Thursday, November 04, 2021

Educación y alcohol

Estación de paso Profesores: palabras, música y alcohol Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 04/11/2021) https://suplementocampus.com/profesores-palabras-musica-y-alcohol/ La escuela -desde la primaria hasta la universidad- es un espacio de experiencias múltiples. Además de sus tradicionales funciones formativas centradas en el desarrollo de conocimientos, aprendizajes y habilidades, también es un espacio de educación sentimental, moral y cultural en un sentido amplio. Las experiencias compartidas, asociadas a los intercambios cotidianos con compañeros, profesores y autoridades de los planteles, proporcionan a los estudiantes códigos de comportamiento útiles para la vida social, desarrollan con el tiempo lazos de confianza y formas de gestionar conflictos y tensiones, les permiten expresar y explorar sus dudas, creencias e incertidumbres, pero también surgen certezas instantáneas y, a veces, se cultivan amistades perdurables. Pero la experiencia escolar suele ser distinta para los diferentes actores que participan cotidianamente en los procesos educativos. Estudiantes, profesores y directivos experimentan de manera diferente las tensiones, las rutinas y los logros esperados o espontáneos de la educación escolarizada. Pero es el profesorado el que constituye el sector que mayor desgaste sufre a lo largo de las pequeñas y grandes historias escolares de cada plantel. Forman la parte constante, fija, de la escuela, distinta a la ronda de las generaciones que entran y salen cada año de los centros escolares. Las complicadas trayectorias vitales que representan un o una profesora, configuran relatos complejos que acompañan la vida cotidiana de las escuelas de todo el mundo. George Steiner escribió algo al respecto. En Lecciones de los maestros (2004), por ejemplo, afirmó que “no puede haber sistema familiar ni social…sin enseñanza y discipulazgo, sin magisterio y aprendizaje consumados”. En el centro de este sistema se encuentran los profesores universitarios, un oficio “extraño y problemático”, por el cual reciben un pago y construyen una vida. “La auténtica enseñanza”- afirma Steiner- “es una vocación”. Más aún: “Es una llamada”. Pero el ejercicio prolongado del oficio suele consumir los recursos vitales, la fuerza de la vocación y la intensidad de la llamada. Si es cierto aquello de que carácter es destino, el oficio de maestro muestra las dificultades que envuelven a lo largo del tiempo la forja del carácter docente. En no pocos casos, las motivaciones, entusiasmos e ilusiones iniciales de la profesión se vuelven con el transcurso de los años en episodios frecuentes de aburrimiento, confusión y decepciones. Las rutinas, los hábitos, las costumbres de la enseñanza oscurecen el brillo de los aprendizajes. Los itinerarios vitales de los individuos (laborales, familiares, sociales), acumulan con el tiempo dilemas y responsabilidades, grandes incertidumbres y pequeñas crisis de identidad, que se amplifican en los contextos escolares con el incremento de las brechas generacionales entre estudiantes y profesores. La información y la formación son ejes básicos del ejercicio magisterial que adquieren pleno sentido cuando se relacionan con la música de las palabras, con prácticas deportivas, conversaciones, lecturas y sonidos que proporcionan el combustible insustituible de los diálogos sobre los misterios del conocimiento entre estudiantes y profesores en las aulas, patios y pasillos escolares. La película Otra Ronda (2020) del director danés Thomas Vinterberg, narra una pequeña historia contemporánea al respecto. Un grupo de profesores cincuentones que trabajan en una escuela preparatoria de Dinamarca padecen los estragos de la rutina escolar y del inexorable envejecimiento. Cultivan una amistad duradera, se reúnen con frecuencia a cenar y a beber, conversan sus impresiones y comparten sus cada vez más largos silencios. Uno es un profesor de historia, otro de música, uno de deportes y otro de psicología. Son individuos solitarios, de ojos cansados: unos son solteros empedernidos o divorciados amargados, otros pasan por un período de crisis en sus matrimonios. Todos han perdido o debilitado el entusiasmo inicial por su profesión docente, y se sienten atrapados por la ausencia de un horizonte vital que imprima algún sentido a lo que hacen todos los días desde hace muchos años en su escuela. Un día descubren que el secreto para experimentar una vida relajada y disfrutable está en el consumo moderado pero frecuente de alcohol. La cifra mágica es el 0.05% en la sangre, considerada en un estudio de psicología leído por uno de los profesores, como parte genética de la naturaleza humana, y que se registra con el nacimiento. Beber pequeñas cantidades de vino, cerveza, whisky o vodka durante todo el día y hasta antes de las 8 de la noche, se convierte en su nueva rutina e invoca los ángeles del optimismo, la lucidez y el buen humor en sus vidas profesionales y personales. Los resultados son asombrosos. Motivados y alegres, los profesores buscan ejemplos de esas rutinas: Schubert y Tchaikovsky en la música clásica, Roosevelt y Winston Churchill en la historia política, Hemingway y Dylan Thomas en la literatura, son citados como ejemplos de grandes bebedores habituales creativos y deslumbrantes. En contraste, figuras como Hitler o Stalin se citan como personajes abstemios o francamente anti-alcohólicos, siniestros y obsesivos, cuyas trayectorias marcaron estelas de destrucción y muerte para las sociedades del siglo XX. Por supuesto, hay cierta mitología que penetra la imaginación y las prácticas de los profesores. Ello se refleja en una suerte de épica alcohólica, que devuelve el entusiasmo a sus prácticas docentes y que se refleja en el aprecio de sus alumnos y los padres de familia. La parte obscura de esa épica, sin embargo, aparece cuando deciden romper del límites del consumo diario y sobrepasar el 0.1% del alcohol en la sangre, invocando los demonios del alcoholismo, el escándalo público y las fracturas personales. La bestia insaciable que es el alcoholismo devora entonces las fronteras de la ética del deber, un animal feroz que gobierna sus impulsos vitales, por lo que el experimento rápidamente tiene consecuencias directas en la escuela, en su oficio docente y en sus vidas privadas. Uno de los profesores, devastado por la combinación del alcohol y la fatiga existencial, decide suicidarse, pero los otros aprecian las bondades que la bebida, con todo y sus excesos, trajo a sus vidas. Frente a los hechos, la experiencia alcohólica de los maestros se contrasta con la ética de la abstinencia, y el resultado es un examen sin concesiones que une el ejercicio del oficio público con las vidas privadas de los participantes. La cinta no es una apología del alcoholismo ni tampoco un relato que pretenda conducir a moralejas aleccionadoras o moralinas simplonas. Después de todo, es una ficción cinematógrafica que abreva de la novela moderna, la tragedia clásica y la dramaturgia. Pero se trata del cuidadoso retrato, debidamente dramatizado, de las soledades, frustraciones y desencantos del oficio docente. La imagen apostolar del maestro, con su elevado sentido de misión y responsabilidad ética, moral y profesional, contrastado con el óxido de la rutina y la canción del hastío, con el proceso del envejecimiento inevitable y las complejidades existenciales acumuladas según los calendarios y relojes que gobiernan la vida escolar y las trayectorias vitales de los profesores. Es una mirada profunda, aderezada con algunos granos de sal, a los vacíos e incertidumbres de una profesión poco comprendida, que se suele volver invisible frente a las altas expectativas sociales depositadas rutinariamente en la educación, luces y sombras de un oficio que se desarrolla entre ánimos templados por la concentración intelectual, las distracciones y los destellos de los aprendizajes, el vocerío permanente de la vitalidad estudiantil, y la grisácea burocratización de la vida escolar. Salud.

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