Thursday, November 06, 2025

Desigualdades de nueva generación

Diario de incertidumbres Expansión y desigualdades de nueva generación Adrián Acosta Silva (Campus Milenio, 06/11/2025) https://suplementocampus.com/expansion-y-desigualdades-de-nueva-generacion/ La experiencia internacional acumulada sobre los procesos de expansión y diversificación de la educación superior indica que la ampliación de la cobertura de la educación terciaria disminuye relativamente la desigualdad en el acceso, pero mantiene rezagos y provoca la aparición de nuevas y más complejas desigualdades sociales. Esta tesis ha sido probada por numerosos estudios en diversas regiones y países del mundo. La paradoja es evidente: la masificación y universalización del acceso no implican la desaparición de las desigualdades sino su transformación. Los ideales meritocráticos que están detrás de los procesos de expansión educativa explican, en parte, el reconocimiento del derecho a la educación superior en prácticamente todo el mundo desde los años noventa, cuando fue definida por la UNESCO y otros organismos internacionales como un bien público. Las múltiples combinaciones entre el papel del Estado y del mercado en la ampliación de las oportunidades de acceso se constituyó como una de las claves de las políticas de masificación y diversificación de las opciones públicas y privadas. No obstante, los efectos de las intervenciones estatales o la participación del mercado han sido insuficientes para garantizar que el acceso masivo se traduzca en procesos consistentes de movilidad social ascendente para los universitarios de primera generación de sus familias, que son los que se incorporaron masivamente a la expansión de la educación terciaria desde finales del siglo XX. Este tema y sus complejidades son abordados en el más reciente número de la revista argentina Pensamiento universitario, una publicación con más de dos décadas de existencia que ha sobrevivido a las restricciones presupuestales que padecen muchas revistas universitarias latinoamericanas, y que en su número 23, de octubre de este año, aparece en medio del acoso político y el castigo financiero sin precedentes al que el gobierno de Miley ha sometido a las universidades públicas de ese país en los últimos dos años (https://www.pensamientouniversitario.com.ar/index.php/home-pensamiento-universitario-23/revista-23/) El número incluye como material central un dossier titulado “La universidad frente a las múltiples desigualdades. Política, experiencias, sujetos”, y los temas abordados incluyen los casos de Brasil, Chile, Colombia y Argentina, y lo encabeza un provocador texto de Francois Dubet sobre las paradojas de la masificación de la educación superior en Francia y Europa. A ello se agregan las contribuciones de Adriana Chiroleu, Helena Sampaio, Javier Campos, René Guevara y Ana García de Fanelli sobre las contradicciones, mitos y realidades de las relaciones entre masificación y desigualdad de la educación superior en el contexto latinoamericano del siglo XXI. Una de las claves de lectura de esos materiales tiene que ver con la sociología de las desigualdades en la educación terciaria. Como ocurre con las propias políticas públicas diseñadas e implementadas para hacer efectivo el derecho a la educación universitaria, enfrentamos desde hace tiempo una ola de desigualdades de nueva generación. Las viejas desigualdades tenían una clara marca de clase en el acceso, lo que significaba que solo las élites podían acceder a estudiar una carrera universitaria, lo que dio por resultado la configuración de la universidad aristocrática y elitista, cuyas claves de exclusión de millones de jóvenes se centraban en el capital social, el estrato de origen, el género y el ingreso económico de sus familias. La segunda ola de desigualdades se caracterizó por el acceso masivo a la educación superior, derivado del modelo desarrollista que impulsó la creación de una poderosa clase media urbana que pobló las aulas universitarias en América Latina, y cuyo resultado configuró el modelo de la universidad mesocrática que hoy conocemos. En esta ola, el financiamiento público y la expansión de las ofertas privadas se constituyeron como los mecanismos institucionales de segmentación de los sistemas de educación superior, disminuyendo el peso de la clase social y el ingreso económico de los jóvenes y sus familias, pero incrementando la influencia del territorio, el género y las identidades culturales de las poblaciones jóvenes en las posibilidades de acceso, permanencia y egreso en las universidades. La tercera y más reciente ola de desigualdades tiene que ver ya no con el acceso masivo al ingreso sino con la inserción a las universidades y carreras profesionales más atractivas y prestigiosas públicas o privadas, que generalmente se asocia con la calidad y el éxito profesional de la inserción laboral de sus egresados. Asimismo, las nuevas herramientas de la formación universitaria (en especial la IA), están teniendo un impacto considerable en las brechas de aprendizajes entre poblaciones estudiantiles heterogéneas, cuyas capacidades son muy diversas, y donde los más aptos son los que provienen de los estratos y orígenes sociales medios y altos. Las nuevas desigualdades mezclan rezagos y brechas sistémicas acumuladas con la aparición de nuevas brechas de formación y aprendizajes en el acceso y el egreso a la educación superior. Hoy, sólo el 23% de los jóvenes de los quintiles de ingreso económico más bajos de la población tienen acceso a la educación terciaria, contra el 136.5% del quintil más alto. El acceso a las carreras con mejores posibilidades de éxito laboral son las que exigen mayores habilidades y conocimientos derivados de las formaciones escolares previas (adquiridas en la educación básica y media superior), pero donde también influyen los contextos sociales de origen de las y los estudiantes. Estos temas son explorados en las páginas de Pensamiento universitario, y vale la pena revisarlas para tener una imagen más clara del perfil de las nuevas desigualdades sociales en la era de la de la expansión, masificación y universalización de la educación superior en la América Latina del segundo cuarto del siglo XXI.

