Tuesday, December 15, 2020

Un estilo áspero y ruidoso. Retórica política y políticas públicas del lopezobradorismo en México, 2018-2020.

Un estilo áspero y escandaloso: retórica política y políticas públicas del lopezobradorismo en México (2018-2020) Adrián Acosta Silva (Texto de la presentación virtual del libro Balance temprano. Desde la izquierda democrática, coordinado por Ricardo Becerra y José Woldenberg, Grano de Sal, México, 2020. La presentación fue organizada por la Librería Carlos Fuentes de la Universidad de Guadalajara el 11 de diciembre de 2020. Como sucede en los tiempos que corren, el evento fue transmitido vía Zoom). *************** Quizá sea producto del enraizado escepticismo almacenado lentamente en algunos de nosotros desde hace muchos años, pero da la impresión de que no son buenos tiempos para la política y el ánimo público mexicano. La polarización, el malestar, la ofuscación, forman parte de las pasiones de nuestro día a día. La descalificación, el sarcasmo, el insulto, la burla, se han instalado como parte de los comportamientos habituales de ciertos políticos y no pocos ciudadanos, convirtiendo la vida pública en una comedia de enredos y simulaciones, donde las imposturas, los arrebatos y la confusión gobiernan las pasiones y los intereses de los protagonistas del espectáculo de temporada. Hay factores causales, tanto estructurales como coyunturales, que hay que considerar como parte del contexto explicativo de los comportamientos políticos. El largo estancamiento económico de los últimos treinta años, la persistencia e incremento de la desigualdad social, la pobreza “naturalizada” en generaciones completas de la población, el malestar rutinario con nuestra democracia y partidos políticos, el pesimimismo sobre el futuro, la inesperada y larguísima pandemia derivada de la explosión espontánea del COVID-19, son sólo algunos de los factores que hay que considerar para tratar de entender lo que ocurre en el mundillo de las pasiones políticas que observamos todos los días en las escalas nacional, regional o local de la vida pública mexicana de la segunda década del siglo XXI. Este panorama no es inspirador. Provoca, en algunos, bostezos, en otros, la curiosidad y el interés, en los más, franca indiferencia. Desde el impreciso territorio de los interesados surge cierta ansiedad por entender lo que ocurre no sólo en la esfera siempre árida y arenosa de la política, sino también lo que sucede en el campo mucho más específico de las políticas públicas, donde el foco del análisis es el desempeño del gobierno en la configuración de los cursos de acción gubernamental que se han enunciado o instrumentado en el primer tercio de la administración de AMLO para resolver los grandes problemas nacionales del México del siglo XXI. Después de todo, un gobierno cuya legitimidad de origen es inocultablemente democrática, se vuelve naturalmente el centro de la atención pública (intelectual, académica, política) para comprender como se traduce esa legitimidad de origen en una legitimidad de desempeño, para decirlo en términos de la politología clásica. Balance temprano surge de las aguas revueltas de estos tiempos confusos. Se trata de un esfuerzo colectivo por tratar de identificar los resultados de la gestión de un gobierno que ha generado desde el inicio amplias expectativas de transformación de prácticamente todos los campos de la acción pública: la economía, la política, la cultura, la moral pública, la ciencia, la educación, la salud, el empleo. Un gobierno que se ha comprometido con la transformación del orden de las cosas de nuestras vidas públicas y privadas, objetivas y subjetivas -incluyendo “cartillas morales” y “guías éticas”-, y que se propuso desde el inicio una ruta y un proyecto: la “Cuarta Transformación Nacional” (4TN). De los primeros resultados y muchas incertidumbres de esa narrativa oficialista se habla en este libro. Se trata de un texto dirigido deliberadamente a la construcción de una discusión política abierta. Es un libro de crítica política a las políticas públicas del oficialismo en turno, justo como ha ocurrido sistemáticamente en otros tiempos y otros gobiernos desde los años dorados del autoritarismo mexicano (“La democracia en México”, de Pablo González Casanova, de 1967; “El presidencialismo mexicano”, de Jorge Carpizo, de 1975); durante el período de la liberalización y democratización del régimen político (“México Hoy”, coordinado por González Casanova y Enrique Florescano, en 1979, o “México: el reclamo democrático”, cordinado por Rolando Cordera, Raúl Trejo y Enrique Vega), y del más reciente, propio del presente mexicano (“Los desafíos del presente mexicano”, de 2007, coordinado por Florescano, Woldeberg y Toledo), que corre a lo largo de las primeras dos décadas de nuestro siglo, desde los años de la alternancia política del panismo y el retorno del priismo, hasta el surgimiento del morenismo (“Informe sobre la democracia mexicana en una época de expectativas rotas”, de 2017, coordinado por R. Becerra). En ese sentido, se trata de un texto que forma parte de cierta tradición política-intelectual: criticar al oficialismo en turno desde la perspectiva que ofrecen las ideas y los datos, que son las únicas herramientas confiables para tratar de construir un debate público racional, informado y razonablemente objetivo. Balance temprano no es una diatriba contra el oficialismo actual ni un muestrario de denuncias contra el gobierno morenista y el estilo de gobierno impuesto por el Presidente López Obrador durante los dos primeros años de su administración. Se trata de un esfuerzo por identificar las limitaciones, contradicciones e inconsistencias de la gestión gubernamental en la conducción de los asuntos públicos. Los 22 autores convocados para examinar 18 campos de política pública, no ofrecen sus creencias y opiniones sobre cada uno de los temas analizados, ni exhiben sus filias y fobias sobre personajes o personajillos del gobierno actual, sino que exponen información, ideas y datos sobre el desempeño gubernamental, que es la única forma de comprender lo que