Monday, October 08, 2007

Roberto Miranda, Público, 6 octubre 07

Estación de paso

Roberto Miranda Guerrero


Para Ángeles y Priscilla

El sábado pasado falleció Roberto Miranda Guerrero. Profesor-investigador de tiempo completo del CUCEA de la Universidad de Guadalajara, economista y doctor en ciencias sociales por el CIESAS-Occidente, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Roberto tuvo una muerte prematura y fulminante (acababa de cumplir 44 años). Un ataque al corazón segó su vida.

Para quienes le conocimos, Roberto fue un amigo y colega afectuoso, un académico responsable, un profesor muy querido por sus alumnos, y un investigador brillante, puntilloso, crítico. Su humor ácido, su sarcasmo ilustrado, casi siempre eran acompañados por unas carcajadas legendarias en el CUCEA , que se podían escuchar en varios kilómetros a la redonda. Su seriedad académica era también la de un hombre inteligente, es decir, una seriedad acompañada por el humor, la ironía y la risa franca. Muchos nos beneficiamos de sus comentarios, de sus opiniones, de sus reservas y preocupaciones, aunque también, como toda amistad que se respete, nos unían nuestras diferencias, que discutíamos cotidianamente frente a una taza de café, o algún viernes por la tarde con la compañía de unas cervezas heladas en El Campesino, una conocida sala de seminarios disfrazada de cantina.

Roberto produjo intensamente en los últimos años. Experto en historia y pensamiento económico, dedicó los últimos años sus energías a estudiar la educación superior, a los jóvenes, al profesorado y a la cultura de los universitarios. Publicó tres libros como autor, una docena de capítulos de libros colectivos, coordinó varios más, escribió muchos artículos y ensayos en revistas especializadas. Impartió clases en posgrado y pregrado en toda la Universidad, y participó en innumerables eventos académicos, dirigió y fue lector de muchas tesis, siempre animó a los estudiantes a leer, a ser más exigentes consigo mismos. Fue un hombre público (consejero académico en el CUCEA y consejero distrital del IFE) y un académico brillante, y los mejores años de su vida estaban por venir. Lector voraz, transitaba por la curva de máxima productividad académica, que también fue acompañada de una gran madurez intelectual y vital. Muchos proyectos individuales y colectivos quedaron inconclusos, pero las luces que encendió el buen Roberto animarán durante un buen trecho las labores académicas del CUCEA y de la universidad.

La muerte lo sorprendió, nos sorprendió, luego de jugar un partido de fútbol, una de sus grandes aficiones y pasiones vitales. Su generosidad y cordialidad se quedan con nosotros, y su recuerdo, sus afectos, su presencia, con Ángeles y Priscilla. Ante los trances que nos tocó sobre la muerte de amigos y conocidos, nos gustaba recordar una frase de Antonio Machado sobre el amor, que aplicábamos también ante la muerte: tiene explicación, lo que no tiene es remedio. Y siempre recordamos el epígrafe que aparece en Por quién doblan las campanas, de Hemingway, justo donde escribió el poeta inglés John Donne: nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti. Las campanas no tañen por nuestro querido Roberto. Las campanas doblan por nosotros. Por todos nosotros.

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