Tuesday, November 04, 2025

Springsteen

Tierras raras Springsteen Adrián Acosta Silva (Reverso, 03/11/2025) https://reverso.mx/tierras-raras-springsteen/ Una de las virtudes más apreciadas por los habitantes de las tierras raras del rock es el lenguaje que representa. Escuchar canciones es un ejercicio de memoria e imaginación a la vez que un pequeño ritual celebratorio. A pesar de la relativa decadencia del género, opacado por los nuevos sonidos de la aldea virtual, el rock sobrevive gracias a su potencia interpretativa, a sus giros estilísticos y narrativos, o a su resiliencia en tiempos oscuros. Springsteen: Deliver Me From Nowhere (2025) es un retrato minimalista de esa historia de música, resistencia y magia. Centrado en la larga trayectoria de Bruce Springsteen (New Jersey, 1949), la película ofrece las postales de un momento depresivo en los inicios de la carrera de uno de los rockeros más célebres de ese género bastardo que convoca cientos de voces, estilos y sonidos. Se trata de la grabación de Nebraska, en 1982, cuando Springsteen, agobiado por el éxito comercial de tres de sus obras previas -Born To Run (1975), Darkness On The Edge of Town (1978); y The River (1980)-, y antes de lo que sería su mayor éxito discográfico -Born in the USA (1984)-, decide refugiarse en la habitación de una solitaria cabaña para grabar en solitario un casete que posteriormente sería considerado como uno de los mejores discos de su carrera. Nebraska es una pieza central del perfil polifónico de Springsteen, mezcla de folk, country, blues y rock. Una obra tallada a mano que mezcla emociones de muerte y desolación, nostalgia y tristeza, melancolía y esperanzas. Entre el catálogo de los 21 discos de estudio que ha grabado “The Boss” a lo largo de su vida -desde Greetings From Asbury Park N.J. (1972) hasta Only the Strong Survive (2022)-, Nebraska ilumina el ciclo depresivo que lo invade desde muy joven, y cuyos demonios combate a través de la composición, la música y los conciertos. La película inspirada en la atmósfera de Nebraska contrasta con la furia de los conciertos que ofrece desde los años ochenta. “Libérame de ninguna parte” (la traducción libre del subtítulo de la película), registra una de las frases emblemáticas de ese disco, y permite a curiosos y seguidores de la música del “Jefe” acercarse a las complejidades vitales de la persona y el personaje. Nadie entiende bien las complejas hechuras que animan la vocación, las ilusiones y el interés de los rockeros por ocupar un lugar en la mesa. Tal vez, como señaló el propio Springsteen en una entrevista reciente, ese género se alimenta de “gente que no tiene qué hacer ni sabe a dónde ir”, describiendo su propia experiencia iniciática. Hoy, a sus 76 años, The Boss representa el pasado y el presente del rock, y ya no su futuro, como sentenció a finales de los setenta el crítico Jon Landau cuando presenció uno de sus conciertos en algún antro del Greenwich Village de Nueva York. Quizá en la casa de mil guitarras que contiene el alma y la razón de Springsteen resuenan los ecos de las palabras que escribió Saul Bellow para referirse a la experiencia humana: “La vida es un río, pero nosotros somos el agua”.