ocurre en cada uno de los espacios de la acción pública. Yo me concentaré en dos de los temas con los que por razones profesionales y académicas me parecen relevantes: ciencia y educación. Los textos de Antonio Lazcano (“Tranisiciones políticas y desarrollo científico. Notas y reflexiones sobre el caso mexicano”), de Jorge Javier Romero (“En educación, retroceso evidente”) y el mío mismo (“La educación superior en la nueva utopía”), son aproximaciones que abordan desde diversas perspectivas ambos temas durante los dos primeros años del gobierno lopezobradorista. Lazcano, un prestigiado científico (biólogo) de la UNAM, miembro de El Colegio Nacional, recuerda la importancia de las agrupaciones académicas en la elaboración de las políticas científicas como herramientas del desarrollo. A partir de un breve repaso sobre las tensiones entre el desarrollo del espíritu científico en la configuración de la racionalidad moderna, que supone la separación entre la ciencia y la religión, el respeto a la autonomía científica basada en la libertad de investigación, el reconocimiento de las herencias del pasado en la construcción del sistema científico-tecnológico que, con todo y sus carencias y abandonos, nos ha permitido contar con centros e institutos en todos el país, Lazcano hace una crítica fundada a la conducción actual del CONACYT. Desde su punto de vista, la ideologización de la política científica, la austeridad, la impericia organizativa, la burocratización, el despido indiscriminado de funcionarios experimentados, y la reducción de programas y presupuestos, han significado un claro retroceso de lo alcanzado a lo largo de medio siglo de la creación del CONACYT. Todo ello refleja un “desdén del gobierno actual por el trabajo académico”. Con todo, sugiere el autor, la iniciativa de promulgación de una nueva “Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación” puede ser una vía para discutir con las comunidades científicas y tecnológicas el rumbo futuro de este campo situado justo en el corazón de la sociedad y la economía basada en el conocimiento. Sin embargo, la nueva Ley aún aguarda por su discusión y aprobación por parte de los congresistas mexicanos. Jorge Javier Romero, por su parte, analiza el proceso del desmantelamiento de la “mal llamada reforma educativa” del nivel básico (desde al prescolar hasta la enseñanza media superior) como llamó (o descalificó) desde el principio el Presidente López Obrador a la reforma impulsada por el gobierno de EPN. Calidad y evaluación se conviertieron en las palabras malditas de aquella reforma fallida, palabras que fueron extrañamente sustituidas por las de “mejoramiento” y “excelencia” bajo el nuevo gobierno. La reforma al artículo tercero constitucional en mayo de 2019, trajo consigo entre otras cosas la desaparición del INEE, la puerta de entrada a una nueva negociación con el SNTE y la CNTE, la creación de nuevos organismos para la “mejora educativa”, fueron parte de lo que Romero denomina la “recaptura corporativa de las políticas educativas” que se esconde detrás de la retórica de la “Nueva Escuela Mexicana” que promete el oficialismo desde el 2019. En educación superior, las cosas tampoco se orientan hacia un cambio significativo. Lo que se observa es la persistencia del mismo régimen de políticas construido desde los tiempos del salinismo. Ese régimen de políticas implica tres dimensiones: las ideas, los arreglos institucionales y los actores interesados. En la primera dimensión, las ideas de calidad, evaluación y financiamiento público condicionado diferencial y competitivo, han sido sustituidas por las ideas de la obligatoriedad y gratuidad de la educación superior, que se plasmaron en la reforma al tercero constitucional. Sin embargo, los arreglos institucionales permanecen: se trata de relaciones de dependencia de las universidades e IES públicas respecto del gobierno federal. Los actores son los mismos: SEP, SHCP, Rectores, Directores, la Comisión de Educación y Hacienda de la Cámara de Diputados, pero se han excluido a actores como ANUIES, FIMPES y profesores e investigadores. Se ha propuesto una nueva Ley General de Educación Superior que aún aguarda su discusión y aprobación en el Senado, una Ley que ha logrado, contra lo que se esperaba, consensos importrantes entre todas las fuerzas políticas. Ello no obstante, son claras las prioridades de nuevo gobierno: las “Universidades para el Bienestar Benito Juárez García” , y el Programa de “Jóvenes escribiendo el futuro”. Son las dos apuestas del oficialismo que se privilegian con recursos y apoyos federales que se restan a las universidades públicas federales y estatales, al eliminar pràcticamente todos los programas de financiamiento extraordinario que funcionaron a lo largo de casi tres décadas. En ambos temas (ciencia y educación) el panorama es árido y sembrado de conflictos. Sin políticas basadas en evidencias sino en un sistema de creencias y prejuicios, sin diagnósticos precisos pero con soluciones en busca de problemas, el oficialismo mantiene una clara ruta de control y centralización de la agenda y de los recursos que dificultan la operación y los proyectos de centros e institutos de investigación, escuelas profesionales y universidades públicas. Bajo la retórica de la lucha contra la corrupción y la austeridad, se han eliminado fideicomisos, disminuido la autonomía de las universidades, se ha descalificado sistemáticamente a los académicos y a los científicos, se menosprecia a los críticos y a los escépticos de la 4TN. Bajo ese panorama, las expectativas de incremento en los apoyos a la ciencia y la tecnología, a la educación básica, a la cobertura y calidad de la educación superior, se observan muy pobres. Entre la incontenible palabrería presidencial y los escándalos públicos, las maneras ásperas y ruidosas del gobierno lopezobradorista se han impuesto como los códigos políticos de los dos primeros años de un desempeño ineficaz, atrapado en una retórica abundante apoyada, paradójicamente, en una popularidad a prueba de balas.

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