Thursday, April 25, 2024

La disputa por la agenda (2)

Diario de incertidumbres La disputa por la agenda: rezagos, oportunidades, desafíos Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 25/04/2024) https://suplementocampus.com/la-disputa-por-la-agenda-rezagos-oportunidades-desafios/ De la definición del tamaño y complejidad de los rezagos en el campo de la educación superior dependerá en gran medida la selección de los desafíos y oportunidades que serán objetos de la acción pública del próximo gobierno nacional y de distintos gobiernos subnacionales. La experiencia de los años recientes muestra que las ideas de calidad y evaluación de gobiernos pasados, o de gratuidad y universalización del acceso a la educación superior incorporadas como principios normativos tanto en la reforma al artículo tercero constitucional como en la ley general de educación superior durante el gobierno actual, son disposiciones prácticamente inviables en un contexto de austeridad presupuestal y financiamiento público errático y crónicamente insuficiente. Los rezagos. A lo largo del siglo XXI se observa un lento proceso de expansión de la matrícula, las instituciones y el profesorado al que acompaña la acumulación de las sombras de varios déficits institucionales y socioeducativos. La tasa de cobertura, la equidad en el acceso, o el envejecimiento del profesorado, forman tres de los rezagos estructurales que caracterizan los problemas de políticas en educación superior. Hoy, solo 4 de cada 10 jóvenes en edad de cursar estudios superiores pueden acceder a alguna modalidad de la educación terciaria. La demanda por el ingreso a las universidades públicas autónomas domina las preferencias y expectativas de los miles de jóvenes egresados del nivel medio superior, pero sólo pueden ingresar, en promedio, 3 de cada 10. Hay un claro proceso de envejecimiento del profesorado en la educación superior, donde laboran poco más medio millón de docentes de instituciones públicas y privadas de distintas orientaciones, organización e historia. Según datos de la ENOE (2023), más de la mitad del profesorado tiene entre 45 y 54 años, y entre el profesorado predominan claramente las contrataciones de tiempo parcial: menos de un tercio de los puestos docentes son de tiempo completo. Se pueden agregar varios rezagos más: las brechas de desigualdad en el acceso o en la calidad de los programas e instituciones; la baja matrícula de los posgrados; el persistente problema de los aprendizajes; las dificultades de la inserción laboral de los egresados; la insuficiencia de investigadores para el desarrollo científico y tecnológico. Este mapa de rezagos constituye el punto de partida de cualquier diagnóstico que se pueda elaborar como fundamentación de un nuevo ciclo de políticas en educación superior para el próximo gobierno nacional. Las oportunidades. Una oportunidad relativamente inesperada para mejorar las posibilidades de acceso y fortalecimiento a la educación superior no tiene que ver tanto con la eficacia de las políticas como con la dinámica demográfica. Según cálculos del Consejo Nacional de Población (Conapo), desde hace unos años experimentamos una nueva transición demográfica. Pasamos de ser una “sociedad juvenil”, donde en la base de la pirámida poblacional predominaban desde 1970 hasta el 2010 los niños y jóvenes de entre 0 y 19 años, a una sociedad de adultos jóvenes, donde comenzará a ser dominada por el grupo etario de entre los 20 y los 39 años de edad. Esta transición comenzó en 2020 y se extenderá por lo menos hasta el año 2070, según las estimaciones del propio Conapo. Esto significa una oportunidad estratégica para el desarrollo de la educación superior, que puede favorecer el incremento de la tasa de cobertura y la expansión del sector. Para decirlo en otras palabras, tenemos disponible un nuevo bono demográfico que puede mejorar el desarrollo de la educación terciaria mexicana. Otra oportunidad importante tiene que ver con la legitimidad de la educación superior como factor de movilidad social. La demanda por el acceso constituye el indicador más claro de su importancia para los jóvenes y adultos jóvenes, que se expresa en el interés por el ingreso, en especial a las universidades públicas autónomas estatales y federales. Esa legitimidad es una de las causalidades profundas del crecimiento de la matrícula y de la diversificación de los programas e instituciones de educación terciaria observadas en las últimas dos décadas. Su traducción práctica es la persistencia de expectativas y percepciones de los jóvenes como una forma de mejorar sus posibilidades de inserción laboral y movilidad social. El fortalecimiento de la autonomía y la capacidad de reformas o innovaciones de las universidades es también una clara oportunidad para el desarrollo de la educación superior. La capacidad de adaptación y resiliencia institucional de las universidades públicas y porivadas ha sido probada en contextos de financiamiento público restrictivo y en entornos dominados por la desconfianza de las élites gubernamentales nacionales y subnacionales de hoy y del pasado reciente. La autonomía no es un problema: puede ser un componente de solución en un nuevo marco o modelo de políticas. Los desafíos. El principal desafío tiene que ver con el cambio en los modelos de políticas que se han ensayado en los últimos años en nuestro país. Los dilemas de “más mercado” o “más estado” han orientado el diseño de las políticas y la instrumentación de acciones durante varias décadas, pero no han logrado resolver consistentemente los problemas y rezagos estructurales de la educación superior mexicana. Este desafío de cambio de políticas tiene que ver con el reconocimiento de la idea del valor público de la educación superior, y del papel que juegan el núcleo organizativo e institucional históricamente más importante de la educación superior en México: el de las universidades públicas autónomas. Otro de los desafíos relevantes tiene que ver con la vinculación de la educación terciaria con sus entornos internacionales, nacionales y locales. La “sociedad de la inteligencia”, la gobernanza anticipatoria, la inserción laboral de egresados, la mejora de los procesos de aprendizaje, o la renovación generacional del profesorado, son los temas específicos que habitan la agenda pública de los desafíos por enfrentar en los próximos años, y de la manera en que se aborden esos desafíos en la agenda gubernamental en el corto plazo, dependerá en buena medida la configuración de los escenarios futuros de la educación superior del país. ¿Cómo se pueden imaginar esos escenarios? De eso trataremos en la próxima colaboración.

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