Thursday, October 23, 2025

Épica negra

Diario de incertidumbres Épica negra Adrián Acosta Silva Campus-Milenio, 23/10/2025 https://suplementocampus.com/epica-negra/ Los recientes hechos de violencia y bloqueo de instalaciones ocurridos en diversos planteles de la UNAM confirman que algo ocurre desde hace tiempo en las aguas profundas de nuestra vida social. Ya no son solo expresiones de malestar y protesta contra crímenes sucedidos en las escuelas o contra las autoridades universitarias, o contra cualquier forma de autoridad en general, sino estallidos aparentemente aislados que, no obstante, configuran un patrón de comportamientos enraizados entre algunos núcleos específicos de la población urbana asociados a la acción directa y uso de la violencia como recurso cotidiano de sus acciones. Antiguamente, en lenguaje marxista, a esas poblaciones se les denominaba “lumpenproletariado”, para referirse a grupos sociales marginados en el desarrollo del capitalismo y que escapaban a la lógica de la acción organizada y colectiva de obreros y campesinos, concebidos como las vanguardias de una imaginaria revolución comunista. El lumpenproletariado servía para cualquier cosa: grupos de choque, mercenarios, soplones, infiltrados, financiados por el Estado o por grupos políticos para intimidar, debilitar o destruir los movimientos de protesta dirigidos a la transformación organizada de la sociedad frente a las injusticias y desigualdades propiciadas por las asimetrías de las relaciones de poder entre el capital y el trabajo. Con el desarrollo del capitalismo y el ascenso de las democracias (una fórmula siempre llena de tensiones, contradicciones y paradojas), las poblaciones lumpen fueron disminuyendo, pero nunca desaparecieron. Hoy, con los fantasmas de la crisis bifronte de la democracia representativa y la economía del bienestar, nuevas formas del lumpenproletariado han resurgido con fuerza por todos lados y habitan los circuitos de la economía criminal, la violencia política y la delincuencia organizada. Ese es el ruido de fondo de los actos vandálicos que dominan la atención de medios y redes en las calles o en los campus universitarios. El lenguaje de la polarización acompaña la lógica destructiva de la furia y el rencor de los grupos pseudoanarquistas que atacan a otros ciudadanos, incendian vehículos o lanzan bombas molotov contra edificios y policías. Vestidos de negro, con tapabocas y capuchas que ocultan sus rostros, esos grupos neo-lumpen deambulan por calles y avenidas provocando disturbios que se alimentan de una espiral de miedo y temor entre ciudadanos y autoridades. No son nuevas representaciones de los outsiders que se desvían de las reglas establecidas, que se agrupan o flotan aislados, silenciosos y discretos entre las hechuras del tejido social, sino grupos radicalizados, compactos, que tratan de imponer los códigos de la violencia entre las multitudes. La sociología o la antropología de la violencia social y política de los tiempos que corren tiene un enorme desafío explicativo por delante. Los grupúsculos y tribus que protagonizan un día sí y otro también las violencias como instrumentos de protesta para casi cualquier cosa, actúan como perros de reserva que son soltados para dinamitar todo intento racional por construir acuerdos y asegurar umbrales mínimos de confianza en las instituciones, sus comunidades y autoridades. La expansión de conductas anómicas ha dado lugar a una épica negra centrada en la intimidación a través del uso o exhibición cadenas, de palos y piedras, navajas y cuchillos, cohetones, bombas molotov y gritos incendiarios. Varias causas parecen ser las fuerzas motrices de la lógica anómica de esos grupos. Marginación, individualismo salvaje, búsqueda de estrategias de supervivencia, tráfico de drogas, secuestro, nuevos y viejos pandillerismos, cultura de la violencia, desvanecimiento de los códigos básicos de convivencia social, resentimientos acumulados, oportunismos políticos, forman parte de los factores causales de los fenómenos observables a través de los espejos de las violencias cotidianas que ocurren en prácticamente todo el país, todos los días. Frente a estos episodios de violencia, no pocos comienzan a naturalizarla, lo que se traduce como tolerancia voluntaria y ciertas dosis de complicidad involuntaria. Las implicaciones destructivas y disolventes de toda forma de cohesión social diluyen la capacidad de imponer límites y autocontención a las conductas violentas que socavan rápidamente la confianza social en la legitimidad de las instituciones y sus autoridades. La legitimidad de la violencia es gobernada por una lógica anti-sistémica, que disminuye toda forma de legitimidad institucional, lo que configura un territorio de apatía y desconfianza potencial o realmente generalizada sobre nuestras capacidades básicas de convivencia, respeto y tolerancia. Que la ley de la jungla aparezca esporádicamente en las escuelas universitarias es una señal de alerta. Los problemas de salud mental y emocional que afectan a no pocos jóvenes universitarios y que se resuelven en crímenes de odio, homicidios, feminicidios, explosiones de desesperación y cargas de ansiedad acumuladas durante y después de la crisis del COVID-19, son también parte de las peculiares formas de malestar que se expresan en los campus universitarios, pero que son aprovechadas por algunos para promover conductas anómicas que favorecen climas de inseguridad en esas casas que son, o deberían ser, los espacios más importantes para el ejercicio de la razón y la civilidad de la sociedades contemporáneas. Frente al espectáculo y las secuelas ominosas de los comportamientos criminales, la erosión de los lazos de confianza acumulados durante generaciones favorece a las fuerzas que aspiran al retorno al estado de naturaleza dominado por la imagen de la jungla hobbesiana. La imposición de ese orden imaginario afecta no solo a la sociedad sino también, y principalmente, al Estado mismo. ¿Dónde está la autoridad? ¿Qué hacer con los depredadores? ¿Quiénes son? ¿Por qué están ahí? Son algunas de las preguntas básicas para reconstruir el mapa y el territorio de los protagonistas de las violencias que amenazan la vida en el campus y sus alrededores. De no ofrecer respuestas a esta cuestiones básicas, el endurecimiento de nuestros déficits de comprensión, indolencia y pasmo seguirá alimentando las misas negras que celebran la violencia como recurso legítimo en el horizonte político de nuestra convivencia social.

