Thursday, June 19, 2025

Universidades rumanas: todo está en todas partes

Diario de incertidumbres Universidades rumanas: todo está en todas partes Adrián Acosta Silva Campus-Milenio, 19/06/2025 https://suplementocampus.com/universidades-rumanas-todo-esta-en-todas-partes/ Bucarest, Rumania. Esta ciudad encierra secretos medievales, dilemas del presente y señales del futuro. Región fronteriza entre la Europa central y la Europa del este, Rumania es un país que comparte las tensiones políticas y sociales que hoy recorren a la Unión Europea, que experimentan con especialidad intensidad sus instituciones de educación superior y, específicamente, sus principales universidades. Las recientes elecciones presidenciales rumanas, celebradas el 18 de mayo pasado, dieron por resultado el triunfo del candidato Nicous Dan, apoyado por una coalición de partidos y organizaciones políticas de tendencias de centro izquierda, partidarias de la consolidación de la integración europea. Su rival fue el candidato de una coalición antieuropeísta (George Simion), cuya principal fuerza partidista es la “Alianza para la Unión de Rumanos” (AUR, por sus siglas en rumano) y por el “Partido de los Jóvenes” (POT), como expresiones del populismo nacionalista y xenófobo que se ha extendido rápidamente por varios países europeos desde hace años. Los resultados electorales en segunda vuelta fueron de 53.6% para Dan y 46.4% para Simion. Este es el contexto político que domina el clima de la educación superior rumana. Según datos del 2023, en un país de más de poco más de 19 millones de habitantes, un total de 56 instituciones públicas y 41 privadas concentran una matrícula de 545 mil estudiantes. De esta matrícula, el 76% lo hace en estudios de licenciatura, el 20% en maestría y el 3.6% en doctorado. (Las comparaciones, aunque odiosas, de algo sirven: en México, esa distribución es de 92% en licenciatura, 7.2% en maestría, y 1.1% en doctorado). Las universidades de Iasi (1860), de Bucarest (1864) y la de Cluj (1919), son las más grandes y antiguas de Rumania, y están incluidas entre las mejores 700 universidades del mundo. No obstante, en el contexto de la Unión Europea, Rumania tiene indicadores de bajo rendimiento relativo. Dos de ellos son particularmente relevantes: la población adulta con estudios superiores, y las tasas de abandono de los jóvenes en la educación terciaria. Según datos de la OECD del 2022, mientras que poco más de un tercio de la población europea entre los 25 y 74 años tiene estudios superiores (31.8%), en Rumania sólo lo posee un 17.4%. La tasa de abandono prematuro de estudios superiores entre los jóvenes europeos de entre 18 a 24 años es del 9.3%, mientras que en Rumania es del 16.8%, el más alto de la UE. La educación superior en este país está organizada por grados según los acuerdos de Bolonia: una licenciatura de 3 años, una maestría de 2, y un doctorado de 3, aunque existen diferencias entre áreas del conocimiento, disciplinas y carreras. No es inusual que estudiantes de licenciatura de otros países, en sus estancias de intercambio y movilidad internacional, se integren a cursos de nivel de maestría con estudiantes rumanos, como ocurre en el caso de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Administrativas (SNSPA, por sus siglas en rumano), fundada en 1991. Las exigencias de internacionalización que significan los compromisos con el espacio común europeo de educación superior, con sus apoyos a través de programas de becas como Erasmus o las que ofrece directamente el gobierno rumano a estudiantes internacionales, han hecho de las universidades rumanas un foco importante de atracción para estudiantes de España, Italia, Francia, Grecia, México o Colombia. Quizá una de las razones profundas que explican ese interés tiene que ver con la historia fronteriza que representa Bucarest, situada muy cerca de la frontera con Bulgaria, pero también con la historia cultural que fluye a través de las aguas del Danubio, el gran río que nace en la Selva Negra alemana, y que atraviesa diez países europeos, hasta desembocar en el Mar Negro, que forma parte de la costa rumana. Ubicada entre los bosques de Transilvania y rodeada por los Montes Cárpatos, Bucarest ejerce una tracción fascinante, donde sus orígenes romanos y medievales alimentaron durante casi medio siglo el pasado socialista que cayó junto con el muro de Berlín y el derrocamiento y ejecución del dictador Nicolai Ceausescu en 1989, en la vorágine de la revolución democrática rumana de ese mismo año. Las calles de la ciudad y los campus universitarios rumanos son expresiones híbridas de su propia historia nacional. En el casco antiguo de la capital, edificios herederos de la arquitectura brutalista y soviética coexisten con antiguas fortificaciones medievales, con hermosos puentes sobre los afluentes del río Danubio, museos, iglesias y templos católicos del estilo de la iglesia ortodoxa rusa, o el gigantesco edificio del Palacio del Parlamento construido durante la época comunista, configuran un paisaje de concreto y cúpulas de colores que resaltan la hermosura de los bosques que rodean la ciudad. La tierra donde nacieron escritores y pensadores como Paul Celan, Emil Cioran, Eugene Ionesco, Hernia Müller (Premio Nobel de Literatura en 2009), o el psicólogo social Serge Moscovici, alberga un sistema de educación superior cuya calidad tiende a ser bien evaluada en los parámetros internacionales, aun cuando algunos de sus indicadores muestran déficits de financiamiento, cobertura y tasas de abandono relativamente elevadas. Serán las aguas del Danubio, los misterios del castillo de Bran (el castillo de Drácula, ese fantástico mito mundial), o las legendarias proezas de Nadia Comaneci (la niña-gimnasta que deslumbró el mundo en las olimpiadas de 1976), pero Bucarest es un pretexto adecuado para mirar a la distancia y con las precauciones debidas lo que ocurre en países como el nuestro, con toda la complejidad de sus semejanzas y diferencias. Las relaciones entre la política y el desempeño de la educación superior rumana comparten con muchas otras experiencias nacionales europeas y no europeas los mismos problemas, incertidumbres y desafíos. Quizá eso confirma, una vez más aquello de que, cómo escribió Sergio Pitol en El mago de Viena, “todo está en todas partes”.

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