Thursday, March 15, 2012

Cosecha 1972




Estación de paso
Cosecha 1972
Adrián Acosta Silva
Señales de humo, Radio U. de G., 15 de marzo, 2012.

Como lo acaba de recordar la prestigiada revista británica de música Uncut en su número de marzo, hace exactamente 40 años Neil Young, el cantante y compositor canadiense de folk-rock, lanzaba al mercado Harvest, su cuarto disco de larga duración como solista. Ya antes había saltado a la fama con su integración a grupos como Buffalo Springfield, y luego al cuarteto de Crosby, Stills, Nash & Young, la agrupación que se había iniciado con el country y las canciones folck, para abrazar luego al rock y al blues introducido por Young y su deslumbrante eclecticismo sonoro. 1972, sin embargo, era un año difícil. Las movilizaciones de la guerra contra Vietnam, el auge, la caída y la descomposición de la alucinante pero efímera Nación de Woodstock, el declive del movimiento hippie y de la era del amor y la paz, habían cedido el paso en muy poco tiempo a la desmoralización, al pesimismo y la desolación en varios frentes del potente ciclo de movilizaciones contra la guerra y por las libertades que había caracterizado el cierre de los años sesenta en los Estados Unidos y en otras partes del mundo. La muerte en fila de Janis Joplin, de Jimi Hendrix y de Jim Morrison, habían marcado el fin de una era, la idea de que “el sueño había terminado”, como escribió por esos años John Lennon.
En ese clima decadente, Neil Young compuso las 10 canciones que incluiría en Harvest. Acompañado por la banda de los Stray Gators (formada por iniciativa del propio músico canadiense) y por las voces en los coros de James Taylor y Linda Ronstadt, Young, a sus entonces 27 años de edad, produciría una obra que 40 años después es considerada como uno de los discos más influyentes en la historia del rock.
“Heart of Gold” se convirtió en la canción más conocida del disco, y la que hizo de Harvest el disco más famoso y vendido de la carrera del rockero de Toronto. “Esa canción me colocó en el centro del camino”, diría años después el propio Young respecto a “Corazón de oro”, mientras que Bob Dylan declaraba en alguna entrevista por esos años que a él le hubiera gustado ser el autor de esa canción. Pero el éxito masivo de esa rola, con su lírica folck de armónica y guitarra y su contenido naif, no ocultaba el hecho de que Harvest fuese un disco profundo, obscuro, inquietante, en donde las letras de las canciones y la guitarra lúgubre de Young proporcionaban estampas grisáceas sobre las drogas, la muerte, los reclamos de una generación a sus mayores, la crítica al racismo sureño de los Estados Unidos, los llamados a cambiar el país.
Como se sabe, “The Neddle and The Damage Done” (La aguja y el daño hecho), fue escrita por Young en homenaje a la trágica muerte de su amigo Danny Whitten, el exbajista de su banda Crazy Horse, por una sobredosis de heroína. “Alabama” es un reclamo al racismo, mientras que “Words (Between the Lines of Age)” y “Old Man” son canciones donde la vejez y la figura del padre aparecen en el centro. El piano tocado por Jack Nitzsche, un fondo de orquesta sinfónica en “A Man Needs a Maid”, los coros de Taylor y Ronstandt en “Heart of Gold”, la guitarra y la voz triste de Young como el eje de todo el disco, arrojan como resultado una obra ecléctica, deslumbrante, potente.
Neil Young recorrería desde Harvest un largo camino de cuatro décadas y 35 discos, que se alarga hasta la producción de Le Noise (“El ruido”, en francés), su álbum más reciente (2010). Pero el disco que este año cumple 40 años es, quizá, el mejor de toda su carrera. “¿Llegaré a cosechar algo?” se preguntaba Young en alguna parte de la canción que da título al disco, y ahora, a sus 67 años, seguramente tendrá algunas respuestas al respecto. Fiel a sus experimentos sonoros, pero también a su activismo político, a su pacifismo, su rebeldía contra el consumismo y contra la tiranía de los medios y del mercado, Young ha sido etiquetado como “el último hippie”, la “conciencia moral del rock”, el sobreviviente de una época de excesos y sueños destruidos. Sin embargo, las etiquetas le tienen sin cuidado, y bien visto, no importan. En cualquier caso, Young es un compositor y cantante comprometido con su oficio, un músico de rock que se niega a conformarse con lo que hay, y que sigue ofreciendo conciertos y luchando por causas que valgan la pena. Eso, más que las etiquetas y los clichés, son los que ayudan a comprender la obra de un músico que hace 40 años lanzó una obra que cambió a muchos, que abrió nuevas rutas sonoras, y que confirmó la vitalidad del rock en un período de oscuridad e incertidumbre.


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