Friday, October 10, 2025

1968: un violín en el claro

Diario de incertidumbres 1968: un violín en el claro Adrián Acosta Silva Campus Milenio, 09/10/2025 https://suplementocampus.com/1968-un-violin-en-el-claro/ La semana pasada se conmemoraron 57 años de la matanza estudiantil ocurrida en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Como cada año, ese 2 de octubre de 1968 se celebra como ritual y memorial, símbolo y recordatorio, tragedia y emblema. Sus significados son múltiples y paradójicos. Fue la expresión de los rasgos despóticos del autoritarismo mexicano de los regímenes posrevolucionarios, una expresión representada nítidamente por la figura del entonces presidente Díaz Ordaz, cristalizada a través de sus palabras y hechos. Pero también puede verse como el final anticipado de una época política y social y el inicio accidentado de otra, la que nos condujo desde los años setenta a una serie de tensiones, reformas y cambios de diversa magnitud e intensidad que nos trajo hasta donde estamos ahora. La marcha realizada en la Ciudad de México es una postal que enmarca las variadas interpretaciones que provoca el movimiento estudiantil del 68 entre la sociedad mexicana del siglo XXI. Las demandas son ilustrativas de la polifonía del evento: protestas por los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y contra el genocidio que ocurre en la Franja de Gaza; exigencias feministas y reconocimiento a la lucha del ya extinto Sindicato Mexicano de Electricistas por sus reivindicaciones laborales; justicia para las víctimas de la violencia homicida que se desarrolla en diversas regiones del país, respeto a los pueblos zapatistas, y reclamos por la incapacidad gubernamental para enfrentar la crisis de las desapariciones de miles de jóvenes en todo el país. Los recordatorios por los hechos del 68 fueron la cobertura simbólica que cobijó los múltiples reclamos y exigencias que fueron visibles en las calles y el zócalo de la Ciudad de México. Pero también fue acompañada por las escenas de violencia y vandalismo protagonizadas por el autodenominado “bloque negro”, un grupúsculo que en cada movilización colectiva acompaña con bombas molotov, piedras y palos los recorridos por calles y avenidas de la capital del país. De orígenes extraños y enraizados en una ambigua retórica que mezcla banderas pseudoanarquistas y prácticas de pandillerismo con la simpatía por la destrucción, el saqueo y la violencia como emblemas de sus acciones, esos grupúsculos se reconocen también, paradójicamente, como “hijos del 68”. La conmemoración también tiene usos políticos. El morenismo en el poder, encabezado por la presidenta Sheinbaum, se asume como heredero de aquel movimiento estudiantil, algo que la diferencia claramente de su antecesor López Obrador, quien siempre ha mantenido una posición ambigua respecto al significado social, cultural y político de los acontecimientos del 68 y sus efectos en el cambio político mexicano. Para otros actores no gubernamentales (principalmente en las universidades públicas y en las organizaciones que se identifican con la izquierda democrática), el 68 significa el punto de no retorno al viejo autoritarismo priista, el movimiento que abrió, entre el humo de las balas, la cárcel y la sangre, un horizonte de cambios que era necesario para impulsar la justicia, la democracia y el desarrollo de la sociedad mexicana. Esas interpretaciones y significados culturales se han enraizado profundamente entre las épicas, mitos y realidades que varias generaciones han cultivado en sus imaginarios políticos en torno a aquel trágico y a la vez luminoso movimiento de los jóvenes estudiantes que reclamaron sus derechos a la libertad y a la justicia frente a un régimen envejecido y autoritario, que en los años sesenta seguía viviendo entre las ruinas de cartón piedra y los rituales huecos de la mitología revolucionaria. No obstante, las manifestaciones sobre el 68 esconden significados contradictorios y paradójicos, y nadie puede atribuirse ser el heredero único y legítimo de las secuelas sociopolíticas de los hechos ocurridos hace casi seis décadas. Hoy, el 68 es un año que es fuente de identidad para unos y de ruptura para otros. En el campo político, abrió dos grandes rutas de salida para la crisis de aquel año cuya música de fondo era el rock, la poesía y las iconografías de la revolución cubana y mexicana. Una era la vía larga de las reformas democráticas a través de la organización de nuevos partidos políticos y reglas electorales. Otra era la vía corta de la revolución violenta contra el régimen a través de la formación de organizaciones armadas, habitando entre las sombras de la clandestinidad. En el campo de la dominación política, el viejo régimen en cuyo centro gravitaba el PRI como símbolo y ejercicio del poder, experimentó una serie de ajustes que llevaron varias fracturas a finales de los años 80, y que finalmente perdió el poder por la vía electoral desde el año 2000, hasta llegar al virtual estado de disolución y corrupción en que lo vemos ahora. En el territorio de la educación superior, el 68 significó una potente ola de expansión y diversificación de las universidades e instituciones públicas de ese nivel. Durante los años setenta fueron fundadas nuevas universidades públicas por todo el país (la UAM, la UA de Aguascalientes, la UA de Ciudad Juárez, la U A de Baja California Sur, entre otras) y la estructuración de nuevas instituciones de educación superior públicas no universitarias (institutos y escuelas tecnológicas). Las universidades públicas más antiguas y consolidadas experimentarían también reformas institucionales asociadas muchas veces a movimientos estudiantiles, sindicales y reclamos académicos. Tal vez para muchas franjas de las nuevas generaciones estudiantiles que habitan los campus universitarios en todo el país, el 68 es un movimiento no sólo lejano en el tiempo sino confuso en sus significados. Los jóvenes de preparatoria o de licenciatura saben de ese movimiento a través de los relatos de sus padres, tíos o abuelos. Quizá el 68 solo pueda ser representado como el sonido de “un violín en un claro”, como se refería a alguna de sus propias obras Vladimir Nabokov, es decir, un eco surgido entre un espacio abierto situado en el corazón de un oscuro paisaje boscoso.

