto con el muro de Berlín y el derrocamiento y ejecución del dictador Nicolai Ceausescu en 1989, en la vorágine de la revolución democrática rumana de ese mismo año.
Las calles de la ciudad y los campus universitarios rumanos son expresiones híbridas de su propia historia nacional. En el casco antiguo de la capital, edificios herederos de la arquitectura brutalista y soviética coexisten con antiguas fortificaciones medievales, con hermosos puentes sobre los afluentes del río Danubio, museos, iglesias y templos católicos del estilo de la iglesia ortodoxa rusa, o el gigantesco edificio del Palacio del Parlamento construido durante la época comunista, configuran un paisaje de concreto y cúpulas de colores que resaltan la hermosura de los bosques que rodean la ciudad.
La tierra donde nacieron escritores y pensadores como Paul Celan, Emil Cioran, Eugene Ionesco, Hernia Müller (Premio Nobel de Literatura en 2009), o el psicólogo social Serge Moscovici, alberga un sistema de educación superior cuya calidad tiende a ser bien evaluada en los parámetros internacionales, aun cuando algunos de sus indicadores muestran déficits de financiamiento, cobertura y tasas de abandono relativamente elevadas. Serán las aguas del Danubio, los misterios del castillo de Bran (el castillo de Drácula, ese fantástico mito mundial), o las legendarias proezas de Nadia Comaneci (la niña-gimnasta que deslumbró el mundo en las olimpiadas de 1976), pero Bucarest es un pretexto adecuado para mirar a la distancia y con las precauciones debidas lo que ocurre en países como el nuestro, con toda la complejidad de sus semejanzas y diferencias.
Las relaciones entre la política y el desempeño de la educación superior rumana comparten con muchas otras experiencias nacionales europeas y no europeas los mismos problemas, incertidumbres y desafíos. Quizá eso confirma, una vez más aquello de que, cómo escribió Sergio Pitol en El mago de Viena, “todo está en todas partes”.
Thursday, June 12, 2025
Harvard
Tierras raras
Harvard
Adrián Acosta Silva
Estudiar en la Universidad de Harvard cuesta en promedio una matrícula de 52 mil dólares al año. Además, si se consideran los gastos de alojamiento y comidas, la cantidad pueda aumentar a 75 u 80 mil dólares anuales. Siendo uno de los símbolos del poder académico mundial de los Estados Unidos, Harvard forma parte de la Ivy League, la red de universidades más caras y prestigiadas del vecino país del norte.
Esas universidades representan no sólo el poder académico y científico de los EU, sino también el poder del privilegio. Estudiar en alguna de esas instituciones no sólo es un desafío financiero para estudiantes extranjeros y sus familias, sino también para los propios jóvenes norteamericanos. Y, sin embargo, cada año miles de estudiantes de todo el mundo solicitan su ingreso a algún programa de pregrado o posgrado que ofrecen Harvard, el MIT, Princeton, Johns Hopkins o Columbia, pues representa la posibilidad de asegurar un futuro próspero para sus egresados. Con una mezcla de tradición elitista y dominio en las métricas de los rankings internacionales, esas universidades concentran el prestigio, los recursos y los procesos de formación técnica, profesional y científica más reconocidos del mundo.
Siendo la universidad más antigua de su país, Harvard, una universidad privada, representa la elite de la educación universitaria dentro y fuera de los EU. Es el corazón simbólico e histórico de la educación superior. Pero en la era actual, una nueva elite de poder económico que se ha aliado al poder político ha emprendido una feroz lucha contra esa universidad, que se traduce en críticas a su autonomía académica, a sus programas de atracción de estudiantes extranjeros, a sus prácticas de libre discusión de las ideas. Lo que estamos presenciando es una batalla inter-elitista: la elite académica versus la elite política en la sociedad más monetizada del mundo.
En las tierras raras de las relaciones entre gobiernos y universidades, la disputa por la legitimidad está en el foco de conflicto. Mientras el gobierno de Trump emprende un feroz acoso político e ideológico contra Harvard para someterla a las creencias y fobias presidenciales, la universidad de la costa este resiste el acoso financiero y las amenazas políticas de la Casa Blanca argumentando la violación de su autonomía académica. Para decirlo en breve, se trata de la escenificación de una batalla entre la legitimidad política de un gobierno y la legitimidad académica de una universidad.
El espectáculo es, de alguna manera, fascinante. Los actores configuran la elite del poder académico y del poder político en una sociedad expectante, polarizada y confundida. Las reglas del juego y los árbitros de las relaciones entre universidad y gobierno se han retirado o desvanecido, y no es claro de qué manera se resolverá el pleito. Por lo pronto, el duelo coloca en perspectiva la tonalidad ocre de los tiempos que corren en la educación superior norteamericana, cuyo ruido de fondo es dominado por una belicosidad presidencial alimentada por cálculos políticos y aires xenofóbicos y ultranacionalistas.
Thursday, June 05, 2025
Universidad y autoritarismo
Diario de incertidumbres
Universidad y autoritarismo
Adrián Acosta Silva
(Campus Milenio, 05/06/2025)
https://suplementocampus.com/universidad-y-autoritarismo/
El tema no es nuevo. La historia de las relaciones de las universidades con sus entornos políticos es vieja, y esconde no pocos episodios de tensión y conflicto en diversos contextos nacionales en diferentes tiempos y circunstancias. La lucha por la autonomía organizativa, política e intelectual, por las libertades de expresión, de cátedra e investigación, forman parte de las complejas relaciones entre el Estado, la sociedad y las universidades configuradas a lo largo del último siglo.
