Thursday, September 19, 2024

Libertad académica

Diario de incertidumbres Libertad académica, hoy. Adrián Acosta Silva (Campus-Milenio, 19/09/2024) https://suplementocampus.com/libertad-academica-hoy/ Uno de los principios fundacionales de la universidad contemporánea es la libertad académica, definida básicamente como libertad de cátedra e investigación. Su origen remoto se ubica en el siglo de las luces, cuyo motor fue la filosofía del liberalismo, anclada en una actitud anti-dogmática y en el desarrollo de la racionalidad científica como ejercicio de curiosidad y libertad intelectual. Su origen reciente se ubica a comienzos del siglo XIX cuando, en un oscuro cubículo de una universidad alemana, en Berlín, Wilhelm Von Humboldt, un científico y filósofo orientado a la práctica docente entre estudiantes universitarios, planteó que el vínculo empírico entre el desarrollo de la investigación y la docencia era la fuente del “verdadero aprendizaje”. Para Humboldt, la universidad de investigación organizada en escuelas, facultades, laboratorios, institutos y departamentos significaba el futuro universitario. Pero esa forma universitaria requería de un ambiente de cooperación, flexibilidad y disposición que solo podría ser producto de la libertad académica de investigación, docencia y aprendizaje. A su vez, esa libertad estaría asociada a la autonomía institucional de la universidad, es decir, a sus capacidades auto organizativas y de autogobierno como condiciones básicas de gestión institucional de la libertad académica. Mucha agua ha corrido bajo el puente de estas primeras formulaciones humboldtianas. No obstante, tuvieron un impacto poderoso en la reforma de las universidades de todo el mundo a lo largo del siglo XX, aunque en diverso grado, proporción y dimensiones. Hoy, el modelo de la universidad de investigación ha desplazado retóricamente a la universidad profesionalizante, aunque en términos prácticos la formación profesional siga dominando abrumadoramente las prácticas de universidades como las latinoamericanas. En esa coexistencia entre la búsqueda de una universidad de investigación y las prácticas de la universidad profesional late el corazón secreto de las nuevas tensiones universitarias, dominadas por las retóricas de la innovación, el emprendurismo, la excelencia, la calidad y la competencia por indicadores de legitimidad, prestigio y recursos. En este contexto, el significado y las prácticas de la libertad académica se han adaptado a nuevas exigencias y demandas. Esa libertad nunca ha significado que los académicos hagan lo que ellos deciden de manera exclusiva y en solitario. Sus procesos previos de formación en la licenciatura y el posgrado, los núcleos de académicos con los cuales interactúan, los ambientes específicos, los estilos y los hábitos de las diversas disciplinas y campos de conocimiento a los cuales pertenecen o se incorporan, marcan las subjetividades de los académicos y sus afinidades electivas. La libertad académica es producto de un largo proceso de socialización de carácter formativo y contextual, en el que intervienen la selección de temas de investigación, el perfil de sus comunidades epistémicas, las tradiciones disciplinarias, los ambientes institucionales de organización de la investigación y el aprendizaje. ¿Qué significa hoy la libertad académica? La posibilidad de ejercer el derecho y la responsabilidad de explorar temas sociales y problemas públicos, de fenómenos de la naturaleza, de la sociedad o del conocimiento sin prejuicios ni prohibicionismos de ninguna índole. Significa el ejercicio de la racionalidad científica como fuente de inspiración y método para el estudio sistemático sobre las cosas que ignoramos o no comprendemos. Se trata de mantener la posibilidad de la conversación y la discusión académica con circuitos de colegas y estudiantes que comparten las mismas perplejidades, curiosidades e intereses de investigación en campos de conocimiento específicos. Es la posibilidad de organizar cursos, talleres, seminarios, coloquios o foros presenciales o virtuales para compartir hallazgos, discutir nuevos temas, enfoques o metodologías, y reconocer la fuerza del pasado científico para asumir, humildemente, que siempre “caminamos sobre los hombros de gigantes” como señaló Newton hace casi cuatrocientos años. No obstante, experimentamos desde hace tiempo la fuerza de una paradoja. La figura clásica de la universidad como “templo del conocimiento” se ha debilitado. Y no son claras las razones que lo explican. Quizá, en parte, por la desarticulación de las redes académicas o la debilidad de las condiciones laborales que sostienen las libertades de cátedra e investigación. Bajo la influencia de la compleja coexistencia de lógicas neo-utilitaristas, de la innovación, o del compromiso con las necesidades del mercado o del estado, la lógica de la libertad académica ha desvanecido sus fronteras y prácticas, atrapada en la burocratización de sus procesos, el debilitamiento de la ética académica, o los efectos perversos de un productivismo gobernado por el juego de incentivos simbólicos o monetarios. La decisión de los temas de investigación, la selección de proyectos asociados a prioridades nacionales o institucionales, la búsqueda de la publicación rápida en revistas o libros científicos ha desatado desde hace décadas una feroz competencia por estímulos, prestigios y reconocimientos. La dictadura de los rankings gobierna áreas extensas del territorio académico y las tribus que lo habitan. Pero los principales factores del debilitamiento de la libertad académica son externos al mundo universitario. Las elites del poder (sean gerencialistas, neoliberales o populistas) colocan sus intereses como los anteojos de las políticas públicas dirigidas al mundo de la investigación y la enseñanza universitaria. Las restricciones financieras, las dificultades de renovación generacional de las plantas académicas, los condicionamientos crecientes a las actividades científicas o tecnológicas influyen en el debilitamiento de las libertades académicas. Pero las aguas profundas del fenómeno tienen que ver con la desconfianza en la autoridad académica de las universidades, una desconfianza que se traduce en el cuestionamiento de la legitimidad académica universitaria y del poder institucional de la universidad en la vida pública. La libertad académica es hoy una práctica imposible en muchas regiones del mundo, y en otras se mantiene a pesar de las desconfianzas gubernamentales y las dificultades de siempre. Presiones financieras, restricciones políticas, polarizaciones ideológicas y nuevos oscurantismos (agrupados en la cultura de la cancelación), erosionan las frágiles estructuras de la confianza en que se sostienen las libertades de cátedra y de investigación en las universidades. Sin embargo, la libertad de cátedra no sólo es un principio de la autonomía universitaria: es también, y quizá, sobre todo, un principio civilizatorio.

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