Sunday, October 05, 2025

Corales falsos y corales verdaderos

Corales falsos y corales verdaderos Adrián Acosta Silva https://revistareplicante.com/corales-falsos-y-corales-verdaderos/ Texto leído en la presentación del libro 147 incursiones. Ciencia y arte, de Carlos Enrique Orozco (Ed. Tedium Vitae, 2025). Casa ITESO-Clavijero, Guadalajara, 2 de octubre de 2025. El libro que hoy presentamos en este magnífico espacio universitario es, en más de un sentido, inusual. En una época de turbulencias, confusión y polarizaciones, donde la ignorancia y el descreimiento circulan generosamente por redes sociales y medios de comunicación, en las plazas públicas y en los espacios privados, hablar de ciencia y arte es una apuesta políticamente arriesgada. La autoridad científica o artística tiende a ser deslegitimada cotidianamente por políticos oportunistas y charlatanes profesionales de todo el mundo, desde el presidente Trump hasta los brujos, profetas, videntes y chamanes que habitan medios y redes todos los días. No obstante, el fenómeno no es nuevo. De hecho, en distintos momentos históricos, diversos oscurantismos y fanatismos han habitado el corazón de las tinieblas de las civilizaciones modernas. La curiosidad científica se alimenta de las dudas, aunque el piso duro de sus hechuras esté conformado por teorías, métodos y tradiciones que se han edificado pacientemente sobre hipótesis, explicaciones y soluciones basadas en evidencias sobre múltiples asuntos de la ciencia y la tecnología. Esa tradición racionalista, basada en las formas del pensamiento moderno que confrontan sistemáticamente ideas con hechos, herencias del siglo de las luces y de la ilustración, es lo que algunos autores denominan con la célebre metáfora atribuida a Isaac Newton: “Caminamos sobre hombros de gigantes”. Me parece que bajo esas consideraciones generales el libro que es hoy el objeto de nuestra conversación adquiere sentido y oportunidad. A lo largo del primer cuarto del siglo XXI, hemos sido testigos de expresiones científicas, artísticas y literarias asombrosas, que coexisten con ese lugar sin límites que es la estupidez humana. El registro y recuento de algunas de esas manifestaciones están en el centro y en los márgenes de las reflexiones del autor del texto. Distinguir esas expresiones, separar los mitos y las falsedades de las verdades científicas, las imposturas intelectuales, las obras pseudo artísticas de las contribuciones originales e innovadoras, es el contenido de las incursiones que nos ofrece el libro. En ese sentido, Carlos Orozco ofrece a sus misteriosos lectores un mapa de autores y expresiones de la cultura científica y artística clásica y contemporánea; un inventario personal de apuntes y retratos cuidadosa y pacientemente tallados a mano elaborados a lo largo de más de dos décadas, que fueron publicados en distintos espacios y medios tapatíos. Carlos Orozco es un tirador de precisión, no un tirador de ráfagas sobre blancos móviles. A través de los 147 textos incluidos en el libro, pasa revista a pequeñas historias de grandes ideas y hazañas científicas, pero también a los lienzos de diversas hechuras culturales sobre literatura, cine y artes plásticas clásicas y contemporáneas. Para decirlo con la licencia metafórica correspondiente, Carlos es un coleccionista de corales verdaderos a la vez que un cazador de falsos corales, justo como el oficio de Nissen Piczenik, el comerciante de corales que protagoniza El Leviatán, la novela clásica de Joseph Roth. El texto es una suerte de diario que registra una colección de apuntes breves (unos más que otros) organizados en 6 secciones: ciencia, artes, lecturas, personajes, salud y medio ambiente, y variado (una miscelánea cultural). Son registros publicados a lo largo de 22 años (1993-2015) en periódicos tapatíos ya desaparecidos como Siglo 21, Público, o Público-Milenio, en la revista Magis del ITESO, y como colaboraciones radiofónicas en el también ya difunto programa Señales de humo de Radio Universidad de Guadalajara. Vistas en su conjunto, esas colaboraciones guardan una consistencia fundamental: se trata del ejercicio del periodismo científico y cultural como un despliegue de curiosidad y atención minimalista sobre diversas expresiones del razonamiento intelectual que guía desde su juventud las inquietudes del autor. Muchos de esos registros (“incursiones”) fueron publicados bajo la columna de El cierzo, que muchos seguimos con atención e interés durante más de dos décadas. Cierzo significa “viento gélido del norte”, según lo define María Moliner, y sospecho que el autor de la columna la consideró como una metáfora apropiada para describir un espacio de opinión sujeto a los cambiantes climas de nuestra vida pública. Sea cual sea su origen y significados, El cierzo fue un oasis de reflexión sobre el gabinete de curiosidades diseñado por Carlos, repleto de descubrimientos intelectuales, relatos científicos y representaciones culturales de distintas épocas y fuentes. Guiado por el azar y la intuición seleccioné algunas piezas de la colección de apuntes reunida en el libro. Polímatas renacentistas como Leonardo Da Vinci, decimonónicos como