Estas relaciones tienen su origen en la disputa por dos tipos de legitimidad. Una tiene que ver con la legitimidad de la autonomía universitaria. La otra, con la legitimidad de gobiernos que alcanzan el poder por la vía electoral. La primera es producto de una larga historia que articula las demandas sociales de acceso a la educación universitaria con la libertad intelectual para impulsar prácticas de discusión, innovación y producción del conocimiento. La otra tiene que ver con las prioridades y orientaciones del gobierno en turno, derivadas de ideologías y programas gubernamentales destinados a la educación superior.
La autonomía universitaria se despliega en tres dimensiones: la política (el autogobierno colegiado), la académica (la selección de estudiantes y profesores, programas de formación profesional, proyectos de investigación), y la cultural (la construcción de ambientes propicios para la reflexión, la crítica y el debate). Los gobiernos electos son la expresión de las cambiantes oscilaciones de la alternancia en el poder y la influencia de las diversas fuerzas políticas que se disputan la representación de la autoridad en todos los campos de la acción pública. En contextos democráticos, la autonomía universitaria es un valor altamente apreciado por la mayoría de los actores políticos. En contextos no democráticos o francamente autoritarios, la autonomía es una piedra en el zapato de los gobernantes.
Las señales del autoritarismo político sobre las universidades se expresan de diversos modos. Uno es el prohibicionismo gubernamental sobre ciertos temas, una actitud derivada de una combinación tóxica de la cultura de la cancelación, ignorancia, prejuicios ideológicos, ultranacionalismos y xenofobias sobre las funciones de docencia, investigación y difusión de la cultura de las universidades. Otra tiene que ver con la descalificación o menosprecio del papel de las universidades en la economía, la política, la cultura o la vida intelectual de sus respectivas comunidades y sociedades. Una más tiene que ver con el financiamiento, y esta suele ser la señal más poderosa del verdadero peso que tienen las universidades en las prioridades de los gobiernos nacionales.
Episodios que hoy viven las universidades pertenecientes a la denominada Ivy League (las universidades de elite más reconocidas de los Estados Unidos), y en especial la Universidad de Harvard, son el reflejo de una crisis inédita que recorre las venas políticas del autoritarismo de la segunda era Trump en el país del norte. Pero ello también ha ocurrido en otras latitudes a lo largo del siglo XXI: Hungría, Turquía, Afganistán, Irán, Venezuela, Argentina o Nicaragua, son hoy países cuyos gobiernos de perfil autoritario, alimentados por mentalidades de derechas o de izquierdas, han emprendido una crítica feroz a las universidades públicas, que se refleja en el retiro o el cuestionamiento de los fondos públicos que reciben para sostener sus tradicionales actividades de docencia, investigación y difusión cultural.
La búsqueda de una explicación racional a lo que ocurre es una tarea complicada. Es difícil entender cómo en plena expansión de la economía de la innovación y la sociedad del conocimiento, las universidades puedan ser consideradas como prescindibles, o de qué manera en las políticas de combate a la desigualdad social y la inequidad en el acceso a la educación superior, las universidades puedan ser vistas como obstáculos para la producción de conocimiento o para mejorar la movilidad social de grupos e individuos en sociedades fragmentadas, atravesadas por múltiples brechas de desigualdades heredadas o emergentes. Si bajo las brújulas del neoliberalismo el Estado era el problema y el mercado la solución, y bajo las brújulas del paradigma desarrollista el Estado era considerado como la solución y el mercado bajamente regulado el problema, en los tiempos del populismo autoritario la educación superior es vista como una inversión poco redituable y socialmente ineficaz o irrelevante para devolver grandezas nacionales imaginarias que sólo existen en los sueños de dictadores y autócratas.
La educación superior universitaria es, como siempre lo ha sido, un campo de batallas ideológicas y políticas de alta y baja intensidad, y en los tiempos que corren se libran varias en distintos contextos nacionales. Una suerte de internacional autoritaria recorre los patios interiores y los alrededores de los campus universitarios. Directivos, estudiantes, académicos, intelectuales y políticos son actores que hoy acuden a tribunales, jueces, redes sociales y medios de comunicación para defender los principios históricos de la autonomía universitaria y el papel de esas instituciones del conocimiento por preservar tradiciones académicas, libertades y compromisos democráticos con sus sociedades, hechuras construidas lenta y pacientemente a lo largo de más de un siglo. Entre la polvareda y el ruido, el lenguaje de la amenaza y la intimidación domina la acción política que muchos gobiernos han emprendido contra las universidades, intentando debilitar su legitimidad.
Son tiempos oscuros para las universidades, que recuerdan sórdidamente un pasaje de El corazón de las tinieblas, la célebre novela de Joseph Conrad, en la que un empleado de ferrocarril se refería al señor Kurtz -cuya analogía podría ser la figura de la universidad, dicho con las debidas licencias retóricas-, con las siguientes palabras: “Es un emisario de la piedad, de la ciencia, del progreso y el diablo sabrá de qué más. Lo necesitamos”.
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