Julio Verne, modernos como Salvador Dalí, o posmodernos como Umberto Eco; personajes de actuaciones luminosas en el cine como Marlo Brando interpretando al mafioso Vito Corleone en El Padrino, Humprey Bogart por El tesoro de la sierra madre, o Vivien Leigh como Scarlet O´Hara en Lo que el viento se llevó, son reconocimientos puntuales a las contribuciones que la cultura artística en campos como la pintura o el cine hicieron a lo largo de los últimos siglos en la formación de la educación sentimental y cultural de varias generaciones. La madurez creativa que llega a algunos escritores en edades avanzadas es otro punto destacado de los recuentos del libro. Es el caso del escritor neoyorkino Frank McCour, del músico cubano Compay Segundo, o del novelista siciliano Andrea Camilleri, que a los 75 años se convirtió en un escritor aclamado por críticos y público italiano y europeo, a través de las peripecias, dilemas morales y hallazgos del detective Montalbano. “La vida creativa no tiene por qué terminar a los sesenta años”, señala Orozco, como lección de estas prolongadas experiencias vitales que se traducen en oficios creativos tardíos pero originales y sorprendentes. A través de las 394 páginas de estas 147 incursiones, es posible encontrar postales breves sobre poesía, literatura, arquitectura, música y, por supuesto, cine. También aparecen en escena recordatorios sobre revistas culturales y científicas (después de todo, hay que recordar que la ciencia también es cultura) como la centenaria revista New Yorker o el periódico New York Times, el diccionario de María Moliner, las interesantes conversaciones epistolares ente Paul Auster y J.M. Coetzee, las contradicciones del El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, las visitaciones breves a las trayectorias de Fernando Savater, Amos Oz, José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes o Roberto Bolaño. Desfilan también personajes como Alejandro Rossi y su célebre Manual del distraído, un paleontólogo español relativamente poco conocido (Juan Luis Arsuaga, colega del más famoso Stephen Jay Gould), el historiador mexicano Enrique Florescano, el cineasta italiano Pier Paolo Pasolini, o el escritor indobritánico Salman Rushdie. La racionalidad científica es el centro de las reflexiones del autor, aunque, como buen cartógrafo de la comunicación, traza bien los límites, paradojas y contradicciones de los procesos científicos y de los cambiantes contextos socioculturales y políticos en los cuales se desarrollan. En ese sentido, Carlos es un hombre del neo-renacentismo tapatío, atento a las múltiples expresiones y representaciones de la ciencia y las artes de nuestro tiempo, sus contrastes, actores y obras, distinguiendo las monedas falsas de las auténticas que circulan profusamente en los ámbitos públicos y privados contemporáneos. Pero el autor también es un contador de historias de pequeñas y grandes catástrofes y descubrimientos, como ocurre en El libro de Job. Como divulgador, profesor universitario y periodista científico, Carlos nos acerca al conocimiento de los tejidos y bordes de los procesos creativos que unen y separan la ciencia y el arte, sus espacios vacíos y los puentes reales o imaginarios que los unen. En ese sentido, es un autor que ejerce su libertad creativa para ponerla a la consideración de lectores libres, como señaló en alguno de sus textos la gran escritora canadiense Margaret Atwood. Pero el corazón profundo de las 147 postales que nos regala Carlos es la cultura científica, sus descubrimientos, su racionalidad y sus capacidades de asombro para diferenciarse de hechizos, profecías y propiedades mágicas de los aceites de serpiente que circulan por todos lados, a todas horas, promocionando bazares de futuros instantáneos. Como afirma en “Las preguntas de la ciencia en el futuro” (p.42): “La ciencia tiene muy poco de profética. No sabemos que nos traerá en el futuro, pero sí que los científicos seguirán haciéndose preguntas que pudieran hacer que nos entusiasmemos con su racionalismo, su escepticismo y su independencia de pensamiento”. Creo que aquí radica el espíritu del libro: el reconocimiento de los límites de la ciencia y de la necesidad de hacer del escepticismo y la duda metódica el combustible intelectual de toda forma del pensamiento científico, artístico o humanístico. En un tiempo donde todo vale, de mapas rotos y brújulas extraviadas, gobernado por las incursiones de la inteligencia artificial y el imperio de las realidades aumentadas en la vida cotidiana de millones de personas, donde cualquiera puede asumir sus creencias privadas como fuentes indiscutibles de autoridad pública, ese reconocimiento puntual de las aportaciones, límites e imposibilidades de la ciencia y las artes, es una clave valiosa para seguir buscando corales verdaderos ahí donde abundan sus imitaciones plásticas o virtuales. Esa son, me parece, algunas de las principales contribuciones del libro que hoy presentamos. Justo por eso, les invito a leer el inventario de incursiones que nos ofrece Carlos, tal vez acompañadas por un café, una cerveza o una copa de vino. Les aseguro que más de alguna les sorprenderá.

Friday, October 03, 2025

Centenario

Tierras raras Centenario Adrián Acosta Silva (Revista Reverso, 3 de octubre, 2025) https://reverso.mx/tierras-raras-centenario/ Este 12 de octubre se cumplen exactamente 100 años de la refundación de la Universidad de Guadalajara. Como todas las celebraciones sociales -nacimientos, cumpleaños, graduaciones, matrimonios, funerales- las instituciones también suelen ser objeto de ceremoniales sobre su historia y significados. Los rituales tienen sus causas superficiales y profundas. Algunas son celebraciones de identidades perdurables, conmemoraciones de relatos de luchas y pequeños y grandes heroísmos colectivos o individuales, recordatorios de personajes que hicieron posible la supervivencia institucional en momentos difíciles. Los centenarios son formas de relacionar el tiempo político con el tiempo social. Las universidades son buenos ejemplos de ello. Desde la fundación de la Universidad de Bolonia en 1088, hasta los centenarios de las universidades coloniales en América Latina y el Caribe (las reales y pontificias de Santo Domingo, en 1538, o las de México o de San Marcos, en 1551), cada siglo se organizan puntualmente eventos marcados religiosamente en los relojes y calendarios institucionales para enfatizar con homenajes, estatuas, libros, documentales y símbolos el origen de esas organizaciones del conocimiento que son las universidades. Ese es el caso de la Universidad de Guadalajara. Aunque su origen remoto se sitúa en el año de 1792, cuando nace con el nombre de Real Universidad de Guadalajara (algunos historiadores le agregaron el de “Real y Literaria”, pero eso es discutible), y la capital de la entonces Nueva Galicia era parte del territorio de la Nueva España, en realidad su origen moderno se sitúa en el año de 1925, cuando el Gobernador José Guadalupe Zuno decide reabrir la universidad luego de una accidentada historia de cierres y clausuras a lo largo del siglo XIX. Un siglo después de su refundación, la U de G es una institución que en poco se parece a la que inauguró en un discurso solemnísimo su primer rector, Enrique Díaz de León. Hoy es una institución de más de 350 mil estudiantes, con 17 mil profesores de preparatoria, licenciatura y posgrado. Desde hace 30 años, con la reforma a la ley orgánica de 1994, la universidad se transformó en una red que se extiende por todas las regiones de Jalisco, y ya no se concentra solo en la capital estatal. La influencia política, social y cultural de la universidad es intensa, y muchos de sus principales actores han construido liderazgos políticos, intelectuales y académicos relevantes dentro y fuera del estado. La universidad es heredera y deudora de su pasado remoto y reciente. Pero es también una institución que concentra nuevas tensiones, desafíos y dilemas que atañen a su presente y su futuro. Conflictos presupuestales, restricciones académicas, presiones y tensiones políticas, forman parte de las tareas de gestión de la gobernabilidad y la gobernanza institucional en el año del centenario. Navegar entre esas aguas turbulentas -a veces claras, a veces pantanosas-, es el gran reto no de la universidad imaginaria que es objeto de las celebraciones, sino de las muchas U de G que realmente coexisten en las tierras raras universitarias.

Thursday, September 25, 2025

Dinero y aprendizajes

Diario de incertidumbres Políticas, presupuesto y aprendizajes Adrián Acosta Silva Campus Milenio, 25/09/2025 https://suplementocampus.com/politicas-presupuesto-y-aprendizajes/?awt_a=rhgk&awt_l=CTLQm&awt_m=gasci5wR8Z7utgk La semana pasada se presentaron dos proyectos relevantes para la educación superior. Uno tiene que ver con dinero; el otro, con aprendizajes. El primero confirma que la educación superior no es prioritaria en la agenda del gobierno desde hace por lo menos tres sexenios. El otro significa el reconocimiento de que los aprendizajes acumulados por los estudiantes y egresados de escuelas y universidades son insuficientes para adaptarse a las nuevas circunstancias laborales. El proyecto de presupuesto de egresos de la federación para el año 2026 castiga una vez más a la educación superior pública, que no se compensa con las políticas de “becarización” educativa que se han adueñado de la retórica oficial desde el sexenio pasado. Al colocar en el centro el dinero en el bolsillo de los estudiantes, se omite o minimiza la relación que guarda el apoyo económico con los aprendizajes efectivos, pues el abandono de las prácticas sistemáticas de evaluación de los desempeños escolares a lo largo de los últimos años impide valorar objetivamente la relación entre presupuestos y aprendizajes. La instalación de la “Comisión Nacional de Aprendizaje a lo Largo de la Vida” por parte de las autoridades de la SEP, es una clara señal de reconocimiento del elefante en la habitación. La insuficiencia de la calidad y pertinencia de los procesos educativos de la población mayor a los 15 años que alcanza un promedio de 10 años de escolaridad (es decir, el primer año de bachillerato), se refleja en la búsqueda de los individuos por incrementar sus capacidades y habilidades laborales a través de cursos, talleres, seminarios, diplomados, programas de licenciatura y eventualmente de posgrado, que han crecido vertiginosamente como opciones de consumos privados, que alimentan un gran mercado de formaciones rápidas y de bajo costo en modalidades virtuales, presenciales o mixtas. La paradoja es evidente: mientras se reduce en términos reales el presupuesto público a la educación superior, se incrementan las exigencias y necesidades de cualificación de las formaciones individuales de millones de personas. Esto lleva a cuestionar nuevamente la relación entre dinero y aprendizajes. ¿Más becas significan, automáticamente, mejores aprendizajes? Las políticas nacidas bajo el oficialismo morenista desde el sexenio pasado suponen que sí, y ese es un componente central de la Ley General de Educación Superior aprobada en 2021. Ese supuesto se combina con el hechizo de las retóricas innovadoras que colocan a los medios por delante de los fines, a pesar de las restricciones presupuestales que un año tras otro se reflejan en el deterioro de los contextos, capacidades y climas académicos universitarios. Las políticas presupuestarias y las políticas de los aprendizajes miran en sentidos opuestos. Una supone menos apoyos a las instituciones y más apoyos a los individuos. La otra supone que con micro-credenciales los individuos mejorarán la calidad de sus empleos. El problema central tiene que ver nuevamente con las desigualdades sociales e institucionales que cruzan todo el espectro de las realidades y comportamientos esperados por las políticas. Las pérdidas acumuladas en términos reales de los presupuestos institucionales en educación superior en la última década se reflejan ya en la atención de los asuntos rutinarios de los programas de pregrado y posgrado de las instituciones públicas universitarias y no universitarias: recortes a las nóminas del personal de apoyo, restricciones a la contratación de nuevas generaciones de profesores, condicionamientos crecientes a las becas de posgrado, o a los apoyos a programas universitarios de movilidad estudiantil. Las realidades y potencialidades prácticas de micro credenciales que certifiquen nuevos aprendizajes están sujetas a las posiciones y aspiraciones de los individuos en la distribución de sus capitales escolares. Los sistemas de créditos que se diseñaron para facilitar el tránsito por los programas universitarios de licenciatura son considerados insuficientes o inadecuados para mejorar las oportunidades laborales en los mercados de trabajo. Desde esa perspectiva, el ensanchamiento y alargamiento de sus cualificaciones académicas, técnicas o profesionales a través de nuevas formas de credencialización/acreditación de nuevas habilidades y talentos se propone como la solución a los problemas de empleabilidad de los egresados universitarios. En estas circunstancias, la agenda de la nueva Comisión Nacional está marcada por dilemas y tensiones académicas, técnicas y presupuestales. El viejo lema de hacer más con menos que pusieron de moda los gobiernos neoliberales para emprender la reforma del Estado en los años ochenta se mantiene como el emblema de las políticas presupuestarias y de aprendizajes de los gobiernos antiliberales. La experiencia internacional muestra una relación positiva entre el mejoramiento de los presupuestos públicos y la calidad de los aprendizajes escolares. Y también enseña que entre menores sean los recursos públicos, peores serán los resultados académicos. El caso de México se acerca más a este espectro de resultados de experiencias de políticas fallidas en educación superior, donde la apuesta central se ha concentrado en las becas a los individuos más que en los apoyos a las instituciones. La lección desde hace tiempo es la misma: no basta tener más cobertura o mejor eficiencia terminal. Es necesario mejor la calidad y pertinencia de los aprendizajes. La viabilidad de la nueva Comisión dependerá en buena medida de revisar la política presupuestal hacia la educación superior. La expedición de nuevas credenciales sobre competencias académicas ya circula desde hace tiempo a través de programas virtuales como “Coursera” (fundada en 2012), que se ha consolidado como una empresa que vende cursos cortos de actualización en varias disciplinas, y que incluso ya son válidos como créditos escolares reconocidos en no pocas universidades públicas y privadas mexicanas. La estrategia de acumular aprendizajes a lo largo de la vida se ha convertido en un buen negocio, aunque todavía están por verse sus impactos en la movilidad y mejoramiento laboral de las trayectorias de los egresados.